V. EL HOMBRE Y LAS TORTUGAS

EL USO de las tortugas marinas como alimento, ya sea su carne o sus huevos, ha sido históricamente un hábito tradicional de muchos pueblos ribereños y esta situación se repite alrededor de las regiones tropicales y subtropicales de todo el mundo. Mientras los pueblos ribereños las estuvieron utilizando directamente para su subsistencia, en especial sus huevos, el equilibrio entre el hombre y las poblaciones de tortugas marinas se mantuvo con pocos cambios. Para algunas de estas poblaciones el problema surgió con el establecimiento, a partir de la segunda mitad del siglo XVI, de las rutas de navegación intercontinental y la proliferación de los asentamientos de europeos en las tierras recién descubiertas. Fue en esa época cuando empezó a romperse el equilibrio al iniciarse una explotación sistemática de las poblaciones tortugueras que se encontraban a lo largo de las rutas comerciales entre Europa y Asia y entre Europa y América. Incluso a varias de las islas que eran abundantes en estos quelonios, y posiblemente para tener una referencia utilitaria más adecuada, se les pusieron nombres como la isla Dry Tortugas, al oeste de los Cayos de la Florida, las islas Caimán, al sur de Cuba, que originalmente se les llamó Turtle's Islands, otra fue la Ile á la Tortue, al noroeste de Haití, la Isla de la Tortuga al oeste de isla Margarita, en Venezuela, o bien las islas Galápagos, posesión ecuatoriana en Sudamérica, famosas por sus peculiares y gigantescas tortugas terrestres, en cuyas playas y alrededores también son abundantes las tortugas marinas. Hay otras islas que aunque de manera local se les conoce por cierto nombre relacionado con la abundancia de estos reptiles en los mapas aparecen con otros apelativos que no hacen alusión a ellos, como es el caso de las "islas tortugueras" cercanas a Sarawak y Sabah (Borneo), a Indonesia y a Filipinas. Paradójicamente, muchas de las islas que fueron famosas por la abundancia de quelonios hoy en día son las más depauperadas en cuanto a estos valiosos animales.

En nuestro país las tortugas fueron utilizadas por los pueblos prehispánicos como medio de subsistencia, y aún hasta la década de los cincuenta seguían explotándolas de la misma manera en ciertas partes de la costa, para consumir la carne y sus huevos sin desarrollar ninguna pesquería comercial. Lo mismo sucedía en el golfo de California con los pueblos seris (Figura 25), descendientes de tribus que fueron nómadas al norte de México y ahora asentadas en el estado de Sonora, las cuales aún conservan un gran conocimiento de las diferentes especies de tortugas de la región e incluso saben distinguir entre variedades de la misma especie, según la morfología externa, sus hábitos y las temporadas en que se acercan a sus aguas. Más al sur, en el estado de Michoacán se encuentran los pómaros, pueblo de origen nahua que vive en la vertiente costera de la sierra Madre del Sur, en la parte conocida como Sierra de Coalcomán; ellos bajaban a la costa durante la temporada de reproducción de las tortugas a colectar huevos, sin dañar a los adultos, pues consideraban que de esa manera siempre tendrían alimento disponible. Otra tribu indígena, la de los huaves, que vive asentada en las riberas de la Laguna Superior e Inferior, en el Istmo de Tehuantepec, explotaba, coincidentemente, la misma especie que las dos tribus anteriores, la tortuga prieta Chelonia agassizii. También en las mismas costas oaxaqueñas era una costumbre de los pueblos zapotecas, durante las extraordinarias arribazones de la tortuga golfina, Lepidochelys olivacea, colectar suficiente cantidad de huevos que ponían a secar y, cargados en hatos de burros, regresaban directamente a sus pueblos o bien una parte era llevada a vender en los mercados cercanos de Tehuantepec, Juchitán y Salina Cruz. Esas costumbres aún forman parte del folklore oaxaqueño, y hacen representaciones musicales al respecto durante las fiestas tradicionales.

[MCT 31]

Figura 25. Arpón de "punta libre" o separable que utilizaban los indios seris en el Golfo de California, para la captura de tortugas marinas.

CONSIDERACIONES GENERALES

Debido a que son reptiles de lento crecimiento y maduración tardía (generalmente más de ocho años), un desarrollo inadecuado de su explotación se reflejará hasta después de un periodo similar según la especie; por tal motivo su explotación debe ajustarse cuidadosamente, sin arriesgar el futuro de las especies, y estar vinculada a programas de investigación, recuperación, fomento y protección ambiental, para evitar episodios tan lamentables como los ocurridos entre 1969 y 1972, cuando se agotaron varias de las poblaciones, las cuales hasta la fecha no se han podido recuperar y algunas continúan deteriorándose, pues las causas que las afectaron aún están presentes. Estas especies todavía tienen gran valor y aceptación comercial y son objeto de actividades clandestinas, tanto en la playa (huevo) como en el mar (piel, huevo y carne). Además, debido a las restricciones administrativas el valor comercial se ha disparado a tal grado que un pequeño esfuerzo del pescador le reditúa una ganancia económica muy alta, y por lo mismo es difícil que estas personas acepten voluntariamente una opción que implique mayor trabajo con menor ganancia, como a la que equivaldría el querer integrarlos a las actividades pesqueras ribereñas convencionales, por lo que algunos prefieren seguir explotando a las tortugas a pesar de los riesgos que representa. Por esto es necesario desarrollar una intensa campaña educativa y financiar nuevas actividades que les permitan subsistir adecuadamente.

Las tortugas marinas, por su amplia distribución geográfica, sus hábitos y características biológicas, son en todas sus fases de desarrollo altamente vulnerables a la depredación natural, a la captura comercial (Figuras 26 (a) (b) y (c)), al saqueo de sus nidos y a la explotación ilegal de adultos. Aunado a lo anterior está el hecho de que durante las actividades de otras pesquerías pueden ser atrapadas de manera incidental, particularmente por redes de arrastre de fondo, de cerco y agalleras, por palangres, trampas fijas, almadrabas, etcétera.

[MCT 32]

Figura 26. Actividades en la captura comercial en el Pacífico mexicano. Hasta el 31 de mayo de 1990 fue una actividad legal. a) Captura "al brinco", b) rastro en Barra de Navidad (1973) y c) tiradero de carapachos y huesos cerca de la planta PIOSA de Puerto Ángel, Oaxaca (1989).

Casi todas las poblaciones de tortugas marinas han sido reducidas a tal grado que debido a la presión actual, tanto de las pesquerías, como de las alteraciones del medio (urbanización y turismo, carreteras, petróleo, desechos industriales, termoeléctricas, etc.), se consideran amenazadas o en peligro de extinción. En virtud de esta situación su recuperación resulta lenta y costosa, por lo que se necesita la acción inmediata y concertada de entidades oficiales y privadas, coordinadas por un grupo de trabajo que ordene y dirija efectivamente las actividades para restablecer el equilibrio poblacional.

INVESTIGACIÓN Y CONSERVACIÓN

En 1962 y 1963 el gobierno federal, a través del Instituto Nacional de Investigaciones Biológico Pesqueras inició los primeros estudios. Los biólogos Aurelio Solórzano y Dilio Fuentes organizaron las primeras prospecciones a las áreas de captura, particularmente al sureste, a la península de Yucatán, donde se desarrollaba una pesquería formal, la cual exportaba regularmente el producto a la Florida, EUA, pues cada cierto tiempo, entre quince días y un mes, venía un barco a cargar varias docenas de tortugas blancas (Chelonia mydas) vivas, que eran capturadas en los alrededores de las islas Holbox, Contoy, Mujeres y Cozumel y frente a las playas del Carmen y Boca Paila. A los pioneros mencionados se sumaron los biólogos Juan Manuel de la Garza, Manuel Solís y el autor, quienes al tiempo que emprendieron investigaciones en las áreas de anidación de esa región caribeña, también indicaron trabajos de muestreo de la captura comercial.

El Programa Nacional de Tortugas Marinas se inició en el año 1964, por instrucciones del subdirector de Pesca, doctor Rodolfo Ramírez G. Este programa fue organizado dentro de la Sección de Herpetología, a cargo del autor, la cual formaba parte de la División de Vertebrados Marinos, que dirigía el biólogo Ernesto Ramírez H., del Instituto de Investigaciones mencionado anteriormente. A partir de entonces en todo el país se intensificaron las prospecciones para determinar las principales áreas de anidación y de pesca y en 1966 se instalaron por primera vez los campamentos tortugueros móviles: el de Rancho Nuevo, a cargo del biólogo Humberto Chávez, en la Barra Calabazas, Tamaulipas; y los de Boca de Apiza, Michoacán y Boca de Pascuales, Colima, que fueron coordinados por el autor y el biólogo Antonio Montoya. En 1967 surgió La Escobilla, Oaxaca; Piedra del Tlacoyunque, Guerrero, y Playón de Mismaloya, Jalisco. Con el tiempo, a medida que fueron aumentando los recursos económicos y logísticos, se establecieron más de 14 campamentos con apoyo de la Dirección General de Pesca, después Departamento, Subsecretaría y finalmente Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca. Para esto se contó (y se cuenta) con el decidido apoyo de la Secretaría de Marina y del sector pesquero. En 1992 se instaló un número cinco veces mayor; con la intervención de otras secretarías de Estado, universidades, sociedades civiles, gobiernos estatales y organismos internacionales. En los últimos años la SEMARNAP ha iniciado actividades para la instalación definitiva de centros de investigación para tortugas marinas en seis de las más importantes playas de anidación: Rancho Nuevo, Tamaulipas Figuras 27 (a), (b) y (c); Isla Aguada, Campeche; río Lagartos, Yucatán; el Verde Camacho, Sinaloa; La Escobilla y Barra de la Cruz, Oaxaca, y con objeto de cubrir todas las variedades de tortugas marinas recientemente se construyó el Centro Mexicano de la Tortuga en la región de Mazunte, Puerto Ángel, Oaxaca (Figura 28).

[MCT 33]

Figura 27. Estación de investigación para tortugas marinas en Rancho Nuevo, Tamaulipas. a) personal de investigadores y técnicos de la SEMARNAP.

[MCT 34]

Figura 27. b) vista general de las instalaciones y c) corral para incubación de los huevos (1992).

[MCT 35]
ATLÁNTICO
PACÍFICO
A Rancho Nuevo, Tams.   1 Todos Santos, B.C.. 15 Mexiquillo, Mich.
  B Cabo rojo, Ver. 2 Playa Ceuta, Sin.   16 Chuquiapan, Mich.
  C Tecolutla, Ver. 3 El Verde, Sin   17 Las Calabazas, Mich.
  D I. Aguada, Camp.   4 B. de Camichin, Nay.   18 El Petatillo,Gro.
  E Sabancuy, Camp.   5 Chacala, Nay 19 P. Tlacoyunque, Gro.
F Río Lagartos,Yuc.   6 Tehuamixtle, Jal.   20 Marquelia, Gro.
  G El Cuyo, Yuc. 7 Playon Mismolaya, Jal. 21 Tierra Colorada, Gro.
H I. Contoy 8 Playa Teopa, Jal. 22 Chacahua, Oax.
  I I. Mujeres, Q. Roo 9 Cuitzamala, Jal. 23 La Escobilla, Oax.
  J I. Cozumel, Q. Roo 10 El Tecuán, Jal.   24 Copalita, Oax.
  K Bahía Paila (10 Playas), Q. Roo   11 El Chupadero, Col.   25 Morro Ayuta, Oax.
        12 Boca de Apiza , Col.   26 Barra de la Cruz, Oax.
      13 Colola, Mich. 27 Puerto Aristas, Chis.
      14 Maruata, Mich.   28 Puerto Madero, Chis.

Figura 28. Zonas de reserva natural y campamentos tortugueros que se instalan en México para la conservación y estudio de las tortugas marinas.

LOS CAMPAMENTOS TORTUGUEROS

Originalmente fueron diseñados para la conservación de estas especies (Figura 28). Sin embargo, al mismo tiempo que en ellos se protegía a las tortugas, se empezó a desarrollar un archivo de información básica, particularmente sobre la importancia de las playas de anidación, una evaluación preliminar del tamaño de las poblaciones anidadoras, mediciones morfométricas y de individuos y como tema prioritario se inició un programa de marcado, también de carácter nacional, adquiriéndose las primeras 5 000 marcas de acero monel (serie A) con la dirección del Instituto. En la actualidad se fabrican marcas de mayor duración, corno las de una aleación llamada inconel e incluso de titanio; sin embargo estas últimas son muy caras y difíciles de conseguir. El tamaño utilizado hasta hace algunos años (1990), fue de 1.625 pg (4.0 cm), pero debido a que el acero inconel es más duro, este nuevo tipo de marca se fabrica en un tamaño menor, de 1 pg (2.5 cm). Este tamaño pequeño parece dar los mismos resultados en las tortugas adultas que el usado previamente, siendo también adecuado para el marcaje de juveniles por encima de los 20 cm de longitud en el carapacho.

Los diferentes tipos de marcas utilizadas en la actualidad y el lugar donde deben ser colocadas se ilustran en la figura 29. Dependiendo de la especie es el tipo de marca y la forma de marcar. Generalmente en las tortugas de talla pequeña la marca metálica se coloca en el primero o segundo cayo (escama) proximal del borde posterior de la aleta izquierda; en las de mayor tamaño (más de 80 cm de carapacho), la aleta es más gruesa y dura; en estos casos la marca se puede colocar entre las dos escamas mencionadas. Para la tortuga laúd se han usado marcas de plástico del tipo Rot-O-Tag (para orejas de ganado), las cuales se colocan en la membrana crural, que es la piel que une al borde interno de las aletas posteriores con la cola.

[MCT 36]

Figura 29. Diferentes tipos de marcas utilizadas en las tortugas marinas. Metálica (acero monel, inconel, titanio), plástica, PIT-tag, marca viva (transplante de tejidos). Para marca de radiosatélite véase la figura 11.

Otra forma de marcado, ideada por el doctor John Hendrickson de la Universidad de Arizona, especialmente para las tortugas recién nacidas, consiste en el transplante e intercambio de pequeños cortes quirúrgicos circulares de los escudos dorsales y ventrales (Figura 29), los que con el crecimiento del animal se observarían como lunares claros en el dorso y oscuros en el vientre. Esta técnica ha sido probada en EUA, sobre todo con las tortugas blancas (Chelonia mydas) y lora (Lepidochelys kempii) y ha mostrado ser bastante eficiente; últimamente se está aplicando también esta técnica en los laboratorios del Centro de Investigaciones de Chetumal, Quintana Roo (CIQRO). Este marcado de crías no ha mostrado aún los resultados esperados, es decir, identificar, quizá después de una década, a las tortugas en las áreas de anidación y aclarar la velocidad de crecimiento y edad de primera madurez. Esto tal vez se deba a la alta mortalidad en las primeras fases de desarrollo, y el reducido número final de organismos marcados que puede llegar a las playas es muy difícil de detectar.

En 1988, dentro del Programa Conjunto México-EUA se inició el uso de una nueva marca con la tortuga lora (Lepidochelys kempii) (Figura 29); esta marca conocida como PIT (Pasive Integranted Transponder) está constituida por un chip incluido en una cápsula de cristal de 11 x 1 mm, misma que se inyecta en el músculo del animal, con una aguja del número 12 a 45ñ de inclinación y cerca de tres centímetros bajo la piel, en la aleta izquierda, entre los huesos del antebrazo, cerca de la articulación con la mano. Esta marca se activa al recibir una señal electromagnética enviada con una sonda, la cual recibe de regreso la señal y la decodifica en una respuesta visual formada por diez dígitos alfanuméricos. Se dice que estas marcas tienen una duración de 20 años; para hacer óptimo su uso se pueden dar algunas recomendaciones: 1) para este marcado se debe contar con suficiente número de sondas; 2) para dar seguimiento a los PIT, éstos se deben colocar sólo a tortugas que se les conozcan sus puntos terminales de migración, es decir, dónde y cuándo se encuentran reunidas, ya sea en las áreas de reproducción y de alimentación o en ambas; 3) las tortugas marcadas se podrán detectar tanto en la zona de alimentación como en la de reproducción, aunque con mayor facilidad en este último lugar; 4) para detectar las marcas deben conocerse el lugar del cuerpo donde fueron colocadas, pues la sonda electromagnética sólo trabaja a unos centímetros de la superficie de la piel; 5) durante el trabajo de campo sólo deberán colocar nuevos PIT, los técnicos que lleven consigo sondas, para evitar el marcado doble, ya que cada marca esterilizada cuesta entre 5 y 10 dólares; 6) se recomienda combinar este tipo de marca con otro, como el metálico, para facilitar su reconocimiento posterior en los archivos, en caso de no contar con una sonda electromagnética.

Cuando se realiza el marcado se toma nota del lugar, fecha y hora, y de una serie de datos básicos, necesarios para comprender el ciclo de vida de estas especies. Estos datos se registran en formas codificadas como la que se ilustra en la figura 30. En ellas también se consignan el número de huevos que cada tortuga desova, los huevos que se pierden durante el traslado del nido, el tiempo transcurrido en los diferentes sucesos en la playa, hasta que se ponen a incubar en los corrales, el tiempo que dura la incubación, el número de crías que brotan y llegan al mar; los huevos cuyos embriones se quedan en alguna fase de desarrollo y los que resultan infértiles o que son depredados o invadidos por algún parásito.

[MCT 37]

Figura 30. Tarjeta para registrar los datos morfológicos, de marcado y de incubación, en los campamentos tortugueros instalados por la SEMARNAP.

Cuando hay un interés puramente conservacionista se recomienda la inmediata liberación de las crías recién nacidas al mar, ya que retenerlas en cautiverio por unos cuantos días agota la dotación de vitelo que aún retienen, el cual teóricamente les permite desarrollar con éxito su primera migración hacia las áreas de alimentación. Generalmente las crías no inician su alimentación activa hasta dos o tres días después de que llegan al mar. Durante la primera semana de vida, debido a la reserva alimenticia que aún retienen, su peso específico es ligeramente menor al del agua salada, de tal manera que se desplazan en o cerca de la superficie, lo cual las pone a merced de las corrientes marinas superficiales. Se tiene la esperanza de que siguiendo el patrón de estas corrientes frente a las playas de anidación, se aclaren las rutas migratorias que desarrollan las crías recién nacidas y que hasta la fecha son casi totalmente desconocidas.

Puesto que se desconocen los mecanismos de aprendizaje que les permitirá a las crías regresar al lugar donde nacieron para desarrollar la anidación, se sugiere reducir al mínimo la manipulación de estos pequeños animales a fin de interferir lo menos posible en su ciclo de vida y darles la oportunidad de memorizar el sitio donde ocurrió la incubación, eclosión y primeras horas de vida activa. Por tal motivo se debe evitar retener crías recién nacidas en cubetas, tinas o cualquier tipo de recipientes con agua de mar, estancada, ya que esto de ninguna manera garantiza una óptima alimentación ni una saludable supervivencia. Cuando se decidiera finalmente liberar las crías, éstas ya habrían agotado el vitelo y perdido la vital y característica facultad migratoria, propia de las recién eclosionadas que las lleva rápidamente del nido a las rompientes y de ahí a la zona de alimentación; además, pueden ser portadoras de infecciones virales, bacterianas o fungosas, adquiridas durante los días o semanas de cultivo. Se desconoce hasta qué punto estas enfermedades pueden ser peligrosas para las poblaciones de tortugas silvestres. Por lo anterior, nunca se deben liberar tortugas que presenten indicios de enfermedades, se observen débiles o presenten cualquier tipo de mutilación.

LA EDUCACIÓN

En los campamentos tortugueros además de las tareas de conservación se desarrollan actividades de acercamiento a las comunidades de la región. Frecuentemente, el personal técnico y científico que labora en los programas de investigación, manejo y conservación es el mismo que desarrolla estas actividades (Figura 31), las cuales consisten en pláticas informativas sobre los trabajos de conservación que se realizan en las playas de anidación, presentación de videos, concursos de dibujo infantil, juegos, piñatas, etc. Dentro de las actividades más relevantes está la convivencia directa con estudiantes de escuelas primarias cercanas a los campamentos, y es común invitar a los niños los días que van a ocurrir las eclosiones más numerosas de crías, motivando su participación activa en las liberaciones que se efectúan en las playas de su localidad. También algunas universidades y sociedades civiles intervienen en los trabajos de conservación, organizan brigadas que visitan las comunidades de la región, tratando de cubrir los objetivos de concentración y promoviendo su participación activa en los programas conservacionistas.

[MCT 38]

Figura 31. Personal técnico explicando a un grupo de primaria las actividades de investigación y conservación que se realizan en un campamento tortuguero. (Foto: Manuel Sánchez P.)

A través de la Oficina de Comunicación Social de la Secretaría de Pesca ahora en la SEMARNAP, se han promovido campañas en toda la nación para abatir al consumo de huevo y productos derivados de las tortugas marinas; la idea es concientizar al público sobre la necesidad de proteger y respetar a estas especies. Estas campañas se realizan utilizando medios masivos de comunicación, como los periódicos, la radio, la televisión, el cine, pláticas directas con pescadores, desfiles populares, exposiciones en ferias, en salones públicos, pláticas en los clubes sociales, etc., o mediante el apoyo de centros educativos en los estados de la República, así como en museos y acuarios. Proyectos de educación ambiental son desarrollados por estudiantes universitarios, sociedades conservacionistas y direcciones estatales de pesca. Los trabajos de educación ambiental fueron encomendados a la entonces Secretaría del Desarrollo Urbano y Ecología, a través de la Dirección General de Promoción Ambiental y Participación Comunitaria; sin embargo, con el cambio a la nueva Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca y la creación de otro Instituto Nacional de Ecología1 [MCT 39] se espera que este tipo de proyecto educativo se amplíe y se le dé mayor cobertura.

LA PESQUERÍA COMERCIAL EN MÉXICO

A través de las prospecciones, muestreos, marcado y otras actividades técnicas y de investigación aplicada, se fue recabando la información necesaria para el manejo de la pesquería. La captura comercial durante la década de los años cincuenta estaba forma principalmente por las tortugas blanca (Chelonia mydas), cahuama (Caretta caretta), carey (Eretmochelys imbricata), en la costa atlántica y en el Pacífico, aunque en menor proporción, por las tortugas prieta (Chelonia agassizri) y golfina (Lepidochelys olivacea). La laúd (Dermochelys coriacea), de ambos litorales, no tenía importancia comercial.

Desde principios de este siglo hasta mediados de los años sesenta, la explotación comercial de las tortugas marinas en México se mantuvo bajo un mínimo desarrollo, circunscribiéndose casi exclusivamente al consumo local, con mayor arraigo en las tradiciones de la zona noroeste del país, en el Istmo de Tehuantepec y en la Península de Yucatán. La extracción del huevo, para uso regional o local, se realizó casi en toda la zona costera del país.

Mientras se conservó esta situación parecía haber un equilibrio armónico entre los consumidores humanos y el recurso natural. El verdadero problema surgió con la declinación de las poblaciones de cocodrilos y el descubrimiento de que la piel de la tortuga golfina (L. olivacea) tenía características apropiadas para la industria peletera. Desde ese momento la demanda de la piel de ésta y otras especies de tortugas marinas se incrementó de manera exponencial, y la explotación comercial nacional se incrementó (Figura 32), desde un promedio menor a 500 toneladas (aproximadamente 6 000 individuos, sobre todo de tortuga blanca, cahuama y carey) durante la década de los cincuenta, hasta algo más de 14 590 toneladas (aproximadamente 375 000 individuos, casi exclusivamente de tortuga golfina), registradas en 1968. Por tal razón, a partir de ese máximo la captura presentó un franco y continuo descenso, de tal manera que para mediados de 1971 en la Secretaría de Pesca se consideró necesario dictaminar una veda total experimental, para reorganizar la pesquería; se tenía pensado concluir esa veda a mediados de 1972. Sin embargo, debido a que los permisos de captura a particulares fueron suspendidos para dar exclusividad a las cooperativas, la regularización de estas agrupaciones y los trámites de los nuevos permisos demoraron el inicio de la explotación, hasta principios de 1973, por lo que de hecho la veda estuvo vigente durante un año y medio.

[MCT 40]

Figura 32 Registro de la captura comercial de tortugas marinas en todo el mundo y en México. (Fuente: FAO-Anuario Estadísticas de Pesca.)

Por otro lado, a partir de esa fecha (1973) sólo se expidieron permisos para capturar tortugas golfina y prieta, quedando las demás especies en veda total. Para que las cooperativas pudieran iniciar sus actividades, deberían demostrar que aprovecharían integralmente el recurso o tener contrato con alguna industria que se encargara de esa faena. La captura se permitió a través de cuotas, distribuidas entre el 1ñ de noviembre y el 31 de mayo del año siguiente, pues la veda vigente era de junio a octubre. Sin embargo, la captura ilegal fue tal durante dicha prohibición que para tratar de controlarla y registrarla, a partir de 1975, y de acuerdo con los industriales, se otorgaron las llamadas franquicias durante la veda.

No obstante los esfuerzos para regularizar la pesquería, a la explotación comercial legal siguió sumándose un exagerado contrabando, por lo que a pesar de las reglamentaciones, la abundancia numérica de todas las poblaciones continuó con una tendencia negativa, incluyendo la golfina del estado de Oaxaca. Para el periodo de 1965 a 1990, esa sola especie representó más del 90% del total de la captura legal e ilegal, seguida de la prieta (3%), la laúd (2%) y la jabalina o perica de Baja California y la blanca, cahuama, lora y carey del Atlántico (5% en conjunto).

Debido al repentino desarrollo de la pesquería, en la mayoría de los estados disminuyó grandemente su disponibilidad, por lo que en algunos lugares dejó de ser redituable la tortuga marina como una pesquería organizada e industrializable. En su mayor parte la captura cubrió necesidades regionales y en casos muy especiales se consideró una captura de subsistencia, particularmente entre las comunidades indígenas, es decir; en regiones consideradas de desarrollo prioritario. Sólo en Puerto Ángel, Oaxaca y en Lázaro Cárdenas, Michoacán, la explotación regional se desarrolló como un proceso semi-industrializado. Sin embargo, debido a la continua reducción en la disponibilidad del recurso, a partir de 1980 se tuvo que ir restringiendo el número de permisos, con la idea de que para 1992 la captura habría de ser suspendida completamente en todo el país. Sin embargo, de acuerdo con la evolución de la pesquería, su análisis y la opinión pública, el ejecutivo federal consideró que sería más conveniente declarar la veda total a partir del 1ñ de junio de 1990, por lo que la última captura autorizada, de junio de 1989 a mayo de 1990, fue de 23 000 tortugas golfinas.

En el caso de la tortuga prieta, las regulaciones fueron más drásticas, debido principalmente a que sus poblaciones son de distribución más restringida y por lo tanto más vulnerables a los efectos de la captura excesiva. Con este fundamento y debido a la observación de una continua reducción en el número de hembras anidadoras, la Secretaría de Pesca determinó que a partir de 1983 se suspendieran todos los permisos para capturar tortuga prieta, a excepción de pequeñas cuotas anuales de 200 ejemplares para cada uno de los grupos étnicos de la costa del Pacífico, seris, pómaros y huaves.

Una situación muy especial ha sido la explotación de la tortuga de carey Eretmochelys, de la cual se usa la concha para elaborar artesanías y artículos de joyería. Estos artículos eran vendidos en forma legal principalmente en las zonas turísticas. El desarrollo y la regulación de esta pesquería fueron escasamente atendidos por las autoridades, ya que a pesar de haber sido prohibida totalmente su captura y no haberse otorgado más permisos de explotación, por lo menos desde 1983, su comercialización continuó siendo común y corriente en casi todas las tiendas de artesanías del país.

De esta especie sólo se comercializaban los escudos y un número desconocido de ejemplares juveniles y preadultos que se vendían disecados. La carne se consumió de manera local, principalmente por los mismos pescadores, pues según los conocedores, su calidad y sabor son inferiores a los de las tortugas blanca y prieta, por lo que como alimento siempre ha tenido menor aceptación en el mercado local. Por otra parte, en algunos lugares del Caribe, Pacífico sur y Océano Índico, principalmente, se han registrado casos de envenenamiento por el consumo de carne y se explica que los síntomas son similares a los que se producen en los casos de ciguatera, o envenenamiento por consumir algunas clases de peces tropicales, particularmente aquellos que viven en áreas de arrecifes coralinos, como las barracudas, peces loro, etcétera.

Otra especie cuya captura jamás se registró, a pesar de que se fue incrementando rápidamente al final de la década de los ochenta, fue la tortuga laúd; ésta se continúa explotando de manera ilegal en las playas de Michoacán, Guerrero y Oaxaca, principalmente por sus huevos. Su explotación en el mar fue mínima hasta hace unos cuantos años, pues debido a su gran tamaño se dificulta la maniobra para subirlas a bordo de las lanchas menores de 10 m de eslora, que son las que usan los pescadores ribereños. Sin embargo, en la actualidad su captura se realiza utilizando trasmallos de nylon monofilamento de malla grande (más de 10 pulgadas de malla estirada). Aunque la carne de esta tortuga fue considerada de baja calidad, debido a la escasez de las demás especies su consumo se ha ido incrementando por lo que se hace necesario mejorar la vigilancia en el mar, particularmente en sus zonas de alimentación, reproducción y en las mismas playas donde anida entre Michoacán y Chiapas.

REGISTRO DE LA CAPTURA INTERNACIONAL

En el panorama internacional de la explotación de tortugas marinas, según información recopilada por la FAO, entre 1971 y 1990 México ha desempeñado un papel preponderante en la captura mundial de estos quelonios, pues si consideramos los registros de capturas y desembarques entre 1964 y 1988, veremos que el curso de la explotación mundial lo ha ido definiendo nuestro país, debido a que en promedio ha sido responsable de más de 50% del total capturado, con un registro nacional en toneladas métricas que se fue incrementando desde 2 154 (1964) hasta 14 598 en 1968. Esta captura rápidamente se fue reduciendo hasta alcanzar 4 990 en 1979. A partir de ese año la explotación registrada oficialmente en nuestro país fue decreciendo ininterrumpidamente (Figura 32), quizá como resultado de la sobreexplotación y debido también a la política de reducir la captura nacional, hasta llegar a su prohibición total, que ocurrió el 31 de mayo de 1990. Aquí debe aclararse que en el periodo mencionado, la captura mundial se centró principalmente en la tortuga golfina (L. olivacea). Al mismo tiempo, la extracción ilegal de grandes cantidades de huevos en las playas de anidación y la muerte de un gran número de hembras antes, durante y después del proceso mismo de anidación, también contribuyeron significativamente al proceso de pesquería.

REGULACIONES NACIONALES

El interés y la necesidad de administrar adecuadamente la explotación de tortugas marinas ya estaba presente en México desde hace varias décadas, es decir, desde antes de que adquirieran tan extraordinario valor comercial. Particularmente la preocupación por abatir la extracción ilegal de huevos fue evidente desde 1927, cuando se promulgó una reglamentación federal que dice: "Artículo 97. Queda estrictamente prohibida en todo tiempo la explotación de los huevos de tortuga, así como la destrucción de sus nidos." Dicha prohibición ha sido refrendada en varias ocasiones y continúa siendo vigente hasta la fecha.

Las diferentes vedas que han sido decretadas para reglamentar la captura de tortugas marinas se remontan también a la misma época, asignándose una veda de dos a cuatro meses a la captura de las tortugas de carey y marina común, según la región, así como una talla mínima de 40 cm sobre la concha. Dichos reglamentos aparecieron repetidamente en los decretos del 14 de febrero de 1929, del 29 de agosto de 1929, del 10 de abril de 1930, en el Reglamento de Pesca del 20 de enero de 1933 y en el Acuerdo del 7 de Mayo de 1945; los cuales fueron publicados en los diarios oficiales en las fechas correspondiente (anónimo, 1946).

Posteriormente se ha emitido una serie de circulares; acuerdos, decretos, reglamentos y vedas que se han ido ajustando con la situación prevaleciente en cada época, ampliándose las temporadas de veda, las tallas mínimas de captura o determinándose vedas totales para ciertos periodos. La declaración realizada a finales de 1972, por medio de la cual se decreta la exclusividad de la captura de tortugas marinas a los pescadores asociados en cooperativas pesqueras, así como la autorización de franquicias en 1976 por diferentes motivos administrativos y legales fueron "con la idea de controlar la captura ilegal".

Entre las normatividades que se publicaron en los diarios oficiales y las Leyes Federales para el Fomento de la Pesca, destacan las siguientes:

—Veda total por dos años a partir del segundo semestre de 1971 hasta finales de 1972. La captura se reinició a mediados de 1973, una vez que se organizaron las cooperativas y se legalizaron los permisos correspondientes. La veda vigente continuó sin cambios para el litoral del Atlántico, del lñ de mayo al 31 de agosto y en el del Pacífico, del lñ de junio al 31 de septiembre.

—En 1973 se amplió la veda un mes más, hasta el último día del mes de septiembre en el Atlántico, y de octubre en el Pacífico.

—En 1977 se declaró la primera reserva natural para tortugas marinas en México, la de Rancho Nuevo, en Tamaulipas, como zona de refugio y veda para la protección de la tortuga lora y sus anidaciones, en una franja costera de aproximadamente 17.5 km y hasta 4 km mar afuera, donde se prohiben las actividades pesqueras, principalmente con equipos de arrastre.

—En 1986 se publicó el decreto que declara la constitución de 17 zonas de reserva y refugio, distribuidas en ambos litorales del país, con la intención de conservar, proteger, repoblar, desarrollar y controlar la reproducción de las diversas especies de tortugas marinas, en las más importantes playas de anidación (véase la figura 28).

—En 1988 se publicó la Ley General del Equilibrio Ecológico y de la Protección del Medio Ambiente, la cual incluye medidas estrictas para la protección del hábitat y la reproducción de las tortugas marinas.

—Finalmente, el 31 de mayo se publicó el decreto por medio del cual se declaró la veda total por tiempo indefinido para todas las especies de tortugas marinas, sus productos y derivados en todo el territorio nacional.

—A fin de preservar especies amenazadas o en peligro de extinción, el 16 de diciembre de 1991 se aprobaron las siguientes modificaciones al Código Penal, por medio del decreto 254 bis, en materia de fuero común, en el Distrito Federal y fuero federal, en los estados de la República, considerando que además de las fuertes sanciones económicas ya establecidas se aplicarían de 3 a 6 meses de prisión a quien se le encontrara:

1) capturando o dañando especies en peligro de extinción, particularmente delfines y tortugas.

2) recolectando o comercializando productos de dichas especies, sin autorización.

—La ejecución del Programa Nacional de Investigación de Tortugas Marinas, así como la autorización y supervisión de otros programas de investigación sobre estas especies efectuados por organizaciones diferentes a la Secretaría de Pesca, corresponden al Instituto Nacional de la Pesca, dependencia de la Subsecretaria de Pesca, como órgano rector de la investigación de los recursos marinos.

—La evaluación, promoción, coordinación y autorización de campañas relacionadas con la conservación de los hábitats donde se desarrollan las tortugas marinas y la ejecución de programas de educación ambiental y campañas para prevenir el deterioro ambiental, corresponden a la SEMARNAP.

REGULACIONES INTERNACIONALES

Hoy en día todas las especies de tortugas marinas en el mundo son consideradas como amenazadas o en peligro de extinción, por lo que sin excepción se encuentran incluidas en el Apéndice I de los acuerdos del CITES (Convención Internacional para el Comercio de Especies de Flora y Fauna Silvestre Amenazada). Así, si un país desea su explotación y comercio, debe interponer una carta por medio de la cual se reserva el derecho de seguirlas explotando por cierto periodo; al mismo tiempo el país se compromete a desarrollar un programa de investigación, conservación y cultivo, de tal manera que se esté garantizando la conservación de las poblaciones naturales y su aprovechamiento a un nivel óptimo. Por otra parte, como estas especies son particularmente migratorias, para la aprobación de una autorización para exportar productos de origen silvestre o bien cultivados en una granja o un rancho tortuguero, deben intervenir en la revisión de la autorización los países que comparten estas poblaciones, a través de un acuerdo sancionado por las partes interesadas y el CITES.

En la actualidad, la comercialización de productos provenientes tanto de los ranchos tortugueros como de las granjas, así como la sobrevivencia de las empresas que se dedican a este cultivo se encuentran en proceso de evaluación. En virtud de que los países signatarios de los acuerdos del CITES están comprometidos a respetar las regulaciones sobre el comercio de especies amenazadas o en peligro de extinción, la producción que se obtiene en este tipo de instalaciones no encuentra mercado de exportación, a no ser que sea consumida por el comercio local.

Ninguna de las dos clases de instalaciones, granjas o ranchos, que existen hoy en día tiene la posibilidad de exportar sus productos; sin embargo en el caso de las granjas, las cuales teóricamente se manejan independientemente de las poblaciones naturales, se les han puesto más requisitos a sus actividades que a las de los ranchos, los cuales sí dependen constantemente de la colección de crías y huevos en el medio natural (véase el capítulo VI). Es interesante observar que los grupos conservacionistas asumen a priori que la apertura del mercado de productos cultivados promueve la explotación de las poblaciones silvestres. Además, una de las objeciones más fuertes que interponen es que al ingresar productos cultivados al mercado habría gran dificultad para identificarlos y poder hacer la separación de éstos y los que son de origen silvestre y por lo tanto se promovería la explotación de poblaciones amenazadas y la comercialización ilegal de sus productos. De lo anterior se deduce que el problema no radica exclusivamente en la sobrevivencia de la especie, en este caso la tortuga blanca (Chelonia mydas) que se cultiva en la isla Gran Caimán o en las islas Reunión, sino que es también un problema de confianza y credibilidad hacia los productores y posibles compradores. Sin embargo, la identificación de productos cultivados de especies amenazadas o en peligro de extinción en el mercado internacional ya ha sido resuelta para otros organismos al pasarlos al Apéndice II del CITES. Por ejemplo, se permite introducir al mercado algunos productos derivados del cocodrilo, siempre y cuando sean cultivados en granjas o ranchos, y además se ha desarrollado un sistema adecuado para su identificación, certificación y etiquetado que permite separar los productos cultivados de cualquier producto silvestre similar.

Dado el carácter migratorio de las tortugas marinas, las regulaciones previstas para su manejo y conservación dejan de tener efecto fuera del territorio del país interesado, por lo que es frecuente que mientras un país protege alguna especie, en otro se le captura casi sin ninguna limitación, de tal suerte que se hace necesario llegar a acuerdos a través de organismos multinacionales, como el CITES, OLDEPESCA (Organización Latinoamericana para el Desarrollo Pesquero), etcétera.

Sin embargo, EUA, a través de la llamada Endangered Species Act-1973, o Acta de Especies en Peligro-1973, sin mediar ningún acuerdo internacional se autonombra fiscal de la conservación de especies amenazadas y en peligro de extinción y a través de tal documento califica, decide y enlista el estatus poblacional de especies dentro y fuera de su territorio, y mediante medidas directas e indirectas obliga a los diferentes países a desarrollar acciones para la conservación de dichas poblaciones. De la misma manera, y basándose en dicha acta (ESA) establece, en este caso sólo para EUA y sus territorios, grupos de trabajo llamados Species Recovery Teams para desarrollar planes de recuperación, Species Recovery Plans, incluyendo fondos para apoyar las actividades prioritarias para promover la recuperación de las poblaciones enlistadas.

Uno de los propósitos de la ESA es "promover los medios para que los ecosistemas, de los cuales dependen las especies que se encuentran amenazadas o en peligro, puedan ser conservados". Como "hábitat crítico" se considera aquel lugar en donde se encuentra: 1) el espacio normal para crecer, desplazarse o mantener su conducta territorial; 2) sus requerimientos nutricionales tales como: alimento, agua y minerales; 3) los sitios para el apareamiento, la reproducción o el mantenimiento de sus crías; 4) la cobertura o el ocultamiento, y 5) otros requerrimientos biológicos, físicos o de la conducta.

La ESA establece que el secretario de Comercio puede determinar y enlistar a las especies como amenazadas o en peligro, por cualquiera de los siguientes cinco factores: 1) amenaza de alteración o destrucción del hábitat; 2) sobreutilización por comercio y deporte o por propósitos científicos y educacionales; 3) enfermedades y depredación; 4) existencia de mecanismos regulatorios inadecuados, y 5) otros factores naturales o causados por el hombre que afecten su sobrevivencia. Dada su amplitud es obvio que cualquiera o todos estos puntos se pueden justificar y aplicar en la actualidad a todas las especies de tortugas marinas. Por lo tanto es ilegal, según la ESA, importar, exportar, tener, atrapar, vender o transportar especies amenazadas o en peligro de extinción sin tener un permiso o gozar de una regulación específica que lo permita.

De acuerdo con el CITES y la ESA se considera que una especie está en peligro de extinción cuando la amenaza se extiende a su área de distribución ya sea de manera parcial o total. Se considera que cualquier especie está amenazada sólo cuando en un futuro previsible puede llegar a estar en peligro una porción importante de su área de distribución.

Por otra parte, de acuerdo con la sección 4 de la ESA, se requiere que por lo menos cada cinco años el Servicio Nacional de Pesquerías Marinas (US-NMFS) y el Servicio de Pesca y Vida Silvestre (US-F&WS) de EUA revisen la situación de las especies listadas, para determinar si realmente la situación actual de cada especie supone una amenaza o peligro de extinción.

EL USO DE EXCLUIDORES: ¿ASUNTO POLÍTICO O BIOLÓGICO?

EN EUA la controversia se inició hace ya más de una década. Es obvio que la pesquería de camarón por medio de redes de arrastre es una de las menos selectivas que se realizan en la actualidad en el medio costero marino. Aproximadamente de cada tonelada de camarón seleccionado se extraen nueve de otras especies, las cuales en un 80 a 90% se consideran sin valor comercial. Dentro de las especies más frecuentemente identificadas en la llamada FAC (fauna de acompañamiento) se encuentran huachinangos, pargos, mojarras, sardinas, blanquillos, roncos, truchas de mar, tambores, lenguados, tiburones, rayas, jaibas, cangrejos, cucarachas, caracoles, almejas, pulpos, calamares, medusas, abanicos, estrellas, erizos, etc. Sin embargo, la gran mayoría de los organismos extraídos que pudieran tener algún valor comercial no alcanzan una talla aceptable y por lo tanto son regresados al mar, pero más del 95% muere durante la manipulación. Por otra parte, entre la fauna que es regresada al mar se encuentran juveniles de especies que al alcanzar tallas adecuadas tendrían un alto valor comercial.

Dentro de la FAC, considerada como captura incidental en los arrastres camaroneros, se encuentran las tortugas marinas; sin embargo, no todas las especies son capturadas ni en la misma proporción ni con la misma frecuencia, pues hay zonas y épocas donde se incrementa la posibilidad de atraparlas. Así, según los estudios de Henwood (1986), en el litoral del Atlántico americano y el norte del Golfo de México, la especie con mayor posibilidad de ser capturada debido a sus hábitos alimenticios y migratorios es la tortuga cahuama (Caretta caretta caretta), en una proporción del 89%. La siguiente especie, en orden de importancia numérica es la tortuga lora (Lepidochelys kempii) pués la tortuga blanca (Chelonia mydas) con el 2%, y ocasionalmente se captura la tortuga de carey (Eretmochelys imbricata imbricata) con el 1% relativo. Debido a sus hábitos, normalmente pelágicos, la tortuga laúd (Dermochelys coriacea coriacea) es atrapada en muy pequeña escala, 1.3%. La proporción de mortalidad que ocurre durante el arrastre (pues después de dos o más horas de permanencia en la red casi ninguna tortuga sale viva), para la misma región, sigue el mismo orden anterior. Así, la cahuama nuevamente representa el más alto valor, 88%; la lora casi el 7%; la blanca el 2%; la carey el 1% y la laúd el 1.5%.

Para el lado del Pacífico americano, al sur de California, EUA, no hay estudios definitivos; sin embargo, la tortuga golfina (Lepidochelys olivacea) es la especie más frecuente, debido principalmente a su gran abundancia, seguida por la prieta (Chelonia agassizii); debido a su distribución y hábitos casi nunca son atrapadas tortugas de las demás especies.

Cálculos efectuados por el Servicio de Pesquerías hasta 1983, para la misma región Atlántica de los EUA y la misma época que se mencionó al principio de este capítulo, indican una captura incidental de alrededor de 47 970 tortugas al año realizada por una flota de 17 200 embarcaciones que operan en aguas marinas más allá de las dos brazas de profundidad; de este volumen de captura se estima conservadoramente que mueren ahogadas 11 180. Para reducir de modo considerable la captura incidental de tortugas marinas, el personal científico y técnico del Servicio mencionado, recopilando experiencias previas de los mismos pescadores, inició en 1978 estudios para desarrollar un artefacto que, añadido a la red camaronera, permitirá la salida de las tortugas con el mínimo daño posible y al mismo tiempo sin una reducción importante del camarón capturado.

En 1981, se creó el primer diseño de TED, que quiere decir Trawling Efficiency Device y muy poco después se le cambió el nombre por Turtle Excluder Device, es decir, "Aparejo para mejorar el arrastre" y más tarde, "Aparejo excluidor de tortugas", al cual se le llamó tipo NMFS. A partir de entonces se han diseñado varios equipos, pero en todos el principio básico es la colocación, antes de la bolsa de la red, de un panel deflector donde choca la tortuga, la cual es desviada hacia una abertura de la parte superior o inferior de la red. La eficiencia de estos equipos ha sido muy variable, ya que aun cuando estén perfectamente adaptados al tipo de red, de barco y lugar de arrastre, el resultado depende de otros factores circunstanciales y a veces pierde un alto porcentaje de camarón.

Algunos de los beneficios que resultan del uso de los TED, de acuerdo con las autoridades estadounidenses, serían los siguientes:

1) En algunas zonas y períodos, evitan que un alto porcentaje de tortugas mueran ahogadas.

2) Excluyen dentro de la captura del camarón objetos pesados y voluminosos, que por compresión pueden bajar la calidad del producto u obstruir la red.

3) Logran un producto más limpio y de mejor calidad.

4) Reducen la mortalidad de algunas especies de alto valor comercial.

5) Ahorran combustible al disminuir el peso de las redes durante el arrastre.

Algunas de las circunstancias que se dice dificultan el uso de estos artefactos, de acuerdo con los pescadores estadounidenses, serían:

1) La dificultad de manejo a bordo de las embarcaciones y durante las maniobras de los lances.

2) Su uso resulta en una pérdida excesiva de camarón.

3) Se incrementan los daños a las redes al enredarse los equipos o al bloquearse los componentes del TED.

4) Son de poco beneficio, pues en muy escaso el número de tortugas que se atrapan en las redes camaroneras.

A partir de entonces ha surgido una serie de diseños de TED, los cuales se adaptan a los diferentes tipos de redes en uso y a las variadas regiones geográficas de EUA; algunos se muestran en la figura 33. En 1983, la introducción del TED en la flota camaronera estadounidense se planteó como voluntaria, sin embargo, como se ofrecieron muy pocos voluntarios, y considerando que el efecto de los arrastres camaroneros era una de las principales causas de la declinación de las poblaciones de tortugas marinas de la región, después de una serie de reuniones el mandato se hizo obligatorio a partir de julio de 1987, calculando que para 1990, se habría expandido a toda la flota. A partir de entonces ha habido una serie de retrasos y objeciones, por lo que hasta 1989 los requerimientos no habían tenido resultados, excepto en algunos casos en que voluntariamente han ido adoptando los TED a sus embarcaciones. De hecho los ordenamientos han sido efectivos a partir de 1990 en la flota estadounidense dentro del Golfo de México y a partir de 1991 en la de la costa suratlántica de los EUA. Los resultados no han sido claramente publicados; sin embargo se dice que "la captura total del camarón en los lugares donde el TED se ha aplicado ha tenido un incremento significativo, que se ha reducido el número de tortugas que aparecen muertas en las playas y que no ha sido causa de la bancarrota de la industria camaronera. Los grupos en pro del uso de los TED continúan luchando porque se apliquen estas regulaciones a todas las aguas y durante todo el año en EUA.

[MCT 41]

Figura 33. Excluidor para tortugas marinas adaptado a las redes de arrastre para camarón. (Fuente: Servicio Nacional de Pesquerías Marinas, EUA.)

Al mismo tiempo que esto sucedía (1989), entre los industriales y los pescadores estadounidenses se inició un movimiento de protesta. Argñían que si a ellos se les obligaba a usar los TED, ¿por qué a los pescadores de los países que exportaban camarón y también tenían tortugas no se les obligaba a usarlos? Debido principalmente a estas presiones políticas el gobierno de EUA decidió que la importación de camarón sólo sería permitida a aquellos países que demostraran tener un programa de conservación de tortugas marinas similar o equivalente al que este país utiliza además de ser obligatorio el uso de los excluidores. También decidió que el embargo entraría en efecto a partir del 1ñ de mayo de 1990.

Los países afectados por estas medidas (entre ellos México) argumentaron que si bien estaban dispuestos a implementar otras medidas proteccionistas para las tortugas marinas además de las que ya estaban empleando, no era justificable que un programa que a EUA le había tomado más de una década desarrollar y que aún no era 100% efectivo se obligara a cumplirlo a los demás países sin ninguna previsión. Por lo tanto se solicitó una prórroga mínima de tres años para dar oportunidad de probar los equipos, evaluar efectivamente cuál era la mortalidad de las tortugas marinas causadas por las flotas camaroneras locales y diseñar excluidores que fueran más acordes con el tipo de embarcaciones y de redes en uso en las diferentes regiones. Por otra parte, también se solicitó apoyo tecnológico y entrenamiento para la instalación y uso de los excluidores.

La prórroga se dio y los diferentes países iniciaron sus actividades de investigación y certificación de resultados. Se pusieron de acuerdo a través de la OLDEPESCA y están realizando seminarios y talleres de actualización, en los cuales la SEMARNAP, a través del Instituto Nacional de la Pesca, está desempeñando un papel decisivo en el entrenamiento, las pruebas de los TED y la evaluación de la captura incidental mediante el desarrollo de un programa nacional de evaluación de la captura incidental de las tortugas marinas y del impacto técnico y económico del uso de dispositivos excluidores.

El programa mencionado se diseñó para ser realizado durante cuatro años a partir de 1991, en ambas costas del país, con el apoyo de las cooperativas, la industria camaronera y el gobierno de México. Está dividido en dos subprogramas:

I. Evaluación de la captura incidental de tortugas marinas.

II. Evaluación del impacto técnico y económico del uso de dispositivos excluidores de tortugas marinas.

Hasta junio de 1992, en ambos subproyectos se tenía un avance cercano al 50%; sin embargo, los resultados no han sido muy concluyentes, sobre todo en el funcionamiento de los excluidores durante los lances, lo cual no ha convencido a los interesados, es decir, a los patrones de los barcos camaroneros y, además, las pérdidas de camarón atribuibles a los excluidores, en casi todos los casos han estado por encima del máximo que señalan los técnicos estadunidenses. Por esto, se están haciendo ajustes para rediseñar y adaptar algunos de los tipos de excluidores existentes que parezcan más eficientes para las características de nuestra flota, tanto para el Pacífico como para el Atlántico, o diseñar nuevos tipos adecuados para el sistema nacional y de acuerdo con las peculiaridades de nuestra flota, sobre todo considerando en lo posible el uso que se le da a cierta parte de la captura incidental.

[Inicio][Anterior]Previo[Siguiente]