VIII. M�S ALL� DEL M�TODO

La clad�stica no es la panacea... pero... ahora tenemos una metodolog�a expl�cita que nos permite evaluar hip�tesis de monofilia. Sistem�tica y paleobiolog�a (1985) NILES ELDREDGE y MICHAEL NOVACECK No ha habido ning�n debate m�s intenso en el seno de la teor�a evolutiva en la �ltima d�cada que el desaf�o planteado por los cladistas a los sistemas tradicionales de clasificaci�n. El problema surge de la complejidad del mundo, no de la confusi�n del pensamiento humano, aunque �sta tambi�n ha hecho su habitual contribuci�n. Dientes de gallina y dedos de caballo (1984) STEPHEN JAY GOULD No tenemos forma de evaluar cient�ficamente nuestros m�todos. Puede parecer parad�jico sugerir que la biolog�a comparada, o cualquier ciencia, debe adoptar m�todos sin que pueda ser capaz de evaluar su eficacia. Pero el hecho es que usamos nuestros m�todos en un intento de resolver los problemas. Si ya conocemos las soluciones correctas a esos problemas, f�cilmente podemos evaluar y elegir entre varias metodolog�as en competencia: aquellos m�todos que consistentemente ofrezcan las soluciones correctas obviamente ser�n preferidos. Pero, desde luego, si ya conoci�ramos las soluciones correctas, no tendr�amos la necesidad de los m�todos. Sistem�tica y biogeograf�a (1981) GARETH NELSON y NORMAN PLATNICK La idea de un m�todo que contenga principios cient�ficos, inalterables y absolutamente obligatorios que rijan los asuntos cient�ficos, entra en dificultades al ser confrontada con los resultados de la investigaci�n hist�rica. En ese momento nos encontramos con que no hay una sola regla, por plausible que sea, ni por firmemente basada en la epistemolog�a que venga, que no sea infringida en una ocasi�n o en otra. Llega a ser evidente que tales infracciones no ocurren accidentalmente, que no son el resultado del conocimiento insuficiente o de una falta de atenci�n que pudieran haberse evitado. Contra el m�todo (1981) PAUL FEYERABEND

OCURRE frecuentemente que investigaciones m�s profundas y descubrimientos de cierta relevancia revolucionan el conocimiento acerca de los objetos o fen�menos bajo estudio; esto acontece a tal grado, que nos obliga a reevaluar los m�todos en aplicaci�n, las unidades naturales utilizadas y nuestras concepciones de tales entidades.

El origen, las interrelaciones y sus l�neas de desarrollo son puestos nuevamente en la mesa de las discusiones; as�, se inicia un nuevo debate sobre las implicaciones que los nuevos hallazgos producen.

En nuestro caso, los estudios en biolog�a molecular han permitido el an�lisis del origen de varios grupos relativamente antiguos y poco complejos, que posiblemente fueron de los primeros organismos existentes en la Tierra, tales como una variedad de bacterias, virus, algunos organelos celulares: la mitocondria y el cloroplasto, y hasta la misma investigaci�n del origen de los �cidos nucleicos —desoxirribonucleico (DNA) y ribonucleico (RNA)— que se encuentran en todos los seres vivos, lo cual ha conducido a un serio examen de sus or�genes, interrelaciones y evoluci�n.

Los temas de estudio en esa �rea de investigaci�n se encuentran en la frontera del conocimiento actual y no es f�cil transmitir algo de lo que apenas se tienen algunas respuestas. Sin embargo, es necesario dar cuenta de algunas de �stas, pues nos conducir�n a las nuevas avenidas de la ciencia que hoy y en un futuro cercano se construir�n.

DONDE EL M�TODO

NO FUNCIONA TOTALMENTE

Simbiosis. Una teor�a de los setenta que ahora se tiene bien apoyada con evidencia de biolog�a molecular, es la que plantea el origen de los organelos en la c�lula "t�pica" o eucarionte: membrana nuclear bien definida y citoplasma con organelos.

En cualquier texto de biolog�a del nivel secundario se acepta ya la teor�a endosimbi�tica propuesta por Lynn Margulis, la cual afirma que organelos como la mitocondria y el cloroplasto en alg�n tiempo fueron bacterias de vida libre que paulatinamente se integraron como parte de un consorcio celular. Dentro de �sta, endosimbi�ticamente, evolucionaron al especializarse y perder varias de sus propiedades originales; sin embargo, la existencia de DNA ha permitido el estudio de sus interrelaciones y posibles or�genes, por lo cual se sabe de sus relaciones y origen bacterianos. Es decir, la organizaci�n entre varias bacterias con distintas propiedades metab�licas condujo a la formaci�n de los primeros eucariontes.

Es dif�cil que un suceso evolutivo complejo, como el origen de la c�lula con n�cleo, haya ocurrido en varias ocasiones en la filogenia de la vida; a pesar de esto, no es posible dejar de cuestionarnos acerca de su origen "no monofil�tico", lo cual pone en tela de juicio en cierto modo nuestras ideas de monofilia o historia de descendencia �nica para todos los organismos. No obstante, la alternativa de varios sucesos pudiese quedar abierta.

Las c�lulas eucariontes representan la asociaci�n de varias entidades con historias de descendencia distintas —c�lulas procariontes— que se han integrado en una sola, a partir de la cual ha descendido el resto de los eucariontes.

Una hip�tesis alternativa, en la que tal evento pudiera haber acontecido varias veces y a distintos tiempos durante la historia terrestre, causar�a un cisma mayor en nuestras concepciones y dificultar�a el an�lisis filogen�tico de tales casos. Para fortuna de la investigaci�n biol�gica, no existen datos que sugieran la posibilidad de tal hip�tesis, de modo que por ahora hay cierta seguridad en la concepci�n monofil�tica de los eucariontes.

De modo contrario, si la hip�tesis alternativa se�alada tuviera posibilidades, el m�todo inventado por Hennig no podr�a aplicarse con plena confianza y certidumbre, ya que primero se tendr�a que examinar la generalidad de su aplicaci�n. Esto es debido a que el problema no es s�lo el evento evolutivo reconocido por Margulis, sino que si estas endosimbiosis exitosas se hubieran repetido, entonces nuestras intenciones de encontrar grupos de organismos con historias de descendencia �nicas se convierten en irrelevantes o, cuando menos, nuestro problema se vuelve m�s complejo. Por ello, es muy importante saber qu� tan extendido est� ese fen�meno de endosimbi�sis, para aplicar nuestro m�todo a las entidades correctas, sean organismos completos o parte de �stos.

Es imprescindible reconocer que los organismos no existen de modo natural con independencia de otros; nuestros conceptos de ecosistema y de comunidad nos previenen de esto y nos obligan a pensar en los sistemas de relaciones que mantienen los organismos. Algunas de �stas significan relaciones interdependientes, que son producto de muchos millones de a�os de evoluci�n. Con base en lo anterior podemos explicarnos casos como el de los l�quenes, que debieran considerarse como una asociaci�n endosimbi�tica entre una alga y un hongo, es decir, dos entidades cuyos componentes tienen ancestros distintos, pero que para funcionar como organismos (l�quenes) necesitan integrarse, haci�ndose complementarios. Por supuesto, tambi�n pueden existir de manera independiente, como individuos que pertenecen a especies de taxa bastante diferentes.

Como el caso anterior, tambi�n pudiera considerarse, en cierto modo, la �ntima asociaci�n de algunas bacterias fijadoras de nitr�geno (Rhizobium) con varias plantas leguminosas; por ejemplo: el frijol (Phaseolus). En �ste y en muchos otros casos de parasitismo, la dependencia o interdependencia de la relaci�n decide la existencia y la descendencia de los organismos comprendidos. Cada elemento que se integra a la asociaci�n tiene una historia; el patr�n de historia coevolutiva puede examinarse para cada constituyente. En otras palabras, cada elemento tiene una genealog�a reconocible.

La aplicaci�n del m�todo hennigiano no tiene una aplicaci�n universal a todos los organismos, pues requiere que �stos representen historias de descendencia �nicas, de lo contrario la b�squeda se hace intrascendente. Su aplicaci�n exige el reconocimiento de los posibles eventos endosimbi�ticos ocurridos en la formaci�n de organismos durante la historia de la vida en la Tierra.

No es una debilidad del m�todo, sino simplemente que se deben admitir otros hechos ecol�gicos y evolutivos, los cuales nuestro m�todo no puede abordar libremente. Los procedimientos hennigianos no fallar�an si se aplicaran a los constituyentes del organismo endosimbi�tico si lo que se quisiera fuera encontrar las l�neas de relaci�n y descendencia evolutiva de los organelos con sus antecesores de vida libre. Igualmente, nuestro m�todo no falla si se aplica a cualquier caso de organismos con historias monofil�ticas, e incluso, podr�a servir para reconocer patrones reticulados.

Pl�smidos y episomas. Desde la d�cada de 1960 se descubri� la presencia de DNA de origen distinto dentro de las c�lulas procariontes y asociado a su cromosoma bacteriano. En algunos casos se supo que eran de origen viral, en otros casos se les supuso un origen bacteriano a partir de otras c�lulas de la misma especie. Cualquiera de ambas hip�tesis planteaba el hecho de un movimiento horizontal del material gen�tico entre los organismos.

Con tal fen�meno al descubierto se reconoc�a la posibilidad de que el material gen�tico no se heredara o moviera s�lo de padres a hijos, de ancestro a descendiente, es decir verticalmente, sino que tambi�n hab�a otro movimiento posible: el horizontal.

Se planteaban varias inc�gnitas: �Qu� tan extendido se hallaba este fen�meno entre los seres vivientes? �La migraci�n horizontal de DNA se presentaba s�lo en organismos procariontes? �Era posible esperar tales movimientos horizontales entre especies distintas? �Cualquier clase de informaci�n del DNA pod�a moverse entre las especies? Para esta clase de preguntas existen ahora algunas respuestas parciales, las cuales han pueso en advertencia la aplicaci�n generalizada del m�todo, que no parece ser apropiado para casos de movimiento de caracteres entre los descendientes.

No se sabe a�n la extensi�n y la magnitud de tales fen�menos, aunque se sabe que existen. En algunos casos virales est�n m�s o menos bien reconocidos, pero todav�a se ignora mucho en este terreno y se requiere mucha m�s investigaci�n sobre esta clase de t�picos. Las implicaciones para la historia evolutiva pueden ser significativas y, al menos, nos podr�n prevenir sobre el uso indiscriminado de algunos caracteres que —supuestamente— se planteaban como superiores para el an�lisis filogen�tico.

En el caso de los virus, que casi siempre est�n asociados a determinados grupos de especies, pudiera tratarse de entidades coevolucionadas con los grupos a los que est�n asociados, del mismo modo que los l�quenes; sin embargo, otros casos de movimiento horizontal, si los hubiera entre eucariontes, ser�an de gran inter�s para el an�lisis de su genealog�a.

El fen�meno geneal�gico de los seres vivos, que genera el patr�n de referencia para la biolog�a, puede verse obstruido metodol�gicamente debido a que el m�todo hennigiano basado en el an�lisis de caracteres —fundado en el axioma de descendencia vertical de los caracteres—, no da cuenta de fen�menos de movimiento horizontal.

Hoy se acepta ya el hecho de que no toda la genealog�a de los organismos es divergente, sino que en muchos casos hay cierto grado de reticulaci�n, que puede ser mucho m�s pronunciado en organismos procariontes. Sin embargo, la posible migraci�n de caracteres considerados sinapom�rficos en una hip�tesis de descendencia por analizar, previene en la aplicaci�n indiscriminada del m�todo hennigiano.

Recu�rdese que el medio para descubrir hip�tesis de descendencia �nicas es mediante el an�lisis de los caracteres del modo planteado por Hennig, pero �ste funciona bajo el axioma de que los caracteres se mueven verticalmente, de padres a hijos; si se viola esta suposici�n nuestro m�todo cae en dificultades, pues se requiere saber qu� tipo de caracteres pasan por movimiento horizontal para evitar su uso en el an�lisis de caracteres.

Fen�menos inexplorados. Como los dos casos anteriores, numerosos fen�menos m�s se han dado a conocer respecto a los �cidos nucleicos, de gran significancia para aspectos taxon�micos, ya sea para el reconocimiento de especies, el an�lisis filogen�tico o la clasificaci�n de organismos.

La investigaci�n sobre la regulaci�n de la expresi�n del DNA, su duplicaci�n, constancia, repetitividad y modificaci�n, as� como muchos otros aspectos, ha puesto al descubierto una amplia gama de hechos de importancia potencial en taxonom�a.

A pesar de todos estos descubrimientos, la historia de la taxonom�a ha dejado a sus practicantes el entendido de que no hay que perder de vista la interrelaci�n de nuestras tareas fundamentales: 1) la clasificaci�n de organismos con base en su genealog�a, y 2) la distribuci�n de las propiedades, caracteres o atributos entre los organismos. Ambas tareas se interrelacionan a�n m�s debido a los fen�menos macromoleculares que se han descubierto en tiempos recientes. Se requiere clasificar organismos que pertenecen a especies que se crean a partir de un proceso de ancestr�a-descendencia con modificaci�n, donde los �cidos nucleicos son fundamentales pero no son los �nicos. Como caracteres, no est�n bien conocidos a�n, pues por los resultados recientes se considera que todav�a no termina la larga cadena de descubrimientos espectaculares.

El uso de la adjetivaci�n respecto a los caracteres, es decir, la aplicaci�n de la terminolog�a y las consecuencias de �sta a los caracteres, no es del todo posible en los �cidos nucleicos y por ende se dificulta la aplicaci�n del m�todo.

Bajo esta perspectiva, puede observarse que el m�todo y sus posibilidades no est�n en entredicho; �ste tiene un uso m�s o menos bien delimitado, pero lo que se cuestiona es la utilizaci�n indiscriminada de los �cidos nucleicos con un conocimiento a�n inadecuado de ellos.



Los l�quenes son una asociaci�n entre un alga y un hongo; dos entidades cuyos componentes tienen ancestros distintos, pero que para funcionar como organismos necesitan integrarse, haci�ndose complementarios...

Bajo otra perspectiva puede advertirse que el cuestionamiento al que conducen los descubrimientos recientes de movimiento horizontal del DNA apunta hacia la idea de que los caracteres se heredan de ancestro a descendientes, pero se ignora el movimiento gen�tico entre organismos de especies distintas, con lo cual el m�todo debiera caer en desuso y, tal vez, ser�a mejor regresar a la idea de semejanza total de los feneticistas, ya que la posibilidad de reconocer la genealog�a de los organismos no es m�s que una quimera.

Mientras hay m�s resultados, la pr�ctica consiste en el empleo del m�todo hennigiano para caracteres morfol�gicos, sean micro o macro, externos o internos, de juveniles o de adultos; y por otra parte, el an�lisis de caracteres macromoleculares (�cidos nucleicos y prote�nas). Ambos deben ser congruentes y una incongruencia indica datos err�neos o bien m�todo o decisiones arbitrarias, pues a pesar del dilema planteado por el movimiento horizontal del DNA hay una sola historia de los hechos de interrelaci�n filogen�tica entre los organismos, la cual est� por descubrirse.

Por el momento, muchos bi�logos moleculares no est�n preocupados por este problema metodol�gico, y con frecuencia establecen interrelaciones mediante m�todos hoy en desuso o de bajo poder de resoluci�n entre los tax�nomos modernos. Aunque siendo justos en la cr�tica, muchos tax�nomos "modernos" practican m�todos anticuados e improcedentes para los problemas que los ocupan. Nos espera a�n una pol�mica incesante, plena de vigor y creatividad, sobre todo si se recuperan las ense�anzas de la historia de la taxonom�a y si se tratan de hacer preguntas de relevancia a los nuevos problemas planteados.

Sin menospreciar el debate internacional de estos problemas cient�ficos, pues �stos determinar�n los quehaceres pr�ximos, tenemos ante nosotros una situaci�n harto compleja. Queremos ser part�cipes creativos de la ciencia, pero en M�xico nos espera la resoluci�n de problemas m�s preocupantes, pues somos testigos del decaimiento de la taxonom�a y de su falta de madurez en la �ltima d�cada. La causa de esto ha sido tambi�n la falta de madurez de la ciencia mexicana, pero sin duda alguna tambi�n lo ha sido la incomprensi�n de otros colegas cient�ficos y la carencia de medios y recursos para su desarrollo.

Se�alo con convicci�n que se requiere hacer un gran esfuerzo institucional y colectivo para construir un gran museo nacional de historia natural, a trav�s del cual se pueda hacer realidad el cultivo y la difusi�n de una ciencia fundamental para el desarrollo de la biolog�a, una disciplina indispensable para un conocimiento adecuado de los recursos naturales y culturales de la naci�n.

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