VIII. LOS HILADOS M�S ANTIGUOS DEL MUNDO

EL ELEMENTO m�s caracter�stico de las ara�as y por el cual todos las conocen es, sin duda alguna, la telara�a, construida por filamentos muy finos que ellas elaboran. Cualquier persona que pasee por los jardines de su casa, por la vegetaci�n del campo o entre los �rboles de un bosque, se topar� en alg�n momento con una telara�a; estas finas estructuras se encuentran extendidas en los espacios que dejan entre s� las plantas o los objetos propios del lugar, como rocas, postes, muros y semejantes. Tambi�n en sitios oscuros, poco frecuentados por el hombre, como cuevas, t�neles, s�tanos, tapancos, casas abandonadas y dem�s, las ara�as encuentran sitios apropiados para construir sus telas y vivir sin que nadie las moleste. Algunas suelen penetrar a las casas y no es raro que, de pronto, enfrente de uno aparezca una de estas peque�as criaturas suspendida en el aire, bajando o subiendo por el hilo que la sostiene del techo. Cuando el hombre hace contacto con alguno de estos filamentos, que se adhieren f�cilmente a su piel o ropa, sabr� de inmediato que all� hay ara�as; desde su m�s tierna infancia, todo ser humano ha aprendido a reconocer esta relaci�n, pues tanto las ara�as como el producto que secretan son frecuentes y a veces abundantes en el medio que habitan.

Uno de los primeros naturalistas, gran amante y observador de todos los fen�menos inherentes a la naturaleza, que se interes� por conocer la vida de estos animales, entre otros artr�podos, fue el franc�s Henry Fabr� (1823-1915). En los 10 vol�menes de su obra Souvenirs entomologiques recopila infinidad de observaciones sobre los ar�cnidos y los insectos, hechas directamente en el campo. En sus escritos se lee que una de sus aficiones favoritas era seguir paso a paso el comportamiento de las ara�as en la construcci�n de sus telas. Aunque despu�s de �l han habido numerosos especialistas interesados en el tema, sobre todo en los �ltimos a�os, sus escritos amenos y fidedignos, se mantienen a�n hoy en d�a, como una de las lecturas favoritas de los estudiosos.

La producci�n de hilos de seda es un proceso fundamental en la vida de las ara�as. Pero esto no siempre fue as�. Existe la teor�a de que durante el Dev�nico de la era Paleozoica, hace aproximadamente 320 000 000 de a�os, las ara�as que entonces exist�an no pose�an todav�a la facultad de secretar e hilar la seda, como lo hacen en la actualidad. Igual que hoy, su alimento predilecto eran los insectos primitivos que en ese entonces no ten�an alas. Se ha considerado como posible factor importante en el desarrollo de las alas de estos artr�podos, el hecho de que saltaran de un lugar a otro, tratando de escapar de sus depredadores. Cuando m�s tarde, en el Carbon�fero (hace aproximadamente 260 000 000 de a�os) aparecieron los primeros insectos alados, los mecanismos empleados por las ara�as para atraparlos se volvieron poco eficaces. Este es otro factor importante que tal vez influy� en la evoluci�n de las ara�as, favoreciendo la selecci�n de aquellas formas secretoras de un l�quido mediante el cual poco a poco comenzaron a construir redes, facilitando as�, una vez m�s, la captura de los organismos alados que les serv�an de alimento.

Las ara�as producen diversos tipos de seda, cada uno de los cuales es aprovechado de diferente manera. Desde el punto de vista qu�mico, estos filamentos est�n hechos de prote�nas llamadas fibromas. Tanto los machos como las hembras pueden elaborarlos en gl�ndulas especiales que son de cinco o seis clases y que los especialistas han designado con los nombres de gl�ndulas ampuladas, agregadas, flageliformes, aciniformes, piriformes y cil�ndricas. Las propiedades fisicoqu�micas de las sedas producidas en cada una de estas gl�ndulas son diferentes, por lo que tambi�n se les da diversos usos.

La seda, en el momento de secretarse, es una sustancia l�quida y soluble en agua, pero al instante de salir por las hileras se transforma en un material fibroso e insoluble. La fibroma se polimeriza a medida que se estira y el endurecimiento del hilo es resultado de la tensi�n. Este filamento tiene mucho m�s resistencia tensora que cualquiera de las fibras naturales conocidas; adem�s, es sumamente el�stico; su fuerza extensiva es mayor que la de la fibra de nylon.

El producto de las gl�ndulas sale al exterior a trav�s de estructuras conocidas con el nombre de hileras (del verbo hilar), situadas en el extremo posterior del cuerpo; son una reminiscencia de ap�ndices primitivos que, durante la evoluci�n de las ara�as se fueron modificando en estructuras tubiformes, con o sin artejos, movibles y que, originalmente, fueron cuatro pares, situadas en la regi�n ventral. Este n�mero todav�a puede observarse en especies muy primitivas que conservan caracter�sticas de sus ancestros (g�nero Liphistius); pero en la mayor parte de las ara�as actuales se ha perdido el primer par de estas hileras, quedando tan s�lo tres pares en posici�n terminal y que, de acuerdo con su situaci�n, se designan como anteriores, medias y posteriores. Puede haber una reducci�n mayor en ciertas familias, como la de las tar�ntulas, que �nicamente tienen dos pares, y hay los casos muy raros de ara�as, como algunas Palpimanidae, con un solo par de hileras. El aspecto y tama�o de estas estructuras var�a con las especies; son especialmente largas y notorias en la familia Dipluridae, as� como en la familia Hersiliidae, que comprende ara�as peque�as de 7 u 8 mm, pero con las hileras posteriores tan largas que parecen colas. Hay, adem�s, casos raros de ara�as como las del g�nero Hahnia de Tasmania, cuyas seis hileras est�n dispuestas en una sola fila.


Figura 20. Ara�a suspendida de su hilo de seguridad.

La seda sale por poros peque��simos que se encuentran en el extremo distal de las hileras; estos hilos, extremadamente delgados y dif�ciles de ver, se van uniendo entre s� antes de secarse, formando un hilo m�s grueso, que es el que normalmente se observa.

Algunas ara�as tienen por delante de las hileras otra estructura, tambi�n productora de seda, que es el cribelo. Como su nombre lo indica, act�a como criba colando la seda, que sale al exterior en numerosos hilos, los cuales son peinados por el calamistro, especie de peine consistente en una serie de sedas 3[Nota 3] fuertes y curvadas que se encuentran en el metatarso del cuarto par de patas. Tanto el cribelo como el calamistro son estructuras caracter�sticas del grupo de ara�as que, por lo mismo, reciben el nombre de cribeladas. La seda peinada por el calamistro en ocasiones tiene un aspecto lanoso.

Otras ara�as, en lugar del cribelo presentan un �rgano peque�o llamado colulo, de funci�n hasta hoy desconocida.

Arriba se indic� que los hilos de seda han llegado a ser indispensables e insustituibles en la vida de las ara�as; en efecto, no hay actividad que lleven a cabo dentro del curso normal de su existencia que no est� ligada en alguna forma a estos elementos. A continuaci�n se se�alar�n los diversos usos que de ellos hacen y la forma como los utiliza.


Figura 10. Ara�a joven con sus hilos de seda flotante.

1) Como hilo rastreador o de seguridad. Todas las ara�as, cuando se desplazan, van dejando tras de s� un hilo rastreador o de seguridad que secretan las gl�ndulas ampuladas. Este filamento es capaz de sostener a la ara�a cuando �sta se deja caer voluntariamente o cuando es empujada al vac�o por alg�n motivo imprevisto. Adem�s, gracias a este hilo muchas ara�as del suelo pueden encontrar el camino de regreso a su refugio y en algunos casos, los sexos de la misma especie son capaces de reconocerse a trav�s de este filamento que, seguramente, est� impregnado con feromonas. Las ara�as reci�n nacidas son ya capaces de secretar este hilo, con ayuda del cual se sujetan al dorso de la hembra, a donde se suben como protecci�n y permanecen hasta despu�s de su primera muda.

2) Como medio de flotaci�n en el aire. Las peque�as ara�as de varias familias, despu�s de pasar la primera o segunda muda, suelen subirse a alg�n sitio elevado, una rama, una pared, una roca o un poste y estirando las patas lo m�s posible para elevar su cuerpo comienzan a secretar finos hilos de seda. Éstos, al alcanzar cierta longitud, ayudan a que las ara�itas sean arrastradas por las r�fagas de viento y permanezcan flotando en el aire por alg�n tiempo, encontrando en esta forma una manera muy eficaz de desplazarse, a veces a grandes distancias. Tambi�n los adultos de algunas especies se transportan mediante este mecanismo. En ciertos pa�ses, como Inglaterra, durante el oto�o se observa un velo en el horizonte formado por densas nubes de j�venes y adultos de la familia Linyphiidae. As� se distribuyen muchas especies de Lycosidae, Theridiidae y Araneidae, entre otras. Las peque�as ninfas que se desplazan en esta forma no siempre llegan a un medio favorable para su desarrollo y al no lograr establecerse en el lugar, mueren al cabo de cierto tiempo. Sin embargo, aunque tenga sus riesgos, el mecanismo resulta provechoso para la generalidad de las ara�as que, de esta manera, logran encontrar nuevas fuentes de alimento y sitios propicios para su reproducci�n y desarrollo.


Figura 11. Ovisacos de ara�as.

3) Como red para depositar su esperma. (S�lo en machos.) Llegada la �poca de la reproducci�n el macho teje una peque�a red horizontal, de tejido m�s o menos compacto, exclusivamente para depositar en ella una gota de esperma que sale de su orificio genital. En seguida, mediante movimientos r�pidos y repetidos, empieza a meter y a sacar en la gota uno de los pedipalpos y despu�s el otro, cargando as� de esperma los bulbos de estos ap�ndices. Una vez hecho esto y llevando ambos pedipalpos en alto, va en busca de la hembra para fecundarla; la inyecci�n de dicho esperma en el orificio genital de la hembra se llevar� a cabo a trav�s del �mbolo, que funciona como una especie de jeringa. Debido a que los pedipalpos act�an como �rganos copuladores, reciben el nombre de gonopodios.

4) Como material para hacer sus ovisacos. (S�lo las hembras.) La mayor parte de las ara�as hembras tejen peque�os sacos durante la oviposici�n, donde guardar�n a sus huevos. Estos saquitos reciben el nombre de ovisacos y son sumamente variados en cuanto a coloraci�n, tama�o y forma. Dependiendo de las especies pueden ser esf�ricos, ovalados, aplanados, alargados, piriformes, con aspecto de gota, de campana, de huso o de rosario, s�siles o provistos de un pedicelo o filamento de variada longitud, del cual quedan colgados de alg�n objeto. En ocasiones, son mucho m�s grandes que la ara�a que los hace; su superficie puede ser m�s o menos lisa o burda al tacto, lanuda o algodonosa. Dentro de estos ovisacos los huevos quedan protegidos de temperaturas extremas, de la desecaci�n y de ciertos traumas ligeros. Algunas ara�as cuelgan sus ovisacos a un lado de la red o de su refugio, desde donde los vigilan; otras, los colocan en sitios m�s alejados, pero tratan de protegerlos o de disimularlos cubri�ndolos con piedras, detritos u hojas, unidos todos estos elementos con hilos de seda. A veces, la hembra se queda todo el tiempo sobre su ovisaco, protegi�ndolo con las patas extendidas, hasta el momento en que empieza a nacer la cr�a. Otras especies meten el ovisaco a su refugio para cuidarlo m�s de cerca. Muchas ara�as llevan consigo su ovisaco, ya sea adherido a las hileras o carg�ndolo por delante con ayuda de los quel�ceros.

5) Como material para hacer o tapizar sus refugios. Aunque especies de Ctenidae, Pisauridae, varias Araneidae, algunas Argyrodes y otras, no forman nunca un refugio, hay otras muchas ara�as que s� construyen varios tipos de resguardos, donde permanecen descansando durante el d�a, si son de h�bitos nocturnos. Cuando su actividad es diurna suelen esconderse en estas guaridas, acechando desde all� a su posible presa, si es que tienen buena vista; las que tienen mala visi�n, que son la mayor�a, esperan pacientemente hasta sentir las vibraciones ocasionadas por alg�n ser viviente que se acercan o que han ca�do en sus redes. Gran parte de las especies, despu�s de capturar y matar a su presa la meten al refugio para com�rsela con toda tranquilidad; en caso de no tener hambre en ese momento, la har�n a un lado hasta que vuelva a renacer su apetito.

Los refugios sirven tambi�n para que las ara�as pongan y resguarden all� sus huevos o sus ovisacos. Especies de la familia Dictynidae, por ejemplo, que construyen refugios tubulares de seda entre los agujeros naturales de troncos, de rocas o de ra�ces, los aprovechan como c�maras incubadoras y ponen ah� sus huevecillos, de los cuales nacer�n peque�as ninfas, que permanecer�n todav�a alg�n tiempo bajo este resguardo. M�s tarde, al pasar la primera muda y a medida que se van fortaleciendo, empezar�n a salir, estando ya capacitadas cada una para tejer su propio y peque�o refugio individual, muy cerca del de la madre.

Los tipos de refugio son muy variados y pueden ser caracter�sticos de ciertas familias, de ciertos g�neros y hasta de ciertas especies. Ara�as primitivas como Ctenizidae y Dipluridae, as� como Tengellidae y varias Lycosidae, entre otras, cavan t�neles bajo la tierra con ayuda de una serie de proyecciones esclerosadas que tienen en sus quel�ceros. Estos refugios tubiformes pueden ser cortos o profundos, hasta de unos 25 cm o m�s; pueden estar en sentido vertical, o un poco m�s abajo de la entrada tomar una posici�n horizontal u oblicua. La mayor parte est�n provistos de una tapa, que embona perfectamente en la abertura, gracias a varias capas de hilo de seda, con las que est� recubierta su cara interior; puede abrirse y cerrarse como si tuviera una bisagra, debido a que, en un punto de su contorno, queda unida con hilos al suelo. Todo el interior del tubo est� tambi�n tapizado con seda, lo que hace de esto un lugar c�modo para la ara�a y su cr�a reci�n nacida; la superficie acolchanda ofrece tambi�n una protecci�n en contra de los cambios bruscos de temperatura. Por fuera, la tapa queda disimulada con tierra, pasto u hojarasca.

Algunas Ctenizidae, a la mitad de su refugio tubular colocan una especie de resorte de hilos de seda. En caso de que un intruso entre en la guarida, la ara�a, que se encuentra en el fondo de ella, jalar� uno de los hilos, con lo cual se contraer� este resorte, cerr�ndose el paso a este nivel, quedando, adem�s, cubierto de la tierra que caer� sobre él como consecuencia del jal�n.

Ciertas Dipluridae hacen algo parecido. El tubo largo y ancho se estrecha cerca de la salida, formando un cuello que puede obturarse en un momento dado con tap�n hecho de tierra y seda. Otras especies de esta misma familia, a la mitad de su refugio construyen una c�mara lateral, que quedar� cerrada herm�ticamente con una tapa vertical de seda; en esta forma, la ara�a quedar� protegida de alg�n posible depredador que entre a su guarida y para el cual, generalmente pasa inadvertida esta puerta lateral. A esta c�mara adicional suelen meter tambi�n su ovisaco, quedando, en esta forma, ampliamente protegido.

Otras Dipluridae construyen un refugio con dos salidas. Se trata de un tubo profundo que a cierta altura se bifurca, conduciendo una de estas divisiones a una salida bien visible, rodeada de seda; la otra termina en una segunda salida que se ver� con dificultad, ya que estar� disimulada con tierra y hojarasca. Esta �ltima ser� una salida de emergencia; si alg�n enemigo se introduce al refugio por la entrada visible, la ara�a tendr� tiempo de escapar por la segunda. Asimismo, en casos de inundaci�n del refugio, el animal tendr� posibilidades de salvarse por esta otra salida.

Otras especies se protegen del agua rodeando la entrada de su guarida con acumulaciones de tierra, arena y peque�as piedras, de manera que el agua corra a los lados del mont�culo, sin entrar al refugio.

A esta familia pertenecen las especies de Atrax de Australia, muy conocidas y temidas por su potente veneno. Estas ara�as construyen sus refugios entre las hendiduras y huecos naturales de �rboles, rocas y del suelo. Se trata de tubos burdos que, a la salida, comunican directamente con la red de captura.

En Madagascar, Nueva Zelanda y otras islas de la regi�n, existen especies de la familia Desidae que construyen sus refugios entre los t�neles de los corales y los agujeros de las rocas porosas, en la zona de mareas. Estos huecos est�n totalmente tapizados por dentro con seda a prueba de agua, lo mismo que la entrada, que queda sellada durante los momentos de marea alta. Cuando baja la marea y desaparece el peligro de inundaci�n, la ara�a sale de su guardia para buscar su alimento, que consiste en peque�os crust�ceos que encuentra entre la arena. Los ovisacos, dentro del refugio, quedan bien protegidos.

Diversas ara�as hacen su refugio tubular de seda entre las hendiduras de las paredes, como sucede con la familia Filistatidae; otras, como las Dysderidae, lo construyen entre las ranuras de las rocas o agujeros naturales. Algunas Agelenidae tejen un refugio tubular subterr�neo que a la salida se contin�a en una especie de embudo, que se va abriendo hasta la plataforma de la red.

No todas las grandes tejedoras de redes orbiculares de la familia Araneidae construyen refugios subterr�neos; unas lo colocan arriba de la red, pero comunicado con el centro de �sta por un filamento fuerte y resistente. En especies de Zigiella, el refugio consiste en un tubo de seda, abierto por los dos extremos. Algunas especies de Araneus hacen, igualmente, un refugio arriba de la red, pero lo construyen con hojas unidas por hilos de seda.

Cyrtophora elabora una red horizontal, pero que en el centro est� jalada hacia arriba por unos filamentos que se sujetan en el laberinto superior; a veces refuerzan esta peque�a cima con pedazos de hojas o de ramas, constituyendo un refugio ideal no s�lo para la ara�a, sino tambi�n para los huevos.

Otras especies del g�nero Phonognatha forman su refugio con una hoja que enrollan y sujetan con sus hilos; este tubo foliar queda conectado al centro de la red y sirve, igualmente, como c�mara incubadora. En ocasiones utilizan para este fin las conchas vac�as de algunos caracoles.

Algunas Theridiidae, sobre el laberinto de su red construyen un refugio de forma c�nica que recuerda un dedal, hecho con hojas y ramas entretejidas con el hilo de seda; tanto los huevos como la cr�a quedan protegidos dentro de este refugio, vigilado por la madre desde afuera. Otras especies de esta misma familia, entre las que est� la ara�a capulina, Latrodectus mactans, construyen con su seda un refugio tubular que puede estar muy alejado de la red de captura de la ara�a, pero que siempre quedar� comunicado con ella por una serie de hilos muy fuertes y resistentes que se extienden desde el refugio hasta el centro de la red. La guarida se localiza generalmente en un lugar bien protegido en techos, paredes, tapancos, s�tanos, alg�n rinc�n oscuro y escondido de las casas, o afuera, entre ranuras de rocas, hendiduras de la corteza de �rboles y semejantes.

6) Como material para envolver a sus presas. Muchas ara�as tienen la costumbre de envolver con sus hilos a las presas reci�n capturadas, con el objeto de inmovilizarlas. A veces, antes de cubrirlas con seda las muerden, inyect�ndoles su veneno, sobre todo si la presa es grande, fuerte y hace movimientos desesperados para soltarse. Sin embargo, es m�s frecuente que primero inmovilicen al animal con sus hilos y despu�s lo maten con mordeduras de sus quel�ceros. En el caso de especies de la familia Uloboridae, que son las �nicas ara�as que no poseen gl�ndulas de veneno, tienen que acelerar este proceso y envolver m�s firmemente a la v�ctima para que no se les escape; pero como estas ara�as poseen cribelo, el chorro de seda que sale de �l y que es peinado por el calamistro ayudar� mucho a que el insecto quede r�pidamente hecho un bulto, cubierto por todos lados por seda bien restirada. De la misma manera, las ara�as que no colocan hilos pegajosos en su red de captura tendr�n que llegar con gran rapidez al lugar donde ha sido atrapado un insecto, para envolverlo antes de que �ste logre librarse de los filamentos.

Esta forma de inmovilizar a sus presas es frecuente entre especies de las familias Uloboridae, Theridiidae, Linyphiidae y Araneidae. Sobre todo en esta �ltimas, abundantes en jardines y huertas, es com�n observar este fen�meno, el primer par de patas de la ara�a le va dando vueltas r�pidas al cuerpo de la v�ctima, mientras el cuarto par de patas lo va envolviendo con los hilos de seda que salen de sus hileras; en unos cuantos segundos la presa quedar� completamente cubierta. La agilidad y rapidez con que lleva a cabo este proceso es verdaderamente asombrosa.

7) Como red para capturar a sus presas. Sin duda alguna, el papel m�s importante que los hilos de seda desempe�an en la vida de las ara�as es su utilizaci�n en la construcci�n de redes, mediante las cuales atrapan a las presas que les sirven de alimento, principalmente insectos voladores. Algunas especies construyen su red durante la noche, otras durante el d�a; las de los jardines, generalmente, empiezan a construirla en la madrugada. Hay ara�as que pueden terminar su red en un par de horas, otras, en cambio, tardan varios d�as en tejerla y aun despu�s de terminarla, siguen trabajando en ella por un periodo largo.

Hay una variedad enorme de estas estructuras, conocidas com�nmente como telara�as. Las m�s conocidas son las grandes y circulares que se encuentran con gran frecuencia en los jardines y huertas; la mayor parte de ellas son fabricadas por especies de la familia Araneidae. En una de estas redes se pueden encontrar varios elementos, a saber: los hilos que forman el puente, que es la parte inicial de toda la construcci�n; los hilos de el marco, o soporte de toda la estructura, entre los que se distinguen los hilos de amarre, o sea, aquellos que van a sujetarse de alg�n objeto del medio, que puede ser una rama, un tronco, un muro, una roca o cualquier otra cosa. A continuaci�n se ven los hilos que forman los radios de la red, que parten del centro y se extienden hasta los hilos del marco, a los cuales se sujetan; luego est�n los hilos secos que van de un radio al otro, formando una espiral, del centro hacia afuera. Hasta aqu�, todos estos hilos son secretados por las gl�ndulas ampuladas. Posteriormente, la espiral de material seco es destruida por los quel�ceros y comida por las ara�as, a medida que va siendo sustituida por otro tipo de seda, secretada por las gl�ndulas agregadas, que en este caso se trata de una sustancia pegajosa. Si se observan bajo el microscopio estos hilos viscosos, se ver�n cubiertos de infinidad de peque�as gotitas. La ara�a va colocando esta nueva espiral de afuera hacia adentro de la red y es lo que viene a constituir la zona de captura; cualquier insecto volador que llegue a rozar los hilos de esta espiral quedar� pegado a ellos. Es una trampa muy eficaz, casi invisible, que se extiende entre los espacios libres de la vegetaci�n. En estas redes es caracter�stica una zona libre de hilos de la espiral, en donde tan s�lo se observan los hilos radiales; esta zona se localiza cerca del centro de la red. Los radios, a su vez, tienen en ocasiones forma de "Y", con el objeto de dar mayor firmeza al marco, en caso de curvaturas pronunciadas.

Observar c�mo construye la ara�a una de estas telas es por dem�s interesante para cualquier persona que se interese en conocer algo m�s sobre el comportamiento animal. Como se indic� antes, muchas ara�as que viven en los jardines inician esta labor en las primeras horas de la madrugada, a veces a las cuatro, a veces a las cinco de la ma�ana. Ante todo, el ar�cnido estudia el lugar cuidadosamente, pasando de rama en rama y dej�ndose caer varias veces, suspendido siempre por su hilo de seguridad, del cual se agarra por una de las patas posteriores, quedando las dem�s extendidas. Este periodo de exploraci�n es variable y en ocasiones dura un buen rato. Hay veces que el lugar no llena las condiciones requeridas por la ara�a y entonces se come el hilo o hilos que hab�a formado, se desplaza a otro sitio cercano e inicia nuevamente el proceso exploratorio. Cuando al fin se decide, al estar balance�ndose en el aire emite un segundo hilo muy fino, que es llevado por el viento de aqu� para all�, hasta que queda atorado en alguna rama u objeto cercano. Puede suceder tambi�n que desde una parte elevada, sea una rama o el tejado de una casa o una roca o algo semejante, la ara�a secrete un hilo y espere a que una r�faga de viento lo lleve y sujete en alg�n sitio. En una u otra forma, el hilo ya atorado es aprovechado por la ara�a para bajar o subir por �l y llegar al nuevo punto de uni�n que, si es el adecuado, servir� para formar el puente o parte inicial de su telara�a. Para que este puente quede bien reforzado, la ara�a no s�lo restirar� bien al filamento, sino que pasar� varias veces por �l, adhiriendo en cada ocasi�n un nuevo hilo.

Figura 12. Construcci�n de una red orbicular (familia Araneidae). Formaci�n del puente (a, b); formaci�n de los primeros radios (c, d); contin�an form�ndose los radios(f, g); inicio de la espiral de seda seca (g) y formaci�n de la espiral de seda viscosa (h).

Una vez que est� segura de su firmeza, a�adir� un hilo flojo, que sujetar� bien a cada lado del puente, despu�s de lo cual se desplazar� hasta la mitad de �l, sujetando en este punto su hilo de seguridad. A continuaci�n se dejar� caer, siempre sujeta a este hilo de seguridad, y con su peso jalar� consigo al hilo flojo que, como todos, posee una gran elasticidad. De esta manera se formar� un tri�ngulo, constituido por el puente y los dos primeros radios, cuyo v�rtice inferior marcar� el centro de la tela. La ara�a continuar� desliz�ndose hacia abajo, sostenida por su hilo de seguridad, hasta tocar el suelo o alg�n otro tope, donde sujetar� su filamento, formando as� otro radio. Todos estos elementos iniciales de la tela ser�n jalados, estirados y reforzados varias veces por la ara�a. A partir de este momento, tanto la construcci�n de los dem�s radios como la del marco, que ir� sosteniendo a toda la estructura, incluyendo los hilos de amarre, se llevar� a cabo con mucha mayor rapidez, utilizando estos primeros elementos para subir y bajar, sujetando cada nuevo hilo a otros puntos cercanos proporcionados por las ramas del medio, pero siempre volver� al centro de la tela despu�s de la formaci�n de cada radio, el cual restirar� y reforzar� cada vez, con ayuda de las u�as de las patas. La longitud de las patas es importante en la disposici�n de los radios, pues �stos estar�n m�s espaciados si la ara�a tiene patas largas y m�s juntos si �stas son cortas. El centro, poco a poco, tomar� el aspecto de una peque�a plataforma cubierta de pelusilla.

Terminado el marco y los radios se iniciar� la siguiente etapa de construcci�n, o sea, la de la espiral temporal, de material seco. Dicha espiral se comenzar� del centro hacia afuera. Los diferentes radios se ir�n uniendo mediante un hilo continuo que la ara�a ir� secretando y sujetando a cada uno de ellos, formando as� una espiral de filamentos m�s o menos equidistantes que se extiende desde el centro hasta cerca del marco. En cada vuelta, la ara�a parece medir con las patas la distancia que queda entre los hilos, logrando en esta forma una simetr�a verdaderamente notable. Esta espiral se construye con una rapidez incre�ble, pudiendo quedar terminada en unos cuantos minutos. Algunas especies, despu�s de comprobar que las espirales cercanas al centro son firmes y consistentes, suelen comerse el punto central de la red, quedando entonces los radios sujetos a las vueltas en espiral y no al centro, en donde quedar� un hueco.

Para terminar, la ara�a sustituir� la espiral de material seco por otra de material pegajoso, que vendr� a constituir la verdadera zona de captura. Esta nueva espiral, al contrario de la otra, se empezar� a colocar de afuera hacia adentro. La ara�a ir� enrollando el filamento antiguo y seg�n varios autores acabar� por com�rselo. Esto lo hace mientras va pegando el nuevo filamento viscoso con ayuda de las patas posteriores, que son las que toman �ste de las hileras y lo pegan al radio. Las vueltas de este hilo quedar�n m�s cerca una de otra, que como estaban en la primera espiral. Es frecuente que, cerca del centro, permanezca una zona libre, sin hilo en espiral, donde s�lo se ven los radios; entre esta zona libre y el centro quedar� una zona de enlace. Algunas ara�as no s�lo no dejan un hueco en el centro, sino que, por el contrario, refuerzan esta zona con una capa m�s gruesa de seda y otras m�s pueden tejer, por arriba o por abajo de la parte central, peque�as bandas de seda, rectas o en zigzag, que reciben el nombre de estabilizadores de la red.

Estas redes son bastante fr�giles y muchas de las presas que van cayendo en ellas suelen romperlas con sus movimientos al tratar de escapar. La ara�a tiene que estar reconstruyendo constantemente las partes da�adas. En ocasiones queda tan maltratada que el ar�cnido necesita construirla toda de nuevo, despu�s de comerse los restos de la anterior.

Redes orbiculares y verticales como �stas son de las m�s evolucionadas y caracter�sticas de muchas especies de la familia Araneidae, como se indic� antes. Sin embargo, no es algo que se pueda generalizar para todas las ara�as, pues hay una variedad infinita de telas. Algunas Uloboridae, por ejemplo, que son cribeladas, tambi�n hacen una red circular, pero no con la perfecci�n de la descrita, pues en ocasiones falta una parte de la espiral. Otras, como especies de Linyphiidae y Agelenidae no utilizan seda pegajosa en la manufactura de sus redes, sino �nicamente seca. En estos dos casos, el aspecto de la red es completamente diferente, pues se ve como una mara�a sobre una especie de l�mina o lienzo. Este tipo de red horizontal, que queda suspendida por debajo de un laberinto o mara�a de hilos, se considera mucho m�s primitiva. En ocasiones, el desorden de los filamentos es tal, que no se distingue ninguna estructura con forma definida, como sucede con algunas Pholcidae, frecuentes en casas viejas o lugares descuidados que no han sido habitados por alg�n tiempo, o en s�tanos y cuartos con objetos acumulados o almacenados. Estas redes son grandes, flojas y como permanecen por largo tiempo inalteradas, se ven en ocasiones grises y sucias por el polvo que las cubre. Sin embargo, todas estas impurezas se caen al suelo cuando la ara�a, al sentir la presencia de alg�n intruso, sacude vigorosamente la red para ocultarse entre la mara�a, lo cual logra plenamente, pues tanto la red como la ara�a parecen desaparecer por un momento.

Otras redes que tambi�n se ensucian con el polvo de las casas, y por la cual se ven como l�minas opacas, son las construidas por especies de Oecobiidae entre las ranuras de las paredes o huecos de rocas y ladrillos de los muros.

Otras cribeladas, las Dictynidae, tejen telas que parecen encaje, preferentemente sobre cualquier objeto de madera. Pueden cubrir los muebles de casas abandonadas, puertas, ventanas, tablas, cajones y dem�s; en el campo se encuentran entre matorrales y �rboles, diversas ra�ces y entre la corteza seca de los �rboles. Los filamentos de la red est�n formados por dos hilos paralelos, unidos por manojos de seda dispuestos en zigzag. Estas l�minas de encaje toman con frecuencia el aspecto de un abanico.

Muchas especies de Theridiidae forman una red enmara�ada o laberinto en la parte de arriba, sostenida por varios hilos restirados que se fijan a varios puntos laterales. Todo esto soporta una plataforma abierta, de donde parten algunos hilos-trampa, provistos de peque�as gotitas de material pegajoso, que van a fijarse al suelo. La red de la ara�a capulina es de este tipo, s�lo que los hilos son extremadamente fuertes, el�sticos y resistentes. Todas estas redes se construyen generalmente cerca del suelo, a donde llegan los hilos-trampa para la captura de presas.

En contraste con �stas, las redes de las Linyphiidae est�n construidas con hilos sumamente delgados y sutiles, que forman como una gasa muy tenue sobre la vegetaci�n.

Hay redes muy grandes, sumamente resistentes y permanentes dentro de ciertos limites. De este tipo es la red de las especies de Nephila, que llega a abarcar espacios de 4 m entre la vegetaci�n de arbustos o entre la cima de los �rboles, donde brilla con los rayos del Sol. Es una red m�s o menos vertical, con una espiral de seda seca, pero entre la cual se encuentran algunas vueltas de seda viscosa; est� sostenida en parte por un laberinto superior y lateral. Esta ara�a tambi�n sacude su red vigorosamente cuando es molestada.

Muchas ara�as tejen redes irregulares, conectadas o no a sus refugios, como las de las familias Dipluridae, Diguetidae, Theridiidae, entre otras. Varias tienen aspecto y formas caprichosas, como especies de Gasteracantha que adornan sus redes con peque�as borlas; otras, como especies de Argiope tejen las ya mencionadas bandas en zigzag, que sirven como estabilizadores. Algunas Frontinella tejen una red que se ve como un taz�n sobre una servilleta individual; otras, del g�nero Linyphia construyen una red con aspecto de c�pula o domo. Especies de Theridiosomatidae hacen una red en forma de abanico, con tan s�lo dos o tres radios, que parten de otro basal. Algunas forman tejidos flojos o con radios muy abiertos; en otras, por el contrario, el tejido es muy cerrado o con los hilos muy restirados. En fin, hay una variedad infinita de redes caracter�sticas de las diferentes especies.

Figura 13. Ara�a del g�nero Nephila (familia Araneidae).


Figura 14. Ara�a del g�nero Gasteracantha ( familia Araneidae)

Como ya se ha dicho, estas redes pueden encontrarse dentro o fuera de las habitaciones humanas, en muchos lugares oscuros, como s�tanos, tapancos, almacenes y bodegas; hay, adem�s, gran cantidad de redes pertenecientes a especies cavern�colas; son abundantes en todo tipo de vegetaci�n, entre el pasto, la maleza, los arbustos o en lo alto de los �rboles; tambi�n se les encuentra en todo tipo de ranuras, huecos o cavidades naturales de rocas, suelo, ra�ces, corteza de �rboles, etc., o sobre la superficie o hendiduras de estructuras construidas por el hombre, como paredes, muros, cercos, postes, puertas, ventanas, vigas y todo tipo de muebles. Se localizan en todas las regiones del mundo, desde el ecuador hasta los contornos polares, pasando por �reas tropicales, templadas, fr�as, h�medas y des�rticas, desde grandes altitudes hasta el nivel del mar o en zonas terrestres por debajo de �l. Estos finos tejidos son la representaci�n innegable de t�picos habitantes terrestres. Dentro de �stos hay que mencionar una especie del Viejo Mundo que merece atenci�n especial: se trata de Argyroneta aquatica. Es una Agelenidae, que es la �nica ara�a que ha logrado adaptarse a vivir bajo el agua, a pesar de tener, como todos los ar�cnidos, respiraci�n a�rea. Este problema lo ha resuelto construyendo entre las plantas acu�ticas una red en forma de campana, que queda bajo el agua, pero con la particularidad de que la parte superior de ella est� llena de aire. Este aire es renovado por la ara�a de tiempo en tiempo, para lo cual sube peri�dicamente a la superficie y por medio de sus patas y sedas del cuerpo atrapa una cantidad suficiente de burbujas de aire, que transporta a su refugio, nadando patas arriba. La ara�a vive permanentemente bajo esta campana sumergida; all� se alimenta de los animales acu�ticos que caza, se aparea, oviposita y cuida a la cr�a. Es un caso �nico entre los ar�cnidos (se recuerda que aqu� no se incluyen los �caros).

Muchas personas se preguntan por qu� las ara�as no se pegan a su propia red. Las razones son dos. En primer lugar, porque todo su cuerpo est� cubierto de un aceite especial que secretan algunas de las c�lulas epid�rmicas, el cual impide que se peguen. En segundo lugar, porque el hilo viscoso que manipulan con sus patas o sobre el cual se desplazan, siempre lo deslizan entre unas sedas especiales, gruesas y unguiformes, que se encuentran junto a las u�as tarsales y que son a prueba de las gotas de pegamento de los hilos. Tambi�n algunos insectos tienen manera de protegerse de esta trampa; las palomillas, por ejemplo, poseen gran cantidad de escamas que cubren tanto sus alas como su cuerpo y esto les permite zafarse del pegamento. Por eso es que en estos casos las ara�as tienen que actuar con gran rapidez cuando uno de estos animales se enreda en sus hilos, pues si no lo envuelven pronto con sus filamentos, el insecto logra escapar.

En el siguiente cap�tulo se tratar� sobre algunos otros tipos de redes de las ara�as y la forma como aprovechan estos filamentos para cazar a sus presas.

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