V. ALTERNATIVAS PARA LA CONSERVACI�N

LA PREOCUPACI�N por la conservaci�n de la naturaleza es un fen�meno nuevo en la sociedad mexicana, que afortunadamente se extiende cada d�a a sectores m�s amplios de la poblaci�n, ya que toda acci�n conservacionista que se haya tomado o que se tome en el futuro requerir� de la participaci�n y colaboraci�n de toda la poblaci�n. De otra manera es dil�cil pensar que el deterioro de la naturaleza pueda terminar.

Las acciones conservacionistas pueden dividirse en cinco tipos principales: 1) creaci�n de �reas protegidas; 2) explotaci�n conservacionista de los recursos naturales; 3) bancos de germoplasma; 4) emisi�n de leyes y reglamentos para proteger la naturaleza, y 5) acciones educativas que formen una nueva mentalidad con respecto a nuestra relaci�n con la naturaleza.

�REAS PROTEGIDAS

Antes del gobierno del general L�zaro C�rdenas se hab�a hecho muy poco en lo que respecta al establecimiento de parques nacionales y reservas naturales, aunque oficialmente la conservaci�n en M�xico se inicia en 1786 con la protecci�n oficial del bosque del Desierto de los Leones para resguardar sus manantiales. La Constituci�n de 1917 contiene en el art�culo 27 un p�rrafo en el que se habla del papel del Estado en la conservaci�n de la naturaleza. Durante el gobierno del general C�rdenas se crearon, principalmente por iniciativa del ingeniero Miguel �ngel de Quevedo, 36 parques nacionales en 17 estados, con una superficie total de 800 000 hect�reas; posteriormente se continu� con la creaci�n de parques hasta llegar a los 58 que hay en la actualidad, de los cuales muchos no son parques m�s que de nombre, ya que se encuentran en �reas urbanas, y su raz�n de existir tiene m�s valor hist�rico que de conservaci�n, o bien son usados para la agricultura, el pastoreo, la explotaci�n forestal y otras funciones, como por ejemplo el motocross y otras cosas a�n m�s destructivas. Adem�s de parques nacionales existen monumentos naturales, reservas de la biosfera, reservas ecol�gicas, parques urbanos, estaciones experimentales, etc., que se han creado con el objeto de proteger fragmentos conservados de comunidades naturales, aunque no todos ellos cumplen su funci�n adecuadamente. No se incluir� aqu� una rese�a de las �reas protegidas que existen, pues aparecen ya en varias publicaciones (Vargas-M�rquez, 1984 y S�nchez-V�lez, 1987).

La creaci�n de �reas de comunidades naturales protegidas debe continuar con base en los siguientes criterios: 1) definici�n de las �reas naturales que por su composici�n y estructura se encuentren mejor conservadas; 2) buena representaci�n de la diversidad de ambientes existentes en el territorio de M�xico; 3) superficies lo suficientemente amplias para permitir la conservaci�n de las especies representativas de todos los niveles tr�ficos del ecosistema y de un cierto grado de variabilidad gen�tica intraespec�fica; 4) �nfasis especial en �reas �nicas, que contengan especies en serio peligro de extinci�n o que sean especialmente vulnerables al deterioro, y 5) protecci�n especial a zonas como cabeceras de cuencas de r�os, vegetaci�n costera, cinturones forestales suburbanos, etc., cuya destrucci�n trae serias consecuencias en el r�gimen de los r�os, en la productividad costera y en los factores que generan contaminaci�n atmosf�rica.

En todos los casos anteriores, para asegurar la conservaci�n es necesario definir con precisi�n las formas de propiedad de la tierra que mejor se adapten a una integraci�n con las �reas circunvecinas de propiedad privada o comunal, de manera que la presi�n por nuevas tierras productivas no las afecte (Figura 23).

 

Figura 23. Estructura organizativa de una reserva biol�gica ideal con un �rea protegida y un �rea de amortiguamiento en la zona de disturbio humano.

Otras formas de conservaci�n que deben explorarse y que pueden extenderse a terrenos de propiedad privada o comunal son los ranchos cineg�ticos o cotos de caza, los parques tur�sticos y los jardines bot�nicos naturales, que por s� mismos pueden proveer de ingresos a la poblaci�n cuando tienen la infraestructura y reglamentaci�n adecuada, lo cual asegurar�a su preservaci�n.

EXPLOTACI�N CONSERVACIONISTA DE LA NATURALEZA

Una de las formas m�s realistas de conservar la naturaleza es hacerla producir sin destruirla; es decir, obtener los beneficios que una comunidad natural puede proporcionar sin conducirla hacia un deterioro irreversible. No todas las comunidades naturales tienen la misma flexibilidad para permitir una explotaci�n racional: algunas pueden ser explotadas con relativa intensidad sin ser destruidas, pero otras sufren serias alteraciones aun bajo presiones de explotaci�n moderadas. Para conocer el potencial productivo de una comunidad natural se requiere de un conocimiento biol�gico y ecol�gico profundo de su composici�n, din�mica y productividad de biomasa, que permita determinar cu�nto es posible extraer de su flora o de su fauna sin alterar su equilibrio.

De hecho, a veces la prohibici�n total del uso de cierto recurso puede ser m�s perjudicial para su conservaci�n que su explotaci�n racional, ya que lleva a la gente a explotarlo ilegalmente o a destruir su h�bitat para destinarlo a otro uso productivo. De esto se dar�n ejemplos m�s adelante.

De las diferentes comunidades naturales que componen el espectro biol�gico de M�xico, las m�s aptas para una explotaci�n racional conservacionista son los bosques de con�feras y posiblemente los pastizales naturales. Otras comunidades tambi�n pueden ser explotadas, aunque los riesgos de deterioro aumentan en funci�n de la diversidad de especies, la productividad en t�rminos de biomasa y la fertilidad del suelo. Por ejemplo, los recursos forestales de las muy diversas selvas tropicales son dif�ciles de explotar sin causarles deterioro, pues la alta diversidad de especies de �rboles determina que los requerimientos para que cada una de ellas regenere sus poblaciones sean diferentes, y que las complejas interacciones bi�ticas entre las plantas, y entre �stas y los dem�s componentes de la comunidad viva sean alteradas f�cilmente.

En comunidades �ridas pobladas por plantas de lento crecimiento y en �reas de suelos muy pobres en nutrientes, los problemas de explotaci�n son diferentes a los que ocasiona la alta diversidad, pero no por ello son menos dif�ciles de resolver. Por ejemplo, el pastoreo de cabras en una zona �rida podr�a ser visto como una soluci�n al problema de la explotaci�n de estas regiones, pero ese pastoreo va a tener consecuencias m�s serias sobre muchas de las especies vegetales de lento crecimiento que el pastoreo de vacunos en un pastizal natural bien manejado, en el que se respete el coeficiente de agostadero.

La explotaci�n de bosques de estructura relativamente sencilla y baja diversidad de componentes arb�reos, como la mayor�a de los bosques de con�feras, puede realizarse con �xito siguiendo normas ya bien conocidas, por ejemplo, entresacar los �rboles maduros, procurando mantener una buena repoblaci�n natural y contribuyendo a �sta con la introducci�n de pl�ntulas producidas en viveros, de todas las especies que se explotan en la comunidad. Para que la explotaci�n tenga �xito sostenido deben tenerse bajo control otros factores de disturbio como el pastoreo y el fuego. De esta manera el bosque se convierte en una importante fuente de ingresos para los pobladores del �rea, quienes tratar�n de mantener su patrimonio evitando ellos mismos los agentes destructivos. Esto es exactamente lo contrario de lo que ocurre cuando se proh�be totalmente la explotaci�n de los bosques, pues en estas circunstancias, al no obtener ning�n beneficio del bosque, los habitantes del �rea no cuidan el recurso, y practican el pastoreo, las quemas, el ocoteo y a veces la tala clandestina, o recurren a acciones como el cinchamiento (estrangulamiento de la base del tronco con un alambre apretado) de �rboles para provocar su muerte y justificar as� su derribo y la apertura de terrenos a la agricultura y al pastoreo.

El bosque bien explotado puede proveer tambi�n de otros recursos, como fauna cineg�tica, hongos comestibles, cierta cantidad de le�a y carb�n, y conferir atractivo al paisaje, lo que trae otros beneficios econ�micos como el turismo y el excursionismo, adem�s de todas las ventajas ya mencionadas relacionadas con la conservaci�n del suelo y de los ciclos hidrol�gicos.

En las zonas �ridas con baja densidad de poblaci�n, una forma de explotaci�n poco explorada es la creaci�n de cotos de caza en donde la fauna cineg�tica (de inter�s para el cazador) pueda reproducirse, incluso ayudada por medio de criaderos, de manera que se pueda ofrecer al a�o un cierto n�mero de cabezas de las especies cineg�ticas a los cazadores, quienes tendr�n que pagar los derechos de uso del coto. Este manejo ha dado buenos resultados en otros pa�ses (G�mez-Pompa, 1985; figura 24). Estos cotos asegurar�an la conservaci�n de especies como el berrendo, el borrego cimarr�n, el venado bura y de cola blanca, y otras que, bajo la presi�n de la caza ilegal y la destrucci�n de sus h�bitats, estar�an, a corto o a largo plazo, destinadas a desaparecer. Es posible que pueda aplicarse una estrategia similar en zonas c�lido-h�medas.

Figura 24. Algunos animales de valor cineg�tico criados en cotos europeos.

El establecimiento de criaderos de animales que actualmente est�n sometidos a una fuerte presi�n por parte de los cazadores podr�a ser una forma de asegurar su perpetuaci�n. El cocodrilo, las boas, el pecar� de collar, el tepezcuintle, el serete (Dasyprocta spp.)pueden criarse en cautiverio con relativa facilidad, lo cual disminuir�a la presi�n sobre las poblaciones silvestres y permitir�a repoblar �reas en las que escasean.

Con respecto a la flora, es necesario realizar m�s investigaciones sobre las potencialidades de muchas especies nativas para ser usadas en programas de repoblaci�n y reforestaci�n en lugar de las especies introducidas, e incluir en estos programas especies en peligro de extinci�n que puedan tener una potencialidad productiva a�n desconocida.

Para disminuir la presi�n sobre las poblaciones naturales de cact�ceas, otras plantas suculentas, orqu�deas y otros tipos de plantas muy buscados por su valor ornamental, es necesario buscar mecanismos de propagaci�n que incluso pueden ser puestos en pr�ctica por los mismos pobladores de las �reas en que se encuentran estas especies y servir as� como otra fuente de recursos econ�micos. En muchos pa�ses la propagaci�n por el m�todo de cultivo de tejidos vegetales se practica ampliamente con el prop�sito de obtener plantas, al igual que el establecimiento de viveros. Los procedimientos son tan conocidos que no es necesario tener un entrenamiento muy avanzado para dominarlos.

La explotaci�n de las selvas de las zonas c�lido-h�medas ofrece serias dificultades en todo el mundo; sin embargo, hay procedimientos que permitir�an la explotaci�n de ciertas especies valiosas para disminuir la presi�n sobre las �reas naturales conservadas. Estos consisten en el uso de los sitios con vegetaci�n secundaria como lugar para repoblar con mezclas de �rboles de especies apreciadas por su madera u otros usos. Adem�s, deben buscarse procedimientos para obtener recursos de las selvas sin causar su alteraci�n irreversible.

BANCOS DE GERMOPLASMA

Este concepto puede definirse como la conservaci�n de la diversidad gen�tica haciendo uso de cualquier procedimiento que permita preservar la informaci�n gen�tica contenida en todas las especies de seres vivos, para recuperarla cuando se requiera desarrollar o recrear a esos seres vivos o alguna de sus potencialidades gen�ticas.

Los bancos de germoplasma pueden ser reservas biol�gicas, bancos de prop�gulos como semillas o esporas, bancos de tejidos en cultivo o congelados, bancos de cultivo de microorganismos, jardines zool�gicos y bot�nicos, etc. En la conservaci�n de la diversidad biol�gica todas las estrategias pueden ser v�lidas y deben ser exploradas, hasta donde los principios morales de nuestra sociedad lo permitan, siempre que estas acciones no pongan en peligro a la propia naturaleza.

LEYES Y REGLAMENTOS

Las medidas conservacionistas existen en M�xico desde la �poca precortesiana. Roberto Villase�or �ngeles (1979) hizo una recopilaci�n sobre algunas de estas disposiciones. El rey chichimeca Nopaltzin promulg� normas para restringir la quema de montes y esta acci�n era castigada con la pena de muerte. Otras reglamentaciones prehisp�nicas establec�an controles sobre el uso de la fauna silvestre. Durante la �poca de la Colonia se pusieron en pr�ctica normas legales en materia forestal que exist�an en Espa�a; entre ellas, el documento de Las Siete Partidas del rey Alfonso X, que reglamentaba el uso de los recursos forestales por parte del Estado. Como consecuencia del gasto de carb�n y madera ocasionado por la intensa actividad minera virreinal, a lo largo de la Colonia se emitieron varias ordenanzas sobre el uso de los bosques y el corte de ciertas especies. Adem�s, exist�an algunas reglamentaciones sobre de las actividades de caza y pesca.

En el M�xico actual existen leyes y reglamentos destinados a "mantener el equilibrio ecol�gico", como la Ley General del Equilibrio Ecol�gico y Protecci�n al Ambiente que ya ha sido aprobada y publicada en el Diario Oficial el jueves 28 de enero de 1988 (Figura 25).

 

Figura 25. Primeras frases de la Ley del Equilibrio Ecol�gico publicada en el Diario Oficial de la Federaci�n en 1988.

El aspecto m�s dif�cil de llevar a la pr�ctica en toda ley y reglamento no es el idearlos y aprobarlos, sino hacer que tengan una validez en la pr�ctica y que sean respetados y ejecutados en la forma en que fueron concebidos. Para lograr esto lo m�s importante es que la poblaci�n conozca los motivos por los cuales existen estas leyes y reglamentos y la importancia de su aplicaci�n y respeto. La naturaleza no se va a conservar por decreto. Es necesario modificar las condiciones socioecon�micas que han conducido hasta ahora a su destrucci�n acelerada.

EDUCACI�N

Como hab�amos comentado en el Prefacio de este libro, los habitantes de este pa�s, hoy en d�a, pertenecen mayoritariamente a la cultura occidental judeocristiana, que tiene una concepci�n profundamente antropoc�ntrica del mundo. Para nuestra civilizaci�n es tradicional la visi�n de que el mundo natural, plantas, animales y otros recursos, han sido creados para nuestro uso y beneficio y no tienen en s� otro valor que el que nuestra sociedad les atribuye. Por eso es tan importante que la educaci�n tenga un profundo contenido cient�fico, ya que cuando se entiende el funcionamiento de la naturaleza, el estrecho v�nculo que guardan entre s� los seres vivos, el mundo inorg�nico y nuestra propia existencia y posibilidades de sobrevivir, se comprende finalmente el valor intr�nseco de todos los seres vivos y se aprende a respetarlos.

Hemos presenciado un importante cambio de actitud con respecto a la naturaleza en una parte de la poblaci�n de M�xico. En el pasado era com�n la tendencia a eliminar a todo ser vivo extra�o que se atravesara en el camino de los ni�os, incluso con la aprobaci�n de sus propios padres. "Mata a ese bicho" era una expresi�n cotidiana en muchos hogares. Ahora mucha gente muestra un respeto mucho mayor a los seres vivos y lo transmite a sus hijos. No cabe duda que esto es consecuencia de toda la ense�anza de la ecolog�a, no s�lo la que se realiza en la escuela, sino tambi�n de la informaci�n que accidental o conscientemente se cuela en otros medios de difusi�n de informaci�n como la radio, la televisi�n, el cine, y los diarios.

A�n resta mucho por hacer a este respecto, sobre todo en el campo. Muchos campesinos son conscientes de la importancia de la conservaci�n de la naturaleza y tienen una gran riqueza de conocimientos emp�ricos sobre ella; sin embargo, su situaci�n econ�mica los presiona a actuar en contra del ambiente. La educaci�n en este medio encontrar� indudablemente condiciones muy receptivas a esta informaci�n, que a�n est� muy poco difundida en el campo.

Junto con el conocimiento emp�rico de la naturaleza, en el campo tambi�n existen mitos y leyendas que conducen a la destrucci�n selectiva de ciertas plantas y animales a los que se les atribuyen poderes y propiedades malignas imaginarias. En esta zoolog�a y bot�nica fant�stica abundan las aves que anuncian la muerte con su canto, como las lechuzas, y las serpientes, que roban la leche de vacas y mujeres durante la noche.

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