I. PARA QU� CLASIFICAR LOS SERES VIVOS, O �QU� DIABLOS ES AGRUPAR ESPECIES?

Las taxonom�as no son percheros neutrales o arbitrarios para un conjunto de conceptos inmutables, ellas reflejan (o aun crean) diferentes teor�as acerca de la estructura del mundo. Como Michel Foucault mostr� en varios excelentes libros [...] cuando usted conoce por qu� clasifica a la gente en cierta forma, usted entiende c�mo piensa ella. GOULD y VRBA, 1982

CLASIFICAR a los seres vivos o hablar de su clasificaci�n no es ofrecer una larga lista de t�rminos latinos ordenados y asignados de alg�n modo a los hongos, las plantas, los animales y los organismos microsc�picos, como algunos podr�an esperar. Para enumerar los cerca de tres millones de especies de seres vivos que habitan la Tierra, si tuvi�ramos el af�n de "darlos a conocer" —cada nombre con un promedio de veinte letras, que incluya los signos de puntuaci�n y escritos seguidamente sin dejar espacios— se requerir�an 1 500 p�ginas impresas como las de este libro. S�lo para enumerar del mismo modo las aproximadamente 200 000 especies de seres vivos que habitan en M�xico se necesitar�a un m�nimo de 122 p�ginas. Aunque esto se pudiera hacer, �qu� utilidad tendr�a? Tal vez alguna para varios bi�logos y otros cient�ficos, pero ninguna para las dem�s personas.

Es m�s productivo saber que hay una clasificaci�n principal y otras de "menor importancia". Resulta de mayor trascendencia el reconocer los problemas, las necesidades, algo sobre los m�todos y un poco sobre la historia de las ideas y de los autores que han trabajado en las clasificaciones de los organismos, adem�s de saber qui�nes son y d�nde clasifican a los seres vivos. Por otra parte es reconocer la indispensable relaci�n que existe entre la clasificaci�n y otras disciplinas cient�ficas estrechamente afines, expresadas por los t�rminos taxonom�a-sistem�tica, filogenia, as� como destacar las unidades b�sicas en la clasificaci�n de los seres vivos: individuos, organismos, demos, poblaciones, especies y grupos taxon�micos superiores o supraespec�ficos.

LA CLASIFICACI�N DE LOS SERES VIVOS:

UN PROBLEMA DE AYER, HOY Y MA�ANA

La clasificaci�n de los organismos siempre ha sido una actividad importante en todas las culturas, lo cual se ve reflejado en la enorme riqueza de t�rminos bot�nicos y zool�gicos existentes y en los vocabularios encontrados de los diferentes dialectos y lenguajes de todos los rincones de la Tierra. Esto se debe a que las clasificaciones son sistemas de palabras o s�mbolos que denotan conceptos, ya que tales sistemas ponen en contacto y comunicaci�n a todo miembro de una comunidad con su entorno bi�tico y con el estado del conocimiento de �ste.

Hoy en d�a, las clasificaciones biol�gicas intentan ofrecer una estimaci�n de la diversidad, las relaciones y la organizaci�n de la vida, que sea consecuente con las ideas de la historia evolutiva.

El hombre, ya sea individualmente o en las sociedades que forma, ha tenido que reconocer su universo biol�gico y describir sus similitudes y discontinuidades, a la vez que descubrir y establecer las unidades, principios y leyes que subyacen en la variedad y el n�mero de los seres vivos. De esta manera, se han formulado arreglos clasificatorios que han permitido entender a los seres vivos. Los fundamentos que han servido a los tax�nomos o naturalistas de anta�o para proponer clasificaciones biol�gicas han variado a lo largo de la historia de la humanidad y de la ciencia.

Los bi�logos en la actualidad siguen descubriendo especies de virus, algas, caracoles, mariposas o palomillas y otros insectos. Ocasionalmente, incluso, se publican descripciones de nuevas especies de peces, ranas, salamandras, v�boras, culebras y animales de pelo o pluma. Cada d�a tiene mayor arraigo la idea ya mencionada en la introducci�n de este libro, a saber, que la clasificaci�n fundamental de los seres vivos es aquella que se conoce como evolutiva o filogen�tica, lo cual quiere decir que las similitudes y diferencias entre los organismos son un producto o consecuencia de las relaciones de ancestr�a o descendencia de las poblaciones y especies a las que pertenecen. No se clasifica a las especies de acuerdo con qu� tanto se parecen o difieren en su conjunto de caracter�sticas, sino en funci�n de las especies que les dieron origen, cuyo resultado es que haya especies hermanas derivadas de una especie ancestral com�n.



El colega entomólogo, mencionado por el autor de este libro.


El descubrimiento de m�s especies y las hip�tesis de relaci�n de descendencia son las que demandan modificaciones a las clasificaciones de ayer y hoy. Las clasificaciones muy antiguas trataban con varios cientos de especies, aqu�llas efectuadas en un pasado reciente, con decenas de millares, y las actuales clasifican centenas de millares de especies. En el futuro, seg�n c�lculos aproximados, se clasificar�n varios millones. Clasificar todas estas especies no es una mera sumatoria, pues hay que postular su ubicaci�n dentro de la historia de la vida, esto es, debe reconocerse a su posible especie parental y sus especies hermanas —la madre y las hijas—, lo cual puede implicar cambios importantes en las clasificaciones anteriores y en las actuales.

Las clasificaciones del pasado ten�an como objeto principal reunir especies por comunidad de parecido (similitud general) y no por comunidad de origen (ancestr�a-descendencia). Ayer se percib�an las discontinuidades de formas y funciones con base en las cuales eran reconocidas las especies y se constru�an clasificaciones; actualmente, dado que estas formas y funciones se reconocen como un producto heredado, se plantea la pregunta de cu�l fue la especie parental, esto es, la especie primigenia —la madre—, de tal modo que aquellas especies que provienen de una misma especie ancestral se re�nen en un mismo grupo de especies o tax�n, aun cuando aparentemente difieran en la similitud de varios caracteres, porque cada especie puede transformar sus caracteres de modo independiente durante la evoluci�n, pues al ser diferentes y al estar sometidas a presiones diferenciales por su medio ambiente, sus rutas o direcciones y su cantidad de cambio en la evoluci�n pueden diferir.

Los caracteres de un mismo origen que comparten las especies son de dos tipos: aquellos que eran exclusivos y que heredaron de la especie que les dio origen — la especie madre— y aquellos que son compartidos con sus especies hermanas pero provienen desde la especie "abuela" u otra m�s antigua. Por otra parte, en la clasificaci�n se refleja el car�cter cambiante y progresista de la ciencia, pues un mejor conocimiento de la evoluci�n y por ende de las relaciones de ancestr�a-descendencia de las especies, as� como el nuevo conocimiento de especies y caracteres, ocasionan necesariamente cambios en las clasificaciones antiguas y en las contempor�neas.

LAS DEMANDAS A LAS CLASIFICACIONES

DE AYER, HOY Y MA�ANA

Desde la Introducci�n y en p�rrafos anteriores se ha insistido en que la clasificaci�n filogen�tica, fundamental para la biolog�a y la ciencia, es un marco de referencia contra el cual puede confrontarse cualquier otro sistema de clasificaci�n de organismos basado sobre la mera similitud y sus interrelaciones.

Todo estudio comparado en biolog�a requerir� un sistema biol�gico general de referencia. La biolog�a actual es un vasto conglomerado de subdisciplinas que a menudo hacen frontera con muy diversas ciencias, como la qu�mica y la f�sica, la antropolog�a y la medicina. Un sistema general de referencia, basado en el fen�meno m�s central de la vida —la evoluci�n organ�smica—, permitir� las m�s diversas comparaciones que pueden partir de la biolog�a o de cualquier otra ciencia. Este tipo de clasificaci�n puede considerarse un resumen de datos sobre la evoluci�n de los organismos clasificados, esto es, como hip�tesis acerca de su orden en la naturaleza.

Tambi�n se ha se�alado anteriormente que puede haber otros sistemas de clasificaci�n necesarios y posibles, seg�n sea el tipo de evidencia, semejanza o interrelaci�n de los organismos biol�gicos que deben clasificarse, pero tales sistemas se fincar�n esencialmente en el grado de semejanza (similitud-diferencia) y no en la afinidad de los seres vivos, que proviene de su proximidad de origen o de derivaci�n geneal�gica. De otro modo, esos sistemas particulares se basar�n en propiedades de generalidad reducida en los seres vivos.

Independientemente del sistema general de referencia y de otros sistemas particulares, los cient�ficos han discutido acerca de los pron�sticos o fines de la clasificaci�n biol�gica y sostenido que de acuerdo con tales fines se deben construir clasificaciones.

Muchos cient�ficos sostienen que la funci�n principal de las clasificaciones biol�gicas es la comunicaci�n sint�tica a trav�s de ellas de las propiedades o atributos de las poblaciones, especies o grupos de especies. Algunos han a�adido la posibilidad de poder integrar nueva informaci�n a las clasificaciones, sean caracteres o especies nuevas; esto es, una funci�n que sirva como reservorio o memoria. Tambi�n se ha planteado que la informaci�n en las clasificaciones pueda ser f�cilmente recuperada. Puede pensarse que esta demanda a la clasificaci�n biol�gica pretende relegar como secundario el establecimiento de un sistema general de referencia; el problema no debe verse as�, dado que ambos asuntos no son opuestos y la necesidad de informaci�n planteada es real y leg�tima, pero est� relacionada en mayor medida con una estructura de clasificaci�n que haga posible su manejo por medios computarizados para que, adem�s de cumplir con los requisitos se�alados, se pueda usar de modo pr�ctico y r�pido.

Otros cient�ficos han sostenido que cualquiera que sea la clasificaci�n, deber�a ser estable. Con esto quieren decir que sufra el menor n�mero posible de cambios, lo cual es congruente con la necesidad de que las clasificaciones tengan poder de predicci�n, por ejemplo: que si se llegasen a conocer m�s especies o a usar m�s caracteres o atributos en los estudios de los organismos, las clasificaciones y los nombres usados debieran observar pocos cambios, pues la predictibilidad y la estabilidad de la clasificaci�n lo har�a posible. Algunos tax�nomos asocian estrechamente el criterio de comunicabilidad con el de estabilidad; sostienen que una clasificaci�n inestable, que constantemente pasa por muchos cambios, no puede servir para la comunicaci�n de las propiedades o interrelaciones entre los seres vivos, lo cual intuitivamente no es aceptable. En este caso no s�lo se trata de un problema de estructura de las clasificaciones sino de algo m�s fundamental.

Actualmente no existe una soluci�n ideal, �ptima o "la mejor" para tales demandas en su conjunto. Sin embargo, los cient�ficos no han cejado en su b�squeda para resolver esos problemas y han ofrecido algunas soluciones; aunque el problema central persiste debido a que se continuar�n descubriendo nuevas especies y no podemos predecir c�mo alterar� esto las relaciones de ancestr�a-descendencia hasta ahora establecidas entre las especies que se conocen. Por otra parte, debe tomarse en cuenta que el estudio de nuevos caracteres (micromorfol�gicos, qu�micos y gen�ticos) no analizados todav�a en much�simos grupos de organismos promete cambios en las supuestas relaciones geneal�gicas basadas exclusivamente en unos cuantos caracteres.



T�mese en cuenta que es posible progresar en el conocimiento del proceso y los mecanismos de la evoluci�n de los seres vivos, de modo que sus resultados tambi�n afecten la interpretaci�n de la similitud de los caracteres en las filogenias de los taxa o grupos de organismos. Estos tres tipos de avance o progreso en la biolog�a tendr�n sus consecuencias en la genealog�a que hoy postulamos para los organismos conocidos y, por ende, afectar�n en mayor o menor grado las clasificaciones en la biolog�a.

Ante tal situaci�n, los tax�nomos o sistematas han convenido en algunas f�rmulas para traducir las relaciones de ancestr�a-descendencia —expresadas en unos diagramas de ramificaci�n llamados �rboles evolutivos o cladogramas— mediante los cuales se apliquen modificaciones m�nimas en los sistemas de palabras (clasificaciones). Por otra parte, el uso cada vez m�s difundido de las computadoras en la taxonom�a ha permitido dar diversas soluciones a los problemas de comunicaci�n y estabilidad de las clasificaciones. El uso de estas m�quinas de hacer cuentas r�pidas y almacenar grandes cantidades de informaci�n tambi�n ha ofrecido soluciones significativas a dos problemas en clasificaci�n: uno de ellos respecto al proceso de construcci�n de los �rboles evolutivos y sus clasificaciones, cuando �stos est�n basados en much�simos caracteres o son muchas las especies de un grupo que hay que clasificar; otro problema es cuando ya tenemos construida una clasificaci�n, pues los bi�logos requieren "identificar" cotidianamente diversos organismos de manera r�pida.

De cualquier modo, no todas las soluciones a los problemas que necesitan por ahora numerosos cient�ficos son soluciones a problemas cotidianos que reciben soluciones pr�cticas y operacionales por medios electr�nicos. Existen otros problemas mucho m�s complejos y profundos en taxonom�a, como el de la comparaci�n de las categor�as clasificatorias y clasificaciones y el de la congruencia entre las clasificaciones basadas en caracteres distintos —moleculares y morfol�gicos— y de fases distintas —juveniles y adultos— que ser�n tratados en otro momento.

�D�NDE Y QUI�NES CLASIFICAN

A LOS SERES VIVOS?

En pa�ses como el nuestro y tambi�n en otros donde la ciencia se encuentra mucho m�s avanzada, la taxonom�a o sistem�tica biol�gica est�n �ntimamente asociadas con instituciones de investigaci�n cient�fica, museos, universidades y sociedades cient�ficas. Sin embargo, una parte importante de los avances en el conocimiento de la clasificaci�n de los seres vivos se debe, como en el caso de tantas disciplinas cient�ficas, a una compleja mezcla de voluntad, disciplina, talento, sacrificio y resistencia de los bi�logos que entregan su vida a tal actividad. Los premios principales de los hombres de ciencia son sobrevivir, y una supuestamente "mejor" comprensi�n del mundo org�nico al que han enfocado sus intereses. Otro premio moral, no menos importante y que se recibe despu�s de largos a�os, es haber despertado o madurado intereses similares en algunos aprendices de la biolog�a. El producto de su trabajo puede o no tener un impacto positivo, inmediato o a largo plazo, en la ciencia misma, en la econom�a y en la sociedad.

Los tax�nomos de tiempo completo com�nmente trabajan en relaci�n con centros de colecciones o museos, donde su actividad se dirige a la biolog�a comparada, que estudia tres temas diferentes: 1) similitudes y diferencias en los atributos de los organismos; 2) la historia de los organismos en el tiempo y 3) la historia de los organismos en el espacio. Las dos primeras ramas b�sicamente desembocan en la taxonom�a; la tercera, como las dos primeras, se relaciona con la biogeograf�a, ciencia que estudia la distribuci�n de los seres vivos.

Se ha dicho que los tax�nomos trabajan con organismos o seres vivos; sin embargo, acabamos de se�alar que frecuentemente est�n asociados a museos donde hay colecciones de matas o bichos muertos, conservados en seco o en alcohol. �Acaso ambas cosas se oponen? La respuesta es no, y para ello tendr�amos que comentar algo sobre los museos y las colecciones que albergan.

Un museo biol�gico puede concebirse como un espacio donde se alojan colecciones de organismos, as� como la informaci�n escrita e iconogr�fica sobre ellos; estos organismos se adquieren, registran, investigan y preservan por los tax�nomos en sus estudios flor�sticos y faun�sticos. Al hacerlo, deben cumplirse diferentes principios, dos de ellos muy importantes: 1) que ocupen el menor espacio posible, pero a la vez conserven y muestren las estructuras o propiedades conceptuadas de valor para su clasificaci�n; 2) que en su recolecci�n y estudio sean aplicadas las mismas t�cnicas, procedimientos, equipos y materiales, de modo que la comparaci�n de atributos entre los distintos organismos sea estandarizada y no se oculten o compliquen las comparaciones, como resultado de no cuidar este "principio de homogeneidad". Los museos con colecciones biol�gicas pueden definirse como centros de informaci�n donde la literatura especializada, los especialistas —tax�nomos y personal t�cnico— y las colecciones guardan una estrecha interdependencia, cuya meta primordial es el estudio de la diversidad organ�smica y la contribuci�n para formular un sistema general de referencia en la ciencia de la biolog�a.

A menudo se dice que el "coraz�n" de los museos son las colecciones. Por dos razones principales, �stas tienen un enorme valor: a) a partir de ellas se ha producido gran parte del conocimiento que se tiene sobre la diversidad de los organismos. Valen tanto por lo que contienen como por lo que han ofrecido y ofrecen a todos los investigadores dedicados a su estudio, y b) contienen una informaci�n que de otro modo estar�a dispersa en el tiempo y espacio. Las poblaciones ah� representadas en ocasiones est�n extintas o han sido diezmadas. De esta manera, las muestras as� reunidas son relativamente perennes o de larga preservaci�n, lo cual facilita y agiliza su estudio. Las colecciones, para el tax�nomo, son a la vez "herramienta fundamental", "producto terminado" y "objeto de estudio", pues son muestras de la diversidad biol�gica.

La calidad de la informaci�n en las colecciones biol�gicas depende de varias fases en su proceso de integraci�n. A continuaci�n se enumeran algunas:

1) De la calidad o condiciones de los ejemplares recolectados y de las t�cnicas y materiales usados en su recolecci�n.

2) De la exactitud, amplitud y conservaci�n de los datos tomados en la recolecci�n de los ejemplares.

3) De las t�cnicas y materiales usados en su conservaci�n.

4) Del n�mero de ejemplares, de la representaci�n adecuada de ambos sexos, de la riqueza de fases larvarias y adultas, as� como de la variedad de procedencia estacional y geogr�fica de los ejemplares.

5) De la correcta identificaci�n y ordenamiento de los ejemplares en las colecciones, as� como del mayor n�mero de contribuciones originales que se hayan publicado con base en el estudio de las colecciones.

6) Del cuidado y mantenimiento de la colecci�n y de las particularidades del espacio de alojamiento, en el sentido de prevenci�n contra los efectos f�sicos, qu�micos, mec�nicos y biol�gicos que pudieran alterar y deteriorar a los espec�menes.

7) De la r�pida localizaci�n de los ejemplares, de las bit�coras de campo de las expediciones y recolectores, as� como de qu� tan completa, disponible y f�cil sea la localizaci�n de la literatura especializada que se tiene anexa.

8) De los materiales, instrumentos y equipos disponibles para el estudio de los ejemplares.



Cementerio biológico: "Los tesoros del taxónomo Si te mata".


En los museos y sus colecciones descritos como se ha sintetizado aqu�, el com�n denominador es que se trata de centros de informaci�n e investigaci�n. Los ejemplares conservados guardan amplios espectros de informaci�n que investigar, potencialmente abiertos a expectativas presentes y futuras si se cumple con colecciones reunidas que sean una "muestra apropiada" para el estudio de la diversidad organ�smica. No obstante, mucha informaci�n de gran valor en los estudios taxon�micos no se encuentra en los organismos preservados; multitud de propiedades privativas de los seres vivos se pierden cuando �stos mueren. Quienes ofrecen ese conocimiento ausente son todos aquellos especialistas de la biolog�a —bioqu�micos, bi�logos moleulares, et�logos, ec�logos, fisi�logos, genetistas, embri�logos, etc.— que se ocupan de eventos, fen�menos y propiedades con otra perspectva e intenci�n, pero quienes ordenan, analizan e investigan los espec�menes en t�rminos taxon�micos son los sistematas. Habr�a que a�adir tambi�n que los tax�nomos trabajan a menudo con colecciones de seres vivos en parques zool�gicos, jardines bot�nicos, acuarios, insectarios y toda una variedad de �reas bi�ticas protegidas que albergan una muestra significativa de la diversidad organ�smica, de tal modo que el concepto de museo de los tax�nomos se ha extendido muchas veces para abarcar tales reservorios bi�ticos.

Actualmente existe una seria preocupaci�n en los c�rculos cient�ficos, culturales y art�sticos acerca de la conservaci�n de los biota (flora y fauna) y su medio ambiente, ante la persistente degradaci�n y desaparici�n de numerosas �reas naturales. Sabemos que los especialistas que estudian la diversidad organ�smica son los que pueden ofrecer las soluciones acad�micas de mayor valor. Estos especialistas son los tax�nomos, los bioge�grafos, los ec�logos y los genetistas.

Hemos expuesto una s�ntesis sobre los centros donde se hace la taxonom�a, pero poco se ha comentado sobre algunas de las actividades de los tax�nomos, propiamente de las tareas cotidianas del tax�nomo pr�ctico. Una de las tareas m�s frecuentes de los tax�nomos est� relacionada con la elaboraci�n de los inventarios bi�ticos regionales, el listado de especies que habitan un lugar, el reconocimiento de su asociaci�n con otras especies en un h�bitat determinado y los aspectos m�s sobresalientes de su distribuci�n local. Es importante y laboriosa la tarea de recolectar y observar en una regi�n los organismos y poblaciones, formular claves para su identificaci�n, registrar par�metros geogr�ficos y ecol�gicos de su distribuci�n, as� como ilustrar las especies o grupos de ellas. Por otra parte, muchos especialistas en otras disciplinas biol�gicas y muchos tecn�logos y cient�ficos requieren saber la identidad de los organismos, poblaciones y especies o grupos de ellas cuando se encuentran realizando una investigaci�n o est�n trabajando en un aspecto de aplicaci�n. Normalmente, este tipo de personas env�an parte de las muestras con las que trabajan a los tax�nomos para su identificaci�n. Los tax�nomos, seg�n el sistema de clasificaci�n aceptado o de uso corriente, ubican el lugar de las muestras y les asignan el nombre que les corresponde en el sistema en pr�ctica.

Debe tenerse en cuenta que al asignarse un nombre a una especie o a un grupo de ellas, es posible que simult�neamente se reconozca bajo �ste la informaci�n biol�gica conocida.

En relaci�n con otro terreno m�s complejo, los tax�nomos cotidianamente se enfrentan a describir y bautizar especies, para lo cual m�nimamente proponen las hip�tesis de que la especie que est�n denominando es nueva por un conjunto de caracteres. Se plantean preguntas como �sta: �Cu�l especie es la hermana de A?, que tiene cuando menos un par de especies alternativamente posibles. Con esta tarea se tienen que analizar varias hip�tesis en juego y examinar o reinvestigar los caracteres, y surgen las preguntas: �C�mo se comparten �stos entre las especies examinadas? �Cu�les caracteres muestran una mayor cercan�a geneal�gica de la especie A con la B, la A con la C y as� sucesivamente? Esto es, se plantean preguntas o hip�tesis de afinidad filogen�tica y se examinan los caracteres para apoyar o responder los cuestionamientos. Con frecuencia se investiga un conjunto de caracteres previamente no analizados en un grupo de organismos, lo que conduce a efectuar un nuevo an�lisis filogen�tico y a reestructurar o proponer una clasificaci�n consecuente con los nuevos resultados obtenidos.

Las relaciones geneal�gicas reconocidas o descubiertas entre las especies bajo estudio tienen una enorme utilidad en el an�lisis de la historia de la distribuci�n de organismos. En las hip�tesis de relaci�n geneal�gica a menudo subyace la explicaci�n de los patrones de distribuci�n de flora y fauna, de tal modo que las clasificaciones de los seres vivos pueden tener una amplia correspondencia con las clasificaciones de las �reas que ocupan. �stos son aspectos que comparten estrechamente la taxonom�a y la biogeograf�a, que unifican las historias de la vida y de la Tierra.

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