III. SUCESOS CATASTR�FICOS CONOCIDOS Y DESCONOCIDOS

LOS procesos end�genos y ex�genos permanentemente est�n modificando la superficie terrestre con velocidades que a simple vista parecen insignificantes. La remoci�n de part�culas rocosas por los r�os, el viento, los hielos, las olas, o bien los numerosos sismos que ocurren cada d�a, las erupciones volc�nicas —una o dos por mes— o la ca�da diaria en la Tierra de material c�smico, originan cambios que no son perceptibles de un d�a para otro. En forma espor�dica, estos procesos se presentan con velocidades o magnitudes extraordinarias: los sismos alcanzan intensidades superiores a 8 (escala de Richter), las erupciones volc�nicas arrojan miles de toneladas de materiales, los r�os salen de su cauce y se ensanchan varios kil�metros, los derrumbes llegan a ser de dimensiones colosales, de millones de metros c�bicos; las olas marinas se elevan en el litoral hasta 30 m o m�s. Son algunos de los fen�menos que conocemos como catastr�ficos.

En tiempos hist�ricos han sido observados muchos fen�menos como los mencionados. Han sido estudiados lo suficiente como para conocer el mecanismo de su formaci�n y hoy d�a el inter�s principal radica en inferir lugar y tiempo posibles donde puede ocurrir un fen�meno de esta naturaleza.

En la corta historia de la humanidad hemos conocido muchos fen�menos naturales catastr�ficos: poblaciones cubiertas por avalanchas, destruidas por erupciones volc�nicas, por terremotos, marejadas, etc. Son fen�menos que dejan una huella: el tipo de sedimentos que se depositan, su espesor y la forma que adquieren en la superficie. En esta forma, por medio de la observaci�n de las rocas y las formas del relieve se puede inferir qu� tipo de fen�meno ocurri� en el pasado y esto es un tema que ha cobrado gran inter�s. Se han reconstruido numerosos procesos de actividad volc�nica, de sismos, de ca�da de meteoritos, de ciclones, etc., para los tiempos hist�ricos y los prehist�ricos.

Por medio de los estudios geol�gicos y geomorfol�gicos se han reconocido rasgos del relieve que deben haberse producido por fen�menos verdaderamente catastr�ficos, a�n no observados por el hombre. Es el caso de algunas erupciones volc�nicas que dan origen a calderas; impactos sobre la superficie terrestre de cuerpos celestes y posiblemente terremotos de intensidades no observadas todav�a.

Las erupciones volc�nicas ocurren pr�cticamente todos los a�os en un pa�s peque�o como Guatemala, aunque son escasas las que provocan verdaderos da�os. En este mismo pa�s, situado en una de las zonas de mayor actividad tect�nica del planeta, los sismos destructores se han producido con promedio de dos o m�s veces en medio siglo. Para otras regiones se ha calculado que se presentan una vez en doscientos a�os.

Los fen�menos catastr�ficos de origen end�geno son los sismos y las erupciones volc�nicas; los ex�genos, los ciclones tropicales y otros tipos de fen�menos meteorol�gicos; las inundaciones y los procesos gravitacionales o de remoci�n en masa: derrumbes, colapsos, aludes y corrientes de lodo. En otra categor�a entran los tsunamis, ex�genos, pero creados en su gran mayor�a por procesos end�genos. Est�n tambi�n los procesos extraterrestres, que se refieren a la ca�da de meteoritos.

Como en el caso de los tsunamis, es com�n que cualquiera de los procesos ex�genos catastr�ficos sea provocado por un sismo o una erupci�n volc�nica.

Con excepci�n de la ca�da de grandes meteoritos en la superficie terrestre, todos los otros procesos han sido observados lo suficiente como para tener un conocimiento de los mismos. Un segundo proceso catastr�fico que nunca ha sido atestiguado es el de las glaciaciones.

Los especialistas que estudian estos problemas est�n convencidos de que los fen�menos catastr�ficos mayores se producen en periodos de varios miles e incluso millones de a�os. Y en la historia de la Tierra, de casi cuatro mil millones de a�os, deben haber ocurrido muchos. En seguida se mencionan algunos ejemplos.

LOS METEORITOS

El tema de los cuerpos extraterrestres que caen sobre la Tierra se ha vuelto muy popular. Hace un siglo no era del consenso general de los cient�ficos el origen meteor�tico de varios cr�teres de la superficie terrestre, lo que s�lo empez� a aceptarse a principios del actual. Y como tema de investigaci�n, s�lo en la d�cada de los a�os ochenta cobr� una gran importancia. Dej� de ser el tema aislado de los textos de geolog�a, digno de mencionarse pero sin trascendencia alguna. Y como ha ocurrido siempre en las ciencias de la Tierra, la situaci�n cambi� radicalmente.

El conocimiento de la superficie de la Luna y los planetas cercanos a la Tierra, con abundantes cr�teres meteor�ticos, fortaleci� las hip�tesis en el sentido de que nuestro planeta tuvo un aspecto semejante hace m�s de 3 500 m.a. Se trata de un proceso de impactos que en otras �pocas fueron m�s frecuentes y aunque en menor escala, se sigue produciendo. Lo importante de esto es que ha influido en la historia geol�gica y es posible que tambi�n en la evoluci�n de la vida.

Tambi�n ha preocupado a los cient�ficos el hecho de que si en el pasado geol�gico se han producido impactos colosales en la superficie terrestre, existe siempre la posibilidad de que esto vuelva a ocurrir. En pocas palabras, desde hace 20 a�os se viene produciendo el redescubrimiento de los meteoritos ca�dos en la Tierra.

Con la exploraci�n del Sistema Solar y la aparici�n de las im�genes de sat�lite, se apoyaron las ideas en el sentido de que la Tierra en su etapa inicial de desarrollo, hace m�s de 3 500 m.a. era semejante a lo que hoy es la superficie de la Luna o Marte, salpicadas de cr�teres producto de impactos meteor�ticos. Algunos cient�ficos creyeron ver en las im�genes de la Tierra las cicatrices de impactos semejantes (lineamientos circulares) en todos los continentes. Esto es poco probable por los cambios extraordinarios que ha tenido la superficie terrestre. Sin embargo, hay, evidencias, no pruebas definitivas, de impactos en el sur de �frica, en el crat�n, una estructura rocosa de m�s de dos mil millones de a�os.

Los meteoritos caen con mucha frecuencia, pero al hacer contacto con la atm�sfera la gran mayor�a pasa al estado de fusi�n. Seg�n informa el cient�fico C. C. Albritton, m�s de mil millones de cuerpos extraterrestres penetran diariamente a la atm�sfera, incendi�ndose de inmediato; s�lo unos 500 000 son observables a simple vista; otros c�lculos suponen que 3 o 4 caen diariamente en la superficie, aunque son unos gramos de materia. Los meteoritos conocidos de m�s de 50 toneladas caen en promedio uno en 30 a�os y otros mayores, de 250 toneladas, uno en 150 a�os; los de mayores dimensiones, del orden de 50 000 toneladas, uno en cincuenta millones de a�os, de acuerdo con los c�lculos de varios especialistas. Estos datos se basan en los rasgos de antiguos impactos y la dataci�n aproximada de la �poca en que ocurrieron.

La ca�da de un meteorito en la superficie terrestre puede ser de choque. Esto es com�n en el caso de rocas de peque�as dimensiones que se desplazan con velocidades de menos de 2.5 km/seg. Forman cr�teres de hasta 100 m de di�metro.

Cuerpos rocosos mayores se desplazan con velocidades de 3-20 km/seg y explotan al tocar la superficie terrestre, por un descenso de su velocidad de desplazamiento. Los cr�teres que pueden formar son de incluso m�s de 100 km. Este tipo de formas del relieve no se conservan como tales por m�s de dos millones de a�os. Los cr�teres conocidos son muy j�venes. Los hay tambi�n antiguos de decenas y cientos de millones de a�os, que se han reconocido como tales por rasgos determinados, residuos de la formaci�n original. En ocasiones son depresiones o mont�culos rocosos alineados en forma circular. Su expresi�n actual depende del tama�o original, en especial la profundidad; de la regi�n en que se encuentre —las modificaciones del relieve terrestre var�an sustancialmente de una regi�n a otra— y de otros factores.

La formaci�n de una depresi�n de cientos de metros de profundidad y decenas de kil�metros de di�metro, en condiciones geol�gicas determinadas, puede permanecer por m�s de cien millones de a�os; aun cuando la erosi�n destruya sus bordes y la acumulaci�n la rellene, ser� una especie de cicatriz, reconocible por lo menos en fotograf�as a�reas e im�genes de sat�lite.

El criterio m�s importante para definir estos rasgos como cr�teres meteor�ticos ha sido la presencia de rocas y minerales que se forman por la transformaci�n de los del sustrato original al ser sometidos en forma brusca a presiones y temperaturas que provocan su fusi�n y recristalizaci�n.

Los da�os que cause un cuerpo extraterrestre dependen del tama�o del mismo y del lugar donde caiga. En el desierto del Sahara puede provocar pocos da�os; en una gran ciudad, la aniquilaci�n total material y de la vida humana. Se calcula que la ca�da de un gran meteorito en el oc�ano puede ser aun de mayor riesgo porque provocar�a olas gigantescas de varios metros de altura y velocidades de cientos de kil�metros por hora, invadiendo las costas en centenares de kil�metros de longitud.

Un fen�meno de esta naturaleza puede alterar tambi�n el clima al arrojar a la atm�sfera masas gigantescas de polvo que disminuir�an considerablemente la penetraci�n de los rayos solares, con el consiguiente enfriamiento —incluso glaciaci�n— por meses o a�os. Algo semejante puede provocar la muerte de especies vegetales y consecuentemente de los animales que se alimentan de aqu�llas. Adem�s, hay que considerar el cataclismo que provocar�a una colisi�n: terremotos que a su vez dar�an lugar a derrumbes en las monta�as e invasi�n de la tierra firme por el mar.

Cr�teres conocidos

El cr�ter de Arizona, llamado Ca��n del Diablo o Cr�ter de Barringer, se form� hace 25,000 a�os, tiene 1 200 m de di�metro y 183 m de profundidad, debido al impacto de un meteorito de m�s de 60 m de di�metro y un mill�n de toneladas, de acuerdo con R. A. Grieve. En 1891, los primeros estudios petrol�gicos permitieron concluir a algunos ge�logos que se trataba de un cr�ter formado por un impacto meteor�tico. Otros cient�ficos dieron puntos de vista opuestos: era de origen volc�nico. S�lo en 1931 se acept� en forma general la primera hip�tesis. El meteorito debi� explotar al acercarse a la superficie terrestre, lo que se dedujo de los fragmentos que se encontraron de aqu�l, as� como de las rocas y minerales que se originan por las altas presiones y temperaturas a que son sometidos.

En 1908 se produjo un aparente impacto en Tunguska, Siberia, pr�cticamente el primero y �nico de gran magnitud conocido en tiempos hist�ricos. No se observ� ni reconoci� de inmediato, sino posteriormente, a partir de los efectos. Origin� un sismo sensible a miles de kil�metros y el incendio de una regi�n despoblada en 50 km a la redonda; la explosi�n fue unas cien veces m�s intensa que la que produjeron las bombas at�micas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki.

Pasaron algunos a�os para que los cient�ficos rusos se desplazaran al lugar de los hechos a estudiar el fen�meno. Las investigaciones duraron varios a�os y se lleg� a la conclusi�n de que se trat� de un peque�o cometa que explot� a 5-10 km de altura cuando se acercaba a la superficie con una velocidad de 30-40 km /seg, la que disminuy� a 16-20 km /seg antes de explotar. El frente de onda debi� ser de 100 000 grados cent�grados. Las conclusiones se basaron en minuciosos estudios sobre las huellas dejadas por la explosi�n, la transformaci�n de minerales, los fragmentos depositados en el suelo y otros factores. Con esto acabaron todo tipo de especulaciones que inclu�an el aterrizaje y despegue de naves espaciales, de otro planeta, por supuesto.

Si volviera a ocurrir un fen�meno semejante en la actualidad no ser�a una sorpresa como el cometa de Tunguska. Los astr�nomos lo detectar�an por lo menos con semanas de antelaci�n y seguramente se observar�a a trav�s de la televisi�n.

En Sikhote-Alin, cerca del Pac�fico sovi�tico, en febrero de 1947 se produjo un bombardeo de peque�os meteoritos que formaron m�s de 200 hoyos y cr�teres peque�os; se reconocieron 22 cr�teres principales, el mayor de 26.5 m de di�metro y 6 m de profundidad.

De acuerdo con la informaci�n recopilada por C. Albritton, en Campo del Cielo, Argentina, se produjo una lluvia de meteoritos aproximadamente hace 5 800 a�os. Se reconocieron nueve cr�teres; el di�metro de �stos var�a de 20 a 115 m y la profundidad de 0.5 a 5.5 metros.

El mismo autor menciona los cr�teres de Odessa, en el sur de Texas, cerca de la frontera con el estado de Chihuahua. Se ha calculado su edad en unos 10 000 a�os. Son tres menores, con di�metros de 3 a 24 m y uno mayor, de 168 m de di�metro y 5 m de profundidad.

En Henbury, Australia, se localizan 12 cr�teres meteor�ticos de aproximadamente 4 200 a�os de edad. Los nueve menores tienen di�metros de 12 a 130 m. El principal consiste en dos depresiones sobrepuestas, con di�metros de 242 y 298 m y 31 m de profundidad. De acuerdo con I. Rezanov, el mayor cr�ter de origen meteor�tico comprobado es el de Popigay, en el norte de Siberia. Posee un di�metro de 75 km en el interior y 100 km en el exterior y se produjo hace 30 m.a. El meteoro penetr� el subsuelo hasta 1 200 m; por el impacto arroj� fragmentos rocosos a distancias de hasta 40 km y la explosi�n produjo la fusi�n de rocas, formando lava. La energ�a de la explosi�n se calcula que debi� ser mil veces mayor que la m�s intensa de alguna erupci�n volc�nica conocida.

Otro cr�ter, tambi�n en la URSS, aunque no bien comprobado, es el de Puchezh-Katun, cerca de la ciudad de Nizhni Novgorod (antes Gorki), de 100 km de di�metro. Se defini� por estudios de geolog�a superficial y del subsuelo. Uno m�s, el de Kara, de 50 km de di�metro, se encuentra en las monta�as de Pay-Khoy.

Entre los m�s antiguos y por lo mismo no comprobados, se pueden citar el de Bushveld en Sud�frica, de 112 km y 2 100 m.a., con ricos yacimientos minerales y el de Karelia, en la URSS, cerca de Finlandia, de

20 km de di�metro y edad de 1 000 m.a. En el sustrato del Escudo Canadiense se encuentra un yacimiento de minerales en lo que fue una antigua depresi�n ovalada —cr�ter de Sudbury—, de 60 por 27 km. Se considera que se form� por un impacto meteor�tico hace 1 700 m.a., mismo que provoc� actividad volc�nica y �sta a su vez favoreci� la formaci�n de minerales met�licos. Hay por lo menos 25 cr�teres m�s que superan los 10 km de di�metro e igual cantidad de menos de 10 km. Pero su origen extraterrestre no est� plenamente confirmado.

Otros cr�teres meteor�ticos conocidos, descritos por C. Albritton, son los siguientes (entre par�ntesis se se�ala el di�metro en metros): Wolf Creek (950) en Australia occidental; Boxhole (175), en Australia central; Haviland (17), Kansas, EUA; Dalgaranga (21), Australia occidental, su edad se calcula en 25 000 a�os; Wabar (50, 40), dos cr�teres en el desierto de Arabia, su edad es de aproximadamente 6 400 a�os; Kaalijaarv, siete cr�teres en la isla de Saarema, de la Rep�blica de Estonia (12 el mayor).

Posibles cat�strofes en el tiempo geol�gico

El estudio de los meteoritos es un tema novedoso y se empieza a conocer m�s sobre los mismos a partir de la d�cada de los a�os sesenta, con los sat�lites artificiales y naves espaciales que gradualmente van proporcionando informaci�n sobre la Tierra, la Luna y los planetas cercanos. De acuerdo con A. R. Grieve, hasta 1970 se conoc�an 50 cr�teres meteor�ticos en la superficie terrestre y 120 en 1990. Menciona asimismo, que cada mill�n de a�os se forman de uno a tres cr�teres mayores de 20 km y conocemos un 10% del total de los mayores de 10 km de di�metro.

Los astr�nomos que estudiaron este problema consideraron que en la historia de la Tierra pudieron impactarse cuerpos rocosos de cientos de metros e incluso kil�metros de di�metro. Asimismo, algunos supusieron que las consecuencias pudieron ser en algunos casos de magnitudes que nunca se hab�an considerado, como la aniquilaci�n total de muchas especies de plantas y animales.

En toda la historia de la vida sobre la Tierra, de m�s de 3 000 m.a., se han dado de forma continua extinciones de especies. Llaman la atenci�n algunas desapariciones masivas que ocurrieron principalmente hace 500, 355, 192, 65 y 40 m.a. El f�sico estadounidense Luis �lvarez, con su equipo de colaboradores, sostuvo en 1980 que las extinciones de organismos hace 65 m.a., a fines del periodo Cret�cico de la era Mesozoica, pudieron tener origen en una gran explosi�n provocada por un cuerpo extraterrestre. Su desintegraci�n dio lugar a la acumulaci�n de determinados elementos qu�micos, poco comunes, en las rocas sedimentarias que contienen los restos de organismos de aquella �poca. Para verificar lo anterior se realizaron estudios geoqu�micos con el fin de determinar la presencia de iridio, elemento qu�mico abundante en los meteoritos y poco com�n en la corteza terrestre. Los resultados obtenidos en distintas localidades fueron positivos, la concentraci�n del elemento mencionado era elevada. Un impacto de gran magnitud provocar�a un r�pido enfriamiento, incluso una glaciaci�n, al arrojar a la atm�sfera millones de toneladas de polvo que reducir�an la penetraci�n de los rayos solares. Adem�s, hay que considerar el cataclismo en s�: terremotos, invasi�n parcial de los continentes por el mar, derrumbes en las monta�as, ciclones y otros fen�menos.

Los paleont�logos no acaban de aceptar la hip�tesis de la extinci�n de los dinosaurios y otras especies a causa de un cataclismo. No lo niegan, pero no todos est�n de acuerdo en que pueda deberse a un solo factor la aniquilaci�n de las especies que dominaban en la tierra y el mar. La geolog�a ha dado tambi�n explicaciones satisfactorias: la evoluci�n del relieve terrestre por cambios lentos del nivel del mar, la formaci�n de monta�as y las glaciaciones han influido sustancialmente en los organismos que, o se adaptan a nuevas condiciones o desaparecen.

Seg�n describi� R. Kerr en 1988, varios especialistas estadounidenses consideran que un gran cr�ter, el Manson de Iowa, de 35 km de di�metro, cubierto por sedimentos glaciales y cuya edad se ha determinado en 66 m.a., pudo haber sido el origen de una cat�strofe que produjo la aniquilaci�n de muchas especies vivientes, entre ellas los dinosaurios. Pero el di�metro del cr�ter ha sido considerado peque�o como para relacionarlo con una cat�strofe global.

Otros cient�ficos, como A. Hildebrand y W. Boynton, de la Universidad de Arizona, han encontrado al oriente de Cuba, cerca de Hait�, fragmentos de vidrio que analizados en el laboratorio no presentan las caracter�sticas de material de origen volc�nico como podr�a suponerse. Es posible que se hayan formado por temperaturas excepcionalmente altas, a su vez provocadas por el impacto de un cuerpo extraterrestre.

Los cient�ficos estadounidenses B. F. Bohor y R. Seitz creen haber encontrado en el extremo occidental de Cuba lo que fue un cr�ter meteor�tico que se form� hace 65 m.a. y puede alcanzar 225 km de di�metro —magnitud que lo asocia con una verdadera cat�strofe mundial. La curvatura de la isla y el promontorio correspondiente a la Isla de la Juventud (antes de Pinos), as� como la presencia bajo el mar de grandes bloques rocosos de m�s de 12 m de di�metro, que constituyen una capa de grosor de unos 350 m, les permite suponer que en ese lugar se produjo el impacto. Su hip�tesis no ha sido reforzada con observaciones directas.

El �ltimo cr�ter descubierto,2[Nota 1] llamado de Chicxulub, se localiza frente a la pen�nsula de Yucat�n. Cient�ficos de la Universidad de Arizona lo relacionan tambi�n con la extinci�n de los dinosaurios. Calcularon que sus dimensiones originales ser�an de 177 kil�metros.

Con seguridad, en los pr�ximos a�os se seguir�n descubriendo nuevos cr�teres meteor�ticos y es posible que el lugar donde se produjo la cat�strofe de fines del Cret�cico se desplace de un continente y de un oc�ano a otro, hasta que las observaciones sean suficientes para resolver en forma satisfactoria este problema.

El riesgo

Siempre existen posibilidades de un impacto meteor�tico contra la superficie terrestre. En 1937 el asteroide Hermes, de 1.5 km de di�metro, pas� a 640 000 km de la Tierra. En marzo de 1989 un asteroide de un kil�metro de di�metro pas� a 800 000 km de distancia. Se calcula que hay por lo menos una centena de rocas semejantes de m�s de un kil�metro de di�metro y miles de unos cuantos metros. El impacto de una de 12 m provocar�a un da�o muy grande. Puede destruir cualquier gran ciudad o dar lugar a efectos secundarios al caer en el oc�ano. Parecer�a poco importante que una roca circule a cientos de miles de kil�metros de la Tierra. Pero lo hacen en �rbitas, en posiciones que no son permanentes. Es posible que con el tiempo se acerquen gradualmente —o se alejen. Los astr�nomos est�n dando m�s importancia a los peque�os asteroides. As�, por ejemplo, en enero de 1991,3 [Nota 2] investigadores de la Universidad de Arizona dedicados a la b�squeda de asteroides detectaron con aparatos electr�nicos de alta sensibilidad un cuerpo rocoso al que pudieron seguir durante un tiempo prolongado para el caso, seis horas. El cient�fico D. Rabinowitz, primero en avistarlo, consider� que la roca tendr�a un di�metro de aproximadamente 9 m y se acerc� hasta 119 600 km respecto a la Tierra; supone asimismo que de caer en �sta formar�a un cr�ter de hasta 90 m de di�metro y 30 m de profundidad. Este tipo de fen�menos deben ser muy frecuentes y en los pr�ximos a�os ser�n mejor conocidos.

El cometa de Tunguska fue un suceso catastr�fico de la mayor magnitud. De acuerdo con I. Rezanov, es comparable con las explosiones del Santor�n, el Krakatoa y el terremoto de Chile. Pero a diferencia de aqu�llos, no origin� v�ctimas. Mucha gente se ha preguntado qu� consecuencias hubiera tenido s� explota en una regi�n poblada, o incluso en medio del oc�ano.

En comparaci�n con otros procesos, incluso las glaciaciones, es muy poco lo que se sabe sobre este tema. El �nico fen�meno hist�rico, el de Tunguska, aunque reciente, casi pas� inadvertido y s�lo en la posguerra se estableci� con precisi�n el origen del mismo. Es poco probable que los cr�teres meteor�ticos, o fragmentos de los mismos, permanezcan como tales en la superficie terrestre por m�s de dos millones de a�os. Este tiempo, equivalente al periodo Cuaternario, ha sido suficiente para que grandes superficies hayan sido rebajadas por la erosi�n, o cubiertas por sedimentos marinos, fluviales, glaciales, volc�nicos y otros.

Las rocas y minerales relacionados con impactos meteor�ticos ocupan en general extensiones reducidas del subsuelo, de hasta algunas decenas de kil�metros de radio. Y si consideramos que dos terceras partes de la superficie est�n cubiertas por el oc�ano, ser�n casos afortunados los reconocimientos de nuevas localidades afectadas por meteoritos. Seguramente, los impactos de gran magnitud a lo largo de la historia geol�gica son incontables, pero son muy pocos los conocidos.

Se puede mencionar un gran avance respecto al riesgo de impacto por un meteorito. Un fen�meno de esta naturaleza podr� ser detectado con semanas o meses de anticipaci�n por los astr�nomos, incluso precisando la zona que lo reciba, adem�s de los riesgos en s�. Esto permitir�a tomar medidas de prevenci�n: navegaci�n mar�tima y a�rea, evacuaciones, etc�tera.

LOS SISMOS

Los movimientos de grandes fragmentos de la corteza terrestre originan los sismos, temblores de tierra o terremotos. Por s� solos, son fen�menos naturales que afectan al hombre, no en forma directa como una erupci�n volc�nica, sino indirecta. El movimiento de la superficie terrestre que provoca un sismo no representa un riesgo, salvo casos excepcionales; son las consecuencias las que ocasionan cat�strofes: ca�da de construcciones, incendio de ciudades, avalanchas y tsunamis.

Todos los d�as son registrados una buena cantidad de sismos en el mundo. La inmensa mayor�a son de poca magnitud, reconocidos por los instrumentos de precisi�n. Los terremotos poderosos se han producido de uno a tres, aproximadamente, en el curso de un a�o.

Datos de diversos especialistas, como A. Nikonov, H. Tazieff y otros, se�alan que los sismos de magnitud 8 y mayor se producen en promedio uno por a�o; los de m�s de 7 alrededor de 20; 18 000 a 22 000 de m�s de 2.5.

La intensidad o magnitud de un sismo, en la escala de Richter, representa la energ�a liberada y se mide en forma logar�tmica, del uno al nueve.

La estad�stica sobre los sismos a trav�s de la historia es m�s que pobre. Es cierto que se tiene informaci�n de desastres desde hace m�s de tres mil a�os, pero adem�s de que es incompleta, los instrumentos de precisi�n para registrar sismos datan de principios del siglo XX y la Escala de Richter fue ideada en 1935.

Un sismo de gran magnitud puede afectar m�s la superficie terrestre, mientras el epifoco u origen del mismo se encuentre a menor profundidad. La destrucci�n de ciudades no depende �nicamente de la magnitud del fen�meno, sino tambi�n de la distancia a que se encuentren del mismo, de la constituci�n geol�gica del subsuelo y de otros factores.

El da�o que puede causar un sismo no depende fundamentalmente de la intensidad del mismo. En la cordillera del Himalaya, en regiones des�rticas despobladas, y en el oc�ano se han producido terremotos de magnitud superior a 8, sin causar da�os.

El caso de la ciudad de M�xico

El terremoto del 19 de septiembre de 1985, de magnitud 8.1, se origin� a varios kil�metros de profundidad, bajo el piso oce�nico, frente a las costas de Michoac�n, cerca de la desembocadura del r�o Balsas. No es normal que afecte en forma grave a una ciudad que se localiza a m�s de 300 km del epicentro. Hay que tener en cuenta que otras poblaciones m�s cercanas al mismo sufrieron da�os proporcionalmente menores.

En los cinco a�os posteriores al sismo de 1985 varios especialistas han tratado de explicar el fen�meno que afect� determinadas zonas de la ciudad de M�xico (figura 1). La explicaci�n m�s razonable se ha hecho en funci�n de la estructura geol�gica profunda. Se puede sintetizar diciendo que bajo la planicie lacustre se encuentra un espesor aproximado de 2 000 metros de material volc�nico, consistente en piroclastos y lavas, adem�s de capas de origen ex�geno: fluviales y lacustres principalmente. La lava es roca compacta y resistente, aunque su disposici�n en el subsuelo no es muy amplia; los otros materiales son de poca consolidaci�n.

Las ondas s�smicas llegan en la mayor�a de los casos desde la zona de la trinchera Mesoamericana, atravesando monta�as constituidas por roca resistente y al entrar en la cuenca cambian su comportamiento.



Figura 1. La antigua superficie lacustre (1) de la cuenca de M�xico, rodeada por un piedemonte (2) y elevaciones monta�osas (3). Se representan lavas (4) sobrepuestas en la planicie lacustre, y la zona m�s afectada (5) por los sismos de 1985.

A ra�z del gran terremoto que asol� a Chile en 1960, el ge�logo franc�s H. Tazieff profundiz� en el tema de los terremotos y sin propon�rselo explica el problema de la cuenca de M�xico (p 26):

La gente cree generalmente que es m�s seguro construir sobre un suelo poco s�lido que sobre uno duro, sobre la tierra m�s que sobre la roca; se imagina que as� un "colch�n" amortiguar� el impacto subterr�neo. Pero no s�lo los terraplenes, las arenas, los aluviones se hunden o se desplazan bajo el efecto de las vibraciones, sino que estas �ltimas, por poco fuertes y prolongadas que sean, tambi�n se amplifican en ellos por resonancia, hasta volverse desastrosas. Ocurre aqu� que la energ�a liberada por el sismo, viajando bajo la forma de ondas el�sticas m�s o menos r�pidas, en vez de simplemente atravesar el medio que encuentra, se acumula en �l... La absorci�n de energ�a provoca un aumento continuo en la amplitud de las vibraciones, y por poco que dure el sismo, las sacudidas —como si se exasperaran ellas mismas, en una histeria exacerbada— alcanzan tal violencia que todo lo que se encuentra construido sobre un apoyo semejante cae finalmente por tierra.


Valiosas observaciones de Tazieff de hace 30 a�os, tal vez exageradas en la �ltima parte. En la ciudad de M�xico pr�cticamente todos los da�os que produjo el terremoto de septiembre de 1985 fueron en la zona lacustre, pero en peque�as localidades de la misma (figura 2). Grandes extensiones de lo que hace pocos a�os era el Lago de Texcoco han sido ocupadas por asentamientos modestos —casas de uno o dos pisos—, construcciones improvisadas. Y los da�os fueron m�nimos, excepcionales.

La constituci�n del subsuelo de la cuenca de M�xico ayuda a comprender �sta en el plano general. Pero el origen de los da�os causados en localidades peque�as por el sismo tendr� que explicarse analizando muchos factores: constituci�n del subsuelo (el espesor y extensi�n de las capas es muy variable), presencia de fallas geol�gicas, alteraci�n por la actividad humana (construcciones, extracci�n de agua, etc.), calidad de las construcciones y otras m�s.

No es raro que entre las poblaciones m�s afectadas en septiembre de 1985 se encuentre Ciudad Guzm�n, Jal., tambi�n asentada sobre una cuenca lacustre.





Figura 2. Da�os en la ciudad de M�xico causados por el sismo del 19 de septiembre de 1985: 1) una casa se hundi� aproximadamente un metro con respecto al nivel de la calle en la colonia Roma; 2) los rieles del tranv�a cubiertos por el pavimento se levantaron hasta 60 cm en la avenida �lvaro Obreg�n de la misma colonia.

Otros casos

Los sismos que afectan frecuentemente al continente americano, desde el paralelo 20 hasta el sur de Chile, tienen su origen en la inmensa mayor�a de los casos bajo las trincheras profundas, Mesoamericana y de Per�-Chile. En el sur de Europa y el Asia Central los epicentros son principalmente continentales.

Los terremotos de mayor magnitud 8.9— registrados con instrumentos ocurrieron uno en Colombia y Ecuador en 1906 y otro en Jap�n en 1933, de acuerdo con los autores de Geological Hazards (B. A. Bolt y otros).

La destrucci�n de muchas ciudades se ha debido en varios casos a que se encuentran en el epicentro del terremoto y, aunque de menor magnitud que el nuestro, con intensidades de 6 a 7 llegan a ser desastrosos.

Un ejemplo de lo anterior ocurri� en Managua, sacudida por un sismo semejante a muchos que ocurren en las costas del sur de M�xico. Pero fue un caso de epifoco somero (unos pocos kil�metros) y bajo el centro de la ciudad. As� fueron destruidas por sismos: Ashkhabad, capital de la Rep�blica Sovi�tica de Turkmenia en 1948; San Francisco en 1906 y Spitak, Armenia, en 1989.

Entre los sismos excepcionales se tiene un conjunto de �stos que sacudieron el sur de Grecia durante tres a�os (1870-1873). Fueron 300 movimientos sensibles que produjeron da�os.

En 1908 la ciudad de Mesina, en Italia, fue destruida por un terremoto al que sigui� un tsunami; Tokio y Yokohama sufrieron da�os muy graves en 1923.

De acuerdo con A. Nikonov e I. Rezanov, los sismos m�s intensos de la posguerra fueron el del Himalaya en 1950, el de Gobi-Altai en 1957 y el de Chile en 1960.

El primero de estos produjo gigantescos deslizamientos que modificaron el relieve, sin causar v�ctimas, ya que la regi�n afectada era despoblada. El sismo de Gobi-Altai ocurri� en una zona monta�osa y des�rtica, tambi�n, despoblada, del sur de Mongolia. En este caso, las modificaciones al relieve fueron excepcionales por los efectos directos del terremoto. Se formaron numerosas grietas de decenas a cientos de kil�metros de longitud, as� como escarpes de falla y deformaciones de las rocas. Los efectos indirectos fueron derrumbes y formaci�n de una nube de polvo que dur� dos d�as. I. Rezanov considera que un terremoto como �ste, de haber ocurrido en una superficie semejante poblada, como la de Holanda o Dinamarca, hubiera provocado la destrucci�n total con millones de v�ctimas.

El terremoto de Chile es una de las peores cat�strofes que registra la historia. Caus� destrucci�n de ciudades a lo que se sucedieron tsunamis. El caso ha sido ampliamente descrito en obras de divulgaci�n, en especial por H. T. Tazieff.

Muchas veces los da�os indirectos resultan m�s graves. San Francisco y Managua completaron su destrucci�n por el fuego que sucedi� a los sismos. En Per� pr�cticamente desaparecieron dos poblaciones en igual n�mero de terremotos, pero cubiertas por las corrientes de lodo que descendieron de la cordillera andina. Los sismos tambi�n provocan tsunamis, como ocurri� en Chile en 1960.

Lisboa fue totalmente destruida en 1755, primero por el terremoto y despu�s por incendios y tsunamis.

Posteriores al terremoto del 19 de septiembre de 1985, han ocurrido otros, causantes de da�os.

En octubre de 1986 un movimiento tel�rico de tan solo 5.5 grados caus� graves da�os y numerosas v�ctimas en San Salvador. En marzo de 1987 se produjo un sismo en la frontera entre Ecuador y Colombia; aunque de s�lo 6.9 grados de magnitud, fue considerado el que caus� m�s destrucci�n en ese a�o. En octubre ocurri� un terremoto de 7.8 grados en Nueva Guinea.

En 1988 tres sismos tuvieron consecuencias negativas. El primero en agosto, de entre 6.2 y 6.7 grados se origin� en el Himalaya. El segundo en noviembre, en Yunnan, China, de 7.6, y el m�s grave de muchos a�os ocurri� a principios de diciembre en Armenia, de 6.9 grados, destruyendo pr�cticamente la ciudad de Spitak.

En enero de 1989, otra vez en territorio sovi�tico, en Tadjikist�n, un temblor provoc� una avalancha de lodo que caus� numerosas v�ctimas. En octubre del mismo a�o, con una magnitud de 6.9, se produjo un sismo en San Francisco causando da�os que se pueden considerar menores, en proporci�n a las dimensiones, en sentido horizontal y vertical de la ciudad.

En 1990 ocurrieron siete sismos que causaron serios da�os, en especial dos de ellos. En junio en Ir�n fueron destruidas varias poblaciones y las v�ctimas se contaron por miles; otro fue en Filipinas.



Relaci�n de los terremotos que causaron m�s da�os, de 1960 a 1990.


Año
Lugar
Magnitud

1960
Agadir, Marruecos
5.9
1960
Chile
8.5
1962
Noroccidente de Irán
7.3
1963
Skope, Yugoslavia
6.0
1964
Alaska
8.6
1967
Irán
7.4
1971
San Fernando, California
6.5
1972
Managua
6.2
1975
Liao Nin, China
7.4
1975
Turquía
6.8
1976
Guatemala
7.9
1976
Italia
6.5
1976
China
7.6
1977
Rumania
7.2
1977
Irán
7.7
1980
Italia
6.9
1985
México
8.1
1986
San Salvador
5.5
1987
Ecuador y Colombia
6.9
1987
Nueva Guinea
7.8
1988
China
7.6
1988
Armenia
6.9
1989
San Francisco
6.9
1990
Tibet-China
6.9
1990
Perú
5.8
1990
N y NW de Irán
7.3
1990
Filipinas
7.7
1990
Sur de Irán
6.5
1990
Costa Rica
5.8
1990
Sumatra
6.9



Los da�os provocados por un sismo no dependen �nicamente de su magnitud. Se puede apreciar que muchos de menos de 7 grados han sido desastrosos. El factor de mayor riesgo es la localizaci�n de ciudades en los epicentros. Por otro lado, en la lista anterior no se han incluido varios terremotos de m�s de 7 grados con epicentro en el oc�ano, principalmente en el Pac�fico, que no han afectado la tierra firme. As�, en 1990, a pesar de que se produjeron muchos sismos que dejaron efectos, s�lo uno de ellos, el de Filipinas, fue de una magnitud considerable. Y del total de terremotos en 30 a�os que causaron da�os, tres fueron de magnitud extraordinaria, superior a 8 grados: el de Chile, el de Alaska y el de M�xico.

Las predicciones

De todos los fen�menos catastr�ficos los sismos son los m�s complejos. Se conocen por sus efectos y el mecanismo de su formaci�n se ha inferido por datos indirectos. Los movimientos internos que los originan se localizan a profundidades muy diversas, de 5 a 600 kil�metros. Por esto resulta todav�a imposible saber cu�ndo se va a producir un movimiento interno. Por otro lado, est�n bien definidas las zonas de mayor actividad s�smica del planeta y por la estad�stica, los especialistas infieren cu�les son las zonas donde existen mayores posibilidades de terremotos. Se ha mencionado as� a California, la costa del oriente de Guerrero y otras regiones en las que existen muchas posibilidades de que se presente un terremoto.

Los resultados a que ha llegado la sismolog�a en los �ltimos a�os son muy valiosos, sobre todo si tomamos en cuenta que s�lo se tienen datos s�smicos de aproximadamente un siglo. Una de las mayores dificultades es el factor tiempo: la estad�stica ser�a mucho m�s �til si estos registros abarcaran un milenio. Por otro lado, la informaci�n sobre sismos de poca magnitud es muy escasa en M�xico: los intensos son registrados en todo el mundo, pero los menores s�lo en estaciones locales que son insuficientes para estudiar en forma permanente las zonas m�s activas.

A pesar de la pobre estad�stica sobre actividad s�smica en el mundo, los especialistas han establecido algunas regiones de alto riesgo. Son aquellas regiones s�smicas en las que no se manifiestan terremotos de gran magnitud durante un lapso determinado —las frecuencias son variables de una zona a otra. Significa que las tensiones se acumulan en vez de descargarse, por lo que cuando esto sucede es en forma violenta. Una de esas regiones o brecha s�smica, es la que corresponde a la margen occidental de los estados de Guerrero y Oaxaca,4 [Nota 4] donde los sism�logos esperan un terremoto en los pr�ximos treinta a�os. Si bien es probable que se cumpla esta predicci�n, no tiene que ser forzosamente un sismo de gran magnitud, como tampoco es la �nica regi�n de la Rep�blica Mexicana que puede ser afectada en el futuro cercano (figura 3).

El gran avance que hay en el conocimiento de los sismos no significa que se haya llegado a la predicci�n aproximada.

ERUPCIONES VOLC�NICAS

Las erupciones volc�nicas son muy frecuentes en determinadas zonas de actividad end�gena de la Tierra (figura 4): el Cintur�n de Fuego del Pac�fico e �ndico, el sistema volc�nico de la margen del Mediterr�neo, las dorsales oce�nicas (Islandia, Azores, Canarias) y otras zonas oce�nicas de fractura (islas Revillagigedo) o crestas monta�osas submarinas (Hawai). Se producen en promedio hasta dos veces por mes, pero en muy pocos casos resultan catastr�ficas. C�lculos del vulcan�logo sovi�tico I. Gushchenko consideran que en los primeros 80 a�os de este siglo han ocurrido unas mil erupciones volc�nicas, de las cuales 260 se acompa�aron de lavas, m�s de 40 de extrusiones y m�s de 35 de nubes ardientes; las erupciones submarinas superaron el n�mero de 55 y de 7 las subglaci�ricas.



Figura 3. Zonas s�smicas de la Rep�blica mexicana. 1) De menor concentraci�n de epicentros; 2) de mayor concentraci�n; 3) epicentros de sismos de magnitud de 7 y mayor, de 1900 a 1990. Elaborado con informaci�n proporcionada por Casiano Jim�nez.



Figura 4. Las zonas volc�nicas m�s activas de la Tierra. Se indican los volcanes m�s conocidos por sus erupciones. (Tomado de I. Guschenko, 1987).

Las erupciones volc�nicas observadas por el hombre, sean las aisladas y muy poderosas de los tiempos hist�ricos o su conjunto, no reflejan los procesos volc�nicos de mayor magnitud que se han producido en la historia geol�gica. La opini�n general de los especialistas es que el volcanismo antiguo fue m�s intenso que en la actualidad. Como proceso en general, la Sierra Madre Occidental es un magn�fico ejemplo, y como formas aisladas que se�alen erupciones de una magnitud todav�a nunca vistas, hay varios casos en el Cintur�n Volc�nico Mexicano.

Las erupciones volc�nicas pueden ser un riesgo por varias causas: 1) la expulsi�n de gases venenosos; 2) la lluvia de piroclastos; 3) los flujos de piroclastos; 4) las nubes ardientes; 5) los derrames de lava y 6) el colapso del cono volc�nico que produzca una avalancha. Estos son procesos directos, efecto de las erupciones. Hay otros, indirectos, no menos riesgosos: 1) las corrientes de lodo (lahares) y 2) los tsunamis.

Gases

La expulsi�n de gases venenosos por erupciones volc�nicas ha sido muy frecuente. Sin embargo, los casos de da�os a humanos son muy raros. Uno de �stos ocurri� en Camer�n, en agosto de 1986, cuando un lago fue contaminado desde el subsuelo por gases volc�nicos que al reaccionar con el agua produjeron un vapor venenoso que caus� la muerte de 1 500 personas. Es el mayor desastre de su tipo que se haya registrado.

Otros problemas de contaminaci�n se han dado por alta acidez (pH > 4) de los piroclastos, como ocurri� en el volc�n Iraz� de Costa Rica de 1963 a 1965, que afect� la vegetaci�n. Por la erupci�n del volc�n Heckla de Islandia murieron miles de animales herb�voros por envenenamiento con el fl�or almacenado en las plantas.

Cenizas y p�mez

Las lluvias de piroclastos son muy comunes en los volcanes activos. Es un proceso que contribuye a transformar notablemente el relieve, rellenando depresiones y elevando el nivel medio altitudinal de la zona afectada. En el caso de cenizas y arenas, como en la erupci�n del Paricut�n, no es mucho el riesgo porque los pobladores tienen tiempo suficiente para ponerse a salvo. Los sucesos m�s graves son desplomes de techos de casas por la acumulaci�n de material volc�nico. Cuando se trata de p�mez el riesgo es mayor, ya que desprende gases venenosos y presenta mayor temperatura que las cenizas.

Las erupciones del Chich�n (1981), que arrojaron cantidades colosales de piroclastos (cenizas y materiales de mayor tama�o) a alturas y distancias de decenas de kil�metros, tampoco representan un peligro serio para los humanos; en cambio, de menor alcance fueron algunos flujos pirocl�sticos que destruyeron varias casas de campesinos y ocasionaron la muerte a personas y animales. La actividad combinada de expulsi�n de piroclastos y lavas, muy com�n —del tipo del Paricut�n—, permite evacuar con tiempo suficiente las zonas potencialmente amenazadas.

Flujos y nubes de piroclastos

Entre los procesos volc�nicos de mayor riesgo est�n los flujos y las nubes ardientes. Se originan por una explosi�n violenta de material eruptado que posee altas temperaturas y que provoca una corriente de alta velocidad, desplaz�ndose laderas abajo desde el cr�ter del volc�n; puede acompa�arse en el aire por una nube formada de materiales del mismo tipo. La precipitaci�n de ambos se produce a altas temperaturas, de m�s de 600 grados cent�grados. Es un fen�meno com�n en los volcanes compuestos activos del tipo del Popocat�petl, Colima, Pel�, Vesubio, Cotopaxi y muchos otros. Una de las mayores tragedias de nuestro siglo ocurri� en la Martinica, en 1902, por la erupci�n del volc�n Pel�. Una gran explosi�n form� una nube ardiente que fue a depositarse a ocho kil�metros del cr�ter, exactamente en la poblaci�n de Saint Pierre, eliminando pr�cticamente la vida humana. Es, tal vez, una de las historias m�s comentadas en los libros de geolog�a que nunca olvidan que el �nico sobreviviente de la ciudad fue un presidiario.

Los flujos pirocl�sticos, como proceso volc�nico, se han venido conociendo mejor en los �ltimos veinte a�os, gracias a la actividad de varios volcanes del mundo en este lapso. Se han definido por lo menos seis factores distintos que los originan.

Derrames de lava

Los derrames de lava son procesos poco riesgosos. En las laderas de los volcanes activos el desplazamiento puede ser muy r�pido, por la fuerte pendiente. Pero cuando se extienden m�s all� del cono, donde la inclinaci�n es menor, la velocidad se hace m�s lenta. La lava puede cubrir campos de cultivo y poblaciones enteras, como San Juan Parangaricutiro durante la erupci�n del Paricut�n (figura 5), pero los pobladores tienen tiempo suficiente para alejarse.

La explosi�n de lavas que llegan a desplazarse hasta 20-30 km ha sido com�n en Hawai e Islandia en tiempos hist�ricos. Representan una amenaza para las tierras de cultivo y las construcciones, pero por el tiempo con el que se anuncian y la relativa lentitud con que escurren es posible que los habitantes de las localidades contiguas se pongan a salvo. Incluso se han construido barreras para desviar las lavas que se dirigen a una poblaci�n o se ha utilizado el agua para atacar los frentes de lava, tratando de frenar su avance.

Colapsos

Un proceso verdaderamente catastr�fico es el colapso de la porci�n superior de los conos volc�nicos en actividad. El cr�ter se convierte en una caldera y masas de millones de toneladas se precipitan. Pueden desplazarse decenas de kil�metros; rellenan los valles y cubren todo a su paso. Esto se observ� en la �ltima erupci�n del Santa Elena, en los Estados Unidos, en 1982; ocurri� en el Krakatoa que se hundi� en el oce�no en 1883; el Tambora en Java en 1812; el Bezimianny en la URSS en 1956. Por estudios geol�gicos se ha establecido que procesos como �ste ocurrieron en el pasado en otros volcanes; est�n bien establecidos para el Volc�n de Colima y posiblemente el vecino Nevado, lo mismo que para otros grandes edificios, como el Citlalt�petl, Matlacu�yatl, Popocat�petl y Xinant�catl.



Figura 5. Las lavas del Paricut�n (al fondo) cubrieron la iglesia de San Juan Parangaricutiro.

Generalmente, este proceso se repite en el tiempo. Se considera que la actividad interna bajo un volc�n activo de este tipo es progresiva y que llega un momento en que la energ�a acumulada exige expulsar, en forma violenta, una cantidad extraordinaria de magma. Al producirse un vac�o interior sigue el colapso de la estructura monta�osa; y tal vez vuelva a empezar la actividad interna del volc�n y crezca el cono, para despu�s de algunos pocos miles de a�os repetir el fen�meno.

Lahares

Las corrientes de lodo o lahares que se forman en los volcanes pueden ocurrir simult�neamente con las etapas de actividad o posteriormente, cuando est�n dormidos. Son comunes en el primer caso por la gran cantidad de material suelto que constituye las laderas de los conos. Bastan unas lluvias fuertes para humedecer los primeros metros de espesor y formar una corriente de lodo. En especial se ha presentado en las zonas tropicales como Centroam�rica e Indonesia. Otros lahares se originan por un deshielo violento provocado por el calor de una erupci�n. Esto ocurri� con el Bezimianny en 1956, no s�lo en el mismo edificio, sino en tres vecinos, lo que produjo gigantescas corrientes de lodo. Los glaciares volc�nicos presentan gran riesgo porque se encuentran en pendientes muy fuertes y una sobrealimentaci�n de nieve los hace vulnerables.

Un sismo o una peque�a erupci�n puede provocar el desprendimiento de una masa de hielo que inicia la formaci�n de una corriente de lodo. Esto se ha observado en especial en Sudam�rica: en el Cotopaxi en 1877, el Huascar�n en 1970 y el Nevado de Ruiz en Colombia en 1985. Los efectos son desastrosos ya que las corrientes se desplazan de decenas a algunos cientos de kil�metros y llegan a cubrir poblaciones enteras.

Fen�menos semejantes se han presentado tambi�n en Alaska, Nueva Zelanda, Islandia y Estados Unidos, principalmente.

Los dep�sitos de corriente de lodo de grandes dimensiones se reconocen en pr�cticamente todos los grandes volcanes mexicanos (de m�s de 4 000 m de altura) del paralelo 19.

Los tsunamis originados por erupciones volc�nicas deben ser muy escasos, ya que �stas deben ocurrir con tanta o m�s frecuencia que en la tierra firme, pero, de igual manera, la inmensa mayor�a son emanaciones d�biles de magma. S�lo explosiones excepcionales como la del Krakatoa pueden dar lugar a tsunamis como los conocidos.

B. Booth y F. Fitch publicaron datos que indican 516 volcanes activos en la Tierra, de los cuales 89 han causado da�os en tiempos hist�ricos, de �stos, 14 se localizan en Jap�n y 12 en Java.

Las erupciones m�s potentes

Tres de las erupciones m�s intensas conocidas tuvieron lugar en este siglo. La primera, del volc�n Katmai en Alaska, en 1912; las otras dos en la pen�nsula de Kamchatka, URSS, en el Bezimianny en 1956 y en el Shveluch en 1964. A diferencia de otras semejantes que han ocurrido en el mundo estas tres se produjeron en zonas no habitadas.

En el siglo pasado ocurrieron dos erupciones volc�nicas de magnitud extraordinaria, en los volcanes Tambora y Krakatoa, con la caracter�stica que en ambas se dio la formaci�n de una caldera por el asentamiento de masas rocosas al quedar hueca la c�mara magm�tica despu�s de la expulsi�n prolongada de millones de toneladas de rocas.

En 1815 en una de las islas Sonda, de Indonesia, se produjo la erupci�n del volc�n Tambora. Una explosi�n redujo el volc�n de 4 000 m a 2 850 m, equivalente a 100 kil�metros c�bicos de roca. El cono volc�nico qued� truncado con una caldera en su porci�n superior, de 6 por 6.5 km de di�metro y profundidad de 700 m. El n�mero de v�ctimas que cobr� result� elevado, 92 000 personas. Fue la erupci�n m�s intensa del siglo XIX. El 27 de agosto de 1893 tuvo lugar la gran explosi�n del volc�n isla Krakatoa, en Java. Despu�s de una intensa actividad eruptiva el volc�n se hundi� en el mar dejando como huella islas menores. La verdadera cat�strofe fue posterior al suceso volc�nico, cuando se formaron tsunamis que invadieron las islas vecinas, incluso a cientos de kil�metros, provocando da�os y muchos miles de muertos.

La erupci�n volc�nica m�s potente de este siglo es la del Bezimianny, en la pen�nsula de Kamchatka, en el oriente sovi�tico con 3 085 m de altura. El volc�n, que se consideraba apagado, inici� una serie de erupciones de gran magnitud el 22 de octubre de 1955. Arroj� grandes cantidades de material pirocl�stico a la atm�sfera hasta el mes de enero, cuando surgi� en el cr�ter un domo en crecimiento. Se elev� 100 m y el 30 de marzo de 1956 se produjo una gigantesca explosi�n. El cono volc�nico se redujo en 200 m y en su cima qued� una caldera. El domo antiguo, elevado desde la primera etapa de la erupci�n desapareci�.

El cr�ter que se form� tiene un di�metro de 1.5 por 2 km. A una distancia de m�s de 10 km todo qued� cubierto por capas de medio metro de piroclastos. Pero, adem�s, el calor de las erupciones provoc� el derretimiento de las nieves, originando grandes corrientes de lodo que escurrieron varios kil�metros a lo largo de los valles, destruyendo la vegetaci�n. Las cenizas arrojadas se depositaron en un radio de 50-75 km. A pesar de la magnitud de la actividad del Bezimianny no hubo v�ctimas. La pen�nsula de Kamchatka, vecina de Alaska, no permite el desarrollo de poblaciones en las m�rgenes de sus volcanes, no por la actividad constante de �stos, sino por las condiciones clim�ticas.

Al final del paroxismo empezaron a crecer otros dos domos. En agosto, uno de ellos alcanz� una altura de 320 m. En noviembre termin� la erupci�n.

La historia registra varios casos de erupciones catastr�ficas. Algunas se han reconstruido por el estudio del tipo de rocas volc�nicas depositadas, por los espesores de �stas y los restos de culturas antiguas sepultadas; como el caso del volc�n Santor�n, en la isla de Thera, cerca de Creta, en el Mediterr�neo.

Una erupci�n de energ�a extraordinaria ocurri� hace unos 3 500 a�os en el volc�n Santor�n,5[Nota 5] de entre cien mil y doscientos mil a�os de edad. Tuvo tambi�n otras etapas de actividad menos intensas en nuestra era en los a�os 197, 726, 1457, 1573, 1650, 1707 y 1886. Todos los acontecimientos de la gran erupci�n de hace 3 500 a�os han sido reconstruidos a partir del estudio de la disposici�n espacial de los materiales depositados, del espesor y tipo de los mismos, as� como de las formas del relieve actuales que resultaron del fen�meno. Se considera que en los 3 500 a�os posteriores no se ha vuelto a producir en la Tierra una erupci�n semejante.

El fen�meno mencionado ha llamado la atenci�n lo mismo a ge�logos que a historiadores. No hay nada registrado sobre la terrible explosi�n del volc�n-isla donde se asentaba la cultura minoica, ni siquiera leyendas, aunque algunos han tratado de relacionar la Atl�ntida con Santor�n.

Lo anterior demuestra que los da�os que pueda causar una erupci�n volc�nica dependen de la intensidad de la misma, de las poblaciones cercanas y la direcci�n que sigan los flujos de material volc�nico. En muchos casos, el material eyectado o colapsado puede desplazarse algunos cientos o pocos miles de metros en una direcci�n, mientras que en la vertiente opuesta alcanza 20 o m�s kil�metros.

Las erupciones m�s poderosas no son forzosamente las que causan mayores da�os, tenemos el ejemplo del Bezimianny. El Pel� produjo uno de los mayores desastres de la historia, no tanto por la potencia de la erupci�n, como por el hecho de que el flujo pirocl�stico eligi� el camino que lleva a la ciudad principal de la isla. Por estas razones actualmente se da mucha importancia al riesgo que corren las poblaciones situadas al pie de los volcanes activos. Especialmente se ha hecho este tipo de estudios en Italia y Jap�n y, aisladamente, en otros volcanes de Centro y Sudam�rica. En M�xico se trabaja tambi�n en este sentido en especial en el Volc�n de Colima y en el Popocat�petl.

La predicci�n de erupciones

Son bien conocidos los volcanes activos de los continentes e islas oce�nicas, aunque tal vez no todos los que potencialmente pueden volver a manifestar movimientos. La erupci�n del Vesubio en el a�o 79 se produjo despu�s de 800 a�os de tranquilidad. El Lamington de Nueva Guinea no era considerado un volc�n por los pobladores y dio muestras de vida en 1951. Se crey� hasta 1955 que el Bezimianny era un volc�n inactivo. Es posible que las predicciones sobre futuras erupciones de volcanes sean muy limitadas. En M�xico la atenci�n de los vulcan�logos se centra en el Volc�n de Colima, el m�s activo del pa�s. Pero una erupci�n potente puede esperarse en m�s de cinco volcanes e incluso en varios considerados apagados. Existe tambi�n siempre la posibilidad del nacimiento de un volc�n en alguna de las zonas m�s activas del Sistema Neovolc�nico o cerca de los volcanes activos como el Tacan�, Chich�n y Tres V�rgenes.

La estad�stica es un elemento valioso para conocer la actividad volc�nica y est� en proceso de enriquecerse, porque adem�s de los datos hist�ricos, las determinaciones de edades que se hacen constantemente en el mundo permiten conocer mejor la actividad volc�nica que ha ocurrido, sobre todo en el Cuaternario.

Las erupciones potentes conocidas no han sido repentinas. Se inician con sismos, ruidos en el volc�n y emanaci�n de gases. Por esto es posible tomar medidas preventivas.

El riesgo volc�nico en M�xico

En nuestro pa�s deben considerarse los siguientes riesgos volc�nicos: 1) los volcanes activos en tiempos hist�ricos, 2) los potencialmente activos pero no registrados como tales por datos hist�ricos, 3) las zonas volc�nicas donde es posible el nacimiento de un volc�n, 4) los procesos derivados de una erupci�n, como deshielos violentos y formaci�n de corrientes de lodo (lahares), bloqueo de v�as de comunicaci�n, etc. Adem�s de esto hay que considerar tambi�n los tipos posibles de erupciones, ya que cada una representa riesgos diversos. En la figura 6 se muestran los volcanes activos del pa�s y las zonas con mayor concentraci�n de volcanes j�venes.

Vulcan�logos mexicanos y extranjeros han dado una atenci�n especial al Volc�n de Colima,6 [Nota 6] que se sigue manifestando como el m�s activo del pa�s. En febrero de 1991, despu�s de nueve a�os de relativa tranquilidad, volvi� a manifestar actividad, aunque de poca magnitud, expulsando lavas y gases. En los a�os m�s recientes tuvo erupciones en 1982, 1975-1976, 1962 y 1957, con derrames de lava de escasa extensi�n. Las erupciones conocidas m�s fuertes, con flujos pirocl�sticos, se produjeron en 1612, 1690, 1818 y 1913. As�, resultan en ciclos aproximados de 100 a�os. Por esto, los vulcan�logos consideran que est� pr�xima —tal vez en menos de 30 a�os— una fuerte erupci�n del Volc�n de Colima.

El estudio de los dep�sitos del volc�n en cuesti�n ha permitido establecer la edad de residuos de materia org�nica contenida en los mismos en 4 300 a�os de acuerdo con el vulcan�logo estadounidense Luhr y 9300 a�os seg�n el franc�s Robin. Se trata del tiempo que ha transcurrido desde que se produjeron erupciones catastr�ficas semejantes a las de los volcanes Tambora, Bezimianny y Santa Elena, con ruptura del cono superior, formando avalanchas que cubrieron la superficie a lo largo de varios kil�metros.



Figura 6. Volcanes y zonas volc�nicas cuaternarias de M�xico. Con base en un mapa de J. Hern�ndez y J. Lugo del Atlas Nacional de M�xico (hoja IV. 3.2): 1) zonas de densidad baja de volcanes; 2) alta; 3) muy alta; 4) volcanes activos; 5) volcanes nacidos en tiempos hist�ricos; 6) calderas.

Los diversos estudios realizados a la fecha en el Volc�n de Colima demuestran que en el pasado tuvo por lo menos dos erupciones catastr�ficas, tambi�n como expresi�n de un ciclo. Y �ste es un problema muy importante para los estudiosos del volc�n: establecer si est� cerca o no la etapa de una gran explosi�n. Pero existe tambi�n el problema de que la poderosa erupci�n que esperan los vulcan�logos en Colima podr�a ocurrir antes en otro volc�n mexicano.

LAS GLACIACIONES

A fines del siglo pasado algunos naturalistas reconocieron en Europa, a trav�s del estudio de los sedimentos en las m�rgenes monta�osas, que los hielos actuales hab�an cubierto superficies considerablemente mayores a las actuales (figura 7). Posteriormente se establecieron cuatro etapas de avance de los hielos —las glaciaciones— a lo largo de un mill�n y medio de a�os. Hoy d�a sabemos que los cambios clim�ticos bruscos son un fen�meno natural que se ha producido en toda la historia geol�gica. Esto provoc� las migraciones de flora y fauna, incluyendo a los hom�nidos, en el periodo Cuaternario, hacia regiones m�s favorables, y tambi�n la extinci�n de especies o su adaptaci�n a un ambiente distinto.

Se ha calculado que los glaciares iniciaron su retroceso, con alternancia de avances, hace unos 18 000 a�os. Pero el m�ximo retroceso se alcanz� hace 10 000 a�os, al inicio del Holoceno. La hip�tesis sobre el desplazamiento que parece m�s l�gica indica que inicialmente el movimiento debi� haber sido m�s lento, de 3 km/l00 a�os. El gran retroceso de los hielos debe haber durado unos 2 000 a�os, lapso en que el espesor se redujo hasta en un kil�metro.



Figura 7. Superficies cubiertas por los hielos de la �ltima glaciaci�n en el hemisferio norte. 1) l�mite de los hielos marinos actuales; 2) de los hielos marinos antiguos; 3) de los hielos actuales de tierra firme; 4) glaciaci�n antigua en tierra firme; 5) l�mite actual del permafrost (hielo permanente en el subsuelo). (Tomado de V. Milnichuk y M. Arabagi, 1979.)

Las glaciaciones son consideradas como fen�menos naturales catastr�ficos para el hombre, ya que vuelven inhabitables grandes territorios donde realiza su actividad. Como resultado del retroceso de los hielos las tierras habitables se ampliaron y fueron ocupadas gradualmente por vida vegetal y animal. En los �ltimos 10 000 a�os ha habido una aparente estabilidad del clima. Si bien no se han producido cambios sustanciales, las condiciones de temperatura y precipitaci�n no han sido homog�neas.

Los ge�grafos f�sicos y otros especialistas que se han ocupado en estudiar los climas del pasado, han establecido que en los �ltimos 10 000 a�os hubo periodos m�s fr�os o m�s calurosos que en la actualidad, con duraci�n de 1 000 a 2 000 a�os; en otros casos, las fluctuaciones fueron de 100 a 200 a�os y se pueden fijar hasta de cinco a diez a�os.

Hace seis-siete mil a�os se produjo un �ptimo clim�tico, esto es, de alta temperatura. Posteriormente se han dado alternancias de ascenso y descenso, pero con una tendencia general al descenso de la temperatura. Otros picos de altas temperaturas, pero siempre en descenso progresivo, de acuerdo con la informaci�n de los especialistas J. Imbrie y K. Palmere, tuvieron lugar hace 4 000 y 1 500 a�os, mientras que los puntos m�s bajos hace 5,000, 2,500 y 300 a�os. De acuerdo con los mismos autores, la tendencia actual hist�rica es al calentamiento, pero no duradera, ya que predomina en escalas m�s grandes la tendencia al enfriamiento. Citan tambi�n a Mitchell, quien calcul� las temperaturas medias anuales para el hemisferio norte en fracciones de grados, de 1880 a 1975. La m�s baja se registr� en 1885 y la m�s alta en 1937. Pero los picos de altas y bajas se dan cada cinco-diez a�os. Despu�s del m�ximo de 1937 se aprecia una tendencia mayor al descenso de la temperatura.

Los registros clim�ticos tienen menos de 200 a�os. Por eso, los estudiosos del clima del pasado se han apoyado en diversas fuentes para reconstruir los climas, con base en los datos hist�ricos, arqueol�gicos, sedimentos, presencia de flora, polen y fauna, as� como de las propiedades qu�micas de los glaciares. Esto �ltimo ha proporcionado muy buenos resultados. El hielo, mientras m�s profundo es m�s antiguo, y la composici�n qu�mica molecular del mismo refleja las condiciones clim�ticas de una �poca determinada. Se han obtenido muestras de hielo hasta 2 000 m de profundidad, para un pasado de hasta 150 000 a�os.

Este lapso tan breve de 10 000 a�os de estabilidad ha condicionado los grandes asentamientos humanos de la actualidad en las zonas clim�ticas y de relieve m�s favorables. Por esta raz�n, un cambio brusco del clima conducente a una nueva glaciaci�n ser�a catastr�fico. Lo mismo en el caso contrario de que el clima se volviera m�s caluroso.

Las condiciones actuales del planeta tienen sus antecedentes en un cambio brusco del clima ocurrido hace 18 000 a�os, cuando empez� a volverse m�s c�lido, especialmente en el hemisferio norte. W. Tanner calcula que los glaciares retrocedieron entre 10 000 y 15 000 a�os, con una velocidad promedio de 10 cm/a�o. Diversos estudios han demostrado una estabilidad clim�tica en los �ltimos 5 000 a�os, aunque, como es natural, con breves periodos m�s fr�os o c�lidos y de ascensos y descensos del nivel del mar.

Para J. Gribbin, el gran deshielo que marca el fin del Pleistoceno e inicio del Holoceno result� de una combinaci�n de varios factores que dio inicio a la etapa interglacial actual. Considera tambi�n que la insolaci�n que conocemos es caracter�stica de una etapa glacial y "...la nieve todav�a no ha tenido oportunidad de caer en grandes cantidades; pero cuando lo haga, la insolaci�n ser� demasiado d�bil para eliminarla".

Los 10 000 a�os del Holoceno no son nada en la escala, no digamos geol�gica, sino del periodo Cuaternario —definido precisamente por las glaciaciones. La opini�n m�s com�n de los especialistas es que la �ltima glaciaci�n no ha terminado. Nos encontramos muy posiblemente en un lapso interglacial, consistente en un calentamiento general iniciado hace 18 000 a�os y que no podr�a durar muchos miles de a�os m�s, con la gran posibilidad de un nuevo avance de los hielos, especialmente sobre Europa y Norteam�rica, volviendo a las condiciones del pasado no muy remoto.

El concepto de estabilidad es aparente y resulta de la simplificaci�n de las magnitudes del tiempo y el espacio que hacemos en funci�n de nuestra breve presencia en la Tierra. En el periodo Cuaternario se produjeron cuatro grandes glaciaciones que duraron cada una algunas decenas de miles de a�os. Hubo etapas de retroceso de los hielos que no significaron el fin de la glaciaci�n en s�; duraron algunos miles de a�os para despu�s volver a condiciones semejantes a las actuales. Es probable, y esto lo sostienen la mayor�a de los especialistas, que vivimos una breve etapa interglacial y hay quienes afirman que la tendencia es ya al enfriamiento. Este es un proceso natural que de ser real, se producir�a el avance de los hielos sobre las tierras habitadas del norte en decenas de a�os, cientos o miles.

Hay quienes opinan que puede ser algo verdaderamente catastr�fico: la nieve ca�da en un invierno no se derretir�a toda, al a�o siguiente abarcar�a un territorio mayor y as� sucesivamente; en diez a�os, grandes superficies habitadas o de tierras agr�colas se volver�an in�tiles. Esta suposici�n parte de la hip�tesis que la �ltima glaciaci�n se produjo en forma brusca y no gradual, lo que se pretende demostrar por los numerosos mamutes bien conservados que se han encontrado en Siberia. Aparentemente no tuvieron oportunidad de emigrar a tierras m�s c�lidas. Sin embargo, hay m�s evidencias en contra de esta hip�tesis que a favor.

En realidad no sabemos c�mo se produjeron los cambios clim�ticos que condujeron a las glaciaciones y es muy aventurado proponer modelos cuando no se cuenta con los elementos suficientes para ello.

Es un hecho que el clima actual tiende a transformarse por procesos naturales: la energ�a proveniente del Sol, de intensidad variable; los cambios de la inclinaci�n de la Tierra; las erupciones volc�nicas potentes de piroclastos que reducen la penetraci�n de los rayos solares y otras causas posibles. Esta transformaci�n podr�a dar lugar a la vuelta a una glaciaci�n en tiempos hist�ricos o en unos miles de a�os. O tal vez podr�a ser lo contrario: un retroceso de los hielos actuales.

LA PEQUE�A GLACIACI�N

En los siglos del XV a XIX los inviernos en Europa fueron m�s fr�os de lo com�n. A este lapso se le conoce como "Peque�a Glaciaci�n". El verano de 1675 fue excepcionalmente fr�o. Despu�s hubo inviernos en que los glaciares avanzaron destruyendo algunas aldeas en Francia, Suiza, Escandinavia e Islandia. En el norte de Europa las temperaturas fueron en algunos a�os de 3 a 4 grados m�s bajas que las actuales.

La Peque�a Glaciaci�n tuvo dos ondas de fr�o, de acuerdo con el ge�grafo sovi�tico D. Oreshkin. La primera durante los siglos XIII y XIV y la segunda los siglos XVI y XVII, por lo que algunos especialistas consideran que la Peque�a Glaciaci�n se produjo de principios del siglo XIII a los inicios del XIX. Otros cient�ficos no est�n de acuerdo con el t�rmino, ya que consideran que lo que realmente ocurri� fueron temperaturas extremas m�ximas y m�nimas. Los climat�logos sovi�ticos han aportado suficientes datos que demuestran que s� se produjo un descenso de la temperatura. Al norte del paralelo 57, durante los siglos XVI y XVII la temperatura media anual fue de 1.5 a 2 grados menor que la actual; se redujo la duraci�n de los veranos a costa de m�s d�as fr�os en primavera y oto�o. En los siglos XVII y XVIII fueron comunes los inviernos crudos. El siglo XVI result� el m�s fr�o con veranos breves y los dos siglos siguientes fueron especialmente dif�ciles para los navegantes. En los veranos se presentaron sequ�as frecuentes.

Los cient�ficos franceses S. Itchiaque y N. Skrotzky exponen una serie de ejemplos sobre c�mo influyen las condiciones clim�ticas en muchas actividades humanas: del siglo V al VIII se produjo un avance glacial al que siguieron temperaturas m�s altas que favorecieron la navegaci�n; as�, Eric el Rojo lleg� a las costas de Am�rica del Norte. En el siglo XV, despu�s de trescientos a�os de malas condiciones clim�ticas, �stas mejoraron y es cuando se producen los grandes viajes de exploraci�n.

Durante la Peque�a Glaciaci�n avanzaron los hielos de Groenlandia, arruinando a las colonias normandas establecidas.

Lo anterior se ha establecido a partir de datos hist�ricos y de otro tipo, ya que entonces no exist�an las estaciones meteorol�gicas.

�Cambia el clima?

El siglo XX fue m�s c�lido que el anterior, y sobre todo, en su primera mitad no fueron comunes los fen�menos clim�ticos extremos: sequ�as, veranos fr�os, inviernos templados, temperaturas r�cord, etc., lo que en cambio se ha vuelto com�n desde la d�cada de los a�os setenta.

Lo que para el cuidadano com�n y corriente es un clima normal —la estabilidad de hace m�s de cuarenta a�os—, al climat�logo puede parecerle algo anormal. Se han vuelto comunes las noticias sobre las variaciones extremas del clima. En los a�os setenta se reconoci� en Europa el invierno m�s fr�o en m�s de 200 a�os; el m�s benigno en 130 a�os, la mayor sequ�a en 140 a�os y el julio m�s c�lido en 300 a�os.

En 1979 la Gran Breta�a tuvo el peor invierno conocido. En 1986 cient�ficos brit�nicos concluyeron que, entre 1961 y 1984, la temperatura promedio del planeta aument� aproximadamente un grado Fahrenheit (0.56 grados cent�grados).

Es com�n que los fen�menos clim�ticos extremos se presenten en una misma �poca en sentidos opuestos. En 1982 hubo graves sequ�as en Australia, el sur de �frica, el sur de la India y en Sri Lanka. En cambio, hubo lluvias torrenciales en Ecuador, norte de Per� y la costa occidental de los Estados Unidos; asimismo, violentos ciclones afectaron Hawai, la Polinesia, Tahit� y Tuamotu. Seg�n S. Itchiaque y N. Skrotzky, lo anterior se relaciona con un fen�meno peri�dico conocido como "El Ni�o", que se present� en 1982-1983. Consiste en un sobrecalentamiento del agua superficial del oc�ano en una extensi�n determinada, de lo que resulta un manto en movimiento que ejerce una influencia considerable sobre el clima. Los autores mencionados se�alan que en 1982 se produjo la erupci�n del volc�n Chich�n, en Chiapas, la que en este siglo ha arrojado mayor cantidad de cenizas a la atm�sfera. Aunque no bien conocidos los efectos de este proceso, es seguro que influy� en alteraciones clim�ticas aunque de breve duraci�n.

A principios de 1990 se produjeron cuatro tormentas semejantes a huracanes: el 25 de enero, el 3 y 26 de febrero y el 1 de marzo. Afectaron principalmente las costas de Inglaterra, Francia y Alemania y, en menor proporci�n, las de B�lgica, Holanda y Dinamarca y el territorio de Suiza. Los vientos alcanzaron la m�xima velocidad en la primera tormenta y fueron de hasta 177 km/h. En las dos posteriores de 145-150 km/h y en la �ltima fueron m�s d�biles, de 96 km/h.

El invierno de 1989 en Polonia fue el m�s c�lido desde 1779. Los a�os 1987, 1988 y 1989 fueron considerados como de los m�s calientes del siglo y con fuertes sequ�as. Datos como �stos reflejan una etapa actual cambiante del clima o la vuelta a una situaci�n normal. Para algunos especialistas las condiciones se hacen semejantes a las que prevalecieron durante la Peque�a Glaciaci�n. Es muy probable que todo esto sea un fen�meno natural, ajeno a la actividad humana, pero tambi�n puede deberse a �sta o a las dos.

Es muy posible que las condiciones naturales est�n favoreciendo un cambio del clima. Resulta dif�cil aseverar esto y, m�s a�n, la direcci�n en que puede estarse produciendo. La opini�n actual prevaleciente entre los cient�ficos es que el cambio es a condiciones m�s fr�as. Pero, por otro lado, se tiene la alteraci�n indiscutible por influencia del hombre, consistente en el aumento constante del bi�xido de carbono en la atm�sfera, la deforestaci�n y la alteraci�n del ciclo hidrol�gico, factores principales que est�n provocando un aumento de la temperatura del planeta.

Las opiniones m�s pesimistas suponen que en la primera mitad del siglo XXI la temperatura media anual ser� de 3 a 5.5 grados cent�grados mayor que la actual. Otros autores que el cambio ser� mayor en la latitud alta del hemisferio norte, de hasta 3-4 grados y de un grado en el ecuador.

Un aumento de 4 grados es equivalente al que ha ocurrido en los �ltimos 18 000 a�os, aunque las velocidades de transformaci�n son radicalmente distintas. El principal efecto negativo que tendr�a un cambio del clima tan brusco se dar�a en la agricultura, adem�s se producir�a un ascenso del nivel del mar, la extinci�n de muchas especies de plantas y animales. Todo esto significa una modificaci�n total de los ecosistemas. En enero de 1990 otros cient�ficos sostuvieron puntos de vista distintos: para el pr�ximo siglo la temperatura aumentar� de uno a dos grados. C. Mark Mier, de la Universidad de Colorado considera que el ascenso del nivel del mar no ser� tan dr�stico. Sus estudios de los hielos polares lo llevan a la conclusi�n de que �stos est�n creciendo y que en el siglo pr�ximo el nivel del mar aumentar� solamente 30 cm. Aunque es un valor que parece insignificante representa una reducci�n muy grande de la tierra firme. Esto depende de los relieves costeros y ser�a mucho m�s sensible en el norte de Europa y Siberia, en Am�rica en la costa atl�ntica de EUA, en especial en Florida. El mismo especialista considera que un posible aumento de dos grados en el siglo XXI traer�a como consecuencia tormentas y sequ�as.

El hombre sobrevivi� a la �ltima glaciaci�n, y sus antepasados, distintos del actual, a otras y a muchas adversidades. Es poco probable que el cambio de clima, con todas sus consecuencias negativas, amenace la vida humana. Simplemente tendr� que adaptarse, en un periodo breve, a condiciones totalmente distintas. Sostienen los conocedores del problema que aunque no se puede establecer hoy d�a c�mo y d�nde cambiar�n los climas, habr�a regiones que se ver�an beneficiadas, como algunas zonas subpolares y otras des�rticas.

Es importante conocer estos problemas, mas son semejantes a los terremotos, al nacimiento o reactivaci�n de los volcanes. Sabemos que pueden ocurrir en una regi�n determinada, se pueden estimar los lapsos en decenas, cientos o miles de a�os, pero todav�a no es posible la predicci�n con buena aproximaci�n en tiempo y espacio.

Las predicciones ser�an mucho m�s certeras si se contara con informaci�n clim�tica, astron�mica, geol�gica, oceanogr�fica y de otro tipo para algunas decenas de miles de a�os. Mucho se ha obtenido en los �ltimos a�os estudiando los suelos, los hielos de los casquetes polares, los oc�anos, los dep�sitos de erupciones volc�nicas antiguas, los f�siles cuaternarios, las construcciones sepultadas, etc. Otra parte de la informaci�n se obtiene de los datos hist�ricos y por mediciones precisas con instrumentos y esto a partir del siglo pasado; pero en forma continua y cubriendo grandes territorios s�lo en la segunda mitad de nuestro siglo.

La influencia del hombre

Si bien muchos especialistas consideran que el clima tiende a volverse m�s fr�o por causas naturales, no hay duda que se est� produciendo un calentamiento por determinadas actividades humanas. La expulsi�n de gases por la industria est� provocando un incremento del bi�xido de carbono y una reducci�n del ozono, gas que nos protege de los rayos ultravioleta. La destrucci�n de las selvas tropicales permitir� un mayor calentamiento de la superficie, cubierta por vegetaci�n abundante.

Resulta que est� en proceso de realizarse un cambio brusco del clima a condiciones m�s calurosas, violentando el funcionamiento de la naturaleza. Se calcula que para el primer cuarto del siglo XXI las condiciones clim�ticas ser�n distintas. En apariencia es un proceso ya irreversible. Otra vez, los especialistas no se ponen de acuerdo; algunos consideran que la temperatura media aumentar� dos grados, otros suponen que cuatro. De aqu� surgen numerosas hip�tesis sobre los efectos posibles. La que m�s se ha difundido es la del deshielo de los casquetes polares que conducir�a a un ascenso del nivel del mar de varios metros.

Las opiniones en este caso vuelven a ser controvertidas. La historia no registra ning�n cambio clim�tico brusco hacia condiciones m�s c�lidas, que nos permita inferir los efectos que tendr� el mismo. El �ltimo ocurri� entre hace 10 000 y 18 000 a�os y se ha reconstruido parcialmente con base en diversos estudios de polen, f�siles, restos de culturas antiguas y otros elementos. El problema no es tan simple como sumar dos o cuatro grados a las temperaturas medias anuales de cada regi�n clim�tica del planeta.

W. R. Peltier sostuvo en 1988 que el nivel del mar est� ascendiendo un promedio de 1 mm/a�o por p�rdida de la masa de los glaciares, lo que demostr� en el mar de Barents. En 1987 V. Gorniz y S. Lebedev calcularon valores de ascenso del nivel medio del mar de 1.2 mm/a�o en las costas de Jap�n y oriente de Norteam�rica por las mismas causas.

Varios especialistas predicen que el ascenso del nivel del mar cubrir� una amplia extensi�n de las tierras bajas costeras, lo que incluye una porci�n importante de Europa, de Siberia y de Norteam�rica. Las aguas ir�an gradualmente ascendiendo hasta inundar ciudades como Londres y Nueva York y regiones como la Florida y parte de la pen�nsula de Yucat�n. Otros cient�ficos consideran que este proceso ser�a muy prolongado, de hasta cientos de a�os, y otros llegan a conclusiones m�s optimistas y suponen poco probable el deshielo de los casquetes polares.

El incremento gradual del bi�xido de carbono en la atm�sfera est� provocando un mayor calentamiento del planeta en su superficie. Pero algunos autores sostienen que al mismo tiempo que se produce este fen�meno innegable, las part�culas cada vez m�s abundantes en la atm�sfera, disminuyen la penetraci�n de los rayos solares, lo que favorece el enfriamiento y el proceso puede equilibrarse o ser menos grave de lo que se considera. El climat�logo franc�s J. Labeyrie supone que el bi�xido de carbono se est� incrementando en la atm�sfera en 1% cada dos a�os. �ste no es asimilado en su totalidad por la atm�sfera, sino en otras proporciones semejantes, por el oc�ano y la cobertura vegetal.

Parece que lo m�s aproximado a la realidad es aceptar el hecho de que la temperatura est� aumentando y que se ha convertido en un proceso irreversible. Los efectos que podr� tener en la atm�sfera, la hidrosfera y el relieve terrestre no los conocemos. Es evidente que habr� cambios sustanciales, muy probablemente catastr�ficos en muchos casos e incluso ben�ficos en otros, en que regiones inh�spitas se transformen en otras m�s favorables para la vida humana. Los pa�ses desarrollados dedican actualmente una buena cantidad de recursos para el estudio de este problema y sus posibles consecuencias.

Como en muchos otros problemas los cient�ficos no pueden dar hoy d�a una soluci�n, no digamos para evitar el cambio clim�tico, sino ni siquiera establecer en qu� consistir�. Ante esta situaci�n muy frecuente lo �nico que puede hacerse es seguir investigando sobre el tema.

Ante el problema que se ha expuesto, los pa�ses desarrollados han instrumentado un programa internacional conocido como Cambio Global, mismo que pretende estudiar mejor el funcionamiento f�sico, qu�mico y biol�gico en la Tierra para entender las consecuencias a nivel global, de los cambios que se produzcan en cada uno de estos elementos. El programa del Cambio Global incluye el estudio de la energ�a solar, la capa de ozono, la contaminaci�n de la atm�sfera, las nubes, los oc�anos y otros objetos. Todo se estudiar� fundamentalmente con sat�lites artificiales.

LOS TSUNAMIS

Un movimiento brusco en el fondo del oc�ano o en cualquier acu�fero provoca la formaci�n de olas en todas direcciones a partir del mismo. Es el principio de formaci�n de los tsunamis o maremotos; se originan por un sismo, una erupci�n volc�nica submarina o un dep�sito de material en el oc�ano —un derrumbe de grandes proporciones en monta�as contiguas a la costa. En cualquier caso debe producirse en forma brusca, violenta, de manera que pueda dar origen a un gran movimiento de una columna de agua, de millones de toneladas de peso, en sentido vertical ascendente. Las olas resultantes se desplazan con velocidades de 700 km /h y m�s y pueden extenderse hasta los confines de la cuenca oce�nica, a miles de kil�metros.

La velocidad de los tsunamis depende fundamentalmente de la profundidad del oc�ano, ya que aumenta con esta misma. La altura de las olas es insignificante, del orden de un metro y medio. Desde un barco el tsunami es irreconocible. Al acercarse la ola a la costa, donde disminuye la profundidad, la velocidad se reduce y la ola crece en altura, convirti�ndose en una muralla de agua que llega a alcanzar 40-60 m de altura. Estas grandes olas se producen en serie, con intervalos que var�an de unos minutos a horas. La intensidad de las olas disminuye gradualmente.

Algunos tsunamis conocidos

Al terremoto que destruy� Lisboa en 1755 siguieron olas de tsunami en las costas de Portugal, Espa�a y Marruecos.

En Arica, Per�, en 1868, despu�s de un terremoto, se formaron olas de m�s de 10 m y se presentaron incluso en Nueva Zelanda y Hawai.

La erupci�n del Krakatoa en 1883, al originar finalmente una caldera acompa�ada de una gigantesca explosi�n, provoc� uno de los tsunamis m�s poderosos que se han observado, con olas de m�s de 30 m y causante de decenas de miles de muertos. Es una de las mayores cat�strofes del siglo XIX.

En 1952 un tsunami afect� las costas de Kamchatka y las islas Kuriles, debido a un terremoto cuyo epicentro se localiz� en la trinchera vecina. La primera ola lleg� 45 minutos despu�s del terremoto.

Alaska fue seriamente afectada en su porci�n sudoriental en 1958. El tsunami se debi� a un terremoto que a su vez provoc� gigantescos deslizamientos de nieve, hielo y rocas, que al depositarse en el oc�ano provocaron un ola que alcanz� una altura entre 17 y 35 metros.

Uno de los tsunamis m�s destructores es el que result� del terremoto de Chile en 1960. Las olas, con velocidades de hasta 700 km/h, se difundieron por todo el Pac�fico y no s�lo asolaron las costas chilenas, sino tambi�n las islas Hawai y las costas de Jap�n.

Prevenci�n

A diferencia de otros fen�menos catastr�ficos, los tsunamis son repentinos s�lo en casos excepcionales. Cualquier sismo intenso en la costa debe prevenir a los pobladores sobre la amenaza de tsunamis que pueden presentarse despu�s de 10 minutos por lo menos.

Es com�n que antes de la llegada de los tsunamis a la costa se produzca un retroceso del mar, un descenso de un metro o m�s. Es una se�al de alarma inequ�voca.

El registro que se lleva a cabo en el mundo sobre sismos submarinos, cambios en el nivel del mar y otros fen�menos, a trav�s de estaciones especiales, sat�lites artificiales y barcos, permite comunicar la presencia de tsunamis y tomar medidas preventivas.

Despu�s del terremoto de Chile de 1960, los tsunamis llegaron a Hawai en 10 horas y a Jap�n en 20, tiempo suficiente para alertar a la poblaci�n.

Las costas del Pac�fico son las m�s vulnerables a los tsunamis por pertenecer a la cuenca de mayor actividad s�smica. Las islas Hawai, as� como muchas otras, por su posici�n geogr�fica han sido varias veces afectadas por el fen�meno, originado lo mismo en Jap�n, Alaska o Chile.

CICLONES Y TORNADOS

Los ciclones o ciclones tropicales, tambi�n conocidos como huracanes y tifones, ocurren entre los paralelos 5 y 25 de los hemisferios norte y sur. Se forman cuando el aire de una porci�n de la atm�sfera se vuelve m�s ligero que el que lo rodea. Como resultado, asciende y se forma lo que se conoce como una depresi�n. El aire c�lido liviano se eleva sobre el fr�o. En el frente c�lido se forma un cord�n de nubes que provocan lluvias, y en ocasiones, tormentas. Los ciclones pueden alcanzar dimensiones de hasta 500 km de di�metro y producen vientos con movimiento en espiral de hasta 250-350 km /h. Cuando las velocidades de los vientos son menores de 118 km/h se trata de una tormenta tropical, misma que puede transformarse en cicl�n y viceversa.

Los ciclones tropicales afectan una misma regi�n con grandes da�os, una vez en treinta a�os, aproximadamente; en Florida, donde son muy comunes, ocurren en promedio una vez en seis a�os. Pero cient�ficos estadounidenses han calculado que en el Golfo de M�xico el centro de un cicl�n se vuelve a presentar en la misma localidad, despu�s de 3 000-l0 000 a�os, de acuerdo con datos recopilados por Z. Kukal.

Los da�os que causan estos fen�menos se deben a las velocidades excepcionales del viento, acompa�adas de lluvias intensas. Adem�s del riesgo inmediato que representan para las construcciones y las personas, provocan inundaciones, marejadas, desborde de r�os, derrumbes y corrientes de lodo. Por otro lado, es conocido que los ciclones son tambi�n ben�ficos porque aportan agua a los r�os y al subsuelo; constituyen una parte importante del equilibrio ecol�gico.

Son comunes en el sur y sureste asi�tico, en las costas de la India, Bangla Desh, Pakist�n, Indochina, lo mismo que en el Golfo de M�xico y el Caribe.

En los �ltimos a�os, el cicl�n m�s intenso en M�xico fue el Gilberto, en septiembre de 1988, que provoc� da�os desde Quintana Roo a Coahuila (figura 8). No son muy comunes los meteoros extraordinarios como Gilberto. En cambio, son frecuentes otros de menor fuerza que se desintegran poco despu�s de entrar al continente, como los siguientes: Eugenio afect� las costas del Pac�fico desde Michoac�n a Nayarit en julio de 1987; Cosme, las costas de Guerrero y Oaxaca en junio de 1989; Kiko, el sur de la pen�nsula de Baja California en agosto de 1989.

En noviembre de 1990 se present� el cicl�n Mike en Manila, dejando a su paso cuantiosos da�os materiales.

El riesgo por ciclones tropicales se ha reducido enormemente en los �ltimos 20 a�os, gracias al estudio permanente que hacen de la atm�sfera los sat�lites artificiales. Se observa el nacimiento de los huracanes, su evoluci�n, velocidad, tama�o y direcci�n en que se desplazan. Por esto, es posible tomar las medidas precautorias que han reducido al m�nimo las v�ctimas.

Parientes de los ciclones son los tornados o trombas. Se forman cuando una masa de aire fr�o, denso, cubre una superficie del suelo o mar, que genera aire liviano debido a un calentamiento por los rayos solares. El aire denso desciende remplazando al ligero. Se produce as� un movimiento vertical ascendente en forma de espiral que puede alcanzar hasta 400 km /h. A causa de este fen�meno pueden ser arrancados �rboles y techos de casas. Son comunes en las planicies de los Estados Unidos.



Figura 8. Da�os causados por el hurac�n Gilberto en Canc�n, Q.R. Fotograf�a del diario La Jornada por Elsa Medina.

Uno de los tornados m�s recientes que caus� serios da�os se produjo en la ciudad de Crest Hills, Illinois, en agosto de 1990. En cuesti�n de 15 minutos destruy� m�s de 100 casas, hizo volar autom�viles y arras� con �rboles y sembrad�os.

INUNDACIONES

Las inundaciones m�s comunes son las provocadas por el desborde de los grandes r�os. Los n�cleos de poblaci�n han crecido en las m�rgenes de las corrientes mayores. En apariencia, el riesgo por inundaci�n ha disminuido gradualmente en la segunda mitad de este siglo, ya que se han hecho serias modificaciones al r�gimen de las corrientes principales en el mundo, sea con el fin de reducir el riesgo o de aprovechar el agua a trav�s de presas y canales. Por otro lado, el riesgo ha aumentado por el crecimiento de los asentamientos humanos hacia zonas inundables y por modificaciones en la superficie terrestre: destrucci�n de la vegetaci�n, erosi�n de suelos y otras.

En muchas partes del mundo todav�a son frecuentes las inundaciones de grandes dimensiones, en especial en las llanuras deltaicas en que hist�ricamente ha habido una convivencia entre los pobladores y las crecidas de los r�os. Esto ha sido com�n en Bangla Desh, China y otros pa�ses.

Otro tipo de inundaciones se producen en las poblaciones situadas al pie de altas monta�as, en especial en los Andes y el Asia Central. Las lluvias extraordinarias o deshielos bruscos en la primavera provocan avenidas cubriendo las superficies niveladas inferiores.

La ciudad de M�xico es un caso especial en el mundo, no s�lo por la amplia superficie que ocupa, sino por su situaci�n en la altiplanicie de un lago desecado artificialmente. Pero las aguas que descienden de los valles monta�osos desde el occidente y oriente intentan restablecer las condiciones prehist�ricas (figura 9), lo mismo que las lluvias en la superficie plana ocupada por la ciudad. La plancha de asfalto, junto con gigantescas obras de ingenier�a, ha desplazado por la fuerza a las aguas del territorio que les corresponde.

Entre las inundaciones memorables recientes se puede citar la que ocurri� en el noroccidente de Australia de mediados a finales de enero de 1974, rese�ada por B. A. Bolt y otros y causada por un hurac�n. En s�lo dos d�as la precipitaci�n pluvial fue de 480 mm (en la ciudad de M�xico es de aproximadamente 600 mm anuales). Se inundaron totalmente varias ciudades como Breensben, Santa Luc�a, Broom y Darwin, entre otras.

Los autores mencionados explican c�mo favorecieron la inundaci�n de algunas ciudades australianas las viviendas y las calles pavimentadas que sustituyeron bosques y pantanos, que tienen mucho mayor capacidad de asimilar el agua de la lluvia o de los r�os desbordados.

Los huracanes y tormentas tropicales son la causa com�n de las grandes inundaciones. Todos los a�os provocan da�os materiales y v�ctimas, principalmente en los tr�picos. En los �ltimos cinco a�os han ocurrido estos fen�menos, y de grandes dimensiones, en Puerto Rico, la costa del Golfo de M�xico, Venezuela y Brasil, por lo menos.

El riesgo por inundaci�n debida a la crecida de los r�os es uno de los m�s f�ciles de evitar o mitigar. Resulta sencillo delimitar la superficie que cubre un r�o durante sus crecidas anuales y las extraordinarias, generalmente inundadas una vez en 15 o 30 a�os.

Lo mismo puede decirse de las desembocaduras de corrientes monta�osas, zonas de verdadero riesgo, muchas veces despreciado porque los flujos normales anuales no son peligrosos, pero, sobre todo en zonas �ridas y semi�ridas llegan a presentarse crecidas excepcionales, tal vez una en 50 a�os. En estos casos se forman corrientes de lodo que ocasionan graves da�os a las construcciones que las desafiaron.

El r�o Misisipi ha causado grandes inundaciones, la mayor de ellas conocida en 1927. A ra�z de �sta se construyeron numerosas obras de ingenier�a (presas y canales principalmente) para tratar de evitar o reducir los efectos de otra inundaci�n gigantesca, que ocurri� en 1973, causando numerosos da�os pero reducidos considerablemente. Se calcul� que de no contar con la infraestructura creada el agua hubiera superado los niveles de 1927.



Figura 9. Inundaciones en la ciudad de M�xico. Fotograf�a de La Jornada, por Andr�s Garay.

De las grandes inundaciones que han ocurrido en M�xico, forman parte de la historia las de los �ltimos d�as de 1990 y principios de 1991, cuando lluvias extraordinarias en la Sierra Madre Occidental y la planicie costera marginal a la misma, provocaron la crecida de los r�os y su desborde, en especial, el Sinaloa y El Fuerte, con sus afluentes, provocando grandes inundaciones en parte de los estados de Chihuahua y Sinaloa.

Holanda, ejemplo de inundaciones por el mar

Las inundaciones de grandes proporciones debidas a la invasi�n de tierra firme por el mar son bien conocidas en Holanda (figura 10). Se considera que el territorio sufre un descenso gradual por procesos tect�nicos. Seis mil a�os atr�s el nivel del mar en el mundo alcanz� una estabilidad, despu�s de un ascenso general provocado por el retroceso de los hielos, que dur� miles de a�os. La estabilidad es relativa ya que continuaron los procesos de ascenso o descenso del nivel del mar en las costas, o alternancia de ambos. Sin embargo, en el plano global fueron de menor intensidad.

En las publicaciones de L. G. Bondariov y A. M. Lambert hay una explicaci�n sobre la evoluci�n en tiempos hist�ricos de las tierras costeras de Holanda y los procesos que las afectan. El avance del mar sobre la tierra firme no ha sido ininterrumpido en los tiempos hist�ricos. Diversas construcciones hechas desde hace 2 000 a�os se han visto en condiciones suba�reas y subacu�ticas.

Hace mil a�os empezaron a construir los pobladores de esta regi�n los primeros diques para protegerse del mar, lo mismo que peque�as colinas de 9 a 12 m de altura sobre las planicies pantanosas. Hacia el siglo VII se construyeron diques en las m�rgenes de los r�os y tres siglos despu�s ya hab�an aparecido los polders, que son porciones deprimidas de tierra firme formadas por la desecaci�n artificial de las superficies ocupadas por el mar, lagos o r�os.



Figura 10. En el relieve de Holanda predominan las planicies, semejantes a mesas de billar. Fotograf�a de Mario Villalobos.

Los siglos XII y XIII se caracterizaron por fuertes tormentas en el occidente de Europa. Tan s�lo en este �ltimo siglo las inundaciones se produjeron por decenas. El agua super� en muchas ocasiones los diques defensivos.

Durante la Peque�a Glaciaci�n, de los siglos XVI a principios del XVIII, las tormentas fueron menos, pero poderosas. Destruyeron los diques en 1570, 1665, 1717 y 1724, lo mismo que en 1825.

Las mayores inundaciones en tiempos recientes se han producido en el suroccidente de Holanda, en la cuenca inferior del Rin. Esto ocurre principalmente cuando se conjugan altas mareas con tormentas y crecidas de los r�os. La �ltima gran inundaci�n ocurri� el �ltimo d�a de enero y primero de febrero de 1953, cuando el agua subi� de nivel 3 a 4 metros; los diques fueron rebasados, el mar invadi� 100 000 hect�reas, las casas fueron destruidas por miles.

El problema a considerar a futuro en Holanda es el del posible ascenso del nivel del mar en el siglo XXI, pues su tendencia a avanzar sobre tierra firme ser�a m�s marcada.

REMOCI�N EN MASA

De los diversos tipos de procesos gravitacionales hay algunos que por su magnitud y velocidad resultan catastr�ficos. Estos �ltimos ocurren en forma espor�dica, a diferencia de otros, permanentes en la superficie de la Tierra. Entre los fen�menos de mayor riesgo se tienen los derrumbes (desprendimiento y ca�da violenta de grandes masas de tierra y rocas), los aludes de nieve y hielo y las corrientes de lodo. El volumen y velocidad de cada uno de �stos depende de factores geol�gicos (tipo de rocas, estructuras y espesores) y fisicogeogr�ficos (clima, cubierta de suelo y vegetaci�n, pendiente del terreno).

Los derrumbes se producen en las monta�as como resultado de la alteraci�n (intemperismo) constante de las rocas, la acci�n de los agentes de la erosi�n y frecuentemente, tambi�n de la actividad interna (sismos y actividad volc�nica). Las masas colapsadas no alcanzan grandes distancias en su desplazamiento sobre el terreno, pero en ocasiones el relieve y la presencia de agua pueden favorecer su remoci�n a distancias de varios kil�metros. En este caso, pasan a la categor�a de corrientes de lodo. Esto se ve favorecido cuando la masa desprendida de las laderas monta�osas entra en contacto con un r�o, lago, nieve o hielo.

Los aludes de nieve son tambi�n movimientos violentos, comunes en las altas monta�as. Pero por ocurrir en zonas generalmente despobladas, en su gran mayor�a no provocan da�os de importancia.

Los fen�menos de remoci�n en masa que han causado da�os mayores han ocurrido en las altas monta�as de los cinturones de Eurasia y Sudam�rica. Generalmente son resultado de una combinaci�n de varios procesos: inicialmente sismos o erupciones volc�nicas a los que siguen desprendimientos de masas de hielo, nieve y rocas y su escurrimiento por valles fluviales, donde entran en contacto con el agua del r�o; en ocasiones se forman lagos, naturales o artificiales (presas) que al crecer o ser invadidos por corrientes de lodo revientan en forma violenta.

Algunos ejemplos de fen�menos de este tipo son los siguientes:

—En el Pamir (Asia Central), en 1911, a causa de un sismo se produjo en deslizamiento de unos 2.5 kil�metros c�bicos de rocas.

—En 1964, a ra�z de un terremoto en Alaska, se desprendi� una cresta monta�osa que cay� y rod� sobre un glaciar al que desprendi�, formando una masa deslizante de 23 millones de metros c�bicos.

—Entre las mayores tragedias se cuentan las corrientes de lodo que cubrieron Yungai, Per�, en 1962 y 1970, y Armero, Colombia, en 1985.

—El terremoto de Hans�, China, en 1920, provoc� el movimiento de masas de loess (material depositado por el viento que constituye rocas de poca consolidaci�n) que dio lugar a una cat�strofe en la que perecieron 200 000 personas. Algo semejante ocurri� en 1556.

—En los �ltimos a�os estos fen�menos han sido comunes. En julio de 1987 una zona tur�stica, La Valtellina, entre B�rgamo y los Alpes suizos, fue cubierta por corrientes de lodo, cuando fuertes lluvias provocaron el desborde de dos r�os que subieron su nivel 4 m y derrumbes en las laderas. En este caso, como en muchos otros actuales, los procesos naturales se ven favorecidos o acelerados por la actividad humana, principalmente la deforestaci�n y es com�n que se hagan construcciones, generalmente ilegales, en zonas de alto riesgo.

—En septiembre de 1987 lluvias intensas provocaron el desborde de r�os y deslizamientos en Maracay, Venezuela. En octubre del mismo a�o se produjo una avalancha de lodo cerca de Santiago de Chile, debida al deshielo. En febrero de 1988 hubo lluvias torrenciales y corrientes de lodo en Brasil, lo mismo que en Per�, cerca de Lima.

—En M�xico ocurri� un derrumbe de poca magnitud comparado con los casos anteriores, en una ladera de fuerte inclinaci�n, contigua al poblado de Atenquique, Jal., en octubre de 1955. Pero fue suficiente para cubrir algunos metros la iglesia principal. Y actualmente, semejante a la torre de la iglesia de San Juan Parangaricutiro, s�lo asoma la parte superior de la misma sobre el piso, en este caso no de lavas sino del jard�n central (figura 11).



Figura 11. Un derrumbe en Atenquique, Jal., cubri� parcialmente una iglesia en 1955.

Este tipo de fen�menos son predecibles. En primer lugar se cuenta con informaci�n hist�rica sobre da�os causados a poblaciones, desde los menores a los catastr�ficos. En ocasiones segundo lugar, los estudios geol�gicos pueden definir las zonas amenazadas por derrumbes, aludes o corrientes de lodo, as� como la magnitud del proceso. En algunos casos la localidad donde puede originarse un fen�meno catastr�fico se estudia en forma permanente para tratar de tomar medidas precautorias.

Tales procesos ocurren con mucha frecuencia, sobre todo en las altas monta�as nevadas de la Tierra. En su gran mayor�a pasan inadvertidos por presentarse en zonas deshabitadas. El problema se ha incrementado con el tiempo por el crecimiento de los asentamientos humanos que con frecuencia se extienden hacia zonas de alto riesgo.

En M�xico son comunes los procesos de remoci�n en masa, aunque son casi desconocidos para tiempos hist�ricos los de grandes magnitudes. En la cuenca de M�xico han sido comunes en los �ltimos a�os, sobre todo en la porci�n occidental de la misma, y no tanto por el proceso en s�, sino por los da�os causados. El problema radica en que los asentamientos humanos han rebasado las superficies favorables para la construcci�n, invadiendo laderas de cerros y barrancos, �ltimos reductos inhabitados y riesgosos.

Los ingenieros constructores pueden realizar obras que eviten el peligro por derrumbe, asentamiento o deslizamiento, m�s frecuentes en la �poca de lluvias.

Las corrientes de lodo son un proceso que frecuentemente acompa�a al derrumbe en las laderas de un barranco. En las zonas �ridas y semi�ridas estos procesos ocurren con una fuerte intensidad, aunque espor�dicos, una vez en 15 o 30 a�os, o m�s. Por esto no es raro que se desprecie el riesgo y se observen construcciones, lo mismo improvisadas que s�lidas en desembocaduras de barrancos.

Los mapas geomorfol�gicos en escalas grandes permiten reconocer las zonas de mayor riesgo, aquellas donde la erosi�n es m�s activa: en las cabeceras de barrancos, en los bordes escarpados, en laderas de pendiente fuerte y otras, as� como la amenaza por inundaci�n en los fondos de los valles y sus desembocaduras.

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