II. DIONISIO NIETO





De la amiba a la conciencia se asciende
por una escala de llanto.
Y esto que ya lo saben los bi�logos
lo discuten ahora los poetas dom�sticos y los juglares.
LE�N FELIPE, Antolog�a rota


EL DOCTOR Dionisio Nieto naci� en Madrid el 13 de marzo de 1908. Se doctor� en medicina en la Universidad Complutense de Madrid a los 24 a�os. �l mismo nos cuenta c�mo, despu�s de hacer el doctorado (su tesis fue "Lesiones cerebrales en la psicosis pelagrosa"), ese mismo a�o de 1929 ingres� como auxiliar de investigaci�n en el laboratorio de Histolog�a Normal y Patol�gica que dirig�a don P�o del R�o Hortega. M�s tarde tuvo la fortuna de que la Junta de Ampliaci�n de Estudios e Investigaciones Cient�ficas del Ministerio de Instrucci�n P�blica de Espa�a lo becara para continuar sus estudios en Alemania. En 1931 ingres� en lo que actualmente se conoce como Max Plank Institut fur Psiquiatrie de Munich. Pero en aquel entonces era el Instituto de Investigaciones Psiqui�tricas que hab�a fundado Kraepelin cuatro a�os atr�s. Fue esta la primera instituci�n dedicada a la investigaci�n psiqui�trica (enzarzada, comprometida, con la relaci�n mente-cerebro) que se cre� en el Mundo.

All� estuvo hasta 1933. Al mismo tiempo fue m�dico asistente de la Cl�nica Psiqui�trica Universitaria de Munich donde tuvo la influencia directa de los profesores Spielmeyer y Bumke. (A�os despu�s, en su laboratorio en M�xico, nos transmiti� las ense�anzas, sobre todo de Spielmeyer; con un entusiasmo admirable.) En ese a�o public� un trabajo, muy original, describiendo un m�todo para te�ir el treponema pallidum (la espiroqueta de la s�filis) en la corteza cerebral de los pacientes que hab�an sufrido de par�lisis cerebral. Su formaci�n neuropsiqui�trica en Alemania fue complet�sima. En 1934, en el primer semestre, estuvo como m�dico asistente en la Cl�nica Universitaria de Berl�n, con el profesor Bonhoeffer y en el segundo semestre en la Cl�nica Psiqui�trica, tambi�n Universitaria, de Marburgo donde tuvo la suerte de que le tocaran las ense�anzas, nada menos que del profesor Kretschmer.

Figura 1.II. Dionisio Nieto en su juventud.

Fui su alumno en M�xico de 1947 a 1954. Entonces me enter� que hab�amos nacido en el mismo barrio madrile�o (Atocha) y nos bautizaron en la misma iglesia (de las Angustias), ahora situada en una calle que creo, seg�n me dijo �l, se llama de la Batalla de Brunete (batalla que por lo visto unos y otros pensaban que la hab�an ganado). Nieto me aclar� que adem�s de nosotros bautizaron en la misma iglesia a una eminente actriz de teatro y excelente declamadora, Ofelia Guilm�in.

Estando en segundo a�o de la carrera de medicina, en 1947, asist� a la clase de neuroanatom�a que impart�a Nieto. All� o� por primera vez la palabra oligofr�nico, refiri�ndose a un alumno que pretend�a hacer bromas pesadas e interrump�a la clase, amparado en el anonimato de la N (�ramos m�s de 150 en el grupo), con chistes de mal gusto. Esta palabreja tuvo un impacto tremendo entre nosotros, tanto que hicimos una especie de club en el que ya no se usaba decir est�pido, imb�cil o, como dec�amos en M�xico, pendejo; simplemente, levantando una ceja, dec�amos �es un oligofr�nico incipiente!, o, abreviando, un "oligo" con esto el tipo quedaba definido para siempre.

Nieto orientaba sus clases de neuroanatom�a, relacionando constantemente la estructura nerviosa, con alg�n cuadro cl�nico neuropsiqui�trico, la corteza cerebral, con la enfermedad de Alzheimer y la par�lisis general progresiva; el hipocampo y la am�gdala del l�bulo temporal con la epilepsia y los trastornos de la memoria; la m�dula espinal con la tabes dorsal y la poliomielitis, etc�tera etc�tera.

Pero lo que hac�a de Nieto un profesor excepcional era una especie de rudeza ante todo lo que fuera especulaci�n sin base cient�fica. En eso era inexorable. No he conocido a nadie con su capacidad de cr�tica.

Figura 2.II. Dionisio Nieto en los �ltimos a�os de su vida.

Una tarde, despu�s de una de las clases, fui a verlo y, como no se me ocurri� nada mejor, le dije que quer�a hablar con �l, pues estaba algo indeciso sobre que ruta tomar en la medicina. —Venga a verme a mi consultorio—, me dijo—.

Fui esa misma tarde, me recibi� enseguida, y tal vez por ser tambi�n exiliado y viendo mi avanzada edad (26 a�os, cuando la mayor�a de mi generaci�n frisaba en los 20, pues termin� el bachillerato en 1937 y enseguida part� para el frente, uni�ndome al Batall�n Alpino o de Monta�a en el Guadarrama) me pregunt� qu� hab�a hecho antes de entrar a la Facultad de Medicina. Le cont� cómo hab�a trabajado en el laboratorio de an�lisis qu�mico de una f�brica de acero en Or�n, Argelia y de otra f�brica, �sta de cemento, en San Rafael del Sur, en Nicaragua. C�mo me hab�a dedicado primero, al llegar a Am�rica, al f�tbol y m�s tarde, a llevar un curso de t�cnico en higiene en el Instituto Nacional de Higiene en Managua, organizado y equipado por la Fundaci�n Rockefeller. Le narr� de qu� manera, con un orden admirable, hab�a aprendido a hacer primero el examen de orina, luego del excremento, m�s tarde de esputos y exudados, luego de sangre y, por �ltimo, de las reacciones serol�gicas. Le habl� con entusiasmo de la caza y clasificaci�n de mosquitos y sus larvas en los lagos y esteros de Nicaragua, me escuch� con paciencia, me diagnostic� como sol�a hacerlo con todo el mundo (sin decir palabra y moviendo la cabeza como d�ndose la raz�n a s� mismo) y como �nica conclusi�n me dijo:

—�Por qu� no viene ma�ana al Laboratorio? —as� de lac�nico.

Al d�a siguiente fui y, no quiero ponerme cursi, pero mi vida cambi� para siempre.

La mayor�a de los estudiantes de biolog�a o medicina de esas generaciones que se dedicaron a la investigaci�n cient�fica en M�xico, lo hicieron en el campo de las neurociencias o de la cardiolog�a.

Tiene importancia particular para seguir el curso de las neurociencias en la Universidad Nacional Aut�noma de M�xico, la creaci�n del Instituto de Estudios M�dicos y Biol�gicos en 1941. Con el objeto de dar albergue a un grupo de profesores espa�oles que llegaron a M�xico desde 1939, se cre� la Casa de Espa�a en M�xico, que pronto se transform� en El Colegio de M�xico. �ste propici� e impuls� la creaci�n del Instituto. Los fundadores fueron Rosendo Carrasco Formiguera, Isaac Costero, Ignacio Gonz�lez Guzm�n, Gonzalo R. Lafora, Dionisio Nieto, Jaime Pi Su�er y Clemente Villase�or. La nota de presentaci�n del nuevo Laboratorio apareci� en el primer n�mero del volumen 1 del Bolet�n del Laboratorio de Estudios M�dicos y Biol�gicos, de marzo de 1942. Dice as�:



El Laboratorio de Estudios M�dicos y Biol�gicos se ha creado bajo los auspicios de El Colegio de M�xico y est� destinado a estimular y desarrollar el trabajo cient�fico en cualquier tema que est� relacionado con las Ciencias M�dicas. Se halla instalado en la Escuela Nacional de Medicina gracias a la gentil acogida y a la hospitalidad brindada por su actual director Sr. Dr. don Jos� Aguilar �lvarez.
En el momento de iniciar sus actividades consta el laboratorio de cuatro secciones principales en las que se practican trabajos sobre citolog�a, hematolog�a, histolog�a normal y patol�gica, fisiolog�a, neuropatolog�a y oftalmolog�a experimental, e inicia, con este n�mero la publicaci�n de notas breves, en las que se recoge el resultado de las investigaciones en �l verificadas.
Su funcionamiento no hubiese sido posible sin la generosa donaci�n que de su equipo ha hecho la Fundaci�n Rockefeller y sin la amplia ayuda de quienes tienen un elevado concepto de la investigaci�n y la cultura. Del doctor Gustavo Baz, bajo cuyo rectorado de la UNAM se inaugur� nuestro laboratorio y a cuyo impulso por toda obra noble tanto debemos; del licenciado don Mario de la Cueva, actual rector de nuestra Universidad, de quien hemos recibido ampl�sima ayuda y est�mulo y del licenciado don Alfonso Reyes, presidente de El Colegio de M�xico y honra de las letras hispanoamericanas, quien tanto cari�o ha puesto a nuestra casa.
La obra cient�fica y cultural es, en esta hora del mundo, obra santa, y ojal� el porvenir de nuestra modesta instituci�n no sea ensombrecido por la desgracia de los hombres ni azotado por las pasiones humanas.
Los intelectuales espa�oles y mexicanos que trabajan en este Laboratorio, dejan en esta p�gina inicial su agradecimiento muy cordial para quienes laboran por senderos paralelos.


Es muy significativo que en 1942, a�o aciago para la cultura en Europa, cuando los profesores que hab�an fundado las ciencias biom�dicas, como tantos otros de otras especialidades, eran perseguidos y aniquilados u obligados a exilios involuntarios, se sembrara en M�xico esta semilla de esperanza y que fuera precisamente en la UNAM.

Para entonces ya exist�an en M�xico el Instituto de Biolog�a y el de Enfermedades Tropicales, donde se realizaba investigaci�n en el �rea biom�dica, pero poco en lo que entendemos ahora por neurociencias. M�s tarde, con el traslado a la nueva Ciudad Universitaria, en 1953-1954, estas ciencias seguir�an creciendo en el Instituto de Estudios M�dicos y Biol�gicos (que luego cambi� de nombre por el de Instituto de Investigaciones Biom�dicas, dirigido entonces por el doctor Guillermo Sober�n) y comenzar�a esta disciplina a desarrollarse en el Instituto de Biolog�a, en la Facultad de Medicina y en la escuela de Psicolog�a.

Los a�os cuarenta siguieron siendo claves para el desarrollo de las neurociencias en la UNAM. La segunda Guerra Mundial estaba en todo su apogeo y eran pocos los lugares en el mundo donde se pudiera llevar a cabo investigaci�n fundamental biol�gica. La industria b�lica absorb�a todos los recursos humanos y materiales y comenzaron los movimientos migratorios que tan importante papel tendr�an en la segunda mitad del siglo XX. Los conocimientos de la neuroanatom�a y la fisiolog�a de los a�os anteriores hab�an resultado en la elaboraci�n de una teor�a, llamada "de la neurona" que establec�a que las c�lulas nerviosas eran la unidad anat�mica, tr�fica y funcional del SN. Comenz� a establecerse un nuevo concepto materialista-reduccionista del funcionamiento del cerebro, muy importante sobre todo en relaci�n con la actividad mental y la conciencia. El investigador que consolid� esta teor�a fue Santiago Ram�n y Cajal, quien dedic� toda su larga vida a la descripci�n anat�mica (acompa�ada de brillantes deducciones funcionales, ontog�nicas y filog�nicas) de todas las �reas cerebrales, siempre demostrando que las neuronas s�lo se comunicaban por contactos (conocidos ahora como sinapsis) y que en ning�n caso hab�a continuidad entre ellas. Tambi�n postul� la existencia de una polarizaci�n din�mica en las neuronas, es decir que siempre la conducci�n del impulso nervioso segu�a la v�a dendritas o soma-axon.

En los a�os 40 y principios de los 50 eran muy escasos los estudios de posgrado en la UNAM. Los estudiantes de licenciatura ten�amos contacto directo con los maestros que se dedicaban a la investigaci�n, en los �ltimos a�os de las carreras, y mucho interven�a el azar en la decisi�n sobre que camino tomar. En cuanto a las neurociencias, las opciones eran bastante alentadoras, m�s que en otras disciplinas. Varios profesores se dedicaban a la investigaci�n y no era muy dif�cil el acceso a sus laboratorios si se demostraba entusiasmo. El "filtro" era amargo. Consist�a en, despu�s de varias entrevistas, trabajar uno o dos a�os sin retribuci�n ni posici�n acad�mica alguna, haci�ndola de mil usos y sometidos al m�s o menos tir�nico dominio de los estudiantes m�s avanzados que hab�an llegado antes al laboratorio. Pero se aprend�a mucho y muy directamente de los maestros. Los m�s notables de la �poca, en cuanto al sistema nervioso, fueron Perr�n, Villase�or; Rosenblueth, Nieto, Costero, Massieu, Del Pozo y Anguiano. Aunque muy j�venes, pero ya con una l�nea de investigaci�n propia fueron muy influyentes Ram�n �lvarez-Buylla y Ra�l Hern�ndez-Pe�n.

La neuroqu�mica (a cuyo inicio en la Universidad de Harvard tanto contribuy� otro espa�ol exilado, Jordi Folch) en la UNAM tuvo un brillante inicio en esos mismos a�os con la labor de Guillermo Massieu (1920-1985). Jefe de un laboratorio sumamente productivo en el Instituto de Biolog�a, rodeado de aventajados disc�pulos, entre otros Herminia Pasantes y Ricardo Tapia, don Guillermo fue un pionero de la bioqu�mica del sistema nervioso, particularmente de la epilepsia. Ten�a un esp�ritu l�cido y fue capaz de formar un grupo muy s�lido de investigaci�n. Cuando falleci� Rosenblueth pas� a dirigir el Centro de Investigaciones y estudios Avanzados del Instituto Polit�cnico Nacional (CINVESTAV) y antes hab�a sido director del IPN, donde le tocaron los aciagos acontecimientos del 68.

En general, repasar la historia de las neurociencias en la UNAM resulta muy ilustrativo. Nos ense�a c�mo una �rea de investigaci�n puede crecer cuando alcanza una masa cr�tica y se logra un trabajo interdisciplinario adecuado.

Hace poco tiempo, en 1990, la hija mayor del doctor Nieto, Adela Nieto, public� a trav�s de la Universidad Nacional Aut�noma de M�xico la tesis que hizo para lograr un doctorado en Espa�a, con el t�tulo de La obra cient�fica del doctor Dionisio Nieto. En esta obra participan varios alumnos y colaboradores de Nieto y aparecen desde luego diversos art�culos suyos. De �stos reproducimos algunos y extractamos otros; otro lugar ocupan las opiniones y recuerdos de sus alumnos, quienes participaron en uno de los actos dedicados a su homenaje, comenzaremos por estos �ltimos.

Alfonso Escobar, que fue tal vez su primer alumno en M�xico, tras revisar brevemente su formaci�n en Espa�a y Alemania nos cuenta:

Ya en M�xico, en 1940, se incorpora inmediatamente al Laboratorio de Estudios M�dicos y Biol�gicos de la UNAM. Esta Instituci�n, ahora Instituto de Investigaciones Biom�dicas, hab�a sido creada para, entre otras cosas, albergar a destacados cient�ficos espa�oles. Nieto inicia all� los trabajos para fundar el Departamento de Neurolog�a Experimental y Neuropatolog�a. Consciente de los problemas de salud p�blica en M�xico, uno de sus primeros estudios lo enfoca a las lesiones cerebrales en la psicosis alcoh�lica, e inmediatamente a dos de los problemas que le apasionaron a lo largo de su carrera cient�fica: la neuropatolog�a de la esquizofrenia y la neurocisticercosis.


Escobar nos cuenta como Nieto luch�, � outrance, contra las corrientes animistas y dualistas de la psiquiatr�a de entonces. Sus trabajos sobre las lesiones neuropatol�gicas en la esquizofrenia fueron mal acogidos por los partidarios de las teor�as psicodin�micas de las psicosis. Eric Fromm, radicado en M�xico, comenzaba su curso de posgrado en psiquiatr�a afirmando que las psicosis, sobre todo la esquizofrenia, aparec�an en individuos en cuyos cerebros no se encontraba alteraci�n alguna. Contin�a Escobar:

El material neuropatol�gico lo obtiene del antiguo Manicomio de La Casta�eda, el hospital psiqui�trico m�s grande del continente americano y en el cual Nieto obtiene tambi�n un puesto de trabajo, como jefe del Laboratorio de An�lisis Cl�nicos. Esto le permite desarrollar uno de sus logros neurobiol�gicos: dise�a una reacci�n de fijaci�n de complemento para la neurocisticercosis humana, en el l�quido cefalorraqu�deo (LCR). Para esto ha sido necesario que se adentre en el conocimiento de las t�cnicas inmunol�gicas usuales en ese momento, que le permiten preparar el ant�geno adecuado, dise�ar una t�cnica para la titulaci�n y estandarizar el m�todo de la reacci�n. Hasta el momento esta reacci�n, que se conoce en nuestro medio como la reacci�n de complemento para cisticercosis de Nieto, constituye una reacci�n de simple ejecuci�n, con una alta sensibilidad en diagn�stico —hasta el 82 por ciento— en el LCR y que resulta barata tanto en el material como en el personal t�cnico requeridos, y es la m�s utilizada en nuestro pa�s, principalmente en el Instituto Nacional de Neurolog�a y neurocirug�a, donde el propio Nieto la introdujo desde su fundaci�n en 1964. En la neurocisticerosis contribuy� al conocimiento de la historia natural del padecimiento, gracias a los estudios cl�nicos y neuropatol�gicos, que todav�a en la actualidad son fuente de referencia. Todo esto nos lo cuenta Alfonso Escobar, en la actualidad investigador em�rito de la UNAM.


Quien esto escribe fue alumno de Nieto durante 6 a�os. En el libro homenaje que se le dedic� al cumplir 40 a�os de labor en la UNAM escrib� lo siguiente.

Cuando Dionisio Nieto baj� del barco que lo trajo junto con su esposa desde Europa al puerto de Veracruz, M�xico recib�a a un m�dico joven, al comienzo del tercer decenio de su vida, pero con un bagaje acad�mico impresionante. Se hab�a doctorado en medicina en la Universidad Central de Madrid, a los 24 a�os, en 1919 y como la segunda Rep�blica espa�ola no fue promulgada sino hasta 1931 su t�tulo ven�a firmado por el entonces todav�a rey de Espa�a, Alfonso XIII de Borb�n.
En los a�os 40 y 50 la psiquiatr�a mexicana se ve influida intensamente por el psicoan�lisis. La Escuela de Psicolog�a situada entonces en la Facultad de Filosof�a y Letras, de la UNAM, era dirigida invariablemente por psicoanalistas freudianos. En la Facultad de Medicina se crea un Departamento de Psicolog�a M�dica, Psiquiatr�a y Salud Mental, por los doctores Ram�n de la Fuente y Alfonso Mill�n, ambos del primer grupo de disc�pulos de Eric Fromm en M�xico. Este grupo ha tenido —hasta la fecha— la mayor influencia en los estudios de licenciatura y posgrado en psiquiatr�a, aunque ya con una orientaci�n moderna neurobiol�gica y cognitiva. Nieto se mantuvo a distancia y se dedic� a la defensa de, una psiquiatr�a biol�gica, ayudando a la formaci�n de una sociedad con ese nombre.


Veamos lo que nos relata otro de sus alumnos Jos� Luis D�az recordando su formaci�n con Nieto:

Me voy a referir al maestro Nieto en tanto precursor, erudito y personalidad inc�moda para la comunidad psiqui�trica de su tiempo. Nieto fue un pionero de la investigaci�n biol�gica en psiquiatr�a o, m�s, precisamente un puente aislado entre los periodos inicial y actual de su desarrollo. Las influencias de Cajal (y R�o Ortega y Kraepelin) se amalgamaron tempranamente en su inter�s por analizar las bases y los correlatos cerebrales de los padecimientos psiqui�tricos. Ya su tesis de licenciatura sobre la neuropatolog�a de la psicosis pelagrosa apuntaba en una direcci�n que recorrer�a desde entonces. En este cap�tulo sus aportaciones fundamentales fueron sobre la patolog�a cerebral de la epilepsia y de la esquizofrenia. Es importante ubicarse en la �poca de mediados de siglo en la que empezaron a publicarse los datos referentes a la gliosis dienc�falo-l�mbico-periacueductal, que Nieto detectaba consistentemente con la ingeniosa aplicaci�n del m�todo de Hortega, en cerebros de esquizofr�nicos cr�nicos. Esto suced�a en el momento en que el paradigma psicodin�mico era el imperante y por el cual se consideraba, err�neamente, que la b�squeda de correlatos cerebrales de las psicosis no s�lo era in�til sino metodol�gicamente absurda. Aunque la actitud ha cambiado diametralmente, es de destacarse el papel que he llamado "inc�modo" que Nieto desempe�ó por éstas y otras de sus investigaciones y que fue muy saludable en nuestro medio como una oposici�n ilustrada y cort�s a la mayor�a. En el mismo sentido vale la pena se�alar que en otra vertiente de su labor precursora Nieto introdujo a la cl�nica mexicana los psicof�rmacos que hab�an irrumpido en 1952 en la psiquiatr�a. En el pabell�n piloto del hospital psiqui�trico "La Casta�eda", a su cargo, comenzaron a evaluarse los efectos de las fenotiazinas, los inhibidores de la MAO, el litio y los tric�clicos, ante un escepticismo general. Asumiendo plenamente su papel provocador, Nieto publicó un trabajo titulado "Quimioterapia del delirio de celos"2[Nota 2] mostrando la utilidad de una fenotiazina en este s�ntoma, considerado coto cerrado de la etiolog�a psicodin�mica. Otro tanto suced�a con la l�nea de la psiquiatr�a experimental desarrollada paralelamente en su grupo. Influido tambi�n en este caso por la escuela alemana, y en particular por Beringer, Nieto estudi� los efectos de los hongos alucin�genos, la psilocibina y el LSD en voluntarios.3[Notan 3] La metodolog�a de an�lisis era fundamentalmente fenomenol�gica y las descripciones de los efectos de estas sustancias sobre las esferas perceptuales, afectivas, cognitivas y volitivas, mostraba una comprensi�n cabal de la psicopatolog�a de Kretchmer y de Jasper. Esta competencia fenomenol�gica era patente en sus entrevistas psiqui�tricas en las que en la suavidad de una pl�tica llegaba al virtuosismo para desentra�ar los contenidos psicopatol�gicos y alcanzar a diagn�sticos finos y precisos.
Un hecho que tiene importancia se�alar brevemente es el que Nieto no se preocupara demasiado por realizar estudios con controles pareados, y dise�os doble ciego como es la norma hoy d�a. Esto es interesante porque tanto sus estudios psicofarmacol�gicos como neuropatol�gicos han sido adecuadamente confirmados por otros autores. La confiabilidad de sus resultados estribaba en su pericia, su honestidad y una objetividad sencilla que no se dejaba contaminar por sus tendencias te�ricas. Defend�a, incluso con energ�a, que todos los f�rmacos de utilidad psiqui�trica hubiesen mostrado sus efectos por serendipia, por v�a emp�rica y por observaciones de cl�nicos acuciosos, en dise�os abiertos. Quiz� el maestro olvidaba que no todos tenemos las cualidades a que me he referido y que los dise�os controlados pueden neutralizar las caracter�sticas opuestas que son m�s generales.
En ocasiones era duro con nosotros, sus alumnos, pero una tarde aprend� de �l que esta dureza estaba basada en el cari�o que nos ten�a y que esperaba a cambio, lo cual no se adivinaba por su comportamiento tan parco y a veces lac�nico.
Para m� es un privilegio haber sido su alumno durante 20 a�os. La formaci�n cient�fica se obtiene, como en el zen, al lado de un maestro capacitado que transmite una tradici�n del saber, como bien lo ha anotado Hans Krebs. Es as� que ser disc�pulo de Nieto, significa ser, nieto de Cajal y de Kraepelin. Haber heredado una tradici�n de conocimiento y estar ante el reto y la obligaci�n de acrecentarla, criticarla y trasmitirla.
Lo recordar� siempre como se ve�a en aquellas pl�ticas que, al inicio de mi entrenamiento, provocaba en su asoleado laboratorio de biom�dicas, mientras preparaba su comida. En ellas volcaba una informaci�n abundante y deliciosa ante mi asombro y mi agradecimiento. Tambi�n lo recordar� como lo sorprend� apenas hace dos a�os en la biblioteca, solitario leyendo con gran dificultad las �ltimas revistas para mantenerse como siempre actualizado, lo cual era la enternecedora imagen del entusiasmo por el conocimiento. Este hombre bueno, erudito, pionero e "inc�modo", me acompa�ar� siempre.


As� describe a su maestro, Jos� Luis D�az, quien tal vez por la influencia de Nieto trabaja en la actualidad en problemas de la filosof�a cognoscitiva incluyendo los aspectos mente-cerebro.

Otros alumnos insisten en los rasgos principales de la personalidad de Nieto ya mencionados. Gast�n Castellanos, su colaborador por m�s de 30 a�os y que fue delegado de la Psiquiatr�a en la OMS, nos dice:

El maestro tuvo la satisfacci�n de ir a la vanguardia en la revoluci�n psiqui�trica que marc� la introducci�n de los neurol�pticos por Jean Delay y Pierre Deniker en 1952, de los cuales fue contempor�neo y amigo, en particular de este �ltimo, al igual que de Henri Ey y de su compatriota en el exilio, Juli�n de Ajuriaguerra. Lo mismo que otros ilustres profesores espa�oles que en esa �poca pasaron por Francia, fue acogido por la desinteresada y altruista gesti�n de Clovis Vincent en su servicio del Hospital de la Piti�, en Par�s.


Un joven alumno, Emilio Julio Mu�oz, madrile�o (septiembre de 1938) investigador del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Polit�cnico Nacional y m�dico de la UNAM (1970) y quien hizo su internado con el maestro nos cuenta:

Al principio el maestro Nieto me desconcertaba. Por varias razones. Una era que cambiaba de gesto en un santiam�n. Por lo general llevaba puesta una cara de mala leche que intimidaba a cualquiera. Andaba despacio y con la vista baja, malet�n en mano, fruncido el ce�o, como quien va cuidando el no pisarse las tripas. Y de pronto, si algo le hac�a gracia, el rostro avinagrado se transformaba hasta llegar a hacerse todo sonrisa y ojos chispeantes. Otra raz�n de mi desconcierto es que el maestro casi siempre hablaba poco y a soto voce pero a veces descubr�a sus pasiones —acad�micas todas— a grito abierto y manoteando.
Me sobrepuse a mis temores y a su cara-mala-leche. Por fin le pregunt� si me admitir�a en el llamado pabell�n piloto de La Casta�eda para hacer en �l mi servicio social.4 [Nota 4] El maestro dirig�a aquel pabell�n del antiguo manicomio de la ciudad de M�xico. Yo ya sab�a —o cre�a saber— a qu� horrores me enfrentar�a en aquel espantoso conjunto de edificios afrancesados, de corte porfiriano,5 [Nota 5] albergue de abusos y corrupci�n donde se escond�an las m�s abominables deformaciones sociales. Ésa fue otra raz�n de mi desconcierto con el maestro Nieto. El hombre ten�a un prestigio que me parec�a irreconciliable con su dedicaci�n a una instituci�n tan carente de cr�dito m�dico y acad�mico. Por mi parte era la �nica alternativa que ten�a a la vista para cumplir con el servicio social y poder comenzar la maestr�a. Supuse que don Dionisio comprender�a mi caso y ser�a indulgente con mi horario. �Al fin y al cabo ven�amos de barrios madrile�os cercanos entre s�! —yo soy del Lavapi�s—. Ilusiones m�as. Don Dionisio comprendi� y fue flexible en cuanto a mi horario, pero me hizo trabajar con creces. Que fuese a clases por la ma�ana, pues muy bien, pero eso se pagaba con guardias de cuarenta y ocho horas los fines de semana.
El manicomio era el verdadero infierno; hombres comiendo ratas y ratas comiendo hombres. Y all�, entre la degradaci�n de la miseria humana, el pabell�n piloto funcionaba de manera ejemplar. Un ejemplo que no cundi�. En el pabell�n piloto los pacientes estaban decorosamente vestidos, bien comidos, aseados, excelentemente atendidos m�dicamente. Eran tratados con humanidad y profesionalismo. Adem�s hab�a un buen ambiente acad�mico. En el pabell�n piloto de don Dionisio la quimioterapia psiqui�trica —los neurol�pticos— estaba al d�a. Y es que aquel hombre con cara-mala-leche estudiaba y nos urg�a a hacer lo mismo, organizaba seminarios, interrogaba a los pacientes, exig�a a internos y enfermeros el cabal cumplimiento de las tareas asignadas. Y tambi�n era quien consegu�a con su prestigio los medicamentos, los uniformes sobrantes de algunas dependencias y los excedentes o despojos en buen estado de mercados, restaurantes y panader�as.
El maestro Nieto —organicista de cepa kraepeliniana— no tragaba a los psic�logos pero era tolerante con ellos. El pabell�n piloto de La Casta�eda albergaba un Departamento de Psicolog�a Psiqui�trica, que era causa de problemas sin resolver ninguno. Yo dir�a que se pasaba en su tolerancia. O quiz� no era tolerancia. Sospechaba y a�n sospecho que aquella punta de ni�os atildados y sabihondos que desconoc�an lo m�s elemental de la medicina y la psiquiatr�a estaba ah� por obra y gracia de alguna presi�n superior. Nos miraban de soslayo desde abajo, desde lo m�s profundo de su comprensible complejo de inferioridad, aparentando comprensi�n e indulgencia. Una secta de falsos misioneros. "Los testigos de Sigmund Freud" les puso un amigo m�o —Eric List— estudiante �l de psicolog�a pero sensato. Por aquellos a�os —mediados de los sesenta— Fromm gozaba del favor oficial. Los a�os de la pugna entre frommianos, freudianos ortodoxos y neofreudianos. De Fromm se dec�a que era un gran psic�logo humanista. El arte de amar se hizo un best-seller a fuerza de propaganda. Vi tronar a don Dionisio m�s de una vez porque confund�a lo humanista con lo humanitario y, adem�s, porque no ve�a por ning�n lado d�nde estaba el humanitarismo del psic�logo afamado. �Pero habr�se visto!, dec�a don Dionisio.
El doctor Nieto estaba muy bien informado de los �ltimos hallazgos en lo que hoy se llaman las neurociencias, en particular de la neurofisiolog�a. Era hombre sabio de los que hay muy pocos y con valor adem�s. A la solidez acad�mica sumaba una �tica irreprochable y una entereza ejemplar. Por aquellos a�os sesenta estaba de moda el ponerse en contra del electrochoque. "Es salvaje e inhumano" opinaban los ni�os fresa (cursis) del Departamento de Psicolog�a. Y fundaban sus verdades indiscutibles en alg�n caso extraordinario de mal uso del procedimiento que produjo lesi�n cerebral. Don Dionisio afortunadamente sostuvo este tratamiento extremo en los casos que se estimaba indispensable. Y s� aplic�bamos electrochoque a condici�n de saber cu�l es el umbral de excitaci�n el�ctrica de los cuerpos neuronales y los axones, la intensidad de las corrientes lesionantes, el tiempo de estimulaci�n y la intensidad de la corriente que podr�amos aplicar sin riesgo para el enfermo. Cualquiera que haya visto a un paciente en depresi�n profunda antes y despu�s del electrochoque puede percatarse de las bondades de este recurso. Hoy esto se admite para buena fortuna de algunos pacientes. Ojal� y hubiesen escuchado a don Dionisio. "El �nico problema con el electrochoque es que hay que saberlo hacer."
Su rigor metodológico era impecable. Recuerdo que por esos tiempos un grupo francés había propuesto que la dietilamida del ácido lisérgico podía utilizarse con éxito en el tratamiento de la esquizofrenia. Un alumno del maestro (César Pérez de Francisco) que había regresado de una estadía en Francia, donde estuvo en relación con el grupo francés, pugnaba porque en La Castañeda se utilizase el ácido. Nieto se opuso hasta que no se hicieran pruebas toxicológicas y fase 1 de ensayo clínico.


Nieto, como hemos o�do en repetidas ocasiones y relatado por muy diferentes alumnos, era una especie de trucha especialista en nadar sempiternamente contra la corriente. No es de extra�ar que brincara con presteza e indignaci�n en contra del movimiento de la antipsiquiatr�a que tuvo auge al final de los a�os 50. Examinemos algunas de sus reflexiones, publicadas en un trabajo titulado "Psiquiatr�a y antipsiquiatr�a" (Adela Nieto. La obra cient�fica de Dionisio Nieto, Universidad Nacional Aut�noma de M�xico, 1990, pp 61-70).

Desde hace unos quince a�os ha aparecido un movimiento en distintos pa�ses, al cual se ha denominado antipsiquiatr�a porque sus autores niegan la existencia de la enfermedad mental como tal entidad m�dica, y consideran que la psiquiatr�a no representa en absoluto una rama de la medicina que tenga que tratar enfermedades, sino que lo que verdaderamente representa es un sistema de represi�n institucionalizada contra todas aquellas personas que se rebelan contra la estructura actual de la sociedad.


El maestro se plantea, en primer lugar, c�mo surgi� el concepto de enfermedad mental, de locura, en la humanidad y, adem�s, si tal estado es propio del hombre o lo compartimos con los animales. En cuanto a esta �ltima pregunta su respuesta es, s�. Proporciona datos de alteraciones de la conducta en animales que sugieren un estado de patolog�a "mental" y da ejemplos en el perro —la llamada histeria canina (running fits) que se puede provocar si los animales ingieren mucho pan blanco hecho con harina blanqueada con tricloruro de nitr�geno—, algunos felinos y hasta insectos (ara�as alimentadas con LSD) —aqu� podr�amos agregar la llamada "neurosis experimental" provocada por Pavlov en sus perros al hacer muy dif�cil diferenciar un est�mulo condicionado.

En cuanto a la historia del concepto, Nieto hace una revisi�n verdaderamente magistral que revela su inmensa cultura y la larga permanencia de su inter�s por el tema. Niega que la locura sea el producto de una civilizaci�n determinada (como afirmaban algunos antipsiquiatras como Laing o Cooper) apoy�ndose en los estudios antropol�gicos modernos que han comprobado la presencia de alteraciones mentales en todos los grupos �tnicos estudiados hasta ahora.

En relaci�n con la antig�edad de la idea de enfermedad mental, de locura, dice Nieto: "Es incre�ble que se est� hablando en la actualidad, en forma aparentemente seria, de que el concepto de enfermedad mental, o de locura, ha sido inventado por los psiquiatras para establecer un sistema de represi�n. Y digo que es incre�ble porque esto representa una ignorancia verdaderamente asombrosa. No s�lo en la historia de todos los pueblos, sino en todas las mitolog�as se habla de la locura." En las siguientes p�ginas del trabajo, Nieto hace una descripci�n magistral de la locura a trav�s de los tiempos. Nos habla de Ulises fingiendo locura al uncir un caballo y un buey para arar las arenas de la playa y sembrando sal en lugar de trigo. �yax perdiendo la raz�n y atacando a un reba�o de ovejas creyendo que eran sus enemigos (�lo sabr�a Cervantes?).

Es tambi�n muy conocida la leyenda de las hijas de Proteo, rey de Argos, que prometieron no casarse nunca y, oponi�ndose al culto de Dionisio, robaron oro de la estatua de Hera. La divinidad las castig� haciendo que se volvieran locas, se creyeron trasformadas en vacas y andaban por los bosques mugiendo. Proteo, muy afectado, mand� llamar al pastor Melampo, quien ten�a fama ya entonces de curar la locura y a quien se atribuye el empleo del el�boro blanco para estos fines. Seg�n se relata en las leyendas, el pastor hizo que tomaran el extracto de el�boro con leche y que fueran perseguidas por el bosque hasta que cayeran exhaustas. A ello sigui� un ba�o en las fuentes de Arcadia. Es fama que de este modo se consigui� su curaci�n. Es un bello ejemplo de la locura como maldici�n divina, y al mismo tiempo de enfermedad que pod�a ser susceptible de curaci�n.


Podr�amos agregar que esto tambi�n era algo de lo que el maestro Nieto estaba convencido, es decir, de la quimioterapia de las enfermedades mentales con sustancias que act�an sobre el cerebro. De la revisi�n que hace del concepto de locura o enfermedad mental en la antig�edad, tanto en las descripciones de m�dicos como de fil�sofos, queda bien comprobado que la noci�n de enfermedad mental estaba bien establecida desde hace much�simo tiempo. Nos hace notar como en el final de la Edad Media y durante el Renacimiento existi� una concepci�n demoniaca de la locura (eran los tristes tiempos del Malleus Maleficorum (El martillo de las brujas) de los dominicos Sprenger y Kraemer, Pero Nieto, siempre acucioso sobre lo que quer�a demostrar, vuelve su mirada hacia la Espa�a del siglo XV, y nos relata: "pero es necesario se�alar que no se puede generalizar demasiado, pues naturalmente las cosas no ocurr�an uniformemente en todos los sitios, ni en todos los momentos. En esa misma �poca de Sprenger y Kraemer, florec�an las concepciones humanistas de Vives, Erasmo y Moro. Por otra parte a principios del siglo XV se funda lo que puede considerarse el primer hospital psiqui�trico verdadero, el llamado 'Hospital de Ignocents, Folls e Orats' en Valencia, Espa�a, en 1409. Gracias a la generosa y afortunada iniciativa del fraile mercedario Juan Gilberto Jofr�. Es de inter�s describir cuales fueron las circunstancias que motivaron su creaci�n. En febrero de 1409, fray Juan Gilberto tiene a su cargo el serm�n correspondiente a la primera dominica de cuaresma en la catedral de Valencia. Antes, al pasar por el mercado, tiene ocasi�n de observar que un grupo de gente maltrata a un pobre loco y se mofa de �l. Interviene y protege al enfermo, reconviniendo a los que as� actuaban. Impresionado por este espect�culo, durante el serm�n se refiere a �l diciendo: 'En esta ciudad existen muchas obras p�as y de alto socorro, pero a�n falta una: un hospital o casa donde los pobres inocentes y furiosos sean acogidos, un hospital donde semejantes locos inocentes se acomoden de manera que no deambulen por las calles y no puedan hacer da�o, ni a ellos se les pueda hacer.' Estas palabras: motivaron que un grupo de mercaderes que oy� el serm�n visitara a Jofr� y se brindara a realizar la idea. De marzo a diciembre se construy� el hospital. El rey don Mart�n, el Humano, decret� el real privilegio constituyente del famoso hospital el 15 de marzo de 1410. Y durante el mismo siglo XV se fundaron en Espa�a los manicomios de Zaragoza, Sevilla, Toledo y Valladolid."

Despu�s de hacer una revisi�n de la enfermedad mental a trav�s de la historia, en la que repasa la obra de escritores como Jos� Cruset (bi�grafo de san Juan de Dios) y Calmeil y su obra La locura desde el punto de vista hist�rico, as� como el m�s reciente de F. Ribadeau Duma La locura en el Poder publicado en Par�s en 1966, donde se describen 31 ejemplares de reyes y gobernantes locos, desde Sa�l hasta Hitler, Nieto nos dice:

La historia nos ense�a, por consiguiente, que la locura ha existido siempre, lo mismo en reyes que en vasallos, en santos o en her�ticos. �Por qu�, entonces, se habla desde hace algunos a�os de que la locura ha sido inventada por los psiquiatras al servicio de las fuerzas represivas de la sociedad? �Qu� sentido tiene esto y c�mo se ha originado?
Lo que se viene llamando actualmente antipsiquiatr�a comprende una serie heterog�nea de formulaciones filos�ficas, sociol�gicas, psicoan�liticas y antropol�gicas, seg�n las cuales no existe enfermedad mental, o sea la locura como entidad m�dico-biol�gica verdadera. Es decir, el enfermo mental no es tal enfermo ni tiene que ver con la medicina. Foucault en su libro La historia de la locura en la �poca cl�sica, Par�s, 1964, afirma que a trav�s de toda la historia se comprueba que siempre que el individuo ha estado en desacuerdo con el orden establecido por la religi�n o el gobierno, se le declara loco, se le a�sla, y solamente es puesto en libertad cuando reconoce p�blicamente sus errores. Foucault establece as� una correlaci�n entre las estructuras socioecon�micas y la evaluaci�n psiqui�trica, confiriendo, por consiguiente, un sentido pol�tico a la locura. En 1969 las jornadas anuales de la asociaci�n francesa llamadas La Evoluci�n Psiqui�trica, fueron dedicadas a discutir y analizar la concepci�n ideol�gica sustentada por Foucault en su citado libro. Henry Ey, principal sost�n de este grupo, invit� personalmente a Foucault para que participara en los debates, en vista de que la tesis de su libro implicaba una acusaci�n clara contra los psiquiatras en el sentido de estar ejerciendo una funci�n no m�dica, sino vergonzosamente represiva sobre el individuo que se rebelaba contra el orden establecido. Es decir, los psiquiatras ser�an seg�n eso, simples esbirros del poder. En esta reuni�n se criticaron fundamentalmente y con objetividad tales concepciones sin que Foucault se dignara estar presente.


Se comprende la indignaci�n de Nieto ante la actitud irresponsable de los antipsiquiatras, casi todos ellos psicoanalistas de formaci�n dudosa y que indudablemente fueron una influencia perniciosa. Por fortuna la antipsiquiatr�a surgi� en la �poca del principio de la quimioterapia, que cambi� radicalmente el concepto de tratamiento de las enfermedades mentales, constituyendo lo que fue una verdadera revoluci�n psiqui�trica.

M�s tarde Nieto, en el mismo art�culo, repasa la influencia en Inglaterra de Cooper y Laing, asombr�ndose (con raz�n) ante afirmaciones tales como que "la esquizofrenia es una reacci�n cuerda contra una sociedad enloquecida". Nos relata tambi�n como fracasaron los intentos de establecer casas donde se reun�an unos cuantos enfermos sin ning�n sistema reglamentado de convivencia, con prohibici�n absoluta de recurrir a tratamientos farmacol�gicos o m�dicos convencionales y donde cada individuo hac�a lo que quer�a. Hoy podemos asegurar que la creaci�n de tales refugios fue una experiencia desastrosa (as� como la de Basaglia en Italia) "no habiendo representado otra cosa que un juego de ni�os extravagantes", como dice Nieto; quien despu�s de revisar este movimiento en otros pa�ses, como EUA (sobre todo Hollywood) termina su artículo diciendo:

Todo este movimiento de la antipsiquiatr�a tiene perfiles de ignorancia gigantesca de la historia, por un lado; de anarqu�a patol�gica, por el otro y en conjunto se puede considerar como una verdadera epidemia de locura entre fil�sofos, psic�logos y m�dicos, ignorantes de lo que es la verdadera psiquiatr�a cient�fica. Esta epidemia de locura o de estulticia es equivalente, aunque en otro sentido, a la cacer�a de hechizados de los siglos XVII al XIX. Los redentores actuales en un sentido contrario, pero equivalentes a las monstruosidades de Sprenger y Kraemer, alientan la violencia y la anarqu�a de los pobres enfermos en nombre de una apreciaci�n de valores evidentemente equivocada.
En definitiva, se puede concluir y concluimos que la locura existe y ha existido siempre, que no es un invento ni artificio, y hasta nos atrevemos a decir que es necesaria. Existe desde que el hombre es hombre, y aun desde antes, desde los m�s lejanos pelda�os de la escala animal. Y otra prueba de que existe la tenemos en la llamada "antipsiquiatr�a" o "psiquiatr�a sociog�nica", que no es m�s que una forma de locura verdaderamente delirante que sufre una serie de gentes, bien por una predisposici�n constitucional o por ignorancia gigantesca de la historia en s� y de la psiquiatr�a como tal.


As� acaba el maestro Nieto su art�culo sobre el tema. �Es f�cil comprender ahora por qu� sus alumnos le aplicaron en ocasiones el adjetivo de "inc�modo"!

A continuaci�n transcribimos un art�culo de Nieto que consideramos realmente seminal, escrito en los albores de la era de los psicof�rmacos y que provoc� una amplia disputa en el medio psiqui�trico iberoamericano.

QUIMIOTERAPIA DEL DELIRIO DE CELOS

Neurolog�a, neurocirug�a y psiquiatr�a.

2: 26-36, 1961, M�xico



El t�tulo de esta comunicaci�n puede parecer a primera vista extra�o, pero se ha elegido deliberadamente porque con ello se quiere significar muy especialmente un nuevo punto de vista que hasta ahora no hab�a sido posible aplicar en el an�lisis psicopatol�gico de las ideas delirantes o delusiones.


As� comienza Nieto su art�culo, despu�s define y refiere diversos tipos de ideas delirantes, encuadr�ndolas en las reacciones "paranoides", que pueden aparecer en diversos cuadros psicopatol�gicos, tanto si ocurren como s�ntoma principal o como manifestaci�n secundaria. Hace una distinci�n que considera esencial, entre aquellos delirios en los que se puede encontrar una causa psicol�gica y aquellos en los que esto no parece posible. Revisa los estados delirantes inducidos por los psicotr�picos que en esa �poca estaban tan de moda (anfetaminas, psilocibina, LSD, mezcalina). Llega a la conclusi�n de que la explicaci�n psicogen�tica puede ser cierta en algunos casos (cita el Otelo de Shakespeare), pero hace hincapi� en que muchos estados delirantes, sumamente rebeldes a la psicoterapia y al reconocimiento por el propio paciente, se deben m�s bien a un trastorno funcional bioqu�mico cerebral que a un factor psicol�gico.

A Nieto le llam� siempre la atenci�n que estas ideas delirantes se presentasen muchas veces como consecuencia de intoxicaciones. En efecto, estas ideas delirantes err�neas, que son imposibles o efectivamente falsas, pero que la persona las cree con convicci�n subjetiva y absoluta certidumbre, no siendo rectificables por la experiencia ni la argumentaci�n l�gica, pueden aparecer en diversas intoxicaciones.

Nieto estaba muy interesado en las reacciones paranoides inducidas por drogas y t�xicos, de las cuales hab�a tenido ocasi�n de estudiar un gran n�mero de casos, as� contin�a escribiendo:

...De la mayor importancia es el conocimiento cada vez m�s preciso que se va teniendo de las reacciones paranoides determinadas por ciertas intoxicaciones cr�nicas. Aunque hay muchas publicaciones importantes en este sentido se ignora el papel causal que desempe�an en la producci�n de cuadros paranoides. Como los del bromuro y los barbit�ricos, donde la reaci�n delirante se organiza sin trastornos apreciables en el campo de la conciencia, de la memoria o la capacidad intelectual. Lo mismo sucede con la intoxicaci�n cr�nica con bencedrina (anfetaminas). Otras substancias como la Cannabis, la mezcalina, la dietilamida del �cido lis�rgico y los hongos del grupo Stropharia y Psilocibes, desarrollan ideas delirantes junto a otras alteraciones sensoriales.
El conocimiento de todas estas reacciones paranoides, en algunas de las cuales s�lo se encuentran ideas delirantes relativamente estructuradas, sin trastornos sensoriales, puede proporcionar aclaraciones importantes en la interpretaci�n t�xico-metab�lica de estos trastornos.


Nieto eligi� el delirio de celos como una modalidad de paranoia, llam�ndole la atenci�n su semejanza con las ideas delirantes provocadas por intoxicaciones, y la dificultad que existe en ciertos casos en establecer la naturaleza primaria o reaccional del delirio, por lo que juzg� de inter�s dar a conocer seis casos cl�nicos de delirio de celos acentuado. Los tres primeros fueron tratados con psicoterapia antes del advenimiento de los psicof�rmacos; ninguno de ellos tuvo una reacci�n favorable. Una paciente acab� siendo lobotomizada, despu�s de varios a�os de psicoterapia infructuosa y los otros dos no mostraron cambio en el contenido de sus ideas delirantes: "...Una de ellas contin�a con su delirio de celos, piensa que el marido la enga�a constantemente. Ha tenido que vivir con una de sus hijas, por temporadas. Esta enferma (S.R.) es observada peri�dicamente por espacio de dos a�os y su situaci�n en cuanto a las ideas delirantes no se modifica. La convivencia familiar se deshizo, viviendo la enferma con una de sus hijas y el esposo con otra..."

Lo mismo sucedi� con el otro paciente, un hombre (P.G.M.). Persona cultivada, buen lector. Nunca lleg� a reconocer lo absurdo de su delirio de celos. La psicoterapia durante tres a�os no modific� en nada sus ideas delirantes y acab� abandonando su hogar, ante el asombro y sorpresa de los familiares.

A continuaci�n Nieto expone otros tres casos (S.M. de G., P.M. de T.y M.l.C. de F.) tambi�n de delirio de celos, vistos en 1959. Estas tres pacientes del sexo femenino mostraban delirios profundamente enraizados, que como los anteriores casos no respond�an a los esfuerzos psicoterap�uticos. Fueron tratadas con triflupromacina y clorpromacina, mostrando una remisi�n aceptable de su delirio de celos.

Nieto comenta lo siguiente: "Los tres primeros casos relatados constituyen ejemplos demostrativos de las dificultades insuperables que ofrec�a el tratamiento de estos cuadros hace unos cuantos a�os. Puede afirmarse que, en general, no dispon�amos de procedimientos terap�uticos de ning�n tipo que permitiesen influir favorablemente en su evoluci�n. Los tres �ltimos casos referidos ense�an, de una manera muy demostrativa, que esto ha cambiado radicalmente. El �nico elemento terap�utico que se ha a�adido aqu� ha sido la quimioterapia."

EL PROBLEMA CEREBRO-MENTE Y EL MISTERIO DE LOS DELFINES

Editorial Diana, M�xico D.F., 1978.

As� titul� Nieto su �ltimo libro, publicado con su hija Adela Nieto como colaboradora, en un admirable gesto de apoyo paternal. En la Introducci�n podemos leer, entre otras cosas, lo siguiente:

[...] a lo largo de la historia se ha repetido, inexplicablemente, una gigantesca injusticia, que est� representada por lo que pudi�ramos llamar la "discriminaci�n" del cerebro. En efecto, siempre que se ofrecieron pruebas de una relaci�n entre los fen�menos mentales y el cerebro, o se rechazaron por irreverentes, o se subestimaron ante la majestad indestructible de los principios animistas... Pero lo que no se explica f�cilmente es que siga pasando lo mismo en el presente y que se trate de ignorar lo que la investigaci�n del cerebro ense�a... Todav�a hoy, grupos inspirados en el mismo principio de la magia oscurantista, que tanto da�o caus� al conocimiento cient�fico, siguen sosteniendo que las enfermedades mentales no son enfermedades del cerebro y que las actividades ps�quicas superiores no son susceptibles de explicarse en t�rminos neurofisiol�gicos...


Nieto se plante�, como muchos otros cient�ficos de la �poca, la necesidad de revisar el tema mente-cerebro a la luz de los nuevos descubrimientos de la neurobiolog�a y la necesidad de hacer part�cipes de esta labor a los fil�sofos y a los cient�ficos de otras disciplinas. Para ello, comienza con un cap�tulo magistral sobre el aporte de los anatomistas europeos, sobre todo de Cajal, al tema mente-cerebro. En �l desfilan Vesalio, Varolio, Broca, Nissl, Wernicke, Pierre Marie, Von Monakow, Pick, en fin todos los "localizacionistas", que mucho ense�aron sobre las funciones del cerebro. Describe la obra pionera de Francisco Jos� Gall (1758-1828), que tanto revuelo arm� con sus famosos mapas frenol�gicos en los cuales adscrib�a funciones ps�quicas de lo m�s variado a zonas restringidas de la corteza cerebral, siendo muy criticado en su lugar de origen (Viena), teniendo que emigrar a Par�s, donde tuvo �xito y public� su libro monumental Anatomie et physiologie du Syst�me Nerveux en g�n�ral et du cerveau en particulier, en el que colabor� Spurzheim. Nieto revindica la labor anat�mica de Gall y dice (p. 25). "A pesar de la fantas�a exagerada, y de la falta de la fundamentaci�n objetiva de sus concepciones, Gall debe ser considerado indiscutiblemente como el fundador intuitivo de la doctrina de las localizaciones cerebrales y, sobre todo, de la concepci�n de la mente como funci�n del cerebro. Con menos fundamento perdur� durante siglos la idea aristot�lica de la inutilidad del cerebro, y no fue objeto de tantas cr�ticas."


Figura 3.II. Nieto con uno de sus �ltimos alumnos, el doctor Alfonso Mart�n del Campo, en el Instituto Nacional de Neurolog�a y Neurocirug�a en los a�os ochenta.

Este p�rrafo de Nieto, refiri�ndose a Gall y a sus cr�ticos, cobra actualidad cuando se relee a Sherrington y a Eccles, ambos extraordinarios neurofisi�logos, que, curiosamente, muestran resistencia a aceptar una tesis de identidad psiconeural, y se revelan dualistas. Eccles esboza una teor�a (si es que a sus elucubraciones se les puede llamar as�) en la que propone que la mente es una especie de "lector" incorp�reo, no localizable, insustancial que, qui�n sabe c�mo, es capaz de averiguar lo que est� ocurriendo en el hemisferio izquierdo del cerebro (v�ase Eccles y Popper, The Self and its Brain). No es de extra�ar que muchos fil�sofos sean animistas y rechacen cualquier tesis funcionalista o de identidad, que implique al cerebro como �rgano de la actividad mental.

Nieto nos hace ver la complejidad del problema. Repasa los estudios histopatol�gicos, como los de Nissl y Alzheimer, en un mont�n de enfermedades, como la par�lisis general progresiva, las demencias seniles y preseniles, las oligofrenias etc., y la importancia que tuvieron para la teor�a cerebral de las psicosis. Con gran penetraci�n nos hace ver c�mo el empe�o en encontrar las alteraciones necesariamente en la corteza cerebral, hizo que durante mucho tiempo se pensara que en la esquizofrenia la m�s importante de las psicosis, no exist�a alteraci�n cerebral alguna. Hasta que se emprendieron estudios subcorticales entre ellos y muy notables los del propio Nieto en los n�cleos hipotal�micos anteriores.

En los cap�tulos 2, 3 y 4 hace una revisi�n del sistema nervioso en la escala animal, analiza el peso absoluto y relativo del cerebro y de la densidad de la poblaci�n celular. En relaci�n con este �ltimo punto nos habla de las c�lulas de ax�n corto como depositarias de los procesos de informaci�n y de memoria y nos dice que esto ya fue adivinado por Cajal en un importante trabajo publicado en 1902 y que se titulaba "Significaci�n probable: de las c�lulas nerviosas de cilidro-eje corto", en el cual establec�a lo siguiente:

En nuestro sentir, las c�lulas de ax�n corto son como unos condensadores o acumuladores de energ�a nerviosa. No conoci�ndose bien la naturaleza del movimiento nervioso, es dif�cil comprender c�mo tales elementos aumentan la energ�a de las descargas. Con la mira, no de explicar, sino de imaginar el mecanismo de su acci�n, podr�an compararse dichas c�lulas a condensadores el�ctricos, o a bater�as de pilas dispuestas en tensi�n y unidas por sus polos extremos a conductores (aferente y eferente) de gran longitud. La llegada de la corriente por una fibra centr�peta provocar�a la descarga de las c�lulas de ax�n corto, la cual contribuir�a a aumentar la tensi�n de los impulsos que corren por la cadena de los corp�sculos de ax�n largo. La cantidad de energ�a latente transformada as� en fuerza viva, depender�a de la intensidad de la conmoci�n recibida. En todas las acciones nerviosas que se realizan mucho tiempo despu�s de las excitaciones de origen exterior (memoria, ideaci�n, juicio, etc.) las referidas c�lulas ir�an cediendo sus reservas din�micas hasta que, agotadas, sobrevendr�a la fatiga.


Nieto hace una revisi�n de la relaci�n peso del cerebro con caracter�sticas mentales. Siempre con su esp�ritu cr�tico y su af�n de imparcialidad describe el peso cerebral y la configuraci�n de las circunvoluciones de hombres geniales, enfermos mentales, oligofr�nicos, criminales y personas de diferentes grupos humanos, en estudios que aparecieron en el siglo XIX. Matem�ticos famosos, fil�logos, sabios bi�logos, artistas de toda Europa fueron despojados post-mortem de sus cerebros, que se estudiaron minuciosamente. Los resultados, como es bien sabido no fueron concluyentes, pero Nieto nos hace el siguiente comentario, donde se revela, una vez m�s, su fino olfato cr�tico:

Juzgando las cosas con toda imparcialidad hay que reconocer que hasta el momento actual no se han descubierto rasgos en la morfolog�a cerebral que puedan juzgarse como peculiares de genio o raza. Pero es justo proclamar que las investigaciones en este terreno no pueden considerarse en modo alguno como definitivas. Por un lado har�an falta estudios comparativos en series suficientes con m�todos adecuados, y por otro lado, aplicar un criterio definido sobre los rasgos morfol�gicos a estudiar, ya que �stos pueden ser innumerables. Aunque en la actualidad se habla con cierta iron�a de los estudios que se realizaron en este sentido, como si hubieran estado desprovistos de fundamento y como si a priori se hubiera podido afirmar que eran est�riles, dando por hecho que el cerebro tiene que ser igual en todos los seres humanos, no acertamos a encontrar la justificaci�n de esta postura, ya que en t�rminos de pura morfolog�a si existen variaciones en la configuraci�n de diferentes grupos humanos, �por qu� no puede haber diferencias morfol�gicas en �rganos internos? Que sea dif�cil llegar a captar estas diferencias no es lo mismo que excluirlas a priori.


La segunda parte de su libro la dedica Nieto al estudio de los delfines. Hace una revisi�n hist�rica interesant�sima acerca de la relaci�n de los hombres con los delfines, desde el Dionisio hijo de Semele de Homero, pasando por la maravillosa descripci�n que de ellos hace Plinio el Viejo, hasta los datos modernos de Jacques Cousteau.

A continuaci�n describe el cerebro del delf�n Stenella Graffmani de la costa mexicana del Pac�fico. Aqu� Nieto hace notar que la cisura interhemisf�rica de estos animales est� cerrada en el tercio inferior de la cara anterior del cerebro. Encuentra que tambi�n este delf�n carece de gl�ndula pineal y de bulbos olfatorios y hace un cuidadoso estudio de la am�gdala del l�bulo temporal, que es bastante voluminosa y que desde luego debe tener otra funci�n que la olfativa. Discute sobre su posible papel en la generaci�n del lenguaje de estos animales. Despu�s de estudiar el cuerpo calloso y las �reas de asociaci�n de la corteza cerebral y el cerebelo, Nieto llega a la conclusi�n de que en el cerebro del delf�n se encuentran m�s desarrolladas las partes que caracterizan la encefalizaci�n en el hombre y m�s atrofiadas aqu�llas que provienen de etapas filog�nicas m�s antiguas. Aunque escrito un poco a vuela pluma, es recomendable la lectura de este libro de Dionisio y Adela Nieto sobre El misterio de los delfines.

LA IMPORTANCIA DE LA OBRA DE CAJAL PARA LA NEUROPSIQUIATR�A MODERNA.6[Nota 6]

DIONISIO NIETO



Lo transcendente de las investigaciones de Cajal sobre el sistema nervioso no estriba tan s�lo en haber concebido la doctrina de la neurona y en haber proporcionado las pruebas esenciales que la fundamentan. Junto a esto se encuentra una gigantesca labor de investigaci�n, de perfiles sistem�ticos, pocas veces igualada en la historia de la medicina, y que no ha alcanzado la difusi�n que merece, si se except�an los c�rculos especializados en neuroanatom�a y en neurofisiolog�a. Para dar una idea de la importancia de sus investigaciones, que est�n condensadas en su obra inmortal Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados, vamos a se�alar algunos hechos que nos pueden permitir imaginar la magnitud de su esfuerzo. 
El sistema nervioso se compone, fundamentalmente, de centros y de v�as. Una agrupaci�n de c�lulas nerviosas, m�s o menos numerosas, se llama centro, o, tambi�n, n�cleo. Pues bien, en el sistema nervioso hay centenares de centros o n�cleos. Lo que hay entre ellos, esquem�ticamente hablando, son v�as de comunicaci�n que relacionan unos centros con otros. Por supuesto, existen v�as que proceden del exterior del sistema nervioso, es decir, de los receptores, y llevan est�mulos o informaciones, y otras que salen del sistema nervioso conduciendo respuestas o impulsos a los efectores (m�sculos, v�sceras, etc.). Al estudiar microsc�picamente un centro nervioso se encuentra uno con las c�lulas que lo integran, y con millares y millares de fibras nerviosas en las cuales no es posible adivinar, sin m�s, el sentido de la conducci�n de la corriente. De todas estas fibras, unas llegan y otras salen para dirigirse a otros centros. Saber cu�les son las que llegan y de d�nde proceden, y averiguar cu�les son las que salen y ad�nde van, he ah� un problema de proporciones gigantescas a cuya resoluci�n consagraron su vida muchos investigadores y Cajal entre ellos de un modo singular.
Los m�todos que se han utilizado para estudiar las conexiones anat�micas de los centros nerviosos han sido fundamentalmente cuatro: el m�todo de las degeneraciones secundarias, el m�todo de Gudden, la anatom�a comparada y el m�todo histog�nico. Cajal realiz� la mayor parte de sus investigaciones con este �ltimo procedimiento, que consiste en estudiar los centros nerviosos, con el m�todo de Golgi, en fases tempranas de su desarrollo. En estas condiciones, las dendritas de las neuronas no est�n desarrolladas, y el ax�n est� muy poco o nada ramificado, de forma que es posible sorprender su curso con m�s facilidad. De esta manera pueden determinarse las conexiones de unos centros con otros. Ahora bien, esto se dice muy pronto, pero su ejecuci�n exige un trabajo incalculable, sobre todo si se estudian sistem�ticamente, como hizo Cajal, todos los centros nerviosos. Pero t�ngase en cuenta, adem�s, que �l m�todo de Golgi s�lo proporciona coloraciones, y no constantes, en fragmentos muy peque�os de tejido nervioso, que hay que fijar especialmente. As� resulta que para estudiar un centro dado es necesario someter a fijaci�n especial el fragmento de tejido nervioso donde est� contenido, que el m�todo de la impregnaci�n deseada, y estudiar gran cantidad de cortes para observar la estructura y conexiones. Es preciso tambi�n, para establecer un juicio fundamentado, estudiar el mismo centro en el feto, en el animal reci�n nacido, en el animal de unos cuantos d�as y en el animal adulto. Pero, adem�s, hay que estudiar estos mismos centros con otros m�todos para poder formar comparaciones provechosas. Y esto lo hizo Cajal mil�metro a mil�metro en todo el sistema nervioso. Porque una investigaci�n de este tipo en determinado paraje del cerebro o de la m�dula tiene m�rito, valor e importancia relativa. Pero hacerlo en todos los rincones del sistema nervioso, como lo hizo �l, representa una labor gigantesca, que s�lo los que nos asomamos a estos problemas podemos apreciar en toda su magnitud.
Puede decirse que son muy pocos los centros del sistema nervioso que han escapado a su estudio. Cuando en la actualidad se emprende una investigaci�n sobre un determinado problema en esta esfera, lo primero que hay que hacer es ver qu� dijo Cajal a tal prop�sito, pues muchas veces ocurre que se planea alguna averiguaci�n que ya hab�a sido esclarecida por �l.
Pero en esta ingente labor de Cajal no sabe uno qu� es lo m�s importante, si lo meramente descriptivo, o lo interpretativo. Por un lado admiro su minuciosidad descriptiva y a veces se pregunta uno por qu� enumera tantos detalles del curso de un cilindro-eje y de sus colaterales que parecen superfluos, hasta que despu�s se comprueba que lo m�s insignificante en apariencia cobra una importancia inusitada en su interpretaci�n. No s�lo estableci� el plan estructural del sistema nervioso con bases anat�micas firmes, sino que confiri� a la textura la jerarqu�a funcional, al fijar la significaci�n y relaciones de la mayor parte de los centros.
La clarividencia de sus interpretaciones resalta ahora, con m�s vigor que nunca, si nos detenemos a considerar las modernas concepciones de la neurofisiolog�a. Uno de los conceptos de m�s transcendencia introducidos en la fisiolog�a del sistema nervioso es el de los circuitos neuronales cerrados de auto-re-estimulaci�n, o mecanismos de Feed-back, que explican gran n�mero de fen�menos neurol�gicos y mentales. Tales circuitos est�n dispuestos de forma que un est�mulo que llega por una fibra aferente excita varias neuronas encadenadas, y el impulso que se origina en �stas, al salir por las eferentes, se deriva tambi�n por colaterales que excitan de nuevo eslabones de la misma cadena y provocan otra descarga del circuito, pudiendo repetirse esto indefinidamente, o bien hasta que la intensidad del est�mulo se hace insuficiente para atravesar el umbral de las sinapsis. Estos circuitos cerrados, intercalados entre el est�mulo y la reacci�n, pueden determinar una importante modificaci�n en �sta. Generalmente intervienen en el sentido de hacer m�s precisa y adecuada la reacci�n, aunque en circunstancias anormales pueden perturbarla. Estos mecanismos de auto-re-estimulaci�n se han comparado a los dispositivos de control autom�tico en las m�quinas, uno de cuyos ejemplos m�s antiguos es el del regulador de la m�quina de vapor de Watts, y los m�s modernos el radar y las armas que buscan su propio blanco. Con base en estas concepciones de la neuroanatom�a, de la neurofisiolog�a y de los controles de las m�quinas, Wiener, Rosenblueth, McCulloch y Pitts han desarrollado su atrayente teor�a de la "cibern�tica". Seg�n Stanley Cobb hasta el momento en que esta teor�a fue promulgada no se hab�a explicado de un modo razonable la memoria en t�rminos fisiol�gicos. Wiener ha formulado una explicaci�n de un tipo de memoria en la gran calculadora electr�nica. Todo esto constituye un cuerpo de doctrina que sugiere especulaciones del m�s alto inter�s, pues, como dice Stanley Cobb, hasta la teleolog�a recibe una fundamentaci�n cient�fica, ya que representa un mecanismo que permite una conducta intencionada.
Limit�ndonos al sistema nervioso, la existencia de estos circuitos cerrados de auto-re-estimulaci�n ha sido demostrada por Lorente de N� desde un punto de vista anat�mico y fisiol�gico, concretando lo que hab�a sido postulado por Forbes bajo el concepto de circuitos reverberantes. Sin embargo, creemos nosotros que es precisamente Cajal quien describe por primera vez estos circuitos en la corteza cerebelosa y en la corteza cerebral, y no s�lo los describe histol�gicamente, sino que ya esboza en su interpretaci�n la importancia fisiol�gica que esto podr�a alcanzar. Reproducimos la figura 447 de su libro (Fig. 1) donde se esquematiza uno de estos circuitos en el cerebelo. Y como lo esencial en estos circuitos son las c�lulas de ax�n corto, transcribimos las reflexiones que hace a prop�sito de la significaci�n de estos elementos:
"Sin embargo, un an�lisis cuidadoso de las conexiones de estas c�lulas en todo los centros nerviosos (bulbo olfativo, retina, cerebro, asta de Ammon, fascia dentata, cerebelo, cuerpo estriado, etc.), nos ha persuadido de que, sin perjuicio de cumplir con el cometido de difundir las corrientes (por lo menos en algunos casos) dichos elementos desempe�an tambi�n alguna otra funci�n m�s importante. En un reciente op�sculo, en el cual se examinan las dificultades de la cuesti�n, damos por veros�mil que las citadas c�lulas representan, ante todo, generadores y acumuladores de energ�a nerviosa. La llegada de la corriente por una fibra centr�peta provocar�a la descarga de los elementos de ax�n corto subordinados, la cual contribuir�a a acrecentar la tensi�n de los impulsos circulantes por la cadena de las neuronas de ax�n largo. La cantidad de energ�a latente as� transformada en fuerza viva depender�a, por una parte, de la intensidad de la conmoci�n recibida, y por otra del n�mero de corp�sculos de Golgi interesados en la descarga. En todos aquellos actos nerviosos que representan, en �ltimo an�lisis, respuestas o reacciones tard�as a los est�mulos exteriores (memoria, ideaci�n, juicio, etc.), o en aquellos otros en los cuales hay evidente desproporci�n entre la debilidad del excitante y la intensidad y extensi�n del reflejo motor (coordinaci�n autom�tica de la marcha, salto, defensa, etc.), los centros encargados de producirlos contienen un gran n�mero de corp�sculos de ax�n corto (cuerpo estriado, cerebro, cerebelo, t�lamo �ptico, etc.). En cambio, tales elementos faltan casi enteramente en la m�dula espinal y bulbo, centros cuyos reflejos son d�biles y de escasa duraci�n, y exigen para alcanzar cierto vigor, la insistencia y desusada energ�a de los est�mulos."
Despu�s a�ade otros argumentos atinados sobre la significaci�n especial de estas c�lulas integrantes de los circuitos, por ejemplo, que en los animales inferiores faltan, que van haci�ndose m�s numerosas a medida que se asciende en la escala animal, hasta llegar a constituir en el hombre uno de los caracteres m�s salientes de la estructura de la corteza cerebral.
Por consiguiente, Cajal ya interpretaba estos circuitos, integrados por los elementos de ax�n corto, como los depositarios de la memoria, que es lo que la neurofisiolog�a moderna formula con m�s acopio de datos experimentales. En la fecha en que Cajal afirmaba esto, 1901, e incluso hace unos cuantos a�os, tal aseveraci�n pod�a parecer de una audacia peligrosa. Ahora no nos parece as�, y se conocen hechos, adem�s de los citados, que acent�an la posibilidad de que los elementos de ax�n corto representan acumuladores y est�n vinculados al proceso de la memoria. Los experimentos sensacionales de Penfield estimulando la corteza cerebral del l�bulo temporal humano en operaciones cerebrales practicadas con anestesia local en enfermos epil�ticos intratables m�dicamente, vienen a demostrar que los recuerdos se registran de alguna manera en el tejido nervioso. En efecto, en numerosas intervenciones quir�rgicas, estando el enfermo plenamente consciente, al estimular el�ctricamente alg�n punto de la corteza temporal, se evoca en su mente una escena vivida por el sujeto anteriormente, con toda clase de detalles y con una sensaci�n asombrosa de estarlo viviendo otra vez. Es decir, el sujeto no s�lo recuerda una serie de acontecimientos que fueron vividos por �l en otro momento, sino que hasta tiene la impresi�n de que se est�n desarrollando los hechos como si se produjeran verdaderamente, dato, �ste, que los diferencia de la simple evocaci�n espont�nea. Al cesar la estimulaci�n termina tambi�n, instant�neamente, la evocaci�n. Si se estimula otro punto se desencadenan otras evocaciones diferentes, y si se repite la estimulaci�n sobre el mismo lugar suelen presentarse los mismos recuerdos. Esto tiene una importancia extraordinaria, pues permite suponer, por lo menos en principio, que los recuerdos quedan grabados materialmente en la corteza, o almacenados de alguna manera en las estructuras corticales. A la luz de estos datos experimentales, la hip�tesis de Cajal de que los elementos de ax�n corto podr�an funcionar como acumuladores y en relaci�n con el proceso de la memoria, adquiere una probabilidad innegable.


Figura 4.II. Carta de sir Martin Roth dando el p�same por la muerte de Dionisio Nieto, en marzo de 1985.

Figura 5.II. Foto de don Santiago Ram�n y Cajal, tomada en Madrid el 1 de mayo de 1922 y que fue publicada en ocasi�n del centenario de su nacimiento, en la revista Archivos Mexicanos de Neurolog�a y Psiquiatr�a, dirigida por el doctor Ram�n de la Fuente.

Al conmemorar el centenario de su nacimiento hemos cre�do de inter�s se�alar unos cuantos aspectos de su obra que demuestran la permanencia y la actualidad de sus concepciones. Nos ha parecido que �ste es el mejor homenaje que le pod�amos rendir.

Hasta aqu�, algunos datos biogr�ficos y escritos de Dionisio Nieto, profesor em�rito de la UNAM. Exiliado espa�ol, neurohist�logo, neuropat�logo, neur�logo, psiquiatra psicofarmac�logo.

Se�alaremos, dentro de la extensa bibliograf�a de Dionisio Nieto los 10 trabajos que consideramos de la mayor importancia.

Nieto, D. "Ueber ein einfeches Verfahren zur Darstellung von Spirochaten in einzelnen schniten." Klinische Wechenschrift, 12:1775, 1933.

Nieto, D. y A. Caso. "Sobre la producci�n experimental de la encefalitis diseminada." Bol. Inst. Estud. M�d. y Biol. (M�x.) 2: 39-44, 1943.

Nieto, D., A. Fern�ndez-Guardiola y C. Guzm�n-Flores. "Cortisona y regeneraci�n nerviosa perif�rica." Bol. Inst. Estud. Med. y Biol. (Mex) 9:83-89, 1951.

Nieto, D. "Cysticercosis of the Nervous System: Diagnosis by Means of the Spinal Fluid complement Fixation Test." Neurology, 6: Octubre de 1956.

Escobar, A. y D. Nieto. "The Role of Copper in Mental Disorders." Bol. Inst. Estud. M�d. y Biol. (Mex). 15: 159-170, 1957.

Nieto, D. "Psicosis Experimentales: Efectos ps�quicos del hongo Stropharia Cubensis de Oaxaca." Neurol. Neurocir. y Psiquiat, 1: 6-16 1059.

Nieto, D. "Quimioterapia del delirio de celos." Neurol. Neurocir. y Psiquiat, 1: 29-36, 1961.

Nieto, D. y A. Escobar. "Major Psychoses". En: J. Minckler (compilador) Pathology of the Nervous System. McGraw Hill Nueva York Vol. 3. Chap 189, pp. 2654-2662.

Nieto, D. y A. Escobar. "Stress". En: J. Minckler (compilador) Pathology of Ihe Nervous system. McGraw Hill Nueva York vol. 3, 1971.

Nieto, D. y A. Nieto. El problema cerebro-mente y el misterio de los delfines. Diana. M�xico, 1978.

[Inicio][Anterior]Previo[Siguiente]