V. MATERIA Y ENERG�A
CUANDO
Einstein dedujo por primera vez su famosa f�rmula E = mc2, estaba muy lejos de imaginarse que un resultado aparentemente tan formal pudiera cambiar tan dr�sticamente el curso de la historia. Las primeras sospechas de que en la naturaleza existe una fuente misteriosa de energ�a hasta entonces desconocida surgieron por el lado de la astronom�a. En efecto, uno de los mayores problemas de los astr�nomos era explicar de d�nde proviene la enorme cantidad de energ�a producida por el Sol y las dem�s estrellas. Ning�n proceso f�sico conocido a principios del siglo XX era capaz de hacer brillar al Sol por m�s de unos cuantos a�os.En 1911, el f�sico ingl�s Ernest Rutherford sugiri� por primera vez que un �tomo est� constituido por un n�cleo con carga el�ctrica positiva, rodeado de una "nube" de electrones con cargas negativas. Unos a�os despu�s, el mismo Rutherford y James Chadick descubrieron el prot�n, la part�cula cargada positivamente de que est�n hechos todos los n�cleos at�micos (el neutr�n, la otra part�cula que constituye al n�cleo, no fue descubierta sino hasta 1932).
Hoy en d�a sabemos que los n�cleos at�micos est�n formados por protones y neutrones, y que el tipo de elemento qu�mico est� enteramente determinado por el n�mero de protones. As�, el n�cleo de hidr�geno consta de un �nico prot�n; el n�cleo de hidr�geno pesado o deuterio est� formado por un prot�n y un neutr�n; el n�cleo de helio consta de dos protones y dos neutrones; y as� sucesivamente hasta el uranio, cuyo n�cleo consta de 92 protones y 146 neutrones. Pero la masa de todos los n�cleos at�micos es algo menor que la suma de la masa de sus protones y neutrones por separado: el d�ficit de masa corresponde justamente a la energ�a necesaria para mantener los protones y neutrones unidos. De otra forma, la fuerza de repulsi�n el�ctrica entre los protones (que poseen carga el�ctrica) no permitir�a que se mantuvieran unidos.
En un art�culo publicado en 1920 sobre la estructura interna de las estrellas, el gran astrof�sico ingl�s Arthur S. Eddington escribi�:
Y casi dos d�cadas despu�s de esta prof�tica visi�n, los f�sicos Carl Friedrich von Weizs�cker y Hans Bethe, entre otros, lograron explicar el origen de la energ�a en las estrellas: la transformaci�n de masa en energ�a al fusionarse el hidr�geno para producir helio.
En el Sol, como en la mayor�a de las estrellas, el principal proceso es el siguiente: un prot�n y un neutr�n se fusionan para formar un n�cleo de deuterio un prot�n y un neutr�n unidos, y el deuterio se fusiona con otro prot�n para formar un n�cleo de helio 3 (dos protones y un neutr�n); por �ltimo, el n�cleo de helio 3 se fusiona, ya sea con otro n�cleo de helio 3 para formar un n�cleo de helio y dos protones libres, ya sea con un n�cleo de helio para formar berilio (Figura 16). En cada una de estas funciones se producen part�culas adicionales (fotones, positrones y neutrinos2) y, lo m�s importante, energ�a en forma de calor, que proviene de la transformaci�n en energ�a de aproximadamente un 0.5% de la masa de las part�culas que se, fusionaron.
Figura 16. El ciclo de fusi�n nuclear que ocurre en el centro del sol.
Cuando la estrella agota el hidr�geno en su centro se pueden producir otras reacciones, en las que se fusionan n�cleos de carbono, nitr�geno y ox�geno, form�ndose n�cleos cada vez m�s pesados. El ciclo, con el tiempo, termina finalmente cuando todo el combustible ha sido "quemado" y s�lo quedan n�cleos de hierro, elemento m�s estable de la naturaleza. El destino final de la estrella depende de su masa. Si �sta no excede unas seis veces la masa solar, la estrella arrojar� al espacio sus capas externas y quedar� un n�cleo sumamente compacto (ver cap�tulo VIII). En el caso contrario, si la estrella es muy masiva, se destruye en una gigantesca explosi�n llamada supernova,3 en la que una parte importante de su masa se transforma en energ�a; durante algunas semanas la estrella brilla m�s que millones de soles juntos, y luego se apaga lentamente. Durante esa explosi�n, se pueden fabricar los n�cleos at�micos m�s pesados que el hierro, y toda la materia cocinada por la estrella es desparramada por el espacio, para formar alguna vez nuevas estrellas, planetas y quiz�s habitantes.
LA TRASMUTACI�N DE LOS ELEMENTOS
El sue�o de los antiguos alquimistas de transformar unos elementos en otros no era tan descabellado, excepto que, para lograr tal trasmutaci�n, se necesitan temperaturas de centenares de millones de grados, que s�lo se dan en forma natural en el centro de las estrellas. Pero en el caso de algunos elementos muy pesados, como el uranio y el plutonio, �stos se pueden desintegrar espont�neamente, o con una m�nima inversi�n de energ�a. Para comprender la situaci�n veamos la figura 17, donde se ha graficado para cada elemento qu�mico su d�ficit de masa por cada prot�n o neutr�n del n�cleo. Vemos que el hierro es el elemento con mayor d�ficit de masa, o sea con la mayor energ�a de amarre: por esta raz�n el hierro es el elemento m�s estable de la Naturaleza.
Figura 17. Gr�fica de la energ�a de amarre (negativa) de los n�cleos en funci�n del n�mero at�mico.
Para los elementos m�s ligeros que el hierro, vemos que, mientras menos protones tenga el elemento, menor es su energ�a de amarre; esto implica que al trasmutarse un elemento en otro m�s pesado se libera energ�a, como en el caso t�pico de la transmutaci�n del hidr�geno en helio (la excepci�n es el berilio que tiene menos energ�a de amarre que sus elementos vecinos); �sta es la situaci�n en el interior de las estrellas.
En cambio, para los elementos m�s pesados que el hierro se produce la situaci�n contraria. Se libera energ�a si un n�cleo pesado se rompe, o fisiona, en n�cleos m�s ligeros. (O inversamente, hay que proporcionar energ�a para fabricar elementos pesados a partir de otros m�s ligeros; esto sucede en una explosi�n de supernova.) El elemento, m�s pesado que se encuentra en la Naturaleza es el uranio y es el mejor candidato para proporcionar energ�a por el proceso de fisi�n nuclear.
Antes de la segunda Guerra Mundial, mientras los astr�nomos estaban ocupados en la fusi�n nuclear para explicar el funcionamiento de las estrellas, los f�sicos nucleares trabajaban intensamente en la fisi�n nuclear con fines m�s terrenales.
La idea b�sica de la fisi�n nuclear es romper un �tomo de uranio para liberar parte de su energ�a de amarre. �C�mo lograrlo? Los protones y neutrones de los n�cleos at�micos est�n amarrados entre s� por la fuerza nuclear, pero los protones poseen adem�s una carga el�ctrica. Esto implica que si un n�cleo at�mico es arrojado contra otro, es repelido por su carga el�ctrica; s�lo si posee una velocidad muy grande puede superar esa barrera repulsiva y llegar al otro n�cleo. En la pr�ctica, para romper un n�cleo de uranio es necesario arrojarle neutrones, ya que estas part�culas no poseen carga el�ctrica y pueden llegar directamente al n�cleo sin ser afectadas por la barrera el�ctrica.
En los a�os treinta, el gran f�sico italiano Enrico Fermi y sus colaboradores realizaron numerosos experimentos en los que bombardeaban n�cleos at�micos con neutrones para producir nuevos elementos. Pero cosas extra�as suced�an con los n�cleos de uranio... Al principio, Fermi se resisti� a creer que el n�cleo se fisionaba, pero al final tuvo que aceptar las evidencias. Hay que precisar que la primera fisi�n nuclear identificada como tal se produjo en 1938 en la Alemania nazi, cuando los qu�micos Otto Hahn y Fritz Strassman descubrieron que el uranio bombardeado por neutrones se transformaba en bario.
La posibilidad de que la energ�a nuclear pudiera ser aprovechada con fines militares por los nazis era tan apremiante que los f�sicos decidieron llamar la atenci�n del gobierno de los Estados Unidos sobre el tema. Es famosa la carta que Einstein qui�n se hab�a refugiado en los Estados Unidos envi� al presidente Roosevelt para urgirle que su gobierno impulsara la investigaci�n sobre la energ�a nuclear, antes de que los nazis lograran utilizarla en su propio beneficio.
El principio b�sico de la "producci�n" de energ�a por fisi�n nuclear es el siguiente: cuando un n�cleo de uranio se rompe por el impacto de un neutr�n, se produce un n�cleo de iodo y uno de bario, adem�s de varios neutrones; �stos, a su vez, pueden golpear a otros n�cleos de uranio, y as� sucesivamente, produciendo una reacci�n en cadena. En una explosi�n nuclear, la energ�a es liberada en unos cuantos segundos, porque los neutrones emitidos en cada fisi�n producen otras dos fisiones, y as� sucesivamente. En cambio, para el aprovechamiento pac�fico de la energ�a nuclear en un reactor, cada fisi�n produce por lo general s�lo otra fisi�n, y rara vez m�s de una, lo que permite que la producci�n de energ�a sea controlada.
Pero por muy eficiente que sea la fisi�n nuclear, la cantidad de energ�a liberada por el rompimiento de un n�cleo de uranio es mucho menor que la liberada por el proceso de fusi�n por el que el hidr�geno se transforma en helio. Sin embargo, el problema fundamental de la fusi�n del hidr�geno es lograr que dos protones se unan, venciendo su repulsi�n el�ctrica. Para lograrlo es necesario que los protones posean una alt�sima energ�a, lo que es equivalente microsc�picamente a que la temperatura del hidr�geno sea muy alta,4 del orden de millones de grados. Tales temperaturas se dan normalmente en el centro de las estrellas, pero lograrlas en un laboratorio terrestre evidentemente no es nada f�cil.
Al poco tiempo de que explotaran las primeras bombas de uranio, los f�sicos de los Estados Unidos (y los de la URSS poco despu�s) lograron fabricar la bomba de hidr�geno, mucho m�s poderosa que su predecesora, cuyo modelo inicial se hizo estallar el primero de noviembre de 1952. Las alt�simas temperaturas necesarias para desencadenar la fusi�n nuclear se alcanzaron utilizando la explosi�n inicial de una bomba de uranio.
Las posibilidades de utilizar la energ�a de fusi�n son tan atrayentes que numerosos f�sicos se han dedicado a ese problema desde los a�os cincuenta. La manera m�s factible de lograrlo en la Tierra es a trav�s de la reacci�n:
aunque el problema fundamental es darle suficiente energ�a a los n�cleos de deuterio para que puedan vencer sus mutuas repulsiones el�ctricas y logren fundirse. Una manera de lograrlo es mantener un gas con n�cleos de deuterio a temperaturas de varios millones de grados; como ning�n recipiente puede resistir tales temperaturas, es necesario tener el gas "flotando" por medio de campos magn�ticos. Obviamente la tecnolog�a para lograrlo es sumamente compleja y a�n no se puede afirmar, con toda certeza, si alg�n d�a se podr� generar energ�a de fusi�n en la Tierra en forma controlada, como se hace con la de fisi�n para usos pac�ficos. De lograrlo, se dar�a un avance tecnol�gico muy importante, ya que la fusi�n tiene enormes ventajas sobre la fisi�n nuclear: es relativamente m�s "limpia", en el sentido de que produce menos radiaci�n; y el deuterio abunda en los mares (forma el agua pesada), mientras que las reservas mundiales de uranio estar�n agotadas probablemente a mediados del siglo XXI, si se sigue con el ritmo actual de consumo. La fusi�n controlada es uno de los grandes sue�os de la f�sica y la tecnolog�a modernas, pues es la �nica esperanza de disponer de grandes cantidades de energ�a para las generaciones futuras.
M�S SOBRE LOS VIAJES INTERESTELARES
Dejemos por un momento las aplicaciones inmediatas de la energ�a nuclear y echemos otra vez a volar la imaginaci�n para regresar a un tema que empezamos a tratar en el cap�tulo anterior: los viajes interestelares. Vimos que las enormes distancias entre las estrellas implican serias dificultades para desplazarse por el Universo debido a lo prolongado de cualquier viaje, incluso recurriendo a la contracci�n del tiempo. Ahora veremos que existe una dificultad a�n m�s seria: la energ�a necesaria para efectuar cualquier viaje c�smico.
Independientemente del tipo de propulsi�n que utilice un veh�culo, es obvio que debe transportar cierta cantidad de combustible para quemar en el camino. Mientras m�s combustible cargue un veh�culo, m�s lejos podr� llegar, pero la relaci�n entre la masa de combustible y la distancia recorrida no es directa. En efecto, al cargar m�s combustible aumenta el peso del veh�culo y, por lo tanto, se necesita m�s energ�a para moverlo. Este efecto es casi imperceptible en un autom�vil, porque el peso de un tanque lleno de gasolina es s�lo una peque�a fracci�n del peso total del veh�culo, pero en los cohetes utilizados en la actualidad, m�s del 90% del peso inicial corresponde al combustible. Para poner en �rbita un sat�lite es necesario quemar cientos de toneladas de carburante, almacenadas en contenedores que se desechan a medida que se vac�an.
Con la tecnolog�a actual, un veh�culo espacial puede alcanzar una velocidad de unos cuantos kil�metros por segundo. Una vez agotado su combustible, y ya lejos de la Tierra; el veh�culo sigue movi�ndose en l�nea recta con la misma velocidad; a menos de que sea capturado o desviado por un astro masivo. Por supuesto, si en el futuro se inventa un motor de propulsi�n m�s eficiente; se podr�n alcanzar velocidades m�s altas con la misma masa de combustible. Por ejemplo, uno que utilice la energ�a de fusi�n podr�a transportar varias toneladas de deuterio para transformar una peque�a fracci�n de esa masa en energ�a y propulsarse. Pero en cualquier caso, es evidente que una parte del peso del veh�culo debe destinarse al combustible, y se necesita energ�a para moverlo.
Para propulsar un veh�culo en el espacio, es necesario disponer de alg�n medio por el que �ste arroje hacia atr�s una cierta cantidad de materia; tal como lo hace un globo inflado que, al perforarse, vuela arrojando el aire de su interior. Los aviones de h�lice arrojan aire hacia atr�s para volar, y los aviones modernos utilizan turbinas que realizan la misma funci�n m�s eficientemente. Del mismo modo, los veh�culos espaciales transportan su propio combustible, que eyectan por sus turbinas (Figura 18).
Figura 18. Mecanismo de propulsi�n de un cohete o un globo.
Un c�lculo simple de mec�nica newtoniana permite ver que, en condiciones muy generales, la velocidad que alcanza un veh�culo espacial depende fundamentalmente de la cantidad de materia arrojada de sus turbinas y de la velocidad de eyecci�n de �sta, y que es pr�cticamente independiente del material que alimenta a las turbinas, del mecanismo de generaci�n de energ�a o de la tasa de eyecci�n. En la figura 19 se presenta una gr�fica de la velocidad final alcanzada en funci�n de la masa inicial del veh�culo: se puede ver que un aumento considerable de la masa inicial de combustible repercute muy levemente en aumentar la velocidad final, ya que casi todo el combustible se destina a moverse a s� mismo.5
Figura 19. Gr�fica de la velocidad final alcanzada por un cohete en funci�n de la fracci�n de combustible quemado y arrojado por las turbinas.
Como ejemplo, consideremos un cohete como los que se utilizan actualmente, que funcionan con combustible qu�mico (esencialmente una mezcla de hidr�geno y ox�geno) y que se propulsan eyectando gas de sus turbinas a una velocidad de aproximadamente 500 metros por segundo. Supongamos que la masa �til del veh�culo, es decir la masa de sus tripulantes, de la cabina donde se encuentran y del motor, es de una tonelada. Un veh�culo as� tendr�a que iniciar su vuelo transportando unas 400 toneladas de combustible para alcanzar una velocidad de tres kil�metros por segundo, lo que es apenas una cienmil�sima de la velocidad de la luz. Habiendo agotado su combustible, la nave espacial seguir� movi�ndose con esa velocidad en l�nea recta, sin posibilidades de maniobrar; tardar�a nada menos que 400 000 a�os en llegar a la estrella m�s cercana al Sol, y unos 10 billones de a�os en alcanzar el centro de nuestra Galaxia. Adem�s, una velocidad cien mil veces menor que la de la luz no es suficiente para que aparezcan efectos relativistas, por lo que la contracci�n del tiempo es pr�cticamente inexistente.
Se podr�a pensar que aumentando el combustible que transporta la nave �sta alcanzar�a velocidades mayores. Sin embargo, un veh�culo de combustible qu�mico tendr�a que iniciar su recorrido con unos �quinientos millones de toneladas de combustible! para alcanzar una velocidad de 10 kil�metros por segundo, en lugar de los tres kil�metros, por segundo del ejemplo anterior. Evidentemente, no es factible realizar viajes interestelares con la actual tecnolog�a espacial.
Un motor m�s eficiente ser�a uno que funcione usando la fusi�n nuclear. Un veh�culo espacial del futuro podr�a transportar hidr�geno, que transformar�a en helio para producir energ�a. Seg�n los c�lculos, esa energ�a podr�a utilizarse para arrojar el helio de desecho por las turbinas del veh�culo con una velocidad de unos 30 000 kil�metros por segundo, una d�cima de la de la luz.
Se puede calcular que un veh�culo espacial con un motor de fusi�n nuclear y una masa �til de una tonelada (cabina con tripulantes y motor) tendr�a que consumir unas 8 000 toneladas de hidr�geno para alcanzar una velocidad de 270 000 kil�metros por segundo. A esa velocidad, la nave espacial tardar�a poco m�s de cuatro a�os, medidos en la Tierra, en llegar a Alfa Centauri, mientras que la traves�a durar�a aproximadamente la mitad para los tripulantes. Pero para alcanzar una velocidad de 294 000 kil�metros por segundo, la nave espacial deber�a iniciar su viaje con m�s de �diez mil billones de toneladas de hidr�geno!, m�s del que existe en toda la Tierra.
Para acabar de comprender la magnitud del problema de los viajes interestelares, echemos a volar a�n m�s lejos la imaginaci�n y pensemos en un veh�culo espacial con el motor m�s eficiente que pueda existir: uno que transforme toda la masa del combustible en energ�a en forma de fotones, los cuales se emiten por las turbinas. No tenemos la menor idea de c�mo fabricar un motor con esas caracter�sticas; excepto que el combustible debe ser una mezcla de materia y antimateria6 en igual proporci�n; pero supongamos que alguna civilizaci�n extraterrestre lo llegara a concretar.
Para ser un poco m�s realistas, debemos tomar en cuenta que cualquier nave espacial debe iniciar su viaje desde el reposo, acelerarse, luego invertir el sentido de sus motores y desacelerarse, para llegar a posarse suavemente en un planeta lejano. En el cap�tulo anterior describimos una traves�a de esa naturaleza: en la tabla 1 se dan algunos ejemplos de los tiempos de vuelo y de la cantidad de combustible necesaria cuando la aceleraci�n y posterior desaceleraci�n de la nave es de 1 g.
Veamos, como ejemplo, el requerimiento energ�tico de una nave con motor de materia y antimateria que realiza un viaje a un planeta distante 10 a�os luz. Seg�n la tabla, el viaje durar� para los tripulantes poco menos de cinco a�os. Sin embargo, la masa de materia y antimateria consumida ser�a de unas 140 toneladas para poder transportar un peso �til de una tonelada.
Es imposible concebir un procedimiento para producir antimateria en toneladas y almacenarla, por razones que veremos en el cap�tulo VI. Por ahora, basta se�alar que 70 toneladas de antimateria producen, al aniquilarse, tanta energ�a como la que se consumir�a en la Tierra durante cien a�os, al ritmo actual de consumo energ�tico. Y esa cantidad de energ�a ser�a a su vez la necesaria para producir "industrialmente" unas 70 toneladas de antimateria.
Dejamos al lector que saque sus propias conclusiones sobre la viabilidad de los viajes interestelares m�s all� de una diminuta regi�n de nuestra Galaxia, en la que se localizan el Sol y unas cuantas estrellas vecinas.