III.LA MEDICINA EN EL IMPERIO ROMANO (SIGLOS III a.C. a VI d.C.)

INTRODUCCI�N

EN EL a�o 332 a.C., despu�s de la conquista de Egipto, cuando Alejandro Magno buscaba un sitio para fundar una de las 17 Alejandr�as que estableci� durante sus campa�as de conquista en Oriente, tuvo un sue�o en el que un hombre viejo recitaba unos versos sobre una isla llamada Faros. Convencido de que el viejo de su sue�o hab�a sido Homero, que le aconsejaba el mejor sitio para su nueva ciudad, Alejandro visit� la isla, situada cerca de la orilla del Mediterr�neo, al oeste del delta del Nilo, pero result� demasiado peque�a para sus planes. Entonces escogi� la costa de Egipto que estaba frente a la isla y ah� fund� su ciudad, que creci� r�pidamente. Alejandro nunca la vio, porque unos tres meses despu�s inici� su viaje a la India y s�lo regres� despu�s de su muerte, a ocupar su mausoleo. Cuando muri� Alejandro, en el a�o 323 a.C., tres de sus generales macedonios fundaron dinast�as importantes para el desarrollo ulterior de la cultura helen�stica: Ant�gono I, en Asia Menor y Macedonia, Seleuco I, en Mesopotamia, y Ptolomeo Soter, en Egipto. Este �ltimo estableci� la XXXI Dinast�a de los Ptolomeos, se proclam� fara�n y tom� residencia en Alejandr�a; la ciudad se hizo rica gracias al intenso comercio mar�timo que sosten�a con el resto de las poblaciones mediterr�neas, y por la misma raz�n era cosmopolita. En sus calles se mezclaban griegos, macedonios, sirios, persas, romanos, jud�os, �rabes y hasta algunos egipcios; a pesar de su localizaci�n geogr�fica, Alejandr�a tuvo muy poco que ver con el resto de Egipto.

Durante el reinado de Ptolomeo I, que dur� casi 50 a�os, se establecieron las tres instituciones que har�an a esa ciudad tan importante como Roma en los siglos III-I a.C., y que le dar�an un sitio privilegiado en la historia de la cultura occidental: el faro, el museo y la biblioteca. El faro de Alejandr�a, que se dice alcanzaba casi 150 m de altura (�) terminaba con una estatua de Ptolomeo I de m�s de 7 m de altura que se mov�a con el viento, o sea que funcionaba como veleta; considerado como una de las siete maravillas del mundo, se derrumb� con un temblor en el siglo XIV. La casa de las Musas o Museo, construido y sostenido en su totalidad con fondos reales, funcionaba como un instituto de investigaci�n human�stica, art�stica y cient�fica, abierto a los estudiosos de prestigio y a sus alumnos sin restricciones ni geogr�ficas ni raciales. La Biblioteca se inici� adquiriendo colecciones famosas y se enriqueci� gracias a ciertas leyes arbitrarias; por ejemplo todos los viajeros que llegaban a la ciudad deb�an declarar y entregar los libros que pose�an, el Estado los copiaba, devolv�a las copias a los propietarios y se quedaba con los originales. De esta manera, la biblioteca alcanz� dimensiones legendarias; se dice que lleg� a tener m�s de 700 000 libros (o rollos de papiro). Esto, junto con las espl�ndidas instalaciones del Museo, atrajo a literatos, fil�sofos, artistas y cient�ficos, entre los que estuvieron Cal�maco, Apolonio de Rodas, Te�crito de Siracusa, Erat�stenes de Cirena, Euclides y su alumno Arqu�medes de Siracusa, y para nuestro inter�s, que es la historia de la medicina, Herófilo de Calcedonia y Eras�strato de Chios.

HER�FILO Y ERAS�STRATO

Seg�n Galeno, Her�filo fue el primero en disecar tanto animales como seres humanos, lo que seguramente se refiere a disecciones p�blicas, ya que Diocles de Caristo probablemente ya lo hab�a hecho un siglo antes en Atenas. Her�filo era un profesor muy popular que escribi� libros acerca de anatom�a, ojos y los partos, pero sus escritos se perdieron; de todos modos, sus contribuciones fueron numerosas. Reconoci� que el cerebro es el sitio de la inteligencia (en lugar del coraz�n, como cre�a Arist�teles ) distingui� entre los nervios motores y los sensoriales, describi� las meninge y dej� su nombre en la presa de Her�filo, separ� al cerebro del cerebelo, identific� el cuarto ventr�culo y bautiz� al calamus scriptorius porque le record� a la pluma con que escrib�an los griegos de entonces. Tambi�n les dio su nombre a la pr�stata y al duodeno, distingui� entre arterias y venas, y describi� los vasos quil�feros.

Erasístrato era m�s joven pero contempor�neo de Her�filo y sus obras tambi�n se perdieron; lo que se sabe de �l se debe a Galeno, quien escribi� dos libros en su contra. Eras�strato profesaba la medicina racionalista y se opon�a a todo tipo de misticismo, aunque conceb�a que la naturaleza actuaba en forma externa para configurar las funciones del organismo; en esto se opon�a al concepto de "esencia" de Arist�teles, que actuaba como una fuerza interna o innata Eras�strato conceb�a que los tejidos estaban formados por una malla fina de arterias, venas y nervios, pero pens� que en algunos los intersticios se llenaban con el par�nquima. Traz� el origen de los nervios primero a la dura madre, pero posteriormente se corrigi� e identific� al cerebro como su terminaci�n; consider� que los ventr�culos cerebrales conten�an un esp�ritu animal y que los nervios lo conduc�an a los tejidos. Pens� que, en el coraz�n, el ventr�culo derecho conten�a sangre y el izquierdo esp�ritu vital o pneuma; durante la di�stole llegar�a sangre al ventr�culo derecho y pneuma al izquierdo, que se expulsar�an en la s�stole. Eras�strato nombr� a la v�lvula tric�spide y se�al� con claridad la funci�n de las dos v�lvulas aur�culo-ventriculares y de las semilunares; seg�n Singer, tambi�n imagin� la comunicaci�n entre venas y arterias para explicar por qu� las arterias aparecen vac�as en el cad�ver y sin embargo sangran cuando se cortan en el vivo. Por eso ciertos historiadores concluyen que Eras�strato estuvo a punto de descubrir la circulaci�n sangu�nea, lo que no ocurri� sino hasta 1628.

Celso (ca. 30 a.C.), Tertuliano (155-222 d.C.) y San Agust�n (354-430 d.C.) acusaron a Her�filo y a Eras�strato de haber disecado hombres vivos, criminales condenados a muerte que les fueron facilitados por el fara�n; Tertuliano dice que Her�filo era "un carnicero que disec� a 600 personas vivas". Tales acusaciones son poco probables, si consideramos que: 1) siempre ha habido prejuicios, especialmente religiosos, en contra de las disecciones y a trav�s de la historia se han hecho acusaciones semejantes a otros anatomistas, como Carpi, Vesalio y Falopio; 2) ninguno de los acusadores era m�dico y dos de ellos eran religiosos, 3) nadie m�s repiti� la acusaci�n, incluyendo a Galeno, quien critic� a los anatomistas alejandrinos por otras muchas razones.

Al cabo de un siglo de gran productividad human�stica y cient�fica, la energ�a alejandrina empez� a agotarse. En el a�o 95 d.C., durante una revuelta entre griegos y jud�os el Museo fue destruido. Aunque se cambi� a un templo cercano, en el a�o 391 una turba cristiana saque� el templo, quem� la biblioteca y convirti� los restos en una iglesia. Del museo y de la biblioteca no qued� nada

ROMA

Desde hac�a un par de siglos la vida cultural se hab�a mudado a Roma. Al librarse de la dominaci�n etrusca, a fines del siglo V a.C., Roma inici� una serie de cambios pol�ticos y legislativos que llevaron a los plebeyos a alcanzar la igualdad con los patricios en el la�o 287 a.C. El �ltimo basti�n etrusco, la ciudad de Veii, muy cercana a Roma, fue conquistado en 392 a.C., con lo que Roma casi duplic� su tama�o. En el a�o 387 a.C. los galos derrotaron al ej�rcito romano, invadieron e incendiaron Roma, pero �sta se recuper� y para el a�o 338 a.C., no s�lo hab�a expulsado a los galos sino que dominaba todo el territorio central de Italia. El enfrentamiento con Pirro, rey de Epiro, termin� con su famosa victoria "p�rrica", que lo oblig� a retirarse a Sicilia en el a�o 275 a.C., con lo que Roma domin� desde el r�o Po en el norte hasta la punta de la bota italiana. Las tres guerras p�nicas, que con intervalos ocuparon Roma durante m�s de 100 a�os (264-146 a.C.) y terminaron con la destrucci�n de Cartago, as� como las tres guerras macedonias y la campa�a de Espa�a, que ocurrieron en el mismo lapso (215-134 a.C.) tuvieron como consecuencia la expansi�n de Roma fuera de la pen�nsula de Italia. La organizaci�n administrativa y pol�tica de la Rep�blica romana hab�a surgido de las necesidades y aspiraciones de Roma como Ciudad-Estado, pero el crecimiento desmesurado requer�a otra estructura, que no tard� en imponerse en forma del Imperio romano.

La medicina en Roma tambi�n tuvo un desarrollo inicial esencialmente religioso. En los altos del Quirinal hab�a un templo a Dea Salus, la deidad que reinaba sobre todas las otras relacionadas con la enfermedad, entre las que estaban Febris, la diosa de la fiebre, Uterina, que cuidaba de la ginecolog�a, Lucina, encargada de los partos, Fessonia, se�ora de la debilidad y de la astenia, etc. Plinio el Viejo dice con orgullo que la antigua Roma era sine medicis... nec tamen sine medicina, o sea "saludable sin m�dicos pero no sin medicina". El estado de la pr�ctica m�dica en esos tiempos puede apreciarse por la recomendaci�n de Cat�n para reducir luxaciones recitar: huant hanat huat ista pista sista domiabo damnaustra, lo que no quiere decir absolutamente nada, y por su panacea para las heridas: aplicar col molida. Como en otras culturas, la medicina sobrenatural romana conserv� su vigencia y su popularidad hasta mucho despu�s de la ca�da del Imperio romano; su naturaleza esencialmente religiosa le permiti� integrarse con las teor�as m�dicas que surgieron en el Imperio bizantino y que prevalecieron durante toda la Edad Media.

En el a�o 293 a.C. una terrible plaga asol� Roma. Alarmados por su gravedad e indecisos sobre la soluci�n, los ancianos consultaron los libros sibilinos; la respuesta fue que buscaran la ayuda del dios griego Asclepios, en Epidauro. La leyenda dice que se envi� un nav�o especial, que el dios acept� la solicitud y viaj� a Roma en forma de serpiente, que cuando lleg� se instal� en una isla del T�ber, y que la plaga termin�. Los romanos agradecidos le construyeron un templo al dios y lo conocieron con el nombre de Esculapio. El primer m�dico griego que lleg� a Roma en el a�o 219 a.C. se llamaba Arch�gathus y al principio tuvo mucho �xito, pero como se inclinaba a usar el bistur� y el cauterio con excesiva frecuencia, su popularidad decay�. Casi un siglo m�s tarde otro m�dico griego, Asclep�ades de Prusa (124-50 a.C.) conquist� a la sociedad romana con su oratoria brillante, su parsimonia terap�utica y su oposici�n a las sangr�as. Asclep�ades adopt� la teor�a atomista de Dem�crito, que Lucrecio hab�a puesto de moda en esa �poca con su poema De re natura, pero no insist�a en los aspectos m�s te�ricos de la medicina griega sino m�s bien en el manejo pr�ctico de cada paciente; de todos modos, sus sucesores lo consideraron como el iniciador de una escuela opuesta al humoralismo hipocr�tico, que se conoci� como el metodismo (vide infra). Asclep�ades manejaba una terap�utica mucho menos agresiva que la de los otros m�dicos griegos: sus dietas siempre coincid�an con los gustos de los pacientes, evitaba purgantes y em�ticos, recomendaba reposo y masajes, recetaba vino y m�sica para la fiebre y sus remedios eran tan simples que le llamaban el "dador de agua fr�a". Es interesante que Asclep�ades no lleg� a Roma como m�dico sino como profesor de ret�rica, pero como no tuvo �xito en esta ocupaci�n decidi� probar su suerte con la medicina, o sea que no ten�a ninguna educaci�n como m�dico antes de empezar a ejercer como tal. Su �xito revela el car�cter eminentemente pr�ctico de la medicina romana, lo que tambi�n explica que otro lego en la profesi�n, Aulio Cornelio Celso (ca. 30 a.C. 50 d.C.) haya escrito De Medicina, el mejor libro sobre la materia de toda la antig�edad. Este libro formaba parte de una enciclopedia, De Artibus, que tambi�n trataba de agricultura, jurisprudencia, ret�rica, filosof�a, artes de la guerra y quiz� otras cosas m�s, pero que se perdieron. Por fortuna, en 1426 (!13 siglos despu�s!) se encontraron dos copias completas de De Medicina, que fue el primer libro m�dico que se imprimi� con el invento de Gutenberg, en 1478, y el �nico texto completo de medicina que nos lleg� de la antig�edad, porque (seg�n Majno) el papiro de Smith se detiene en la cintura y el Corpus Hipocraticum es una mezcla ca�tica de textos de muy distinto valor.

CELSO

El libro de Celso es hipocr�tico pero est� enriquecido con conceptos alejandrinos y tambi�n hind�es. Est� dividido en tres partes, seg�n la terap�utica utilizada: diet�tica, farmac�utica y quir�rgica. Celso describe y critica a los empiristas y a los metodistas, porque los primeros pretenden curar todas las enfermedades con drogas, mientras los segundos se limitan a dieta y ejercicios. De Medicina contiene suficiente anatom�a para convencernos de que Celso estaba al d�a en esta materia, pero no demasiada porque el libro estaba dirigido al m�dico pr�ctico. Entre las causas de las enfermedades menciona las estaciones, el clima, la edad del paciente y su constituci�n f�sica. Los s�ntomas discutidos, como fiebre, sudoraci�n, salivaci�n, fatiga, hemorragia, aumento o p�rdida de peso, dolor de cabeza, orina espesa, y muchos otros, se analizan conforme a la tradici�n hipocr�tica; la descripci�n de los distintos tipos de paludismo es magistral. En otras p�ginas se encuentran el lethargus, enfermedad caracterizada por sue�o invencible que progresa r�pidamente hacia la muerte, la tabes, que seguramente incluye a la tuberculosis y otras formas de caquexia, las jaquecas de distintos tipos, el asma, la disnea, la neumon�a, las enfermedades renales, las g�stricas, las hep�ticas, las diarreas, etc. Las medidas diet�ticas e higi�nicas que recomienda Celso para estos padecimientos son hipocr�ticas: ejercicio moderado, viajes frecuentes estancias en el campo, abstenci�n de ejercicios violentos, de relaciones sexuales y de bebidas embriagantes. Deben evitarse los cambios bruscos de dieta o de clima, y preferirse las medidas para bajar de peso (una comida al d�a, purgas frecuentes, ba�os en agua salada, menos horas de sue�o, gimnasia y masajes); las recomendaciones diet�ticas ocupan la mitad del segundo libro y la hidroterapia se discute extensamente. Celso divide las drogas conocidas seg�n sus efectos en purgantes, diafor�ticas, diur�ticas, em�ticas, narc�ticas, etc.; la acci�n anest�sica del opio y la mandr�gora (que contiene escopolamina y hioscianina) ya era bien conocida. La mejor parte del libro de Celso es la quir�rgica, que ocupa los libros VII y VIII, en ella dice:

La tercera parte del arte de la medicina es la que cura con las manos [...] no omite medicamentos y dietas reguladas, pero hace la mayor parte con las manos [...] El cirujano debe ser joven o m�s o menos, con una mano fuerte y firme que no tiemble, listo para usar la izquierda igual que la derecha, con visi�n aguda y clara, y con esp�ritu imp�vido. Lleno de piedad y de deseos de curar a su paciente, pero sin conmoverse por sus quejas o sus exigencias de que vaya m�s aprisa o corte menos de lo necesario; debe hacer todo como si los gritos de dolor no le importaran.

Celso discute el manejo de las heridas y se�ala que las dos complicaciones m�s importantes son la hemorragia y la inflamaci�n, lo que era realmente infecci�n. Para la hemorragia recomienda compresas secas de lino, que deben cambiarse varias veces si es necesario, y si la hemorragia no cesa, entonces mojarlas en vinagre antes de aplicarlas. Pero si todo esto falla, hay que identificar la vena que est� sangrando, ligarla en dos sitios y seccionarla entre las ligaduras. Celso recomienda aplicar a la herida distintos medicamentos compuestos de acetato de cobre, �xido de plomo, alumbre, mercurio, sulfuro de antimonio, carb�n seco, cera y resma de pino seca, mezclados en aceite y vinagre; otros componentes recomendados (Celso propone 34 f�rmulas diferentes) son sal, pimienta, cant�ridas, vino blanco, clara de huevo, ceniza de salamandra, heces de lagartija, de pich�n, de golondrina y de oveja.

LA MEDICINA ROMANA

La medicina romana era esencialmente griega, pero los romanos hicieron tres contribuciones fundamentales: 1) los hospitales militares, 2) el saneamiento ambiental, y 3) la legislaci�n de la pr�ctica y de la ense�anza m�dica.

1) Los hospitales militares o valetudinaria se desarrollaron como respuesta a una necesidad impuesta por el crecimiento progresivo de la Rep�blica y del Imperio. Al principio, cuando las batallas se libraban en las cercan�as de Roma, los enfermos y heridos se transportaban a la ciudad y ah� eran atendidos en las casas de los patricios; cuando las acciones empezaron a ocurrir m�s lejos, sobre todo cuando la expansi�n territorial sac� a las legiones romanas de Italia, el problema de la atenci�n a los heridos se resolvi� creando un espacio especialmente dedicado a ellos dentro del campo militar. La arquitectura de los valetudinaria era siempre la misma: un corredor central e hileras a ambos lados de peque�as salas, cada una con capacidad para 4 o 5 personas Estos hospitales fueron las primeras instituciones dise�adas para atender heridos y enfermos; los hospitales civiles se desarrollaron hasta el siglo IV d.C., y fueron producto de la piedad cristiana.

2) El saneamiento ambiental se desarroll� muy temprano en Roma, gracias a las obras de la cloaca m�xima, un sistema de drenaje que se vaciaba en el r�o T�ber y que data del siglo VI a.C. En la Ley de las Doce Tablas (450 a.C.) se prohiben los entierros dentro de los l�mites de la ciudad, se recuerda a los ediles su responsabilidad en la limpieza de las calles y en la distribuci�n del agua. El aporte de agua se hac�a por medio de 14 grandes acueductos que proporcionaban m�s de 1 000 millones de litros de agua al d�a, y la distribuci�n a fuentes, cisternas y a casas particulares era excelente, pero en los barrios menos opulentos no tan buena. El agua se usaba para beber y para los ba�os, una instituci�n p�blica muy popular y casi gratuita; tambi�n se colectaba el agua de la lluvia, que se usaba para preparar medicinas. En general, las condiciones de higiene ambiental en Roma eran tan buenas como pod�a esperarse de un pueblo que desconoc�a por completo la existencia de los microbios.

3) Durante la Rep�blica la mayor�a de los m�dicos eran esclavos o griegos, o sea, sujetos en una posici�n subordinada, pero en el Imperio (ca. 120 d.C.) Julio C�sar concedi� la ciudadan�a a todos lo que ejercieran la medicina en Roma.

Figura 6. Reconstrucci�n de un hospital militar romano, valetudinaria, que forma parte de un campamento en la frontera (tomado de Majno).

Adem�s, se estableci� un servicio m�dico p�blico, en el que la ciudad contrataba a uno o m�s m�dicos (archiatri) y les proporcionaba local e instrumentos para que atendieran en forma gratuita a cualquier persona que solicitara su ayuda. Los salarios de estos profesionales los fijaban los consejeros municipales. Tambi�n se organiz� el servicio m�dico de la casa imperial, y muchos de los patricios reten�an en forma particular a uno o m�s m�dicos para que atendieran a sus familias. Con el tiempo tambi�n se legisl� que la elecci�n de un m�dico al servicio p�blico deber�a ser aprobada por otros siete miembros de ese servicio. Las plazas eran muy solicitadas porque los titulares estaban exentos de pagar impuestos y de servir en el ej�rcito. El gobierno los estimulaba a que tomaran estudiantes, por lo que pod�an recibir ingresos adicionales.

Entre los m�dicos griegos y romanos que ejerc�an en el Imperio se distingu�an cuatro sectas o escuelas, basadas en sus diferentes posturas filos�ficas, te�ricas y pr�cticas: 1) Los dogm�ticos reconoc�an como su fundador a Her�filo, aprobaban el estudio de la anatom�a por medio de las disecciones, consideraban que las teor�as sobre las causas de la enfermedad eran la esencia del la medicina (desequilibrio de los elementos, de los humores del pneuma; migraci�n de la sangre a los vasos que llevan el pneuma; bloqueo de los canales del cuerpo por "�tomos"' etc.). Sus enemigos los caracterizaban como m�s "habladores" que "hacedores", y dec�an que pasaban m�s tiempo discutiendo que viendo al paciente. Los dogm�ticos dec�an que la confirmaci�n de sus doctrinas se encontraba en el Corpus Hipocraticum y que el mismo Hip�crates hab�a sido un dogm�tico. 2) Los emp�ricos nombraban a Eras�strato como su antecesor y se opon�an a las disecciones porque rechazaban la importancia de la anatom�a en la medicina. Su postura era que no deber�an buscarse las causas de las enfermedades, porque las inmediatas eran obvias y las oscuras eran imposibles de establecer; por lo tanto, la comprensi�n de cosas como el pulso, la digesti�n o la respiraci�n era in�til. Lo m�s importante en medicina era la experiencia personal del m�dico con su paciente, y lo que deb�a hacer es recoger los s�ntomas y tratarlos uno a uno usando los remedios que ya se hab�an demostrado efectivos en el pasado. Al igual que los dogm�ticos, los emp�ricos alegaban que Hip�crates y el Corpus Hipocraticum estaban de su lado. 3) Los metodistas tambi�n rechazaban todas las hip�tesis y teor�as sobre las causas de la enfermedad, pero en cambio sosten�an que s�lo hab�a unas cuantas circunstancias que eran comunes a muchas enfermedades, que deb�an ser manejadas principalmente por medio de dietas. Naturalmente, estaban convencidos de que Hip�crates y toda su escuela hab�an sido esencialmente metodistas. 4) Los neumatistas eran inicialmente dogm�ticos pero se separaron de esa secta porque consideraron que la sustancia fundamental de la vida era el pneuma y que la causa �nica de las enfermedades eran sus trastornos en el organismo, desencadenados por un desequilibrio de los humores. �ste era el panorama del ejercicio de la medicina en Roma cuando apareci� Galeno.

GALENO

Claudio Galeno(130-200 d.C.) naci� en P�rgamo, tres a�os despu�s de que esa hermosa ciudad griega hubiera sido conquistada por los romanos. Su padre Nic�n era un arquitecto a quien Galeno describi� como inteligente, controlado y generoso; su modelo de pensamiento eran las matem�ticas y descre�a de las opiniones emocionales que no pod�an demostrarse con precisi�n l�gica. Nic�n cuid� que la educaci�n de su hijo fuera completa en griego, autores cl�sicos, ret�rica, dial�ctica y filosof�a, pues esperaba que se convirtiera en un fil�sofo profesional. Sin embargo, una noche so�� que el dios Asclepio (cuyo majestuoso templo se estaba construyendo entonces en P�rgamo) le ordenaba que su hijo estudiara medicina, por lo que a los 16 a�os de edad Galeno ingres� como aprendiz con S�tiro, un m�dico local. Cinco a�os despu�s muri� Nic�n, dej�ndole a Galeno recursos suficientes para que nunca tuviera preocupaciones econ�micas. A los 21 a�os de edad Galeno viaj� para seguir estudiando medicina, primero a Esmirna, despu�s a Corinto y finalmente a Alejandr�a, en donde permaneci� m�s tiempo estudiando anatom�a, en la que lleg� a ser un experto a pesar de que no realiz� disecciones en humanos. Al cabo de casi 12 a�os de ausencia, Galeno regres� a P�rgamo y fue nombrado cirujano de los gladiadores, puesto que desempe�� con gran �xito pues, seg�n �l mismo se�ala: "Muchos hab�an muerto en los a�os anteriores y ninguno de los que yo trat� falleci�..."

Al cabo de tres a�os, Galeno viaj� a Roma donde (con una breve ausencia de un par de a�os) permaneci� el resto de su vida. All� tuvo un gran �xito, al principio como anatomista y experimentador, y posteriormente como m�dico y polemista. Pero en lo que no tiene paralelo en la historia es como autor: sus escritos son los m�s voluminosos de toda la antig�edad. Ocupan 22 gruesos vol�menes en la �nica edici�n que existe, con 2.5 millones de palabras, pero s�lo re�nen dos terceras partes de la obra, pues el resto se ha perdido. En su obra existen 9 libros de anatom�a, 17 de fisiolog�a, 6 de patolog�a, 14 de terap�utica, 30 de farmacia, 16 sobre el pulso, etc. Galeno abarca absolutamente toda la medicina, que conoce mejor que nadie; todos los que no est�n de acuerdo con �l son ignorantes, est�pidos o las dos cosas, y lo dice con absoluta claridad. Su �dolo es Hip�crates, cuyos escritos conoce mejor que nadie y adem�s los interpreta con la mayor fidelidad. En la discusi�n de cualquier tema, Galeno adopta con frecuencia la misma estrategia: primero identifica a su contrincante y resume la opini�n que va a demoler, sin dejar pasar la oportunidad de calificarlo de absurdo, d�bil mental o algo peor; despu�s invoca a Hip�crates y se�ala d�nde su v�ctima se aparta o hasta contradice al sabio de Cos, y finalmente procede a detallar en forma sistem�tica y contundente la verdad acerca del tema en cuesti�n, citando copiosamente a Hip�crates y tambi�n con frecuencia intercalando sus propias interpretaciones, que, en su opini�n, son fielmente hipocr�ticas y totalmente correctas. Los textos de Galeno representan una s�ntesis del conocimiento m�dico antiguo y algo m�s; contienen no uno sino varios esquemas generales que posteriormente fueron copiados, interpretados, comentados y elaborados por un ej�rcito de traductores y comentaristas a lo largo de toda la Edad Media y hasta el Renacimiento. En un ambiente en donde el dogma era la autoridad y los libros cl�sicos eran el dogma, la palabra de Galeno se transform� en la �ltima corte de apelaci�n de todas las discusiones en medicina hasta la �poca de Vesalio (1543).

Figura 7. Representaci�n medieval de Galeno.

Combinando las ideas humorales hipocr�ticas con las antiguas teor�as pitag�ricas de los cuatro elementos, a los que agreg� su propio concepto de un pneuma presente en todas partes, Galeno procedi� a explicar absolutamente todo. Abandon� la anotaci�n cuidadosa de los hechos, tan importante para Hip�crates, citando s�lo sus milagrosas curas. Su principal teor�a patol�gica se basa en el equilibrio adecuado de los naturales, no naturales y contranaturales. Galeno agreg� al antiguo concepto de di�tesis (tendencia o disposici�n natural) otros dos, de gran importancia para su patolog�a: pathos, que son las alteraciones pasajeras que desaparecen cuando se elimina la causa de la enfermedad, y nosos, que es lo que persiste en las mismas circunstancias. Galeno adopt� y elabor� la teor�a hipocr�tica de la enfermedad como un desequilibrio de los humores, que puede resultar de deficiencia o exceso de uno o m�s de ellos, o de cambios en sus propiedades de fr�o, calor, humedad o sequedad.

InicioAnteriorPrevioSiguiente