V. CR�TICAS A LA HIP�TESIS DE WEGENER
ADEM�S de la resistencia natural que encuentra toda gran teor�a nueva, la hip�tesis de la deriva continental de Wegener pas� por duras cr�ticas basadas en dos aspectos principales:
1) Como prueba geol�gica de la deriva Wegener consider� algunos argumentos falaces al lado de otros muy buenos. As�, cuando los primeros fueron cuestionados y se puso en duda su validez, los otros tambi�n fueron rechazados como si hubieran sido equivalentes.
2) La ausencia de un mecanismo que explicase convincentemente la deriva.
Una de las cr�ticas m�s fundamentadas contra la hip�tesis wegeneriana parti� del geof�sico Harold Jeffreys, quien al publicar en 1924 la primera edici�n de su libro The Earth (La Tierra), critic� la hip�tesis de la deriva continental afirmando que la fuerza de gravedad es mucho m�s fuerte que cualquier otra fuerza tangencial conocida que act�e en la corteza terrestre; como las capas continentales y oce�nicas son tan fuertes como para soportar accidentes topogr�ficos (como el Everest) y profundas cuencas oce�nicas sin deshacerse lentamente bajo la acci�n de la gravedad, no ser�a factible que permitieran una deriva horizontal de bloques si�licos a lo largo del sima. Jeffrey se manifest� especialmente contra una aparente incongruencia de la hip�tesis wegeneriana: si los continentes se desplazan mec�nicamente en el sima subyacente, �por qu� raz�n en la "proa" de los continentes el mismo sima opone tal resistencia que en el frente del continente ocurren arrugamientos que ocasionan el surgimiento de monta�as? El sima, conclu�a Jeffreys, deber�a ser lo suficientemente blando como para permitir la deriva de bloques continentales, y la evidencia s�smica hab�a demostrado que no lo era.
Esta y otras cr�ticas consiguieron debilitar profundamente a Wegener, quien incluso encontr� dificultades para obtener un puesto acad�mico en Alemania; finalmente obtuvo el cargo de profesor adjunto en la Universidad de Graz, Austria. Muri� en 1930, en los hielos de Groenlandia, y de �l se dijo que su propia teor�a lo hab�a enceguecido al grado de no poder vislumbrar m�s la verdad.