II. ACCI�N HUMANA Y DETERIORO DEL AMBIENTE

DURANTE el florecimiento de las especies de antropoides que precedieron a los seres humanos actuales y en el transcurso de muchos milenios de la presencia de la especie humana moderna en la Tierra, el hombre fue un animal omn�voro m�s, incorporado en la trama de los ecosistemas naturales, en los que sobreviv�a como cazador de aves y mam�feros y recolector de partes vegetales comestibles y animales peque�os, y aunque la idea nos repugne ahora, tambi�n de carro�a. En este nivel de desarrollo de las sociedades humanas la densidad de poblaci�n de las �reas colonizadas por el hombre era muy baja y el efecto de sus actividades sobre la estructura y composici�n de las comunidades naturales, intrascendente. Actualmente a�n subsisten peque�os grupos humanos para los cuales la caza y recolecci�n tienen un lugar importante en la dieta, pero su n�mero es insignificante. Un buen ejemplo de esto lo encontramos en la regi�n amaz�nica en Sudam�rica. La antrop�loga norteamericana Betty Meggers (1976) ha descrito con detalle las formas de subsistencia y organizaci�n social de varios grupos ind�genas que, aunque en todos los casos conocen y practican la agricultura en mayor o menor escala, dependen tambi�n en forma significativa de los recursos que les ofrece el ecosistema natural en el que se han establecido, aunque la alteraci�n que �ste ha sufrido ha sido m�nima.

En nuestra visi�n de la historia de la humanidad se nos ha ense�ado a considerar el descubrimiento de la agricultura y la domesticaci�n de algunos animales como grandes avances en el desarrollo de las sociedades humanas, pero hay algunos investigadores que no est�n totalmente de acuerdo con este punto de vista y basan su argumentaci�n en criterios ecol�gicos y de salud humana, y opinan que esos descubrimientos marcaron el principio de la destrucci�n de las comunidades, la erosi�n acelerada de los suelos, la extinci�n inducida de especies y, en �ltimo t�rmino, permitieron la explosi�n demogr�fica, que llev� a la especie humana de decenas o centenas de miles a miles de millones de individuos, lo que constituye una amenaza para la misma sobrevivencia de la especie (Figura 3).

 

Figura 3. Crecimiento de la poblaci�n mundial desde la invenci�n de la agricultura, hace 10 000 a�os (Modificado de Alba, 1984). Evoluci�n de la poblaci�n desde el Paleol�tico hasta el presente, seg�n Ehrlich y Ehrlich (1970).

En relaci�n con el efecto de la agricultura y la ganader�a sobre la salud humana, Jared Diamond (1987) comenta que la dieta de los cazadores y recolectores era considerablemente m�s saludable y variada que la de los agricultores, de manera que muchas de las enfermedades que aquejan al hombre sedentario, como obesidad, diabetes, ateroesclerosis, artritis, algunos tipos de c�ncer, estre�imiento, etc., son consecuencia de la escasa diversidad de alimentos que la agricultura produce en muchos lugares, de la riqueza en carbohidratos y grasas frente a la pobreza en fibras, vitaminas y minerales de muchas de las plantas y animales domesticados. Hasta los grandes descubrimientos de la medicina moderna ocurridos en el �ltimo siglo, la esperanza de vida de la poblaci�n humana no era significativamente diferente de la de algunos pueblos cazadores y recolectores, cuya vida resultaba mucho m�s llena de peligros en otros aspectos que la del hombre sedentario moderno.

Con el desarrollo de la agricultura y la domesticaci�n de algunas especies se inicia el incremento demogr�fico en regiones localizadas del planeta y el desarrollo de las sociedades urbanas, en las que parte de sus miembros est� desligada de la obtenci�n y producci�n directa de los alimentos, y en este momento hist�rico se inicia irremediablemente la transformaci�n extensiva de las comunidades naturales y la extinci�n de especies. Es posible que la extinci�n de especies animales haya incluso precedido al desarrollo de la agricultura extensiva.

En el continente americano la colonizaci�n por grupos humanos procedentes de Asia se inici� hace alrededor de 30 000 a�os. En ese momento a�n exist�a en Am�rica una fauna de mam�feros ungulados (con pezu�as), probosc�deos (elefantes), edentados (armadillos) y de otros grupos, no s�lo diversa sino de gran talla. Se ha encontrado que existe una relaci�n directa entre el avance de la colonizaci�n humana de norte a sur a lo largo del continente y la desaparici�n de muchas de estas especies hacia finales del Pleistoceno (hace 10 000 a�os), las que ahora s�lo encontramos como f�siles, a veces con una abundancia notable, como en ciertas zonas del Valle de M�xico. Se calcula que en ese periodo del Pleistoceno se extinguieron 34 g�neros de grandes mam�feros y una especie grande de reptil en Norteam�rica, o sea, el 71% de los animales de gran talla. la desaparici�n de gran parte de los grandes mam�feros en Am�rica es posiblemente la primera extinci�n masiva de especies cuya causa puede asociarse al hombre (Mosimann y Martin, 1975; Kurten, 1988). Sin embargo, en el continente africano, en el que la relaci�n hombre fauna se estableci� desde el origen mismo de la especie humana, el efecto dd hombre sobre la fauna parece haber sido tambi�n muy grande hace alrededor de 50 000 a�os, cuando una cultura homog�nea de cazadores muy eficientes se extendi� por �frica. Despu�s de ese periodo, en el que desapareci� el 39% de las grandes especies de mam�feros de ese continente, el n�mero de animales grandes se ha mantenido relativamente estable hasta �pocas recientes, en equilibrio con la poblaci�n humana (Martin, 1966; figura 4). Puede decirse que terminaron por generarse relaciones de convivencia y explotaci�n que no dieron origen a una extinci�n masiva posterior. Algo similar ocurri� en Am�rica entre las tribus n�madas de las praderas y las gigantescas manadas de bisontes que ah� existieron hasta la llegada de los europeos; sin embargo, en regiones m�s densamente pobladas y culturalmente m�s avanzadas de Mesoam�rica y Sudam�rica, el efecto del hombre sobre el medio natural fue m�s dr�stico, ya que la agricultura, no importa cu�n avanzada o bien dise�ada est�, implica necesariamente una simplificaci�n de las cadenas alimentarias de los ecosistemas. Las especies perennes son sustituidas por una o pocas especies anuales y el hombre se convierte en el consumidor preponderante del ecosistema transformado, desplazando a la mayor�a de los otros consumidores, y los que persisten se transforman en plagas. Al desarrollarse la agricultura, la diferencia entre un deterioro extensivo o localizado de los ecosistemas naturales depende principalmente de la presi�n demogr�fica de la poblaci�n humana y de la capacidad productiva de las tierras disponibles.

Figura 4. Extinci�n masiva de la megafauna en Am�rica y �frica seg�n Martin (1966).

Contamos con poca informaci�n acerca del grado de deterioro de las comunidades naturales que pudo haber tenido lugar en el M�xico prehisp�nico, y la natural tendencia a ver esa �poca de la historia de M�xico con una fuerte carga de romanticismo y nostalgia nos ha hecho asociar autom�ticamente el inicio del deterioro del ambiente natural con la conquista europea. Sin embargo, algunos indicios indirectos sugieren que existi� alteraci�n de la naturaleza en algunas regiones del M�xico prehisp�nico. La poblaci�n calculada en el momento de la Conquista era, seg�n el censo ordenado por Cort�s en el An�huac, de 3 720 000 habitantes, pero a�n no se defin�a claramente lo que incluir�a la Nueva Espa�a. Seg�n los c�lculos de fray Bernardino de Sahag�n, la poblaci�n era de 9 120 000 habitantes. Existe mucha controversia sobre este punto, ya que los c�lculos realizados sobre la poblaci�n ind�gena en el momento de la Conquista tienen una variaci�n considerable (entre 4.5 y 25 millones de personas). Lo que se sabe con mayor certeza es que despu�s de la Conquista hubo una dr�stica reducci�n en la poblaci�n, debido principalmente a las nuevas enfermedades que causaron un decremento en el n�mero de pobladores, llegando a 2.5 millones en 1568 y a s�lo cerca de un mill�n en 1605. A pesar de la llegada de peninsulares y negros, principalmente, que se sumaron a la poblaci�n de la Nueva Espa�a, al final de la Colonia se calcula que s�lo hab�a 6 millones de habitantes en el territorio (Alba, 1984).

Muchas poblaciones de lo que hoy es M�xico hab�an alcanzado en diferentes �pocas un gran desarrollo agr�cola y urban�stico. Las grandes movilizaciones humanas ocurridas en Mesoam�rica, as� como el ascenso y decadencia de civilizaciones, han sido atribuidas por diversos autores a causas ambientales y ecol�gicas como la disminuci�n de la productividad, presiones demogr�ficas sobre los recursos naturales, sequ�as, etc. s�lo para citar un ejemplo, se puede mencionar que la ciudad de Teotihuac�n lleg� a tener durante su m�ximo apogeo m�s de 100 000 habitantes, c�lculo basado en la superficie ocupada por el �rea urbana (McClung de Tapia, 1984). Esta poblaci�n obten�a sus recursos en una amplia superficie cultivada de aproximadamente 30 000 hect�reas y adem�s, sin tomar en cuenta el uso dom�stico de le�a y carb�n y el uso de madera en la construcci�n, s�lo para producir la cal necesaria para fabricar el estuco y barro cocido para la cer�mica (que eran utilizados en grandes cantidades en una urbe de ese tama�o, y posiblemente se exportaban a otras regiones) fue necesario contar con una cantidad considerable de le�a y carb�n, cuya extracci�n indudablemente tuvo una gran repercusi�n sobre los bosques circunvecinos, al grado que se piensa que en el momento de la decadencia de la ciudad hab�a desaparecido la mayor parte de la cubierta arb�rea de la regi�n (Lorenzo, 1968).

Durante todo el periodo colonial la poblaci�n de la Nueva Espa�a fue peque�a, pero la intensa actividad econ�mica de la Colonia, as� como las actividades agr�colas, ganaderas y la explotaci�n minera tuvieron un efecto sobre el medio ambiente natural, que fue m�s intenso en algunas zonas del Altiplano y en las costas del Golfo. La miner�a y el uso dom�stico del carb�n debieron afectar grandemente a los bosques, sobre todo a los de encinos, que proporcionan el mejor carb�n para el procesamiento de los minerales. La destrucci�n de los bosques causada por la miner�a fue muy considerable en los alrededores de Jerez, Zacatecas, Quer�taro, Guanajuato, Pachuca y otras ciudades mineras en las que hubo una alteraci�n total de la vegetaci�n circundante. Incluso fue necesario, en algunos casos, traer le�a y madera de lugares distantes. Sin embargo, debido a la baja densidad de poblaci�n que tuvo M�xico durante muchos siglos, el deterioro extensivo y radical de la naturaleza es un fen�meno moderno. A principios de siglo M�xico ten�a s�lo alrededor de 13 millones de habitantes confinados principalmente en valles del Altiplano y la costa central del Golfo, y exist�an enormes regiones casi despobladas en el norte y el sureste del pa�s, que conservaban casi intactas sus comunidades naturales. En este siglo la poblaci�n de M�xico se ha quintuplicado, la esperanza de vida se ha duplicado y el nivel de vida y el grado de industrializaci�n han avanzado notablemente. Se ha colonizado todo el pa�s y se ha acelerado el uso de los recursos naturales. Todo esto ha tenido en muy corto tiempo consecuencias dr�sticas sobre la naturaleza, que apenas comenzamos a apreciar y a evaluar (Figura 5).

 

Figura 5. Crecimiento de la poblaci�n en M�xico desde el final del siglo XIX a la actualidad (Modificado de Alba, 1984).

 

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