VI. LA PIEL

Siento tu mano tibia correr despacio sobre mi piel... V�CTOR MANUEL-SAN JOS�-S�NCHEZ

EN ALG�N momento calific�bamos la caricia como un fen�meno de superficie. Elemento indispensable en las relaciones humanas m�s importantes: las que calificamos de amor; no es, sin embargo, el �nico, ni tampoco es la caricia tan s�lo el pasar nuestra mano, nuestra piel, por la superficie lim�trofe del ser amado. Todos sabemos que es algo mucho m�s complicado, un contacto, que cuando est� bien hecho conlleva el ser; y tambi�n sabemos que hay muchas formas de prodigar las caricias: tomar tiernamente el brazo del ser amado; tener, por un tiempo, entre nuestras manos el amado rostro; etc�tera.

Si se trata de un fen�meno de superficie, �qu� fracci�n de nuestro cuerpo realmente toma parte?, �a qu� profundidad alcanza el fen�meno? Las respuestas a estas preguntas las llevamos en el alma todos los que hemos vivido la experiencia. Ni remotamente pretendemos contestarlas aqu�. Como dice el cuento del chango y el le�n: "aqu�, s�lo de habladores". Lo que nos interesa es el fen�meno de superficie que tambi�n es muy dif�cil de contestar completamente y con precisi�n. Le sacaremos la vuelta a la pregunta y, en vez de contestar directamente, hablaremos de la posible piel de un robot y de los problemas que plantea.

Consideremos un robot, de esos sin sentimientos, a fin de evitar el problema planteado arriba y que se vaya a soltar de repente prodigando su amor a base de caricias y arrumacos. Se trata de un robot "com�n y corriente", que le llamar� en la ma�ana, le avisar� que ya est� preparado el ba�o, le dir� que ya escogi� la ropa que debe vestir —de acuerdo a su agenda—, le sugerir� a su pareja que no se levante, que todav�a puede disfrutar un rato m�s de la cama, les avisar� a ambos que los ni�os ya se fueron a la escuela, y le preguntar� c�mo quiere que le prepare sus huevos. En fin, la maravilla de maravillas, el esclavo que era necesario para que todo el g�nero humano liberado pudiera dedicar su intelecto a pensar acerca de problemas trascendentales. El esclavo que deber�an haber tenido los padres del pensamiento occidental para que su obra no descansara sobre el trabajo de explotados. Ni m�s ni menos que la explotaci�n de la m�quina por alguien menos fuerte que ella.

Volvamos al desayuno que el robot quiere prepararle a usted. Pensemos en la sensibilidad requerida para que el robot pueda manejar adecuadamente algo tan delicado. Pensemos que el robot est� bien entrenado para desmontar el motor de nuestro autom�vil, sentir cada pieza convenientemente, saber c�mo tratar una pieza de metal bien lubricada, o sea, hacer todos los movimientos necesarios de un mec�nico. Con esa imagen en la mente pasemos ahora a la cocina donde el robot tomar� un huevo, le dar� vuelta, lo golpear� con precisi�n contra una superficie afilada y, roto el cascar�n, vaciar� su contenido en una sart�n.

�C�mo fue que no rompi� el huevo al tomarlo? �C�mo fue que no se le resbal� al darle vuelta antes de golpearlo? Nos podemos imaginar al robot tomando el huevo haci�ndolo papilla al momento de cerrar la mano, o mirando tr�gicamente (perd�n, el robot no puede sentir esto) al huevo estrellado en el piso porque, para no romperlo, tan s�lo lo sosten�a pero no lo as�a y al momento de tratar de estrellarlo se le resbal� de la mano. Se nos pueden ocurrir muchas otras posibilidades pero para el ejemplo que perseguimos basta con �stas.

Si nos dieran un robot que camina y se mueve como un ser humano, pero no puede preparar unos huevos estrellados y se nos pidiera que complet�ramos el dise�o para que lo pudiera hacer bien, encontrar�amos de inmediato una gran cantidad de problemas, entre ellos el problema de la piel. �Problema de superficie? Veamos qu� tanto.

Listemos algunos de los problemas gruesos que tendr�amos que resolver. Suponemos que el robot tiene una capacidad de respuesta con base en los datos que se le proporcionan. Necesitamos que nuestro robot sea capaz de reconocer objetos y tratarlos seg�n la informaci�n que tiene acerca de ellos. Otro problema que ni de chiste queremos tocar: el aprendizaje del robot. Su piel debe ser capaz de sentir texturas, distinguir entre objetos blandos y r�gidos y , adem�s, sentir la fricci�n. Esto �ltimo es particularmente importante para que pueda manipular objetos que exceden el tama�o de su mano. Si es capaz de sentir la fricci�n, esto es, el esfuerzo lateral (paralelo a la superficie de la piel) estar� en capacidad de decidir el aumento de fuerza necesaria para evitar que el objeto se le deslice de la mano pero no tan alto como para hacerlo papilla.

Desde luego que hay quien se dedica a resolver estos problemas. Siempre con la filosof�a de Divide et impera, cada aspecto del problema corresponde a diferentes especialistas. Muchos investigadores se esfuerzan en el dise�o de la "piel de robot". Entre ellos vale la pena conocer el af�n del profesor Danilo de Rossi de la Universidad de Pisa. Ha logrado resolver por separado dos de los problemas que plantea la piel.

Varias capas que se pueden separar en dos grupos forman el dise�o de De Rossi. El primer grupo, lo que ser�a la dermis, est� formado por tres capas: un gel conductor lleno de agua entre dos capas de electrodos que permite sentir los cambios de presi�n que se producen al tomar un objeto mediante la deformaci�n del gel. Esta deformaci�n cambia el voltaje entre los electrodos. Al menos el robot forrado con esta piel podr�a distinguir entre un bat de b�isbol y el brazo de una muchacha. El segundo grupo, la epidermis, tiene tambi�n tres capas: una capa de peque�os sensores, discos del tama�o de la punta de un alfiler, en medio de dos capas de hule. Estos sensores permiten sentir la textura, por ejemplo los vellos del brazo arriba citado. Los discos pueden sentir en forma direccional, de tal manera que son capaces de apreciar la fricci�n: al correr la mano por el brazo de la muchacha lo har� gentilmente y no produci�ndole escoriaciones.

As� que traigan al robot que aqu� le tenemos su piel. Pues no. Al juntar la dermis y la epidermis, el agua de la dermis produce corto circuito en la epidermis. Habr� que aislar una de otra. Podemos casi notar en el coraz�n la reluctancia del professore De Rossi: el espesor total de las dos capas juntas era igual al del modelo usado, la piel humana.

Volvemos a la pregunta inicial de si la caricia es un fen�meno de superficie, pero le dejamos la respuesta al lector. Dejamos constancia de mantener fuera el gran problema de c�mo se interrelaciona, coordina, procesa la informaci�n t�ctil que se recaba en una caricia y de c�mo se retroalimenta junto con otra informaci�n obtenida por otras v�as para continuar dicha caricia. Como consideraci�n final vale la pena se�alar que, aunque nuestro discurso haya generado en la mente del lector una imagen antropom�rfica, el robot no tiene que parecerse a nosotros. La piel ser�a para una extra�a mano, extremo del �nico brazo cuya forma habr�a sido dise�ada pensando en eficiencia y funcionalidad y no en apariencias humanas. Sin embargo...

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