V. EL RELIEVE MEXICANO
SIEMPRE
ha llamado la atenci�n el variado relieve mexicano de planicies o tierras bajas, monta�as y altiplanos, lo mismo a los conquistadores espa�oles que a los ge�grafos y ge�logos actuales. A esto se agrega un no menos complejo relieve submarino de planicies, laderas, monta�as y depresiones. Ambos son resultado de una intensa actividad interna en el periodo Cuaternario, aunque heredada de tiempos geol�gicos m�s antiguos. Pocos pa�ses presentan la complejidad que el nuestro. Cinco placas litosf�ricas quedan comprendidas en el territorio mexicano (figura 14). Los movimientos de unas con respecto a otras est�n originando el ascenso de cadenas monta�osas, el desarrollo de fosas continentales y oce�nicas, la separaci�n de bloques, como la pen�nsula de Baja California, movimientos de la l�nea de costa, adem�s de actividad s�smica y volc�nica. El relieve expresa de distintas maneras esta intensa actividad tect�nica.La depresi�n oce�nica paralela a la costa del sur de M�xico, conocida como trinchera Mesoamericana y el Golfo de California son dos fosas oce�nicas profundas, estrechas y extensas en longitud (figura 14), formadas por procesos end�genos. En el primer caso se trata de subducci�n de una placa oce�nica (Cocos) bajo otra continental; en el segundo es la ruptura de una placa continental cuyos bloques se separan. Adem�s de estas dos fosas hay que considerar las laderas del fondo oce�nico, de pendiente muy fuerte, que constituyen escarpes con desniveles de mil a tres mil metros en distancias transversales de 10-20 kil�metros. Son los escarpes de Campeche, de Yucat�n y del occidente de Baja California (figura 14). Estos reflejan, en apariencia, un movimiento vertical de bloques.
Figura 14. Las placas litosf�ricas principales; 1) Global, 2) para el territorio mexicano (Mar�a Campa).
Las fracturas profundas del oc�ano se reconocen porque forman depresiones continuas o interrumpidas, frecuentemente bordeadas por monta�as submarinas. Los desniveles verticales superan generalmente los mil metros. En el territorio mexicano y contiguo se observan muy bien en los mapas batim�tricos de la zona del Pac�fico occidental las fracturas Clari�n, Rivera y Tamayo.
Otros rasgos de grandes dimensiones que atestiguan la actividad tect�nica, por lo menos en el periodo Cuaternario, son las plataformas continentales estrechas, que casi desaparecen a lo largo de decenas y cientos de kil�metros en las costas del oriente de la pen�nsula de Baja California, del sur de M�xico y del Mar de las Antillas o Caribe (figura 15).
Hay muchos elementos m�s que se pueden se�alar sobre este tema, pero es suficiente con estos ejemplos principales. Para la tierra firme, considerada tambi�n en una escala peque�a, se pueden mencionar los grandes sistemas monta�osos de muy poca altitud en comparaci�n con los grandes del planeta. La pen�nsula de Baja California es en s� un sistema monta�oso, heterog�neo en su constituci�n litol�gica y morfolog�a. Con �ste se asocian numerosas depresiones menores, transversales y paralelas. Este relieve de bloques levantados se relaciona con la abertura del Golfo de California.
La Sierra Madre Occidental se extiende desde Sonora hasta Jalisco por m�s de 1 000 km, es en s� una meseta, con altitud dominante a 2 000-2 800 msnm, formada por acumulaciones volc�nicas y disecada por la erosi�n fluvial que ha originado ca�ones profundos de m�s de 1 000 metros.
La Sierra Madre Oriental est� constituida esencialmente de rocas sedimentarias, formadas por dep�sitos de sedimentos en el oc�ano y posteriormente levantados, deformados y fracturados.
La Sierra Madre del Sur es la m�s compleja en cuanto a su constituci�n litol�gica y a la variedad de edades de las rocas, desde cerca del mill�n de a�os a m�s de 600 m.a. Debe tener una actividad de ascenso vertical por su vecindad con la trinchera Mesoamericana y los ascensos bruscos locales que se han producido debido a sismos en la costa.
Figura 15. Algunas formas del relieve del fondo oce�nico mexicano. 1) Fosas principales; 2) fosas secundarias; 3) escarpes mayores; 4) plataformas continentales estrechas, 5) monta�as submarinas.
La Sierra de Chiapas, paralela a la costa del Pac�fico, es homog�nea, de rocas gran�ticas y tambi�n est� asociada en su origen y evoluci�n con los movimientos profundos que ocurren bajo la trinchera Mesoamericana.
Entre las sierras Madre Oriental y Occidental se dispone una extensa superficie nivelada, localmente con monta�as menores, es el altiplano, formado por el relleno de depresiones anteriores. La erosi�n de las monta�as vecinas acarre� sedimentos que gradualmente se fueron acumulando, nivelando el relieve.
Otra gran estructura activa actualmente es la conocida como eje, faja, cintur�n, sierra, meseta y sistema, t�rminos a los que sigue el adjetivo de volc�nico o neovolc�nico. Su relieve lo forma un conjunto de planicies escalonadas que van desde los 500-800 m en Colima y Nayarit a los 2 600 m en Toluca. Culmina, para algunos autores, en la regi�n de los l�mites de los estados de Puebla y Veracruz; para otros se extiende hasta la costa del Golfo de M�xico. Sobre las planicies que constituyen esta estructura se asientan volcanes aislados, de peque�as y grandes dimensiones, conjuntos de volcanes j�venes y sus productos, y residuos de monta�as antiguas erosionadas. Por esto, el �nico t�rmino incorrecto es el de sierra, aunque de continuar su desarrollo en la misma direcci�n actual ser� un sustantivo correcto despu�s de algunas centenas de miles de a�os, cuando las monta�as predominen sobre las planicies, aunque esto es s�lo una simple suposici�n.
La expresi�n de las grandes formas del relieve originadas por la actividad neotect�nica, en especial cuaternaria, es mucho m�s clara en el fondo oce�nico, donde las zonas m�s estables se expresan como grandes planicies poco accidentadas y las m�s activas como depresiones profundas o altas monta�as submarinas. Esto se reconoce por medio de las cartas batim�tricas y se puede explicar con valores num�ricos.
Hay datos morfom�tricos bien conocidos sobre el relieve mexicano, como alturas, longitudes, orientaciones (en grados), pendientes y otros m�s. La altura m�xima se reconoce en el volc�n Citlalt�petl o Pico de Orizaba, con 5 747 m, mientras que la altitud m�nima es negativa y se localiza en el extremo noreste de la pen�nsula de Baja California, aproximadamente de 30 m; la profundidad m�xima se presenta en la trinchera Mesoamericana, frente a las costas de Chiapas, con 6 489 m de profundidad. La diferencia extrema de altitudes resulta de un poco mayor de los 12 kil�metros.
A continuaci�n se mencionan algunos datos num�ricos obtenidos de mapas reci�n publicados en el Atlas Nacional de M�xico.8
La densidad de disecci�n o de la red fluvial, equivalente a la longitud de las corrientes fluviales, dividida entre la superficie que las delimita, var�a desde cero a nueve kil�metros por kil�metro cuadrado. Estos valores m�s altos (8-9) se reconocen en la Sierra de Chiapas, en la vertiente del Pac�fico.
La profundidad m�xima por erosi�n, correspondiente al valor m�ximo de corte vertical por erosi�n, medido en cada uno de los mapas, dio como valores m�s altos 1 000 a 1 300 m en los ca�ones que cortan la Sierra Madre Occidental.
Si en cada mapa se obtiene la diferencia altitudinal m�xima resulta una amplia variedad de valores num�ricos que van desde los menores de 10 m hasta los 3 500-4 000 m. Esto en la tierra firme, donde los m�s elevados corresponden a los grandes volcanes. El an�lisis se extendi� a los oc�anos, donde resultaron n�meros de hasta 4 700 m en la trinchera Mesoamericana y en la cuenca del Caribe.
En el territorio mexicano existe un m�nimo de 5 000 volcanes nacidos en los �ltimos dos millones de a�os y se disponen en concentraciones de hasta 120 volcanes en mil kil�metros cuadrados.
En M�xico hay una peque�a cantidad de volcanes activos (figura 6). En el Cintur�n Volc�nico Mexicano se encuentran el Ceboruco, el Volc�n de Colima o de Fuego de Colima, el Popocat�petl y el Citlalt�petl, adem�s, dos volcanes de nacimiento muy reciente: Jorullo y Paricut�n. En la costa del Golfo de M�xico se encuentra el San Mart�n, y en Chiapas, el Chich�n y el Tacan�. En la costa occidental de la pen�nsula de Baja California est� el volc�n Tres V�rgenes. En el oc�ano Pac�fico, sobre la fractura Clari�n, se encuentra el B�rcena, el m�s joven.
Adem�s de los volcanes mencionados existen las zonas potencialmente activas: aquellas en las que se concentran numerosos volcanes con edades determinadas o inferidas en menos de 30 000 a�os. Una de estas zonas principales es la contigua a Uruapan, Mich., donde se asienta el Paricut�n; otras se reconocen al sur de la ciudad de M�xico, entre el Ajusco y el Popocat�petl; al noroccidente del Distrito Federal, en la zona de Tlaxco-Ciudad Sahag�n y varias m�s. Actividad volc�nica potencial hay en algunas localidades de Baja California, Sonora y Durango, adem�s de todo el territorio que corresponde al Cintur�n Volc�nico.
Hay que agregar que no son bien conocidos los volcanes activos. Los registros, de unos cuantos siglos, resultan insuficientes para conocer la vida de un volc�n. En otro cap�tulo se hizo menci�n a las grandes erupciones del Bezimianny y el Tambora, los que se consideraban apagados.
De los volcanes activos, el de Colima, el Popocat�petl, el Citlalt�petl y el Tacan� son los que en apariencia han manifestado una mayor actividad en los �ltimos milenios, incluyendo tiempos hist�ricos. Son los edificios de mayores dimensiones, cuyos dep�sitos reflejan distintas etapas de erupciones, algunas de ellas de magnitudes nunca vistas en M�xico en tiempos hist�ricos. Otros parecen estar en proceso de crecimiento por erupciones peri�dicas, y con el tiempo podr�an convertirse en conos semejantes a los anteriores. Es el caso del Chich�n, el Ceboruco, el San Mart�n y, posiblemente, el Tres V�rgenes.
Otros grandes volcanes, aunque j�venes, parecen estar apagados. Los vulcan�logos ya no gustan de este adjetivo y prefieren hablar de volcanes dormidos o en reposo, cuando no se tienen suficientes elementos para darlos por muertos. El Naucampat�petl o Cofre de Perote, el Matlacu�yatl o Malinche, el Xinant�catl o Nevado de Toluca y el Nevado de Colima son edificios de m�s de 4 000 m que se formaron por etapas de actividad potentes y prolongadas en el tiempo. Incluso con procesos de destrucci�n del cono superior. Pero grandes volcanes hay muchos en M�xico. En Nayarit el San Juan, el Tequila en Jalisco, el Tanc�taro en Michoac�n, el Ajusco y el San Miguel en el Distrito Federal y muchos otros.
Las calderas del Cintur�n Volc�nico Mexicano son formas del relieve, testigos de procesos volc�nicos de magnitud nunca observada en M�xico. Constituyen fen�menos poco comunes, y uno de los mejor conocidos que nadie tuvo la oportunidad de ver directamente fue la formaci�n de la actual caldera del Krakatoa.
La ciudad de Tepic se encuentra al lado de una peque�a caldera volc�nica; otra, de mayor magnitud se sit�a en Guadalajara -La Primavera. Algunos autores consideran que es una estructura semejante a la que ocupa la ciudad de Toluca. Calderas j�venes se localizan cerca de las poblaciones de Amealco y Huichapan, en el centro del Eje Neovolc�nico. La de mayores dimensiones es la de Los Humeros, en los l�mites de Puebla, Tlaxcala y Veracruz.
Lo anterior nos da una idea de lo poco que el hombre ha observado sobre las erupciones volc�nicas, a pesar de que en la historia �stas han sido miles y unas pocas catastr�ficas. Es dif�cil imaginar uno de estos fen�menos y no sabemos si tendremos la fortuna o desgracia de apreciarlo en a�os cercanos. Es com�n que despu�s de cada terremoto o erupci�n volc�nica se divulguen las ideas sobre el aumento gradual de las cat�strofes y hay quienes, sin ninguna base cient�fica, hasta predicen el fin del mundo al t�rmino del milenio. La geolog�a del periodo Cuaternario nos ense�a que en dos millones de a�os han ocurrido varios "fines del mundo" (procesos naturales catastr�ficos) y, a pesar de ello, la vida existe.
Actualmente se reconstruyen las etapas antiguas de la actividad volc�nica, que no quedaron registradas por los seres humanos, sino a trav�s de los sedimentos depositados. Estos reflejan el tipo de erupci�n por sus caracter�sticas f�sicas y qu�micas. La presencia de materia org�nica, como el carb�n, permite establecer la edad de los dep�sitos con mucha precisi�n, con lo que se ha reconstruido la historia de muchos volcanes de la Tierra.
Uno de los procesos volc�nicos m�s espectaculares es la ruptura de la porci�n superior del cono volc�nico en una etapa de actividad, provocando un gigantesco deslizamiento de grandes bloques de rocas que pueden desplazarse m�s de 20 km. Incluso sobre un terreno nivelado pueden formar lomas de m�s de 100 m de altura. En 1980, en los Estados Unidos, se observ� lo anterior en el Monte Santa Elena. El estudio del dep�sito rocoso sirvi� a los vulcan�logos para precisar que determinados tipos de rocas acumuladas en la base de un volc�n se formaron por el proceso mencionado.
Lo anterior ocurri� por lo menos en dos ocasiones en unos miles de a�os en el Volc�n de Colima. No es nada extraordinario, puesto que se han encontrado formaciones rocosas que atestiguan que lo mismo ha pasado en la mayor�a de los grandes estratovolcanes. Los conos superiores del Popocat�petl y el Citlalt�petl son muy j�venes y se apoyan en estructuras mucho m�s antiguas. En apariencia, en su complicada vida sufrieron una destrucci�n y experimentaron el nacimiento de un nuevo cono, actualmente cubierto por nieves permanentes. Pero la preocupaci�n de los vulcan�logos radica en la posibilidad de que un fen�meno semejante vuelva a ocurrir en el volc�n que se considera m�s activo del pa�s. Las posibilidades son mucho menores con respecto a otro tipo de fen�menos que han sido mucho m�s frecuentes, como la expulsi�n de lavas, de cenizas y p�mez.
Considerando el tama�o del territorio mexicano y los volcanes activos incluidos en �l, �stos procesos parecen ser m�s que moderados, si lo comparamos con Jap�n y los arcos insulares de las Kuriles, la pen�nsula de Kamchatka, Java, Islandia y Centroam�rica. Por otro lado, la mayor actividad volc�nica se manifiesta en la regi�n m�s poblada, la del Eje Neovolc�nico y tambi�n, a pesar de la tranquilidad de nuestros volcanes, nacieron dos en tiempos muy recientes, en 1759 y 1943, lo que es excepcional en el mundo.
En los aproximadamente 10 000 kil�metros de litorales de M�xico se producen en forma permanente cambios sustanciales. La erosi�n por el oleaje, la acumulaci�n de sedimentos por los r�os y los movimientos de levantamiento o hundimiento tect�nico o ascensos y descensos del nivel del mar son factores que hacen de los litorales las zonas m�s inestables de la superficie terrestre.
Poco se conoce sobre los cambios que est�n ocurriendo en los litorales mexicanos. Pero existe informaci�n suficiente para inferir lo que pasa hoy d�a. Adem�s de los factores naturales mencionados existen los humanos o antr�picos, que han tenido gran influencia en la evoluci�n de muchas localidades costeras en la segunda mitad de este siglo. El efecto principal se debe a la construcci�n de grandes presas en los r�os caudalosos, de lo que resulta una alteraci�n de su r�gimen, principalmente por la captura de miles y aun millones de toneladas de sedimentos que no llegan al oc�ano. Los litorales de acumulaci�n, con tendencia a un avance de la l�nea de costa hacia el oc�ano, se convierten en erosivos, en los que domina el proceso contrario: el mar avanza sobre el continente.
Los fen�menos naturales de erosi�n o acumulaci�n no pueden calificarse de buenos o malos. Simplemente representan un r�gimen al que el hombre se ha adaptado. De esto depende la presencia de playas, lagunas y riqueza faun�stica. La alteraci�n del r�gimen natural implica tambi�n la de la actividad econ�mica. Un ejemplo lo tenemos en la desembocadura del Balsas en el Pac�fico. Originalmente formaba un delta creciente mar adentro. Pero a ra�z de la construcci�n de la hidroel�ctrica de El Infiernillo, el aporte de sedimentos se redujo considerablemente, el delta dej� de crecer y se inici� su destrucci�n por la erosi�n marina. Con fotograf�as a�reas de distintos a�os, esto fue explicado y mostrado por M. A. Ortiz P�rez.
La mayor�a de los litorales mexicanos han sido modificados por obras que alteran los reg�menes de los r�os, presas y canales. Se alteran los procesos de la erosi�n y la acumulaci�n; permanecen, en su lugar, los posibles cambios de nivel del mar y los movimientos de levantamiento o hundimiento.
Figura 16. Mapa de tipos de costas de la Rep�blica Mexicana, simplificado del elaborado por M. A. Ortiz P�rez y L. M. Espinosa Rodr�guez (Atlas Nacional de M�xico, hoja IV.3.4) 1) L�nea de costa en avance hacia el mar por sedimentaci�n marina; 2) en avance hacia el mar por actividad tect�nica; 3) retroceso de la l�nea de costa hacia el continente por sumersi�n o ascenso del nivel del mar. En blanco, procesos no establecidos naturales.
A los investigadores M. A. Ortiz P�rez y L. M. Espinosa se debe el �ltimo mapa sobre la clasificaci�n de las costas de M�xico (figura 16), trabajo fundamental en que deben apoyarse otros estudios sobre la geomorfolog�a costera de regiones peque�as o grandes. En �l se clasifican las costas de acuerdo con la din�mica actual que las modifica, con la morfolog�a y otras caracter�sticas. Aunque se trata de un mapa que reduce la Rep�blica Mexicana ocho millones de veces, es de gran utilidad por cuanto permite, en un vistazo, apreciar los diferentes tipos de costas en los 9 000 km de litoral y las relaciones entre ellos. Se trata del cubrimiento de una primera etapa de trabajo. De ninguna manera resulta un mapa definitivo.
Ser�a conveniente hacer una segunda etapa de la clasificaci�n de las costas por grandes regiones geomorfol�gicas, por ejemplo, cada una de las cuencas marinas: Golfo de California, Golfo de M�xico y Mar de las Antillas, adem�s de las costas del occidente de Baja California y sur de M�xico. Esto ser�a favorable en mapas a la millon�sima. Posteriormente, una tercera etapa consistir�a en la elaboraci�n de mapas m�s detallados sobre litorales de especial inter�s, de longitudes de decenas a algunos cientos de kil�metros, lo que se puede representar en mapas escala 1:250 000 a 1:50 000.
Finalmente, los estudios de detalle que generalmente se hacen para bah�as o litorales de longitud de algunos kil�metros a unas decenas pueden realizarse en escalas 150 000 y m�s grandes. Es importante considerar que la aplicaci�n de las escalas muy peque�as a muy grandes es necesaria en estudios de este tipo, y consecuentemente en muchos de tipo geomorfol�gico.
La importancia del estudio de las costas se ha multiplicado en estos �ltimos a�os. Ya no s�lo es necesario conocer la din�mica litoral por la relaci�n que tiene con las construcciones ingenieriles, la pesca, la navegaci�n y otras, sino tambi�n por el posible ascenso del nivel del mar en el siglo pr�ximo. La mayor�a de los litorales mexicanos tienen un gradiente que se puede considerar fuerte. Esto es, las superficies casi horizontales se extienden desde la l�nea de costa hacia el interior, distancias reducidas en comparaci�n con territorios econ�micamente importantes de Norteam�rica, Europa y Asia. Un supuesto ascenso de uno a cinco metros del nivel del mar afectar�a ampliamente en extensi�n territonal la porci�n noroccidental de la pen�nsula de Baja California, las costas del oriente del Golfo de California, las del Golfo de M�xico en el norte, las de Tabasco hasta Yucat�n en el sur, as� como las del Mar de las Antillas (figura 17).
Figura 17. Grandes superficies del territorio mexicano con altitud sobre el nivel del mar menor a 10 m. �stas ser�an, en forma hipot�tica, las zonas m�s afectadas en el caso de un ascenso del nivel del mar. Basado en el mapa de J. Lugo, J. F. Aceves y M. T. Garc�a Arizaga, "Niveles de cimas", hoja IV.3.1, Atlas Nacional de M�xico.
Por otro lado, habr�a da�os considerables en superficies reducidas donde se encuentran importantes puertos comerciales y tur�sticos. Se sabe que puede ocurrir este fen�meno, aunque no hay la certeza o la aceptaci�n general de los especialistas. Es mucho m�s lo que se desconoce. La historia no se extiende veinte mil a�os para explicarnos c�mo o cu�ndo ocurri� el �ltimo ascenso importante del nivel del mar que cubri�, por el occidente, extensos territorios de Baja California y de la pen�nsula de Yucat�n.
En el verano de 1990 se observ� un fen�meno poco com�n en la costa de Guerrero. En Punta Maldonado, en cuesti�n de tres d�as el mar ascendi� cubriendo la playa. Parte de ella la ocupaban instalaciones improvisadas, principalmente peque�os restaurantes. El mar, como los r�os, inunda constantemente una superficie determinada, pero hay �pocas en que alcanza niveles superiores. El mar experimenta altibajos diariamente a causa de las mareas. Pero se producen crecidas extraordinarias en periodos de una vez en 20, 30, 50 a�os o m�s, y esto es lo que posiblemente ocurri� en Punta Maldonado cuando se conjugaron una tormenta tropical con mareas de flujo de mayor intensidad. La playa desapareci�, lo que hizo pensar que el nivel del mar hab�a ascendido en un proceso irreversible. Pero en apariencia lo que sucedi� fue que al subir el nivel del mar en forma brusca, erosion� los sedimentos de la playa, se los llev� a una parte m�s profunda y, al volver a su nivel normal, la playa hab�a desaparecido, lo que no se reconoce f�cilmente a simple vista. Esta es la explicaci�n que ha dado verbalmente M. A. Ortiz P�rez.
En relaci�n con el tema de las costas est�n las islas mexicanas, sobre las que muy poco se sabe porque no ha existido inter�s para que sean estudiadas ampliamente. Por razones justificables o no ha predominado una pol�tica de aislamiento de las islas y solamente en 1990 se cre� un programa gubernamental para su estudio y aprovechamiento. Hay en ellas una riqueza potencial en recursos naturales, as� como la posibilidad de desarrollo tur�stico adem�s del inter�s cient�fico.
En 1977 la Secretar�a de Marina hab�a contabilizado 177 islas mexicanas. En 1981 la Secretar�a de Gobernaci�n contabiliz� 239 islas, 23 cayos y 20 arrecifes. En 1987 ambas secretar�as publicaron un nuevo inventario que se�ala la existencia de 1 034 islas, islotes, bajos, cayos y arrecifes.
Uno de los tipos del relieve m�s representativos del territorio nacional es el carso o karst, que se origina por la disoluci�n de las rocas por la acci�n del agua. Las formas resultantes son superficiales y subterr�neas y se distinguen especialmente en la roca caliza, muy resistente a los procesos de la erosi�n. Es a lo largo, y a profundidad de las grietas donde, debido al escurrimiento superficial y la infiltraci�n del agua, se va produciendo una destrucci�n gradual de la roca. Entre las grietas se forman mont�culos, torres, crestas; las grietas se convierten en canales, valles estrechos, ca�ones profundos, cavernas de desarrollo horizontal o vertical. Es el paisaje c�rsico muy com�n en M�xico, lo mismo en las monta�as de las Sierras Madre, del Sur y Oriental, que en los lomerios y planicies de la pen�nsula de Yucat�n.
Por primera vez se ha sintetizado en un mapa (figura 18) una informaci�n abundante sobre el carso de M�xico, resultado de una minuciosa investigaci�n del ge�logo Ram�n Espinasa. Tiene importancia este tipo de estudios no s�lo por ser una contribuci�n al conocimiento del territorio nacional, sino tambi�n a una parte del sistema global del carso. Pero, adem�s, el estudio del carso tiene aplicaci�n econ�mica por su relaci�n con aguas subterr�neas; el carso antiguo, en condiciones geol�gicas favorables, puede almacenar petr�leo, como la estructura llamada Faja de Oro, en el subsuelo profundo de la planicie costera del Golfo de M�xico.
El aspecto que muestra hoy d�a es muy variado de una regi�n a otra, dependiendo de varios factores: el clima actual y pasado, la estructura geol�gica, la edad del relieve original en que se ha formado (en funci�n de la actividad neotect�nica). En M�xico predominan las formas subterr�neas de desarrollo vertical, de unos cuantos metros, a m�s de mil de profundidad. En las zonas monta�osas normalmente estas cavernas, conocidas como simas o s�tanos, se inician en las divisorias de aguas en forma de mesa. Se presentan en la superficie como dolinas o c�rculos regulares e irregulares de los tama�os m�s diversos. Pueden iniciarse del tama�o de una moneda y con el tiempo alcanzar cientos de metros de di�metro.
Figura 18. El carso en M�xico. 1) En planicies; 2) en lomer�os y planicies; 3) en elevaciones monta�osas. Basado en el mapa de R. Espinosa Pere�a "Carso" (Atlas Nacional de M�xico, hoja IV.3.4).
De acuerdo con datos publicados por P. Sprouse en 1989,9 las cavernas m�s extensas (longitud de la caverna y sus ramificaciones) y las m�s profundas (diferencia vertical m�xima) son las siguientes:
Nombre Localización Longitud (m)
1. Sistema de Purificación* Tamaulipas 72 309 2. Sistema Huautla Oaxaca 52 110 3. Sistema Cuetzalan Puebla 22 432 4. Coyolatl Puebla 19 000 5. Tecolote Tamaulipas 17 660 6. Cuicateco Oaxaca 15 000 7. Atlixicalla Puebla 11 700 8. Nahoch Nah Chich Quintana Roo 10 363 9. Rancho Nuevo Chiapas 10 218 10. Cenote Najarón Quintana Roo 9 693
Profundidad (m)
1. Sistema Huautla** Oaxaca 1 353 2. Sistema Cuicateco Oaxaca 1 1243 3. Akemati Puebla 1 135 4. Sistema Ocotempa Puebla 1 064 5. Kijahi Shunthua Puebla 970 6. Sonconga Oaxaca 943 7. Guizani Ndia Guinjao Oaxaca 940 8. Sistema Purificación Tamaulipas 904 9. Nita Cho Oaxaca 894 10. Sótano de Agua de Carrizo Oaxaca 843 11. Sótano de Trinidad San luis Potosí 834
* Tercera m�s profunda del mundo en 1987
** Decimocuarta en el mismo a�o.
S�lo en las tres monta�as m�s altas del pa�s existen hielos permanentes. Este es un tema de inter�s mundial ya que nuestros glaciares forman parte peque��sima de todo un sistema global. Pero no tanto por los hielos en s�, sino por las huellas de los mismos en altitudes menores: los rasgos que muestran los cambios clim�ticos en una parte del periodo Cuaternario.
Los hielos en movimiento glaciares existentes en M�xico se presentan esencialmente en forma de mantos de poca extensi�n longitudinal, los mayores cercanos al kil�metro. Laderas abajo de los hielos principales se extienden valles de fondo ancho con sedimentos del tipo que depositan los glaciares. En el pasado no muy lejano, algunos miles de a�os, los frentes de los hielos actuales se encontraban por abajo de los 4 000 msnm. A diferencia de los mantos actuales, caracter�sticos de los glaciares de volcanes, formaban los t�picos r�os de hielo. Sus herederos son bien reconocidos en el Iztacc�huatl, un volc�n inactivo. Los conos j�venes del Citlalt�petl y Popocat�petl han sepultado en gran parte con sus lavas y piroclastos los antiguos relieves glaci�ricos.
Esto tiene gran importancia en el contexto mundial porque el conocimiento del periodo Cuaternario requiere del mayor cubrimiento teritorial posible. Muchos especialistas en este tema han criticado seriamente las interpolaciones o correlaciones que se hacen de un territorio a otro, incluso entre continentes. El retroceso de los hielos no se produjo en forma homog�nea en el mundo y las edades de las glaciaciones de Europa no tiene que coincidir forzosamente con las de Norteam�rica.
Los principales estudios sobre los glaciares actuales y antiguos en M�xico10 los realizaron: L. Bl�squez, J. L. Lorenzo, S. E. White y K. Heme. Los dos primeros definieron en 1962 los glaciares de los tres edificios volc�nicos, sus dimensiones y otras caracter�sticas. El estadounidense White, a partir de un estudio del Iztacc�huatl, reconoci� cinco fases de glaciaci�n, la m�s antigua de hace 300 000 a�os; la segunda ocurrida entre 198 000 y 132 000 a�os; la tercera de hace 32 000 a 20 000 a�os; de hace 16 000 a 10 000 la cuarta y de menos de 5 000 a�os la �ltima.
El germano Heine ampli� los estudios a otros volcanes mexicanos y reconoci� cinco glaciaciones: una de hace 36 000-32 000 a�os; la segunda hace 12 000 a�os; de hace 10 000-8 500 la tercera, 3 000-2 000 la cuarta, y la �ltima hist�rica, la Peque�a Glaciaci�n (siglos
XVII-XIX
).Ambos coinciden en el n�mero de glaciaciones pero difieren en cuanto a la edad de las mismas. No se han fechado por m�todos absolutos, sino por apreciaciones y correlaciones con otras regiones donde se han determinado edades absolutas.
Recientemente L. V�zquez Selem ampli� los estudios en el Iztacc�huatl a laderas que no fueron incluidas en investigaciones anteriores. Adem�s de una rese�a hist�rica sobre el tema, identific� las tres �ltimas glaciaciones que se�alan White y Heine y considera que la �ltima glaciaci�n puede ser de hace doscientos a trescientos a�os o hasta de 5 000 a�os atr�s.
Estos problemas interesan a investigadores muy distintos, entre otros a los antrop�logos, ya que las condiciones clim�ticas y sus cambios durante el Cuaternario influyeron decisivamente en las migraciones humanas.
Este t�rmino se aplica a los procesos internos que han definido el relieve terrestre en los �ltimos tiempos geol�gicos, los 25 m.a. que abarcan del Mioceno a la actualidad. Se distinguen los movimientos m�s j�venes, los holoc�nicos, de los �ltimos 10 000 a�os que han contribuido a modificar el relieve, por movimientos verticales u horizontales lentos o bruscos. Muchos son registrados por la historia, otros se han identificado por el relieve y sedimentos asociados.
En M�xico, los estudios al respecto son todav�a escasos, en comparaci�n con lo que se ha hecho en otras regiones del planeta, en especial, aquellas que fueron cubiertas por los hielos de la �ltima glaciaci�n y otras de intensa actividad s�smica. Algunos ejemplos se se�alan a continuaci�n.
M. Kasser y P. Lessage, junto con un numeroso grupo de colaboradores, realizaron observaciones con instrumentos de precisi�n entre las costas opuestas del Golfo de California, a trav�s de la isla �ngel de la Guarda, lo que les permiti� reiterar el movimiento de apertura del golfo, con una velocidad promedio de 6-8 cm/a�o.
En un estudio reciente en el noreste de Sonora, W. Bull y P. Peathree describieron un escarpe de falla de 75 km de longitud por 4 m de altura, formado durante un terremoto ocurrido en 1887. En ese a�o fue estudiado por Jos� G. Aguilera.
F. Grivel y R. Arce reconocieron despu�s de dos sismos que tuvieron su epicentro frente a las costas de Guerrero en 1962, que se produjo un ascenso de la tierra firme de hasta 23 cm con respecto al nivel del mar. Algo semejante se determin� inmediatamente despu�s de ocurridos los sismos de septiembre de 1985, por dos grupos distintos de investigadores: R. Corona y sus colaboradores calcularon que la tierra firme se levant� con respecto al oc�ano hasta 60 cm en la costa occidental de Guerrero y oriental de Michoac�n; P. Bodin y T. Kingler reconocieron hasta un metro en la misma regi�n.
Movimientos como los mencionados son frecuentes en M�xico, pero lamentablemente se ha hecho muy poco por estudiarlos en forma detallada. Es un campo de investigaci�n que espera voluntarios.
En el territorio mexicano son numerosos los riesgos naturales. El �nico que no est� condicionado por la geograf�a o la geolog�a es la ca�da de meteoritos. Todos los otros riesgos conocidos tienen zonas de influencia y es posible clasificarlos por las intensidades potenciales. Son conocidos en el pa�s los sismos, los volcanes activos, derrumbes, inundaciones y huracanes. Poco se sabe de tsunamis y lahares y menos a�n de los posibles cambios clim�ticos para el siglo
XXI
que conducir�an a un ascenso del nivel del mar y un cambio clim�tico.La ciudad de M�xico es una zona amenazada por varios procesos. Sale sobrando hablar del problema ecol�gico, del que se ha ocupado E. Ezcurra recientemente, tal vez el riesgo mayor para los millones de habitantes de la cuenca. El Popocat�petl es un volc�n activo situado a 60 km de la capital del pa�s. Las �ltimas erupciones se manifestaron entre 1919 y 1922 y posteriormente en 1927, aunque �sta fue provocada por la extracci�n de azufre con dinamita en el cr�ter. Adem�s de las posibles erupciones existe el riesgo de deshielo y la formaci�n de corrientes de lodo.
Figura 19. Derrumbe en la delegaci�n �lvaro Obreg�n del Distrito Federal.
Figura 20. Grietas de formaci�n reciente en la cuenca de M�xico: 1) en San Vicente Chicoloapan; 2) en Los Reyes, ambos del Estado de M�xico.
Los sismos fuertes, aunque originados a m�s de doscientos kil�metros de la ciudad de M�xico, han causado da�os. Se ha visto que la cuenca es vulnerable a los movimientos tel�ricos originados en una extensa franja de la margen pac�fica.
El problema m�s com�n es el de las inundaciones y dif�cilmente tiene soluci�n. Durante siglos se han tratado de evitar con gigantescas obras de ingenier�a, y se ha logrado por breves etapas. El ritmo actual de crecimiento de la zona urbana de la cuenca de M�xico es mayor que el de las obras hidr�ulicas, siempre insuficientes para evitar las cotidianas inundaciones.
Otros riesgos son los derrumbes en laderas de cerros y barrancos (figura 19), crecidas de arroyos que inundan y destruyen casas modestas construidas en zonas desfavorables; presencia de t�neles artificiales (minas de arena) que favorecen derrumbes y colapsos del terreno, agrietamientos de calles, casas y terrenos de cultivo (figura 20), en apariencia debidos a la excesiva extracci�n de agua del subsuelo.