II. LOS RAYOS LUMINOSOS

LA TEOR�A pitag�rica de los rayos t�ctiles prevaleci� m�s de 1 500 a�os. Esta larga vida de una teor�a tan ingenua posiblemente se debi� a la falta de una experimentaci�n rigurosa que la pusiera a prueba, porque en realidad no resiste el menor cuestionamiento experimental. La hip�tesis de los rayos t�ctiles que emanaban del ojo fue derrumbada de golpe por un extravagante cient�fico �rabe llamado Abu Ali ibn al-Hasan ibn al-Haitham, nacido en Basra, Irak, alrededor del a�o 965 d.C., fallecido en El Cairo, Egipto, el a�o 1039 y conocido despu�s simplemente como Alhaz�n. Este singular personaje lleg� a Egipto en 996 d.C., contratado por el califa Al-Hakim para controlar las inundaciones del r�o Nilo, cosa que Alhaz�n se jactaba p�blicamente de poder hacer sin gran dificultad. Incapaz, sin embargo, de cumplir su irreal promesa y justamente temeroso de la ira del califa, Alhaz�n fingi� demencia, hasta el fallecimiento del califa el a�o de 1021, para evitar la pena de muerte por su fracaso.

A pesar de sus problemas con el r�o Nilo y con el califa Al-Hakin, Alhaz�n pudo hacer un importante trabajo de investigaci�n en la �ptica, o ciencia de la luz. En su principal obra, titulada Kitab al-Manzir en �rabe y traducida al lat�n como Opticae Thesaurus, Alhaz�n demuestra que la visi�n no puede deberse a rayos que partan del ojo al objeto, sino del objeto al ojo. De esta manera, distingui� claramente la luz del sentido de la vista. Un sencillo experimento que demuestra esto es el muy conocido de producir fuego enfocando por medio de una lupa la imagen del Sol sobre un papel (Figura 4). Si los rayos t�ctiles existieran, la imagen del Sol sobre el papel resultar�a de rayos visuales que de alguna manera se habr�an reflejado en el papel, pasado por la lente y alcanzado el Sol. El papel, por lo tanto, no deber�a inflamarse si cerr�ramos los ojos o mir�ramos para otro lado mientras se mantiene la imagen enfocada. Pero el papel s� se inflama si la lupa se mantiene a la distancia adecuada del papel, hagamos lo que hagamos; de manera que la imagen se forma por algo que llega del Sol, y no de nuestros ojos, al papel.



Figura 4. Los fen�menos �pticos importantes en el silo XIII. La propagaci�n rectil�nea de la luz, la reflexi�n de im�genes en espejos, la refracci�n de la luz en agua, el poder calor�fico de los rayos solares concentrados por una lente y la aparici�n del arcoiris.

Otro experimento que tambi�n demuestra la existencia de la luz independientemente del sentido de la vista es la formaci�n de im�genes en el sencillo instrumento llamado "c�mara oscura" (Figura 5). Este instrumento emplea un peque�o orificio para producir una imagen de un objeto externo sobre una pantalla colocada en un cuarto oscuro o en una simple caja de cart�n. La imagen que se observa es siempre invertida y esto no se puede explicar con los rayos t�ctiles, porque el objeto podr�a verse sobre la pantalla, desde el interior de la c�mara s�lo si estos rayos se reflejaran en la pantalla y salieran por el orificio. De esta manera percibir�amos el objeto igual que si lo vi�ramos directamente; esto es, lo ver�amos erecto y no invertido. Sin embargo, si suponemos que cada punto del objeto externo emite rayos rectos en todas direcciones, aquellos que partiendo de un punto en la parte superior del objeto pasaran por el orificio producir�an un peque�o punto luminoso de la imagen en la parte inferior de la pantalla. La imagen completa estar�a invertida, y esto es precisamente lo que se observa.



Figura 5. La c�mara oscura forma sobre una pantalla im�genes invertidas de los objetos situados frente a su pupila. Esto demuestra que la hip�tesis de los rayos visuales es falsa.

Sirvi�ndose de estos y de otros experimentos, Alhaz�n elimin� para siempre de la ciencia de la luz la hip�tesis pitag�rica de los rayos t�ctiles; aunque todav�a usemos expresiones, como "echar una mirada", que nos la recuerdan.

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