V. HACIA LA NUEVA SISTEMÁTICA: LA TAXONOMÍA EXPERIMENTAL, HUXLEY, LOS ATRIBUTOS MOLECULARES Y MICROSCÓPICOS Y OTROS CARACTERES DE LAS ESPECIES

La esencia de la investigación taxonómica original es el análisis del material y la síntesis de los resultados dentro de una clasificación. Aunque en la práctica estos pasos son a menudo combinados, realmente éstas son dos operaciones separadas. La primera de ellas consiste del hallazgo y la evaluación de las diferencias, la segunda del descubrimiento de puntos de semejanza. Methods and Principles of Sistematic Zoology (1953) ERNST MAYR, GORTON LINSLEY Y ROBERT USINGER

EN EL importante libro editado por Ho y Saunders, Más allá del neodarwinismo, Gerry Webster afirma que la teoría darwiniana de la evolución explica la similitud entre organismos en términos de descendencia a partir de un ancestro común y su diferencia en términos de selección natural o por adaptación. Este autor ha señalado también que, con el espejismo de la genealogía —que todo parece explicar— se vinieron abajo las posibilidades de generar una teoría morfológica y descubrir leyes de la forma por los biólogos anatomistas del siglo XIX. La influencia que tuvo la teoría de Darwin colocó en un segundo plano los logros de Cuvier y Saint Hilaire en teoría morfológica.

Un genio del estudio de las formas en biología, el inglés D'Arcy Wentworth Thompson, ya había expresado la preocupación de Webster, y desarrollado sus ideas matemáticas y físicas en las relaciones de las formas en biología con su libro Sobre el crecimiento y la forma, editado a principios de este siglo. Manifestaba su preocupación de que la similitud de formas tenía varias facetas:

Me atrevo a decir que sería una exageración no ver en cada hueso más que una resultante de condiciones físicas y mecánicas inmediatas y directas; hacerlo así sería negar la existencia de un principio de herencia [...] Pero sostengo que no es menos exagerado tender a olvidar por completo estas causas directas, mecánicas y físicas, y pretender no ver en los caracteres de un hueso más que los resultados de la variación y la herencia, y por consiguiente confiar en estos caracteres como una guía segura e incuestionable para estúdiar el parentesco y la filogenia. La anatomía comparada tiene su lado fisiológico que ya ocupó la mente de los investigadores en los tiempos de John Hunter y de Owen; tiene su aspecto clasificatorio y filogenético, que ya fue objeto de atención en los primeros días del darwinismo, y no podemos perder de vista ninguno de estos aspectos sin riesgo de errores y malentendidos.

Las similitudes y diferencias en sistemática eran explicadas por Darwin en términos de adaptación funcional o en términos de historia evolutiva, esto es por limitaciones externas, sin ver consideraciones internas, ni tomar en cuenta los aspectos físicos, químicos y meramente mecánicos o geométricos que les subyacen y son parte importante para explicar la semejanza. Retomaremos este punto hacia finales del libro, por ahora volvamos a Darwin y su efecto en la taxonomía de finales del siglo XIX y principios de este siglo.

LA AUSENCIA DE UN MÉTODO DE RECONSTRUCCIÓN GENEALÓGICA

EN EL NEODARWINISMO

A pesar del valor que Darwin imprimió a la historia evolutiva como factor explicativo de la similitud y la diferencia en los seres vivos, su progreso en la invención de conceptos con trascendencia metodólógica, útiles en el análisis de la genealogía de especies y su clasificación, en realidad fue deficiente y lo veremos a continuación. Las sugerencias que dejó para relacionar las formas son intuitivas y de poco rigor, según se apuntó en el capítulo anterior.

Entre los aspectos taxonómicos que prosperaron después de la publicación del Origen de las especies de Darwin, estuvieron: 1) la búsqueda de ancestros o eslabones perdidos a través de formas fósiles o de grupos vivientes con caracteres intermedios; 2) la producción de diagramas filogenéticos que conectasen los distintos "tipos" de seres vivos; 3) la descripción y análisis de las variaciones morfológicas en las poblaciones y las diversas razas geográficas que componen a una especie; 4) el estudio de caracteres no morfológicos o no tradicionales en la taxonomía de muchos grupos, y 5) el significado de la hibridización en la generación y mantenimiento de las especies. Paulatinamente se estableció una vinculación cada vez más estrecha entre las distintas disciplinas de la biología con la taxonomía, de modo que la base comparativa de cualquier hallazgo en biología subyacía en la evolución y podía adoptar una interpretación en términos taxonómicos. La frase de los neodarwinianos de que nada tiene sentido en la biología si no es a través de la evolución, se manifestaba con nitidez.

No obstante, la vasta tarea de descubrimiento de especies nuevas, su descripción, ilustración y denominación continuó predominando, como acontece aún hoy en día, y en la misma forma clásica de antes, investigando las propiedades o atributos de forma, patrón de coloración y lugar geográfico; sólo que se empezó a considerar el principio de definir la población con base en una muestra que incluyese los extremos de la variación.

La síntesis efectuada por Huxley en el libro que editó bajo el título de La nueva sistemática en 1940 es un buen ejemplo del tipo de problemas que en la taxonomía posdarwiniana eran de interés.

La especie ya no tenía el sentido estático que prevaleció hasta los días de Darwin; se llegó a aceptar que la especie estaba formada por poblaciones que variaban geográfica y morfológicamente. Sin embargo, a principios de este siglo se reconocieron casos en que organismos morfológicamente muy parecidos no se reproducían, de modo que la comunidad o compatibilidad reproductiva se adoptó como un principio más fundamental que la similitud morfológica. Se reconocía una similitud subyacente a la reproducción que era más importante que la semejanza morfológica gruesa, para entender la cohesión entre los organismos que formaban a la especie. Lo anterior dio origen a la noción de mecanismos de aislamiento en la reproducción entre las especies distintas hacia la década de 1930.

La aceptación del punto de vista gradualista en la evolución de las especies que defendía Darwin pronto permitió la aceptación del concepto de subespecie = raza geográfica, en el contexto de la especie politípica: ésta era la conformación de una especie por varias poblaciones separadas geográficamente y diferenciadas en su fenotipo. La especiación o generación de nuevas especies a partir de las preexistentes se concebía como un proceso continuo en el tiempo y en el espacio, de modo que era posible admitir una sucesión de estados poblacionales desde especies incipientes hasta especies plenamente discontinuas.

La idea del continuo en la evolución de los seres vivos también quedaba manifiesta en el estudio de la genealogía; la búsqueda de los "eslabones perdidos" era una expresión de esta idea que aún actualmente está muy arraigada. Sólo que en este caso el buscar eslabones perdidos equivalía a la búsqueda de los ancestros, pero como a éstos había que buscarlos en el registro fósil, se llegó a la idea errónea de que un fósil era un ancestro de una de las especies vivientes o de otro fósil más reciente dentro de la sucesión estratigráfica. No se comprendía que un fósil sólo representaba restos de un organismo que podía pertenecer a una especie hermana o grupo hermano vivientes; un fósil podía ser el representante de una especie extinta que no hubiera dejado especies descendientes. Desde este punto de vista era factible apreciar cierta distorsión de las ideas originales de Darwin, por un abuso o una malinterpretación de los fósiles y su consiguiente valor en la reconstrucción genealógica. En los mismos diagramas de las relaciones genealógicas de los seres vivos se apreciaban tales distorsiones. No había una distinción clara entre la generación de nuevas especies —cladogénesis o especiación— y otros componentes de una filogenia de organismos, por ejemplo: las relaciones cronísticas, las relaciones biogeográficas, la cantidad de cambio (divergencia evolutiva = evolución filética), etc. Recuérdese que la filogenia de los organismos es la historia evolutiva de esos organismos y su genealogía sólo es una parte de dicha historia, aunque es su componente más importante, ya que permite entender las relaciones de parentesco —de padres a hijos— entre las entidades evolutivas discretas o independientes que llamamos especies, que consideran secundarios los otros tipos de relación en términos de espacio geográfico, tiempo y cantidad de divergencia.

El hallazgo de organismos o fósiles que tuvieran morfologías intermedias se traducía en su ubicación como ancestros. Había una justa preocupación de conectar los diferentes grupos de seres vivos en términos sistemáticos con bases evolutivas. El investigador alemán Haeckel produjo muchos árboles de este tipo, integrando bosques de esta clase de diagramas, a los que se les llamó árboles filogenéticos. Una crítica actual a tal clase de diagramas es que la conexión entre las distintas ramas del árbol no indica el proceso de especiación que debe incluir en su explicación; por otra parte, la conexión parecía efectuarse por un análisis intuitivo de las similitudes y diferencias entre los seres vivos que se conectan como ancestro descendientes, pero no se indica el análisis de caracteres que llevó a proponer tal conexión. No obstante, muchos de los árboles muestran la idea de progresión, el aumento en complejidad y las relaciones de aparición de los grupos a través del tiempo.

Aun sin una teoría de la herencia suficientemente elaborada, fue un éxito la idea darwinista de variación entre las poblaciones. El estudio de la variación en el reconocimiento de las especies y subespecies se hizo indispensable, lo cual se filtró y se aceptó en los códigos de nomenclatura biológica que hoy se utilizan. A pesar de que la idea del tipo que representa a la especie había sido abandonada, se consideró que —en aras de una estabilidad nomenclatural y la necesidad de puntos de referencia materiales para los nombres de las especies— se continuara indicando la selección de un ejemplar "tipo de la especie", buena práctica que sin intenciones teóricas aún hoy se conserva. Las mismas ideas tipológicas se hicieron extensivas para los grupos a nivel de género y de familia, donde es una especie tipo para un género, o un género tipo para una familia. Estas designaciones se hacen por conveniencia a juicio del sistemata y de acuerdo con los códigos de nomenclatura.

La ausencia de un método para la reconstrucción de la genealogía de los organismos puede reconocerse fácilmente a través de la idea que Gilmour expuso en su artículo de 1940, "Taxonomía y filosofía". Señaló que en ese tiempo había dos escuelas de pensamiento acerca de los métodos para la clasificación de los seres vivos: una era propugnada principalmente por zoólogos y defendía que la clasificación debía ser natural y por lo tanto habría de basarse en la filogenia de los grupos por clasificar; la otra escuela expresaba dudas relativas a si una clasificación lógica de los organismos debía ser filogenética, pues proponía —como mejor método— una clasificación fundamentada en la correlación o coherencia de los caracteres.

Después de ochenta años de haberse publicado la magna obra de Darwin, Gilmour señalaba: "Actualmente las clasificaciones de animales y plantas, aunque basadas sobre diferentes datos, son esencialmente similares en principio a la clasificación de los objetos inanimados." Ante la ausencia de un método para la reconstrucción de genealogías, la proposición de un concepto de naturalidad basada sobre historia evolutiva, en lugar de cantidad de semejanza (como citaba Darwin), no podía darse pues tal proposición en los hechos no se había llevado a la práctica. Por eso Gilmour expresaba: "Es dudoso si la significancia real del término 'relación filogenética' ha sido plenamente entendida. Una resolución de estas diferencias seguramente es una de las mayores necesidades de la biología sistemática." Se requirió de la discusión de las proposiciones más formales de análisis de la similitud (taxonomía numérica y de análisis de la genealogía, taxonomía cladista), en los siguientes treinta años, para dar una respuesta satisfactoria al planteamiento de Gilmour.



Creo que todos nos sentimos culpables: por causa nuestra, el taxónomo que nos estudia ha tenido que cambiar su concepto de especie. Ya no le importan nuestras formas, sólo nuestros cromosomas.

Hacia la década de 1940 la taxonomía había adquirido un lugar central dentro de la biología. Huxley propuso varias sugerencias con base en la opinión y discusión generadas por los autores incluidos en su libro. Algunas de ellas son las siguientes: 1) incrementar el personal científico en los grandes museos; 2) establecer una mayor relación entre la taxonomía de los museos y otras ramas de la biología, principalmente de genetistas y ecólogos; 3) preparar museos con laboratorios apropiados y estaciones de campo, así como con personal que desarrolle investigaciones en biología comparada; 4) emplear la estadística en las medidas de los organismos, así como muestras grandes de éstos en el trabajo taxonómico, para un conocimiento más preciso de la variabilidad, contando con matemáticos que asesoren ese tipo de trabajo; 5) usar métodos de correlación de caracteres; 6) practicar el análisis de las cualidades genéticas si fuera posible; 7) analizar la distribución geográfica y la aplicabilidad de reglas ecogeográficas en las poblaciones estudiadas; 8) en los grupos poco conocidos continuar con el trabajo de exploración y de formación de colecciones, pero en vertebrados y otros grupos orientar el trabajo taxonómico a subgrupos, áreas geográficas y problemas especiales, y 9) la elección de los grupos debe tener una base de interés filogenético, aspectos de variabilidad y otros tópicos. En suma, sus consejos versaban sobre la necesidad de practicar una taxonomía que se entrelazara estrechamente con las distintas disciplinas biológicas, cuya orientación permitiese conocer más acerca de la microevolución, es decir, de la generación de especies nuevas o la acumulación de datos citológicos, genéticos, ecológicos, fisiológicos y conductuales con una perspectiva sistemática. Estos principios fueron denominados como Nueva Sistemática, la cual afirmaba que sólo con una visión más detallada de los, hechos de la diversidad orgánica y su distribución en los taxa se podrían alcanzar principios de importancia en la biología general.

Los propósitos, consejos y profecías de Huxley en buena parte se han cumplido. La taxonomía ha tomado diversos senderos en su desarrollo, pero el principal ha sido el de la biología comparada, aquel en que las diversas disciplinas biológicas examinan los organismos, sus acontecimientos, procesos y fenómenos biológicos con una base comparativa, en una unión indisoluble entre la unidad de un grupo y la diversidad que en él prevalece. Sin embargo, los propósitos de Huxley cobraron realidad en la ciencia con el surgimiento, después de 1950, de las dos escuelas de pensamiento moderno en sistemática: numérica o feneticista y cladista o hennigiana.

Cabe recordar que Julian Huxley era el nieto del famoso Thomas Huxley, el contemporáneo de Darwin y apasionado defensor de las ideas de evolución por medio de selección natural. Julian escribió también un libro sobre evolución, que llamó La síntesis moderna, pues se consideraba que a la teoría darwinista se le "integraba" una teoría de la herencia que se desarrolló durante la primera mitad de este siglo por grandes científicos de la talla de De Vries, Morgan, Haldane, Fisher y Sewall Wright. Con tal integración la visión gradualista de la evolución orgánica se reafirmaba, lo que condujo al nombre de neodarwinismo.

La fusión de las ideas en genética y la primacía del concepto de especie basado sobre comunidad reproductiva tuvieron tal éxito que a la fecha se practican, aun cuando para la aplicación de este concepto sea necesario incluir en él organismos con sexualidad, por lo cual no es posible aplicarlo a muchísimos grupos de organismos, principalmente a bacterias, virus, algas, algunos protozoarios y otros más. Por otra parte, los resultados que se obtuvieron en estudios de hibridización artificial y natural hacían difícil establecer límites a las especies en la práctica. Reconocer a las especies es una de las tareas más fundamentales en el edificio de la sistemática y la hibridización proponía problemas no fáciles de resolver en lo nomenclatural y en lo evolutivo.

Recapitulando, el uso de experimentos de hibridización, el reconocimiento de las propiedades ecológicas de las poblaciones, los estudios cromosómicos, serológicos y químicos, definieron lo que varios contemporáneos de Julian Huxley denominaron taxonomía experimental o taxonomía gama. Se pretendía destacar con esto una fase del conocimiento en la sistemática, la cual se caracterizaría por la combinación de datos que permitieran una interpretación en términos evolutivos, ya que entre los datos estaban incluidos hechos genéticos que se creían superiores a los datos morfológicos. Se comenzaba a pensar que entre más se estudiara el material hereditario o genoma, sería más fácil efectuar las reconstrucciones filogenéticas apropiadas para el establecimiento de una clasificación natural.

Ante la ausencia de un método de reconstrucción genealógica se creía en los "mejores" caracteres. Los taxónomos olvidaban que la meta es clasificar organismos acorde con su genealogía, para lo cual el análisis de los caracteres en términos evolutivos era el medio y no el fin. Los organismos portan caracteres muy diversos, desde el material hereditario, los rasgos celulares, tisulares, orgánicos y sistémicos de los individuos juveniles, hasta la multiplicidad de caracteres que se expresan en el estado adulto cuando los individuos son maduros sexualmente. Todos los caracteres pueden ser de importancia para el análisis filogenético de las especies, aunque sólo algunos prueban hipótesis genealógicas.

La idea de que un gene era igual a un carácter llevaba a creer que, al conocer el genoma, se tendrían todos los caracteres y esto evitaría la interpretación a la que conducía el aceptar la idea del fenotipo, por lo que se podría llegar más fácilmente a la clasificación natural. Tal idea prospera aún hoy entre muchos biólogos poco versados en taxonomía, principalmente entre algunos genetistas, bioquímicos y biólogos moleculares.

La aceptación de una fase gama en la taxonomía implicó una fase alfa y una fase beta previas. La taxonomía alfa se caracterizó por la etapa de exploración, descripción, colección y denominación de taxa, en la que no era absolutamente necesario ser biólogo; en ella se estudiaban las floras y faunas locales. Seguía a ésta la taxonomía beta o de síntesis, en donde había una preocupación por la distribución que los caracteres presentan en los diferentes grupos taxonómicos; se caracterizaba por estudios florísticos y faunísticos, cuyos resultados ofrecían medios para la identificación e ilustración de animales y plantas de una región dada, y se decía que en la etapa beta se perfeccionaba la clasificación.

Así como hubo distinciones en el grado de madurez científica de la taxonomía, diversos autores escribieron ensayos sobre la historia de la taxonomía y la dividieron en varios periodos. Mayr, por ejemplo, dividió la historia de la taxonomía en seis periodos: 1) el estudio de las biotas locales, 2) Linneo y sus contemporáneos, 3) el enfoque empírico (antes de Darwin), 4) Darwin y la filogenia, 5) sistemática de poblaciones, y 6) las tendencias actuales. Pero la historia de la taxonomía aún está por escribirse, como el mismo Mayr afirmó.

UNA DIVERSIDAD DE CARACTERES

El desarrollo de nuevos conocimientos en distintas disciplinas biológicas que enriquecieron a la biología comparada se efectuó paralelamente a la aparición de nuevas posibilidades de observación y experimentación de los organismos biológicos y sus partes. La posibilidad de observar rasgos nunca antes vistos gracias a microscopios cada vez más variados y potentes permitía descubrir un nuevo mundo de estructuras biológicas; desde los cromosomas hasta rasgos microscópicos de gran significación fisiológica y conductual. Nuevas técnicas, materiales de mejor calidad, equipos más precisos para amplificar nuestras percepciones en las investigaciones de lo vivo abrieron un nuevo universo de alternativas en el estudio de las especies, su filogenia y clasificación. Surgió una explosión de nuevas modas en técnicas de experimentación y observación en el estudio de los caracteres que, vistos comparativamente, ofrecían numerosos filones para la exploración clasificatoria de los organismos.

Muchos ejemplos podrían citarse como resultado de esta vorágine de datos que se estaban produciendo, y vale la pena que el lector conozca algunos de los más significativos para la producción de nuevas teorías en algunas disciplinas de la biología, en el reconocimiento de procesos evolutivos entre los organismos, y en el mayor perfeccionamiento de la teoría de la herencia, entre otros aspectos. Algunos de estos resultados dieron lugar a una nomenclatura de disciplinas científicas en la taxonomía que puede considerarse aberrante: citotaxonomía, quimiotaxonomía, taxonomía numérica y otras, que enfatizaban únicamente algunos de los caracteres citológicos y moleculares, o la evaluación cuantitativa y estadística de los caracteres.

A pesar de los avances en distintas áreas de la biología, la morfología comparada, la embriología y la paleontología continuaron como áreas fundamentales en el estudio de la evoluloción de los organismos y, por tanto, se les siguió considerando básicas para la taxonomía.



Otras líneas de investigación


Contar, medir y estudiar la morfología de los cromosomas se convirtió en un área de gran atracción para evolucionistas y taxonómos. Tener la posibilidad de analizar los elementos relacionados con la herencia de los caracteres morfológicos entre los organismos fue una experiencia que aún es importante como fuente de estudio taxonómico en determinados grupos de organismos, por ejemplo: plantas con flores, en algunos insectos y en mamíferos. La rama de la citogenética floreció al parejo de la citotaxonomía; tales estudios han revelado procesos "instantáneos" en el origen de nuevas especies. Esto ha llevado a una polémica entre el gradualismo y el saltacionismo en la evolución, durante la última década.

El estudio de la ultraestuctura y de la micromorfología de los organismos a través de los microscopios electrónicos de barrido y de transmisión permitió reconocer y estudiar partes y subpartes estructurales de los organismos no imaginadas por los biólogos. Los distintos componentes subcelulares como la mitocondria, el aparato de Golgi, el cloroplasto, el núcleo, entre otros, podían investigarse tanto a nivel molecular como a nivel de las microestructuras de que están compuestos; en las plantas, en los insectos y en los ácaros, aquellas estructuras que antes eran desechadas como de "poco valor taxonómico", por ejemplo: esporas, polen, elementos muy pequeños de la cutícula de los artrópodos, ahora se aprecian mucho en diversos estudios fisiológicos, conductuales, paleontológicos y otros más, y se les atribuyen amplias implicaciones para el estudio de la evolución y de la taxonomía de los organismos.

El análisis de la microestructura en los insectos ha llegado a ser una veta de investigación que requiere muchos años de dedicación entre los entomólogos, quienes los han correlacionado con diversos mecanismos de comportamiento de tales seres y con propiedades de algunos grupos de especies. Lo mismo ocurre entre los botánicos que estudian los granos de polen de las plantas con flores (palinólogos); la estructura de la pared del polen, sus dimensiones, la forma, la simetría, el tamaño, entre otros rasgos, son de gran significación en el estudio de las especies, géneros, familias y órdenes de las plantas. La influencia de la palinología en la paleobotánica ha sido de gran importancia, ya que el polen puede conservarse en grandes cantidades en condiciones de microfosilización, lo cual permite trazar líneas de desarrollo posibles entre los distintos granos de polen de las secuencias fosilíferas, y con ello es posible dilucidar la composición de las floras en el pasado y determinar condiciones ecológicas antiguas.

De alguna manera, el valor taxonómico de las diversas sustancias químicas y moléculas de las que están compuestos los seres vivos siempre ha sido reconocido; sabores, olores y colores de plantas y animales son caracteres que componen los sistemas taxonómicos folk o precientíficos. El desarrollo del conocimiento químico de las plantas por medio de variadas técnicas y equipos complejos, con propósitos de utilización o de aplicación en diversas ramas industriales, produjo una enorme cantidad de datos potencialmente útiles para estudios sistemáticos de las plantas. El avance en el conocimiento del metabolismo generó muchos caracteres de valor para el análisis de las relaciones evolutivas entre los seres vivos.

Dentro de las familias de substancias que han sido estudiadas con fines taxonómicos están: alcaloides, terpenoides, compuestos fenólicos, glucosinolatos, animoácidos, algunos ácidos grasos y muchas otras, que por su peso molecular menor a 1 000 se han denominado micromoléculas, para diferenciarlas de las macromoléculas —proteínas y ácidos nucleicos—, que en tiempos más recientes han sido de inapreciable valor taxonómico.

Muchos grupos de plantas y sus respectivos subgrupos estaban caracterizados por un tipo de micromolécula. En las décadas de 1940 y de 1950, el uso de patrones de micromolécula presentes en una planta fue de gran valor en su reconocimiento. Aun en la actualidad continúan siendo de valor, aunque se ha reconocido que tanto las sustancias como los mismos mecanismos biosintéticos donde se producen pueden tener una evolución convergente y paralela, lo cual, si resulta difícil de advertir y evaluar a nivel de los caracteres morfológicos, a nivel molecular lo es mucho más. Por ésta y otras razones, la idea de encontrar los mejores caracteres para la clasificación de los organismos perdió el mito que se le había concedido: no había tal "toque de Midas", no había tal "piedra filosofal".

La idea proveniente de la teoría de la herencia producida a lo largo del siglo XX, en la que se concibe a los organismos compuestos por un fenotipo (caracteres que se expresan de acuerdo con el medio y el estado de desarrollo de los organismos) y un genotipo (el material hereditario que posee un potencial de expresión fenotípica), así como la creciente popularidad del estudio ecológico de las poblaciones de organismos, imprimieron gran interés al estudio de la variación de las especies. Los factores físicos y químicos del medio ambiente, como luz, humedad, temperatura, alcalinidad-acidez de suelos, salinidad del agua, y otros factores simples y complejos fueron estudiados en relación con la adaptabilidad de los organismos y su variabilidad. Con estos conceptos y la especie definida con base en comunidad reproductiva, se quiso desechar la idea del tipo, sin considerar que lo que había quedado del tipologismo en la nueva sistemática sólo era un estado de referencia nomenclatural, un punto de referencia para contrastar nuevos hallazgos, un señalamiento tridimensional para la comparación de resultados, esto es, la confrontación de hipótesis sobre la distinción de las especies y su clasificación.

La influencia de la ecología en la sistemática biológica no sólo ocurrió en términos de evaluar y definir la variabilidad y adaptabilidad de las poblaciones a distintas condiciones medioambientales, sino también en la comparación de las áreas de distribución de las especies y sus capacidades de diseminación o dispersión, así como sus potencialidades de colonización a nuevos ambientes. La correlación de hechos morfológicos, fisiológicos y distribucionales fue ganando terreno en las actividades de investigación con implicaciones taxonómicas y biogeográficas.

Desde luego, los estudios de hibridización experimental y natural, permitieron profundizar sobre diversos problemas genéticos, ecológicos y evolutivos, todos ellos con implicaciones en los mecanismos de especiación, en los procesos por medio de los cuales se generan nuevas especies. El conocimiento de cómo se da el mantenimiento o escisión de los lazos reproductivos entre las especies era fundamenfal para alcanzar un concepto más acabado de la especie en términos evolutivos, así como para definir en la práctica a aquellos ejemplares híbridos que no podían ser asignados a las especies parentales y que sin haberse constituido en poblaciones residentes que dejasen progenie más o menos exitosa, tampoco era posible concebirlos como nuevas especies.

El tipo de estudios efectuados en hibridización permitió definir con mayor precisión las barreras de aislamiento reproductivo que existen naturalmente entre las poblaciones de especies distintas. Desde los mecanismos a nivel de individuo, por ejemplo: secuencia diferencial en el cortejo de distintas especies de animales, o florecimiento en distintos tiempos en vegetales, hasta los mecanismos a nivel celular o genético, por ejemplo: esterilidad y degeneración de los híbridos o muerte de los gametos antes de la fecundación.

En términos más generales se puede decir que los estudios del flujo vertical (descendencia) del material hereditario (genes) entre las poblaciones y las especies permitieron un conocimiento más exacto de la naturaleza de la variación y del origen de nuevas especies.



Lo sueños de un gringo... y lo sueños —a la inversa— de un taxónomo latinoamericano


UNA RECAPITULACIÓN NECESARIA

Era como un sueño; más que eso, era como una terrible pesadilla. Se tenía a la mano lo impensable, lo increíble apenas pocas décadas atrás. Se podía tener infinidad de caracteres a distintos niveles: molecular, subcelular, celular, tisular, orgánico, sistémico, individual y poblacional. Los caracteres podían ser cuantificados y comparados con mayor precisión, pero no se tenía un método suficientemente riguroso y formal, aceptablemente fino, que de modo racional correspondiera con el análisis de los eventos de evolución, de ancestría-descendencia de las especies, que permitiese su clasificación en esos términos. Era como tenerlo todo y no tener nada.

Muchos estaban prestos y dispuestos para desentrañar la historia evolutiva de los organismos, había una multiplicidad de estudios biológicos sobre los organismos, pero no se sabía cómo conducirlos de modo que no continuaran en la línea que criticaba Gilmour, la de clasificar los organismos en un sentido predarwiniano, por medio de una evaluación intuitiva o cuantitativa de la diferencia o la similitud entre los caracteres de las especies.

Era como tener todos los ingredientes y no saber la receta para hacer el pastel; alguien debía inventarla. El nombre lo había dado Darwin, "sistema genealógico" = "sistema natural"; los ingredientes se habían estado produciendo a lo largo de la historia de la biología, lo que había culminado con las potencialidades experimentales y de la diversidad de caracteres suministrados a través de la nueva sistemática. Pero la receta para hacer el pastel continuaba en la oscuridad.

Los millones de especies aguardaban aún una aproximación clasificatoria con bases evolutivas; no había bastado el decreto darwinista de formular las clasificaciones de los seres vivientes con base en su genealogía y de no extraviarse o confundirse con la cantidad de divergencia. Seguía estando ausente un método para establecer las clasificaciones naturales, si es que éstas existían.

El filosófo de la biología, David Hull, expuso lo anterior en las siguientes palabras: "Una cosa es el reconocimiento de la existencia de la variación entre las formas contemporáneas, como una consecuencia necesaria de la Teoría Sintética de la Evolución, y otra cosa es la formulación de una metodología en taxonomía que sea suficiente para manejar tal variación [...] La historia del concepto de especie biológica es una historia de intentos sucesivos para definir la especie, de tal forma que resulte en grupos que sean significativos como unidades en la evolución."

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