II.LAS FUERZAS DE LA NATURALEZA

TODOS los cuerpos materiales interact�an entre s� en el sentido de que unos ejercen fuerzas sobre los otros. La fuerza de interacci�n m�s familiar es la gravitaci�n, el hecho de que los cuerpos caigan al suelo es ya parte �ntegra de nuestra experiencia com�n. Pero la gravitaci�n es s�lo una de las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza. Esas cuatro fuerzas son el tema del presente cap�tulo.

GRAVITACI�N

Todo cuerpo masivo atrae gravitacionalmente a otro. La Tierra nos atrae y nosotros atraemos a la Tierra (aunque la fuerza que ejerce nuestro cuerpo es pr�cticamente imperceptible y, en la pr�ctica, s�lo se nota la fuerza de atracci�n de la Tierra).

En el siglo XVII el gran f�sico ingl�s Isaac Newton descubri� que la gravitaci�n es un fen�meno universal. Seg�n una famosa leyenda, Newton estaba un d�a sentado debajo de un manzano, cavilando con respecto a la fuerza que mantiene unida la Luna a la Tierra, cuando vio caer una manzana. Este suceso le dio la clave para descubrir que la fuerza de gravedad, la misma que hace caer la manzana, es tambi�n la que retiene a la Luna en �rbita. Descubri� as� el principio de la gravitaci�n universal.

Por extra�o que nos parezca en la actualidad, hasta antes de Newton se pensaba que la gravitaci�n era un fen�meno exclusivo de la Tierra, como si nuestro planeta fuese un sitio muy especial en el cosmos. As�, el fil�sofo griego Arist�teles —quien vivi� en el siglo IV a.c. y lleg� a ser considerado la m�xima autoridad cient�fica en la Edad Media— distingu�a claramente entre los fen�menos terrestres y los celestes. Para Arist�teles la gravitaci�n era un fen�meno puramente terrestre, que no pod�a influir en los cuerpos celestes, pues �stos estaban hechos de una sustancia muy distinta a la materia com�n que se encuentra en la Tierra. Incluso el mismo Galileo, uno de los fundadores de la ciencia f�sica, estudi� detenidamente la ca�da de los cuerpos pero nunca sospech� que hubiera una relaci�n entre este fen�meno y el movimiento de los planetas.

La gravitaci�n universal, descubierta por Newton, implica que la Tierra no s�lo atrae a los objetos que est�n en su superficie, sino tambi�n a la Luna y a cualquier cuerpo en su cercan�a. Adem�s, el Sol atrae a la Tierra y a todos los dem�s planetas, las estrellas se atraen entre s�, las galaxias tambi�n, y as� toda la materia en el Universo.

Pero adem�s Newton descubri� que la fuerza de gravedad obedece una ley muy sencilla. La fuerza gravitacional entre dos cuerpos es directamente proporcional a las masas de los cuerpos e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa. En t�rminos matem�ticos, la f�rmula para la fuerza se escribe:

donde F es la fuerza, M1 y M2 son las masas de cada uno de los cuerpos, R es la distancia que los separa y G es una constante de proporcionalidad, la llamada constante gravitacional o de Newton, cuyo valor determina la intensidad de la interacci�n gravitacional. Se ha determinado experimentalmente que G vale 6.672 X 10-11 m 3/kgs2. Esto equivale a decir que dos masas de un kilogramo cada una colocadas a una distancia de un metro se atraen con una fuerza de 6.672 X 10-11 newtons.11[Nota 11]

Los planetas se mantienen unidos al Sol en �rbitas estables por el equilibrio de dos fuerzas: la atracci�n gravitacional de ese astro y la fuerza centr�fuga debida al movimiento circular. La fuerza centr�fuga no se debe a una interacci�n de la materia, sino a la tendencia que tienen los cuerpos a mantener su movimiento en l�nea recta (esta fuerza se manifiesta, por ejemplo, en un autom�vil cuando toma una curva: los pasajeros sienten una fuerza que los empuja hacia la parte exterior de la curva ). El gran �xito de Newton fue encontrar la manera de calcular con extrema precisi�n la trayectoria de los planetas, o de cualquier cuerpo en general, a partir de ecuaciones matem�ticas que describen la fuerza aplicada en ellas.

En resumen, la gravitaci�n es el cemento del Universo. As� como los planetas se mantienen pegados al Sol, las estrellas se atraen entre s� y forman enormes conglomerados que son las galaxias. Las estrellas en una galaxia giran alrededor del centro de �sta y, a la vez, son atra�das gravitacionalmente al centro de la galaxia. De esta manera se mantienen unidas.

Todo se explicaba a la perfecci�n en el esquema te�rico desarrollado por Newton. El �nico pedazo que faltaba en el rompecabezas era la naturaleza de la fuerza de gravitaci�n. En efecto �qu� es lo que produce realmente la atracci�n gravitacional? Si jalamos una piedra con una cuerda, la atracci�n se da por medio de la cuerda; si soplamos para empujar una pluma, la fuerza de interacci�n se da mediante el aire. Toda transmisi�n implica un medio: el sonido se transmite por medio del aire, la energ�a el�ctrica por medio de cables, el calor por cuerpos conductores, etc. �Qu� medio transmite la gravitaci�n? �C�mo "sabe" la Luna que la Tierra est� ah� y la atrae? �Cu�l es el origen de esa "acci�n a distancia"?

Newton nunca estuvo enteramente satisfecho de su obra, pues no ten�a una respuesta a las anteriores preguntas. Como una soluci�n provisional propuso que el espacio esta totalmente lleno de una sustancia invisible e impalpable, el �ter, que permea todos los cuerpos materiales y sirve para transmitir, de alg�n modo a�n desconocido, la atracci�n gravitacional. La misteriosa "acci�n a distancia" cuya naturaleza todav�a desconoc�a, se ejercer�a mediante el �ter. Empero, el problema habr�a de perdurar mucho tiempo en la f�sica.

La f�sica de Newton permaneci� inc�lume durante m�s de dos siglos. Pero a principios del siglo XX comenzaron a aparecer nuevos aspectos del mundo que ya no correspond�an con el modelo cl�sico. Para dar un nuevo paso y comprender la gravitaci�n se necesitaba una nueva teor�a f�sica que relevara la mec�nica de Newton en los nuevos dominios del Universo que surg�an. Afortunadamente, cerca de 1915 Albert Einstein hab�a elaborado su teor�a de la gravitaci�n, tambi�n conocida como teor�a de la relatividad general. 12[Nota 12]

De acuerdo con Einstein el espacio y el tiempo no son conceptos independientes, sino que est�n estrechamente vinculados y forman un espacio-tiempo de cuatro dimensiones, en el que el tiempo es la cuarta dimensi�n.

Expliquemos este concepto: nuestro espacio es de tres dimensiones, lo cual quiere decir sencillamente que todos los objetos materiales tienen altura, anchura y profundidad. �ste es un hecho muy evidente, pero no olvidemos que tambi�n existen espacios de una o dos dimensiones. La superficie de una hoja de papel, por ejemplo, es un espacio de dos dimensiones; un dibujo s�lo tiene altura y anchura. Del mismo modo, una l�nea es un espacio de una sola dimensi�n.

En el siglo pasado, algunos matem�ticos como G. F. B. Riemmann se dieron cuenta de que es posible concebir espacios de m�s de tres dimensiones con leyes geom�tricas perfectamente congruentes. Esto parec�a una simple especulaci�n de matem�ticos hasta que, a principios de este siglo, surgi� la teor�a de la relatividad que revolucion� por completo toda nuestra visi�n del Universo.

Para explicar la gravitaci�n Einstein postul� que la fuerza gravitacional se debe a una curvatura del espacio-tiempo. As� como una piedra pesada deforma una lona de tela y cualquier canica que se mueva sobre esa lona sigue una trayectoria curva, el Sol deforma el espacio-tiempo de cuatro dimensiones a su alrededor y los planetas se mueven siguiendo esa curvatura. En particular, una de las consecuencias m�s interesantes de la teor�a de la relatividad es que el tiempo transcurre m�s lentamente donde la fuerza gravitacional es mayor.

Con la relatividad general, el problema de la acci�n a distancia fue resuelto a favor de un nuevo concepto: la geometr�a del espacio-tiempo. La f�sica se redujo a geometr�a.

ELECTROMAGNETISMO

Otras fuerzas, bastante comunes en nuestra experiencia diaria —aunque no tanto como la gravedad—, son las fuerzas el�ctricas y magn�ticas. Los griegos se hab�an dado cuenta que al frotar un pedazo de �mbar (electros en griego) con una tela, el �mbar adquir�a la propiedad de atraer peque�os pedazos de papel (el experimento se puede repetir con pl�stico en lugar de �mbar). Varios siglos despu�s Charles-Augustin Coulomb estudio de modo m�s sistem�tico el fen�meno de la electricidad y descubri� que dos cargas el�ctricas se atraen o se repelen con una fuerza inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa, tal como la fuerza gravitacional. Pero, a diferencia de la gravitaci�n que siempre es atractiva, la fuerza el�ctrica puede ser tanto repulsiva como atractiva, seg�n si las cargas son del mismo signo o de signo contrario.

Tambi�n se conoc�an desde la antig�edad los imanes, pedazos de hierro con la curiosa propiedad de atraer los objetos de hierro, y tambi�n de atraerse o repelerse entre s� al igual que las cargas el�ctricas. Un im�n posee dos polos, norte y sur; pero si se parte un im�n por la mitad no se a�slan los polos, sino que se obtienen dos nuevos imanes con un par de polos cada uno: �sta es la diferencia esencial con la fuerza el�ctrica, ya que no se puede tener un polo aislado, que equivaldr�a a una "carga magn�tica".

La electricidad y el magnetismo empezaron a cobrar importancia en el siglo XIX,. cuando Europa viv�a en plena revoluci�n industrial gracias a la invenci�n de la m�quina de vapor. En las ciencias f�sicas, Laplace y otros notables cient�ficos hab�an logrado plasmar la mec�nica de Newton en un lenguaje matem�tico que permit�a su aplicaci�n a problemas pr�cticos . La importancia de las m�quinas de vapor, a su vez, propici� la creaci�n de una nueva rama de la f�sica, la termodin�mica, que estudia el calor y la propiedades t�rmicas de la materia.

Hasta esa �poca, electricidad y magnetismo parec�an ser dos clases de fen�menos sin relaci�n entre s� . Pero la invenci�n de las pilas el�ctricas permiti� experimentar con las corrientes el�ctricas y los imanes. Fue as� como H. C. Oersted descubri� que una corriente el�ctrica influye sobre un im�n colocado cerca de ella, y A. M. Amp�re demostr� que ello se debe a que una corriente produce una fuerza magn�tica a su alrededor. Finalmente, en 1831 Faraday descubri� que se genera una corriente el�ctrica en un alambre conductor cuando �ste se mueve junto a un im�n. Pero los imanes y las pilas el�ctricas serv�an, cuando mucho, para hacer actos de magia y s�lo contados se interesaban en ellos.

Medio siglo despu�s, Tom�s Edison tuvo la idea de utilizar el descubrimiento de Faraday para generar corriente el�ctrica y distribuirla por medio de cables por la ciudad de Nueva York. La primera planta el�ctrica de la historia fue inaugurada en 1881. Consist�a en enormes turbinas de vapor que hac�an girar grandes bobinas de alambre conductor alrededor de imanes. Debido al efecto Faraday, se generaba una corriente el�ctrica que se transmit�a por toda la ciudad. La energ�a t�rmica se convert�a, as�, en energ�a el�ctrica. Pocos meses despu�s se inaugur� en Wisconsin la primera planta hidroel�ctrica, en la que el agua de un r�o hac�a girar las bobinas para producir el mismo efecto.

Toda la electricidad que consumimos hoy en d�a se genera gracias al efecto Faraday. Lo �nico que var�a es el mecanismo utilizado para hacer girar una bobina alrededor de un im�n; este mecanismo puede ser el flujo de agua en una presa, el funcionamiento de un motor de combusti�n de petr�leo, la presi�n del vapor de agua calentada por el uranio en una planta nuclear, etc�tera.

Pero regresemos a Faraday. El problema de la acci�n a distancia que Newton hab�a planteado por primera vez segu�a a�n m�s vigente con el estudio de los fen�menos el�ctricos y magn�ticos. Para explicar como un im�n influye sobre otro, Faraday ide� el concepto de l�nea de fuerza. De acuerdo con esta interpretaci�n, de una carga el�ctrica o un im�n surgen l�neas de fuerza invisibles pero perfectamente reales, que llenan todo el espacio a su alrededor (Figura 4). Estas l�neas gu�an en cierta manera el movimiento de cargas el�ctricas o magn�ticas que se encuentran cerca. El concepto es m�s intuitivo que el de la acci�n a distancia.



Figura 4. Las l�neas de fuerza de Faraday alrededor de una carga el�ctrica y de un im�n.

El hecho de que las l�neas de fuerza de Faraday sean invisibles e impalpables no implica que sean entes imaginarios. La prueba m�s sencilla de su existencia consiste en colocar astillas de hierro sobre un papel junto a un im�n. Si el lector hace este experimento, notar� que las astillas se alinean de tal modo que se manifiestan las l�neas de fuerza magn�tica.

Pero faltaba describir con f�rmulas matem�ticas precisas los descubrimientos de Coulomb, Amp�re, Oersted y Faraday. Tal s�ntesis te�rica fue la obra de James Clerk Maxwell, quien plasm� de manera matem�tica todas las leyes que se conoc�an en su �poca acerca de los fen�menos el�ctricos y magn�ticos, y demostr� que estos son dos manifestaciones de una misma fuerza fundamental de la naturaleza: la fuerza electromagn�tica. Maxwell logr� de este modo la primera unificaci�n en la historia de dos fuerzas interacciones aparentemente distintas. Su teor�a matem�tica del electromagnetismo fue un logro cient�fico, equivalente al de Newton con la gravitaci�n, y sirvi� de puente entre la f�sica newtoniana y la f�sica del siglo XX.

Maxwell utiliz� la idea de Faraday de las l�neas de fuerza para elaborar el concepto de campo, que result� ser enormemente fruct�fero en la teor�a de Maxwell, las cargas el�ctricas y los imanes generan a su alrededor un campo de fuerza cuya manifestaci�n son las l�neas de fuerza de Faraday. El campo llena todo el espacio y es el que transmite la influencia de una part�cula sobre otra.

�Es el campo algo m�s que una definici�n matem�tica? Lo es sin duda, pues tiene una realidad f�sica que se manifiesta claramente. Es un nuevo concepto del pensamiento humano que no corresponde a nada conocido hasta el siglo XIX. Si acaso, la idea familiar de campo —una extensi�n indefinida de terreno— remite en la imaginaci�n al concepto f�sico de "algo" alrededor de una carga. El campo f�sico, sin embargo, s�lo puede describirse con el lenguaje matem�tico, ya que es imposible reducirlo a conceptos m�s sencillos o familiares representados por palabras del lenguaje com�n. Esta situaci�n, de hecho, es una de las caracter�sticas de la f�sica moderna y tiene profundas implicaciones filos�ficas pero estas disquisiciones nos alejar�an demasiado de los prop�sitos de este libro.

Como indicamos en el cap�tulo anterior, las mol�culas y los �tomos est�n amarrados entre s� por fuerzas el�ctricas y magn�ticas. As� como la fuerza de la gravitaci�n es el cemento del Universo a escala c�smica, la fuerza electromagn�tica es el cemento de la naturaleza a escala at�mica. Las interacciones electromagn�ticas son tan intensas que los cuerpos s�lidos no pueden interpenetrarse sin romperse.

Estamos acostumbrados al hecho de que la materia puede ser extremadamente dura e impenetrable, como el acero o la roca. Sin embargo, esta dureza parecer�a incre�ble si pudi�ramos echar un vistazo al mundo microsc�pico de los �tomos, pues ver�amos vac�o por todas partes, excepto por algunas escasas y diminutas part�culas. Recordemos que el tama�o caracter�stico de un �tomo es de una diez millon�sima de mil�metro, pero el n�cleo es 100 000 veces m�s peque�o, y a�n m�s diminuto es el electr�n. Si un �tomo pudiera magnificarse al tama�o de un estadio de f�tbol, su n�cleo ser�a, en comparaci�n, del tama�o de una mosca. Pero semejante vac�o no es realmente tal porque el espacio est� ocupado por fuerzas el�ctricas y magn�ticas, es decir, por un campo electromagn�tico. Este campo no es una entelequia; muy por lo contrario, a �l debe la materia toda su solidez.

INTERACCIONES FUERTES

Cuando se descubri� que el n�cleo de los �tomos contiene protones los f�sicos se preguntaron c�mo pod�an esas part�culas, cargadas positivamente permanecer unidas si las cargas el�ctricas del mismo signo se repelen. Y lo mismo se podr�a decir de los neutrones: �qu� los mantiene unidos si son el�ctricamente neutros? Deber�a existir otro tipo de fuerza en la naturaleza que permitiera tanto a los protones como a los neutrones atraerse entre s�. Esa fuerza de la naturaleza, reci�n descubierta en el siglo XX, es la fuerza nuclear. Es mucho m�s intensa que la electromagn�tica y, a la vez, es de muy corto alcance; act�a �nicamente en el n�cleo, raz�n por la cual no forma parte de nuestra experiencia diaria.

La fuerza nuclear s�lo se manifiesta en una distancia comparable con el tama�o de un n�cleo at�mico. Un prot�n es atra�do por las part�culas en un n�cleo at�mico s�lo si se encuentra a una distancia de unos diez billon�simos de cent�metro; si est� un poco m�s lejos, s�lo resentir� la repulsi�n el�ctrica del n�cleo. En cambio, un prot�n en el n�cleo es atra�do por los otros protones y neutrones por la fuerza nuclear, cuya intensidad es unas 1 000 veces mayor que la fuerza de repulsi�n electromagn�tica.

Un hecho de enormes consecuencias es que un n�cleo at�mico pesa menos que todos sus protones y neutrones por separado. Esta diferencia de masa se encuentra en el n�cleo transformada en energ�a de amarre, de acuerdo, una vez m�s, con la famosa equivalencia de Einstein entre masa y energ�a. En la figura 5 se muestra la diferencia de masa de los n�cleos at�micos comparados con la masa de sus constituyentes por separado. En el extremo izquierdo de la gr�fica que la forma se tienen los elementos ligeros; por ejemplo, un n�cleo de helio pesa 5 x 10-26 gramos menos que sus dos protones y dos neutrones por separado; si se fusionan esas cuatro part�culas para formar un n�cleo de helio, la masa perdida se libera en forma de energ�a; este es el principio de la bomba at�mica y de los reactores nucleares. En el extremo derecho de la gr�fica se tienen los elementos pesados; si se fusiona un n�cleo de uranio en dos n�cleos m�s ligeros, tambi�n se libera energ�a; este es el principio de la bomba de uranio. Tanto la fusi�n (para elementos ligeros) como la fisi�n (para elementos pesados) son dos mecanismos extremadamente eficientes para liberar energ�a de la materia. Las estrellas brillan porque se producen fusiones nucleares en sus centros. N�tese tambi�n en la gr�fica 5 que el hierro es el elemento con menor energ�a: el n�cleo del hierro ni se fusiona ni se fisiona, y es por lo tanto el n�cleo m�s estable en la naturaleza.



Figura 5. Masa faltante de los n�cleos at�micos en funci�n del n�mero at�mico (n�mero de protones en el n�cleo).


INTERACCIONES D�BILES

El repertorio de fuerzas de la naturaleza no termina con la gravitaci�n, el electromagnetismo y las fuerzas nucleares. En los a�os treinta, los f�sicos que estudiaban las radiaciones emitidas por los �tomos se dieron cuenta de que en algunos casos, los n�cleos at�micos eliminan electrones; a este proceso lo llamaron radiaci�n beta. Pronto se descubri� que la radiaci�n beta se debe a que un neutr�n en el n�cleo se transforma en un prot�n y un electr�n, y este �ltimo se escapa a gran velocidad del n�cleo.

Pero, al medir las propiedades del electr�n que se escapaba, los f�sicos descubrieron que le faltaba algo de energ�a. Al principio hubo cierta alarma, pues parec�a que la energ�a no se conservaba en contra del principio bien establecido de que la cantidad total de energ�a y masa implicada en cualquier proceso f�sico no se crea ni se destruye. Para solucionar este problema propusieron que una nueva clase de part�cula se lleva la energ�a faltante, una part�cula sin carga, totalmente invisible e inmune a las fuerzas el�ctricas y magn�ticas. Enrico Fermi llam� neutrino a tal part�cula (que en italiano significa "neutroncito") para distinguirlo del neutr�n, y ese es el nombre que se le ha quedado.

La interacci�n del neutrino con la materia no es enteramente nula, pero es millones de veces menos intensa que la de una part�cula "normal ". Es la cuarta fuerza de la naturaleza y se le llama interacci�n d�bil. Su alcance es extremadamente corto, semejante al de las fuerzas nucleares, raz�n por la que no forma parte de nuestra experiencia cotidiana. En promedio, se necesitar�an billones de kil�metros de plomo para absorber un neutrino (en comparaci�n, una l�mina delgada de metal detiene cualquier fot�n de luz). Si tuvi�ramos ojos sensible a los neutrinos podr�amos "ver" el centro de la Tierra o del Sol... Y es que la luz, siendo un fen�meno electromagn�tico, interact�a electromagn�ticamente con los �tomos. Como se�alamos antes, la "dureza" de un �tomo se debe casi exclusivamente al campo electromagn�tico que posee. Para el neutrino que es insensible a ese campo, el �tomo es un cuerpo casi inexistente.

La existencia de los neutrinos se ha establecido plenamente hoy en d�a y sus propiedades son bien conocidas. La m�s interesante es que el neutrino no tiene masa, o, si la tiene, es extremadamente peque�a. Si la masa del neutrino es estrictamente cero, entonces esta part�cula, al igual que el fot�n, tiene que moverse siempre a la velocidad de la luz. Tal parece que el neutrino comparte esa propiedad con el fot�n. As�, un neutrino nunca podr�a estar en reposo.

A pesar de ser pr�cticamente imperceptibles, los neutrinos desempe�an un papel muy importante en los fen�menos c�smicos. Por ejemplo, el Sol brilla porque se producen en su centro reacciones nucleares por la fusi�n del hidr�geno. Esas reacciones generan luz y calor pero tambi�n neutrinos. De hecho, una fracci�n importante de la energ�a solar es emitida a manera de neutrinos; los que llegan a la Tierra atraviesan nuestro planeta a la velocidad de la luz y siguen su viaje por el espacio. Por nuestro cuerpo cruzan cada segundo alrededor de 100 billones de neutrinos provenientes del Sol sin que nos demos cuenta.

Si pudi�ramos detectar los neutrinos solares, "ver�amos" el centro mismo de Sol. Pero �c�mo capturar tan elusivas part�culas? La �nica posibilidad es un detector lo suficientemente grande para garantizar que unos cuantos neutrinos, en un flujo de billones y billones, sean absorbidos y detectados (algo an�logo a comprar un gran n�mero de boletos de la loter�a para asegurarse de sacar alguna vez un premio mayor).

En 1973 empez� a funcionar el primer detector de neutrinos solares, que consist�a en 600 toneladas de cloro sumergidas en una vieja mina de oro en Dakota del Sur. Cuando ocasionalmente un neutrino era absorbido por un �tomo de cloro, �ste se transformaba en arg�n radiactivo; midiendo la cantidad de arg�n producido se determina cu�ntos neutrinos han sido capturados. Y, efectivamente, se logr� detectar del orden de una docena de neutrinos al mes. Por una parte, el experimento fue todo un �xito y sus resultados han sido confirmados posteriormente, pero, por otra parte, plante� nuevos problemas, ya que los c�lculos te�ricos predec�an aproximadamente el triple de neutrinos capturados. Este es un problema que todav�a no est� resuelto de manera definitiva.

Adem�s de los neutrinos solares, es muy probable que el espacio c�smico est� lleno de neutrinos cuyos or�genes se deben buscar en los primeros instantes del Universo. Los f�sicos han calculado que, junto con la materia com�n, una gran cantidad de neutrinos debi� crearse pocos instantes despu�s de la Gran Explosi�n, y que estos todav�a llenan el Universo; as�, nos movemos en un mar de unos 300 neutrinos de origen c�smico por cent�metro c�bico. Desgraciadamente, estos neutrinos son much�simo m�s dif�ciles de detectar que los de origen solar, aunque es posible que en el futuro puedan ser observados, con lo cual podr�amos echar un "vistazo" a los primeros segundos de existencia del Universo.

Aunque los neutrinos parecen no poseer masa, esto est� a�n por confirmarse. En 1981 un grupo de cient�ficos rusos anunci� haber medido una peque��sima masa, equivalente a menos de una diezmil�sima parte de la masa del electr�n. Esto caus� gran revuelo en la comunidad cient�fica porque las implicaciones de un neutrino masivo, son muy importantes para la evoluci�n del Universo. En efecto, habiendo tantos neutrinos, la mayor parte de la masa del Universo corresponder�a a estas part�culas y no a la materia com�n. A su vez, esa masa ser�a tan grande que determinar�a la evoluci�n del Universo. Volveremos a este tema en el cap�tulo VII, pero por el momento aclaremos que, como se descubri� posteriormente, el resultado del grupo ruso result� ser una falsa alarma. Sin embargo, no est� del todo excluido que el neutrino tenga una peque��sima masa y que �sta sea medida alg�n d�a.

Por �ltimo, hay que se�alar que un neutrino tambi�n tiene una antipart�cula que es el antineutrino. Para ser precisos, un antineutrino es el que se emite en el decaimiento del neutr�n. A pesar de que los neutrinos no poseen carga el�ctrica, s� es posible distinguir un neutrino de un antineutrino, como veremos en el cap�tulo IV.

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