INTRODUCCI�N

Hasta fines del siglo XVI, la semejanza ha desempe�ado un papel constructivo en el saber de la cultura occidental [...] permiti� el conocimiento de las cosas [...] Si es verdad que las cosas que se asemejaban eran infinitas �podemos, cuando menos, establecer las formas seg�n las cuales pod�an llegar a ser semejantes unas a otras? [...] las figuras principales que prescriben sus articulaciones al saber de la semejanza. Hay cuatro que son, con toda certeza, esenciales [...] la convenientia. A decir verdad, la vecindad de los lugares se encuentra designada con m�s fuerza por esta palabra que la similitud. Son "convenientes las cosas que, acerc�ndose una a otra, se unen, sus bordes se tocan, sus franjas se mezclan, la extremidad de una traza el principio de la otra". As� se comunica el movimiento, las influencias y las pasiones, lo mismo que las propiedades [...] a la similitud, en cuanto raz�n sorda de la vecindad, se superpone una semejanza que es el efecto visible de la proximidad [...] La semejanza impone vecindades que, a su vez, aseguran semejanzas... La convenientia es una semejanza ligada al espacio en la forma de "cerca y m�s cerca". Pertenece al orden de la conjunci�n y del ajuste. Por ello, pertenece menos a las cosas mismas que al mundo en el que ellas se encuentran. El mundo es la "conveniencia" universal de las cosas... As�, por el encadenamiento de la semejanza y del espacio, por la fuerza de esta conveniencia que avecina lo semejante y asimila lo cercano, el mundo forma una cadena consigo mismo. En cada punto de contacto comienza y termina un anillo que se asemeja al anterior y se asemeja al siguiente; y las similitudes se persiguen de c�rculo en c�rculo... el mundo permanece id�ntico; las semejanzas siguen siendo lo que son y asemej�ndose. Lo mismo sigue lo mismo, encerrado en s� mismo.

"La prosa del mundo-Las cuatro similitudes" en Las palabras y las cosas,

MICHEL FOUCAULT (1968)

Rele�a hace alg�n tiempo un peri�dico donde Arthur Koestler se�alaba varios criterios populares para calificar un procedimiento o estudio como cient�ficos. Destacaba la descripci�n, la sistematizaci�n, la medida, la explicaci�n, la predicci�n y al conocimiento del Universo. Despu�s de un brev�simo an�lisis, descartaba estos criterios como elementos que caracterizan exclusivamente a la ciencia; sin embargo, sosten�a que es dif�cil concebirla sin las acciones de contar, medir, ordenar, organizar, clasificar y sistematizar.

Con este planteamiento inconcluso volv� a numerosas lecturas sobre lo que se debe entender por ciencia, la clase de preguntas que plantea, sus m�todos y los tipos de conocimientos que produce. Desde luego, de acuerdo con mis intereses e inquietudes, me circunscrib� tanto como pude a la biolog�a, particularmente a la taxonom�a, todo ello para responder la pregunta de si el clasificar a los seres vivos podr�a considerarse como una actividad cient�fica, si suponemos que la clasificaci�n es la tarea central de la taxonom�a.

Como acontece a menudo, antes de dar una respuesta, una r�pida reflexi�n conduce al reconocimiento de que la pregunta es imprecisa o est� mal planteada, por lo que la respuesta puede ser irrelevante, en este caso por dos razones fundamentales: 1) la taxonom�a biol�gica no es sin�nimo de clasificaci�n biol�gica, aunque la incluye, y 2) la taxonom�a biol�gica comprende otras dos disciplinas que son a la vez una base muy importante en la biolog�a y en la clasificaci�n de los seres vivos: a) el reconocimiento de especies, conceptos de especie y patrones de especiaci�n, y b) la historia evolutiva de los organismos o filogenia, particularmente el aspecto de relaciones de consanguinidad o genealog�a. Sin estas disciplinas, la taxonom�a de los seres vivos podr�a equivaler a clasificar cualquier conjunto de objetos. �Quiere esto decir que los seres vivos son distintos de otros objetos o fen�menos, de modo que puedan y deban clasificarse de manera distinta?

La respuesta ser�a positiva si se considera que entre los seres vivos pueden descubrirse —objetivamente— unidades distintas y discontinuas llamadas especies, que tienen o han tenido una posici�n definida en la escala del tiempo y un lugar determinado en la bi�sfera. La respuesta ser�a afirmativa si se acepta tambi�n que estas especies se originaron como una modificaci�n a partir de otras, es decir, que tienen genealog�a reconocible.

Lo anterior significa que las especies existen y se diferenciaron a partir de otras por evoluci�n; en consecuencia, las asociaciones de similitud que se reconozcan entre las especies con fines de ordenamiento y sistematizaci�n deben ser mejor entendidas a trav�s de la teor�a de la descendencia con modificacion. De esta forma, similitud de los caracteres o atributos de los organismos debe ser interpretada a la luz de la evoluci�n.

La respuesta pudiera ser negativa si se considera que los seres vivos pueden agruparse no �nicamente de acuerdo con su historial de descendencia, sino con otras propiedades de lo vivo, por ejemplo: en funci�n de determinados atributos ecol�gicos, la presencia de determinados caracteres moleculares y otros aspectos m�s; as�, los organismos se pueden clasificar —por simple similitud— en asociaciones bi�ticas o bajo otros conceptos ecol�gicos o bioqu�micos como ecosistemas, comunidades; o por poseer o no alguna mol�cula.

De acuerdo con los anteriores puntos de vista podemos reconocer que la ciencia no pretende decir mentiras ni ocultar verdades y busca distinguir entre hechos y especulaciones y a la vez puede aceptarse que clasificar a los seres vivos en una perspectiva evolutiva es una actividad cient�fica, puesto que no es una tarea de mero ordenamiento, ya que para ello se necesita postular o suponer mucho m�s que la suma de similitudes y diferencias; por ejemplo, del conocimiento de hip�tesis y teor�as sobre las afinidades de las especies, de sus caracter�sticas y de su evoluci�n en el tiempo y en el espacio. Por lo tanto, con el fin de clasificar especies siempre se requerir� del planteamiento de hip�tesis de relaci�n geneal�gica (relaciones sangu�neas). Establecer una clasificaci�n filogen�tica de los seres vivos demanda m�todos y procedimientos racionales que permitan reconocer, como partes constitutivas del universo biol�gico, a conjuntos de entidades afines o taxa, con el fin de descubrir sus relaciones de ancestr�a-descendencia. �sa es la forma de descubrir una parte del orden org�nico entre los seres vivos, y de acuerdo con este orden hist�rico es posible expresar su clasificaci�n.

La relectura del art�culo de Koestler citado en un principio estuvo unida a dos an�cdotas que necesito relatar aqu� para esclarecer mi preocupaci�n original sobre si el clasificar a los seres vivos es o no una actividad cient�fica.

La primera data de hace algunos a�os, cuando mi tutor cient�fico, el doctor Alfredo Barrera —quien me gui� en los primeros pasos en taxonom�a y me ayud� a efectuar mis primeras lecturas cr�ticas en esta disciplina— nos platicaba a un grupo de aprendices lo siguiente: en una rancher�a del estado de Puebla, en los alrededores de los volcanes Iztacc�huatl y Popocat�petl, durante un trabajo de recolecci�n de mam�feros y sus pulgas, se hizo de varios amigos locales; uno de ellos pidi� que le diera trabajo a su hija en la ciudad, una joven de escasos 15 a�os, a lo cual �l accedi�. Como tax�nomo del Museo de Historia Natural de la ciudad de M�xico en Chapultepec le ense�� los caracteres macromorfol�gicos de los insectos, que permit�an asignarlos a un grupo taxon�mico de nivel de familia dentro de una clasificaci�n de insectos adoptada (hay varios cientos de familias entre los insectos); con el tiempo y el examen de muchos insectos, la joven adquiri� tal pericia que pronto aventaj� a todos los aprendices del maestro y a menudo ocupaba menos tiempo que el maestro rnismo, sin requerir de microscopio, para separar en familias las decenas o cientos de insectos que ingresaban en la colecci�n del museo.



Esto era un ejemplo que entre burlas y chistes nos serv�a a los aprendices a dedicar m�s tiempo para alcanzar las mismas habilidades que la joven de nuestro ejemplo.

La segunda an�cdota ocurri� algunos d�as despu�s de un viaje de vacaciones con mi familia, donde mi hija y yo dedicamos tiempo a la recolecci�n de peque�as conchas y caracoles en las playas de Acapulco. Al regresar a M�xico nos dimos a la tarea de separarlos, ordenarlos o clasificarlos, para ella es lo mismo, pues lo entiende como subconjuntos de conchas o caracoles agrupados por tama�os, colores o formas. Con extraordinaria rapidez Isolda, de casi seis a�os, form� peque�os montones de caracoles y conchas, los cuales separaba por alguna propiedad f�cilmente observable y de modo que, en cada mont�n, los uniera al menos alg�n atributo en com�n.

En las dos an�cdotas anteriores, los conjuntos de muestras de seres vivos fueron ordenados de acuerdo con similitudes, sin que hubiera de por medio alguna hip�tesis de relaci�n o teor�a biol�gica. Los elementos de los grupos formados en insectos, conchas y caracoles eran adjudicados por la similitud observada; entre los distintos grupos s�lo mediaba la discontinuidad en forma, tama�o y color.

Ambas personas clasifican objetos sin reconocer que las formas, tama�os y colores que poseen est�n ligados o interrelacionados por fen�menos biol�gicos; las similitudes que exhiben los seres vivos son el resultado de tales fen�menos.

Un tax�nomo que pretenda hacer una clasificaci�n filogen�tica necesita conocer diversas teor�as biol�gicas para interpretar los atributos de los organismos, asignar cada organismo a una especie y descubrir las relaciones geneal�gicas o de ancestr�a-descendencia de las especies objeto de estudio.

Si clasific�ramos las especies por simple similitud, sin interpretar evolutivamente los organismos y la similitud de sus caracteres, podr�an encontrarse muchos sistemas de clasificaci�n, por ejemplo: la similitud morfol�gica, fisiol�gica, gen�tica y ecol�gica desembocar�an en sistemas de clasificaci�n morfol�gica, fisiol�gica, etc. Todos estos sistemas y otros m�s son posibles y necesarios en la biolog�a, pero el fundamental que parece responder al fen�meno m�s universal en la biolog�a y bajo el que son mejor entendidas todas las similitudes es el sistema filogen�tico, al que pueden ser referidos otros sistemas de clasificaci�n.

Deseo se�alar, finalmente, que la meta del libro es mostrar varios problemas acerca de la clasificaci�n de los seres vivos, para lo cual tuve a disposici�n dos alternativas: la primera era intuitiva y consist�a en formalizar los conceptos e ideas, mientras que la segunda —que es la elegida— consiste en examinar con una secuencia hist�rica los conceptos e ideas en la taxonom�a de los seres vivos, es decir, seguir el camino de "la b�squeda del m�todo natural".

Quiero terminar esta introducci�n parafraseando a Barrera, Woodger y Koestler. El primero dec�a que frecuentemente se afirma que sistematizar los datos obtenidos en una investigaci�n no es "hacer ciencia", porque no implica la interpretaci�n de los mismos. Pocas veces se reconoce —aunque �ste sea el principal objetivo de la ciencia— que el descubrimiento del orden org�nico del universo que se estudia no s�lo comprende procesos de identificaci�n, sino que en dicho orden se refleja la naturaleza de los componentes del universo y se explica la �ndole de las relaciones que pueden guardar entre s�. De todos modos, sin la paciente labor de los compiladores, clasificadores y descriptores —que a�n hace mucha falta para el desarrollo de diferentes campos de las ciencias naturales y sociales en M�xico— no ser�a posible encontrar relaciones, establecer or�genes y trazar l�neas de desarrollo evolutivo aplicables a los hechos o fen�menos observados. Por otra parte, el bi�logo ingl�s Woodger opinaba que una ciencia es un conjunto sistematizado de proposiciones que se refieren a un tema determinado, a lo cual Koestler respond�a que, de acuerdo con esta definici�n, una colecci�n de chistes sobre los pericos donde los chistes aparecieran en orden alfab�tico ser�a un tratado cient�fico.

Tratar� de mostrar aqu� que realizar investigaciones en taxonom�a biol�gica, es decir, clasificar a los seres vivos, no es una mera sistematizaci�n de proposiciones, de modo que no puede aplicarse a esta actividad la ridiculizaci�n de Koestler sobre los chistes de pericos; m�s bien estoy de acuerdo con Barrera y Sokal en que la clasificaci�n es una de las tareas fundamentales de la ciencia; es necesario ofrecer los objetos, procesos y fen�menos de un modo ordenado durante, o antes, de poder descubrir las relaciones, principios y leyes que los regulan. Una gran cantidad de hechos tienen lugar con tal variedad y n�mero que si no son ordenados sistem�ticamente es imposible obtener informaci�n sobre ellos. Los compuestos qu�micos, los grupos de estrellas y los centenares de miles de especies que habitan en nuestro planeta, constituyen ejemplos de tales hechos. El mundo es infinitamente complejo pero, en la pr�ctica, como bi�logos, nos incluimos en una esfera particular de inter�s con una gama de fen�menos restringidos, a los cuales ordenamos y sistematizamos de acuerdo con la multitud de datos generados por nuestras observaciones, con la pretensi�n de descubrir su orden org�nico de un modo racional.

No obstante, aunque hoy sabemos que la simple descripci�n cient�fica no puede ser completamente "objetiva", los bi�logos consideran como una tarea primordial encontrar criterios racionales para agrupar ciertos individuos o procesos y distinguirlos de otros. Esta tarea es fundamental para la sistem�tica. Los bi�logos deseamos ofrecer enunciados v�lidos en relaci�n con nuestro mundo material, pues reconocemos que la vida es "controlada" por un programa, el cual coordina la construcci�n real del organismo y su duplicaci�n, que incluye el propio programa coordinador, como una autoorganizaci�n. Y deseamos formular estos enunciados a pesar de que reconocemos la variabilidad de las formas de vida.

En esta obra se sigue m�s o menos un orden hist�rico, pero a la vez se analizan o se ponen de relieve las ideas m�s sobresalienes en biolog�a con implicaciones en la taxonom�a. A lo largo de este libro el lector reconocer� que me refiero s�lo a determinados protagonistas, ciertas obras, contados pa�ses y algunas fechas o periodos; no quisiera que el lector entendiese que la historia de la ciencia debe interpretarse as�. Simplemente compr�ndase que la extensi�n del libro y la audiencia a la que principalmente va dirigido impone fuertes limitantes, adem�s de las propias del autor, las cuales me conducen a ser selectivo y adoptar estilos c�modos y hasta c�micos para narrar pasajes hist�ricos en la ciencia. Sin embargo, el lector debe advertir que las ideas, conceptos y t�rminos usados en la ciencia de hoy con frecuencia tiene una larga y accidentada historia.

La ciencia no es solamente la uni�n de voluntades y genialidades de los cient�ficos, sino que estos personajes est�n condicionados en su trabajo por cosmovisiones y cotidianeidades religiosas, filos�ficas, pol�ticas y econ�micas del entorno social en que viven. Adem�s, dependen de la evidencia u observaciones producidas por todos sus dem�s colegas (anteriores y contempor�neos) y de las posibilidades tecnol�gicas a su alcance. Esto tambi�n forma parte de la historia de las clasificaciones de los organismos.

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