PRÓLOGO
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En la actualidad es muy frecuente escuchar comentarios sobre la ecología, el hábitat, los ecosistemas, la biodiversidad, etc., y cada vez es mayor la preocupación por el rápido deterioro ambiental, que día con día es más grave. Al mismo tiempo, y como consecuencia inevitable de este desequilibrio, la lista de especies amenazadas y en peligro de extinción, tanto vegetales como animales, aumenta progresiva e ilimitadamente. Es este contexto el que define las circunstancias en que se encuentran las tortugas marinas, las cuales afrontan un peligro inminente de extinción. Sin embargo, el interés por estas especies se ha despertado últimamente y la preocupación por su futuro es cada día mayor. Por otra parte, debe considerarse que cada una de las poblaciones de tortugas marinas presenta diferentes niveles de complejidad para su manejo, conservación y recuperación, y que su recuperación o extinción dependerá del deterioro que hayan alcanzado tanto ellas mismas como el ecosistema que las rodea, en todos los países de las regiones geográficas tropicales y subtropicales del mundo.
Se intenta describir en el presente trabajo la situación de estas especies en México, de manera panorámica y actualizada. Últimamente se ha repetido con frecuencia que las tortugas marinas contribuyen enormemente a la biodiversidad de la fauna de vertebrados marinos, que de las once variedades que existen en el mundo, diez frecuentan nuestros litorales y nueve encuentran playas favorables para su reproducción y que sólo la tortuga perica o jabalina (Caretta caretta gigas) del Océano Pacífico no se reproduce en nuestro país.
Cada variedad de tortuga que habita en nuestros mares y costas es diferente y posee sus peculiaridades. Por ejemplo, la tortuga lora (Lepidochelys kempii) es una de las más interesantes, debido a que los adultos habitan exclusivamente dentro del Golfo de México y todas las hembras convergen para su reproducción en un solo punto geográfico, que es una franja de playa arenosa de poco más de 100 km de largo en el estado de Tamaulipas. Como un vestigio de una mayor abundancia pretérita, la especie extiende su área de anidación en pequeños grupos, hacia el sur, entre Veracruz y Campeche.
También por el lado del Atlántico están presentes dos de las poblaciones más importantes de tortuga de carey (Eretmochelys imbricata) que aún quedan en el hemisferio occidental, las cuales anidan en dos playas mexicanas, una en Campeche y otra en Yucatán y parecen estar separadas geográficamente de la población cubana y de las demás que existen en el mar Caribe, lo cual es muy importante conocer para determinar el plan y la manera de manejar y conservar las poblaciones de esta especie en la región.
Otra especie muy peculiar, cuya principal área de distribución se encuentra en la costa del Pacífico mexicano, es la tortuga prieta (Chelonia agassizii). Casi toda la población adulta que se encuentra madura en determinado momento, durante la época de reproducción se encuentra frente al litoral del estado de Michoacán y al concluir el periodo de desove algunas se dirigirán hacia el Golfo de California y otras a las lagunas del Istmo de Tehuantepec, pero una buena parte de la población irá más allá, hasta Centroamérica o el norte de Sudamérica, buscando otras zonas de alimentación.
Fuera de México, hacia el sur existen otras poblaciones de Chelonia, generalmente pequeñas, que se reproducen en Centroamérica; una muy importante es la que habita en las islas Galápagos, pues presenta ligeras diferencias morfológicas, de hábitos y de distribución geográfica, que la separan biogeográficamente de la tortuga prieta mexicana.
También en este mismo litoral del Océano Pacífico habitan algunas de las poblaciones más importantes del mundo de las tortugas golfina (Lepidochelys olivacea) y laúd o tinglada (Dermochelys coriacea schlegelii). La primera anida principalmente en el estado de Oaxaca y en lo que respecta a la producción de crías, México es quizá el país más importante en todo el mundo, tal vez sólo comparable con la cantidad que se reproduce en las playas de Gahimartha, al noroeste de la India en el distrito de Orissa. Por otra parte, es posible que en Nancite y Ostional, Costa Rica, donde también hay grandes arribazones, se produzca una cantidad similar de huevos a la que se produce en las playas de México, pero dadas las actuales características naturales adversas, sobre todo en Nancite, con la misma cantidad de huevos desovados nunca se producirá ni la mitad de las crías que en nuestro país cada año llegan al mar. Debe aclararse que este caso no es un problema de sobreexplotación ni es causado por el hombre, sino que es un fenómeno totalmente natural y evolutivo, pues la capacidad de la playa centroamericana de Nancite es demasiado pequeña (un kilómetro de largo) para una población tan numerosa, por lo que la mortalidad de los huevos y crías durante la anidación e incubación fácilmente llega a 95%. Sin embargo debe existir un mecanismo de sobrevivencia compensatoria aún no explicado, que permite la estabilidad de la población a pesar de tan alta mortalidad de huevos y crías.
La segunda especie, la laúd (Dermochelys coriacea schlegelii) anida en el Pacífico mexicano principalmente entre Colima y Oaxaca y en pequeños grupos desde Baja California Sur hasta Chiapas. En estas costas y en Centroamérica existen las poblaciones reproductoras más importantes del mundo. En Malasia y en las Guayanas había poblaciones igualmente numerosas, pero su deterioro ha sido tal que se consideran en inminente peligro de extinción. Actualmente las poblaciones reproductoras mexicanas son quizá las más importantes del mundo; esta especie anida principalmente en las playas de Mexiquillo, Michoacán, Tierra Colorada, Guerrero, y en Chacahua y Barra de la Cruz en Oaxaca, sin embargo se desconoce en detalle cuál es su situación actual y debido a la problemática social de la región ha resultado difícil la sistematización de los trabajos de manejo y conservación.
En los aspectos histórico, económico y alimenticio las tortugas marinas en México han tenido gran importancia regional y forman parte de la cultura de varios pueblos costeros del país, particularmente de los seris de Sonora, los pómaros de Michoacán y los huaves de Oaxaca, en donde además de tener valor cultural, mágico y religioso, forman o formaron parte esencial de su dieta.
A partir de la segunda mitad de este siglo la importancia económica de las tortugas marinas aumentó rápidamente, de tal manera que en los años sesenta constituyeron una importante pesquería ribereña. En México, la captura de tortugas marinas se desarrolló de tal manera que durante casi dos décadas (1965-1982) contribuyó con más de la mitad de la producción mundial. Sin embargo, al no considerarse los límites biológicos de las poblaciones, pronto se rebasaron los niveles óptimos de explotación y se agotaron varias de las colonias más importantes de la tortuga golfina; las otras especies fueron llevadas con mayor rapidez a niveles incosteables para propósitos de explotación legal, pero su escasez las ha convertido en productos altamente cotizados, por lo que su captura ha continuado sin interrupción. Por ejemplo en el mercado negro una tortuga de 50 kilos puede llegar a costar dos mil pesos, equivalente a unos 300 dólares, variando este precio según la especie y la demanda.
Sin embargo no todo ha sido negativo para las tortugas marinas, ya que al mismo tiempo que la pesquería comercial se fue expandiendo, se fomentaron las actividades conservacionistas y de investigación científica, siendo México, hoy en día, uno de los países que mayor actividad e iniciativa ha demostrado en este campo. Con la idea de administrar la pesquería, recuperar antiguas poblaciones y evitar que otras continuaran reduciéndose desde hace 30 años, la ex Secretaría de Pesca (ahora
SEMARNAP)
ha instalado campamentos tortugueros. De la misma manera, dentro del sector gubernamental se organizó un programa en los años ochenta, por parte de la antigua Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, que ha sido unificado en la nueva Secretaría y cubre además los aspectos de educación y fomento para la conservación.Durante 1991 y 1992, con diversos apoyos federales, estatales, privadas e internacionales, ambas secretarías, incluyendo algunas universidades, establecieron más de 80 campamentos, con lo cual se protegió la incubación de poco más de 240 000 nidos, que implican casi 25 millones de huevos, y se obtuvo más de 7.5 millones de crías, de todas las especies, pero en particular de la golfina del Pacífico.
Como resultado de lo antes expuesto resulta fácil entender por qué las tortugas marinas tienen una enorme importancia para México y por qué la producción de estas tortugas en nuestro país ocupa un papel importante en el mundo. En este contexto tenemos el compromiso de asegurar su continuidad como parte de la diversidad biológica de la fauna de México y del mundo y como una herencia para las generaciones venideras. Tampoco debemos olvidar que las tortugas marinas fueron un patrimonio alimenticio y económico de las poblaciones ribereñas y que su conservación debe considerarse en este marco, es decir; con la perspectiva futura de recuperarlas como especies biológicas y como recurso alimenticio que debe manejarse de manera responsable. Por consiguiente, en la actualidad, la recuperación y conservación de estas especies no puede ser compromiso de una sola secretaría de Estado ni de un pequeño grupo de personas interesadas; el éxito sólo se podrá lograr si se cuenta con la participación de todos los ciudadanos, unos evitando que se multiplique el contrabando, otros preservando el hábitat donde se alimentan y reproducen y, otros más, la inmensa mayoría, respetando a las tortugas marinas como seres vivos que forman parte importante del ecosistema, del cual el hombre no es sólo un eslabón más, sino el que mantiene el equilibrio de este delicado entorno. Su futuro está en sus manos.
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