IV. LAS TELAS, EL VESTIDO, LA MODA, LA LAVADA Y TODO ESO

TODOS conocemos al menos una persona, entre nuestros amigos (o conocidos) que vive fuera de los convencionalismos y se muestra en vestiduras tales que casi desempe�an el papel de un uniforme. Pero la uniformidad no es completa, ya que el paso del tiempo y otros agentes se manifiestan en aquellos ropajes y ocasionan sospechosos cambios de color, agregan brillos aqu� y all�, imponen texturas que var�an de parte a parte y las amoldan a la posici�n que m�s frecuentemente toma el cuerpo del poseedor. No se necesita ser Sherlock Holmes para deducir de las ropas de algunos viandantes que su estado de movimiento es m�s bien accidental y que su vida transcurre en posici�n sedentaria.

Para esa clase de personas una tela de gran durabilidad y resistencia que adem�s repela la mugre puede ser una gran noticia. Lo que no sabemos es si lo ser� para todo mundo. Por ejemplo, sabemos que Rosita Junior se niega a vestir el precioso traje cortado por una modista en el baile de esta noche, por m�s bien que se le vea, como le asegura Rosa Mayor:

—Pero, hijita, te queda divino.

—�Ay, mam�! Si ya lo llev� a dos bailes. Van a decir que ando de uniforme.

La telenovela puede seguir y seguir y nadie har� cambiar de forma de pensar a Rosita que buscar� y rebuscar� en su nutrido guardarropa un vestido que haya lucido a lo m�s una vez. En su mente no hay m�s soluci�n que atacar el presupuesto familiar para conseguir uno que no se haya puesto jam�s. Miles de empresarios de la moda, dise�adores, modistos, comerciantes, etc., le dar�n la raz�n a Rosita: "�Qu� har�amos sin las Rositas del mundo?" Cierto. Las durables y siempre limpias telas antes mencionadas no son para Rosita, o, mejor dicho, ser�a un desperdicio emplearlas en envolver el cuerpo de Rosita. La ciencia ficci�n ha especulado acerca de los efectos que sobre la industria textil tendr�a el avance tecnol�gico de telas imposibles de ensuciar y de gran durabilidad: los imperios de la industria textil se desplomar�an como consecuencia. Pero, por el contrario, podemos predecir con un gran margen de seguridad que el mundo de la moda no se desplomar�. Las Rositas del mundo, unidas, lo sostendr�n.

La industria textil no busca ya tanto modificar los internos hilos que constituyen las telas sino tan s�lo establecer una ligera modificaci�n en las superficies. Se trata de revestirlas con una delgada capa que las a�sle y proteja de suciedad y desgaste. La investigaci�n aplicada a este problema ha avanzado lo suficiente como para producir en el laboratorio telas recubiertas con capas de un espesor equivalente a la mil�sima parte de un gl�bulo rojo, recubrimiento que produce la buscada protecci�n.

Como sucede frecuentemente en el campo de la ciencia aplicada, la soluci�n de los problemas involucrados en la consecuci�n del recubrimiento ha llamado a especialistas de m�ltiples �reas, ha requerido las m�s refinadas t�cnicas de medici�n, ha planteado nuevos problemas y ha ayudado, de paso, al avance de la ciencia de superficies.

Mencionemos algunos de los problemas que esto incluye: medici�n de espesores peque��simos, comprensi�n de los mecanismos de impermeabilizaci�n, qu�mica de detergentes, fisicoqu�mica de coloides, tensi�n superficial, organizaci�n de los elementos microsc�picos del recubrimiento, adherencia ...

Vemos que, aunque sea cierto que un dep�sito muy delgado hace olvidar las propiedades del sustrato —la tela en este caso— es necesario asegurarse de que el dep�sito se mantendr� ah� y no se ir� a la primera lavada (o sentada). Se hace, pues, necesario entender las fuerzas de interacci�n entre los elementos del dep�sito y los de la superficie. Tambi�n comprender la interacci�n entre los posibles agentes que vienen a ensuciar y el sustrato; o entre los agentes y el recubrimiento. Todo esto tiene que ver con un fen�meno que muchos investigadores de superficies encuentran apasionante: el fen�meno de mojado.

Éste ha sido ampliamente estudiado. En nuestro pa�s hay grupos de investigadores que han contribuido a su comprensi�n. El problema tiene que ver con el hecho de que una vela de parafina sumergida en agua sale pr�cticamente seca. Si acaso algunas gotas aisladas aparecen en su superficie para caer al menor sacudimiento. Decimos que el agua no moja (o humedece) a la parafina. Del mismo modo podemos comprobar que el mercurio no moja una gran cantidad de objetos.

Figura 7. (a) Representaci�n de una gota de l�quido sobre una superficie s�lida y de la definici�n del �ngulo de contacto, Q. (b) Efecto de la atracci�n gravitacional sobre una gota que no moja la superficie. (S. Dietrech, "Wetting Phenomena", en Phase Transitions and critical Phenomena, vol. 12).

Si depositamos sendas gotitas de agua en un vidrio limpio y en una placa de parafina encontraremos que, mientras en el vidrio las gotas se desparraman formando peque�os charcos, en la parafina mantienen su identidad. Observaciones detalladas nos muestran que las gotas sobre la parafina son casi esf�ricas con un achatamiento que f�cilmente podemos atribuir a la atracci�n gravitacional. Entre los dos extremos de la gota perfectamente esf�rica y el charco —gota desparramada— se da un n�mero infinito de situaciones: l�quidos que mojan "a medias" un sustrato. El �ngulo de contacto entre las dos superficies, la de la gota y la del sustrato (figura 7), var�a en medida de la aptitud de una superficie a ser mojada. Este �ngulo depende de la tensi�n superficial del l�quido y de la energ�a de superficie del sustrato. Por otra parte, el �ngulo de contacto permite extrapolar para encontrar la tensi�n superficial de un líquido que moje completamente, con �ngulo de contacto cero (figura 8). El fen�meno de mojado involucra variad�simos tipos de interfaces y situaciones complejas. La figura 9 presenta el caso en el que se ha formado una gota (fase l�quida l1) en la interfaz l�quido-gas. Todos estos problemas, adem�s de ser apasionantes por s� mismos, est�n relacionados con aplicaciones tecnol�gicas. Entre otras, con el esfuerzo de mantener limpia una pieza de tela.

Figura 8. Sustratos: mojado (Q = 0), no mojado (0 < Q < p) y seco (Q = p). En el caso del sustrato no mojado, una capa microc�spica de l�quido cubre la parte del sustrato que no est� bajo la gota. Esta capa no existe en el caso del sustrato seco. Obs�rvese tambi�n que no se incluyen efectos de atracci�n gravitacional. (S. Dietrich, ibid).

Figura 9. Mezcla de dos fases l�quidas l1 y l2 en contacto con un gas g. Aparece una gota en la interfaz l�quido-gas. (S. Dietrich, ibid.)

Pero no todo lo que cae sobre una tela es l�quido. Hay otro tipo de agentes que tambi�n ensucian. Basta pasar un tiempo razonablemente largo en algunas regiones de nuestras contaminadas ciudades grandes para que nuestras ropas registren el paso del tiempo mediante notorios cambios de color. Se les han adherido peque�as part�culas. Las fuerzas que permiten esta adherencia son de la misma naturaleza que las fuerzas que dan origen a la tensi�n superficial.

Las superficies de baja tensi�n cr�tica o baja energ�a de superficie se mojan m�s dif�cilmente y tambi�n es m�s dif�cil que se les adhieran part�culas s�lidas. Se ha encontrado que superficies recubiertas con compuestos de fl�or, que forman cadenas moleculares con carbono, presentan energ�as superficiales muy bajas. Es precisamente con este tipo de compuestos que se pretende recubrir las telas. El resultado ser� una tela resistente al uso y a la mugre. La pel�cula de recubrimiento es tan delgada que no cambiar� las propiedades mec�nicas de la tela. No hay que preocuparse porque se vaya a estropear la "ca�da" que le confiere a nuestros trajes el corte de nuestro c�lebre sastre.

No vaya a creerse que el recubrimiento se pone as�, nom�s, como una pintura. Los buenos efectos dependen del perfecto ordenamiento de las unidades microsc�picas. Sucede que a bajas temperaturas las unidades microsc�picas alcanzan su estado de equilibrio en un estado de gran orden que va desapareciendo al subir la temperatura, hasta que se tiene un recubrimiento con cadenas moleculares en completo desorden. Es necesario tomar en cuenta esta transici�n de orden-desorden para aplicar el recubrimiento.

Mencionemos otro tipo de avances en lo que a recubrimientos de telas se refiere. Se trata del BION-II, un recubrimiento que no permite el paso del agua en una direcci�n mientras que permite el paso del vapor de agua en la otra. Inicialmente pensado para el cuidado de heridas pues permite su respiraci�n pero impide el paso de g�rmenes, humedad y contaminantes, pas� al campo de los deportes. Atletas de pista y campo, corredores de largas distancias, ciclistas y esquiadores se benefician de este avance tecnol�gico.

Nos preocupa dejar en el lector la idea desafortunadamente equivocada de que esta convergencia de conocimientos, investigaci�n y necesidades industriales se produce en nuestro pa�s. Desgraciadamente no. Una articulaci�n como la que se requiere para la producci�n de art�culos como los mencionados arriba, exige la participaci�n de muchos especialistas, todos ellos motivados por un mismo problema que haya sido planteado desde la industria. En muchos casos (en otros pa�ses, enti�ndase) los grupos de investigaci�n se encuentran en la propia industria. Desde ah� contribuyen tanto a la soluci�n de problemas b�sicos como al avance tecnol�gico. Muchos pasos se deben dar para llegar a esa situaci�n. La pregunta que queda flotando es �se llegar�n a producir en nuestro pa�s?

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