IX. EL ARTE DE CAZAR

TODOS saben que los animales, desde los m�s primitivos hasta los m�s evolucionados, incluyendo al hombre, dependen de la materia org�nica de otros seres vivos, sean plantas o animales. Por eso es que se les considera como consumidores, en contraste con los vegetales, que son los productores, ya que son capaces de elaborar su propio alimento mediante el proceso de la fotos�ntesis. Entre los animales existen los consumidores primarios, que son los que se alimentan de vegetales (fit�fagos) y los consumidores secundarios, que se nutren a base de otros animales (zo�fagos). Dentro de estos �ltimos se distinguen los par�sitos, los parasitoides y los depredadores (v�ase el cap�tulo XI de Animales desconocidos, relatos acarol�gicos). Los depredadores son todos aquellos organismos que cazan a sus presas para obtener de ellos los nutrimentos necesarios para subsistir. Este es un fen�meno muy com�n en la naturaleza y se observa en la gran mayor�a de los grupos animales; pero lo que var�a en forma incre�ble son las diferentes estrategias que las especies han ido desarrollando, en el transcurso de su evoluci�n, para capturar a sus presas. Esto es sobre todo notable en la clase de los ar�cnidos, depredadores por excelencia. Con excepci�n de algunas especies de opiliones o ara�as patonas, que se alimentan de hongos o materia org�nica en descomposici�n, todos los dem�s ar�cnidos, incluyendo el resto de los opiliones, han encontrado en la depredaci�n la mejor manera de conseguir sus sustento. Esta fue su costumbre inicial desde que aparecieron hace m�s de 350 000 000 a�os y la han conservado hasta nuestros d�as. A continuaci�n se ver�n, en forma resumida, los diversos mecanismos de captura desarrollados por estos animales, desde los m�s sencillos y primitivos, hasta los complicados y sumamente elaborados procedimientos de las ara�as.

Ante todo, hay que recordar que, con excepci�n de ciertas ara�as, todos tienen una visi�n muy deficiente. Algunos carecen completamente de ojos y la mayor parte de aquellos que los tienen no son capaces de distinguir formas, ni colores; lo m�s probable es que estos ocelos tan s�lo perciban los cambios de intensidad de la luz. A falta de este sentido tienen muy desarrollados otros, sobre todo el del tacto; el del olfato y el del o�do tambi�n desempe�an un papel importante.

Las estructuras sensibles al tacto o a las vibraciones del medio son numerosas y variadas en los diferentes grupos. Existen las ranuras sensoriales, que se encuentran distribuidas por los ap�ndices y el cuerpo. En algunas especies, estas estructuras est�n reunidas cerca de las articulaciones de las patas, formando los �rganos liriformes; se dice que son propiorreceptores, debido a que responden al movimiento de las articulaciones, siendo tambi�n receptores de vibraciones. Otros elementos sensoriales muy importantes son los conocidos con el nombre de tricobotrias; se trata de pelos muy largos, delgados y movibles, que se articulan en su base con una membrana circular, inervada con fibras sensoriales. Las tricobotrias responden a las corrientes de aire y a las vibraciones. Hay otras muchas sedas, repartidas entre los ap�ndices y el cuerpo, que tambi�n act�an como receptores mec�nicos; adem�s, en los quel�ceros, pedipalpos y tarsos del primer par de patas, puede haber estructuras quimiorreceptoras que reaccionan a los olores cercanos y distantes. Los �rganos del gusto se encuentran cerca de la boca y los auditivos, en sensilas especiales del prosoma o de alguno de los ap�ndices anteriores. Todav�a no se sabe cu�les son los receptores de muchos est�mulos externos, pero, aparte de los ya mencionados, los ar�cnidos responden tambi�n a los cambios de temperatura, humedad y luminosidad aun sin tener ojos, probablemente por receptores en la superficie del cuerpo. Sobre el �rgano de la visi�n se tratar� en otro cap�tulo relacionado con las ara�as Salticidae.

Hay que recordar tambi�n que los ar�cnidos no pueden tragar enteras a sus v�ctimas, ni siquiera trozos de ellas, pues tanto la boca como los ciegos intestinales son muy angostos, por lo cual necesitan llevar a cabo una digesti�n externa o extracorporal, previa a la ingesti�n del alimento. �sta la realizan vertiendo enzimas directamente sobre los tejidos de la presa o despedazando a �sta en peque�os trozos, que ser�n ba�ados por las enzimas en la cavidad preoral del animal. En una u otra forma, el alimento parcialmente digerido por amilasas, lipasas y proteasas, y que, por lo mismo, ha sido licuado, despu�s es succionado por la parte anterior del intestino, que funciona como bomba, complet�ndose la digesti�n intracelularmente en el intestino medio. El paso de pedazos grandes de alimento, que causar�an obturaci�n en el intestino, es impedido tambi�n por c�mulos de sedas, muy densas, que se encuentran en los alrededores de la boca.

Animales de vida nocturna como los alacranes, los vinagrillos, los tendarapos y otros no persiguen a sus presas, sino que esperan a que sus patas o sus pedipalpos hagan contacto con ellas. Al suceder esto, las poderosas pinzas o quelas de los pedipalpos entrar�n de inmediato en acci�n, intentando atrapar a la presa en el lugar del contacto. Esto lo hace con tal rapidez que generalmente tienen �xito. En el caso de los alacranes, si el animal atrapado lucha por librarse, recibir� una peque�a dosis de veneno que se inyectar� por medio del aguij�n. Los quel�ceros se encargar�n de despedazar a la presa, llevando las peque�as porciones a la cavidad preoral para su digesti�n parcial; las partes no digeribles, como el exoesqueleto del insecto, ser�n desechadas. Los alacranes se alimentan de gran cantidad de otros artr�podos, chicos y grandes, sobre todo insectos y miri�podos; el canibalismo es frecuente entre ellos. Cuando, en ciertas ocasiones tienen la oportunidad de cazar muchas presas, no las desperdician, sino que ingieren grandes cantidades de ellas, ya que este alimento puede ser acumulado en el interior de su cuerpo para ser aprovechado m�s adelante cuando la caza no sea tan abundante. Por eso es que pueden tolerar grandes periodos de ayuno, hasta por m�s de un a�o.

En el caso de los vinagrillos o urop�gidos, los pedipalpos atrapan a las presas tan pronto hacen contacto con ellas. Estos ap�ndices son tambi�n los encargados de matar, triturar y despedazar a sus v�ctimas; los quel�ceros s�lo sirven para sostener a las presas, enganch�ndolas. Tienen tambi�n una larga lista de artr�podos que les sirven de alimento, aparte de otros animales, como peque�os batracios. Al contrario de lo que com�nmente se cree, no son venenosos. La secreci�n de sus gl�ndulas anales, s�lo les sirve como defensa cuando se sienten atacados o perseguidos.

Los amblip�gidos encuentran a sus presas al tocarlas con la punta de sus largas patas anteriores, que siempre llevan hacia delante, a manera de antenas, con el fin de orientarse. Los pedipalpos entonces las atrapan, cerc�ndolas y pinch�ndolas con las espinas que poseen en estos ap�ndices, mientras los quel�ceros se mueven hacia todos lados, introduci�ndose repetidas veces en el animal capturado, hasta que lo matan. Despu�s de cada comida, los tendarapos limpian muy bien sus partes bucales, pasando los quel�ceros por los pedipalpos y �stos, a su vez, por los quel�ceros; en los pedipalpos poseen brochas especiales de sedas para este fin.

Parece ser que algunas especies de sol�fugos de vida diurna tienen una mejor visi�n y pueden distinguir a sus presas, ya que se ha visto que las acechan antes de empezar a corretearlas. Pero todas las dem�s formas nocturnas cazan a sus presas en la forma acostumbrada, haciendo contacto con ellas o percibiendo sus vibraciones. Agarran a la presa con los pedipalpos, que la pasan a los quel�ceros, donde es triturada, decapitada y aplastada, encarg�ndose las coxas de los pedipalpos de la maceraci�n de los trozos. Estos son los ar�cnidos m�s voraces de todos, pues llegan a comer tal cantidad de animales que su opistosoma se expande muchas veces el tama�o normal. Los quelíceros pueden extenderse y retraerse, mientras las quelas se abren y se cierran, cortando a la presa. Se alimentan de insectos grandes y peque�os, de ar�cnidos, incluyendo sol�fugos, miri�podos, lombrices, lagartijas peque�as y ciertos p�jaros. Tampoco son venenosos estos animales, a pesar de las muchas atrocidades que sobre ellos se cuentan y que no dejan de ser puras fantas�as.

Los pseudoescorpiones capturan a sus presas en forma semejante a como lo hacen los alacranes, con las quelas de sus pedipalpos. Sus v�ctimas, artr�podos, lombrices y nem�todos, que pueden ser de un tama�o m�s grande que ellos, son anestesiadas con un veneno que les inyectan; s�lo que es este caso, las gl�ndulas de veneno se localizan en la mano de los pedipalpos y sus conductos van a desembocar a una o las dos quelas de los mismos. El veneno s�lo es t�xico para las presas peque�as que cazan, pues en animales m�s grandes no tienen ning�n efecto.

Los opiliones, en cambio, prefieren utilizar a los quel�ceros para agarrar y despedazar a sus presas, que consisten en numerosos insectos peque�os y medianos, cochinillas, lombrices y caracoles. Algunas especies secretan una sustancia que queda como gotitas pegajosas en sus pedipalpos, a las cuales se pegar�n animales peque�os, como col�mbolos, cuando muevan estos ap�ndices entre la hojarasca. Si una presa m�s grande opone resistencia, el opili�n la encerrar� entre sus ocho patas, quedando como en una prisi�n y dejar� caer su cuerpo varias veces sobre ella, hasta atontarla o matarla. Hay opiliones que no son depredadores, sino que se alimentan de jugos vegetales, de hongos o de materia org�nica en descomposici�n.

Los diminutos palp�grados utilizan sus quel�ceros para atrapar a otros artr�podos, principalmente col�mbolos. En cambio, los esquiz�midos los capturan y sujetan con los pedipalpos, mientras los quel�ceros los desgarran. Los m�s peculiares de todos, los ricin�lidos, aprovechan esa extra�a estructura, el cucullus, para capturar a sus presas y sostener el alimento, con ayuda de los pedipalpos, para acercarlo a los quel�ceros. Como muchas especies son cavern�colas se alimentan de numerosos microartr�podos que viven entre el guano o de los estados juveniles de los mismos; tambi�n las pupas de d�pteros de la familia Streblidae, muy abundantes en las paredes de las cuevas, pueden ser consumidas por estos ar�cnidos.

Por �ltimo, las ara�as son probablemente los artr�podos que han desarrollado la mayor diversidad de formas para atrapar a sus presas. Las estrategias que algunas de ellas llevan a cabo para tal fin son verdaderamente notables, y si no fuera por las observaciones realizadas por diversos investigadores que, con gran paciencia y dedicaci�n han logrado comprobar personalmente cada uno de los pasos efectuados por las diferentes especies, se dudar�a del grado de complejidad y perfeccionamiento que estos animales han logrado alcanzar en su comportamiento depredador a lo largo de su historia evolutiva de m�s de 300 000 000 de a�os. De esta enorme variedad de mecanismos de cacer�a en este libro se han seleccionado �nicamente, los m�s representativos y mejor conocidos.

La mayor parte de las ara�as son de h�bitos nocturnos y cazan �nicamente durante la noche. Sin embargo, hay representantes de diversas familias que son de h�bitos diurnos, siendo las m�s conocidas las de la familia Salticidae. Esto en gran parte est� relacionado con el desarrollo de los ojos; las diurnas tienen mucho mejor visi�n que las nocturnas, quienes para la cacer�a de sus presas depender�n fundamentalmente del tacto, pues son sobre todo sensibles a las vibraciones que se originan en su cercan�a, sea en el medio ed�fico o vegetal que las rodea o en las redes que construyen para tal efecto. En todas ellas la visi�n es muy pobre.

Dentro de las variantes posibles en las formas de depredaci�n las hay desde las m�s simples hasta las m�s complejas. En el caso de las primeras est�n las ara�as errantes, como Ctenidae y algunas Lycosidae, Anyphaenidae y Gnaphosidae, que no construyen refugios ni redes para cazar a sus presas, simplemente las corretean, atrapan y devoran, para despu�s resguardarse entre el follaje de �rboles y arbustos, entre la hojarasca del suelo o bajo piedras, troncos o alg�n otro elemento del medio. Otras, como las Pisauridae, descansan sobre el suelo con las patas extendidas y esperan tranquilamente a que pase una posible v�ctima, a la que tratar�n de atrapar con gran rapidez apenas sientan las vibraciones de su presencia.

Las especies semiacu�ticas de esta familia (Pisauridae), que pueden caminar sobre el agua, se alimentan de los numerosos insectos que visitan o viven en este sitio. Las que son capaces de sumergirse pueden alimentarse de otros artr�podos acu�ticos, as� como de renacuajos y hasta de algunos peces peque�os.

Otras ara�as de tama�o reducido, como especies de Argyrodes (Theridiidae) son oportunistas. No tejen redes, ni hacen refugio, sino que viven en las redes grandes de otras ara�as, como Nephila, y ah� se alimentan de las presas peque�as que caen y que la due�a de la red no toma en cuenta para su alimentaci�n, por su peque�o tama�o.

Algunas ara�as aprovechan las propiedades mim�ticas que tienen para tomar el color o el aspecto del medio en que se encuentran, con lo cual pasan inadvertidas no s�lo para sus depredadores, sino tambi�n para sus posibles presas, a las que atrapar�n por sorpresa. Esto lo realizan algunas especies peque�as de Thomisidae, que adquieren las coloraciones de las flores, donde se resguardan en espera de alg�n insecto, principalmente abejas o avispas, que al llegar a libar el n�ctar de las flores son atrapadas por estos ar�cnidos. Ciertas especies de �sta y otras familias toman el aspecto de hormigas y as� se acercan a estos insectos para cazarlos tambi�n por sorpresa. Especies de Homalonychus, por su parte, disimulan su presencia cubriendo todo su cuerpo con part�culas de arena, las que se quedan adheridas a sedas especiales.

Ara�as con buena visi�n como las Oxyopidae y sobre todo las Salticidae, cazan a sus presas acech�ndolas primero y saltando sobre ellas despu�s. Las Oxyopidae aprovechan el vaiv�n de las hojas, que se mueven por el viento, para impulsarse y saltar sobre sus presas, apoy�ndose en sus largas patas. Las Salticidae viven entre la vegetaci�n, pero varias especies son bien conocidas por entrar a las habitaciones humanas, donde desempe�an una labor muy ben�fica para el saneamiento del medio, ya que se alimentan principalmente de plagas tan molestas como las moscas y los mosquitos.

Ciertas especies de Scytodidae tienen un par de gl�ndulas muy grandes, cuya secreci�n desemboca a los quel�ceros. Esta sustancia la arrojan sobre la presa, que quedar� inmovilizada y pegada al sustrato; la ara�a, entonces, se acercar� de inmediato y asegurar� su captura envolvi�ndola con varios hilos.

En el caso de la Hersiliidae, la ara�a espera que llegue un insecto, sobre el cual saltar� y r�pidamente empezar� a echarle hilos de seda, con lo cual ir� perdiendo la libertad de movimiento, al mismo tiempo que quedar� sujeto al sustrato; la ara�a se acercar� despu�s para morderlo y matarlo.

La dieta de alguna Mimetidae incluye tantos insectos como otras ara�as. Poseen fuertes espinas curvadas en sus cuatro patas anteriores, con la ayuda de las cuales atrapan a sus presas. Suelen meterse a las redes de otras ara�as para robarse las presas que all� han ca�do y con frecuencia se comen tambi�n a la due�a de la red. Para atraerla jalan los hilos, imitando los movimientos del macho, con lo cual la hembra se va acercando, y es inmovilizada por las mordeduras de la ara�a invasora. Esto mismo lo realizan especies de Salticidae, que producen las vibraciones adecuadas para atraer a la due�a de la red quien, inocentemente, se acercar� al sitio donde ser� devorada.

Entre las ara�as cazadoras, hay muchas que cavan en la tierra sus refugios permanentes, como es el caso de las Cteniziidae y otras familias cercanas. Estas construyen un tubo provisto de una tapa superior que se abre y cierra a voluntad de la ara�a, y todo el interior est� tapizado con seda. La ara�a espera dentro de su guarida con la tapa ligeramente abierta y cuando siente las vibraciones de una presa cercana sale con rapidez del refugio para atraparla y meterla a su refugio, donde, ya con la tapa cerrada y aislada del medio, se la come tranquilamente.

Otras Cteniziidae construyen madrigueras semejantes en la tierra, pero en lugares estrat�gicos, donde la entrada del refugio tubular est� rodeada de ramas de plantas. Esto hace que los insectos que pasen por all�, caminen con mayor dificultad al toparse con estos obst�culos; las vibraciones ocasionadas har�n que la ara�a salga de inmediato de su refugio y atrape al merodeador. El mismo mecanismo lo utilizan ciertas ara�as Dysderidae, que construyen la entrada al refugio a un nivel poco elevado del resto del suelo; de esta entrada, en lugar de ramas, como en el caso anterior, saldr�n varios hilos de seda, bien restirados y un poco separados del suelo, sostenidos por peque�os soportes a cierta distancia de la guarida. Estos hilos restirados funcionar�n como trampa para los insectos que por ah� deambulen.

Algunas especies de Lycosidae hacen peque�os t�neles en la tierra; otras, en cambio, cavan profundas guaridas. Como son ara�as que tienen una mejor visi�n, esperan pacientemente desde su refugio, asomando parte de su cuerpo bajo la tapa, a que se acerque una posible presa, a la cual acechar�n antes de lanzarse sobre ella.


Figura 15. Hilos trampa irradiando de un refugio (familia Dysderidae).

Vienen despu�s las numerosas ara�as que se valen de una red, construida por ellas, para atrapar a sus presas. Entre las m�s simples est� la de las Dipluridae, que tejen una red irregular, como una l�mina y a un lado de ella construyen un burdo refugio tubular de seda, que puede extenderse entre las ranuras de una roca o de un pedazo de madera, o tambi�n entre las ra�ces de un �rbol o alguna otra planta. La ara�a permanecer� oculta en su refugio, del cual saldr� r�pidamente apenas sienta las vibraciones de un insecto atrapado en los hilos de la red.

Ara�as de la familia Agelenidae construyen sus redes cerca del suelo, sobre la hierba, pasto o arbustos bajos y su aspecto es el de una l�mina horizontal o plataforma, construida con filamentos secos.

Figura 16. Plataforma y embudo (familia Agelenidae).

La plataforma se va cerrando poco a poco en una especie de embudo, que se contin�a en un tubo que se mete en la tierra y que constituye el refugio de la ara�a, pero adem�s, hay un laberinto arriba que es el que sostiene a la plataforma, con hilos tirantes. La ara�a se encuentra siempre descansando a la entrada del refugio, donde empieza a abrirse la plataforma. Los insectos que pasan volando no se pegan a los filamentos, que no son viscosos, pero s� se atoran entre los hilos del laberinto, cayendo a la plataforma donde, con gran velocidad, son atrapados por la ara�a, quien los muerde y lleva a su refugio para com�rselos.

A esta familia pertenece la �nica especie que se ha adaptado a vivir bajo el agua, la Argyroneta aquatica, cuya red ya se describi� en el cap�tulo anterior. Esta ara�a puede caminar bajo el agua, sobre las plantas y sus hilos, as� como nadar patas arriba; se alimenta de diversos artr�podos acu�ticos, principalmente is�podos.


Figura 17. Red de captura y refugio de Steatoda (familia Theridiidae).

Linyphiidae es una familia muy grande de ara�as que han sido poco estudiadas. Muchas son muy peque�as, de 1 o 2 mm y abundan en la hojarasca o entre la vegetaci�n de matorrales. Otras, un poco m�s grandes, son mejor conocidas. En algunas especies los machos y las hembras conviven en la misma red. Construyen su red en �reas boscosas, bajo matorrales o en pastizales altos, entre montones de piedras y sitios semejantes. Algunas de estas redes tienen aspectos caprichosos, en forma de domo o c�pula, o semejan un taz�n sobre una servilleta individual, pero todas poseen algunos hilos pegajosos. La ara�a siempre se sit�a por debajo de la red, colgada, con el dorso hacia abajo. Cuando un insecto cae en sus hilos, la ara�a lo muerde por debajo de la red, lo jala a trav�s de ella y lo envuelve firmemente con sus filamentos. Con este tipo de red, la ara�a queda bien protegida de sus depredadores.

Figura 18. Red en forma de domo (familia Linyphiidae).

Las Nesticidae son ara�as muy comunes en cuevas, s�tanos y otros sitios oscuros, donde tejen redes irregulares. Algunas especies son cazadoras de otras ara�as; esto lo realizan con ayuda de sus quel�ceros, que act�an como pinzas especialmente fuertes y terminan en dos ganchos puntiagudos.

Familias grandes, como Theridiidae y Araneidae poseen tal variedad de especies que no siempre siguen el mismo tipo de comportamiento depredador, como se ver� a continuaci�n.

Figura 19. Red en forma de taz�n sobre servilleta (familia Linyphiidae).

La mayor parte de las ara�as Theridiidae tejen redes irregulares. Como ejemplo se pueden mencionar a las especies de Steatoda, que construyen una red como mara�a o laberinto, de hilos secos, que sostiene, a su vez, a una plataforma abierta. Toda esta estructura se mantiene firme gracias a varios hilos superiores, inferiores y laterales, sumamente restirados, que se van a fijar a las ramas o troncos de los vegetales, a postes o paredes de una casa, a alg�n puente u otro objeto de sost�n que encuentren. Importantes para la cacer�a son los filamentos que se desprenden de la plataforma y llegan al suelo; �stos son los hilos-trampa, provistos de peque�as gotitas de material pegajoso que se distribuyen a lo largo del hilo; como est�n muy tensos en su oportunidad funcionar�n como resortes. No es raro que alguno de los numerosos insectos que caminan por el suelo se tope de pronto con cualquiera de estos hilos y empiece a subir por �l; pronto encontrar� una de las gotitas pegajosas y quedar� pegado a ella. Al forcejear el insecto para librarse de la sustancia, har� que este hilo se rompa o se desprenda de su contacto con el suelo y al estar en tensi�n, saltar� como un resorte hacia arriba, enredando m�s al animal, que quedar� colgado de �l. Mientras tanto, la ara�a, que com�nmente se encuentra descansando entre los filamentos del laberinto, suspendida de sus patas, con el dorso hacia abajo, al sentir el tir�n del hilo-resorte bajar� hasta donde el hilo est� suspendido de la plataforma y con ayuda de sus patas comenzar� a subirlo, junto con la presa, a la que envolver� r�pidamente con una gran cantidad de seda. Estas ara�as poseen en el tarso del cuarto par de patas una serie de sedas gruesas aserradas que, a la manera de un peine, sostendr�n y peinar�n los hilos de seda a medida que salen de las hileras; en este caso no se trata de un calamistro, aunque es algo semejante. Las dem�s patas ayudar�n a voltear repetidas veces a la presa, hasta quedar totalmente envuelta por la seda. En caso de que la v�ctima ofrezca resistencia y luche por liberarse, ser� mordida una o m�s veces por la ara�a, inmoviliz�ndola primero y mat�ndola despu�s. Finalmente ser� succionado todo el contenido org�nico de la presa, quedando tan s�lo el exoesqueleto, que ser� descartado.

La famosa ara�a capulina o viuda negra, Latrodectus mactans, pertenece a esta misma familia; su red consta de las mismas partes que la de Steatoda, pero sus hilos son sumamente resistentes y tienen una incre�ble elasticidad. Se puede reconocer que la red est� hecha por una ara�a madura, porque de ella se desprenden varios hilos muy resistentes que se extienden hasta el refugio de la ara�a, muy alejado del suelo. Este refugio es de aspecto tubular, correoso y est� construido en pasadizos protegidos de paredes, techos de casas o caba�as. Sin embargo, la red siempre estar� en contacto con el suelo, a trav�s de los hilos-trampa, por medio de los cuales capturar�n a una gran variedad de insectos. La ara�a capulina descansa en su refugio durante el d�a, pero al llegar la noche entra en actividad y baja a su laberinto para esperar all� el aviso de que alguna presa ha ca�do en sus hilos-trampa. Estos, por su fuerza y resistencia, son capaces de retener no s�lo a insectos grandes como escarabajos, grillos, chinches y dem�s, sino tambi�n a ciertos vertebrados como peque�as lagartijas y roedores. La ara�a act�a con gran rapidez y baja a envolver a sus presas con fuertes hilos, despu�s de lo cual las muerde e inyecta su poderoso veneno, que pronto acabar� con la vida de los atrapados.

Muchas Theridiidae hacen redes peque�as debajo de las piedras, de las hojas o de cualquier objeto de madera o de desecho que est� tirado y olvidado en el suelo; todas las redes poseen hilos pegajosos. Una de estas especies peque�as del g�nero Phoroncidia, de Australia, merece menci�n especial por la forma en que captura a sus presas. Esta ara�a secreta un solo hilo viscoso de unos 10 cm de largo, provisto de numerosas gotitas peque�as de material pegajoso en toda su extensi�n. La ara�a sujeta firmemente este hilo a alguna rama, piedra o tronco a su alrededor, y por el otro extremo lo sostiene bien restirado con sus patas. Cuando un insecto se topa con este hilo y queda pegado, la ara�a suelta la tensi�n del filamento, que autom�ticamente se enredar� y pegar� m�s a la presa. La ara�a entonces se acercar� y lo envolver� con gran rapidez, mordi�ndolo si es necesario. Si tiene mucha hambre comenzar� a succionarlo de inmediato, si no lo apartar� a un lado para devorarlo despu�s. Al cabo de un rato volver� a instalar su hilo-trampa para repetir el acto.

Las ara�as mejor conocidas y m�s frecuentes en los jardines y en las huertas pertenecen a la familia Araneidae; todo mundo est� familiarizado con sus grandes y llamativas redes orbiculares. El acto de la depredaci�n en las numerosas especies que conforman este tax�n tiene, como es natural, sus variantes. En primer lugar, se encuentran las populares redes circulares u orbiculares, descritas en el cap�tulo anterior, elaboradas por las especies m�s comunes. En estas redes sin refugios, las ara�as permanecen tranquilas en el centro de la red, descansando en su posici�n habitual, que es boca abajo, agarradas por sus patas. Otras especies construyen un refugio al lado de esta red o un poco m�s arriba, y queda conectado con el centro de la misma por hilos fuertes y resistentes. Algunas especies elaboran su refugio con hojas, que quedan unidas por hilos de seda. Casi todas estas redes poseen hilos pegajosos. Al sentir las vibraciones de un insecto atrapado, la ara�a partir� del centro de la red o de su refugio hacia el lugar donde se encuentra la presa, que estar� luchando por liberarse. Inmediatamente lo envolver� con la seda que sale de sus hileras y que ser� tomada y manejada por el cuarto par de patas, mientras el primer par da vueltas r�pidas al cuerpo del insecto. Una vez hecho esto se llevar� el bulto al centro de la red o al refugio, para tomar su alimento con toda tranquilidad; en caso de no tener hambre lo colgar� de alg�n sitio adjunto, para cuando lo apetezca.

Las especies de Cyrophora tejen una red horizontal, pero jalada hacia arriba en la parte central, formando una especie de pico, que ser� el refugio de la ara�a. Desde all� la ara�a correr� por debajo de la red para ir a capturar al insecto que se haya enredado; pero como esta red no tiene hilos pegajosos, la ara�a tendr� que actuar con gran rapidez para que el insecto no se le escape.

Las ara�as del g�nero Nephila tejen redes enormes, muy fuertes y permanentes, en la parte superior de los �rboles o entre los espacios de la vegetaci�n, donde numerosos insectos, grandes y peque�os, son atrapados. Ocasionalmente caen tambi�n algunos p�jaros peque�os, pero si caen aves m�s grandes ponen en peligro tanto a las ara�as, que son devoradas, como a sus redes, que destruyen con gran frecuencia. La ara�a, que es de tama�o voluminoso, por lo regular no se comer� m�s que a las presas m�s grandes, mientras que las peque�as servir�n de alimento a otras ara�as de menor tama�o, como Ayrodes, que con frecuencia se establecen permanentemente en estas redes. Esto, aunque no lo parezca, es favorable para Nephila, pues as� mantienen limpia la red de presas peque�as. Los desechos de las v�ctimas m�s grandes que ella personalmente consume, los arroja fuera de la red, a trav�s de una secci�n abierta que se encuentra en la parte superior.


Figura 21. Ara�a sosteniendo la red que arrojar� a su presa.

Algunas Araneidae tambi�n han ido perdiendo la costumbre de construir redes elaboradas y prefieren efectuar sus cacer�as empleando otros mecanismos que, por un lado, son m�s sencillos, pues utilizan un solo hilo para el proceso, pero, por el otro, resultan m�s elaborados y especializados. Tal es el caso de especies de Dicrostichus en Australia y de Mastophora en M�xico. Estas ara�as son de h�bitos nocturnos y generalmente se encuentran agazapadas entre el follaje de la vegetaci�n. Durante la noche la ara�a se deja caer, sostenida por su hilo de seguridad, el cual permanece sujeto a alguna rama alta. Colgando as� en el aire, la ara�a secreta un hilo resistente de seda, en cuyo extremo distal llevar� una gota relativamente grande de material pegajoso. Algunos autores sostienen que dicha gota va impregnada de una feromona de composici�n semejante a la secretada por ciertas especies de mariposas nocturnas o palomillas, que act�a como atrayente sexual; as� la ara�a atrae a la palomilla, enga��ndola con esta falsa feromona. La ara�a, que permanece colgada, agarrando el filamento con una de sus patas, apenas perciba el aletear de la palomilla que se acerca empezar� a girar el hilo, d�ndole vueltas gracias al contrapeso de la gota hasta que, en una de ellas, le d� a la palomilla en pleno vuelo, la que de inmediato quedar� pegada a la sustancia. Lo que sigue ser� lo acostumbrado: la ara�a envolver� con seda a su presa y se la llevar� a un lugar protegido para com�rsela.

Figura 22. Red triangular con cuatro radios (familia Uloboridae).

Algunas ara�as de otras familias tampoco construyen grandes redes para la captura de insectos; por ejemplo, especies de Theridiosomatidae tejen una red en forma de abanico, con varios radios sujetos a diversos puntos externos, pero que, por el otro lado, se juntan en un punto, cerca del centro. De aqu� parte un solo filamento fuerte y resistente, que ser� agarrado por la ara�a la cual, a su vez, se sujeta de una rama. Este hilo que la ara�a mantiene muy restirado funcionar� tambi�n como resorte. Cuando un insecto se atore en la red, la ara�a soltar� el filamento en tensi�n, con lo cual la red saltar� hacia atr�s, enredando m�s a la presa.

Especies de Hyptiotes, de la familia Uloboridae, utilizan el mismo mecanismo, s�lo que en este caso la red es triangular, formada tan s�lo por cuatro radios que convergen en uno solo, el cual es agarrado y jalado firmemente por el primer par de patas de la ara�a. Si un insecto cae a la red, suceder� lo mismo que en el caso anterior.

Las Dinopidae son ara�as de cuerpo y patas alargados y son de las pocas que tienen una mejor visi�n, gracias al desarrollo de sus dos ojos medios posteriores, pues los otros seis son peque�os y poco efectivos en su funci�n; son de h�bitos nocturnos. Ellas tienen una t�cnica muy particular para capturar a sus presas: arrojan una red que se expande al caer sobre la v�ctima. Durante la noche tejen una red rectangular con unos cuantos hilos, y la sostienen entre sus patas anteriores. Cuando se acerca un insecto extienden sus patas para estirar la red y se la arrojan al animal. En contra de lo que se podr�a pensar, esta manera de cazar ha resultado muy efectiva, pues aunque en ocasiones falla, generalmente tienen �xito en sus lanzamientos.

Figura 23. Ara�a con su hilo y gota de material pegajoso.

Aunque hay una variedad infinita de redes y de t�cnicas diferentes que emplean las ara�as para cazar a sus presas, consideramos que con estos ejemplos se han abarcado los tipos m�s representativos de ellas.

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