VI. EL VIDRIO EN MÉXICO
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EN LA
historia de México dos civilizaciones han vivido y combatido en su territorio y en el alma de cada mexicano. Una originaria de estas tierras y otra venida de fuera, pero enraizada tan profundamente que se confunde con el ser mismo del pueblo mexicano.1En el inigualable momento de la Conquista, mucho tuvieron que aprender unos de otros, y la manufactura del vidrio fue uno de los aprendizajes que los españoles dieron a los mexicanos en el siglo
XVI
.Aun cuando poseían sustancias para su elaboración, como sílice, óxidos alcalinos y cal, nuestros antepasados indígenas no fabricaban vidrio. Sólo se admiraban ante los minerales cristalinos por naturaleza, que se parecían al vidrio en aspecto y transparencia, pero que eran muy distintos en su dureza y en la forma de trabajarlos.
El único vidrio utilizado por nuestros antepasados antes de la Conquista fue el vidrio volcánico oscuro, llamado por los tarascos tzinapu, por los mexicas itztli, y por nosotros obsidiana. La obsidiana se ha utilizado en nuestro país desde hace miles de años en la elaboración de herramientas como puntas de flecha, lanzas y cuchillos; después empezó a tallarse y a utilizarse como adorno (figura 61). Aun cuando en el México prehispánico no se sabía cómo fabricar el vidrio a partir de arcillas empleando hornos especiales, los aztecas lo usaban y lo trabajaban para crear utensilios de guerra y ornamentales; nunca se imaginaron que la obsidiana fuera un vidrio. Sin ir muy lejos, hoy mucha gente no sabe que lo es.
Antes de la llegada de los españoles, los aztecas no soñaban ni remotamente con la tecnología y la industria ya establecidas en Europa. La filosofia de los indígenas consideraba al tiempo como un perpetuo recomenzar de la vida que giraba en torno al círculo trazado por los dioses. El tiempo no era inerte, era un material ofrecido por las divinidades como una especie de pastel de vida que había que disfrutar. Plasmaban en el arte toda su ideología y no había interés por la industria. Claro ejemplo de ello es la mujer azteca dando a luz, estatuilla de jade con incrustaciones de obsidiana que representa a la diosa de los placeres sexuales, conocida por los aztecas como comedora de basura, y que aparece en la figura 61 dando a luz al dios del maíz, también vinculado con la penitencia y el sacrificio.
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Figura 61. Mujer azteca dando a luz.
Tampoco faltaron jamás los temas macabros en el arte azteca. La calavera humana, símbolo del dios de la muerte Mictlantecuhtli, fue tratada muchísimas veces en las formas y los materiales más diversos. Existe un ejemplar de cristal de roca (que casualmente posee el British Museum) que no es solamente una proeza técnica, pues no hay que olvidar que semejante trabajo fue ejecutado con instrumentos de piedra y cobre, taladros de madera y arena mojada, sino que también es una obra de arte, pues posee una fuerza impresionante y una belleza siniestra (figura 62). Pero el cristal de roca, aunque lo parece, no es un vidrio; es un ejemplo de los minerales que utilizaron y que se parecían a él.
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Figura 62. Calavera azteca de cristal de roca.
El único vidrio que trabajaron fue la obsidiana, que en México se encuentra en varias tonalidades: rojiza, azulada, verde oscuro y negra. Todas pueden ser utilizadas, pero las que más se trabajaron fueron la verde oscuro y la negra. Esta roca puede encontrarse en el suelo abierto sin ninguna dificultad, pero si se quiere obtener obsidiana de mejor calidad hay que buscarla a más profundidad en la tierra. Sabiendo esto, los indígenas explotaron minas como la del Cerro de las Navajas, en el estado de Hidalgo, para abastecer al valle de Anáhuac de obsidiana con características óptimas de color, tenacidad y homogeneidad.
La obsidiana se trabajó con gran habilidad para formar cuchillos. Para lograr esto se presionaban piezas grandes de las cuales se desprendían esquirlas con forma de cuchillo, que tenían un buen filo y que, aunque duraban poco, podían utilizarse para labrar piedras, trabajar pieles, cortar el cabello y afeitar, en intervenciones quirúrgicas y para los sacrificios humanos. Los conquistadores españoles no ocultaron su perplejidad al descubrir la templanza y la dulzura de las costumbres de los aztecas y la crueldad de sus ritos. Eran capaces de utilizar la obsidiana tanto para vencer a la muerte mediante intervenciones quirúrgicas, como para ayudarla a triunfar con los sacrificios a los dioses.
Vidrio mineral consolidado por obra del súbito enfriamiento de la lava volcánica, la obsidiana se convirtió en mercancía suntuaria para la creación de máscaras y la decoración de calaveras humanas (figura 63). Además, muy bien pulida servía de espejo. Éste siempre ha llamado la atención en la historia de la humanidad, porque es la única forma de saber cómo nos ven físicamente los demás.
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Figura 63. Calavera humana con incrustaciones de turquesa, obsidiana y pirita. Corresponde a Tezcatlipoca, dios azteca de la Osa Mayor.
Existen orejeras, máscaras, vasos, estatuillas y diversas figuras hábilmente talladas en este translúcido mineral, que está formado por silicatos de alúmina y metales. El más hermoso ejemplo sobreviviente se encuentra en el Museo Nacional de Antropología, y es el recipiente con relieve de mono (figura 64). Cuando vayas al Museo y lo veas, piensa que está hecho de obsidiana y que la obsidiana fue el único vidrio que utilizaron los mexicanos antes de la Conquista.
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Figura 64. Vasija de obsidiana, cultura azteca.
En el sigloXVI
, Rodrigo Espinosa emprendió una larga travesía por el océano en busca de fama y fortuna, como todos los hombres de su generación. Arribó a las Indias y se instaló en la ciudad de Puebla de los Ángeles. Allí fundó su taller y devastó los bosques circundantes para alimentar el fuego de sus hornos. La calle del Venado, donde se asentaba la factoría, llegó a ser célebre porque su producción se exportaba hasta las distantes tierras de Guatemala y del Perú. La calidad de sus redomas, botellas, vasos y vinateras no conoció competencia hasta 1728, cuando el maestro Antonio Prado fincó una nueva fábrica en la misma ciudad angelina. Las destilerías exigían una producción mayor y los vidrieros apenas disponían de tiempo para cumplir con los pedidos.Igual que pasó en Europa y Asia, las técnicas rudimentarias que se empleaban en estas fábricas no podían elaborar el vidrio plano para puertas y ventanas. Casi ninguna casa de la época se podía dar el lujo de tener vidrio en sus construcciones, carencia que se subsanaba con tela pintada en vivos colores, que adquirían dureza gracias al barniz de cera fundida con el que se les daba terminado.
Con los años, la fabricación de vidrio en México se convirtió en una sólida fuente de ingresos. Puebla cedió su lugar a la ciudad de México y a la de Monterrey. Esta última desarrolla la industria del vidrio como un apoyo a la industria cervecera; era necesario alcanzar la autosuficiencia en la manufactura de los envases de vidrio (figura 65).
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Figura 65. La industria del vidrio; botellas y vasos de uso común.
En 1889 Camilo Ávalos Razo, después de un primer intento en Puebla, instala una pequeña fábrica en las inmediaciones del barrio comercial por excelencia de la capital mexicana: La Merced. En la calle de Carretones erige el que será, con los años, el más prestigioso surtidor de vidrio soplado en México. Don Camilo fue el primer vidriero de origen netamente mexicano. Sus descendientes continuaron con la tradición y la expandieron por rumbos diversos. Uno de sus hijos se trasladó a Guadalajara, donde las destilerías de tequila demandaban envases para su producto, y Ávalos se encargó de proporcionárselos. Con los años, las necesidades industriales, resueltas de manera mecánica, dejaron libre el camino para que en la fábrica de Carretones de la familia Ávalos se explorara la producción artesanal. La artesanía encontró un desarrollo que, aunque más modesto, ha mantenido una continuidad que perpetúa hasta nuestros días las ancestrales técnicas de fabricación con vidrio soplado. Los Ávalos introdujeron nuevos diseños y la excelencia de su trabajo llegó, incluso, a las salas de exposición del Museo del Palacio de Bellas Artes, donde en los años sesenta se dio cabida a las tinajas, vitroleros, copas y floreros salidos de las manos de expertos que, al igual que los antiguos egipcios, extraen del horno el vidrio que se transformará en objetos que aúnan sentido práctico y belleza.
Hoy en día la fábrica de Carretones conserva la pureza de una sólida tradición. Cuatro ventanales, con sus vitrales de estilo art nouveau, reciben al visitante en el edificio del siglo
XIX
que alberga una treintena de obreros y a una población de palomas que desciende sobre las jacarandas del patio central como una oleada viva.Cada uno de los objetos que proliferan en los anaqueles: esferas, copas de formas y nombres extravagantes, platones y candelabros, jarras, vasos y ceniceros, se hace de acuerdo con el mismo proceso. El equipo de trabajo está formado por un número aproximado de ocho hombres: el bebentero, el soplador, el apuntilador, el piecero, el molicero, el caldeador, el pasador y el maestro. De uno a otro pasa el vidrio viscoso que cobra forma y se solidifica en cada paso del procedimiento. El horno contiene varios crisoles alimentados por un fogonero, que deposita en su interior de barro la pedacería de vidrio; cada receptáculo contiene la sustancia específica que le brindará su coloración a la pieza terminada, pero en el interior del fogón, todo refulge con un matiz blanco que parece tener encerrado al Sol. El trabajo culmina en manos del maestro acabador, quien imprimirá su forma definitiva al producto.
Igual que en el cuento de Andersen, donde la botella recuerda el horno en llamas en que había nacido, y la manera como la habían soplado y formado de una masa líquida e hirviente, el vidrio se declarará vencido ante una voluntad creadora expresada a fuerza de giros, golpes y pulimentos. Antes de salir al mundo, la pieza reposará en un lecho de arena durante un día entero. Las arcas de enfriado albergarán el quebradizo tesoro que mostrará al mundo los esplendores del vidrio soplado mexicano.
México dedica una rama de la industria vidriera a los niños. ¿Cuál crees que sea? Claro, las canicas. Pero ¿cómo se logra que sean tan redonditas? Te vamos a platicar lo que sucede en una fábrica de canicas para que lo averigñes. Lo primero que se ve son montes de arena silícea, arcilla, de la cual ya te platicamos en los capítulos anteriores. La meten en un horno que tiene una temperatura 15 veces mayor que la del agua cuando hierve. Sale un líquido al cual hay que dejar enfriar de tres a cinco horas y después dejarlo salir, como sale un chorro de agua de la llave, y cortarlo con unas tijeras. Lo dejan caer libremente a unos rodillos con surcos que siempre están dando vueltas y que son los que le dan la forma esférica al vidrio. Es como cuando quieres hacer una pelota de plastilina y le das vueltas entre las manos. Las canicas bajan por una rampa y terminan de enfriarse, con lo cual se vuelven más resistentes. También se utilizan botellas rotas y desperdicios de vidrios para hacerlas transparentes, brillantes y juguetonas canicas. México es el principal productor de canicas del mundo. Se hacen de cinco a seis millones por día y se exportan a Alemania, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Colombia y Argentina. Todo el mundo las quiere porque son las más redondas. México les dice a los demás países del mundo "ñchiras pelas!" y gana la partida.
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