V. EL HOMBRE Y LAS TORTUGAS

EL USO de las tortugas marinas como alimento, ya sea su carne o sus huevos, ha sido hist�ricamente un h�bito tradicional de muchos pueblos ribere�os y esta situaci�n se repite alrededor de las regiones tropicales y subtropicales de todo el mundo. Mientras los pueblos ribere�os las estuvieron utilizando directamente para su subsistencia, en especial sus huevos, el equilibrio entre el hombre y las poblaciones de tortugas marinas se mantuvo con pocos cambios. Para algunas de estas poblaciones el problema surgi� con el establecimiento, a partir de la segunda mitad del siglo XVI, de las rutas de navegaci�n intercontinental y la proliferaci�n de los asentamientos de europeos en las tierras reci�n descubiertas. Fue en esa �poca cuando empez� a romperse el equilibrio al iniciarse una explotaci�n sistem�tica de las poblaciones tortugueras que se encontraban a lo largo de las rutas comerciales entre Europa y Asia y entre Europa y Am�rica. Incluso a varias de las islas que eran abundantes en estos quelonios, y posiblemente para tener una referencia utilitaria m�s adecuada, se les pusieron nombres como la isla Dry Tortugas, al oeste de los Cayos de la Florida, las islas Caim�n, al sur de Cuba, que originalmente se les llam� Turtle's Islands, otra fue la Ile � la Tortue, al noroeste de Hait�, la Isla de la Tortuga al oeste de isla Margarita, en Venezuela, o bien las islas Gal�pagos, posesi�n ecuatoriana en Sudam�rica, famosas por sus peculiares y gigantescas tortugas terrestres, en cuyas playas y alrededores tambi�n son abundantes las tortugas marinas. Hay otras islas que aunque de manera local se les conoce por cierto nombre relacionado con la abundancia de estos reptiles en los mapas aparecen con otros apelativos que no hacen alusi�n a ellos, como es el caso de las "islas tortugueras" cercanas a Sarawak y Sabah (Borneo), a Indonesia y a Filipinas. Parad�jicamente, muchas de las islas que fueron famosas por la abundancia de quelonios hoy en d�a son las m�s depauperadas en cuanto a estos valiosos animales.

En nuestro pa�s las tortugas fueron utilizadas por los pueblos prehisp�nicos como medio de subsistencia, y a�n hasta la d�cada de los cincuenta segu�an explot�ndolas de la misma manera en ciertas partes de la costa, para consumir la carne y sus huevos sin desarrollar ninguna pesquer�a comercial. Lo mismo suced�a en el golfo de California con los pueblos seris (Figura 25), descendientes de tribus que fueron n�madas al norte de M�xico y ahora asentadas en el estado de Sonora, las cuales a�n conservan un gran conocimiento de las diferentes especies de tortugas de la regi�n e incluso saben distinguir entre variedades de la misma especie, seg�n la morfolog�a externa, sus h�bitos y las temporadas en que se acercan a sus aguas. M�s al sur, en el estado de Michoac�n se encuentran los p�maros, pueblo de origen nahua que vive en la vertiente costera de la sierra Madre del Sur, en la parte conocida como Sierra de Coalcom�n; ellos bajaban a la costa durante la temporada de reproducci�n de las tortugas a colectar huevos, sin da�ar a los adultos, pues consideraban que de esa manera siempre tendr�an alimento disponible. Otra tribu ind�gena, la de los huaves, que vive asentada en las riberas de la Laguna Superior e Inferior, en el Istmo de Tehuantepec, explotaba, coincidentemente, la misma especie que las dos tribus anteriores, la tortuga prieta Chelonia agassizii. Tambi�n en las mismas costas oaxaque�as era una costumbre de los pueblos zapotecas, durante las extraordinarias arribazones de la tortuga golfina, Lepidochelys olivacea, colectar suficiente cantidad de huevos que pon�an a secar y, cargados en hatos de burros, regresaban directamente a sus pueblos o bien una parte era llevada a vender en los mercados cercanos de Tehuantepec, Juchit�n y Salina Cruz. Esas costumbres a�n forman parte del folklore oaxaque�o, y hacen representaciones musicales al respecto durante las fiestas tradicionales.

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Figura 25. Arp�n de "punta libre" o separable que utilizaban los indios seris en el Golfo de California, para la captura de tortugas marinas.

CONSIDERACIONES GENERALES

Debido a que son reptiles de lento crecimiento y maduraci�n tard�a (generalmente m�s de ocho a�os), un desarrollo inadecuado de su explotaci�n se reflejar� hasta despu�s de un periodo similar seg�n la especie; por tal motivo su explotaci�n debe ajustarse cuidadosamente, sin arriesgar el futuro de las especies, y estar vinculada a programas de investigaci�n, recuperaci�n, fomento y protecci�n ambiental, para evitar episodios tan lamentables como los ocurridos entre 1969 y 1972, cuando se agotaron varias de las poblaciones, las cuales hasta la fecha no se han podido recuperar y algunas contin�an deterior�ndose, pues las causas que las afectaron a�n est�n presentes. Estas especies todav�a tienen gran valor y aceptaci�n comercial y son objeto de actividades clandestinas, tanto en la playa (huevo) como en el mar (piel, huevo y carne). Adem�s, debido a las restricciones administrativas el valor comercial se ha disparado a tal grado que un peque�o esfuerzo del pescador le redit�a una ganancia econ�mica muy alta, y por lo mismo es dif�cil que estas personas acepten voluntariamente una opci�n que implique mayor trabajo con menor ganancia, como a la que equivaldr�a el querer integrarlos a las actividades pesqueras ribere�as convencionales, por lo que algunos prefieren seguir explotando a las tortugas a pesar de los riesgos que representa. Por esto es necesario desarrollar una intensa campa�a educativa y financiar nuevas actividades que les permitan subsistir adecuadamente.

Las tortugas marinas, por su amplia distribuci�n geogr�fica, sus h�bitos y caracter�sticas biol�gicas, son en todas sus fases de desarrollo altamente vulnerables a la depredaci�n natural, a la captura comercial (Figuras 26 (a) (b) y (c)), al saqueo de sus nidos y a la explotaci�n ilegal de adultos. Aunado a lo anterior est� el hecho de que durante las actividades de otras pesquer�as pueden ser atrapadas de manera incidental, particularmente por redes de arrastre de fondo, de cerco y agalleras, por palangres, trampas fijas, almadrabas, etc�tera.

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Figura 26. Actividades en la captura comercial en el Pac�fico mexicano. Hasta el 31 de mayo de 1990 fue una actividad legal. a) Captura "al brinco", b) rastro en Barra de Navidad (1973) y c) tiradero de carapachos y huesos cerca de la planta PIOSA de Puerto Ángel, Oaxaca (1989).

Casi todas las poblaciones de tortugas marinas han sido reducidas a tal grado que debido a la presi�n actual, tanto de las pesquer�as, como de las alteraciones del medio (urbanizaci�n y turismo, carreteras, petr�leo, desechos industriales, termoel�ctricas, etc.), se consideran amenazadas o en peligro de extinci�n. En virtud de esta situaci�n su recuperaci�n resulta lenta y costosa, por lo que se necesita la acci�n inmediata y concertada de entidades oficiales y privadas, coordinadas por un grupo de trabajo que ordene y dirija efectivamente las actividades para restablecer el equilibrio poblacional.

INVESTIGACI�N Y CONSERVACI�N

En 1962 y 1963 el gobierno federal, a trav�s del Instituto Nacional de Investigaciones Biol�gico Pesqueras inici� los primeros estudios. Los bi�logos Aurelio Sol�rzano y Dilio Fuentes organizaron las primeras prospecciones a las �reas de captura, particularmente al sureste, a la pen�nsula de Yucat�n, donde se desarrollaba una pesquer�a formal, la cual exportaba regularmente el producto a la Florida, EUA, pues cada cierto tiempo, entre quince d�as y un mes, ven�a un barco a cargar varias docenas de tortugas blancas (Chelonia mydas) vivas, que eran capturadas en los alrededores de las islas Holbox, Contoy, Mujeres y Cozumel y frente a las playas del Carmen y Boca Paila. A los pioneros mencionados se sumaron los bi�logos Juan Manuel de la Garza, Manuel Sol�s y el autor, quienes al tiempo que emprendieron investigaciones en las �reas de anidaci�n de esa regi�n caribe�a, tambi�n indicaron trabajos de muestreo de la captura comercial.

El Programa Nacional de Tortugas Marinas se inici� en el a�o 1964, por instrucciones del subdirector de Pesca, doctor Rodolfo Ram�rez G. Este programa fue organizado dentro de la Secci�n de Herpetolog�a, a cargo del autor, la cual formaba parte de la Divisi�n de Vertebrados Marinos, que dirig�a el bi�logo Ernesto Ram�rez H., del Instituto de Investigaciones mencionado anteriormente. A partir de entonces en todo el pa�s se intensificaron las prospecciones para determinar las principales �reas de anidaci�n y de pesca y en 1966 se instalaron por primera vez los campamentos tortugueros m�viles: el de Rancho Nuevo, a cargo del bi�logo Humberto Ch�vez, en la Barra Calabazas, Tamaulipas; y los de Boca de Apiza, Michoac�n y Boca de Pascuales, Colima, que fueron coordinados por el autor y el bi�logo Antonio Montoya. En 1967 surgi� La Escobilla, Oaxaca; Piedra del Tlacoyunque, Guerrero, y Play�n de Mismaloya, Jalisco. Con el tiempo, a medida que fueron aumentando los recursos econ�micos y log�sticos, se establecieron m�s de 14 campamentos con apoyo de la Direcci�n General de Pesca, despu�s Departamento, Subsecretar�a y finalmente Secretar�a de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca. Para esto se cont� (y se cuenta) con el decidido apoyo de la Secretar�a de Marina y del sector pesquero. En 1992 se instal� un n�mero cinco veces mayor; con la intervenci�n de otras secretar�as de Estado, universidades, sociedades civiles, gobiernos estatales y organismos internacionales. En los �ltimos a�os la SEMARNAP ha iniciado actividades para la instalaci�n definitiva de centros de investigaci�n para tortugas marinas en seis de las m�s importantes playas de anidaci�n: Rancho Nuevo, Tamaulipas Figuras 27 (a), (b) y (c); Isla Aguada, Campeche; r�o Lagartos, Yucat�n; el Verde Camacho, Sinaloa; La Escobilla y Barra de la Cruz, Oaxaca, y con objeto de cubrir todas las variedades de tortugas marinas recientemente se construy� el Centro Mexicano de la Tortuga en la regi�n de Mazunte, Puerto Ángel, Oaxaca (Figura 28).

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Figura 27. Estaci�n de investigaci�n para tortugas marinas en Rancho Nuevo, Tamaulipas. a) personal de investigadores y t�cnicos de la SEMARNAP.

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Figura 27. b) vista general de las instalaciones y c) corral para incubaci�n de los huevos (1992).

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ATLÁNTICO
PACÍFICO
A Rancho Nuevo, Tams.   1 Todos Santos, B.C.. 15 Mexiquillo, Mich.
  B Cabo rojo, Ver. 2 Playa Ceuta, Sin.   16 Chuquiapan, Mich.
  C Tecolutla, Ver. 3 El Verde, Sin   17 Las Calabazas, Mich.
  D I. Aguada, Camp.   4 B. de Camichin, Nay.   18 El Petatillo,Gro.
  E Sabancuy, Camp.   5 Chacala, Nay 19 P. Tlacoyunque, Gro.
F Río Lagartos,Yuc.   6 Tehuamixtle, Jal.   20 Marquelia, Gro.
  G El Cuyo, Yuc. 7 Playon Mismolaya, Jal. 21 Tierra Colorada, Gro.
H I. Contoy 8 Playa Teopa, Jal. 22 Chacahua, Oax.
  I I. Mujeres, Q. Roo 9 Cuitzamala, Jal. 23 La Escobilla, Oax.
  J I. Cozumel, Q. Roo 10 El Tecuán, Jal.   24 Copalita, Oax.
  K Bahía Paila (10 Playas), Q. Roo   11 El Chupadero, Col.   25 Morro Ayuta, Oax.
        12 Boca de Apiza , Col.   26 Barra de la Cruz, Oax.
      13 Colola, Mich. 27 Puerto Aristas, Chis.
      14 Maruata, Mich.   28 Puerto Madero, Chis.

Figura 28. Zonas de reserva natural y campamentos tortugueros que se instalan en M�xico para la conservaci�n y estudio de las tortugas marinas.

LOS CAMPAMENTOS TORTUGUEROS

Originalmente fueron dise�ados para la conservaci�n de estas especies (Figura 28). Sin embargo, al mismo tiempo que en ellos se proteg�a a las tortugas, se empez� a desarrollar un archivo de informaci�n b�sica, particularmente sobre la importancia de las playas de anidaci�n, una evaluaci�n preliminar del tama�o de las poblaciones anidadoras, mediciones morfom�tricas y de individuos y como tema prioritario se inici� un programa de marcado, tambi�n de car�cter nacional, adquiri�ndose las primeras 5 000 marcas de acero monel (serie A) con la direcci�n del Instituto. En la actualidad se fabrican marcas de mayor duraci�n, corno las de una aleaci�n llamada inconel e incluso de titanio; sin embargo estas �ltimas son muy caras y dif�ciles de conseguir. El tama�o utilizado hasta hace algunos a�os (1990), fue de 1.625 pg (4.0 cm), pero debido a que el acero inconel es m�s duro, este nuevo tipo de marca se fabrica en un tama�o menor, de 1 pg (2.5 cm). Este tama�o peque�o parece dar los mismos resultados en las tortugas adultas que el usado previamente, siendo tambi�n adecuado para el marcaje de juveniles por encima de los 20 cm de longitud en el carapacho.

Los diferentes tipos de marcas utilizadas en la actualidad y el lugar donde deben ser colocadas se ilustran en la figura 29. Dependiendo de la especie es el tipo de marca y la forma de marcar. Generalmente en las tortugas de talla peque�a la marca met�lica se coloca en el primero o segundo cayo (escama) proximal del borde posterior de la aleta izquierda; en las de mayor tama�o (m�s de 80 cm de carapacho), la aleta es m�s gruesa y dura; en estos casos la marca se puede colocar entre las dos escamas mencionadas. Para la tortuga la�d se han usado marcas de pl�stico del tipo Rot-O-Tag (para orejas de ganado), las cuales se colocan en la membrana crural, que es la piel que une al borde interno de las aletas posteriores con la cola.

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Figura 29. Diferentes tipos de marcas utilizadas en las tortugas marinas. Met�lica (acero monel, inconel, titanio), pl�stica, PIT-tag, marca viva (transplante de tejidos). Para marca de radiosat�lite v�ase la figura 11.

Otra forma de marcado, ideada por el doctor John Hendrickson de la Universidad de Arizona, especialmente para las tortugas reci�n nacidas, consiste en el transplante e intercambio de peque�os cortes quir�rgicos circulares de los escudos dorsales y ventrales (Figura 29), los que con el crecimiento del animal se observar�an como lunares claros en el dorso y oscuros en el vientre. Esta t�cnica ha sido probada en EUA, sobre todo con las tortugas blancas (Chelonia mydas) y lora (Lepidochelys kempii) y ha mostrado ser bastante eficiente; �ltimamente se est� aplicando tambi�n esta t�cnica en los laboratorios del Centro de Investigaciones de Chetumal, Quintana Roo (CIQRO). Este marcado de cr�as no ha mostrado a�n los resultados esperados, es decir, identificar, quiz� despu�s de una d�cada, a las tortugas en las �reas de anidaci�n y aclarar la velocidad de crecimiento y edad de primera madurez. Esto tal vez se deba a la alta mortalidad en las primeras fases de desarrollo, y el reducido n�mero final de organismos marcados que puede llegar a las playas es muy dif�cil de detectar.

En 1988, dentro del Programa Conjunto M�xico-EUA se inici� el uso de una nueva marca con la tortuga lora (Lepidochelys kempii) (Figura 29); esta marca conocida como PIT (Pasive Integranted Transponder) est� constituida por un chip incluido en una c�psula de cristal de 11 x 1 mm, misma que se inyecta en el m�sculo del animal, con una aguja del n�mero 12 a 45� de inclinaci�n y cerca de tres cent�metros bajo la piel, en la aleta izquierda, entre los huesos del antebrazo, cerca de la articulaci�n con la mano. Esta marca se activa al recibir una se�al electromagn�tica enviada con una sonda, la cual recibe de regreso la se�al y la decodifica en una respuesta visual formada por diez d�gitos alfanum�ricos. Se dice que estas marcas tienen una duraci�n de 20 a�os; para hacer �ptimo su uso se pueden dar algunas recomendaciones: 1) para este marcado se debe contar con suficiente n�mero de sondas; 2) para dar seguimiento a los PIT, �stos se deben colocar s�lo a tortugas que se les conozcan sus puntos terminales de migraci�n, es decir, d�nde y cu�ndo se encuentran reunidas, ya sea en las �reas de reproducci�n y de alimentaci�n o en ambas; 3) las tortugas marcadas se podr�n detectar tanto en la zona de alimentaci�n como en la de reproducci�n, aunque con mayor facilidad en este �ltimo lugar; 4) para detectar las marcas deben conocerse el lugar del cuerpo donde fueron colocadas, pues la sonda electromagn�tica s�lo trabaja a unos cent�metros de la superficie de la piel; 5) durante el trabajo de campo s�lo deber�n colocar nuevos PIT, los t�cnicos que lleven consigo sondas, para evitar el marcado doble, ya que cada marca esterilizada cuesta entre 5 y 10 d�lares; 6) se recomienda combinar este tipo de marca con otro, como el met�lico, para facilitar su reconocimiento posterior en los archivos, en caso de no contar con una sonda electromagn�tica.

Cuando se realiza el marcado se toma nota del lugar, fecha y hora, y de una serie de datos b�sicos, necesarios para comprender el ciclo de vida de estas especies. Estos datos se registran en formas codificadas como la que se ilustra en la figura 30. En ellas tambi�n se consignan el n�mero de huevos que cada tortuga desova, los huevos que se pierden durante el traslado del nido, el tiempo transcurrido en los diferentes sucesos en la playa, hasta que se ponen a incubar en los corrales, el tiempo que dura la incubaci�n, el n�mero de cr�as que brotan y llegan al mar; los huevos cuyos embriones se quedan en alguna fase de desarrollo y los que resultan inf�rtiles o que son depredados o invadidos por alg�n par�sito.

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Figura 30. Tarjeta para registrar los datos morfol�gicos, de marcado y de incubaci�n, en los campamentos tortugueros instalados por la SEMARNAP.

Cuando hay un inter�s puramente conservacionista se recomienda la inmediata liberaci�n de las cr�as reci�n nacidas al mar, ya que retenerlas en cautiverio por unos cuantos d�as agota la dotaci�n de vitelo que a�n retienen, el cual te�ricamente les permite desarrollar con �xito su primera migraci�n hacia las �reas de alimentaci�n. Generalmente las cr�as no inician su alimentaci�n activa hasta dos o tres d�as despu�s de que llegan al mar. Durante la primera semana de vida, debido a la reserva alimenticia que a�n retienen, su peso espec�fico es ligeramente menor al del agua salada, de tal manera que se desplazan en o cerca de la superficie, lo cual las pone a merced de las corrientes marinas superficiales. Se tiene la esperanza de que siguiendo el patr�n de estas corrientes frente a las playas de anidaci�n, se aclaren las rutas migratorias que desarrollan las cr�as reci�n nacidas y que hasta la fecha son casi totalmente desconocidas.

Puesto que se desconocen los mecanismos de aprendizaje que les permitir� a las cr�as regresar al lugar donde nacieron para desarrollar la anidaci�n, se sugiere reducir al m�nimo la manipulaci�n de estos peque�os animales a fin de interferir lo menos posible en su ciclo de vida y darles la oportunidad de memorizar el sitio donde ocurri� la incubaci�n, eclosi�n y primeras horas de vida activa. Por tal motivo se debe evitar retener cr�as reci�n nacidas en cubetas, tinas o cualquier tipo de recipientes con agua de mar, estancada, ya que esto de ninguna manera garantiza una �ptima alimentaci�n ni una saludable supervivencia. Cuando se decidiera finalmente liberar las cr�as, �stas ya habr�an agotado el vitelo y perdido la vital y caracter�stica facultad migratoria, propia de las reci�n eclosionadas que las lleva r�pidamente del nido a las rompientes y de ah� a la zona de alimentaci�n; adem�s, pueden ser portadoras de infecciones virales, bacterianas o fungosas, adquiridas durante los d�as o semanas de cultivo. Se desconoce hasta qu� punto estas enfermedades pueden ser peligrosas para las poblaciones de tortugas silvestres. Por lo anterior, nunca se deben liberar tortugas que presenten indicios de enfermedades, se observen d�biles o presenten cualquier tipo de mutilaci�n.

LA EDUCACI�N

En los campamentos tortugueros adem�s de las tareas de conservaci�n se desarrollan actividades de acercamiento a las comunidades de la regi�n. Frecuentemente, el personal t�cnico y cient�fico que labora en los programas de investigaci�n, manejo y conservaci�n es el mismo que desarrolla estas actividades (Figura 31), las cuales consisten en pl�ticas informativas sobre los trabajos de conservaci�n que se realizan en las playas de anidaci�n, presentaci�n de videos, concursos de dibujo infantil, juegos, pi�atas, etc. Dentro de las actividades m�s relevantes est� la convivencia directa con estudiantes de escuelas primarias cercanas a los campamentos, y es com�n invitar a los ni�os los d�as que van a ocurrir las eclosiones m�s numerosas de cr�as, motivando su participaci�n activa en las liberaciones que se efect�an en las playas de su localidad. Tambi�n algunas universidades y sociedades civiles intervienen en los trabajos de conservaci�n, organizan brigadas que visitan las comunidades de la regi�n, tratando de cubrir los objetivos de concentraci�n y promoviendo su participaci�n activa en los programas conservacionistas.

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Figura 31. Personal t�cnico explicando a un grupo de primaria las actividades de investigaci�n y conservaci�n que se realizan en un campamento tortuguero. (Foto: Manuel S�nchez P.)

A trav�s de la Oficina de Comunicaci�n Social de la Secretar�a de Pesca ahora en la SEMARNAP, se han promovido campa�as en toda la naci�n para abatir al consumo de huevo y productos derivados de las tortugas marinas; la idea es concientizar al p�blico sobre la necesidad de proteger y respetar a estas especies. Estas campa�as se realizan utilizando medios masivos de comunicaci�n, como los peri�dicos, la radio, la televisi�n, el cine, pl�ticas directas con pescadores, desfiles populares, exposiciones en ferias, en salones p�blicos, pl�ticas en los clubes sociales, etc., o mediante el apoyo de centros educativos en los estados de la Rep�blica, as� como en museos y acuarios. Proyectos de educaci�n ambiental son desarrollados por estudiantes universitarios, sociedades conservacionistas y direcciones estatales de pesca. Los trabajos de educaci�n ambiental fueron encomendados a la entonces Secretar�a del Desarrollo Urbano y Ecolog�a, a trav�s de la Direcci�n General de Promoci�n Ambiental y Participaci�n Comunitaria; sin embargo, con el cambio a la nueva Secretar�a de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca y la creaci�n de otro Instituto Nacional de Ecología1 [MCT 39] se espera que este tipo de proyecto educativo se ampl�e y se le d� mayor cobertura.

LA PESQUER�A COMERCIAL EN M�XICO

A trav�s de las prospecciones, muestreos, marcado y otras actividades t�cnicas y de investigaci�n aplicada, se fue recabando la informaci�n necesaria para el manejo de la pesquer�a. La captura comercial durante la d�cada de los a�os cincuenta estaba forma principalmente por las tortugas blanca (Chelonia mydas), cahuama (Caretta caretta), carey (Eretmochelys imbricata), en la costa atl�ntica y en el Pac�fico, aunque en menor proporci�n, por las tortugas prieta (Chelonia agassizri) y golfina (Lepidochelys olivacea). La la�d (Dermochelys coriacea), de ambos litorales, no ten�a importancia comercial.

Desde principios de este siglo hasta mediados de los a�os sesenta, la explotaci�n comercial de las tortugas marinas en M�xico se mantuvo bajo un m�nimo desarrollo, circunscribi�ndose casi exclusivamente al consumo local, con mayor arraigo en las tradiciones de la zona noroeste del pa�s, en el Istmo de Tehuantepec y en la Pen�nsula de Yucat�n. La extracci�n del huevo, para uso regional o local, se realiz� casi en toda la zona costera del pa�s.

Mientras se conserv� esta situaci�n parec�a haber un equilibrio arm�nico entre los consumidores humanos y el recurso natural. El verdadero problema surgi� con la declinaci�n de las poblaciones de cocodrilos y el descubrimiento de que la piel de la tortuga golfina (L. olivacea) ten�a caracter�sticas apropiadas para la industria peletera. Desde ese momento la demanda de la piel de �sta y otras especies de tortugas marinas se increment� de manera exponencial, y la explotaci�n comercial nacional se increment� (Figura 32), desde un promedio menor a 500 toneladas (aproximadamente 6 000 individuos, sobre todo de tortuga blanca, cahuama y carey) durante la d�cada de los cincuenta, hasta algo m�s de 14 590 toneladas (aproximadamente 375 000 individuos, casi exclusivamente de tortuga golfina), registradas en 1968. Por tal raz�n, a partir de ese m�ximo la captura present� un franco y continuo descenso, de tal manera que para mediados de 1971 en la Secretar�a de Pesca se consider� necesario dictaminar una veda total experimental, para reorganizar la pesquer�a; se ten�a pensado concluir esa veda a mediados de 1972. Sin embargo, debido a que los permisos de captura a particulares fueron suspendidos para dar exclusividad a las cooperativas, la regularizaci�n de estas agrupaciones y los tr�mites de los nuevos permisos demoraron el inicio de la explotaci�n, hasta principios de 1973, por lo que de hecho la veda estuvo vigente durante un a�o y medio.

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Figura 32 Registro de la captura comercial de tortugas marinas en todo el mundo y en M�xico. (Fuente: FAO-Anuario Estad�sticas de Pesca.)

Por otro lado, a partir de esa fecha (1973) s�lo se expidieron permisos para capturar tortugas golfina y prieta, quedando las dem�s especies en veda total. Para que las cooperativas pudieran iniciar sus actividades, deber�an demostrar que aprovechar�an integralmente el recurso o tener contrato con alguna industria que se encargara de esa faena. La captura se permiti� a trav�s de cuotas, distribuidas entre el 1� de noviembre y el 31 de mayo del a�o siguiente, pues la veda vigente era de junio a octubre. Sin embargo, la captura ilegal fue tal durante dicha prohibici�n que para tratar de controlarla y registrarla, a partir de 1975, y de acuerdo con los industriales, se otorgaron las llamadas franquicias durante la veda.

No obstante los esfuerzos para regularizar la pesquer�a, a la explotaci�n comercial legal sigui� sum�ndose un exagerado contrabando, por lo que a pesar de las reglamentaciones, la abundancia num�rica de todas las poblaciones continu� con una tendencia negativa, incluyendo la golfina del estado de Oaxaca. Para el periodo de 1965 a 1990, esa sola especie represent� m�s del 90% del total de la captura legal e ilegal, seguida de la prieta (3%), la la�d (2%) y la jabalina o perica de Baja California y la blanca, cahuama, lora y carey del Atl�ntico (5% en conjunto).

Debido al repentino desarrollo de la pesquer�a, en la mayor�a de los estados disminuy� grandemente su disponibilidad, por lo que en algunos lugares dej� de ser redituable la tortuga marina como una pesquer�a organizada e industrializable. En su mayor parte la captura cubri� necesidades regionales y en casos muy especiales se consider� una captura de subsistencia, particularmente entre las comunidades ind�genas, es decir; en regiones consideradas de desarrollo prioritario. S�lo en Puerto �ngel, Oaxaca y en L�zaro C�rdenas, Michoac�n, la explotaci�n regional se desarroll� como un proceso semi-industrializado. Sin embargo, debido a la continua reducci�n en la disponibilidad del recurso, a partir de 1980 se tuvo que ir restringiendo el n�mero de permisos, con la idea de que para 1992 la captura habr�a de ser suspendida completamente en todo el pa�s. Sin embargo, de acuerdo con la evoluci�n de la pesquer�a, su an�lisis y la opini�n p�blica, el ejecutivo federal consider� que ser�a m�s conveniente declarar la veda total a partir del 1� de junio de 1990, por lo que la �ltima captura autorizada, de junio de 1989 a mayo de 1990, fue de 23 000 tortugas golfinas.

En el caso de la tortuga prieta, las regulaciones fueron m�s dr�sticas, debido principalmente a que sus poblaciones son de distribuci�n m�s restringida y por lo tanto m�s vulnerables a los efectos de la captura excesiva. Con este fundamento y debido a la observaci�n de una continua reducci�n en el n�mero de hembras anidadoras, la Secretaría de Pesca determin� que a partir de 1983 se suspendieran todos los permisos para capturar tortuga prieta, a excepci�n de peque�as cuotas anuales de 200 ejemplares para cada uno de los grupos �tnicos de la costa del Pac�fico, seris, p�maros y huaves.

Una situaci�n muy especial ha sido la explotaci�n de la tortuga de carey Eretmochelys, de la cual se usa la concha para elaborar artesan�as y art�culos de joyer�a. Estos art�culos eran vendidos en forma legal principalmente en las zonas tur�sticas. El desarrollo y la regulaci�n de esta pesquer�a fueron escasamente atendidos por las autoridades, ya que a pesar de haber sido prohibida totalmente su captura y no haberse otorgado m�s permisos de explotaci�n, por lo menos desde 1983, su comercializaci�n continu� siendo com�n y corriente en casi todas las tiendas de artesan�as del pa�s.

De esta especie s�lo se comercializaban los escudos y un n�mero desconocido de ejemplares juveniles y preadultos que se vend�an disecados. La carne se consumi� de manera local, principalmente por los mismos pescadores, pues seg�n los conocedores, su calidad y sabor son inferiores a los de las tortugas blanca y prieta, por lo que como alimento siempre ha tenido menor aceptaci�n en el mercado local. Por otra parte, en algunos lugares del Caribe, Pac�fico sur y Oc�ano �ndico, principalmente, se han registrado casos de envenenamiento por el consumo de carne y se explica que los s�ntomas son similares a los que se producen en los casos de ciguatera, o envenenamiento por consumir algunas clases de peces tropicales, particularmente aquellos que viven en �reas de arrecifes coralinos, como las barracudas, peces loro, etc�tera.

Otra especie cuya captura jam�s se registr�, a pesar de que se fue incrementando r�pidamente al final de la d�cada de los ochenta, fue la tortuga la�d; �sta se contin�a explotando de manera ilegal en las playas de Michoac�n, Guerrero y Oaxaca, principalmente por sus huevos. Su explotaci�n en el mar fue m�nima hasta hace unos cuantos a�os, pues debido a su gran tama�o se dificulta la maniobra para subirlas a bordo de las lanchas menores de 10 m de eslora, que son las que usan los pescadores ribere�os. Sin embargo, en la actualidad su captura se realiza utilizando trasmallos de nylon monofilamento de malla grande (m�s de 10 pulgadas de malla estirada). Aunque la carne de esta tortuga fue considerada de baja calidad, debido a la escasez de las dem�s especies su consumo se ha ido incrementando por lo que se hace necesario mejorar la vigilancia en el mar, particularmente en sus zonas de alimentaci�n, reproducci�n y en las mismas playas donde anida entre Michoac�n y Chiapas.

REGISTRO DE LA CAPTURA INTERNACIONAL

En el panorama internacional de la explotaci�n de tortugas marinas, seg�n informaci�n recopilada por la FAO, entre 1971 y 1990 M�xico ha desempe�ado un papel preponderante en la captura mundial de estos quelonios, pues si consideramos los registros de capturas y desembarques entre 1964 y 1988, veremos que el curso de la explotaci�n mundial lo ha ido definiendo nuestro pa�s, debido a que en promedio ha sido responsable de m�s de 50% del total capturado, con un registro nacional en toneladas m�tricas que se fue incrementando desde 2 154 (1964) hasta 14 598 en 1968. Esta captura r�pidamente se fue reduciendo hasta alcanzar 4 990 en 1979. A partir de ese a�o la explotaci�n registrada oficialmente en nuestro pa�s fue decreciendo ininterrumpidamente (Figura 32), quiz� como resultado de la sobreexplotaci�n y debido tambi�n a la pol�tica de reducir la captura nacional, hasta llegar a su prohibici�n total, que ocurri� el 31 de mayo de 1990. Aqu� debe aclararse que en el periodo mencionado, la captura mundial se centr� principalmente en la tortuga golfina (L. olivacea). Al mismo tiempo, la extracci�n ilegal de grandes cantidades de huevos en las playas de anidaci�n y la muerte de un gran n�mero de hembras antes, durante y despu�s del proceso mismo de anidaci�n, tambi�n contribuyeron significativamente al proceso de pesquer�a.

REGULACIONES NACIONALES

El inter�s y la necesidad de administrar adecuadamente la explotaci�n de tortugas marinas ya estaba presente en M�xico desde hace varias d�cadas, es decir, desde antes de que adquirieran tan extraordinario valor comercial. Particularmente la preocupaci�n por abatir la extracci�n ilegal de huevos fue evidente desde 1927, cuando se promulg� una reglamentaci�n federal que dice: "Art�culo 97. Queda estrictamente prohibida en todo tiempo la explotaci�n de los huevos de tortuga, as� como la destrucci�n de sus nidos." Dicha prohibici�n ha sido refrendada en varias ocasiones y contin�a siendo vigente hasta la fecha.

Las diferentes vedas que han sido decretadas para reglamentar la captura de tortugas marinas se remontan tambi�n a la misma �poca, asign�ndose una veda de dos a cuatro meses a la captura de las tortugas de carey y marina com�n, seg�n la regi�n, as� como una talla m�nima de 40 cm sobre la concha. Dichos reglamentos aparecieron repetidamente en los decretos del 14 de febrero de 1929, del 29 de agosto de 1929, del 10 de abril de 1930, en el Reglamento de Pesca del 20 de enero de 1933 y en el Acuerdo del 7 de Mayo de 1945; los cuales fueron publicados en los diarios oficiales en las fechas correspondiente (an�nimo, 1946).

Posteriormente se ha emitido una serie de circulares; acuerdos, decretos, reglamentos y vedas que se han ido ajustando con la situaci�n prevaleciente en cada �poca, ampli�ndose las temporadas de veda, las tallas m�nimas de captura o determin�ndose vedas totales para ciertos periodos. La declaraci�n realizada a finales de 1972, por medio de la cual se decreta la exclusividad de la captura de tortugas marinas a los pescadores asociados en cooperativas pesqueras, as� como la autorizaci�n de franquicias en 1976 por diferentes motivos administrativos y legales fueron "con la idea de controlar la captura ilegal".

Entre las normatividades que se publicaron en los diarios oficiales y las Leyes Federales para el Fomento de la Pesca, destacan las siguientes:

—Veda total por dos a�os a partir del segundo semestre de 1971 hasta finales de 1972. La captura se reinici� a mediados de 1973, una vez que se organizaron las cooperativas y se legalizaron los permisos correspondientes. La veda vigente continu� sin cambios para el litoral del Atl�ntico, del l� de mayo al 31 de agosto y en el del Pac�fico, del l� de junio al 31 de septiembre.

—En 1973 se ampli� la veda un mes m�s, hasta el �ltimo d�a del mes de septiembre en el Atl�ntico, y de octubre en el Pac�fico.

—En 1977 se declar� la primera reserva natural para tortugas marinas en M�xico, la de Rancho Nuevo, en Tamaulipas, como zona de refugio y veda para la protecci�n de la tortuga lora y sus anidaciones, en una franja costera de aproximadamente 17.5 km y hasta 4 km mar afuera, donde se prohiben las actividades pesqueras, principalmente con equipos de arrastre.

—En 1986 se public� el decreto que declara la constituci�n de 17 zonas de reserva y refugio, distribuidas en ambos litorales del pa�s, con la intenci�n de conservar, proteger, repoblar, desarrollar y controlar la reproducci�n de las diversas especies de tortugas marinas, en las m�s importantes playas de anidaci�n (v�ase la figura 28).

—En 1988 se public� la Ley General del Equilibrio Ecol�gico y de la Protecci�n del Medio Ambiente, la cual incluye medidas estrictas para la protecci�n del h�bitat y la reproducci�n de las tortugas marinas.

—Finalmente, el 31 de mayo se public� el decreto por medio del cual se declar� la veda total por tiempo indefinido para todas las especies de tortugas marinas, sus productos y derivados en todo el territorio nacional.

—A fin de preservar especies amenazadas o en peligro de extinci�n, el 16 de diciembre de 1991 se aprobaron las siguientes modificaciones al C�digo Penal, por medio del decreto 254 bis, en materia de fuero com�n, en el Distrito Federal y fuero federal, en los estados de la Rep�blica, considerando que adem�s de las fuertes sanciones econ�micas ya establecidas se aplicar�an de 3 a 6 meses de prisi�n a quien se le encontrara:

1) capturando o da�ando especies en peligro de extinci�n, particularmente delfines y tortugas.

2) recolectando o comercializando productos de dichas especies, sin autorizaci�n.

—La ejecuci�n del Programa Nacional de Investigaci�n de Tortugas Marinas, as� como la autorizaci�n y supervisi�n de otros programas de investigaci�n sobre estas especies efectuados por organizaciones diferentes a la Secretar�a de Pesca, corresponden al Instituto Nacional de la Pesca, dependencia de la Subsecretaria de Pesca, como �rgano rector de la investigaci�n de los recursos marinos.

—La evaluaci�n, promoci�n, coordinaci�n y autorizaci�n de campa�as relacionadas con la conservaci�n de los h�bitats donde se desarrollan las tortugas marinas y la ejecuci�n de programas de educaci�n ambiental y campa�as para prevenir el deterioro ambiental, corresponden a la SEMARNAP.

REGULACIONES INTERNACIONALES

Hoy en d�a todas las especies de tortugas marinas en el mundo son consideradas como amenazadas o en peligro de extinci�n, por lo que sin excepci�n se encuentran incluidas en el Ap�ndice I de los acuerdos del CITES (Convenci�n Internacional para el Comercio de Especies de Flora y Fauna Silvestre Amenazada). As�, si un pa�s desea su explotaci�n y comercio, debe interponer una carta por medio de la cual se reserva el derecho de seguirlas explotando por cierto periodo; al mismo tiempo el pa�s se compromete a desarrollar un programa de investigaci�n, conservaci�n y cultivo, de tal manera que se est� garantizando la conservaci�n de las poblaciones naturales y su aprovechamiento a un nivel �ptimo. Por otra parte, como estas especies son particularmente migratorias, para la aprobaci�n de una autorizaci�n para exportar productos de origen silvestre o bien cultivados en una granja o un rancho tortuguero, deben intervenir en la revisi�n de la autorizaci�n los pa�ses que comparten estas poblaciones, a trav�s de un acuerdo sancionado por las partes interesadas y el CITES.

En la actualidad, la comercializaci�n de productos provenientes tanto de los ranchos tortugueros como de las granjas, as� como la sobrevivencia de las empresas que se dedican a este cultivo se encuentran en proceso de evaluaci�n. En virtud de que los pa�ses signatarios de los acuerdos del CITES est�n comprometidos a respetar las regulaciones sobre el comercio de especies amenazadas o en peligro de extinci�n, la producci�n que se obtiene en este tipo de instalaciones no encuentra mercado de exportaci�n, a no ser que sea consumida por el comercio local.

Ninguna de las dos clases de instalaciones, granjas o ranchos, que existen hoy en d�a tiene la posibilidad de exportar sus productos; sin embargo en el caso de las granjas, las cuales te�ricamente se manejan independientemente de las poblaciones naturales, se les han puesto m�s requisitos a sus actividades que a las de los ranchos, los cuales s� dependen constantemente de la colecci�n de cr�as y huevos en el medio natural (v�ase el cap�tulo VI). Es interesante observar que los grupos conservacionistas asumen a priori que la apertura del mercado de productos cultivados promueve la explotaci�n de las poblaciones silvestres. Adem�s, una de las objeciones m�s fuertes que interponen es que al ingresar productos cultivados al mercado habr�a gran dificultad para identificarlos y poder hacer la separaci�n de �stos y los que son de origen silvestre y por lo tanto se promover�a la explotaci�n de poblaciones amenazadas y la comercializaci�n ilegal de sus productos. De lo anterior se deduce que el problema no radica exclusivamente en la sobrevivencia de la especie, en este caso la tortuga blanca (Chelonia mydas) que se cultiva en la isla Gran Caim�n o en las islas Reuni�n, sino que es tambi�n un problema de confianza y credibilidad hacia los productores y posibles compradores. Sin embargo, la identificaci�n de productos cultivados de especies amenazadas o en peligro de extinci�n en el mercado internacional ya ha sido resuelta para otros organismos al pasarlos al Ap�ndice II del CITES. Por ejemplo, se permite introducir al mercado algunos productos derivados del cocodrilo, siempre y cuando sean cultivados en granjas o ranchos, y adem�s se ha desarrollado un sistema adecuado para su identificaci�n, certificaci�n y etiquetado que permite separar los productos cultivados de cualquier producto silvestre similar.

Dado el car�cter migratorio de las tortugas marinas, las regulaciones previstas para su manejo y conservaci�n dejan de tener efecto fuera del territorio del pa�s interesado, por lo que es frecuente que mientras un pa�s protege alguna especie, en otro se le captura casi sin ninguna limitaci�n, de tal suerte que se hace necesario llegar a acuerdos a trav�s de organismos multinacionales, como el CITES, OLDEPESCA (Organizaci�n Latinoamericana para el Desarrollo Pesquero), etc�tera.

Sin embargo, EUA, a trav�s de la llamada Endangered Species Act-1973, o Acta de Especies en Peligro-1973, sin mediar ning�n acuerdo internacional se autonombra fiscal de la conservaci�n de especies amenazadas y en peligro de extinci�n y a trav�s de tal documento califica, decide y enlista el estatus poblacional de especies dentro y fuera de su territorio, y mediante medidas directas e indirectas obliga a los diferentes pa�ses a desarrollar acciones para la conservaci�n de dichas poblaciones. De la misma manera, y bas�ndose en dicha acta (ESA) establece, en este caso s�lo para EUA y sus territorios, grupos de trabajo llamados Species Recovery Teams para desarrollar planes de recuperaci�n, Species Recovery Plans, incluyendo fondos para apoyar las actividades prioritarias para promover la recuperaci�n de las poblaciones enlistadas.

Uno de los prop�sitos de la ESA es "promover los medios para que los ecosistemas, de los cuales dependen las especies que se encuentran amenazadas o en peligro, puedan ser conservados". Como "h�bitat cr�tico" se considera aquel lugar en donde se encuentra: 1) el espacio normal para crecer, desplazarse o mantener su conducta territorial; 2) sus requerimientos nutricionales tales como: alimento, agua y minerales; 3) los sitios para el apareamiento, la reproducci�n o el mantenimiento de sus cr�as; 4) la cobertura o el ocultamiento, y 5) otros requerrimientos biol�gicos, f�sicos o de la conducta.

La ESA establece que el secretario de Comercio puede determinar y enlistar a las especies como amenazadas o en peligro, por cualquiera de los siguientes cinco factores: 1) amenaza de alteraci�n o destrucci�n del h�bitat; 2) sobreutilizaci�n por comercio y deporte o por prop�sitos cient�ficos y educacionales; 3) enfermedades y depredaci�n; 4) existencia de mecanismos regulatorios inadecuados, y 5) otros factores naturales o causados por el hombre que afecten su sobrevivencia. Dada su amplitud es obvio que cualquiera o todos estos puntos se pueden justificar y aplicar en la actualidad a todas las especies de tortugas marinas. Por lo tanto es ilegal, seg�n la ESA, importar, exportar, tener, atrapar, vender o transportar especies amenazadas o en peligro de extinci�n sin tener un permiso o gozar de una regulaci�n espec�fica que lo permita.

De acuerdo con el CITES y la ESA se considera que una especie est� en peligro de extinci�n cuando la amenaza se extiende a su �rea de distribuci�n ya sea de manera parcial o total. Se considera que cualquier especie est� amenazada s�lo cuando en un futuro previsible puede llegar a estar en peligro una porci�n importante de su �rea de distribuci�n.

Por otra parte, de acuerdo con la secci�n 4 de la ESA, se requiere que por lo menos cada cinco a�os el Servicio Nacional de Pesquer�as Marinas (US-NMFS) y el Servicio de Pesca y Vida Silvestre (US-F&WS) de EUA revisen la situaci�n de las especies listadas, para determinar si realmente la situaci�n actual de cada especie supone una amenaza o peligro de extinci�n.

EL USO DE EXCLUIDORES: �ASUNTO POL�TICO O BIOL�GICO?

EN EUA la controversia se inici� hace ya m�s de una d�cada. Es obvio que la pesquer�a de camar�n por medio de redes de arrastre es una de las menos selectivas que se realizan en la actualidad en el medio costero marino. Aproximadamente de cada tonelada de camar�n seleccionado se extraen nueve de otras especies, las cuales en un 80 a 90% se consideran sin valor comercial. Dentro de las especies m�s frecuentemente identificadas en la llamada FAC (fauna de acompa�amiento) se encuentran huachinangos, pargos, mojarras, sardinas, blanquillos, roncos, truchas de mar, tambores, lenguados, tiburones, rayas, jaibas, cangrejos, cucarachas, caracoles, almejas, pulpos, calamares, medusas, abanicos, estrellas, erizos, etc. Sin embargo, la gran mayor�a de los organismos extra�dos que pudieran tener alg�n valor comercial no alcanzan una talla aceptable y por lo tanto son regresados al mar, pero m�s del 95% muere durante la manipulaci�n. Por otra parte, entre la fauna que es regresada al mar se encuentran juveniles de especies que al alcanzar tallas adecuadas tendr�an un alto valor comercial.

Dentro de la FAC, considerada como captura incidental en los arrastres camaroneros, se encuentran las tortugas marinas; sin embargo, no todas las especies son capturadas ni en la misma proporci�n ni con la misma frecuencia, pues hay zonas y �pocas donde se incrementa la posibilidad de atraparlas. As�, seg�n los estudios de Henwood (1986), en el litoral del Atl�ntico americano y el norte del Golfo de M�xico, la especie con mayor posibilidad de ser capturada debido a sus h�bitos alimenticios y migratorios es la tortuga cahuama (Caretta caretta caretta), en una proporci�n del 89%. La siguiente especie, en orden de importancia num�rica es la tortuga lora (Lepidochelys kempii) pu�s la tortuga blanca (Chelonia mydas) con el 2%, y ocasionalmente se captura la tortuga de carey (Eretmochelys imbricata imbricata) con el 1% relativo. Debido a sus h�bitos, normalmente pel�gicos, la tortuga la�d (Dermochelys coriacea coriacea) es atrapada en muy peque�a escala, 1.3%. La proporci�n de mortalidad que ocurre durante el arrastre (pues despu�s de dos o m�s horas de permanencia en la red casi ninguna tortuga sale viva), para la misma regi�n, sigue el mismo orden anterior. As�, la cahuama nuevamente representa el m�s alto valor, 88%; la lora casi el 7%; la blanca el 2%; la carey el 1% y la la�d el 1.5%.

Para el lado del Pac�fico americano, al sur de California, EUA, no hay estudios definitivos; sin embargo, la tortuga golfina (Lepidochelys olivacea) es la especie m�s frecuente, debido principalmente a su gran abundancia, seguida por la prieta (Chelonia agassizii); debido a su distribuci�n y h�bitos casi nunca son atrapadas tortugas de las dem�s especies.

C�lculos efectuados por el Servicio de Pesquer�as hasta 1983, para la misma regi�n Atl�ntica de los EUA y la misma �poca que se mencion� al principio de este cap�tulo, indican una captura incidental de alrededor de 47 970 tortugas al a�o realizada por una flota de 17 200 embarcaciones que operan en aguas marinas m�s all� de las dos brazas de profundidad; de este volumen de captura se estima conservadoramente que mueren ahogadas 11 180. Para reducir de modo considerable la captura incidental de tortugas marinas, el personal cient�fico y t�cnico del Servicio mencionado, recopilando experiencias previas de los mismos pescadores, inici� en 1978 estudios para desarrollar un artefacto que, a�adido a la red camaronera, permitir� la salida de las tortugas con el m�nimo da�o posible y al mismo tiempo sin una reducci�n importante del camar�n capturado.

En 1981, se cre� el primer dise�o de TED, que quiere decir Trawling Efficiency Device y muy poco despu�s se le cambi� el nombre por Turtle Excluder Device, es decir, "Aparejo para mejorar el arrastre" y m�s tarde, "Aparejo excluidor de tortugas", al cual se le llam� tipo NMFS. A partir de entonces se han dise�ado varios equipos, pero en todos el principio b�sico es la colocaci�n, antes de la bolsa de la red, de un panel deflector donde choca la tortuga, la cual es desviada hacia una abertura de la parte superior o inferior de la red. La eficiencia de estos equipos ha sido muy variable, ya que aun cuando est�n perfectamente adaptados al tipo de red, de barco y lugar de arrastre, el resultado depende de otros factores circunstanciales y a veces pierde un alto porcentaje de camar�n.

Algunos de los beneficios que resultan del uso de los TED, de acuerdo con las autoridades estadounidenses, ser�an los siguientes:

1) En algunas zonas y per�odos, evitan que un alto porcentaje de tortugas mueran ahogadas.

2) Excluyen dentro de la captura del camar�n objetos pesados y voluminosos, que por compresi�n pueden bajar la calidad del producto u obstruir la red.

3) Logran un producto m�s limpio y de mejor calidad.

4) Reducen la mortalidad de algunas especies de alto valor comercial.

5) Ahorran combustible al disminuir el peso de las redes durante el arrastre.

Algunas de las circunstancias que se dice dificultan el uso de estos artefactos, de acuerdo con los pescadores estadounidenses, ser�an:

1) La dificultad de manejo a bordo de las embarcaciones y durante las maniobras de los lances.

2) Su uso resulta en una p�rdida excesiva de camar�n.

3) Se incrementan los da�os a las redes al enredarse los equipos o al bloquearse los componentes del TED.

4) Son de poco beneficio, pues en muy escaso el n�mero de tortugas que se atrapan en las redes camaroneras.

A partir de entonces ha surgido una serie de dise�os de TED, los cuales se adaptan a los diferentes tipos de redes en uso y a las variadas regiones geogr�ficas de EUA; algunos se muestran en la figura 33. En 1983, la introducci�n del TED en la flota camaronera estadounidense se plante� como voluntaria, sin embargo, como se ofrecieron muy pocos voluntarios, y considerando que el efecto de los arrastres camaroneros era una de las principales causas de la declinaci�n de las poblaciones de tortugas marinas de la regi�n, despu�s de una serie de reuniones el mandato se hizo obligatorio a partir de julio de 1987, calculando que para 1990, se habr�a expandido a toda la flota. A partir de entonces ha habido una serie de retrasos y objeciones, por lo que hasta 1989 los requerimientos no hab�an tenido resultados, excepto en algunos casos en que voluntariamente han ido adoptando los TED a sus embarcaciones. De hecho los ordenamientos han sido efectivos a partir de 1990 en la flota estadounidense dentro del Golfo de M�xico y a partir de 1991 en la de la costa suratl�ntica de los EUA. Los resultados no han sido claramente publicados; sin embargo se dice que "la captura total del camar�n en los lugares donde el TED se ha aplicado ha tenido un incremento significativo, que se ha reducido el n�mero de tortugas que aparecen muertas en las playas y que no ha sido causa de la bancarrota de la industria camaronera. Los grupos en pro del uso de los TED contin�an luchando porque se apliquen estas regulaciones a todas las aguas y durante todo el a�o en EUA.

[MCT 41]

Figura 33. Excluidor para tortugas marinas adaptado a las redes de arrastre para camar�n. (Fuente: Servicio Nacional de Pesquer�as Marinas, EUA.)

Al mismo tiempo que esto suced�a (1989), entre los industriales y los pescadores estadounidenses se inici� un movimiento de protesta. Arg��an que si a ellos se les obligaba a usar los TED, �por qu� a los pescadores de los pa�ses que exportaban camar�n y tambi�n ten�an tortugas no se les obligaba a usarlos? Debido principalmente a estas presiones pol�ticas el gobierno de EUA decidi� que la importaci�n de camar�n s�lo ser�a permitida a aquellos pa�ses que demostraran tener un programa de conservaci�n de tortugas marinas similar o equivalente al que este pa�s utiliza adem�s de ser obligatorio el uso de los excluidores. Tambi�n decidi� que el embargo entrar�a en efecto a partir del 1� de mayo de 1990.

Los pa�ses afectados por estas medidas (entre ellos M�xico) argumentaron que si bien estaban dispuestos a implementar otras medidas proteccionistas para las tortugas marinas adem�s de las que ya estaban empleando, no era justificable que un programa que a EUA le hab�a tomado m�s de una d�cada desarrollar y que a�n no era 100% efectivo se obligara a cumplirlo a los dem�s pa�ses sin ninguna previsi�n. Por lo tanto se solicit� una pr�rroga m�nima de tres a�os para dar oportunidad de probar los equipos, evaluar efectivamente cu�l era la mortalidad de las tortugas marinas causadas por las flotas camaroneras locales y dise�ar excluidores que fueran m�s acordes con el tipo de embarcaciones y de redes en uso en las diferentes regiones. Por otra parte, tambi�n se solicit� apoyo tecnol�gico y entrenamiento para la instalaci�n y uso de los excluidores.

La pr�rroga se dio y los diferentes pa�ses iniciaron sus actividades de investigaci�n y certificaci�n de resultados. Se pusieron de acuerdo a trav�s de la OLDEPESCA y est�n realizando seminarios y talleres de actualizaci�n, en los cuales la SEMARNAP, a trav�s del Instituto Nacional de la Pesca, est� desempe�ando un papel decisivo en el entrenamiento, las pruebas de los TED y la evaluaci�n de la captura incidental mediante el desarrollo de un programa nacional de evaluaci�n de la captura incidental de las tortugas marinas y del impacto t�cnico y econ�mico del uso de dispositivos excluidores.

El programa mencionado se dise�� para ser realizado durante cuatro a�os a partir de 1991, en ambas costas del pa�s, con el apoyo de las cooperativas, la industria camaronera y el gobierno de M�xico. Est� dividido en dos subprogramas:

I. Evaluaci�n de la captura incidental de tortugas marinas.

II. Evaluaci�n del impacto t�cnico y econ�mico del uso de dispositivos excluidores de tortugas marinas.

Hasta junio de 1992, en ambos subproyectos se ten�a un avance cercano al 50%; sin embargo, los resultados no han sido muy concluyentes, sobre todo en el funcionamiento de los excluidores durante los lances, lo cual no ha convencido a los interesados, es decir, a los patrones de los barcos camaroneros y, adem�s, las p�rdidas de camar�n atribuibles a los excluidores, en casi todos los casos han estado por encima del m�ximo que se�alan los t�cnicos estadunidenses. Por esto, se est�n haciendo ajustes para redise�ar y adaptar algunos de los tipos de excluidores existentes que parezcan m�s eficientes para las caracter�sticas de nuestra flota, tanto para el Pac�fico como para el Atl�ntico, o dise�ar nuevos tipos adecuados para el sistema nacional y de acuerdo con las peculiaridades de nuestra flota, sobre todo considerando en lo posible el uso que se le da a cierta parte de la captura incidental.

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