II. C�MO CLASIFICABAN LOS MAYAS Y LOS FORE LAS PLANTAS Y LOS ANIMALES
El m�todo, alma de la ciencia, designa a primera vista cualquier cuerpo de la naturaleza, de tal manera que este cuerpo enuncie el nombre que le es propio y que este nombre haga recordar todos los conocimientos que hayan podido adquirirse en el curso del tiempo sobre el cuerpo as� denominado: tanto que en la confusi�n extrema se descubre el orden soberano de la naturaleza. Systema naturae, LINNEO (1766)
JERARQUÍAS COMO INTRODUCCIÓN
JERARQU�A es un t�rmino muy en boga de la biolog�a, en disciplinas tales como evoluci�n, taxonom�a, ecolog�a y otras m�s. Es una palabra asociada a clasificaciones donde hay rangos o grados, que denota grupos ordenados en una secuencia de conjuntos y subconjuntos incluidos sucesivamente, por ejemplo: en el ej�rcito existen generales, coroneles, tenientes, sargentos y soldados, con subrangos en cada una de estas categor�as o niveles (sargento primero, sargento segundo y cabo).
Otros casos de jerarqu�a los tenemos en los diversos grados de la iglesia y de la marina: una organizaci�n de individuos dentro de niveles de autoridad; en este patr�n de clasificaciones hay un arreglo piramidal y subordinado de las categor�as o niveles clasificatorios.
En el caso de la conocida jerarqu�a linneana, ampliamente usada en biolog�a, se comienza con la categor�a clasificatoria del nivel de especie, cuyos elementos se subordinan a la siguiente categor�a del nivel g�nero, y sucesivamente se puede continuar con los niveles de familia, orden, clase, phylum y reino. Se conjuntan as� las siete categor�as o niveles b�sicos de la clasificaci�n moderna.
Hoy se habla de jerarqu�as en la historia evolutiva, en la filogenia de los seres vivos, al igual que en jerarqu�as ecol�gicas. Las jerarqu�as filogen�ticas se estructuran desde el material hereditario hasta los grupos de especies con una misma historia evolutiva, es decir, con los codones, genes, organismos, demos, especies y grupos de especies o taxa con comunidad de origen y, en la c�spide, toda la vida; mientras que las jerarqu�as ecol�gicas se integran con los niveles de enzimas, c�lulas, organismos, poblaciones, ecosistemas locales y regiones bi�ticas, y tienen en su v�rtice a la bi�sfera entera, de acuerdo con el punto de vista del paleont�logo y evolucionista Niles Eldredge, quien discute en sus �ltimos libros y publicaciones una teor�a de las jerarqu�as para la biolog�a.
Durante la d�cada pasada, cuando me iniciaba como aprendiz de sistemata (hoy contin�o si�ndolo), durante la famosa c�tedra de taxonom�a avanzada que impart�a el finado doctor Alfredo Barrera, discut�amos estos aspectos de la jerarqu�a, que se resumen en la afirmaci�n del m�dico espa�ol Faustino Cord�n: los seres vivientes son un conjunto que se deja clasificar por s� solo de modo jer�rquico. Con esta f�rmula nos pod�amos explicar que las clasificaciones construidas con base en genealog�a (relaciones sangu�neas) o con base en semejanza a menudo son extraordinariamente similares. As� tambi�n nos respond�amos y nos explic�bamos el sorprendente parecido que presentan las clasificaciones bot�nicas y zool�gicas desarrolladas por gran cantidad de comunidades culturales las cuales est�n construidas tambi�n con base en diferencias y similitudes con las clasificaciones occidentales modernas. Por ejemplo, en much�simos casos distingu�an con extraordinaria precisi�n el mismo n�mero y las mismas especies de p�jaros, ranas o plantas; nombraban a las especies como Linneo, mediante un sustantivo (g�nero) y un adjetivo (especie). Se trata, pues, de un sistema binominal de nomenclatura. A veces reconoc�an otras categor�as superiores en donde se pod�a descubrir el arreglo jer�rquico o piramidal, el cual ya era expresado m�nimamente en los binomios g�nero-especie de los grupos de organismos que se reconoc�an.
EL CASO DEL SISTEMA DE CLASIFICACI�N DE LA COMUNIDAD CULTURAL
FORE DE AWANDE EN NUEVA GUINEA
Durante la d�cada de 1960, el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York integr� una expedici�n zool�gica para d estudio de los vertebrados, principalmente p�jaros, en una isla de la regi�n �ustraliana: la Nueva Guinea. Los estudios se llevar�an a cabo en el �rea monta�osa oriental de esa isla, donde habitan los fore. Los antecedentes b�sicos que se ten�an de este grupo humano eran tres; 1) su poblaci�n padece una rara enfermedad llamada "kuru" que se caracteriza por una degeneraci�n del sistema nervioso central y es responsable de la mitad de las muertes que ocurren entre ellos; 2) su dieta consiste en vegetales cultivados y de vez en cuando carne de puerco; sin embargo, todav�a usan ampliamente plantas y animales silvestres, tanto para alimento como para decoraci�n, y 3) los nombres de los animales ten�an algunas variaciones de un pueblo a otro entre los fore, de tal modo que para este estudio se escogi� al pueblo de Awande. Los dos �ltimos puntos fueron importantes para determinar el conocimiento del entorno bi�tico de esta comunidad en relaci�n con aspectos de taxonom�a.
Diamond, quien era el investigador responsable de este estudio etnotaxon�mico, consider� como sistema de clasificaci�n de referencia al conocido y usado en la ciencia occidental, a fin de comparar los resultados obtenidos con los fore; de este modo estableci� tres procedimientos para estudiar la clasificaci�n zool�gica fore: 1) pidi� a varias personas que le enumeraran con descripci�n y nombre todas las especies de vertebrados que conocieran; 2) despu�s de las recolecciones efectuadas diariamente por la expedici�n, mostraba los ejemplares a varios fore y les preguntaba el nombre de cada organismo, sus h�bitos y las voces o sonidos que emit�an; 3) mientras efectuaba censos y observaciones de campo, se hac�a acompa�ar de algunos fore a los que preguntaba los nombres de los organismos que ve�an y acerca de los cantos correspondientes. Con base en los tres procedimientos descritos obtuvo 192 descripciones de grupos animales (especies) y 188 nombres fore; todas las especies de p�jaros de Awande tuvieron un nombre fore. Al analizar los 192 nombres para estudiar el sistema de clasificaci�n de este pueblo, se encontr� que todos los animales se inclu�an en una de las nueve categor�as superiores que llamaban t�be ak�, que a su vez se subdivid�an en unidades llamadas �mana ak�, que en su mayor parte correspondieron a las especies reconocidas por los cient�ficos. Las categor�as superiores y el n�mero de �mana ak� que inclu�an eran las siguientes: 1) k�bara (110 �mana ak�), que inclu�a a las aves menos al casuario, que es m�s parecido al avestruz que al resto de los p�jaros; 2) �manani (1 �mana ak�), el casuario; 3) �mu (15 �mana ak�), los peque�os roedores y marsupiales; 4) �ga (20 �mana ak�), grandes mam�feros, marsupiales y ratas gigantes; 5) �simi (2 �mana ak�), murci�lagos; 6) idro (16 �mana ak�), las ranas; 7) kwiy�gine (16 �mana ak�), las lagartijas y las v�boras; 8) �ba (1 �mana ak�), el pez, y 9) kab�gina (n�mero de �mana ak� incierto), los insectos, las ara�as y los gusanos.
Mientras que los fore reconocieron y designaron 110 nombres para las aves, los tax�nomos del Museo Americano admitieron 120. En 93 casos hubo una correspondencia uno a uno entre los �mana ak� de los fore con las especies de los cient�ficos. Ocho �mana ak� designaban a los machos y a las hembras de cuatro especies fuertemente dim�rficas reconocidas por los taxonomos del museo; en estas especies, las plumas del macho son usadas por los nativos para decoraci�n. En nueve casos un �mana ak� se aplica a dos o m�s especies de p�jaros estrechamente relacionadas; sin embargo, a menudo los fore dieron nombres distintos a especies muy parecidas, que los tax�nomos en el campo confund�an, pero que los fore diferenciaban f�cilmente por el canto y los patrones conductuales. En varios casos los nombres adjudicados a las especies de p�jaros fueron descripciones onomatop�yicas, es decir, derivadas de los cantos de las especies; en otros casos los nombres se refer�an al h�bitat, h�bitos o alg�n car�cter de forma y color, pero la gran mayor�a no tuvieron etimolog�as obvias.
Nos podemos juntar y nos podemos dividir según sea nuestro parecido y nuestra jerarquía, ¡por supuesto!
Muchos otros resultados se obtuvieron de estas experiencias con los fore, pero hablar sobre ellos no forma parte de los prop�sitos de este libro. Las conclusiones m�s generales que pueden obtenerse del estudio con los fore son varias: 1) la estrecha correspondencia en el reconocimiento de las discontinuidades, tanto desde el punto de vista cient�fico como en la cosmovisi�n fore del mundo bi�tico, se relaciona con la gran objetividad del concepto de especie; 2) cuando una comunidad cultural usa m�s una parte del universo zool�gico, �sta tiene mayores significados utilitarios para ella y las discontinuidades son percibidas y denominadas con mayor precisi�n, como fue el caso de los machos y las hembras de aves del para�so, que tienen gran significancia entre los fore; 3) muchas especies dif�ciles de observar, como los chotacabras y las ranas de h�bitos nocturnos, son bien distinguidas y denominadas de manera distinta, aunque no con la precisi�n aplicada a los que son muy utilizados; 4) las categor�as de clasificaci�n superior son pocas (nueve) y se relacionan ampliamente con las distintas "formas de vida" o "tipos" de animales, y 5) puede descubrirse una incipiente jerarqu�a de las categor�as clasificatorias en la clasificaci�n de los fore.
Como puede verse, los resultados de este estudio son algo limitados por varias razones. Una de ellas se debe a que hizo falta un mayor conocimiento antropol�gico y ling��stico para efectuar un an�lisis m�s detallado de la nomenclatura utilizada por los fore. Ahora pasemos a otros casos donde la taxonom�a folk o precient�fica como tambi�n se le llama tuvo mayor desarrollo, en los que es posible reconocer numerosos principios y fundamentos.
El lector debe saber que M�xico es pionero en los estudios de sistem�tica popular o taxonom�as folk, tradicionales o precient�ficas. A fines del siglo pasado, Del Paso y Troncoso public� una obra sobre la taxonom�a bot�nica n�huatl, que se encuentra incluida en su estudio acerca de la historia de la medicina. Dada la enorme cantidad de dialectos y lenguajes de numerosos grupos culturales (etnias) originarios de M�xico, hay muchos diccionarios y estudios antropol�gicos relacionados con el tema. As� tambi�n, desde la d�cada pasada varios bi�logos, antrop�logos y agr�nomos nacionales y extranjeros han trabajado diversos problemas en sistem�tica folk, fundamentalmente con distintos grupos mayas, pero tambi�n con grupos del altiplano mexicano y de otras �reas etnoculturales. De particular importancia son los estudios de Berlin, Breedlove, Raven y Hunn con los tzeltales de las tierras altas de Chiapas, los de Barrera con los mayas de Yucat�n y de varios de sus disc�pulos en distintos lugares de M�xico, as� como las investigaciones de Hern�ndez o sus disc�pulos con grupos mayas y nahuas. Por todos estos antecedentes, por el progreso y posibilidades de la etnociencia en nuestro pa�s, y tambi�n por el inter�s en tales aspectos de nuestra identidad nacional, que han mostrado muchos grupos de j�venes investigadores, M�xico podr�a ser una potencia en l�neas de investigaci�n de taxonom�as tradicionales. T�mese en cuenta que en este tipo de estudios se avanza en el conocimiento de las clasificaciones y nomenclatura de las diversas etnias de nuestro pa�s y as� tambi�n se "rescata" el saber tradicional, cuyas implicaciones en medicina, ecolog�a y manejo de los recursos bi�ticos puede ser de gran valor e importancia para la ciencia y la econom�a nacionales.
Primero nos vamos a referir a las investigaciones de Berlin y su grupo con los tzeltales. Sus trabajos revisten gran inter�s debido a que de sus resultados se derivan varias caracter�sticas comunes a la mayor�a de las clasificaciones tradicionales, lo cual ha proporcionado una s�ntesis de muchas otras publicaciones de investigadores que trabajaron con diversos grupos abor�genes de distintas partes del mundo, por ejemplo, los hanun�o de las Filipinas, los cantoneses de Hong Kong, los guaran�es de Argentina, los navajos de los Estados Unidos y otros m�s. Los principios descubiertos por este grupo de investigadores son los siguientes: 1) en todos los lenguajes se reconocen grupos de organismos en la naturaleza que son tratados como unidades discontinuas (taxa); 2) estos taxa se agrupan en un n�mero reducido de clases, que se pueden denominar categor�as taxon�micas etnobiol�gicas, las cuales pueden definirse en t�rminos de criterios ling��sticos y taxon�micos, que son: iniciador �nico, forma de vida, g�nero, especie y variedad; 3) las cinco categor�as tienen un orden jer�rquico y los grupos de organismos (taxa) asignables a cada rango son mutuamente excluyentes; 4) a menudo al tax�n en la categor�a m�s incluyente o iniciador �nico no le es asignada alguna palabra, por ejemplo: las palabras planta o animal raramente se utilizan en este punto es importante que el lector atienda que una cosa son las categor�as o niveles en una clasificaci�n jer�rquica y otra son los taxa, por ejemplo: en la categor�a coronel de una jerarqu�a militar pueden estar varios taxa, los coroneles Jorge Sober�n, Miguel Franco y Juan Labougle; 5) los taxa de la categor�a "forma de vida" invariablemente son pocos en n�mero, cinco a diez, los cuales incluyen a la mayor�a de todos los taxa nombrados de rango inferior recuerde el lector el punto 4 en el subt�tulo de los fore de Nueva Guinea; 6) en la mayor parte de las taxonom�as folk, los taxa miembros de la categor�a de g�nero son siempre m�s numerosos aproximadamente 400 que los taxa forma de vida; 7) los taxa de especie y variedad existen en un n�mero reducido dentro de cada g�nero y los conjuntos de m�s de dos especies dentro de cada g�nero a menudo son grupos de organismos de la mayor importancia econ�mica y cultural. Los taxa de especie y variedad se reconocen ling��sticamente en lo que se llama por lo com�n un binomio, que incluye los nombres de g�nero y especie a los que pertenecen, y cuando es un trinomio incluye el nombre de la variedad; y 8) los taxa intermedios entre la forma de vida y los g�neros son muy raros y no se les asigna un nombre, por lo cual se pueden admitir categor�as encubiertas.
Yo los clasifico de acuerdo con lo que me sirve... o al menos eso les hago creer. No saben mi cosmovisión.
De las ocho reglas generales enunciadas en el p�rrafo previo, se esperar�a que se cumplieran en las primeras clasificaciones bot�nicas o zool�gicas e igualmente en aquellas clasificaciones de otras comunidades culturales. Efectivamente as� ocurre, con modificaciones menores, en los escritos bot�nicos y m�dicos de Diosc�rides y Teofrasto de la Grecia antigua: la variaci�n de nombres gen�ricos de 250 a 800, en aparente contraposici�n con el principio n�mero 6 se�alado, s�lo es consecuencia de la riqueza bi�tica del medio ambiente en donde se desarrolla una cultura determinada.
Barrera, con los mayas de Yucat�n, estudi� los mismos ocho principios y el mismo Berlin los volvi� a reconocer tiempo despu�s en los aguarunas y j�varos del Per�. Una explicaci�n basada en razones ling��sticas, en funci�n de las posibilidades de memoria humana y la facilidad de manejo de un n�mero de nombres de un �rea bi�tica limitada parece tener lugar para entender los n�meros de taxa y las categor�as clasificatorias folk. Si lo vemos en relaci�n con que los grandes viajes de los naturalistas durante los siglos XVIII y XIX expandieron notablemente los l�mites de un �rea a toda la Tierra, la invenci�n de la imprenta y el microscopio tiempo antes, las posibilidades de formaci�n de colecciones de animales y plantas conservados (con todas las ventajas y propiedades que se citaron) vinieron a romper con las limitaciones impuestas al conocimiento de las culturas regionales.
En relaci�n con los principios taxon�micos folk enumerados previamente, Barrera y colaboradores encontraron que en el maya yucatanense no existe una palabra equivalente a planta; los biotipos o formas de vida en plantas son s�lo nueve: ch� (�rboles y arbustos, plantas le�osas), xiw (hierbas), ak'/ kan (plantas trepadoras o rastreras), su'uk (zacates: gram�neas y ciper�ceas), xa'an (palmas), ki (agaves o magueyes), ts'ipil (nolinas), tuk (yucas) y tsaham (cactos). Respecto a los nombres gen�ricos encontraron lo siguiente: la mayor�a de los g�neros correspondieron a g�neros reconocidos por la taxonom�a bot�nica cient�fica, aunque a veces reun�an a dos g�neros, estuvieran o no relacionados por lazos evolutivos, por ejemplo: abal (Spondias, ciruelo), chakah (Bursera), ki (Agave); muy (Annona, Malmea y Uvaria). Los autores advirtieron que los nombres de los g�neros son de dif�cil an�lisis etimol�gico, pero al conocer el idioma es posible reconocer el significado de algunos t�rminos, los que a menudo describen alguna propiedad del grupo de organismos, por ejemplo: Abal: a + ab + al/ ab + al = que se pone blando, aguanoso; ab= aguado; -al = sufijo de abstracci�n; abal = Spondias (ciruelo).
Tambi�n descubrieron que los nombres gen�ricos bot�nicos mayas son nombres-frase que a veces tienen significados m�ltiples (polis�micos), por ejemplo: Chakah: chab + ak + -ah = el casposo, el de la cubierta descascarada; cha' + ak + 'ah = el gomoso o resinoso, el de la cubierta o superficie resinosa, gomosa; chak + ah = el rojeante chakah = Bursera, que tiene todos los atributos citados.
Con respecto a la formaci�n de los nombres espec�ficos distinguieron varias modalidades: 1) a los nombres gen�ricos se les a�ade el nombre de un color (chak-rojo, ek'-negro, ya 'ax verde, k'an-amarillo y sak-blanco), asociados a los cuatro puntos cardinales (oriente, poniente, sur y norte) y el centro; la tercera parte de las plantas fueron registradas de este modo y la formaci�n del nombre no s�lo era descriptiva sino tambi�n ritual, lo cual parece formar parte de un sistema hoy desaparecido, inscrito en la concepci�n cosmog�nica maya, junto con sus correspondientes atributos y simbolog�a; 2) a los nombres gen�ricos se les agrega un nombre descriptivo (no color) para formar el binomio; 3) en los casos de g�neros con un sola especie no se agrega ning�n nombre especifico; 4) los nombres de g�nero se relacionan con las antiguas deidades mayas, y 5) los nombres donde no se se�ala el g�nero son nombres-frase descriptivos de una similitud o resultado de un proceso por analog�a.
El siguiente es un ejemplo que sirve para advertir el funcionamiento de la clasificaci�n por colores de los t�rminos gen�ricos. Los mayas, para denominar y diferenciar especies, usan el g�nero abal = Spondias (ciruelo): chak-abal (Spondias purpurea), ek'abal (Spondias sp) y k'an-abal (Spondias lutea); en una cuarta especie, k'an k'an-abal (Spondias mombim) se duplica el calificativo k'an, que indica mayor intensidad del color amarillo del fruto del ciruelo, como en los otros casos es descriptivo y se asocia al color del fruto.
Se podr�an resumir varios aspectos de las taxonom�as tradicionales hasta ahora tratadas, en relaci�n con algunas taxonom�as cient�ficas: 1) congruencia para reconocer las discontinuidades entre los grupos de organismos o taxa a trav�s de similitudes y diferencias (semejanza); 2) equivalencia ling��stica para denominar las especies con un binomio compuesto con el nombre del g�nero (un sustantivo) y el nombre de la especie (un adjetivo); 3) en ambas taxonom�as las clasificaciones biol�gicas construidas pretenden ser consecuentes con un sistema de conocimiento m�s universal (por un lado, las taxonom�as tradicionales se basan a menudo en concepciones que llamar�amos m�gico-religiosas inmersas en su cosmogon�a, es decir, en una forma integrada de concebir el Universo; por otro lado, en la taxonom�a biol�gica occidental o cient�fica se requiere que la clasificaci�n biol�gica corresponda o se derive de la historia evolutiva delos organismos o de la "similitud total" exhibida por las poblaciones o especies, adem�s de ser congruente con el conocimiento producido por el resto de las ciencias, sin un sentido m�gico-religioso), y 4) ambas taxonom�as construyen clasificaciones jer�rquicas.
Conviene insistir en una diferencia b�sica que existe entre las taxonom�as biol�gicas folk y la taxonom�a biol�gica evolutiva: en las primeras la construcci�n del sistema de clasificaci�n se hace por semejanza y en la segunda, al menos en la m�s importante, que sirve como sistema de referencia, se hace por comunidad de origen o afinidad sangu�nea (genealog�a); y la interpretaci�n de la similitud y la diferencia se realiza en t�rminos filogen�ticos. Una concepci�n de la evoluci�n del mundo org�nico como en la ciencia actual no se registra en las culturas precient�ficas hasta ahora conocidas.
LA CLASIFICACI�N DE LOS HONGOS ENTRE LOS PUR�PECHAS
Se ha explicado que entre las distintas etnias se presentan sistemas de clasificaci�n que cumplen con una serie de reglas generales, expresadas en orden por primera vez en los trabajos de Berlin y sus colaboradores, las cuales cumplen a la vez con las visiones cosmog�nicas m�gico-religiosas de cada comunidad cultural, de acuerdo con los hallazgos de Barrera y su grupo. De particular inter�s son los estudios de Cristina Mapes y sus colaboradores sobre el conocimiento y uso de los hongos en la cuenca del lago de P�tzcuaro en Michoac�n, que se utilizar�n como un ejemplo en este libro.
La etnobióloga Mapes y su informante purépecha.
En la investigaci�n efectuada por Mapes se pusieron en pr�ctica las t�cnicas usadas por Diamond. Mapes, con base en fotograf�as, sintetiz� la literatura sobre hongos y sus usos en la regi�n. Form� con ello un cat�logo nomenclatural que le sirvi� para el an�lisis de la clasificaci�n de los hongos por ese grupo humano. Obtuvo 99 nombres populares para los hongos, de los cuales 53 fueron dados en pur�pecha. Los informantes a los que entrevist� separaron siempre los hongos de las plantas, como en la clasificaci�n moderna. Ellos dec�an que los hongos no son planta, sino que en una frase les llamaban "flor de tierra" (echeri, uetsikuaro, enganaka o ter�kua); s�lo el cuitlacoche u hongo de la mazorca del ma�z fue clasificado aparte de ambos grupos.
El t�rmino terekuicha abarcaba a todos los hongos; as�, pareciera que el iniciador �nico o tax�n de la categor�a inicial en las clasificaciones tradicionales de plantas y animales, s� estuviera nombrado para hongos, aunque posiblemente el t�rmino s�lo fuera una forma de vida as� denominada, pero no incluida en ninguna de las categor�as iniciales. La palabra cikinte' designa cualquier hongo entre los huastecos, como canul te' tik entre los tzotziles, ccho entre los matlatzincas, tai entre los mazatecas y nanacatlente entre los nahuas.
La clasificaci�n de los hongos en grandes grupos, efectuada por los informantes, fue por semejanza. De acuerdo con su forma, color y consistencia cuando estaban frescos, se consideraba el h�bitat donde crec�an; m�s o menos los mismos procedimientos que son usados en la micolog�a cient�fica. Las cat�gor�as de familia-orden descubiertas fueron tres, correspondientes a los grandes grupos de hongos percibidos por los pur�pechas:
Terekuicha
(todos los hongos)I. Carnosos, con costillas (o laminillas) debajo de la espalda o sombrero. (Orden Agaricales de la clasificaci�n cient�fica.) II. Carnosos, con poros debajo del sombrero. (Familia Boletaceae de la clasificaci�n occidental.) III. Carnosos, duros o gelatinosos; cuando son carnosos, sin presencia de costillas o poros debajo del sombrero. Grupo heterog�neo de hongos en la clasificaci�n cient�fica.)
A continuaci�n se presenta la clasificaci�n de los hongos subordinados a la primera categor�a:
I. Carnosos con costillas kux (trompas de puerco) tepejkua (llaveritos) tsupata (flor de durazno) tiripiti (amarillos) t'sapk'i (gavil�n o parag�itas) paxakuas
En casi todos los casos los nombres "gen�ricos" se relacionan con una descripci�n propia del grupo de hongos que son denominados. Cada g�nero representa e incluye a varias especies de hongos. Se hace referencia a una especie como la principal o representativa y dentro de cada grupo se pueden reconocer tres categor�as utilitarias, que definen el sistema de clasificaci�n en los g�neros: los que se comen, los malos (que no se comen) y los que emborrachan.
Mapes y sus colaboradores consideraron que la clasificaci�n de los hongos por los pur�pechas era algo at�pica, pero que en t�rminos generales cumpl�a los principios propuestos por Berlin, aunque reconocieron que posiblemente haya habido errores de procedimiento por carencia de un an�lisis ling��stico, que es b�sico para el estudio de los l�xicos que se desee interpretar con el fin de descubrir aspectos etnotaxon�micos.
En la etnotaxonom�a hay mucha, much�sima tela de d�nde cortar a�n. Todos los investigadores que han publicado sobre este tema han dejado numerosas preguntas por responder. En M�xico existe un territorio rico en etnias, floras y faunas, que son parte de nuestra riqueza cultural y de un mosaico de identidad nacional que debemos investigar.