V. LOS PSEUDOESCORPIONES

EL NOMBRE de estos animales "alacranes falsos", est� justificado en cierta forma, pues su aspecto general es muy parecido al de estos ar�cnidos, salvo que no tienen cola y que son mucho m�s peque�os. Los primeros naturalistas que se interesaron en ellos no sab�an d�nde clasificarlos; la mayor parte los situaba entre los alacranes, otros los confund�an con chinches, con �caros y hasta con opiliones. El mismo Arist�teles, que conoci� muy bien a estos animales que suelen invadir los libros en busca de unas de sus presas preferidas, los tisanuros, no sab�a si se trataba de chinches o de peque�os alacranes. No fue sino hasta 1817 que Latreille los separ� de los dem�s artr�podos y los clasific� como un grupo aparte, pero dentro de la clase Arachnida. Algunos autores prefieren llamarlos quelon�tidos o quernetos, ya que su semejanza con los alacranes no es m�s que superficial. En realidad, entre estos dos grupos de animales existen grandes diferencias en su morfolog�a, las suficientes para no considerarlos ni siquiera afines, desde un punto de vista filogen�tico.

En la actualidad se conocen alrededor de 1 600 especies de pseudoescorpiones, pero �sta no es m�s que una m�nima parte de las que deben existir en la naturaleza. Esto se debe a que son relativamente pocos los especialistas que se han dedicado a su estudio, como pasa con tantos otros grupos de animales que no tienen una aplicaci�n pr�ctica para el hombre. Sin embargo, son una forma de vida m�s que debe conocerse, no s�lo por las particularidades muy interesantes que muestran en su comportamiento, sino por constituir uno m�s de los eslabones de los ecosistemas ed�ficos; se ha insistido en que, para poder entender bien mecanismo de actuaci�n de dichos sistemas es necesario saber d�nde y c�mo encajan cada uno de los integrantes que los conforman.

Los pseudoescorpiones son poco conocidos por la gente, debido a sus peque�as dimensiones, que abarcan de 1 a 7 mm de longitud y por su costumbre de permanecer siempre escondidos debajo de la corteza de los �rboles o de la vegetaci�n de los musgos o entre las hendeduras del suelo, de las rocas o de los muros. En ocasiones pueden ser muy numerosos, cuando encuentran un medio favorable para su alimentaci�n y reproducci�n. Esto lo pudimos comprobar en la cueva Pe�a Blanca, en Valle de Bravo, Estado de M�xico, donde murci�lagos de la especie Myotis velifer velifer hab�an formado c�mulos elevados de guano. En esta materia org�nica, rica en nutrimentos, pululaban millones de seres vivos de diferentes grupos, perfectamente acondicionados a este medio, donde hab�a una temperatura de 16� C, un pH 3.5 y una humedad relativa de 97%; se hab�an establecido cadenas de alimentaci�n m�s o menos estables, adecuadas para el mantenimiento de la biocenosis o comunidad de organismos. La condici�n fresca y h�meda del guano proporcionaba un magn�fico sustrato para el crecimiento de hongos de los g�neros Aspergillus y Penicillium; �stos serv�an de alimento a millones de �caros mic�fagos, principalmente de la familia Uropodidae los que, a su vez, eran comidos por miles de pseudoescorpiones del g�nero Chelanops los que, en la misma forma, constitu�an el manjar predilecto de otros artr�podos habitantes de la cueva, principalmente miri�podos y ara�as del g�nero Tegenaria, que diariamente se daban un fest�n con todos ellos.

Figura 6. Aspectos generales de un pseudoescorpi�n.

Estos peque�os animales de cuerpo generalmente deprimido, sobre todo en ayunas, ostentan una coloraci�n que varia con las especies, desde un casta�o amarillento hasta un caf� oscuro o rojizo, teniendo en ocasiones tonos muy oscuros o incluso negros. La parte anterior de su cuerpo o prosoma est� cubierto por un caparaz�n en la regi�n dorsal y por todas las coxas de los pedipalpos y las patas, en la regi�n ventral. En la porci�n anterior y lateral del prosoma se encuentra un par de ojos sencillos u ocelos; algunas especies tienen dos pares, pero hay tambi�n muchas formas ciegas. La visi�n en estos animales es muy deficiente y posiblemente lo �nico que lleguen a diferenciar es la penumbra de la oscuridad.

Las partes bucales, como siempre, son sumamente importantes para la supervivencia del animal. En este caso, su funci�n no est� restringida solamente al manejo de alimento, sino que abarca otros aspectos particulares, pero an�logos a los de otros ar�cnidos. As�, igual que las ara�as, son capaces de secretar hilos de seda, s�lo que aqu� las gl�ndulas se localizan en el prosoma y no en el opistosoma; sus conductos se abren en el dedo m�vil de cada uno de los quel�ceros. Esta seda la utilizan para construir c�maras de seda, entre las hendeduras y grietas, fijando los hilos a uno y otro lado y reforzando los lados con peque�as part�culas de detritos. Estas c�maras les sirven de refugio, de nido para las cr�as y tambi�n para mudar e hibernar. No los aprovechan para cazar , como lo hacen las ara�as. En algunas pocas especies se ha visto que el macho produce otro tipo de seda, probablemente impregnada con feromonas, para indicar a la hembra el camino hacia el espermat�foro que ha dejado en el sustrato; pero en este �nico caso, la seda se produce en otra gl�ndula en la parte posterior del cuerpo, que se llama saco rectal.

Los quel�ceros de los pseudoescorpiones son estructuras extremadamente complejas, provistas de peque�os peines o s�rrulas y de laminillas en los dos dedos o artejos que los constituyen. Para poder estudiar bien todas estas partes hay que hacer disecciones y preparaciones especiales de los quel�ceros. Aparte del orificio de la gl�ndula de seda, el dedo m�vil posee tambi�n la s�rrula externa cuya funci�n principal es la de limpiar el quel�cero opuesto y los diversos artejos de los pedipalpos, pero principalmente los dos dedos de �ste, sobre todo despu�s de una comida.

Los pedipalpos son las estructuras m�s caracter�sticas de los pseudoescorpiones y son las que m�s los asemejan a los alacranes en su aspecto general; sus poderosas quelas o pinzas les sirven para capturar a sus presas y para defenderse de sus enemigos; pero adem�s poseen funci�n sensorial, pues en ellos residen unos de los �rganos de los sentidos m�s importantes, las tricobotrias, que son sedas muy largas y finas que reaccionan a cualquier tipo de vibraci�n o r�faga de viento. Gracias a ellas, los pseudoescorpiones encuentran su camino, se dan cuenta de la presencia de una posible presa o de alg�n peligro; en algunas especies son de gran utilidad para encontrar a la pareja reproductora.

Es muy posible, aunque no se haya comprobado, que en los pedipalpos exista alguna estructura sensible al olfato, pues en ocasiones evitan agarrar a ciertas presas que posiblemente tengan un aroma desagradable; tambi�n es frecuente que capturen una presa, a la que poco despu�s rechazan con violencia. Cuando dos miembros de la misma especie se encuentran, seguramente se identifican por el olor; a veces se tocan ligeramente con los pedipalpos, pero por lo general se quedan cerca uno frente al otro, agitando sus pedipalpos, hasta que uno de los dos se retira. Algunas especies son gregarias, llegando a reunirse grandes cantidades de ejemplares, probablemente debido a la influencia de una feromona. Tambi�n en el caso de la reproducci�n intervienen feromonas, como se ver� m�s adelante. En todos estos casos, la estructura quimiorreceptora debe localizarse en alg�n sitio de los pedipalpos, con preferencia en su extremo anterior.

Los pseudoescorpiones tienen otra caracter�stica com�n con los alacranes y es que, igual que ellos, poseen gl�ndulas de veneno, s�lo que �stas no est�n situadas al final del opistosoma como en los escorpiones, sino que se encuentran en la mano de los pedipalpos y sus conductos van a desembocar a uno o los dos dedos de los mismos. Este veneno lo utilizan �nicamente para anestesiar y matar a sus peque�as presas, aunque �stas sean m�s grandes que ellos. En animales de mayores dimensiones no tiene ning�n efecto t�xico, ni tampoco, desde luego, en el hombre. Es, sin embargo, un arma poderosa a nivel de su peque�o mundo.

Entre las muchas funciones de los pedipalpos est� tambi�n la de servir de punto de sost�n para voltearse a la posici�n normal, cuando el pseudoescorpi�n, por alg�n motivo, se ha ca�do de espaldas. De igual manera, en ciertas circunstancias en que no puede utilizar las patas, los pedipalpos son los que le ayudan a desplazarse, por ejemplo, cuando tiene que escalar el pelo largo de un hu�sped, al que aprovecha con fines de distribuci�n for�tica. (V�ase la portada de este libro.)

Las coxas de los pedipalpos forman la cavidad preoral, en el fondo de la cual queda la boca. Cuando los pseudoescorpiones se alimentan, los quel�ceros sostienen a la presa y hacen un orificio en los tejidos de �sta para entonces verter saliva cargada de enzimas. Estas efect�an la digesti�n parcial de los componentes tisulares, los que despu�s son succionados por la faringe hasta los divert�culos o ciegos del intestino medio, donde se finaliza la digesti�n de los alimentos. Todo el material s�lido que no fue digerido permanece en la cavidad preoral, de donde es desechado. Cuando el alimento es abundante, gran parte de �l puede ser almacenado bajo la forma de gluc�geno y grasas; debido a esto son sumamente resistentes en el ayuno, que puede prolongarse durante semanas y meses. El agua tambi�n es necesaria para los pseudoescorpiones, que suelen beber con bastante frecuencia de cualquier fuente de agua, incluyendo las gotas de roc�o; esta necesidad es m�s apremiante en aquellas especies que viven en regiones �ridas y secas.

En alg�n sitio de los quel�ceros o en un punto cercano a la boca debe existir alguna estructura del gusto, pues los pseudoescorpiones no aceptan a todas las presas, como ya se indic�; hay ciertas cochinillas y col�mbolos de la familia Onychiuridae que deben tener un sabor desagradable, pues despu�s de probarlos los rechazan y evitan.

Se ha visto que algunas especies de pseudoescorpiones son repelentes al agua, lo cual posiblemente se deba a un l�quido que suelen verter por la boca y que con ayuda de los pedipalpos y las patas frotan y distribuyen por todo el cuerpo.

Al igual que otros ar�cnidos, sus patas est�n formadas casi siempre por seis artejos; terminan en un par de u�as y una estructura llamada arolio, gracias a la cual pueden caminar por arriba, por abajo y de cabeza, por todas partes, incluyendo superficies lisas como el vidrio; con la misma facilidad pueden desplazarse para adelante que para atr�s, llegando incluso a dar saltos hacia atr�s.

La parte posterior del cuerpo u opistosoma est� unida en todo lo ancho al prosoma; s�lo en unas pocas y raras especies se nota como una especie de articulaci�n entre las dos regiones. El opistosoma se ve segmentado, con un peque�o cono posterior, donde se abre el ano. En la cara ventral se distingue la abertura genital, anterior, cubierta por unas placas peque�as que constituyen el op�rculo genital. En el tercer y cuarto segmentos se encuentran los estigmas, que se contin�an con tr�queas internas, por medio de los cuales el animal respira; algunas especies tienen placas estigmales.

Toda la superficie del cuerpo y de los ap�ndices se encuentra cubierta con sedas sensoriales, que le permiten al animal percibir est�mulos de todos lados. Las sedas largas y delgadas que se encuentran en la parte posterior del opistosoma son muy sensibles al tacto; cuando alguien toca esta parte del cuerpo, el pseudoescorpi�n gira de inmediato 180� para enfrentarse al intruso, en posici�n de defensa, con las quelas de los pedipalpos abiertas. Tambi�n cuando van caminando suelen llevar estos ap�ndices extendidos hacia adelante, un poco por encima del suelo y con las quelas abiertas. Por las vibraciones que producen otros seres, los pseudoescorpiones se dan cuenta de su presencia, pues la vista no les sirve de mucho. Ya se mencion� el hecho de que cuando dos miembros de la misma especie se enfrentan se quedan un poco retirados uno del otro, mientras hacen vibrar sus pedipalpos y balancean su cuerpo; tal vez aqu� se presenten desde se�ales de reconocimiento, hasta de advertencia o de franco rechazo, como en el caso de una hembra que todav�a no est� dispuesta a reproducirse, o cuando, en ciertas ocasiones, defienden su territorio que ha sido marcado, previamente, con una feromona frotada en el suelo. Pero casi nunca se tocan o se lastiman en las raras ocasiones en que se llega a entablar una lucha entre ellos; por regla general, el m�s d�bil de los dos opta por retirarse prudentemente. Cuando el atacante representa un peligro mayor, el pseudoescorpi�n prefiere hacerse el muerto y deja de moverse.

Todas las especies son depredadoras; cazan a otros artr�podos tan peque�os o m�s grandes que ellos, a los que dominan por el veneno que les inyectan, anestesi�ndolos primero y mat�ndolos despu�s. Entre las presas preferidas est�n los col�mbolos, insectos peque�os como psoc�pteros, mosquitas Drosophila, hormigas y escarabajos, as� como �caros, ciertos nem�todos y lombrices. Es muy raro que lleguen al canibalismo.

Suelen construir refugios, donde permanecen gran parte del tiempo; estos nidos son peque�as c�maras tapizadas con seda, con uno o dos orificios de entrada, construidos siempre bajo piedras o trozos de madera o entre grietas de rocas o lugares semejantes; pueden permanecer largos ratos asomados parcialmente fuera de su refugio, aprovechando el paso de alguna presa para capturarla y com�rsela, dejando siempre fuera de su guardia todo tipo de desecho. Si los d�as pasan y no han logrado comer, se deciden a abandonar su refugio para ir a buscar alimento. El regreso no es f�cil, pues no dejan rastro alguno para encontrar el camino de vuelta, de manera que con frecuencia se pierden y construyen un nuevo refugio; en ocasiones aprovechan el nido deshabitado de alg�n otro miembro de la misma especie o de otra, meti�ndose en �l y adopt�ndolo como propio.

No presentan un dimorfismo sexual muy notable; sin embargo, si se estudian con detenimiento es posible diferenciar a los machos de las hembras, aunque estas diferencias var�an con las especies. Hay machos que son m�s peque�os que las hembras; otros tienen gl�ndulas coxales que no tienen sus compa�eras; muchas veces las diferencias estriban en los quel�ceros, en los pedipalpos, en las patas, sobre todo en los tarsos y las u�as del primer par; algunas hembras tienen el �rea genital m�s brillante o diferente que la del otro sexo. Una particularidad de los machos se encuentra en sus sacos genitales laterales internos; estos sacos a�reos, que normalmente se mantienen replegados por dentro, durante el cortejo y el apareamiento se evaginan y proyectan hacia delante y a cada lado del cuerpo, como dos �rganos tubiformes muy largos, y alcanzan su m�ximo desarrollo en especies de la familia Cheliferidae. Estos �rganos tubiformes huecos, que los autores ingleses llaman ram's horn organs, salen por presi�n de la hemolinfa del cuerpo y es probable que est�n impregnados con una feromona; se trata, por lo visto, de un despliegue sexual del macho para estimular a la hembra hacia el apareamiento.

La reproducci�n se lleva a cabo por medio de espermat�foros que el macho deposita y pega al suelo, mediante un delgado pedicelo. Los espermat�foros son peque�os sacos llenos de esperma, de donde la hembra succiona a los espermatozoides, a trav�s de su abertura genital. Este proceso var�a en las diferentes especies. En las m�s primitivas el macho pega los espermat�foros sobre el sustrato, sin que ninguna hembra est� presente; en este caso hay mucho desperdicio de esperma y por consiguiente, de energ�a, pues no siempre se encuentra una hembra cercana para recogerlos. Es m�s, si el tiempo pasa y no han sido succionados, el mismo macho destruye los espermat�foros viejos y pone otros nuevos en su lugar. Si una hembra pasa finalmente por all� y se da cuenta de su presencia a cierta distancia, lo analizar� cuidadosamente con sus pedipalpos un buen rato, antes de decidirse a poner su abertura genital sobre �l y succionar su contenido; este comportamiento se debe, sin duda alguna, a la acci�n de una feromona. La hembra que ya haya tomado uno de los espermat�foros seguir� buscando m�s por los alrededores, repitiendo la acci�n con cada uno que encuentre.

Otros pseudoescorpiones necesitan haber encontrado una hembra (a la que no forzosamente deben tocar) antes de empezar a depositar sus espermat�foros en el suelo. En este caso, el macho ya no volver� a ocuparse de ella, pero despu�s de poner un espermat�foro marcar� el camino para que la hembra pueda localizarlo; esto lo har� mediante hilos de seda impregnados con feromonas, que secreta por la gl�ndula rectal, la cual s�lo se encuentra en el macho; estos hilos quedar�n sujetos tanto al suelo como a alg�n objeto situado m�s arriba. La hembra que se encuentre por los alrededores podr� llegar f�cilmente por esta v�a al espermat�foro.

Por �ltimo, existen otras especies que realizan una danza prenupcial, en la que los dos sexos pueden o no tener contacto entre ellos, a trav�s de sus pedipalpos. En el primer caso, el macho suele agarrar a la hembra de uno o de los dos pedipalpos y as� agarrados, avanzan y retroceden varias veces, haciendo vibrar sus ap�ndices; el macho, finalmente, deposita un espermat�foro en el suelo, jala a la hembra sobre �l y �sta, abriendo autom�ticamente. su op�rculo genital, succionar� el esperma. En otros casos el macho, sin tocar a la hembra, empieza a cortejarla mediante ciertos movimientos, con los �rganos tubiformes bien desplegados y estirados, haciendo alarde de su masculinidad, como lo hacen los pavorreales con su vistosa cola. Sin embargo, en este caso, como los pseudoescorpiones tienen una visi�n tan mala, probablemente no vean nada de lo que est� ocurriendo, pero es posible que la excitaci�n de la hembra se estimule mediante el olor a feromonas desprendido por los �rganos tubiformes, que impregnar� el ambiente gracias a estos movimientos. Una vez que el macho ha depositado el espermat�foro en el sustrato, ayudar� a la hembra de varias maneras para ponerla en condiciones de tomar el esperma. En otros casos la hembra participa m�s activamente, agarrando tambi�n ella al macho con sus pedipalpos.

En cualquiera de los casos aqu� descritos, despu�s de haberse efectuado el apareamiento la hembra frota en�rgicamente el vientre contra el suelo, como para limpiar cualquier residuo.

Algunas hembras almacenan gran cantidad de espermatozoides en su recept�culo seminal, los cuales van siendo aprovechados a medida que maduran los �vulos; este proceso de la fecundaci�n puede prolongarse por semanas, meses y hasta a�os.

Los huevos son puestos en una bolsa incubadora, que queda pegada a la abertura genital y est� en �ntimo contacto con el atrio genital de la hembra. Tanto en el acto de la oviposici�n, como en la formaci�n de la bolsa incubadora, participan dos �rganos que se encuentran en la parte interna del op�rculo genital; estas estructuras tambi�n pueden evaginarse por presi�n hemolinfal. Durante la oviposici�n y desarrollo de la cr�a, la madre no se alimenta y permanece en una c�mara de seda que ha construido con tal motivo. Si en esta etapa es molestada, en algunas ocasiones puede abandonar a su suerte a la bolsa incubadora, con la cr�a adentro.

Esta bolsa se forma generalmente antes de la oviposici�n, pero en ciertos casos los huevecillos quedan primero suspendidos en una gota que secreta la hembra, la cual es cubierta por otra que los aglutina; por �ltimo se conforma la bolsa dentro de la cual los huevos llevar�n a cabo su desarrollo embrionario. El n�mero de huevos var�a; algunas hembras ponen s�lo de tres a seis; otras de 9 a 15, otras m�s, de 15 a 25 y algunas hasta 40. Dependiendo de las especies, algunos huevecillos son sumamente peque�os, de unos 70 micrones, y tienen muy poco vitelo; otros son m�s grandes y alcanzan los 90, 120 y hasta los 200 micrones, provistos de mayor cantidad de sustancias nutritivas. De cualquier manera, las hembras suelen alimentar a sus embriones mediante un l�quido nutritivo, rico en polisac�ridos, fosfol�pidos y prote�nas, secretado por un grupo de c�lulas del ovario, distintas a las que producen los fol�culos. Este l�quido pasa hasta la bolsa incubadora, donde los embriones van a tomarlo con ayuda de un �rgano succionador muy particular que desarrollan a muy temprana edad y que m�s tarde se transformar� en el aparato bucal definitivo de la ninfa y el adulto.

En una etapa determinada de su desarrollo el embri�n tiene que romper la membrana vitelina que lo envuelve, para poder estirarse, crecer y completar el desarrollo de sus estructuras. En algunas especies m�s evolucionadas, como Chelifer cancroides, los embriones, pocos y muy grandes, rompen no s�lo la membrana vitelina sino tambi�n la bolsa incubadora, absorbiendo tal cantidad de l�quido nutritivo que toman el aspecto de globos inflados. El espect�culo que ofrece la hembra con todos estos globitos pegados a ella es muy particular. La etapa embrionaria culmina con la formaci�n de la primera ninfa o protoninfa, que en muchas especies contin�a aliment�ndose de la madre por unos d�as m�s, a pesar de haberse separado de la bolsa incubadora; por fin llega el momento en que la protoninfa se aleja de la madre y de la c�mara de seda para continuar su vida independiente.

Una vez que todas las ninfas han abandonado la bolsa incubadora, la madre separa a �sta de su cuerpo y se la come. En algunas especies la madre sale del nido antes que las protoninfas completen el endurecimiento de su cut�cula; en otros casos espera a que las ninfas est�n fuertes, y sale junto con ellas.

El estado ninfal es muy parecido al adulto, s�lo que el tama�o es menor, el cuerpo se ve de tonos m�s p�lidos, hay un n�mero menor de sedas y de tricobotrias y todav�a no tienen desarrollados los �rganos sexuales. Los pseudoescorpiones pasan por tres estadios ninfales, que reciben los nombres de protoninfas, deutoninfas y tritoninfa; para alcanzarlos tienen que pasar por las mudas respectivas. En cada etapa y cada vez que van a mudar, construyen una nueva c�mara de seda. La vida de los pseudoescorpiones dura de dos a tres a�os. Los viejos se vuelven menos �giles, pero a pesar de su torpeza contin�an hasta la muerte con el h�bito de la depredaci�n.

Muchas especies hibernan durante la estaci�n fr�a, para lo cual construyen tambi�n una c�mara de seda que puede estar enterrada a bastante profundidad para protegerse del hielo y de la nieve; esto se observa en las especies que viven en los pa�ses n�rdicos, cercanos al Polo Norte o que tienen un invierno muy fr�o. Otros permanecen activos durante esta estaci�n, siempre y cuando las temperaturas no bajen a 0� C. Son m�s abundantes en las regiones tropicales y subtropicales, aunque tambi�n pueden ser variados y frecuentes en las zonas templadas; en las zonas fr�as definitivamente son m�s escasos. Son animales que necesitan vivir en un medio h�medo, pues son muy susceptibles a la desecaci�n; sin embargo, hay especies adaptadas a vivir en los desiertos, aunque en estos casos siempre se encuentran asociadas a un elemento que conserve algo de humedad, como pueden ser ciertos vegetales, o la madriguera de alg�n animal. Se les encuentra tanto en las monta�as, a altitudes de m�s de 3 000 msnm, como en las zonas litorales, en las playas y dunas arenosas; hay especies que se han adaptado a vivir en la zona de mareas, soportando la sumersi�n por varias horas, para lo cual construyen c�maras de seda muy firmes, capaces de retener burbujas de aire que ayuden a la respiraci�n del animal durante estos periodos de aislamiento bajo el agua. Hay igualmente muchas especies cavern�colas que, con el tiempo, se han vuelto ciegas por degeneraci�n de los ojos, al mismo tiempo que han perdido pigmento en la piel por la oscuridad permanente, lo que hace que sus tonos sean mucho m�s p�lidos. Como consecuencia de esta vida hipogea han tenido que desarrollarse mejor los �rganos del tacto; no deja de ser interesante que estos animales, que durante siglos han permanecido aislados en este medio, presenten una mayor longitud de sus ap�ndices, sobre todo de los pedipalpos. Tambi�n es frecuente encontrarlos entre la hojarasca del suelo, debajo de piedras y trozos de madera y debajo de la corteza de los �rboles.

Siempre en busca de sus presas favoritas, los pseudoescorpiones suelen visitar los nidos de las aves, los nidos de los insectos sociales, como abejas, avispas y hormigas, los graneros y las bibliotecas viejas donde, entre los libros, encuentran un manjar delicioso, los tisanuros, peque�os insectos �pteros que viven entre los vol�menes y que se alimentan del almid�n que contienen los forros y etiquetas de los libros.

Uno de los casos m�s interesantes es el de las especies que viven en los nidos de roedores y otros peque�os mam�feros; aqu� se establece una asociaci�n m�s �ntima y especializada entre los pseudoescorpiones y el habitante de la madriguera. La biorrelaci�n que se establece conocida con el nombre de foresia, puede definirse como la asociaci�n temporal de un animal m�s o menos peque�o, el foronte, que utiliza a otro m�s grande o hu�sped, como medio de transporte o de distribuci�n, pero sin que haya una interacci�n o dependencia metab�lica entre ellos. El hu�sped no sufre ning�n da�o y permanece indiferente ante la presencia del foronte, que en esta forma llega mucho m�s lejos de donde llegar�a caminando con sus peque�as patas. La foresia se presenta en aquellos animales que no tienen medios propios de desplazamiento, como los �caros y los pseudoescorpiones, entre otros. En el caso de estos �ltimos, son los adultos principalmente las hembras, las que utilizan este mecanismo para desplazarse a grandes distancias. Hu�spedes como las moscas son comunes y frecuentes; as�, no es raro encontrar a uno de estos d�pteros llevando consigo a un pseudoescorpi�n for�tico; se ve al ar�cnido agarrado fuertemente con las quelas de sus pedipalpos a una de las patas de la mosca. En relaci�n con esto, sucedi� un hecho curioso en la ciudad de M�xico: apareci� un pseudoescorpi�n sobre el merengue de un pastel de bodas. Como �ste no es un h�bitat propio de los pseudoescorpiones, se lleg� a la sencilla conclusi�n de que hab�a sido transportado a ese lugar por una mosca que, atra�da por el az�car, se hab�a posado sobre el pastel, momento en el cual se desprendi� el pseudoescorpi�n que tra�a como foronte. Hay muchos insectos que los pseudoescorpiones utilizan como hu�spedes en este tipo de asociaci�n; por ejemplo, en los escarabajos grandes, se meten bajo sus �litros o alas duras para ser transportados m�s c�modamente. Varias de estas especies han ido m�s all�, aprovechando su estancia en el cuerpo del cole�ptero para alimentarse de sus �caros par�sitos tambi�n de forontes. As� se establece una nueva relaci�n mutualista entre los dos animales, prest�ndose ayuda mutua; uno, el hu�sped, al proporcionar al foronte los �caros como alimento; el otro, el foronte, al liberar al hu�sped de las molestias de sus par�sitos.

Todos estos son mecanismos de regulaci�n de las poblaciones en la naturaleza. En M�xico existe un caso muy interesante, que fue estudiado y desarrollado como trabajo de tesis por una bi�loga (E. Hentschel, 1979). Tuvo oportunidad de observar en el campo la relaci�n for�tica que se establece entre el pseudoescorpi�n de la especie Epichernes aztecus, con el rat�n de las monta�as Neotomodon alstoni. En la zona de estudio existen diversas especies de roedores; sin embargo, el pseudoescorpi�n s�lo escog�a a Neotomodon para transportarse, lo cual no dejaba de ser curioso. Se pens� que esto pod�a deberse a que este roedor tiene el pelo largo, al cual pod�a asirse con facilidad el pseudoescorpi�n (v�ase portada de este libro). Sin duda alguna, �ste puede ser un factor favorable para la relaci�n, pero, al continuar estudiando m�s intensamente el problema, la autora de ese trabajo encontr� que varios de los pseudoescorpiones for�ticos aprovechaban el viaje para capturar y comerse �caros del g�nero Asternolaelaps (familia Ichthyostomatogasteridae) que tambi�n viv�an como forontes del roedor. Desgraciadamente, no se pudo continuar este interesante estudio de las guaridas de estos roedores ni investigar la fauna asociada que se encuentra en ellas.

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