XV. MORALEJA DE UN EXPERIMENTO FRUSTRADO
P
ARA
el futuro de la ciencia de la fusión, sea ésta fría o caliente, el espectacular anuncio de F&P resultó muy desafortunado. En el medio científico, en el político, en el de las grandes empresas y en el público, tal anuncio provocó muchas expectativas infundadas. Desde el punto de vista de la comunidad científica el daño es muy grande. A los investigadores que buscaban en forma seria alternativas a la fusión caliente, se les ha satanizado con el estigma de F&P. La sociedad, por su parte, durante mucho tiempo se mostrará escéptica ante cualquier logro en este campo. Por espectaculares que sean los avances para producir y controlar la fusión, en el ambiente flotará siempre la esperanza de que por ahí un mecanismo simple, que puede llevarse a cabo en un frasco de vidrio cualquiera, seguramente habrá de existir. Las consecuencias de estas actitudes serán muy peligrosas para proyectos tan serios como el de la física de plasmas, en el que se ha invertido tanto tiempo y dinero. Como un daño menor; aunque no insignificante, notemos también que aclarar los hechos mencionados y no demostrados por F&P costó un enorme esfuerzo. Se estima que sólo en los Estados Unidos la inversión por este concepto superó los quince millones de dólares.La ciencia organizada sobrevive gracias al apoyo de la sociedad, que a cambio le exige que satisfaga muchas necesidades, tanto materiales como culturales. Tales beneficios son producto del esfuerzo de un gran ejército de científicos y técnicos que investigan sin cesar los mecanismos de la naturaleza y que aplican su ingenio para mejorar; al menos en el corto plazo, la calidad de la vida humana. Como un proceso lento y constante, este progreso surge gracias a las pequeñas aportaciones de muchos hombres y mujeres de ciencia. Sin embargo, de vez en cuando aparece alguien que, con un poco de suerte y mucho talento, encuentra la manera de dar un gran paso hacia adelante. Así, en los anales de la ciencia se han grabado los nombres de Demócrito, Galileo, Newton, Faraday, Maxwell, Einstein y madame Curie, por mencionar sólo algunos grandes de la física. En el corazón de todo científico existe latente la esperanza de realizar un hallazgo notable, para que su nombre quede grabado para siempre en la historia del conocimiento. Estos oasis en el desierto no son, por desgracia, comunes. Por eso, los científicos deben cuidarse de los espejismos que a menudo se les presentan. A estas alturas, en que todo parece indicar que el experimento de F&P es tan sólo un espejismo y que otra gran ilusión ha quedado en pie, es interesante hacerse la pregunta, ¿qué hace la ciencia para diferenciar espejismos de realidades?
La ciencia depende de la sociedad. Esto la obliga a establecer mecanismos que filtren la información científica. En particular; es preciso que se evite la publicación de informes escandalosos sobre hallazgos espectaculares. Si los científicos anunciaran cada día resultados impresionantes que luego resultaran falsos, nadie tomaría en serio a la ciencia organizada. Por ello se han establecido reglas e instituciones de carácter internacional que intentan garantizar la veracidad de los descubrimientos científicos. Se ha establecido una censura previa, un proceso de arbitraje al cual se sujetan todos los trabajos científicos antes de ser publicados. Así, todo artículo científico que se publica en una revista especializada ha sido antes revisado en forma anónima por uno o varios investigadores de reconocido prestigio y expertos en el tema del artículo. Los que forman parte de la comunidad científica han acordado, de manera implícita, publicar sus resultados sólo en aquellas revistas que se apegan a este procedimiento. La comunidad científica establecida fuerza a sus miembros a cumplir este compromiso por medio de evaluaciones periódicas y sistemáticas. Aquellos científicos que no son capaces de comunicar sus resultados a través de estas publicaciones con arbitraje, pierden su lugar en la comunidad.
Los artículos científicos sólo dan cuenta de las nuevas aportaciones. Quien investiga un problema científico está, por tanto, obligado a enterarse de lo que otros hombres y mujeres de ciencia han logrado avanzar en el tema de su interés. Por el nivel de especialización que hoy se da en la mayor parte de la ciencia, para convertirse en investigador una persona tiene que estudiar muchos años, alcanzar la licenciatura, la maestría, el doctorado e incluso pasar algunos años de entrenamiento posdoctoral.
Las reglas de la comunidad científica, en lo que a publicaciones se refiere, son efectivas. No obstante, y como toda estructura humana, tienen sus defectos. El más obvio es el poder del árbitro, que puede llegar a ser inmenso. Puesto que esta labor recae en científicos con mucho prestigio que también estudian el mismo tema, el árbitro es en principio un rival del autor. El árbitro tiene su propio punto de vista, y podría ser parcial al emitir un juicio subjetivo sobre la validez de un cierto resultado. Ser amigo o enemigo del árbitro puede significar para un autor que sus trabajos vean o no la luz pública. Aunque las revistas ofrecen siempre algún mecanismo de apelación, la mayoría de los científicos aceptan esta situación y tratan de adaptarse a ella basados sólo en la supuesta ética de los árbitros. Es interesante hacer notar que las arbitrariedades son más bien la excepción que la regla.
Existe, sin embargo, una situación que podría ser importante en el caso de F&P. ¿Qué pasa cuando se trata de un descubrimiento verdaderamente revolucionario? ¿Debe tener un árbitro el poder de entretener una publicación importante, propiciando el plagio? En cierta medida, sí.
En el caso de descubrimientos científicos cuya aplicabilidad pueda ser inmediata se debe, además, considerar un nuevo factor. Se trata de elegir entre publicar o patentar. Si bien la máxima retribución en la vida de un científico debiera ser el reconocimiento de sus colegas y, dado el caso, del público en general por su obra, una patente extraordinaria puede resultar en beneficios menos altruistas pero más tangibles. Se trata pues de una decisión bastante seria. Pocos conocemos al inventor de instrumentos tan útiles como, digamos, la fotocopiadora, pero es seguro que ese personaje recibió por su aportación una recompensa económica mucho más importante que el premio Nobel.
Es muy posible que todos estos factores hayan sido importantes en la decisión de F&P. Citar a la prensa no especializada para informarle los resultados de su famoso experimento significaba violar los procedimientos ortodoxos. Por supuesto, así evitarían que un árbitro tratara de retrasar la publicación de un hecho ya tan difundido por otros medios. También se sabe que F&P intentaron patentar ciertos aspectos de su descubrimiento. Utilizaron con frecuencia este argumento cuando muchos grupos en el mundo declaraban no poder reproducir sus resultados. En todo caso, durante un tiempo F&P parecían haber logrado un doble propósito: fama internacional y una posible gran fortuna.
A dos años de distancia, el consenso mundial sobre F&P es negativo. Estos dos investigadores consiguieron una malísima fama internacional que seguramente les pesará en el resto de su carrera académica, si es que deciden continuar en ella. Por su anuncio espectacular, en vez de unos cuantos árbitros, miles de investigadores en todo el mundo detuvieron sus labores. Se desarrolló un fenómeno de psicosis colectiva. Algunos investigadores observaban e interpretaban sus resultados suponiendo que F&P estaban en lo cierto. Ser el primero en confirmar un fenómeno tan importante es, qué duda cabe, de gran trascendencia en la carrera de un investigador. Por otro lado, dar a conocer resultados negativos resultaba difícil, pues, debido al gran entusiasmo que había en todas partes, ¿quién habría de prestarle atención a un baño de agua fría?
Los resultados científicos, espectaculares o no, siempre están sujetos a un juicio que toma cierto tiempo. Utilizar los mecanismos de la comunidad científica presenta los riesgos de un juicio a puertas cerradas. Es decir, las arbitrariedades, cuando las hay, permanecen anónimas y, posiblemente, impunes. Sin embargo, la lección que esta aventura de la fusión fría nos deja es que en los juicios científicos abiertos la intervención de los medios de comunicación puede tener consecuencias muy negativas. Vale la pena recordar el sabio precepto de José Alfredo Jiménez, el conocido autor de música popular mexicana: lo importante no es llegar primero,... sino saber llegar.
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