I. IDEAS ALQU�MICAS DE UN FRAILE INGENUO Y OBJECIONES DE OTRO NO TANTO

DIGAMOS que nos hallamos a principios del siglo XIV, en alg�n lugar de Europa, en el laboratorio de la botica de un convento. En �l se encuentra escribiendo el aprendiz Zen�n. La botica est� atestada de redomas, alambiques y frascos, un hornillo, un crisol, muchas cucharillas y pinzas, un par de morteros y varias retortas y fuelles.

La escena no ser�a sorprendente si no fuera porque Zen�n est� tratando de llevar una relaci�n de sus experimentos con la idea de aclarar las dudas que lo asaltan constantemente. Ha empezado a dudar sobre lo que hasta ese momento hab�an sido verdades incontrovertibles. Se siente totalmente inseguro, �qui�n lo dir�a! �Los templarios!... Se murmuraba que su poder era enorme porque conoc�an el secreto de la PIEDRA, es decir el procedimiento para convertir en oro los otros metales... y en cuanto al el�xir de la vida... �Pobres monjes! de haberlo tenido no habr�an perecido y menos tan dolorosamente. �Los poderosos templarios! Los poderosos de ayer, hoy desaparecidos, huidos, las cenizas de sus muertos esparcidas a los cuatro vientos.1[Nota 1] Y si ellos no ten�an el secreto... �porque es seguro que no lo ten�an! De haberlo tenido no s�lo se hubieran defendido, sino que hubieran prevalecido. Sin embargo, no fue as�. �Ser� porque el secreto consiste en algo imposible? �Sus propias dudas, las dudas de Zen�n, ser�n entonces leg�timas?

Pero lo peor para Zen�n, al percibir las primeras cuarteaduras de la explicaci�n del mundo corriente en su �poca, de la physica, que ya est� empezando a sonar falsa, no son tanto las dudas que lo rondan como moscardones cada vez que recibe las lecciones de fray Gildardo y cada vez que estudia sus propias experiencias, o lee los libros tan oscuros y dif�ciles de entender, sino el darse cuenta de que lo m�s importante para �l, ya no es aprender para curar a los hermanos, ni para fabricar substancias que hagan la vida de todos m�s f�cil y a la Orden m�s rica y poderosa, sino comprender por PROPIA CUENTA. ¡Justo como si los antiguos hubieran sido unos mentirosos! Pero �se es el asunto, �sa es su inquietud, ya no creerles, sino verificar �l mismo sus afirmaciones, hallar la verdad sobre la constituci�n de la materia y sobre la transmutaci�n de los metales, por s� mismo. Y as�, mientras se cuecen lentamente en las retortas los extractos de las m�s diversas plantas, Zen�n lee y practica la alquimia con la anuencia de fray Gildardo, su maestro, ahora boticario del convento, en casos de emergencia hasta herrero y siempre a cubierto o a descubierto, fil�sofo alquimista.

Fray Gildardo acusa a Zen�n de curioso, pretencioso y rebuscado; al muchacho en realidad esto no le importa mayormente y fray Gildardo sabe que es injusto con �l. Porque en el fondo Zen�n tiene raz�n, la mayor parte de los libros son un enredo incomprensible y lo peor del caso es que han sido escritos deliberadamente as�. �Para ocultar secretos valiosos? �Para esconder la propia ignorancia, porque en verdad no entienden lo que ocurre en los procesos del laboratorio?, o lo que no es peor, �para obtener ganancias il�citas? �Para darse importancia? �Por diab�lico af�n de confusi�n?

Seg�n Geber,2 [Nota 2] no hay que permitir que la facilidad con que se puede obtener el oro lleve al adepto a revelar el secreto, ni a la esposa, ni al hijo m�s querido, menos a�n a cualquier otra persona, porque el oro se fabricar�a tan com�nmente como el vidrio en los bazares y el mundo se corromper�a. �Mira cu�nto escr�pulo, viejo ma�oso!, murmura Zen�n.

Otra debe ser la raz�n, por la que fray Gildardo le recomienda que si ha de describir, describa lo oscuro mediante lo m�s oscuro y lo desconocido mediante lo m�s desconocido.3 [Nota 3] �Quiz� porque el hallazgo de la Piedra deber� ser una revelaci�n divina ganada a pulso en el laboratorio por el adepto y no sacada de los libros? Y sin embargo, ocurre que el mismo que le aconseja oscuridad para escribir, lo conmina al estudio total de las palabras de los fil�sofos alqu�micos. Luego entonces fray Gildardo a�n tiene la esperanza de que algo se encuentre por la lectura de los libros y no hay por qu� asombrarse de esta contradicci�n en fray Gildardo, cuando el mismo Geber admite:

"Mis libros son numerosos y la ciencia est� dispersa en ellos. Quien se ocupe de reunirlos, reunir� la ciencia, se encaminar� a su meta y tendr� buen �xito, porque he descrito toda la ciencia sin guardar en secreto ninguna parte de ella; el �nico enigma est� en su dispersi�n."

En efecto, no hay un cap�tulo que est� completo en s� mismo, todos son oscuros y est�n mezclados a tal grado que uno se pierde en ellos, la ciencia est� confundida y mezclada con otras cosas.

"�Lee, trabaja, cuece, destila!", es lo que fray Gildardo le dice sin cesar, pero cosa curiosa no le dice "�observa, reflexiona, duda, ordena!"

Es extra�o, tal parece que su maestro considera la opus (obra) en varios niveles. En uno de ellos, parecer�a que mientras se esfuerza sobre las substancias y las transforma, el mismo adepto se transforma en su interior, y las operaciones en el laboratorio, que tienen una finalidad pr�ctica, al mismo tiempo constituir�an una disciplina para prepararlo a recibir el SECRETO, siempre que se mostrara digno de ello. As�, detr�s de la finalidad pr�ctica parece haber una finalidad m�stica. Las operaciones del laboratorio ser�an s�mbolos de la transformaci�n de su persona, y viceversa. Unos cambios son la analog�a de los otros y el logro pr�ctico de obtener oro depende de c�mo y de qu� manera su trabajo haya transformado su alma y su mente, y bien pudiera ser que la Piedra Filosofal fuese tambi�n el logro de una revelaci�n sobre s� mismo. �Cu�n evasivo se muestra a este respecto su maestro! �Qu� poco claro es! �Y c�mo desde�a todo intento de clasificaci�n u ordenamiento!

Dentro de poco entrar� fray Gildardo a discutir sobre lo que ha le�do. Mejor ser� que ordene sus ideas, quiz� esta vez pueda hacerle comprender su punto de vista.

—En esencia, el asunto de la constituci�n de la materia es lo que entusiasma a los fil�sofos griegos, pero no se interesaron por llevar a cabo la transmutaci�n de una piedra, como se suele llamar a los metales, en otra...

—�Cuidado, ya est�s otra vez hablando con ligereza de las operaciones de la opus divina que nos ocupa! Los griegos no se interesaron por la elevaci�n y perfeccionamiento de los metales bajos e impuros, en el oro perfecto querr�s decir. Y la raz�n me parece es que no se mostraron dignos de esta empresa sublime.

—�Oh no, m�s bien yo dir�a que consideraban servil y poco digno de un ciudadano libre fatigarse usando las manos. Las experimentaciones con la materia las estimaban asunto propio de los esclavos o de los b�rbaros. Para ellos lo interesante era construir a base de l�gica una explicaci�n racional y razonable del mundo. Postularon que �ste es comprensible, as� que bastar�a con el ejercicio de la inteligencia para hallar de qu� manera est� hecho.

—S�, s�, se ve que el arte de trabajar los metales para las armas y los tintes y los vidrios para el vestido y el adorno lo heredaron de los egipcios y los babilonios; en nuestra obra, por el contrario, no se trata de lo que nos parezca razonable o no, se trata de trabajar y obtener el resultado, no de probar que somos muy listos, as� que te puedes ahorrar el relato de todas estas elucubraciones. Por otra parte, tampoco nos interesa utilizar el Arte Mayor para alimentar la vanidad de este mundo. Insisto, procura en tu trabajo ir siempre en la direcci�n que eleva y no en la que rebaja y no te refieras a estas maneras de proceder como equivalentes, recuerda lo que dice el rey Alfonso el Sabio,4 [Nota 4]"Por eso los que se ocupan de alquimia, a la que llaman la obra mayor; deben parar mientes que no da�en el nombre del saber, pues alquimia tanto quiere decir como maestr�a para mejorar las cosas que no empeorarlas. De donde, los que toman los metales nobles y los mezclan con los viles, no entendiendo el saber ni la maestr�a, hacen que no se mejore el vil y da�ase el noble, y as� hacen gran yerro en dos maneras: la una que van contra el saber de Dios, y la otra, que hacen da�o al mundo."

—Volviendo a tus lecturas, si te he recomendado que leas a los antiguos, es para que te convenzas de que nada menos que Arist�teles, el griego que tanto admiras, acepta la existencia de los cuatro elementos postulada por Emp�docles. Todo, �yeme bien, todo est� formado por part�culas peque��simas de s�lo cuatro clases, de aire, de agua, de fuego, y de tierra. Y no s�lo ellos, el mism�simo Plat�n hasta sugiere cu�les formas hayan de tener; las de fuego seg�n �l, tienen forma de tetraedro, las del aire de octaedro, las del agua, de icosaedro; y las de tierra de cubo. As�, no veo por qu� haya de ser en principio imposible alterar las proporciones de estos cuatro elementos en las piedras no perfectas hasta ajustarlas a la proporci�n �urea, es decir, a la proporci�n propia y perfecta del oro.

Zen�n permaneci� callado mientras en su mente se preguntaba con sarcasmo cu�ndo y c�mo Plat�n hab�a visto las part�culas de los elementos y se dec�a: el fil�sofo piensa que deben tener esas formas porque son bellas, porque su �rea se puede conocer, y sobre todo, pens� irreverente, porque son las que �l puede imaginar por construcci�n a base de tri�ngulos. Fray Gildardo, juzgando que su lecci�n ya se habr�a abierto camino en el entendimiento de su novicio, continu�:

—Ahora, dime t�, si observas con cuidado a tu alrededor, en el laboratorio se sublima, se destila, se calcina, se disuelve, se cuece. �Por qu� crees que lo hacemos?

—Para cambiar las proporciones de los elementos en las piedras y as� transformar las bajas o impuras en las nobles.

—�Bien contestado! Pero notar�s que nuestras operaciones son m�s dr�sticas que las que observas en la Naturaleza, �cu�les son �stas?

—Crecimiento, maduraci�n, envejecimiento, fermentaci�n, coagulaci�n, putrefacci�n, evaporaci�n y fijaci�n.

—�Aj�! Como ves, todo es cambio, todo es proceso, unas sustancias se transforman en otras. Comemos, y lo que comemos se transforma en carne, huesos, pelo, sangre, etc.; el vino se transforma en vinagre; el az�car, en alcohol. Nosotros los alquimistas buscamos el proceso, el camino, la v�a, la sucesi�n de transformaciones que conviertan a cualquier substancia en oro. Podr�amos decir que buscamos la semilla, porque es indudable que los metales en la Naturaleza crecen como las plantas; as� en la Naturaleza, que es sabidur�a de Dios, ocurre un proceso de perfecci�n o elevaci�n incesante; dado tiempo suficiente, los metales bajos, como plomo y cobre, terminar�n por convertirse en oro. Nosotros en el laboratorio, tratamos no s�lo de hallar el proceso, sino de acelerarlo porque nuestra vida es corta Algunos piensan que los metales se desarrollan en el interior de una suerte de huevo en las profundidades de la Tierra como los huesos en el interior de un embri�n; as�, yo creo que cuando se habla del huevo filosofal, se trata de un s�mbolo referente a la materia dentro de la retorta en cuyo interior se busca que ocurra r�pidamente la misma maduraci�n del oro que en la Naturaleza ocurre lentamente. Es preferible hablar de semilla, recuerda c�mo para iniciar una cristalizaci�n se comienza con un pedacito. Hablar de huevo filosofal me parece una exageraci�n propia de mentes fr�volas que se dejan seducir por la forma de la retorta.

—S�, ya veo, es indudable que su forma recuerda al c�ntaro materno...

—O a una gaita —a�adi� sonriente fray Gildardo y continu�—. �No faltan los superficiales que s�lo se atienen a las apariencias creando confusi�n! Las retortas se construyen as� desde la Antig�edad porque as� cumplen bien las funciones que les son propias como la destilaci�n o como la captura de esp�ritus; su forma, estoy seguro, no influye en los procesos que ocurren dentro de ellas.

—�Claro que no! Eso s�lo ocurre en la magia.

—�Qu� dices? �Qu� sabes t� de magia? —interrog� fray Gildardo con ce�o fruncido y alarmado—.

—No, nada, s�lo que, bueno, que...

—�Que, qu�?

—Pues... que magia es la realizaci�n de formas, gestos o ritos con un objetivo determinado pero sin relaci�n causal ninguna con el efecto que se persigue.

—Como el estudiante, que va a la biblioteca, oye al maestro, se viste como estudiante, habla como tal, hace todos los gestos y toma todas las poses de un estudiante, hasta asiste a las lecciones, pero no estudia y cree que va a aprender. �Ejemplo acabado de magia vivida!—concluy� fray Gildardo moviendo la cabeza—.

—Volviendo a lo nuestro —continu�—, nota tambi�n que la meta de la opus es el oro alqu�mico, no s�lo el oro met�lico, sino el alqu�mico, es decir conjuntamente la Piedra Filosofal, el el�xir de la vida y la materia primordial. S�, s�, no te asombres, la materia primordial, as� como suena. Arist�teles tambi�n acept� esta teor�a que sostiene que todo lo que vemos, incluidos los cuatro elementos, son s�lo condensaciones y enrarecimientos de una materia o substancia �nica. �ste es claramente otro punto de vista, y desde �l, dir�a que nuestra meta es hallar la forma en que la materia primordial se supera en oro. Adem�s, ya habr�s le�do que Geber considera que todos los metales est�n constituidos de s�lo azufre y mercurio. Seg�n este otro punto de vista, nada se opone tampoco a la posibilidad de ennoblecer los metales hasta convertirlos en oro. �Claro, siempre y cuando se atine con el secreto para poder modificar la proporci�n de estos principios en cada metal bajo! As� que t� ves que no se gana mucho con teorizar.

Figura 2. Huevo filosofal.

Pero de lo que Zen�n dudaba era justamente de la posibilidad de la transmutaci�n, y fray Gildardo, por su parte, primero la postulaba, despu�s se�alaba que las teor�as de los sabios no se opon�an a ella y finalmente interpretaba la evidencia experimental, negativa, al respecto, como debida a torpeza, indignidad o falta de imaginaci�n del adepto.

Viendo que una confrontaci�n directa sobre el tema no lo llevar�a m�s que a un disgusto, Zen�n trat� de irse por el camino de las preguntas.

—Pero �por qu� he de considerar al oro como m�s perfecto que la plata o que el cobre?

—Porque es incorruptible. Te consta que el aceite de vitriolo5 [Nota 5]no lo disuelve y por m�s que lo fundas no se estropear�. Adem�s, �cu�ndo has visto or�n de oro? Esto s�lo puede deberse, hasta donde mi pr�ctica me ha llevado, a que se compone de una proporci�n igual de los cuatro elementos; la plata, en cambio, no contiene suficiente fuego, por eso es blanca; y en cuanto al cobre, contiene fuego, tierra y aire, pero poca agua. Mira, ya t� sabes, la materia se representa como un cuadrado dentro de un cuadrado, as�, y el oro al ser perfecto se representa mediante un c�rculo dentro de un cuadrado, y la plata mediante un tri�ngulo; en el v�rtice superior, el aire, porque tiende a escapar hacia arriba, y en los v�rtices inferiores el agua y la tierra, la una porque se escurre y la otra porque se cae.

—Pero �c�mo probar tal cosa? Me refiero a la composici�n. �C�mo separar los elementos y volverlos a reunir en la proporci�n deseada? y �c�mo concebir una alianza entre opuestos tales como agua y fuego?

—S�, s�, he aqu� un punto delicado; por un lado, Arist�teles sostiene que los elementos cambian su Naturaleza al entrar a formar parte de un compuesto alqu�mico, pero por otro lado no pienses que necesariamente se trata del agua que se bebe cuando se escribe del elemento agua, pudiera tratarse del mercurio o de otro l�quido, por ejemplo del alcohol, precisamente "agua ardiente", y adem�s, quiz� el t�rmino fuego tampoco deba entenderse tan literalmente.

—�Entonces, no podemos afirmar nada con certeza, porque no nos consta y ni siquiera estamos seguros de los t�rminos que usamos!—exclam� indignado Zen�n llev�ndose las manos a la cabeza—. Por fin —pregunt� irritado—, �se afirma que todo est� constituido por cuatro elementos, o se afirma que todo participa de lo l�quido o h�medo, de lo seco, de lo ligero y de lo pesado?

—�Quieres decir con esto �ltimo que se trata de cualidades? �Algo as� como que de m�sico, poeta y loco todos tienen un poco?... No s� realmente —murmur� humilde fray Gildardo—.

—En cualquier caso —repuso—, que el agua entra en la composici�n de los metales, lo puedes ver notando su fusibilidad, una vez fundidos se pueden volver a solidificar, de la misma manera que el agua se solidifica en hielo, por ello, no es descabellado que algunos adeptos los llamen aguas, y adem�s es un uso autorizado. Si lees el Timeo 6 [Nota 6] all� dice literalmente:

"Hay otra clase de condensaci�n que tiene partes como de oro con una peque�a y fina proporci�n de tierra, lo que la hace m�s dura que el oro y sin embargo m�s ligera por los grandes huecos que tiene adentro; y esta substancia que es una de las m�s brillantes y densas aguas, cuando se solidifica se llama cobre."

—Adem�s, hay al menos un caso, recuerda, en que se puede mostrar, con experimentaci�n, la existencia de los cuatro elementos, cuando se quema una rama verde...

—�Se refiere Su Reverencia a que cuando se quema una rama verde, da humo, que se supone es el aire, da un l�quido que hierve en los extremos, que se supone es el agua, da luz y calor que testimonia la presencia de fuego y deja un residuo que no arde y que se supone es tierra?

—�Am�n! —finaliz� fray Gildardo muy satisfecho—.

Zen�n, poco convencido y llevado de su esp�ritu de contradicci�n, replic� al cabo de un rato, despu�s de retirar del horno un crisol y depositarlo con cuidado a que se enfriara, bajo la campana para humos.

—�De ninguna manera! El oro es el m�s perfecto porque no tiene impureza, los dem�s metales tienen impurezas, esto es, m�s tierra de la que deber�an, lo dice tambi�n Plat�n en su Timeo.

—S�, pero �nada de esto se relaciona directamente con una operaci�n de laboratorio!

— Bueno... es verdad, pero admitir�s que el oro, te lo repito, a diferencia de los metales bajos, no se disuelve en el solvente muri�tico, ni en el agua fuerte, s�lo en el agua regia.7 [Nota 7]Pero adem�s es evidente que el oro es amarillo como el Sol, se trata pues del principio masculino, y la plata es blanca como la Luna, se trata pues del principio femenino casto. En cuanto al cobre, se trata del principio femenino corrupto, no olvides que proviene de las minas de Chipre, reino de Cipris, la Afrodita tentadora y corruptora. Por ello la transmutaci�n del cobre en oro ser�a una verdadera purificaci�n,8 [Nota 8] una elevaci�n, y un ennoblecimiento.

Al llegar aqu� fray Gildardo, Zen�n se mordi� los labios para no comentar que Mar�a la jud�a, la famosa alquimista de la Antig�edad, tan experta en cocciones suaves y lentas, al "ba�o de Mar�a", pudiera no estar de acuerdo con semejantes analog�as. Queriendo distraer la irritaci�n creciente que advirti� en su maestro, Zen�n continu�.

—Del plomo podr�amos as� pues decir que tiene exceso de tierra y agua, falt�ndole aire y fuego, lo que lo hace pesado y gris, pero �por qu� asociarlo con Saturno? Yo pensar�a que con Plut�n y por tanto con las regiones infernales, precisamente por su pesadez... pues �se va para abajo!

Como este comentario dejara a fray Gildardo sin respuesta, Zen�n no resisti� puntualizar,

—Adem�s, el cobre no s�lo se obtiene de las minas de Chipre, sino tambi�n de las del Sina�. —Como fray Gildardo s�lo atinara a morderse los labios, Zen�n admiti�—. S�, en verdad una moneda de oro, o un salero, o un adorno de oro es mucho m�s hermoso que si es de cualquier otro metal. —Fray Gildardo se content� con asentir, y despu�s de un largo silencio en que ambos so�aron sus diferentes sue�os de transmutaci�n, Zen�n decidi� cambiar de tema—.

—Quiz� le divierta saber c�mo mostr� Emp�docles que el aire debe ser considerado como uno de los elementos materiales por derecho propio y no simplemente un estado de transici�n entre el agua y el fuego, como pensaba Her�clito.

—�S�?

—�Siempre hay excepciones, he aqu� a un griego que filosofa y experimenta! O al menos que ilustra su teor�a con un experimento. Hizo fabricar una clepsidra muy sencilla, consistente en un cono hueco de bronce con perforaciones en la base y en el pico, de tales proporciones que al colocarlo sobre un balde con agua se hund�a en el tiempo que va de sexta a nona 9[Nota 9]. La demostraci�n de Emp�docles consist�a en hacer lo siguiente: tapaba con su dedo el orificio del pico del cono, lo forzaba dentro del agua y mostraba primero que �sta no pod�a llenarlo y segundo que, al retirar el dedo, el aire sal�a bruscamente del cono ocupando el agua su lugar. Razon� que si el aire impide entrar al agua y �sta entra s�lo cuando �ste sale, entonces se trata de algo tan material como el agua misma.

—�No cabe duda, los griegos son astutos! No puede uno imaginar a Odiseo, el m�s astuto de los hombres, m�s que como griego. Fig�rate que Emp�docles postul� otra cosa muy interesante. Ante la dificultad de conciliar opuestos como agua y fuego, dificultad que ya se�alaste, supuso la existencia de otras dos substancias no menos materiales, las cuales por as� decirlo har�an el papel de aglutinantes entre los cuatro elementos y las llam� amor y enemistad, yo dir�a afinidad y repulsi�n.

— Ya que Su Reverencia mencion� antes al Timeo, all�, donde se afirma que Dios cort� el espacio o la materia primordial en peque�os tri�ngulos y con ellos form� las part�culas de los cuerpos elementales, con sus distintas formas geom�tricas, de los cuales a su vez construy� las plantas, los animales y el hombre, se est� de hecho se�alando la existencia de part�culas inalterables, en parte en coincidencia con la teor�a de Dem�crito, quien postula que los cuerpos de la Naturaleza resultan de la combinaci�n de unidades materiales, indestructibles, s�lidas...

—En efecto —interrumpi� fray Gildardo entusiasmado—, seg�n Dem�crito, deben existir los indestructibles �nfimos o los �tomos, todos ellos compuestos de la misma materia, difiriendo s�lo en tama�o, forma y movimiento; as�, las part�culas de fuego, seg�n Dem�crito, ser�an redondas y estar�an en movimiento perpetuo. Ahora que, si los triangulitos de Plat�n tienen relaci�n con los �tomos dur�simos e inalterables de Dem�crito, o con los cuatro elementos, �no lo s� y no interesa saberlo!

Ante este arranque de su maestro, el rostro de Zen�n se ilumin�:

—�Claro que no! Lo interesante ser�a hallar el experimento que pruebe la existencia de los �tomos a manera de que, sin verlos, tengamos que concluir que existen. Ensayar una y otra vez, sin prejuicios, en silencio por as� decirlo, para poder escuchar lo que la Naturaleza tiene que decirnos. As� como lo pidi� fray Rogerio Bacon de santa memoria.

—�Zen�n! �Muchacho! �Eres una fuente de tentaciones para m�! Debiera suspenderte un tiempo de tus labores en el laboratorio y en la biblioteca... pero ello no suspender�a ni tu curiosidad ni la inquietud de tu mente y adem�s creo que es mejor mucha ciencia que poca ciencia... en fin... No eres el �nico hoy que est� en vena de sorpresas. �Sabes c�mo argument� Tito Lucrecio Caro que los �tomos existen y est�n en movimiento incesante?

—No, Su Reverencia, ya he querido leer a Lucrecio, pero est� en la lista de autores a los que un mero novicio como yo no tiene permiso de acercarse, a menos que llevara autorizaci�n escrita, si Su Reverencia se sirve d�rmela...

—No, no, que te baste saber que discurre sobre las motas de polvo que se advierten en cualquier rayo de luz que se filtre por una rendija en una habitaci�n oscura. Todos hemos visto ese danzar incesante y no le hemos prestado atenci�n, quiz� porque hemos pensado que se debe al movimiento de corrientes de aire. Sin embargo, Lucrecio sugiere algo muy diferente: "su danza —escribe— es una indicaci�n actual de los movimientos subyacentes de la materia que est�n ocultos a nuestra vista. Ves muchas part�culas de polvo sujetas a los impactos invisibles que las hacen cambiar de curso, de esta manera y esta otra, en todas direcciones. Debes entender que todas obtienen esta inquietud de los �tomos. Ella se origina con los �tomos, que se mueven por sí mismos... as�, el movimiento sube desde los �tomos y gradualmente emerge hasta alcanzar el nivel de nuestros sentidos".10 [Nota 10]

Zen�n se levant� de un salto y por poco derriba una redoma. Rojo de entusiasmo exclam�:

—�Pero que se podr�a arg�ir, con igual validez, que en las motas de polvo existe una manera de vida elemental! �Y que el movimiento incesante no es tan diferente del que se observa en la boca de un hormiguero s�lo que en escala mucho m�s peque�a! Justamente, el punto es �c�mo probar una cosa o la otra?

—Pues mira —replic� muy serio fray Gildardo—, se dice que Lucrecio escribi� entre los intervalos de lucidez que le dejaba su mente enferma, aunque nadie puede saberlo; bien pudo haber sido al rev�s, en todo caso su hip�tesis me parece m�s razonable que la tuya, porque las formas con vida tienen un objetivo, las hormigas almacenan comida, esto se ve con observarlas atentamente; en contraste, no es obvio ning�n objetivo en la incesante danza de las motas de polvo y sobre todo, el caso es que Lucrecio hoy se encuentra m�s all� del bien y del mal, en cambio t�... ya que has tra�do a colaci�n a Bacon, toma escarmiento, no te ocurra lo que a �l, que fue suspendido y encerrado muchos a�os por andarse con curiosidades y actitudes como las tuyas. La �poca en que vivimos es peor que la suya. En sus tiempos, la pr�ctica del Arte Mayor era leg�tima. Has de saber que ahora en los nuestros ha dejado de serlo. Acaba de ser promulgada una bula prohibiendo la pr�ctica del Arte, as� que mientras m�s discretos nos mostremos, mejor.

—�Pero si el mismo Juan XXII es un adepto! �No es posible!

—S� que lo es.

—�El viejo zorro! —coment� enojado Zen�n que se sinti� amenazado hasta la m�dula —.

—�Pero si se rumora —continu� levantando a�n m�s la voz— que es muy ambicioso! Lo que pasa es que no ha de querer competidores en la busca de la Piedra Filosofal, aunque viendo los a�os que tiene y no se muere, quiz� ya tenga la Panacea.

—�No se trata de nada de eso! —replic� fray Gildardo—. Lo que ocurre es que el esc�ndalo de las estafas realizadas por alquimistas deshonestos tiene a la gente muy alborotada. �Sin mencionar la magia con que se ha deshonrado el buen nombre del Arte Mayor!

Por un rato permanecieron en silencio, fray Gildardo con expresi�n suspendida se frotaba las manos calibrando hasta d�nde podr�a ser franco con Zen�n, pues le ten�a afecto, y aunque temiera su audacia, le dol�a la desesperaci�n de sus ilusiones juveniles amenazadas. Por fin, al o�r la llamada de v�speras, fray Gildardo coment�:

—�Calma, muchacho! Muchos adeptos est�n confundidos y se han desviado por los pantanos de la herej�a. Muchos creen que los procesos que los hombres testimonian en los cielos y en la Tierra, manifiestan la voluntad del Creador, lo cual no encierra nada nuevo ni falso, pero el caso es que est�n firmemente convencidos de que si tales procesos, una reacci�n alqu�mica pon t�, o un eclipse, son correctamente comprendidos, �stos revelar�n Sus intenciones11 [Nota 11]respecto del destino de los hombres. �Como si el conocimiento de la voluntad divina al respecto de nosotros no nos hubiera sido dado ya de una vez por todas en las Escrituras, y hubiera que andarlo indagando por las propias fuerzas! As� que se ve que el franc�s ha querido cortar por lo sano, lo que no quiere decir que nosotros no continuemos en la opus �Claro, con toda la discreci�n del caso!

Y cubri�ndose con la capucha sali� del laboratorio.

A la ma�ana siguiente, Zen�n entreg� una copia manuscrita de sus reflexiones a su maestro. En ellas hab�a optado por la claridad en contra de la oscuridad. Su verdadera intenci�n era ordenar sus propias ideas, y dado el caso en que por desgracia se viera interrumpida su actividad, poder recordar m�s tarde lo m�s importante de sus observaciones. Defend�a su desobediencia al precepto de la oscuridad apelando al Libro del secreto de los secretos de al-Raz�,12 [Nota 12] libro excepcional entre los de alquimia por su relativa claridad, pese a su nombre.

"Es verdad, reconoc�a, que al-Raz� no pareci� sentir ning�n inter�s por la constituci�n de la materia, s�lo por sus transformaciones en substancias �tiles; era ante todo un hombre pr�ctico. �Pero cu�nto m�s es necesario ser ordenado en los pensamientos si uno tiene intereses m�s all� de la sola t�cnica! �Si lo que uno busca es la comprensi�n de los fen�menos! Y as� se dec�a, si no llego a la Piedra, dejar� al menos allanado el camino al que me siga, y ser� �til como al-Raz� lo ha sido para m�. Por otra parte, escrib�a, no creo salirme del sendero trazado por san Alberto Magno, quien dijo alguna vez que la filosof�a natural era la investigaci�n de las causas de los fen�menos naturales."

Despu�s de esta corta defensa, Zen�n se lanz� a la exposici�n de sus ideas y observaciones. "Ante todo, escribi�, la materia que observo a mi alrededor es muy complicada, y si he de querer entender los cambios que sufre y su constituci�n, tendr� que cerciorarme de que cada muestra que emplee sea pura. Pero �cuidado! Para m�, la cualidad de la pureza no ser� la que impongan mis prejuicios; las normas de lo bueno y de lo bello son para ser aplicadas a las acciones y a los actos de los humanos si as� lo escoge cada quien, pero no son para ser aplicadas a la materia. �Por qu� ha de ser intr�nsecamente mejor el oro que el plomo o por qu� he de llamar vil al hierro?

"Lo primero que en realidad debe interesar a un alquimista es saber hasta qu� punto cada parte de una muestra de materia es id�ntica a cualquier otra parte de ella. �C�mo saberlo? Por ejemplo, en una muestra de arena de mar, noto cuatro diferentes clases de part�culas, y un adepto con mejor vista que yo es probable que distinga m�s clases. Se trata de una mezcla. Ahora que, si la muestra es un pedazo de roca grana, tambi�n distingo en ella diferentes clases de part�culas, y como reza el antiguo texto, reconozco en ella cuarzo, feldespato y mica. Digamos que pulverizo la roca en el mortero, y digamos que puedo separar cada una de las diferentes clases de part�culas que hay en ella, tengo entonces un n�mero de muestras puras. As�, un primer criterio para afirmar que una muestra de materia es toda de lo mismo, esto es, que es pura, es que sea homog�nea... Sin embargo, esto no es suficiente, porque puedo tener mezclas homog�neas, por ejemplo el bronce. Yo s�, ya sea porque lo fabriqu�, o porque s� que fue fabricado, que no es cobre puro ni esta�o puro, sin embargo es homog�neo. Otro caso lo tengo en el agua salada: es homog�nea pero no es pura agua ni pura sal, y otro tanto el vino aguado. Dir� entonces, a falta de algo mejor, que una muestra de materia es pura cuando tiene al menos apariencia homog�nea, es decir, sus propiedades permanecen las mismas: olor; color, pesadez, aspecto general, fusibilidad, en cualquier porci�n de ella, siempre y cuando no se trate de una soluci�n (az�car en agua, por ejemplo), ni de una aleaci�n (el bronce, por ejemplo).

"En resumen, en un primer acercamiento a toda materia, puedo plantear la siguiente figura:

"C�mo distinguir entre las tres �ltimas clases de substancias, no est� claro. De las soluciones puedo decir que las puedo separar por destilaci�n, pero �y las aleaciones?

"Ahora bien, en todo caso ser� a partir de la transformaci�n de las substancias puras de donde habr� de obtener pruebas de los �tomos o de los elementos y de la relaci�n entre ellos. S�lo trabajando con substancias puras podr� controlar lo que sucede.

"Pregunta: �En una substancia pura hay una proporci�n fija de los cuatro elementos o, m�s bien, est� constituida de un n�mero predominante de �tomos todos iguales, de cierta clase que le es peculiar, como sostiene Anax�goras?

"Respuesta: No se tiene prueba alguna sobre esto, ni en un sentido ni en otro. �Qu� hacer para obtener esta evidencia? No se me va a ocurrir algo por inspiraci�n divina, el Se�or no va a hacer la tarea que me corresponde a m�. Seguir� pensando, ensayando y ordenar� lo que s�.

"Pregunta: Por otra parte, �es posible clasificar; aun cuando sea burdamente, todas las transformaciones que podemos realizar en el laboratorio?

"Respuesta: En un primer acercamiento a los diversos cambios a los que se puede someter una muestra, noto que los hay de dos clases. Primera clase, los que pueden ser invertidos muy f�cilmente como por ejemplo fundir el hielo y volverlo a congelar; fundir el 13 [Nota 13] y volverlo a solidificar, destilar el ; en cada caso, para m�, que la substancia sigue siendo la misma. Mi maestro no estar�a de acuerdo, dir�a por ejemplo que al destilar agua mercurial estoy a�adiendo fuego y aire al mercurio, con lo que se transforma en "esp�ritu de Hermes", substancia diferente del agua mercurial, formado por el mercurio original, ahora con mayor proporci�n de aire y fuego, y que si extraigo estos dos �ltimos elementos, al condensarlo, vuelvo a recuperar el agua mercurial. �Pero no!, �no! y �no! �Decir que ocurre esto es completamente gratuito! Tambi�n es posible pensar que con el calor o el fuego puedo transformar al mercurio l�quido, en la misma substancia mercurio, s�lo que et�reo. Y lo mismo puedo decir de la transformaci�n hielo agua vapor. Pero entonces... el fuego ya no ser�a uno de los elementos materiales sino que... �Qu�?... �Una suerte de agente que me permite la transformaci�n de agua a esp�ritu? �Qu� es el fuego entonces? Y en estas transformaciones, �qu� podr�a decir respecto del aire? �Que nada tiene que ver con el asunto?... Debe haber una manera de probar mi punto de vista. Por el momento llamar� a estas transformaciones, en vista de que no alteran permanentemente a la substancia de la muestra, y porque son f�cilmente invertibles, cambios f�sicos. Y cosa curiosa todos los que conozco se llevan a cabo por calentamiento o enfriamiento...

"Una segunda clase de cambios la constituyen los que son dif�ciles de invertir; en los que, seg�n mi opini�n, en ellos una substancia pura s� que se transforma en OTRA u OTRAS. Por ejemplo, si dejo una l�mina de hierro a la intemperie sin cubrirla con cera, veo que se va transformando en or�n, esto es, en un polvo anaranjado; as�, de tener una hoja de metal, fuerte, d�ctil y gris, paso a tener un polvo anaranjado. La substancia original desaparece y aparece otra. Tales cambios los llamar� cambios alqu�micos �stos dif�cilmente pueden ser invertidos por el mero cambio de las condiciones de enfriamiento o calentamiento; as�, si dejo el polvo anaranjado a la intemperie o lo caliento en un crisol abierto no se convertir� por s� solo en hierro otra vez. En algunos casos, los cambios alqu�micos s� se pueden invertir; pero la forma de llevar a cabo la inversi�n es en general diferente de la forma en que se llev� a cabo el primer cambio. Lo que s� puedo afirmar con toda seguridad es que para que ocurran se requieren no s�lo calentamientos sino contacto entre diferentes substancias.

RESUMEN DE CAMBIOS ALQU�MICOS

Los que se consiguen por V�a Seca:

"Obtenci�n de calx (cales, caliches, cenizas o escorias):

Para conseguir este tipo de cambios, es indispensable que el crisol se encuentre descubierto, y en el caso del  ayuda mucho a soplar con el fuelle. Es pues indispensable el contacto del metal con el aire. En estos casos no puedo decir de ninguna manera que el aire sale sobrando. Pero ahora, �podr� decir que los calx son los metales mismos pero llenos de poros con aire como pretenden algunos, en una suerte de mezcla? No, esto es una tonter�a y se puede probar que lo es de inmediato: por m�s que golpee el calx para expulsar el aire no conseguir� jam�s recuperar el metal. Ahora s�, en �stos casos, dir� con mi maestro que un calx es una substancia diferente del metal, compuesta del metal m�s aire m�s fuego, pero unidos entre s� de modo que no los puedo separar por medio de m�todos que no involucren fuego ni contacto con otras substancias, o sea unidos de tal modo que no los puedo separar por medios no alqu�micos.

"Obtenci�n de los metales a partir de tierras y cales

(inversi�n de la operaci�n anterior).

"N�tese que, para invertir el cambio alqu�mico metal calx es indispensable la presencia de :

etc., con las distintas cales. �Que curioso, si pienso que el calx es el metal impuro, para "purificarlo" tengo que a�adirle m�s esto es, m�s mugre! Me gustar�a saber que contestar�a Fray Gildardo a esto. �A lo puro con lo m�s impuro! No le har�a ninguna gracia, pues esto suena muy parecido a lo que andan diciendo por ah� algunos iluminados. De estas operaciones la m�s vistosa es la que corresponde a la extracci�n del cobre, un l�quido rojo a partir de calentar la malaquita, que es una tierra verde, con carb�n.

"Un caso aparte es el siguiente, en el que el resultado en vez ser un calx es un esp�ritu acre que en verdad mi maestro calificar�a de infernal:

Esta �ltima operaci�n no la he podido invertir por la dificultad de atrapar el esp�ritu que corroe las vejigas y se escapa.

"Con el mercurio tambi�n encuentro la formaci�n de escoria de la misma manera, s�lo que toma horas y tengo que estar soplando aire:

"Esta operaci�n es m�s f�cil de invertir que las anteriores, pues basta con calentar la escoria en un alambique, para obtener el mercurio en forma de espejo y de gotitas en lo alto, sin necesidad de carb�n. Pero �hay otra escoria que se transforma en agua mercurial! El cinabrio de Espa�a, que para transformarse en mercurio requiere de aire en vez de "mugre":

y que adem�s desprende un esp�ritu id�ntico, seg�n juzga mi nariz, al que se desprende con el , totalmente distinto del que se desprende cuando se usa el vegetal fijo puro.

Figura 5. Mercurio filosofal (Catedral de Notre-Dame, Par�s.)

"En resumidas cuentas, en los cambios f�sicos las substancias se conservan las mismas y aunque se requiera el fuego; �ste no se... �c�mo decirlo?... no se casa con las substancias; en los cambios alqu�micos ocurre un cambio de la substancia porque se da una asociaci�n �ntima de la substancia original con otras como fuego, aire, carb�n, etc. Ahora me doy cuenta, �sta es la raz�n por la que los cambios qu�micos son lo que en algunos manuscritos herm�ticos se denominan las "bodas alqu�micas". �Aj�!, matrimonio indisoluble, bueno, �casi!

"Respecto a lo que he dicho de que no hay prueba en contra de que una substancia est� hecha de sus propios �tomos que le son peculiares, en el caso de los calx tengo ante m� el hecho de que siempre est�n formados del metal, de aire, de fuego y en ocasiones de azufre: esto apunta m�s bien en la direcci�n de que son combinaciones del metal con dos de los elementos b�sicos y otras substancias y no que cada uno est� formado por sus propios, peculiares e indestructibles �tomos.

"Considerar� ahora la obtenci�n de las tres aguas fuertes m�s importantes. Comenzar�...

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