I. LA NATURALEZA EN MÉXICO

LA SUPERFICIE de las tierras emergidas de nuestro planeta está en su mayor parte cubierta de un mosaico variadísimo de comunidades naturales; o sea, de mezclas de plantas y animales que originan en cada lugar de la Tierra un paisaje natural característico. La presencia de cada planta y de cada animal que constituyen una comunidad natural es consecuencia de un conjunto de factores del ambiente y de accidentes históricos. Entre los primeros podemos mencionar que el ambiente físico, químico y biológico del Sitio sea el propicio para que esos seres vivos puedan establecerse ahí, desarrollarse y reproducirse. Como accidentes históricos mencionaremos que los antepasados de los seres vivos que pueblan el sitio hayan tenido la oportunidad, determinada por causas geográficas, de llegar a ese lugar, colonizarlo y establecerse en él sin que ningún factor del ambiente se haya modificado en tal forma que haya provocado su extinción.

México, como fragmento de las tierras emergidas de la corteza terrestre, reúne una serie de características excepcionales para que su mosaico de comunidades naturales sea particularmente variado y sorprendente desde todos los puntos de vista. En poco menos de dos millones de kilómetros cuadrados caben casi todos los paisajes naturales que es posible encontrar en nuestro planeta. Desde los desiertos más áridos hasta las selvas y pantanos más húmedos, desde los matorrales tropicales más cálidos hasta los páramos de montaña casi en contacto con nieves eternas. Esto se debe al hecho de que México se encuentra en la zona de transición entre el mundo tropical de Centroamérica y el Caribe y el subtropical y templado de Norteamérica. La flora y la fauna de ambos orígenes se reúnen en México, pero esa mezcla se vuelve aún más compleja por darse sobre un mosaico variadísimo de altitudes, climas, tipos de roca y de suelo e historias geológicas. Además, en muchos sitios la variabilidad genética, el paso del tiempo y otros factores han permitido la evolución de seres vivos originarios de ese lugar; o sea, lo que los biólogos llaman "especies endémicas", que se mezclan con las que se originaron en otros sitios y se encuentran ahora ahí.

Como consecuencia de lo anterior, tenemos en México muy diferentes paisajes a poca distancia unos de otros. Para ejemplificar esta situación, podemos recurrir al libro del ditinguido botánico mexicano Jerzy Rzedowski (La vegetación de México, publicado en 1978), quien ha realizado la síntesis más completa sobre las diversas fisonomías que adquiere la cubierta vegetal de México en cada lugar el territorio. En esta obra se describen cuatro tipos de bosques (selvas) de zonas cálidas de baja altitud y tres tipos de bosques de zonas altas (pero en estas últimas tan sólo el bosque de coníferas presenta al menos seis variantes fisonómicas y de composición florística). También se describen ocho tipos de vegetación acuática y subacuática, numerosas variantes del matorral xerófilo desértico, de los pastizales, de los palmares, de la vegetación de terrenos salinos y de otros tipos peculiares de comunidades.

Cada una de estas unidades de vegetación puede estar formada por diferentes especies en cada lugar. En muchos casos, aunque dos comunidades tengan la misma fisonomía y se clasifiquen como si fueran el mismo tipo de vegetación, la composición de especies puede variar radicalmente entre ambos sitios; por ejemplo, el matorral desértico que crece en Chihuahua tiene una flora y una fauna bastante distinta de la que se encuentra en el mismo tipo de vegetación en Sonora o en Puebla. A un simple observador que ocasionalmente transita a través de uno de estos desiertos, el paisaje le puede parecer pobre y monótono, pero si tiene la curiosidad de detenerse y observar con atención lo que le rodea, se dará cuenta, si la zona no ha sido demasiado afectada por la actividad humana, de que existen muchas especies de plantas, sean éstas herbáceas, arbustivas o suculentas; grandes o pequeñas. Cada una de ellas, en su forma peculiar, ha logrado sobrevivir y establecerse en ese ambiente aparentemente inhóspito. Lo mismo puede decirse de la fauna, aunque ésta es generalmente más difícil de observar. Con tiempo y paciencia se podrá apreciar que el desierto también hierve de vida animal.

Los botánicos mexicanos han calculado que sobre el territorio del país vegetan entre 25 000 y 35 000 especies de plantas vasculares (o sea, aquellas plantas que presentan vasos por los que circula la savia, como los helechos, las coníferas y todas las plantas con flores). Este número de especies es uno de los más altos que existen en el mundo en un solo país. Como ejemplo, diremos que los Estados Unidos y la Unión Soviética, cuya superficie es muy superior a la de México, tienen respectivamente 8 000 y 20 000 especies aproximadamente. Otros datos interesantes de esta índole procedentes de la revisión realizada por Víctor Toledo (1988) nos indican que México es también extraordinariamente rico en especies de insectos y vertebrados, entre otros animales. En el caso particular de las aves, la riqueza es extraordinaria por la presencia simultánea, en la misma región, de aves de origen tropical, local y especies migratorias que, procedentes de la zona templada del norte, pasan largas temporadas invernales en México. El caso de los patos y otras aves acuáticas es el más conocido. En los cuerpos de agua del norte y centro de México han llegado a invernar alrededor de 35 especies de anátidos (cisnes, gansos y patos), ya que México es el principal destino invernal de muchas aves de Estados Unidos y Canadá (Leopold, 1965).

En algunos puntos del territorio de México la vegetación y la fauna natural han desaparecido casi totalmente. Dos ejemplos ilustrativos de ello son los siguientes:

En la región del Bajío, que comprende una extensión de aproximadamente 20 000 km² en los estados de Michoacán, Guanajuato y Querétaro, ha desaparecido casi totalmente todo vestigio de la vegetación original, que probablemente consistía principalmente de un bosque (también llamado selva) tropical caducifolio con un cierto número de especies endémicas. La agricultura y el pastoreo iniciado hace siglos en el área han dejado sólo mínimos vestigios ya profundamente alterados de lo que existía, y la mayor parte del área está cubierta de una flora y poblada por una fauna que ha sido favorecida o es capaz de resistir la continua alteración humana (Rzedowski, 1987).

El segundo ejemplo notable de alteración radical del ambiente lo encontramos en el propio Valle de México, que originalmente era una cuenca cerrada en la que existía una cadena de lagos, siete de los cuales destacaban por su tamaño, desde el lago de Xochimilco al sur hasta el lago de Zumpango al norte. Las condiciones ecológicas de cada lago variaban en mayor o menor medida entre ellos, originando un complejo de condiciones muy diverso para el establecimiento y desarrollo de la vida; por ejemplo, el lago de Texcoco era más salino y profundo que el de Chalco o el de Xochimilco (Figura 1). Todos estos lagos han sufrido una radical disminución y alteración y apenas quedan relictos de su flora y fauna original, que debió ser exuberante y variada. Un indicio de lo anterior lo constituye el estudio de Antonio Lot y Alejandro Novelo (1978) en la Laguna de Tecocomulco, que aunque no forma parte del Valle de México colinda con éste y muy probablemente contiene una biota similar a la que existió en varios de los lagos del Valle, como lo demuestran los registros de polen fósil encontrados en muestras tomadas en el Valle de México. La Laguna de Tecocomulco también ha sido profundamente perturbada; sin embargo, cuando se hizo el estudio aún conservaba más de 38 especies de plantas vasculares acuáticas viviendo en sus orillas o en el fondo de la Laguna (Figura 2).

 

Figura 1. Lagos de la cuenca del Valle de México en la época prehispánica (Palerm, 1977; Rojas y colaboradores, 1974). (a) Límites máximos probables durante el periodo de inundación. (b)Relictos actuales de los lagos.

Figura 2. Perfil de vegetación de la Laguna de Tecocomulco con las formas de vida más usuales de las plantas acuáticas en este ambiente, según Lot y Novelo (1978).

En contraste con el par de dramáticos ejemplos de alteración de la naturaleza que hemos citado en los párrafos anteriores, nos queda el consuelo de pensar que aún existen zonas casi prístinas, aunque su superficie se reduce gradualmente y algunas de ellas están seriamente amenazadas. Dos ejemplos de esto son la Región dcl Pinacate y la región de Los Chimalapas en Oaxaca.

La Región del Pinacate es una zona sumamente árida, con una precipitación pluvial anual que va de 64 a 200 mm aproximadamente. Presenta un mosaico geológico variado, lo que le confiere una diversidad de ambientes áridos distintos entre sí; se han definido para el área nueve diferentes combinaciones de flora y fauna, definibles por su composición peculiar, además de los elementos de la fauna que se mueve ampliamente por toda la región. A pesar de su aridez, la zona es notable por su diversidad de especies vegetales y animales, algunas de las cuales se encuentran en peligro de extinción en el país pero persisten en El Pinacate gracias a que el aislamiento de la zona y sus inhóspitas condiciones ambientales la han mantenido prácticamente sin población humana estable. En la región persisten especies animales prácticamente extintas en la mayor parte de las zonas áridas, como la liebre torda, el venado bura y el berrendo (Gallina, 1979).

La región de Los Chimalapas en Oaxaca es un complejo montañoso de aproximadamente 600 000 hectáreas, sumamente húmedo y abrupto, que colinda con la planicie del Istmo de Tehuantepec. En estas montañas se ha dado una fascinante mezcla de formas de vida típicas de las planicies tropicales húmedas y de los bosques nebulosos de montaña, y es muy posible que coexistan ahí también muchas formas de vida endémicas, tal como lo indican los incipientes muestreos realizados en el área. Las razones de la supervivencia de esta región como un área casi virgen son similares al caso anterior. Un terreno abrupto y muy aislado ha limitado los intentos de colonización humana; sin embargo, ésta ha comenzado y pronto toda la zona estará en riesgo de ser alterada.

En las siguientes secciones de este libro analizaremos con más detalle formas concretas de alteración del ambiente natural y sus consecuencias tanto a nivel de comunidad como de especies particulares, echando mano de ejemplos de México, aunque no en todos los casos se han hecho los estudios con el nivel de profundidad adecuado para un diagnóstico preciso de la situación de los recursos bióticos.

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