VI. CON LAS CUENTAS CLARAS SE CONSERVAN LOS AMIGOS, O RECORDAR A MICHEL Y PERDERSE ENTRE N�MEROS

El prop�sito de la taxonom�a es agrupar en clases "naturales" los objetos a clasificar. Esta noci�n de "natural" ha sido definida de distintas formas, pero detr�s de todas ellas est� la idea com�n de que un miembro cualquiera de una de estas clases naturales est� m�s pr�ximo a los de su misma clase que a cualquier otro. Esto nos lleva a intentar definir lo que queremos indicar por "relaci�n taxon�mica". Los taxonomistas tradicionales pretenden identificar las relaciones taxon�micas con las relaciones evolutivas, pero, por otra parte, los taxonomistas num�ricos han se�alado que las relaciones taxon�micas son de tres clases. Reciben el nombre de "fen�ticas" aquellas relaciones basadas en una semejanza general entre los objetos a clasificar, y "clad�sticas" aquellas otras basadas en l�neas comunes de descendencia ... La tercera clase de relaci�n taxon�mica es la "cron�stica" o temporal, relaci�n de varias ramas de la evoluci�n... Las clasificaciones "filogen�ticas" de la taxonom�a convencional se basan, en general, en una mezcla indefinida de relaciones fen�ticas y clad�sticas, y en muchos casos s�lo representan una semejanza general entre los organismos clasificados, disfrazadas con una terminolog�a evolucionista. Taxonom�a num�rica (1968) ROBERT SOKAL

LA AUSENCIA de un m�todo gener� numerosas disputas conceptuales, y los debates sobre los aspectos m�s controversiales de la taxonom�a no hallaban una soluci�n satisfactoria. Los procedimientos en taxonom�a biol�gica eran severamente criticados por otros cient�ficos, pues afirmaciones de "autoridad cient�fica" como aqu�lla de que una especie es el conjunto de poblaciones que un tax�nomo experimentado dice reconocer, sin se�alar m�s requisito que la mera opini�n del especialista, hac�an que el conjunto de los cient�ficos advirtiera que la clasificaci�n biol�gica no distaba mucho de lo arbitrario y subjetivo.

Algunos de los representantes m�s destacados en el estudio de la evoluci�n y de la taxonom�a opinaron que �sta era una mezcla entre arte y ciencia; lo cual logr� encender los �nimos a�n m�s, y despertar en muchas mentes la inquietud de la b�squeda de un m�todo natural que basara sus procedimientos clasificatorios en argumentaciones m�s rigurosas y formales.

Las pol�micas son el com�n denominador en la ciencia; siempre existen diferencias en el estudio de los problemas. No hay ni se llega a menudo a opiniones monol�ticas o exclusivas; durante el debate de las distintas opiniones se alcanzan algunos acuerdos, se aclaran los conceptos, se proponen nuevas teor�as o explicaciones que permiten un mejor entendimiento de las cosas, de los fen�menos, de los eventos y de los procesos. Las ideas tambi�n evolucionan; nunca se quedan quietas.

Sokal, de quien hablaremos m�s adelante, se�al�: "En algunos de los recientes congresos sobre biolog�a, las sesiones correspondientes a la taxonom�a num�rica se han visto muy concurridas, en muchas ocasiones por personas remotamente interesadas en el asunto, que hab�an o�do decir que 'iba a haber una buena pelea'. �A qu� viene todo este ruido?"

Con frecuencia se tiene la idea de que la ciencia produce, verdades eternas e incuestionables; nada m�s lejos de la verdad. La ciencia se aprecia, desde un �ngulo m�tico, como infalible. Sin embargo, esto no significa que no tiene pretensiones acerca de encontrar un modo racional de explicar la naturaleza. Para ello parte de suposiciones tales como: el mundo es ordenado, hay patrones de orden y los patrones requieren explicaciones causales. En este sentido, la clasificaci�n es una de las tareas fundamentales de la ciencia.

La ciencia es ambiciosa, y en el sendero de la historia que recorre, en agrias o amigables discusiones de sus practicantes, consigue paulatinamente una explicaci�n de los hechos o, cuando menos, se alcanza alg�n progreso en el planteamiento de lo que se reconoce como problemas.

�NUEVAS SOLUCIONES?

En aras de restar arbitrariedad o subjetividad a los procedimientos de la clasificaci�n biol�gica, emergieron nuevas teor�as taxon�micas. Fueron propuestas nociones in�ditas por varias de las corrientes de pensamiento que se estaban gestando; una de las tendencias que apareci� fue la llamada taxonom�a num�rica, fen�tica o neoadansoniana. Este �ltimo t�rmino no est� bien aplicado, pues si bien los feneticistas ten�an la idea de clasificar los organismos mediante el examen de todos los caracteres, sin darles valores distintos, ellos no pretend�an encontrar las esencias de las especies, de los g�neros y de las familias, como lo intent� Adanson. Hab�a diferencias de intenci�n, aunque la evaluaci�n de la semejanza general constituyera la constante.

Hoy nadie rechaza el valor importante que los tratamientos num�ricos poseen para hacer m�s rigurosos y formales los procedimientos clasificatorios. En lo que se difiere es en la aplicaci�n de tales tratamientos seg�n sean los procesos, objetos y fen�menos que se quieren clasificar. No es lo mismo clasificar a estrellas, �tomos y mol�culas que a seres vivos. Cada conjunto tiene propiedades distintas que deben tomarse en cuenta; no obstante, Roberto Sokal tiene raz�n cuando dice: "La naturaleza de la semejanza es, desde luego, uno de los problemas fundamentales de la taxonom�a, cualquiera que sea el enfoque te�rico de partida."

ENTRE �RBITROS Y CUENTACHILES:

EL �POR QU�? ETERNO DE LOS NI�OS

La imaginaci�n y la intuici�n no son ajenas a la ciencia. Aunque pretendidamente distanciadas del rigor y del sentido "estricto" del cient�fico, son base importante en los descubrimientos y en las invenciones. Esto no quiere decir que sean el �ltimo "misterio" del intelecto humano, pero cuando menos les atribuimos el "genio" del cient�fico. Se reconoce cada vez m�s que la capacidad de imaginar o de intuir descansa en el conocimiento de condiciones an�logas sobre las que pensamos; inferimos comportamientos o relaciones equivalentes a partir de aspectos que conocemos. Se�ala un dicho que la imaginaci�n es el sentido com�n glorificado.

Al tomar conciencia de esta situaci�n, los tax�nomos num�ricos exigieron a la sistem�tica tradicional que hiciera expl�citos sus razonamientos en las decisiones y procedimientos que se efectuaban. Era el destino inexorable de la ciencia seg�n ellos: formalizar, cuantificar y medir: la periferia del sentido com�n.

Una de las dificultades por la que la taxonom�a se privaba de su car�cter cient�fico y estaba imposibilitada de encontrar la tan cacareada clasificaci�n natural estribaba en sus pr�cticas imprecisas que no permit�an la cuantificaci�n. No es que los feneticistas tuvieran la obsesi�n pitag�rica de los n�meros, el inter�s de encontrar n�meros m�gicos en la naturaleza, como Linneo con su sistema sexual que expresaba el orden en n�meros. Se deseaba reducir las decisiones taxon�micas vagas, difusas e intuitivas que hac�an de la taxonom�a un "arte".

Por otra parte, la teor�a de la evoluci�n de Darwin no explicaba muchos aspectos, sino que se extrapolaban conclusiones que muchos no estaban dispuestos a aceptar. Tales extrapolaciones eran vistas como extraordinariamente subjetivas, sin ninguna base de observaci�n, sin evidencia. Darwin hab�a puesto la semilla en la b�squeda de explicaciones racionales en el estudio de la evoluci�n, pero no todo era adaptaci�n y selecci�n natural.

Aquellos que cre�an que la clasificaci�n no pod�a sustentarse en teor�as, debido a que consideraban que era aceptar especulaciones que incluso rayaban en la fantas�a, se opusieron en principio a usar numerosos conceptos, principalmente evolutivos. Pensaban que la clasificaci�n de los seres vivos deb�a enfrentarse en una posici�n de franco empirismo.

Los antagonismos entre las dos corrientes de pensamiento m�s conspicuas en la clasificaci�n incid�an en concepciones muy distintas de lo que deb�a ser una clasificaci�n natural y en las formas de encontrarla o descubrirla.

De lo "natural" en el descubrimiento de las esencias, a trav�s del estudio de todos los caracteres para la construcci�n de las clasificaciones —como lo intent� Michel Adanson—, se hab�a pasado al estudio de la semejanza total como una opci�n posible en la clasificaci�n en tiempos darwinistas, pero que nunca se desarroll� debido a que muy pronto comenz� a erigirse la idea rectora de la genealog�a como fundamento de la clasificaci�n biol�gica. Dado que �sta no hab�a desarrollado un m�todo y conceptos te�ricos que permitieran reconstrucciones filogen�ticas rigurosas, con estricta l�gica, alejadas de la "intuici�n" y de posiciones de seudoautoridad cient�fica, la postura numericista planteaba una f�rmula que equival�a al regreso del concepto de naturalidad por semejanza total, que hac�a un siglo parec�a haberse superado.

Ni Adanson ni los coet�neos de Darwin pudieron hacer prosperar la idea de manejar muchos caracteres, debido a un pobre desarrollo de las matem�ticas de aquel tiempo y a la ausencia de computadoras, entre otros aspectos. Pero cuando ciencia y tecnolog�a se encontraron en condiciones de ejecutarla, la idea de semejanza total se ve�a como una alternativa potencial para enfrentar el estudio de la diversidad organ�smica, bajo una perspectiva emp�rica, "desprovista" de la teor�a so pretexto de erradicar la especulaci�n y las dificultades que no se hab�an podido superar en historia evolutiva, por ejemplo: un concepto de especie suficientemente general para todos los organismos y consecuente con el proceso evolutivo, as� como un m�todo y conceptos que admitieran la reconstrucci�n geneal�gica ausente de decisiones evidentemente subjetivas o arbitrarias.

Se pensaba que con el uso de la estad�stica y las probabilidades se podr�an erradicar decisiones tendientes a la subjetividad; la estad�stica reci�n hab�a mostrado su gran potencial e importancia en el estudio de la gen�tica, de la selecci�n natural y de la variaci�n. Dicha posici�n ten�a posibilidad de ganar adeptos.

La teor�a sint�tica de la evoluci�n y la nueva sistem�tica garantizaban muchos ingredientes y su calidad, pero en el momento de hacer el pastel no exist�a receta para explicar el orden y la relaci�n de los ingredientes en los t�rminos requeridos. No hab�a un m�todo con sustento te�rico necesario y suficiente. Por tales motivos, la idealizaci�n estad�stica pareci� atractiva a muchas mentes. Resultaba oportuna para sustituir temporalmente el principio de descendencia con modificaci�n por el de semejanza total en la clasificaci�n biol�gica.

Se hab�a convertido en un mito la creencia de que la filogenia o la genealog�a pod�an inferirse a partir de la clasificaci�n y viceversa. Se alejaba la posibilidad de considerar que la proximidad de los nombres en una clasificaci�n era la indicaci�n de proximidad de descendencia, debido a que la proximidad de nombres en una clasificaci�n significar�a para los numericistas proximidad de semejanza total. Vistas as�, eran dos posturas irreconciliables.

Para los feneticistas la clasificaci�n era un asunto de ver y no de observar, la distinci�n aqu� era para eliminar la "carga" te�rica y conceptual que el resto de la ciencia incorporaba al quehacer clasificatorio tradicional. �sta fue una posici�n que en sus or�genes sostuvieron los feneticistas o neoadansonianos, pero que tuvo que desecharse por ilusoria. Hablar de sexos, organismos, individuos, numerosas estructuras, formas, funciones, conductas y otros atributos de los seres vivos impl�citamente incorporaba conceptos te�ricos. Los numericistas no pod�an evadir las teor�as cient�ficas al considerar innumerables caracteres. No era posible reducir el conocimiento al mero ver y escudri�ar, ya que las teor�as no son reductibles a conjuntos de observaciones. La neutralidad te�rica era una fantas�a. La directriz te�rica que sosten�a las clasificaciones de los elementos, de los compuestos org�nicos e inorg�nicos, de las estrellas y otras entidades, significaba una muestra de su desatinada concepci�n que pronto fue parcialmente abandonada.

Una segunda posici�n fue la de admitir s�lo las teor�as m�s aceptadas, es decir rechazar b�sicamente a la evoluci�n como idea rectora de las decisiones clasificatorias y como fundamento de las relaciones taxon�micas. En esta segunda toma de posiciones se se�al� que las interpretaciones evolutivas deber�an basarse en las clasificaciones fen�ticas. La sistem�tica fue concebida como una ciencia sin relaci�n alguna con el tiempo y el espacio o con causa alguna, divorciada de los procesos y de las teor�as que pod�an explicar a esos procesos.

Estas opiniones, que fundamentaban su forma de conceptuar a la sistem�tica, los obligaban a mantener que la valoraci�n a priori de los caracteres era un error. La valoraci�n de los caracteres a posteriori ser�a la forma adecuada de comparar la jerarqu�a de las propiedades en los seres vivos. No hab�a raz�n, seg�n ellos, para dar mayor valor o peso a los caracteres previamente al an�lisis de la semejanza total. El pesaje o la importancia de los caracteres deber�a demostrarse despu�s d an�lisis de la semejanza, donde se consideraban con el mismo peso a todos; fuera un pelo, un est�mago o una aleta, todos val�an lo mismo a priori.

Para ellos la similitud era la homolog�a; la comunidad de descendencia no ten�a significado alguno para la homolog�a, si no era evaluada a partir de un examen de caracteres. Los sokalianos confund�an las similitudes an�logas con las hom�logas. Las primeras eran resultado de convergencias evolutivas y de homoplasias en general, las segundas resultaban de la proximidad de ancestr�a.

Uno de los tax�nomos y evolucionistas m�s importantes de la corriente de la s�ntesis moderna de la evoluci�n, Ernst Mayr, se�al� el modo de razonamiento de los numericistas a trav�s del ejemplo de los gemelos id�nticos: "... dos hermanos no son gemelos id�nticos debido a que ellos sean similares, sino que son similares debido a que se derivan de una sola c�lula, que es a lo que se debe que sean gemelos id�nticos". Como puede advertirse, una falacia b�sica de los nominalistas es su interpretaci�n desviada de la relaci�n causal entre la similitud y la relaci�n. En el caso de los gemelos, la relaci�n de afinidad es lo que causa la similitud y no a la inversa.

Ya lo dec�a yo, los n�meros no enga�an: �la similitud causa la afinidad!

Para los seguidores de Sneath y Sokal el grado de similitud hacia los grupos o taxa; �se era su fundamento m�s solicitado.

LAS ESPECIES MATEM�TICAMENTE DEFINIDAS Y LOS BI�LOGOS

RECOLECTORES DE VECTORES, MATRICES Y ECUACIONES

El reconocimiento de que en la especie existe variaci�n, que no hay un solo organismo de la misma especie igual a otro y que si ocurriese podr�an llegar a ser diferentes seg�n sean las condiciones en donde se desarrollen, fueron conocimientos que se adquirieron con el abandono del concepto linneano de especie, un concepto esencialista. Darwin us� tal conocimiento para inventar su teor�a de la selecci�n natural. La gen�tica de Mendel y los estudios poblacionales apoyaron su teor�a con las consecuencias que se han se�alado en el cap�tulo anterior, entre ellas, la de sustituir el concepto de especie esencialista con base en la idea de comunidad reproductiva y la separaci�n de otras especies mediante mecanismos de aislamiento. Precisamente estas ideas demarcaron la noci�n de continuidad morfol�gica entre los distintos miembros de una especie, lo cual foment� el uso de la estad�stica para reconocer en t�rminos de n�meros y medidas los caracteres de las especies. Se trataba de una respuesta de los feneticistas al criterio de autoridad con el que algunos tax�nomos defin�an a la especie. La ausencia de un umbral de diferencia reconocible en la aplicaci�n del concepto de especie biol�gica era lo que aparentemente permit�a aceptar que hab�a decisiones arbitrarias.

La opini�n de los feneticistas de explicitar los procedimientos taxon�micos adquir�a vigencia en la pr�ctica del reconocimiento de especies, de su determinaci�n o identificaci�n y su clasificaci�n. Las especies muy pr�ximas en su parecido general y aquellas que llegaban a hibridizar planteaban serios problemas; los numericistas demandaron procedimientos expl�citos que se traduc�an en echarle cuentas al asunto. Otros bi�logos continuaron en dos senderos: 1) reconocer los atributos no estudiados que permit�an diferenciar a las especies, esto es, ampliar el conocimiento biol�gico de las especies, "micromorfolog�a, rasgos subcelulares y propiedades qu�micas" (este camino era el de Julian Huxley, quien opinaba que las especies pod�an ser de muy variados tipos y significancia en diferentes grupos; para �l no hab�a un criterio sencillo de especie), y 2) ya que el concepto de especie biol�gica ten�a deficiencias en aspectos de estudios del proceso evolutivo, habr�a que perfeccionar un concepto de especie que sirviera para el an�lisis de la reconstrucci�n evolutiva, esto es, desarrollar un concepto filogen�tico de especie que tuviese aplicaci�n en organismos que no presentaran sexualidad y, por ende, no tuvieran comunidad reproductiva.

Se requer�a inventar un nuevo concepto te�rico de especie y un m�todo para la reconstrucci�n geneal�gica. Como se se�al� previamente, el fil�sofo de la biolog�a David Hull expuso el problema en los t�rminos siguientes: "Una cosa es el reconocimiento de la existencia de la variaci�n entre formas contempor�neas como una consecuencia necesaria de la teor�a sint�tica de la evoluci�n, y otra es formular una metodolog�a en taxonom�a suficiente para manejar tal variaci�n", e insist�a:

La historia del concepto de especie biol�gica es una historia de intentos sucesivos para definir la especie, tal que los grupos resultantes sean unidades significativas en evoluci�n.

Una primera definici�n de especie evolutiva fue propuesta por el paleont�logo George Gaylord Simpson. La carencia de la dimensi�n temporal en el concepto de especie biol�gica ten�a limitaciones para el an�lisis del proceso evolutivo; por ello, Simpson incluy� en su definici�n el concepto de secuencia de poblaciones ancestro-descendientes, que ser�a desarrollado por otra escuela de pensamiento taxon�mico, como se ver� en el cap�tulo siguiente.

En la tendencia numericista se prosigui� con el desarrollo de importantes procedimientos estad�sticos que a�n hoy tienen gran aplicaci�n en el estudio de la variaci�n de las poblaciones y las especies. Desde luego, no fueron pocos los que usaron sus procedimientos para diferenciar a las especies en funci�n de cantidad de parecido, una medida de distancia matem�tica. No hab�a criterios biol�gicos en la demarcaci�n de sus unidades.

Mientras que algunos, los feneticistas, continuaron con sus pretensiones de diferenciar a las especies con base en definiciones num�ricas, los tax�nomos evolutivos siguieron buscando razones biol�gicas para efectuarlas. Mientras que para los evolucionistas ciertos conceptos eran centrales a las teor�as biol�gicas, para los feneticistas —que segu�an una posici�n empirista—no ten�an significado alguno, ya que �stos prefer�an una clasificaci�n artificial basada en la mera aritm�tica de los caracteres que pod�a ser irrelevante biol�gicamente.

El proceso de especiaci�n (generaci�n de nuevas especies) era concebido como algo gradual de acuerdo con la teor�a darwinista. En consecuencia, exist�a un continuo de especies incipientes que era m�s f�cil diferenciar por m�todos matem�ticos, dec�an los neoadansonianos. Como la pr�ctica era interpretar ciertas diferencias morfol�gicas en t�rminos de discontinuidad reproductiva, entonces las medidas cuantitativas y m�tricas propuestas constitu�an una alternativa. En vez de especies hablaban de unidades taxon�micas operacionales, con su acr�nimo: UTO's. Con las especies biol�gicas no pod�an operar, y consideraban que las pr�cticas subjetivas y arbitrarias en su reconocimiento prohib�an su uso en la taxonom�a num�rica.

Los numericistas s�lo reconoc�an individuos, puesto que los agrupamientos en t�rminos de poblaciones, especies y grupos superiores, o todas las clases y conceptos de este tipo, s�lo significaban para ellos artificios de la mente humana, meras convenciones o especulaciones te�ricas que no guardaban un orden de operaciones para que tales conceptos pudieran ser reconocidos. Debido a ello, Sokal, Sneath, Colless, Camin y muchos otros feneticistas, se�alaban que los nombres dados a los grupos de especies, por ejemplo: rat�n, elefante, aves y muchos otros, �nicamente eran nombres inventados por el hombre para grupos de individuos que �l consideraba similares. Por tales puntos de vista tambi�n fueron llamados nominalistas.

ANIMALES FANT�STICOS:

LOS CAMIN�LCULOS Y LOS ARTIG�LCULOS

A principios de la d�cada de 1960 Joseph Camin, investigador de la Universidad de Kansas de los Estados Unidos, invent� un grupo de animales imaginarios, con el prop�sito de examinar las relaciones evolutivas entre ellos y obtener principios aplicables en la reconstrucci�n de la evoluci�n de organismos reales, a trav�s de las t�cnicas num�ricas desarrolladas por los feneticistas. En honor e irreverencia simult�nea, los 29 animales "actuales" y los 48 "f�siles" inventados fueron llamados camin�lculos por los estudiantes de Camin. Tal modelo de animales hab�a sido producido al seguir reglas que respetaran los principios evolutivos conocidos y que simularan el proceso de evoluci�n real. Eran animales hipot�ticos de los que su inventor sab�a la "filogenia" bajo la cual se hab�an generado, pero los usuarios del modelo lo ignoraban. Animales menos complejos fueron inventados por Artigas en Argentina con fines equivalentes, a los que �l mismo llam� artig�lculos; una autoirreverencia inaudita en un argentino, aunque tambi�n puede interpretarse como una respuesta hacia la indiferencia d� los tax�nomos latinos tradicionales, para no pasar inadvertido ante la moda.

De este modo los neoadansonianos deseaban examinar los diversos m�todos de reconstrucci�n evolutiva que estaban en pr�ctica, con el fin de contrastar la capacidad de alcanzar la "verdadera" filogenia por medio de distintos m�todos. Se esperaba que los resultados de este modelo pudieran convencer a los tax�nomos del poder�o metodol�gico de la sistem�tica num�rica; cuando menos eran de valor pedag�gico y heur�stico. Es importante mencionar que incluso feneticistas influyentes como Colless no admitieron el uso de los camin�lculos para investigar la historia evolutiva, pues exist�a una gran aversi�n al estudio de la evoluci�n. Por otra parte, esto muestra que no existe escuela de pensamiento en taxonom�a que sea plenamente monol�tica, ya que muchas ideas se imbrican; lo mismo ocurre con genealogistas y gradistas.

Aunque no lo crean, no somos artig�lculos ni camin�lculos. Somo anim�lculos, en v�speras de la modernidad.

Los estudios efectuados condujeron a ramificaciones evolutivas diferentes, aunque los datos fueran consistentes —en cada m�todo— con los resultados obtenidos. La elecci�n de los distintos resultados no era f�cil ni obvia. En la supuesta realidad subyac�a una sola respuesta, una sola historia evolutiva; sin embargo, los esquemas que m�s se acercaban a la soluci�n eran aquellos que presentaban el menor n�mero de cambios evolutivos.

El procesamiento por medio de t�cnicas num�ricas, ayudado por computadoras, se efectuaba con mayor rapidez, lo que les confer�a desde un principio ventajas adicionales.

El punto de partida de estos tax�nomos, al no reconocer las especies y no asignar una valoraci�n ponderada de los caracteres, hace la diferencia con investigadores posteriores que tambi�n han usado las matem�ticas para hacer formales y rigurosos los an�lisis de la filogenia de organismos. La diferencia no se hace por el uso de las matem�ticas, sino por los supuestos que conlleva en su uso.

Colless dec�a —como resultado de esta situaci�n— que la taxonom�a num�rica a menudo erraba por la rigidez de confinar su atenci�n hacia la taxonom�a como mera tecnolog�a, sin relacionarla a la ciencia de la sistem�tica a la cual debe servir.

Hay poca duda ahora de la enorme ayuda que las t�cnicas de la taxonom�a num�rica pueden ofrecer en este campo, sobre todo en la clasificaci�n de entidades que no provienen de un proceso de ancestr�a-descendencia. En el estudio de la reconstrucci�n geneal�gica de las especies, hoy existen m�todos m�s coherentes con el proceso evolutivo, tan robustos como las t�cnicas meramente num�ricas y m�s consecuentes con las bases te�ricas de la clasificaci�n biol�gica.

La pol�mica a�n no concluye, aunque ha menguado su �nimo original; recientemente, las proposiciones de los feneticistas son m�s moderadas y ya no significan la panacea como se propuso en un principio. No obstante, el impulso que gener� la taxonom�a num�rica cumpli� con el prop�sito de que los tax�nomos fueran m�s rigurosos y formales en sus juicios; adem�s, se logr� avanzar en conceptos de gran valor para el estudio de las relaciones filogen�ticas entre los seres vivos.

Con la introducci�n de la taxonom�a num�rica se insisti� m�s en otros aspectos de las clasificaciones biol�gicas a los que se hab�a atendido poco, por ejemplo: compatibilidad, congruencia y consenso de los caracteres, los diagramas de ramificaci�n o las clasificaciones, predictibilidad de las clasificaciones, valor explicatorio de las clasificaciones y provisionalidad de tales explicaciones; pero, sobre todo, se discuti� mucho si una clasificaci�n de organismos deber�a reflejar la filogenia de �stos.

Es obvio que con las tecnolog�as disponibles actualmente, el incremento y la recuperaci�n de informaci�n en las clasificaciones biol�gicas ha avanzado casi en t�rminos fant�sticos. La ayuda de medios electr�nicos hace reales ciertas visiones futuristas de un cuarto de siglo atr�s. No est� lejano el d�a en que efectuemos "identificaciones" de organismos de forma automatizada, de modo expedito. Parece obvio que nuestra destreza en gran cantidad de tareas curatoriales aumentar� con la disponibilidad de nuevos elementos tecnol�gicos; esto es, las tareas de obtenci�n de muestras de seres vivos, su estudio y an�lisis en museos y laboratorios de investigaci�n, progresar�n conforme la ciencia y las tecnolog�as mejoren.

Los ideales feneticistas a�n no desaparecen. Algunos podr�an hacerse realidad con el enorme progreso de la inform�tica y la rob�tica, al aplicarse a las diversas tareas taxon�micas que a�n nos esperan.

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