XI. ¿ES NECESARIA LA RADIACIÓN PARA LA VIDA?
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A HIPÓTESIS
más aceptada hoy en día sobre el origen de los procesos evolutivos que culminaron con la aparición del ser humano sobre la Tierra sostiene que los compuestos orgánicos más simples pudieron sintetizarse debido a la acción de diversas fuentes de energía sobre precursores inorgánicos. Experimentos realizados en los últimos 50 años han demostrado que es posible producir azúcares, aminoácidos (que constituyen las proteínas), compuestos nitrogenados y otras moléculas orgánicas a partir de sustancias inorgánicas como el metano, el amoniaco, o el agua, irradiados con luz solar intensa, descargas eléctricas, calor, radiación ultravioleta, partículas alfa, beta y gamma, o bombardeo con electrones y protones. Estos procesos pudieron haber ocurrido en las orillas arcillosas de los charcos que formaban el paisaje primitivo de nuestro planeta antes que existiera la vida. Se piensa que las moléculas orgánicas se organizaron en gotitas microscópicas y que debido a la continua exposición a la radiación natural incidente sobre la Tierra, fueron transformándose en moléculas cada vez más complejas. Estos sistemas pudieron aislarse del medio ambiente formando una membrana. Después, constituirse en precursores de las células tal como las conocemos actualmente y, por lo tanto, de la vida.Hasta el momento, la teoría recién expresada sólo está parcialmente avalada por experimentos. Se espera que en el futuro se puedan reproducir en un laboratorio las condiciones que permitieron el desarrollo biológico sobre la Tierra y así mejorar la comprensión de los procesos que llevaron a la aparición de la vida. Sin embargo, con la evidencia científica actual, sería dificil negar que nuestra existencia depende, fundamentalmente, de materia y energía originada en las estrellas. Así, la respuesta al título de este capítulo debiera ser positiva.
No obstante, desearíamos insistir en el papel que desempeña la radiación en nuestro mundo de hoy, el umbral del siglo XXI. Sin duda, el mayor efecto del uso de la radiación ha sido y es la posibilidad de obtener radiografías del cuerpo humano para realizar diagnósticos médicos. Gracias a este procedimiento, no sólo se han salvado millones de vidas humanas, sino que la esperanza de vida de toda la humanidad ha aumentado. La radioterapia constituye el tratamiento adecuado para un poco más del 50% de los pacientes con cáncer, tanto como método curativo (complementario de la cirugía o la quimioterapia), o como método paliativo que ayuda al bienestar del paciente y en algunos casos a prolongar la vida útil de enfermos con cáncer ya avanzado. Miles de enfermos han sobrevivido años que han sido de gran valor para ellos y sus familias gracias a este uso de la radiación.
Otros usos de la radiación fueron descritos en el libro. La mayoría de ellos, por ejemplo el radioinmunoanálisis o la esterilización de jeringas y algodón, nos han beneficiado directamente (en el instante de necesitar un diagnóstico específico o la simple colocación de una inyección) y lo más probable es que ni siquiera supiéramos que en el método intervino la radiación. Estas y otras aplicaciones son parte de nuestra vida actual y si prescindiéramos de ellas, bajaría la calidad de vida que gozamos.
Es nuestra esperanza que el lector haya comprendido cuáles son las normas de seguridad que deben ir asociadas con una exposición a la radiación, de manera que pueda decidir si el beneficio de usarla es mayor que el riesgo. Toda actividad moderna lleva un riesgo asociado, desde salir a la calle a pie y tener que cruzar las calles, arriesgándonos a que nos atropellen, hasta tomar un avión y arriesgarnos a una caída. Cada vez que decidimos cruzar la calle o viajar en avión estamos decidiendo que el beneficio es mayor que el riesgo. Nuestra actitud frente a los usos de la radiación deberá ser similar.
En este libro hemos explicado los efectos biológicos de la radiación y hemos insistido en su probabilidad de ocurrencia. Para las dosis bajas que recibe el público, ya sea al tomarse una radiografía, al volar en jet, o al vivir cerca de una planta nucleoeléctrica, la probabilidad de sufrir un efecto biológico negativo es muy pequeña si se la compara con la probabilidad de daño asociada a otras actividades de nuestra vida diaria. Por ejemplo, está demostrado que el tabaco produce cáncer pulmonar y, sin embargo, suman millones los fumadores. La probabilidad de morir a causa del tabaco es de un 30% entre los fumadores. Esto quiere decir que, de un millón de fumadores, 300 000 fallecen por enfermedades relacionadas con su hábito. Otra actividad considerada normal es viajar en automóvil. El número de víctimas de accidentes en la carretera indica que el riesgo asociado a utilizar un auto es de 2%, es decir que de cada 10 millones de automovilistas, 200 000 pierden la vida en accidentes.
En el capítulo VI, dedicado a los efectos biológicos tardíos de la radiación en el ser humano, se calculó el riesgo de cáncer para una ciudad de 16 millones de habitantes que utilizan radiación de acuerdo con los promedios mundiales de dosis. El resultado que se obtuvo, menos de 100 casos de cáncer anuales debido a la exposición, principalmente a las radiografías, confirma que los usos comunes y corrientes de la radiación no conllevan un riesgo mayor que el de otras acciones aceptadas socialmente. El beneficio asociado a estos usos sobrepasa con creces, el riesgo.
¿Por qué entonces el temor exagerado del público a usar la radiación? Tal como se planteaba en la introducción, una causa es la pobre calidad de la información que se publica. Esto se debe a una posible ignorancia del tema por quienes efectúan los reportajes, pero también a un interés comercial por vender más. Por desgracia, el público se interesa más por conocer los desastres y las tragedias (reales o posibles) que por informarse de hechos menos espectaculares. Las noticias de caídas de avión o de dramas pasionales ocupan muchas más páginas de periódico y minutos de televisión que la información sobre asuntos de educación o de personalidades en el mundo actual. Y el tema de los peligros de la radiación es muy comercial, sobre todo debido a que el público se siente mal informado y se interesa por conocer mas. En 1979 ocurrió un accidente sin que hubiera ninguna víctima debido al reactor estadunidense de la Isla de Tres Millas, y aún hoy, 10 años más tarde, por el solo hecho de tener que ver con radiación, se recuerda cada año el aniversario en los medios de comunicación del mundo entero. Otros hechos, que objetivamente han producido más daño, como la tragedia de San Juanico en que murieron cientos de mexicanos en una explosión de gas, no reciben una cobertura periodística proporcional.
La radiación ha sido siempre parte de nuestra vida, y como tal, la enseñanza de sus propiedades y del manejo cuidadoso que debe dársele debería formar parte de la educación general que recibe la población. Si así fuera, el temor infundado que se siente actualmente disminuiría y, probablemente, algunas de las situaciones accidentales debidas a la ignorancia no ocurrirían.
A pesar de que este libro está orientado hacia el análisis de los usos benéficos de la radiación, sentimos necesario expresar nuestro rechazo tajante al uso de este agente, como el de cualquier otro, para fines bélicos y destructivos. Casi un siglo de investigaciones básicas y aplicadas a cerca de la radiación nos han mostrado las posibilidades que brinda su uso responsable y controlado. Así entendida, la radiación ha colaborado en el logro de mejores condiciones de vida para toda la humanidad.
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