LA APACIBLE VIDA EN DOWN
Después de verificar en su reloj de bolsillo que ya fueran las seis de la tarde, Charles se dirigió a su esposa, que se hallaba sentada en el extremo de la sala: "Emma, ya es hora de que iniciemos la lectura de los nuevos libros que nos ha mandado Ras desde Londres". Emma dejó de tejer una nueva manta para el hijo que estaba esperando (que sería el séptimo). Con la buena disposición de siempre, se levantó sosteniendo su cintura para desplazarse con ese característico paso de las embarazadas al lugar donde cada día los dos esposos, a veces acompañados de alguno de los hijos mayores, llevaban a cabo durante una hora y media antes de cenar un ejercicio de lectura compartida. "Ras nos ha enviado dos obras que acaban de ser publicadas, escritas por las hermanas Brontñ: Jane Eyre de Charlotte y Cumbres borrascosas de Emily; parece que están causando furor entre el público de Londres", comentó Emma, abriendo una de ellas y recorriendo rápidamente las hojas. "Seguramente no producirán el mismo furor que el libro de Robert Chambers Los vestigios de la historia natural de la Creación, que a pesar de que se publicó hace ya cuatro años, sigue generando una reacción violenta, tanto de parte de los naturalistas como de los teólogos replicó Charles. Claro que no es para menos, con las ideas absurdas que propone", añadió, pensando para sí mismo: "Por eso tengo que fundamentar lo mejor posible mi teoría si es que llego a publicarla; la gente es despiadada para criticar las nuevas ideas, particularmente cuando desafían a los dogmas religiosos".
La lectura de Cumbres borrascosas tuvo que ser forzosamente detenida por las reiteradas protestas de la cocinera, quien por tercera vez declaraba que no sería su responsabilidad si el asado quedaba seco por la tardanza de la familia Darwin para sentarse a la mesa. El libro había cautivado a Charles y Emma desde sus primeras páginas. "Excelente libro opinó Charles, ahora veo por qué todo el mundo comenta sobre él. " Frotándose las manos se sentó a la mesa a saborear la cena. Estaba contento. Esa misma mañana había recibido la noticia de que Charles Lyell sería armado caballero por la reina Victoria. "Sir Charles Lyell pensó para sus adentros al leer la carta que le informaba de la noticia, excelente, lo merece de sobra. "
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La vida cotidiana de los Darwin había transcurrido apaciblemente en los casi ocho años que llevaban de residir en Down. La rutina familiar dejaba fluir el tiempo ordenada y plácidamente, como las aguas cursan los meandros de un viejo río. En el año de 1848 tuvieron lugar dos acontecimientos que alteraron en forma contrastada la vida de la familia: el nacimiento de Francis, el tercer varón de los Darwin, en agosto, y la muerte en diciembre del doctor Darwin, quien ya se hallaba mal desde hacía tiempo. Charles, abatido por la pérdida de su padre, no pudo llegar a tiempo para su sepelio en Shrewsbury.
La dinámica demográfica de los Darwin continuó produciendo cambios en la familia. Dos años después, en 1850, nace Leonard, el octavo vástago, con la asistencia de Charles en el parto, quien administró diestramente a Emma una nueva sustancia que apenas se ensayaba en esos tiempos para reducir el dolor, al anestesiar a los pacientes: el cloroformo. Al año siguiente se produce una dolorosa pérdida en la familia: a los diez años de edad muere Anna, la hija predilecta de Charles, a causa de una enfermedad desconocida. En una carta, que era el medio por el cual los esposos Darwin se comunicaban sentimientos muy especiales, le comenta Charles a Emma: "...Veo ahora ante mí su encantadora cara cuando, a veces, bajaba las escaleras corriendo con un poco de tabaco que había robado de mi tabaquera para traérmelo, feliz de poder proporcionarme una alegría... ñSi supiera ahora con cuánta ternura y cariño la seguimos queriendo!" Un mes después, Horace, el noveno hijo y quinto varón, llegó para resarcir la pérdida de la pequeña Anna.
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Ese mismo año, la familia Darwin visitó repetidamente en Londres el recién inaugurado Palacio de Cristal, sede de una gran exposición. En una de esas visitas Charles se encontró con Joseph Hooker, quien acababa de regresar de su largo viaje a la India y a los montes Himalayas. Hooker iba acompañado de otro naturalista viajero que acababa de regresar del océano Índico y de Oceanía; se trataba de Thomas Henry Huxley, quien fue debidamente presentado a Charles. Ambos trabaron amistad de inmediato: la agudeza intelectual de Huxley impresionó fuertemente a Charles; a su vez Huxley tenía una enorme admiración por Darwin, como en otro tiempo éste la había tenido hacia Lyell. Daba inicio otra amistad que duraría hasta la muerte de Charles.
En 1853, Charles llevaba ya tres años de estar trabajando una extensa y detallada monografía sobre un gran grupo de crustáceos, los cirrípedos, entre los que se encuentran los percebes, por lo que visitó el Museo Británico para corroborar ciertos datos acerca de especímenes de estos crustáceos. En el departamento del Museo el curador le presentó a un joven fornido, de cara cuadrada, con abundante pelo negro cayéndole sobre la frente y casi tapándole los redondos anteojos sin arillo. Cuando le dijo su nombre, Charles recordó que había leído uno o dos capítulos de su libro Viajes por el Amazonas. Se trataba de Alfred Russell Wallace, quien estaba planeando su siguiente viaje al archipiélago Malayo y a Singapur. El famoso geólogo Murchison le había conseguido un pasaje gratis a bordo de un barco que iría al Lejano Oriente, pues Wallace no tenía recursos propios para hacer el viaje. Sin más comentarios, ambos naturalistas se despidieron.
Le llevó dos años más a Charles, esto es hasta 1855, terminar su enorme monografía sobre los cirrípedos. Aliviado de esa carga comentó a Hooker que ahora ya podía volver a su "problema de las especies". Y así fue. Charles empezó a escribir metódicamente los primeros capítulos de una gran obra que en realidad era la expansión, con numerosísimos detalles, de sus manuscritos de 1842 y 1844 sobre las especies.
Las lecturas familiares de los libros de moda empezaron a tener una intromisión frecuente de noticias acerca de la guerra de Crimea y de los relatos sobre una famosísima y abnegada enfermera que había asumido el papel de "ángel de la guarda" de los soldados británicos involucrados en esa guerra, especialmente en Scutari. Su nombre era Florence Nightingale. La publicación en los diarios del famoso poema de Tennyson "La carga de la caballería ligera" inundó de fervor patrio los corazones de muchos británicos, particularmente de los aristócratas que de alguna forma habían logrado escapar del reclutamiento militar. En ese mismo año salió a la circulación el primer diario verdaderamente popular, el Daily Telegraph, que no estaba gravado con el impuesto que hasta ese momento hacía inaccesibles los diarios al gran público, compuesto en su mayoría de obreros de escasos recursos.
La aparición del trabajo de Wallace en Annals and Magazine of Natural History en 1855, acerca de la distribución geográfica de las especies dependiente de los cambios geológicos, que no produjo comentario alguno entre los naturalistas de la época, hizo tañer una sonora campana de alarma entre Darwin y sus cercanos amigos, Lyell y Hooker, quienes redoblaron su presión sobre Charles para que diese por fin a la luz pública su trabajo sobre el origen de las especies. Charles, sin embargo, siguió tozudamente apegado a su plan de escribir lo que llamaba "el gran libro" y que consideraba que sería su obra magna. Pero el destino tenía preparados otros planes.
3 Ruth Moore et al., Evolución, México, Lito Offset Latina (Colección de la naturaleza de Time-Life, 1997.
15 Charles Darwin, El origen de las especies, México, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 1982.
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