III. LOS ALACRANES, MITOS Y REALIDADES

LA PALABRA alacr�n viene del �rabe al- �grab y quiere decir escorpi�n. La palabra escorpi�n viene del lat�n scorpio, omis y quiere decir alacr�n. Por lo tanto, ambos nombres se refieren al mismo animal, un ar�cnido muy temido por todas las personas de todas las �pocas. Este temor est� justificado, pues su picadura, dependiendo de la especie involucrada, puede ocasionar desde un malestar ligero con poca inflamaci�n y dolor local, hasta un dolor muy intenso, con graves complicaciones en los sistemas nervioso, muscular, circulatorio y respiratorio que, en ocasiones, pueden conducir a la muerte.

Los antiguos pobladores de estas tierras conoc�an bien a los alacranes; en todas las lenguas y dialectos de las diferentes tribus se encuentran vocablos para designarlos. Casi todos los cronistas como Sahag�n, Landa, Clavijero y otros los mencionan en sus escritos. Formaron parte de muchas de las supersticiones de estos pueblos. Los zapotecas, por ejemplo, consideraban de mal ag�ero que estos ar�cnidos entraran en sus casas, se los encontraran o estuvieran cerca de ellos; si aparec�a un alacr�n mientras conversaban, cre�an que �ste era un esp�a mandado por el diablo.


Foto 1.

El alacr�n colotl era tambi�n el s�mbolo del dios del fuego Xiuhtecuhtli, debido a que su picadura produce un dolor ardiente. Asimismo, el fuego pod�a estar simbolizado por el aguij�n de un alacr�n, despidiendo humo. En el C�dice Vaticano se observa a un alacr�n sosteniendo en las pinzas un hueso provisto con una serie de dientes, para intensificar m�s la idea de lo ardiente, de lo que causa escozor. Cuando los antiguos mexicanos hac�an la pictograf�a del agua caliente, pintaban un alacr�n, pues �ste, cuando pica, quema (Seler, Del Paso y Troncoso).

Veneraban tambi�n a la constelaci�n del alacr�n Colotlix�yac (que no corresponde a la indoeuropea), muy importante para los antiguos mexicanos, pues ella les indicaba el momento propicio de encender el Fuego Nuevo.

A los alacranes los relacionaban adem�s con la muerte, asoci�ndolos con Mictlantecuhtli, el dios de los muertos, de las profundidades y de la oscuridad.

Ten�an, asimismo, leyendas referentes a estos animales, como la muy conocida en que interviene la vers�til diosa Xochiquetzal, famosa por provocar el amor y seducir a dioses y mortales. Cuentan que una de sus v�ctimas fue Yappan, un sacerdote penitente que hab�a hecho la promesa de vivir en abstinencia y castidad sobre una piedra, para complacer a los dioses. Sin embargo, Xochiquetzal se dedic� a provocarlo hasta lograr que cediera a sus encantos. Entonces Yaotl, una de las formas que tomaba el dios Tezcatlipoca, enojado por el rompimiento de la promesa, decapit� a Yappan, convirti�ndolo, a �l y a su mujer Tlahuitzin, en alacranes negro y rojizo-amarillento, respectivamente. As�, cuando alguien era picado por un alacr�n, el m�dico n�huatl lanzaba conjuros contra el alacr�n Yappan.

Debido a la particular forma de vida y de defensa de estos animales, gente de otras regiones de la Tierra, aparte de M�xico, ha inventado muchas historias y creencias locales sobre ellos. Cloudsley-Thompson (1990) relata sobre ellas.

Como se se�al� en el primer cap�tulo, los alacranes son los animales terrestres m�s antiguos que se conocen. Se han encontrado f�siles en dep�sitos del Sil�rico, con una antig�edad aproximada de 360 000 000 de a�os. Su morfolog�a y costumbres han variado poco desde entonces. Hay especies peque�as, medianas y grandes que no alcanzan longitudes mayores de los 18 cm. El color de su tegumento var�a en tonalidades de amarillo, caf� claro, caf� oscuro, hasta casi negro. La primera regi�n del cuerpo o prosoma lleva un par de dentados, peque�os pero fuertes, un par de pedipalpos muy poderosos y grandes, provistos de unas tenazas o quelas muy fuertes, con dientes, y los cuatro pares de patas locomotoras, delgadas y aptas para correr con rapidez en caso necesario. La parte dorsal del prosoma est� cubierta por una placa esclerosada, el caparaz�n, que en su zona central lleva un par de ojos medios sobre un tub�rculo ocular; tiene adem�s dos, tres o cinco ojos laterales, a cada lado del margen anterior; tambi�n puede haber formas ciegas, aunque son pocas. En la regi�n ventral del prosoma se encuentra la cavidad preoral, formada por extensiones de las coxas de los pedipalpos y de los dos primeros pares de patas, al fondo de la cual se halla la boca. La peque�a placa posterior es el estern�n.


Figura 3. Aspecto general de un escorpi�n.

La regi�n posterior del cuerpo u opistosoma est� dividida en dos subregiones, el mesosoma, que se encuentra unido al prosoma en todo lo ancho, y el metasoma o cola, mucho m�s delgado y largo; el �ltimo segmento de la cola est� ensanchado, y forma la ves�cula y el aguij�n. Dentro de la ves�cula se encuentran dos gl�ndulas venenosas, cuya secreci�n sale por conductos que van a desembocar cerca de la punta del aguij�n. En la parte ventral del mesosoma se localizan la abertura genital, cuatro pares de estigmas filotraqueales y unas estructuras caracter�sticas de los alacranes, que son los llamados peines, de funci�n sensorial y que se consideran como ap�ndices modificados. El ano se abre en el extremo distal del metasoma, antes de la ves�cula.

Se conocen cerca de 1 000 especies a nivel mundial, que se agrupan en seis familias, siendo la m�s importante la familia Buthidae, por agrupar en ella todas las especies consideradas como las m�s peligrosas por la potencia de su veneno. Los alacranes se encuentran en las regiones secas, calientes y templadas del mundo, pero algunas especies pueden vivir tambi�n en lugares fr�os y h�medos, como bosques y cuevas. Tanto la forma aplanada de su cuerpo, como la intensa esclerotizaci�n de su tegumento facilita el que puedan esconderse debajo de piedras, corteza de �rboles, diversos escombros como latas, palos, dep�sitos de agua y de otros objetos similares; es frecuente encontrarlos en las tierras cultivadas, entre las mazorcas de ma�z, entre las ca�as de az�car o entre las palmas de coco y platanares. Los que viven escondidos entre la vegetaci�n que rodea a las casas suelen acercarse e introducirse a las habitaciones, sobre todo en la �poca de lluvias, buscando refugio y alimento como el que ofrecen las cucarachas, cochinillas, tijeretas y otros insectos. Dentro de las viviendas se esconden en los cl�sets, entre los zapatos y las botas, entre la ropa doblada, como s�banas, cobertores y toallas, ocasionando grandes sobresaltos al ama de casa, que de pronto se topa con uno de estos animales, al agarrar y desdoblar alguno de estos lienzos. Tienen especial predilecci�n por los techos de palma o por las vigas viejas de casas antiguas, encontr�ndose tambi�n en las b�vedas, entre las tejas y los adobes, en bodegas y establos y entre la basura y desechos acumulados. Hay, adem�s, muchas especies adaptadas a vivir en los desiertos, en las tierras �ridas y secas de muchas monta�as, as� como en la arena, cerca de las playas. Son capaces de enterrarse no s�lo en la tierra floja, mezclada con hojarasca y en la arena, sino tambi�n en suelos de cierta dureza, ayud�ndose con todos sus ap�ndices. Una especie se encontr� a 800 m de profundidad; otras, a 5 500 m de altitud, en monta�as con nieve.

Son animales de h�bitos nocturnos, que permanecen escondidos durante el d�a, y salen a cazar sus presas durante la noche. Tienen gran resistencia para soportar el calor, la falta de agua y largos periodos de ayuno, gracias a que pueden almacenar parte del alimento ingerido, cuando �ste ha sido abundante. Se alimentan fundamentalmente de insectos, miri�podos, otros ar�cnidos y algunos crust�ceos terrestres, que atrapan con sus pedipalpos tan pronto como hacen contacto con ellos. La mala visi�n de los ojos no les ayuda para nada en este acto; en cambio, el sentido del tacto es esencial para su sobrevivencia. Los principales �rganos de los sentidos de los alacranes son unos pelos largos, llamados tricobotrias, que se localizan en los pedipalpos y que son capaces de percibir cualquier vibraci�n que se produzca en el medio, originada por un ser vivo o por alg�n fen�meno f�sico.

Cuando una posible presa toca alguna parte del cuerpo o de los ap�ndices de un alacr�n, la reacci�n de �ste ser� inmediata, y abrir� y cerrar� las pinzas o quelas de sus poderosos pedipalpos hacia el lugar del contacto, tratando de capturar al animal. Si lo logra, la presa luchar� vigorosamente para librarse de su aprehensor; el alacr�n, entonces, le inyectar� una peque�a porci�n de su veneno, introduciendo su aguij�n en alguna parte blanda de la v�ctima. A continuaci�n empezar� a despedazarla con sus quel�ceros, mientras los pedipalpos siguen sosteniendo la presa. Los peque�os trozos ser�n depositados en la cavidad preoral, formada por los bordes de las coxas de los pedipalpos y las proyecciones de las coxas de los dos primeros pares de patas. Esta cavidad pronto quedar� cubierta con una sustancia enzim�tica, que efectuar� la digesti�n parcial del alimento, el cual, una vez licuado, ser� succionado por la parte anterior del intestino, a trav�s de la boca, que est� situada en el fondo de la cavidad preoral. La digesti�n se completar� intracelularmente en los ciegos del intestino medio. Todos los restos s�lidos, junto con el exoesqueleto del artr�podo devorado ser�n desechados y su paso hacia el interior ser� obstaculizado por grupos de sedas que se encuentran en la cavidad preoral.

Entre los escorpiones es frecuente el canibalismo y no necesariamente porque est�n hambrientos y no tengan otra cosa que comer. En el curso de su larga existencia sobre el planeta, seguramente su instinto les ha ense�ado que, o comen o ser�n comidos.

Los alacranes tienen los sexos separados, pero es dif�cil distinguir el macho de la hembra, al menos que se recurra al estudio de ciertas estructuras ligadas al sexo, que realizan los especialistas. En algunas especies los machos son m�s esbeltos y tienen la cola m�s larga y delgada que la hembra. La fecundaci�n se lleva a cabo por medio de ermat�foros, es decir, peque�os saquitos llenos de esperma que el macho deposita y pega firmemente en el suelo y cuyo contenido es succionado, m�s tarde, por la abertura genital de la hembra. Para que esto suceda, se establece una especie de cortejo prenupcial, que durante mucho tiempo tuvo intrigados a los investigadores y que tiene sus variantes en las diferentes especies.

En el reconocimiento de los sexos de una misma especie intervienen sustancias especiales, llamadas feromonas, que son percibidas por el olfato. Pero las parejas suelen tambi�n reconocerse por medio de estridulaciones, o sea, liger�simos ruidos que hacen al frotar entre s� algunas partes de su cuerpo.

Llegado el momento de la reproducci�n, el macho busca a la hembra, agarra con sus pedipalpos o sus quel�ceros a las partes respectivas de ella, y empieza a empujarla y a jalarla para adelante y para atr�s. La explicaci�n de este comportamiento no se entendi� durante mucho tiempo; lo que sucede es que el macho, no pudiendo soltar a la hembra, bajo riesgo de ser devorado, trata de encontrar una superficie favorable para depositar su espermat�foro; esto lo realiza con ayuda de unas estructuras sensoriales, llamadas peines, que posee en la parte ventral de su cuerpo, cerca de su abertura genital. Si no encuentra el sitio adecuado, esta aparente danza puede prolongarse por horas. Durante este proceso, los machos de algunas especies procuran excitar a la hembra, pic�ndole ligeramente las articulaciones de los pedipalpos o toc�ndole el �rea genital y los peines, con el primer par de patas. Antes de depositar el espermat�foro, el macho suele rascar la tierra con sus patas posteriores. El saquito repleto de esperma estar� provisto de un cemento especial, gracias al cual queda pegado firmemente al sustrato, en determinado �ngulo; posee adem�s una especie de palanca, que funcionar� en el momento indicado. Una vez depositado el saquito, el macho jalar� a la hembra hacia el sitio donde se encuentra el espermat�foro, y la colocar� sobre �l. Al sentir la hembra, por medio de sus peines, la presencia del espermat�foro, bajar� el cuerpo, abriendo su op�rculo genital; con esta presi�n se soltar� la palanca del saquito y el esperma saldr� disparado hacia la abertura genital de la hembra. A partir de ese momento, todo se suceder� con gran rapidez; la hembra retroceder� y el macho la soltar�, huyendo de prisa para no ser atrapado y comido por su pareja. En caso de no lograr escapar, la hembra se dar� un fest�n con �l; tambi�n ser� ella la que se coma lo que qued� del espermat�foro.

Algunas especies de alacranes son viv�paras, es decir, dan nacimiento a peque�os escorpiones completamente formados; en este caso, los embriones han sido alimentados por la madre a trav�s de una especie de cord�n umbilical. Otros alacranes son ovoviv�paros, o sea, que los embriones se han alimentado dentro del huevo, con el vitelo de �ste; cuando los huevos son puestos, llevan dentro a seres casi completamente formados, que eclosionan poco despu�s de la oviposici�n.

Cuando nacen, los peque�os alacranes tienen ya, en general, el mismo aspecto de los adultos y no sufren una metamorfosis durante su desarrollo; por eso, a todos los estados juveniles se les designa como ninfas, que todav�a no tendr�n diferenciado su aparato reproductor.

La cr�a reci�n nacida se sube al dorso de la madre y, dependiendo de la especie, permanecer� all� hasta despu�s de la primera, segunda o tercera mudas; durante todo este tiempo, la madre comparte el alimento con ellos. Pasada esta etapa, los j�venes alacranes abandonan a la madre para buscarse su propio alimento, que consiste de peque�os artr�podos o larvas y ninfas de insectos. Tendr�n que pasar todav�a por diversas mudas, o sea que, peri�dicamente, tendr�n que desprenderse de su exoesqueleto para poder crecer, hasta llegar a su madurez sexual o estado adulto; llegado el momento, buscar�n a su pareja para llevar a cabo el acto de la reproducci�n, perpetuando en esta forma a la especie.

Hay la creencia, muy generalizada entre la gente del pueblo, que los peque�os alacranes se comen a la madre. Esta idea ha surgido desde hace mucho, por ver a la cr�a sobre el dorso de la hembra. Esto, definitivamente, no es cierto. Aunque quisieran hacerlo, los fr�giles animales reci�n nacidos todav�a est�n muy d�biles y sin fuerza suficiente para atravesar el duro tegumento de la madre. Por el contrario, es la hembra de la que tienen que protegerse los peque�os, pues, aunque los cuida por un tiempo, llega el momento en que deben escapar antes de que �sta deje de verlos como hijos y los empiece a vislumbrar como apetitosas presas.

El mecanismo de defensa m�s efectivo que tienen los alacranes cuando se ven atacados es inyectar veneno por medio de su aguij�n; por eso, un alacr�n que normalmente camina con la cola hacia abajo, apenas presiente el peligro la levanta con la intenci�n de defenderse. Si se encuentra en grado sumo de excitaci�n por la presencia de un enemigo, lanzar� la cola en todas direcciones, tratando de alcanzarlo a ciegas, pues no puede verlo y tan s�lo percibe las vibraciones. Por este comportamiento, la gente cree que los alacranes se suicidan en momentos de peligro, pic�ndose con su aguij�n. Entre una de las muchas crueldades que el hombre lleva a cabo con los animales, con af�n de divertirse, est� la de rodear a un escorpi�n con fuego, observando su comportamiento. El pobre animal, al ver en peligro su vida, trata de defenderse en la �nica forma posible que conoce, lanzando su aguij�n en todas direcciones; la gente cree que, en su desesperaci�n, se suicida al picarse a s� mismo. La realidad es que muere por asfixia y por las quemaduras, ya que, aunque llegara a picarse, lo cual no sucede, es inmune a su propio veneno.

Debe quedar claro que el alacr�n nunca buscar� al hombre para atacarlo, al contrario, siempre huye de �l. El veneno s�lo lo usar� como defensa, cuando se sienta amenazado o para paralizar a la presa que lucha por librarse de su captura. Sin embargo, aunque sea en forma accidental, el hombre tiene frecuentes contactos con los alacranes y en ocasiones, con resultados dram�ticos. Esto sucede cuando, buscando alg�n objeto en lugares oscuros, los llega a tocar con las manos o con los brazos; o cuando, caminando con los pies descalzos los suele pisar, como acontece en muchas ocasiones en las chozas de campesinos en regiones del tr�pico. Uno de los accidentes m�s frecuentes se presenta cuando las personas se encuentran durmiendo en la noche, y de pronto les cae un alacr�n del techo, el cual se hallaba efectuando su cacer�a nocturna o buscando a su pareja. Al sentir el golpe, el hombre dormido instintivamente se mover�, provocando la inmediata picadura del asustado alacr�n.

Las consecuencias ligeras o graves que la picadura de un alacr�n puedan ocasionarle al humano depender�n de las condiciones fortuitas o desfavorables de muchos factores: a) de la especie del alacr�n; b) de la procedencia del mismo; c) del tama�o y etapa de desarrollo del alacr�n; d) de la cantidad de veneno presente en las gl�ndulas venenosas en el momento de la picadura y en consecuencia, de la cantidad de veneno inyectada; e) de la forma de inyectar el veneno, directamente a la piel o a trav�s de la ropa; f) de la edad, estado f�sico y salud del individuo picado y g) de la sensibilidad de la persona al veneno del escorpi�n.

Analizando cada uno de estos puntos, se resume lo siguiente:

a) Especie de alacr�n. En M�xico, hasta el momento, se conocen representantes de 4 familias, 15 g�neros, 109 especies y 16 subespecies de escorpiones, distribuidos en todos los estados del pa�s. Cualquiera de ellos es susceptible de picar al hombre en un momento dado, como medio de defensa, pero la potencia del veneno secretado por sus gl�ndulas e inyectado por el aguij�n es sumamente variable. La especie m�s grande de todas, Hadrurus aztecus Pocock del estado de Guerrero, que llega a medir hasta 11.50 cm de largo y es de color muy oscuro, casi negro, tiene un veneno poco t�xico, nada peligroso. Las personas picadas pueden morirse del susto, al ver el tama�o impresionante del animal, pero no por su veneno. Lo mismo puede decirse de muchas especies de menor tama�o, pertenecientes a los g�neros Vejovis y Diplocentrus, muy frecuentes en gran cantidad de los estados de la Rep�blica Mexicana; todas pueden producir reacciones locales en el sitio de la picadura, pero sin mayores complicaciones. El conocido alacr�n del Distrito Federal, Vejovis mexicanus Koch, tiene una picadura dolorosa, pero no peligrosa. En general, puede asegurarse que los alacranes pertenecientes a las familias Vejovidae, Diplocentridae y Chactidae, ocasionan picaduras molestas, pero no de cuidado. Las formas altamente t�xicas y de resultados bastante desagradables se re�nen en la familia Buthidae, con los g�neros Centruroides y Tityius; el primero, sobre todo, es el m�s importante porque comprende las especies m�s venenosas de M�xico y las m�s peligrosas del mundo. Hasta ahora, se conocen 20 especies y nueve subespecies mexicanas del g�nero Centruroides; no deja de ser notable que las m�s t�xicas se distribuyen a lo largo de una extensa �rea que comprende la Sierra Madre Occidental y las costas del Oc�ano Pac�fico, desde Sonora hasta Oaxaca, incluyendo los estados internos de Durango, Zacatecas, Aguascalientes y Morelos.

De acuerdo con el estudio morfol�gico y los diversos trabajos sobre los alacranes y sus venenos, realizados por Carlos C. Hoffmann entre 1931 a 1939, la especie m�s venenosa del pa�s es Centruroides noxius C. C. Hoffmann, del estado de Nayarit, cuya distribuci�n se extiende hasta el sur de Sinaloa y zona lim�trofe con Jalisco. Esta especie no acostumbra entrar a las casas y se encuentra entre los cerros y lomas que circundan las ciudades.

Le sigue en peligrosidad C. suffussus Pocock, el famoso "alacr�n de Durango", que se encuentra en todo este estado, hasta los l�mites con Sinaloa. Suele entrar a las casas.

Muy peligroso tambi�n es C. limpidus Karsch, del estado de Guerrero, que tambi�n abarca en su distribuci�n a Morelos, el sur de Puebla y partes colindantes de los estados de M�xico y Michoac�n; con frecuencia penetra a las habitaciones humanas.

Hay otras especies peligrosas en la regi�n occidental de M�xico, pero �sta son las principales.

Especies de Centruroides existen tambi�n en las costas orientales que dan al Golfo de M�xico; pero, curiosamente, ninguna de ellas se puede considerar como peligrosa; la m�s frecuente y de mayor distribuci�n es C. gracilis Latreille, que se extiende desde Tamaulipas, hasta el estado de Yucat�n por toda la costa, abarcando estados del interior como San Luis Potos�, Hidalgo, Quer�taro y M�xico.

Se conocen, igualmente, especies peligrosas de escorpiones en otras regiones del mundo; algunas de ellas son Androctonus austrulis y Buthus occidentalis del Norte de �frica, Tityus serrulatus y T. bahiensis de Sudam�rica. Hay tambi�n especies bastante t�xicas del g�nero Adroctonus en la India, hasta Senegal y Egipto, de Buthus en el �rea del Mediterr�neo y de Leiurus en Asia Menor, Egipto y Yemen.

b) Procedencia del alacr�n agresor. Por todo lo antes expuesto, es importante que, cuando una persona sea picada por un escorpi�n, y no tenga forma de identificar a la especie, por lo menos procure averiguar la procedencia del mismo, si es que se trata de una especie local o de un alacr�n importado de una zona peligrosa. Es muy com�n que alacranes muy t�xicos sean transportados de un lugar a otro mediante remesas de plantas, de frutas o de alg�n otro producto, sobre todo en la �poca de lluvias, cuando estos animales buscan refugio en almacenes, bodegas y cualquier otro sitio protegido del agua. Si el individuo picado reside en la ciudad de M�xico, por ejemplo, y sabe que las especies de la localidad no son peligrosas, puede confiarse y no tomar ninguna precauci�n; pero si el animal que lo pic� venía escondido en un env�o de productos procedentes de Nayarit o Durango o alg�n otro sitio de cuidado, si no hace nada, oportunamente, para prevenir una complicaci�n, se expone a sufrir graves consecuencias.

c) Tama�o y etapa de desarrollo del alacr�n. La cantidad de veneno en una ves�cula y su grado de toxicidad var�an con la edad de los alacranes. Cualquiera de los estados juveniles o ninfas, tiene un veneno menos potente que el de los adultos; a medida que van creciendo, a trav�s de las mudas sucesivas, aumentar� tanto el tama�o de la ves�cula como la toxicidad de su secreci�n. As�, al llegar al estado adulto el veneno habr� alcanzado su m�xima potencia, siendo en ocasiones el veneno de la hembra m�s peligroso que el del macho.

d) Cantidad de veneno inyectada. Durante la cacer�a de las presas, los alacranes siempre inyectan a �stas peque�as cantidades de su toxina, la suficiente para paralizarlas o matarlas. S�lo cuando se ven atacados por un enemigo poderoso, o cuando se asustan, descargan todo el veneno de una sola vez en el momento de picar a su oponente. En otras ocasiones, cuando un alacr�n empieza a caminar sobre una persona dormida y �sta se mueve, la picar� repetidas veces, con el mismo resultado. Despu�s de descargar el veneno, el alacr�n tratar� de huir lo m�s pronto posible del peligro que lo amenaza, pues, a partir de ese momento, se encontrar� completamente desprotegido al haber vaciado sus gl�ndulas. Tendr� que secretar nuevo l�quido, restituyendo el contenido de la ves�cula, para volver a quedar otra vez en condiciones normales de defensa. Esto toma alg�n tiempo, durante el cual el alacr�n permanecer� escondido. Es por eso que la gravedad de una picadura depender� muchas veces de esta situaci�n. Un alacr�n que ha estado recientemente de cacer�a tendr� en su ves�cula mucho menos veneno que aqu�l que haya permanecido en ayunas por varios d�as; en este �ltimo caso, la descarga a la v�ctima ser� total.

e) Forma de inyectar el veneno. Este puede ser tambi�n un factor importante, pues cuando el alacr�n introduce su aguij�n directamente sobre la piel el contenido entrar� �ntegro. Pero si el escorpi�n efect�a la picadura a trav�s de la ropa, parte del l�quido podr� quedar en la tela y ser absorbido por ella.

f) Edad, estado f�sico salud del individuo picado. Normalmente, los individuos de edad adulta resistir�n mucho mejor el veneno de la picadura de un alacr�n, que los ni�os y los ancianos. De hecho, la mayor parte de los casos fatales se presentan en ni�os peque�os y en personas de edad avanzada.

Asimismo, una persona sana, fuerte y bien alimentada, tendr� muchas m�s posibilidades de resistir el trago amargo posterior a la picadura de un alacr�n peligroso, que aquella de constituci�n d�bil, enfermiza o en v�as de recuperaci�n de una enfermedad.

g) Sensibilidad de la persona al veneno del alacr�n. El tener o no una sensibilidad innata hacia ciertos elementos naturales es una caracter�stica inherente a cada persona, forma parte de su propia naturaleza y poco se puede hacer para cambiarla. Por lo que se refiere al veneno del alacr�n, existen algunas personas que tienen una natural resistencia hacia esta toxina, que permanecen indiferentes a las picaduras de especies poco t�xicas y que reaccionan con mucho m�s tolerancia frente a las peligrosas. Otras en cambio, alcanzan complicaciones cl�nicas de suma gravedad que, con frecuencia, conducen a fatales desenlaces.

Por todo lo se�alado aqu�, las manifestaciones cl�nicas que ostentan las personas picadas por alacranes peligrosos son sumamente variables. Hablando en t�rminos generales, se presenta dolor y una especie de ardor muy intensos, con inflamaci�n en el sitio de la picadura; a veces se observa decoloraci�n del lugar. Es frecuente la inflamaci�n de los ganglios linf�ticos y una sensaci�n de somnolencia y entumecimiento general; hay elevaci�n de la tensi�n arterial; la persona comienza a sudar intensamente y a producir grandes cantidades de saliva, que tiene que estar tragando constantemente. Esta situaci�n cambia despu�s, sec�ndose la boca; a veces hay palidez y flujo nasal; se presentan contracciones, sobre todo en la punta de la nariz y de la barba, en los l�bulos de las orejas y en los dedos de los pies y de las manos; el individuo estornuda, tose y se frota la cara por la sensaci�n de cosquilleo en toda esta regi�n, incluyendo la garganta; todo esto se complica con dificultades en hablar y tragar. Hay tambi�n palpitaciones, v�mitos, espasmos musculares, sobre todo en el abdomen; los movimientos de los brazos y de las piernas se entorpecen; se presentan convulsiones y trastornos mentales; el individuo empieza a alucinar, a hacer bizco, se afecta el tacto y la vista, le molesta la luz directa y puede llegar a la ceguera temporal; tambi�n puede haber par�lisis parcial o total; mucha sed, pulso r�pido y d�bil, orinar poco o nada; la temperatura se eleva a 40� C o m�s; pueden presentarse hemorragias internas, a veces se afecta el p�ncreas; hay trastornos del coraz�n y la respiraci�n se hace cada vez m�s d�bil y r�pida, hasta que la persona llega a morir por par�lisis respiratoria. Si el paciente es tratado a tiempo y las condiciones mencionadas antes han sido favorables para �l, puede empezar a recuperarse al cabo de dos o m�s horas; si no, puede morir antes de cumplirse las 24 horas de haber sido picado. En casos menos fortuitos el deceso puede presentarse al cabo de hora y media, despu�s de la inyecci�n del veneno.

La toxina de los alacranes est� compuesta de una mezcla muy compleja de sustancias proteicas, la mayor parte de las cuales son t�xicas. Por diversas t�cnicas electrofor�ticas y cromatogr�ficas se han logrado aislar sus diversos componentes.

En los laboratorios de experimentaci�n o de preparaci�n del suero antialacr�n se acostumbra extraer el veneno de la ves�cula del animal vivo, mediante la aplicaci�n de ligeros toques el�ctricos; al sentir este est�mulo, el animal responde lanzando su aguij�n con la correspondiente carga de veneno; �ste es recogido en una probeta especial, previamente instalada para el efecto. El veneno, conservado en estado seco, puede mantener sus propiedades t�xicas (por lo menos, la mayor�a) durante meses y hasta a�os.

No se va a entrar en detalles respecto al estudio bioqu�mico de dicho veneno, tan s�lo baste saber que se trata de una toxalb�mina clara, opalescente y viscosa que, dependiendo de la especie de alacr�n involucrado, contiene cantidades variables de diversas sustancias, entre las que se cuentan una o dos neurotoxinas, que son las que originan los s�ntomas nerviosos y de par�lisis, responsables de la muerte del individuo. Poseen tambi�n hemolisinas, que destruyen los gl�bulos rojos de la sangre, hemorraginas, que provocan hemorragia en el lugar de la picadura, una sustancia que estimula a las gl�ndulas adrenales, diversas enzimas y otros componentes m�s. El dolor muy intenso podr�a deberse a grandes cantidades de serotonina, pero en el caso de los alacranes, parece que se debe a una prote�na espec�fica. Algunas de estas sustancias se encuentran tambi�n en el veneno de algunas v�boras, de ciertas ara�as, avispas y abejas.

Uno de los m�s altos �ndices de morbilidad y letalidad causados por la picadura del alacr�n, que se registra en el mundo, se encuentra en el territorio de la Rep�blica Mexicana. Aunque las cifras var�an mucho a�o tras a�o, se calcula que un porcentaje general sea de 150 000 casos al a�o, de los cuales 1 000 o 2 000 resultan fatales. En algunos poblados chicos del tr�pico mexicano, que se encuentran aislados de los centros asistenciales, la picadura del alacr�n es la causa de uno de los m�s importantes �ndices de mortalidad; sobre todo, durante los meses de abril a octubre, que es la �poca de lluvias, de mayor temperatura, y tambi�n, de m�s intensa actividad de los escorpiones. Los estados de mayor incidencia son Colima, Nayarit, Durango, costas de Jalisco y Michoac�n, Guerrero, Morelos y Puebla.

El antiguo Departamento de Salubridad, ahora de Salud, ha emprendido desde hace muchos a�os intensas campa�as en contra de los alacranes, lo que ha ocasionado enormes bajas en sus poblaciones. Esto que muchos consideran como ben�fico, ha repercutido en forma muy grave en la ecolog�a de las biocenosis o comunidades locales. Los alacranes no s�lo pican al hombre y a sus animales, y siempre en defensa de su propia vida, sino que, a su vez controlan muchas poblaciones de otros artr�podos, que tambi�n pueden constituir plagas muy da�inas, igualmente nocivas para el humano (langostas, cucarachas, etc.). Lo �nico que se ha logrado con estas campa�as es alterar las cadenas de alimentaci�n y, por ende, el equilibrio biol�gico de los ecosistemas.

Lo indicado en estos casos ser�a tomar las medidas necesarias para protegerse de los alacranes dentro de las casas y sus alrededores, matando, ahora s�, a todo ejemplar que se acerque a este territorio propio del hombre; pero es recomendable dejar tranquilos a estos animales en su h�bitat natural, lejos de los asentamientos humanos, lo que en nada perjudica a la vida de los humanos.

Como medidas de protecci�n en las regiones de peligro, se recomienda poner cielo raso en las habitaciones humanas, con el fin de que no caigan sobre uno los alacranes que se desprenden del techo; quitar todo tipo de vegetaci�n pegada a las casas y procurar que toda esta zona quede libre de escombros, desperdicios, basura u objetos donde los alacranes puedan refugiarse; construir tramos bajos de pared muy lisa, si es posible de mosaico, alrededor de las casas para evitar que los alacranes puedan subir por los muros; asimismo, que las escaleras de acceso a la casa sean de un mosaico liso, vidriado, que tambi�n cubra los pisos y se contin�e como friso interior en todas las paredes de los cuartos. Es esencial mantener limpios y vigilados todos los cl�sets y gabinetes de la casa, as� como los almacenes y bodegas en las cercan�as de ella; sacudir bien s�banas, toallas y ropa en general, antes de usarla; revisar con cuidado botas y zapatos antes de calzarse. Conviene que las patas de los muebles sean lisas tambi�n, sin adornos, o meterlas en protectores de vidrio. La gente que trabaje en el campo deber� llevar siempre botas y guantes gruesos.

Todas estas precauciones pueden parecer molestas para recordar y llevar a cabo por personas no acostumbradas a ello; sin embargo, para la gente que vive en sitios peligrosos y que est� consciente de las posibilidades, todo esto se vuelve rutina.

Cuando una persona es picada por un alacr�n que puede ser de cuidado debido al lugar donde se encuentran, lo primero que debe hacerse es aplicar un torniquete para aislar el sitio de la picadura; esta ligadura deber� aflojarse cada 20 o 30 minutos para no perturbar la circulaci�n de la sangre y de la linfa. De inmediato, deber� hacerse una incisi�n en el sitio de la picadura, mediante un bistur� o alg�n otro objeto cortante, de mucho filo, y succionar para extraer lo m�s posible del veneno. Muchas personas hacen esto con la boca, escupiendo despu�s de cada succi�n y enjuag�ndose, pero es correr el peligro de tener una caries o alguna otra lesi�n en la boca, por donde puede penetrar el veneno a su propio organismo. En la actualidad existen aparatos adecuados para succionar este y otros venenos, como el de las v�boras, lo que es mucho m�s recomendable. Lo antes posible deber� llevarse a la persona picada con un m�dico conocedor del problema, que sabr� si aplicar o no el suero antialacr�n; �ste no siempre es recomendable, pues cuando se hace con personas al�rgicas a �l, en vez de solucionar la situaci�n la complica a�n m�s. Por esta raz�n, antes de aplicar el suero el m�dico deber� hacer siempre las pruebas pertinentes. Eventualmente se inyectar� por v�a intramuscular, aunque hay m�dicos que prefieren aplicar la mitad por v�a intravenosa y el resto por v�a subcut�nea o intramuscular. Para calmar las molestias podr�n suministrarse los analg�sicos y antihistam�nicos que el m�dico recomiende. Ayuda el poner una bolsa de hielo o cloruro de etilo en el lugar de la picadura. Desde luego, deber�n tomarse las medidas necesarias para evitar una infecci�n secundaria en la lesi�n causada por el alacr�n.

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