II. COSMOGON�AS ANTIGUAS

INTRODUCCI�N

LA OBSERVACI�N del cielo ha sido un fen�meno universal, por lo que todas las grandes civilizaciones del pasado crearon complejas explicaciones sobre el Universo y los distintos eventos que en �l ocurren. La mayor�a del conocimiento as� generado se ha perdido para el hombre occidental, pues al ser nuestra cultura heredera directa del saber griego, s�lo estamos familiarizados con los logros de esa civilizaci�n, as� como con el conocimiento astron�mico surgido entre los sumerios, pues los griegos tomaron gran parte de esa informaci�n, la hicieron suya, y la trasmitieron al mundo occidental.

En el presente cap�tulo se hace una s�ntesis de los principales logros que en el terreno astron�mico consiguieron algunas de las grandes civilizaciones de la antig�edad, incluyendo a las dos m�s representativas (o quiz�s debamos decir m�s estudiadas) que hubo en lo que hoy es el territorio mexicano. Siguiendo la tem�tica principal de este libro, se hace �nfasis en las ideas y modelos 5[Nota 5]que esos pueblos tuvieron sobre la forma del Universo, as� como el lugar que en �l cre�an ocupar.

LOS SUMERIOS

Cualquier texto de historia antigua nos dar� informaci�n amplia sobre los pueblos que hace unos 6 000 a�os vivieron en la enorme llanura asi�tica comprendida entre los r�os Tigris y �ufrates, as� que no abundaremos en los detalles, �nicamente se�alaremos que los sumerios, nombre gen�rico con el que se designa a las diferentes tribus que a lo largo de varios milenios ocuparon esa zona de nuestro planeta, crearon una cultura muy avanzada, siendo los introductores de muchos conceptos que en la actualidad siguen teniendo vigencia.

El estudio de esa rica cultura se ha facilitado porque los arque�logos han encontrado en las ruinas de sus principales ciudades numerosas tablillas hechas de barro cocido en las que, con caracteres cuneiformes ya descifrados por los especialistas, quedaron registradas las actividades preponderantes de su vida. En la etapa temprana de su civilizaci�n el universo sumerio fue poblado por dioses y diosas engendrados por el caos, personificado en Tiamat, la diosa madre, y por Apsu, el dios padre identificado con el oc�ano, y de cuya uni�n surgieron el hombre y los animales. En una lucha entre Marduk (J�piter) y las deidades protectoras de Tiamat, �ste las aniquil�, incluy�ndola a ella. Despu�s parti� el cad�ver divino en dos: levantando una parte form� el Cielo, mientras que la otra la puso a sus pies y surgi� entonces la Tierra. Esta ingenua visi�n del cosmos se fue complicando al aumentar los conocimientos matem�ticos y astron�micos de esos pueblos.

Para los caldeos, herederos culturales de los pueblos sumerios, el Universo era una regi�n completamente cerrada. En su concepci�n la Tierra se encontraba al centro, flotando completamente inm�vil sobre un gran mar. Siendo esencialmente plana, estaba formada por inmensas llanuras. En su parte central se elevaba una enorme monta�a. Conteniendo al mar sobre el que flotaba la Tierra y rode�ndolo totalmente hab�a una muralla alta e impenetrable. Ese gran mar era un espacio vedado a los hombres, por lo que se le llam� aguas de la muerte. Se afirmaba que una persona se perder�a para siempre si se aventuraba a navegarlo. Se requer�a un permiso especial para hacerlo, y �ste s�lo era otorgado por los dioses en muy pocas ocasiones, tal como lo relata la Epopeya de Gilgamesh.

El cielo estaba formado por una gran b�veda semiesf�rica que descanzaba sobre la ya mencionada muralla. Fue dise�ado y construido por Marduk, quien la hizo de un metal duro y pulido que reflejaba la luz del Sol durante el d�a. Al llegar la noche, el cielo tomaba un color azul oscuro porque se convert�a en un tel�n que serv�a de fondo a la representaci�n que hac�an los dioses, identificados con los planetas, la Luna y las estrellas. Es en esta cultura donde surge la idea de un cosmos con forma hemisf�rica, concepci�n que ser� retomada por muy diversos conglomerados humanos en diferentes �pocas y lugares.

Para explicar la sucesi�n del d�a y la noche supusieron que la mitad de aquella muralla era s�lida, mientras que la otra era hueca y ten�a dos aberturas opuestas. En la ma�ana la que se encontraba al este era abierta y Shamesh, el dios solar, sal�a a trav�s de ella conduciendo una gran carroza tirada por dos magn�ficos onagros.6[Nota 6] El disco solar visto por los hombres era una de las brillantes ruedas doradas de ese carruaje. Con vertiginosa velocidad Shamesh arriaba a los onagros cruzando el cielo a lo largo de una trayectoria circular bien definida. Cuando empezaba a atardecer, Shamesh disminu�a su �mpetu y lentamente iniciaba el descenso, entrando por la puerta oeste de la gran muralla. Al crep�sculo esa puerta era cerrada, llegando as� la oscuridad. Toda la noche la carroza se desplazaba dentro de una inmensa caverna para emerger de ella a la ma�ana siguiente, cuando era abierta nuevamente la puerta del Este, dando as� lugar a otro d�a.

Unos 4 000 a�os atr�s los sacerdotes sumerios hicieron mapas celestes, y dividieron el cielo en constelaciones. Tambi�n formaron los primeros cat�logos estelares y registraron los movimientos planetarios. Construyeron calendarios y pudieron predecir los eclipses de Luna. Se han encontrado diversas tablillas de barro cocido en las que fueron trazados tres c�rculos conc�ntricos, divididos en 12 partes por igual n�mero de rayos. En cada una de las 36 secciones as� obtenidas se encuentra el nombre de un agrupamiento particular de estrellas o constelaci�n, acompa�ado por una serie de n�meros simples cuyo significado a�n no ha sido descifrado. Hasta donde se ha podido establecer, �stos son los primeros mapas celestes hechos con fines pr�cticos y no como mera representaci�n del cielo.

Los caldeos miraron el firmamento pensando que los cuerpos celestes hab�an sido puestos ah� por los dioses para el beneficio humano, y que el prop�sito de su presencia era dar indicaciones sobre la fortuna de individuos y naciones. Las estrellas y los planetas 7[Nota 7] fueron vistos como portadores de misteriosas influencias que los hombres podr�an leer adecuadamente estudiando su desplazamiento. Por esa raz�n los llamaron interpretes de los dioses. Esta concepci�n convirti� a los caldeos en verdaderos observadores del movimiento de los cuerpos celestes, comportamiento que los diferenci� de otras culturas antiguas, pues no s�lo se dedicaron a ver e interpretar, sino que fueron capaces de medir. Esa actitud dio origen a la pseudociencia conocida como astrolog�a; sin embargo, del estudio de los movimientos planetarios hechos por los caldeos surgi� tambi�n la ciencia de la astronom�a.

Al estudiar la b�veda celeste los astr�nomos caldeos construyeron tablas planetarias donde anotaron cuidadosamente las estaciones y retrogradaciones,8[Nota 8]ya que esos datos eran elementos b�sicos para determinar el curso de los planetas por la b�veda celeste. Gracias a ese tipo de estudios fueron capaces de diferenciarlos de las llamadas estrellas fijas.9[Nota 9] .Como el estudio del movimiento requiere del manejo del espacio y del tiempo, tan notables observadores inventaron la medici�n de esos conceptos e introdujeron el a�o dividido en meses, d�as, horas, minutos y segundos. Asimismo, dividieron la semana en siete d�as, cada uno de ellos asociado a un cuerpo celeste: el Sol (domingo), la Luna (lunes), Marte (martes), Mercurio (mi�rcoles), J�piter (jueves), Venus (viernes) y Saturno (s�bado). Adem�s, como consecuencia de su determinaci�n del a�o solar de 360 d�as (m�s cinco de ajuste), dividieron angularmente el c�rculo en 360 grados, introduciendo tambi�n la divisi�n del grado en 60 minutos de arco (') y �ste a su vez en 60 segundos de arco(").

Ese tipo de mediciones permitieron que los caldeos pudieran determinar las estaciones y retrogradaciones de los planetas, as� como calcular su salida y ocaso. Tambi�n calcularon las fechas en que algunas constelaciones aparec�an o desaparec�an por puntos notables del horizonte. Igualmente pudieron conocer con antelaci�n el acercamiento de cada planeta a las estrellas m�s brillantes localizadas dentro de una franja del cielo �nica y bien determinada, zona en la que advirtieron los movimientos del Sol y la Luna. Por estas peculiaridades, los griegos llamaron ecl�ptica al plano central de esa banda.10[Nota 10] Fueron ellos tambi�n quienes bautizaron a la mencionada franja como el zodiaco.11[Nota 11]

Los caldeos dividieron esa regi�n en 12 zonas diferentes, e identificaron a cada una de ellas con un grupo particular de estrellas. En esos agrupamientos o constelaciones delineados por los astros m�s brillantes de cada regi�n creyeron ver figuras relacionadas con sus ideas mitol�gicas. Seg�n tablillas con escritura cuneiforme localizadas en el valle del �ufrates, y cuya antig�edad se remonta hasta el a�o 600 a.C, los nombres de esos grupos estelares fueron el Carnero (o mensajero), el Toro del cielo (o toro que va adelante), los Grandes gemelos, el Trabajador del lecho del r�o, el Le�n, la Anunciadora de la lluvia, el Creado a la vida en el cielo, el Escorpi�n del cielo, la Cabeza de fuego alada, el Pez-cabra, la Urna y el Sedal de pesca con el pez prendido.

De esa divisi�n arbitraria del camino aparente que sigue el Sol en la b�veda celeste provienen los 12 signos del zodiaco que hemos heredado, y que en la actualidad son: Aries (el carnero), Taurus (el toro), G�minis (los gemelos), C�ncer (el cangrejo), Leo (el le�n), Virgo (la virgen), Libra (la balanza), Escorpio (el escorpi�n), Sagitario (el flechador), Capricornio (la cabra), Acuario (el aguador) y Piscis (los peces). Siguiendo una tradici�n milenaria, los astr�nomos han continuado utilizando esos nombres para las constelaciones ecl�pticas, de igual manera que han conservado los nombres de los d�as de la semana y la divisi�n sexagesimal de grados, horas, minutos y segundos.

Mucho se ha escrito sobre los conocimientos astron�micos logrados por los habitantes de Mesopotamia, pero para los prop�sitos de este libro pensamos que lo mencionado es suficiente, por lo que no abundaremos m�s sobre otros notables logros cient�ficos de aquella importante civilizaci�n.

COSMOGON�AS DE OTROS PUEBLOS DE ASIA

La visi�n egipcia

Los egipcios, constructores de gigantescas pir�mides, bellos templos y magn�ficas esculturas fueron un pueblo que durante su largo periodo de desarrollo cultural no mostr� mayor inter�s en las especulaciones filos�ficas, teniendo m�s bien una fuerte disposici�n hacia lo pr�ctico. Contempor�neos de los diversos grupos que vivieron en Mesopotamia, tuvieron una actitud diferente hacia la astronom�a, us�ndola sobre todo como base de su medida del tiempo, lo que les permiti� desarrollar un calendario civil que, si no fue muy complejo astron�micamente, s� fue el m�s avanzado de los utilizados en la antig�edad.

Tal actitud muy probablemente se debi� a que los sacerdotes centraron su atenci�n en el m�s all�, haciendo del culto a los muertos una verdadera religi�n. Aunque los egipcios no formularon teor�as acerca del Sol y la Luna, ni tuvieron ideas espec�ficas sobre el movimiento de los planetas, se sabe que tuvieron sus propias constelaciones formadas por grupos conspicuos de estrellas brillantes. Sin embargo los registros fueron muy vagos y se han perdido. En la actualidad solamente se sabe que, con las estrellas del hemisferio norte, la �nica constelaci�n que formaron fue la del Arado, ahora llamada Osa Mayor.

Egipto es un pa�s que desde sus or�genes se form� y desarroll� a lo largo del r�o Nilo, que corre paralelo a la costa del Mar Rojo. Esa clara forma de rect�ngulo fue muy probablemente la causa de la teor�a de que el mundo era alargado, como una caja rectangular. En sus representaciones m�s primitivas del cosmos ya aparece esa forma. As�, en el papiro funeral de la princesa Nesitanebtenhu, sacerdotisa de Am�n-Ra que vivi� unos 1 000 a�os a.C., as� como en algunas paredes de tumbas y templos, han sido encontradas representaciones simb�licas de un universo alargado (figura 3). En el mencionado papiro, el cielo es el cuerpo de la diosa Nut, quien adoptando una inc�moda posici�n en la que se apoya solamente con pies y manos12[Nota 12]cubre con su alargado cuerpo a Shibu, la Tierra, representada abajo de Nut reposando sobre su costado izquierdo, mientras que el dios del aire Shu est� entre ambos, ayudando a sostener a Nut en su dif�cil pose. Hay otras variantes de esta representaci�n. En algunas se mira el cuerpo de Nut cubierto de estrellas, y sobre �l se desplazan el Sol y la Luna en dos peque�os botes.

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Figura 3. Secci�n de un papiro egipcio que muestra una de las variadas representaciones de la diosa Nut como la b�veda celeste.

Sin embargo, esta representaci�n del Universo result� tan elemental para una civilizaci�n tan avanzada, incluso desde el punto de vista de una cosmogon�a religiosa, que posteriormente la modificaron. Fue as� que consideraron que el mundo ten�a forma de caja rectangular, con un eje mayor orientado de norte a sur, mientras que el menor quedaba en direcci�n este-oeste. Pensaron que la Tierra era el fondo plano de la caja, y que en ella alternaban las tierras y los mares. Egipto se encontraba al centro de ese plano, mientras que en la parte superior de la caja estaba el cielo, formado por una superficie met�lica plana sostenida por cuatro grandes monta�as localizadas en los extremos de la caja. Finalmente, y ante la evidencia observacional, no pudieron negar lo que indicaban sus sentidos sobre la forma del cielo, por lo que terminaron por aceptar que �ste era en realidad una superficie convexa en donde hab�a un gran n�mero de agujeros de los que colgaban las estrellas suspendidas por cables. Para los egipcios de aquella �poca los astros eran fuegos alimentados por emanaciones que se formaban y sub�an desde la Tierra, y que no eran visibles durante el d�a porque solamente se encend�an por la noche. Las cuatro monta�as que sosten�an el cielo se un�an entre s� en su parte m�s baja, formando una pared rocosa que rodeaba al mundo. Al Sol, encarnaci�n del dios Ra, se le representaba por un disco de fuego que se desplazaba por el firmamento flotando en una barca.

De acuerdo con los m�s antiguos mitos egipcios, la V�a L�ctea hab�a sido hecha por Isis, quien la construy� regando una gran cantidad de trigo en el firmamento. Posteriormente fue considerada como el Nilo Celeste, el r�o sagrado que cruzaba el pa�s de los muertos. La diferencia de altura que el Sol alcanza sobre el horizonte entre el verano y el invierno fue explicada por los egipcios haciendo una analog�a con lo que le sucede al r�o Nilo en esas dos temporadas. Sosten�an que cada verano el r�o celeste se desbordaba, de igual manera que su contraparte terrestre, ocasionando que la barca de Ra abandonara su lecho y quedara m�s pr�xima a Egipto.

Todo ese esquema del mundo nada ten�a que ver con teor�as acerca del Sol y la Luna, ni conten�a ninguna idea espec�fica sobre el movimiento planetario. La falta de inter�s de los sacerdotes egipcios por la naturaleza f�sica del Universo se explica puesto que en su concepci�n religiosa no eran fundamentales los pron�sticos astrol�gicos. Por esto no especularon respecto a la posible naturaleza de los planetas y se concentraron en el mundo espiritual. As� se marc� la diferencia entre la astronom�a y las concepciones cosmog�nicas manejadas por sumerios y egipcios.

El cosmos hind�

Para los pensadores de la antigua India la astronom�a fue m�s que una disciplina observacional o una filosof�a sobre la creaci�n y destrucci�n del cosmos. En las ruinas de las ciudades habitadas por los pueblos indost�nicos no se han encontrado vestigios de observatorios astron�micos, ni hay indicaci�n clara de que los hind�es hayan elaborado cat�logos estelares como los de otras civilizaciones de la antig�edad. El estudio de los movimientos planetarios tampoco parece haber despertado mayormente su inter�s. Todo indica que la observaci�n de las estrellas fue hecha por los astr�nomos hind�es �nicamente con el prop�sito de tener puntos a los cuales referir sus estudios de los movimientos del Sol y de la Luna, lo que les permiti� determinar en forma pr�ctica un calendario lunar de 12 meses de 29.5 d�as cada uno. La discrepancia entre �ste y el a�o solar (365 d�as) lo solucionaron intercalando un mes extra cada 30 lunaciones.13[Nota 13]

En cuanto a su concepci�n del cosmos se conocen dos interpretaciones originadas probablemente en tiempos muy diferentes y por sectas religiosas distintas. La m�s conocida y quiz� la m�s antigua, es aquella en que se consider� que Brahma, por un acto de pensamiento, dividi� el huevo primigenio en dos y form� con una mitad el Cielo y con la otra la Tierra. En ese esquema el Universo era una entidad cerrada, contenida por los anillos de Sheshu, la cobra negra, animal sagrado para ese pueblo. En el fondo de todo hab�a un mar de leche rodeado completamente por parte del cuerpo de esa serpiente. En el l�cteo oc�ano nadaba una enorme tortuga, sobre cuyo caparaz�n se apoyaban cuatro elefantes, cada uno localizado hacia un punto cardinal. A su vez, estos animales sosten�an sobre sus lomos a la Tierra, formada por un disco sim�trico donde, con una pendiente primero suave y despu�s brusca, se formaba una gran monta�a central. En la parte alta de �sta hab�a un gigantesco fuego que al girar en torno a ella ocasionaba el d�a y la noche. La misma cobra que rodeaba y conten�a al mar de leche, formaba con la parte superior de su cuerpo otro anillo que conten�a a la b�veda celeste.

Cuando en el siglo VI a.C. se origin� el jainismo, religi�n fundada por Vardhamana Mahavira en contra del ritual introducido en los textos sagrados llamados Vedas, una de las ideas rechazadas fue la del dios creador. Como consecuencia, los seguidores de esta nueva religi�n introdujeron el concepto de dualidad c�smica para dar una explicaci�n satisfactoria del Universo. Sosten�an que la Tierra estaba formada por una serie de anillos conc�ntricos, altern�ndose tierras y mares. El c�rculo interior denominado Jambudvipa estaba dividido en cuatro partes iguales, teniendo a la monta�a sagrada Meru en su centro. La India se localizaba en el sector m�s al sur. El Sol, la Luna y las estrellas describ�an trayectorias circulares alrededor de esa monta�a, movi�ndose en forma paralela a la Tierra. De acuerdo con este modelo, el Sol, al girar en torno a Meru deber�a iluminar en forma sucesiva cada cuadrante, pero ya que el d�a duraba 12 horas, el Sol podr�a iluminar solamente dos de �stos cada 24. Para resolver esta incongruencia introdujeron dos soles, dos lunas y dos conjuntos de estrellas. �ste fue su principio de dualidad c�smica.

Evidentemente ese modelo no ten�a ninguna relaci�n con el mundo f�sico, y era resultado de una mera interpretaci�n filos�fica. Sin embargo para los pensadores hind�es cumpl�a los requerimientos impuestos por su visi�n religiosa, pues no era entonces necesario confrontarlo con lo observado, situaci�n que se dio pr�cticamente en todas las culturas antiguas, e incluso durante gran parte de la Edad Media europea.

La V�a L�ctea fue considerada por los antiguos habitantes de la India como el camino que tuvo que seguir Arim�n para llegar a sentarse en su trono celeste.

Con las particularidades propias impuestas por el medio en que se desarroll� la cultura hind�, sus explicaciones sobre los objetos c�smicos no difieren mayormente de los que elaboraron egipcios y caldeos. Sin embargo, en el aspecto conceptual introdujeron un idea nueva: la regeneraci�n y destrucci�n c�clica del Universo. Para resolver la contradicci�n filos�fica surgida, por un lado, de admitir que aqu�l era eterno, y por el otro la de observar la temporabilidad de sus partes, recurrieron a la hip�tesis de la periodicidad de todos los acontecimientos. "La evoluci�n, ense�aron los hind�es, se cumple en periodos cuya ilimitada y c�clica repetici�n asegura al Universo su duraci�n eterna." Como se ver� m�s adelante, la idea de un resurgimiento c�clico a nivel de todo el cosmos ha aparecido en diferentes modelos cosmol�gicos, tanto antiguos como contempor�neos, y en la actualidad es una de las hip�tesis de mayor peso en las explicaciones que sobre el origen de nuestro universo manejan muchos cient�ficos contempor�neos.

El universo de los chinos

Aunque la civilizaci�n china tiene gran antig�edad, s�lo se tiene informaci�n segura sobre su desarrollo hist�rico a partir del inicio de la dinast�a Shang, la cual consolid� su poder hacia el a�o 1500 a.C.

Los diversos registros dejados por los astr�nomos chinos muestran que fueron buenos observadores. Sus cat�logos de cometas, eclipses y otros eventos astron�micos confirman que tuvieron un bien organizado grupo de observadores que de manera sistem�tica y meticulosa realizaron un trabajo muy valioso, tanto, que en la actualidad sigue dando frutos. Utilizando el mismo sistema de coordenadas que ahora manejan los astr�nomos para localizar los objetos celestes, pero que fue desarrollado en Occidente s�lo hasta el siglo XVII, los chinos determinaron m�s de 2 000 a�os atr�s las posiciones aparentes de las estrellas de mayor brillo del firmamento. En efecto, alrededor del a�o 350 a.C. Shih Shen construy� un mapa estelar donde catalog� m�s de 800 estrellas.

Seguramente en gran medida por su ubicaci�n geogr�fica, estos observadores orientales no pusieron mayor atenci�n en el estudio de las estrellas de la ecl�ptica, sino que desarrollaron su sistema de referencia celeste en torno a las constelaciones circumpolares.14 [Nota 14]Alrededor del a�o 1400 a.C., los chinos ya hab�an determinado la duraci�n del a�o solar, estim�ndola en 365.25 d�as, mientras que la lunaci�n la fijaron en 29.5 d�as. La exactitud de estos valores es notable y viene a confirmar la excelencia de los astr�nomos chinos.

Las observaciones de los movimientos planetarios tambi�n se realizaron en China en forma muy cuidadosa desde fechas muy tempranas. Sin embargo, a pesar de que las realizaron durante periodos considerablemente largos, no formularon ninguna teor�a planetaria. Como sucedi� en otras civilizaciones, los chinos asociaron a los planetas con los componentes b�sicos que, seg�n su filosof�a, constitu�an a la naturaleza, as� como con los puntos cardinales: J�piter se asoci� con la madera y el Este, Marte con el fuego y el Sur, Saturno con la tierra y el centro, Venus con el metal y el Oeste, mientras que Mercurio qued� ligado al agua y al Norte. Seg�n sus ideas la madera, el fuego, la tierra, el metal y el agua eran los cinco elementos primarios con los que se form� el Universo.

Para los chinos la V�a L�ctea fue un objeto c�smico que no requer�a mayor explicaci�n. Simplemente la llamaron Tian Ho, que significa el Celeste Ho, siendo la contraparte c�smica del r�o Ho o Amarillo. Por su aspecto blanquecino consideraron que estaba hecha de seda. En el aspecto pr�ctico los chinos establecieron una conexi�n entre la V�a L�ctea y el agua de lluvia, ya que cuando en China tiene mayor esplendor ese objeto celeste, es cuando la �poca de lluvias alcanza su m�xima intensidad.

Las concepciones filos�fico-religiosas desarrolladas en China no consideraron a los objetos c�smicos como dioses que determinaran los destinos humanos, y aunque s� tuvieron astrolog�a y un equivalente al zodiaco formado por 28 casas, en lugar de los 12 signos originados en Mesopotamia, fue diferente de la surgida en la regi�n comprendida entre el Tigris y el �ufrates.

Los c�lculos astron�micos chinos fueron m�s bien de tipo algebraico, ya que no contaron con una geometr�a te�rica desarrollada como la que hubo en Grecia. Esa falta de visi�n favoreci� que no tuvieran una imagen intuitiva de la estructura geom�trica del cosmos.

La idea cosmog�nica m�s antigua originada en China aseguraba que el Universo estaba formado por el Cielo de forma esf�rica, y por la Tierra, que era un cuenco con su abertura hacia abajo. Sus bordes o l�mites eran aristas lineales que en realidad le daban forma de un cuadrado convexo. Alrededor de ella hab�a un gran oc�ano en el que se hund�a el firmamento. El Cielo y la Tierra se sosten�an en su sitio por virtud del aire atrapado debajo de ellos. Consideraban que la b�veda celeste era de forma irregular, m�s elevada al sur que al norte, por lo que el Sol, que rotaba junto con ese hemisferio irregular, era visible cuando se encontraba al sur, e invisible cuando ocupaba el norte de ese cielo deformado. Aunque el Sol, la Luna y los planetas se mov�an junto con el firmamento, tambi�n ten�an movimientos propios. Aseguraban que el Cielo se encontraba 80 000 li por encima de la Tierra, lo que con nuestras medidas equivaldr�a a unos 43 kil�metros.

Posteriormente, alrededor de la segunda centuria antes de nuestra era modificaron algo este modelo, asegurando que el cosmos era un esferoide de unos 2 000 000 li de di�metro, aunque en realidad era 1 000 li m�s corto en direcci�n norte-sur que en la este-oeste. Seg�n se sabe, el astr�nomo Chang Heng del siglo I afirmaba que el Universo era como un huevo cuya yema ser�a la Tierra, que descansaba sobre agua, mientras que el Cielo, sostenido por vapores emanados del oc�ano, equival�a al cascar�n.

En un tercer modelo se aseguraba que el Universo era infinito y que carec�a de forma y sustancia, encontr�ndose en �l �nicamente la Tierra, el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas, todos flotando libremente. En ese universo los cuerpos celestes no estaban sujetos a nada, y se mov�an en �l por acci�n de fuertes vientos. Aunque sin ning�n fundamento observacional, este �ltimo modelo c�smico de los chinos fue el resultado de una verdadera abstracci�n, lo que lo ubica en un plano diferente del de todos los otros que hasta aqu� se han comentado.

LOS GRIEGOS Y SU PRIMERA VISI�N DEL COSMOS

La principal fuente para conocer las ideas cosmog�nicas de los primitivos griegos es la Teogon�a, libro escrito por Hes�odo hacia el a�o 800 a.C. Este texto es una detallada genealog�a de los dioses que poblaron el Olimpo, sin embargo, marginalmente informa sobre la visi�n que de la Tierra y de la creaci�n c�smica tuvieron esos pueblos.

En esa obra claramente influida por ideas orientales previas, Hes�odo dice que el Caos (el abismo) fue la condici�n primordial del Universo. Del Caos proviene todo lo creado. En �l se encontraban amalgamados todos los elementos que configuraban una masa informe. Luego vinieron Gea (la tierra), T�rtaro (el mundo subterr�neo) y Eros (el amor). Este �ltimo fue el elemento activo o fuerza vital que atrae a los seres, siendo el principio universal de la vida.

Del Caos se gener� una pareja de hermanos tenebrosos: �rebo, el aire oscuro y la noche (de su uni�n surgi� la luz en forma de �ter luminoso), y Hemera, el d�a.

Gea procre� igual a s� misma primeramente a Urano, para que la cubriera toda y fuera el apoyo de los dioses. Cre� tambi�n a las monta�as y al mar, que surgieron de ella y ocuparon parte de su superficie.

Es en este mito narrado al principio de la Teogon�a donde se encuentra el primer modelo cosmog�nico de los griegos. A partir de la masa informe y oscura que era el Caos se gener� la Tierra, a la cual imaginaron como un disco plano, bajo el cual se encontraba el T�rtaro o mundo subterr�neo. Urano, que era el Cielo donde se encontraban las estrellas, la rodeaba por completo. Claramente esta visi�n tan simple del Universo no tuvo ning�n soporte observacional, as� que no difiere en lo esencial de otras cosmogon�as surgidas durante la antig�edad. Como un mito, sirvi� de apoyo a la interpretaci�n que los primitivos griegos hicieron de su mundo, el cual se encontraba poblado de dioses y semidioses que conviv�an cotidianamente con los hombres. Esta interacci�n pod�a ocurrir en cualquier momento y nivel de su existencia, sin que tuviera un car�cter extraordinario. Como ejemplo de esa interrelaci�n se tiene el mito sobre el nacimiento de H�rcules, donde incidentalmente se explica la existencia de la V�a L�ctea.

Zeus, el dios griego por excelencia, tuvo por esposa leg�tima a Hera, pero se uni� frecuentemente con otras diosas y con diversas mortales, engendrando as� a dioses y semidioses que poblaron el pante�n hel�nico. Hera, extremadamente celosa, siempre trat� de castigar las infidelidades de su divino esposo. En una ocasi�n Zeus enga�� a la fiel Alcmena, pues tom� la forma de su marido Anfitri�n, y engendr� en ella a H�rcules, el poderoso h�roe. Hera, disgustada por ese desliz, trat� de asesinar al reci�n nacido envi�ndole dos serpientes, pero H�rcules se encarg� de estrangularlas con una sola mano. Zeus, enojado por la acci�n de su esposa, tom� al peque�o H�rcules y, mientras Hera dorm�a pl�cidamente en el Olimpo, lo acerc� a sus pechos para que mamara la leche divina que lo har�a inmortal. Hera despert� sobresaltada y al ver lo que ocurr�a quit� violentamente al infante de su seno, pero no pudo evitar que su pecho arrojara todav�a algunos chorros de leche, los que al regarse por la b�veda celeste dieron origen a la V�a L�ctea (figura 4).

Otras bellas leyendas similares a �sta sirvieron a los primitivos griegos para explicar la existencia de estrellas tales como C�stor y P�lux, grupos estelares como el de las Pl�yades o constelaciones como Ori�n y H�rcules. Los planetas entonces conocidos fueron asociados con algunos de sus principales dioses. En esas tempranas etapas de su desarrollo no estudiaron los movimientos de los cuerpos celestes, mucho menos trataron de entender sus causas. Sus conocimientos astron�micos no fueron en realidad diferentes conceptualmente de los de otros pueblos de la antig�edad, pero s� tomaron de ellos un conjunto importante de ideas astron�micas, especialmente de sus vecinos, los caldeos y los egipcios. Esos conocimientos fueron utilizados por los griegos con fines pr�cticos relacionados fundamentalmente con la determinaci�n de los ciclos agr�colas, y con el c�lculo de una correcta orientaci�n para los viajeros mar�timos y terrestres.


[FNT 4]

Figura 4. Grabado medieval que ilustra el mito griego sobre el origen de la V�a L�ctea.


LOS PUEBLOS MESOAMERICANOS

El estudio de las civilizaciones americanas ha mostrado que entre el a�o 1000 a.C. y el pasado siglo XVI surgieron en Mesoam�rica diversas culturas, alcanzando algunas de ellas un notable grado de desarrollo. Entre los pueblos m�s notables de esta parte del mundo deben ser considerados los mayas y los aztecas. Los mayas fueron consumados observadores de los astros, lo que les permiti� determinar con precisi�n diversos ciclos celestes, como el lunar o el del planeta Venus. Adem�s fueron capaces de determinar la ocurrencia de eclipses. En el terreno pr�ctico lograron establecer la duraci�n verdadera del a�o con una exactitud no alcanzada por ninguna otra cultura previa a la actual.

Los mayas, grandes astr�nomos de Am�rica

Hasta ahora s�lo se conocen fragmentos de cuatro c�dices mayas previos a la Conquista. De ellos, el Dresde, que ha sido parcialmente descifrado, ha resultado ser un libro que contiene efem�rides15[Nota 15] sobre los movimientos de Venus, as� como informaci�n acerca de cierto n�mero de eclipses. Otro de esos c�dices, el Madrid, muestra el importante papel que los astr�nomos tuvieron entre los mayas.

Desgraciadamente la destrucci�n de libros de esta cultura ordenada por fray Diego de Landa durante el siglo XVI priv� a los estudiosos de gran cantidad de valiosos documentos, que seguramente habr�an ayudado a entender la visi�n que del mundo tuvieron esos pueblos. Existe una teogon�a maya, fundamentalmente conocida por medio del Popol Vuh, libro escrito despu�s de la Conquista y en el que se relata el origen del hombre, as� como la creaci�n y destrucci�n c�clica del mundo, idea que tambi�n aparece en otras culturas de Mesoam�rica.

A pesar de los grandes avances astron�micos y matem�ticos logrados por los mayas, hasta donde se ha podido establecer, dichos conocimientos no reflejan de forma directa su visi�n sobre la estructura del cosmos, por lo cual los especialistas han tenido que recurrir al estudio de los patrones culturales de los descendientes actuales de esa civilizaci�n, y muy especialmente al grupo de los lacandones, quienes han logrado mantener su identidad m�s o menos intacta en los �ltimos 500 a�os. De esa forma han podido obtener una idea de c�mo conceb�an los mayas el Universo, el cual divid�an en tres niveles superpuestos. El superior correspond�a al Cielo, que se encontraba dividido en 13 capas. El Sol, la Luna y Venus ten�an cada uno su propia capa. El segundo nivel era el de la Tierra, formada por una plancha plana que flotaba sobre agua y que era sostenida por un monstruo acu�tico. La Tierra a su vez se divid�a en cuatro rumbos, en cada uno de los cuales se encontraba una ceiba (el �rbol sagrado), un p�jaro c�smico y un color. Finalmente el tercer nivel estaba formado por el Inframundo, constituido por nueve capas. La V�a L�ctea desempe�aba un papel importante en la uni�n de los tres niveles, ya que la imaginaban como el cord�n umbilical que un�a al Cielo y al Inframundo con la Tierra.

Esta visi�n de un universo formado por capas sobrepuestas difiere radicalmente de cualquier otro modelo cosmog�nico concebido por las antiguas culturas asi�ticas y europeas, y es original de los pueblos desarrollados de Am�rica. Debe se�alarse que en el modelo de los mayas la Tierra no ocupaba un lugar privilegiado; adem�s, debido a las capas que lo conformaban, no pensaban que la Tierra pudiera ser el centro del Universo, pues hasta donde se ha podido establecer, ese modelo realmente no lo ten�a.

El Pueblo del Sol

Los aztecas fueron la �ltima gran civilizaci�n mesoamericana previa a la Conquista, la cual trunc� su desarrollo. A pesar de haber sido contempor�neos de los europeos que vinieron al Nuevo Mundo durante el siglo XVI, su cultura desapareci� de forma tan r�pida y completa que en la actualidad es bien poco lo que con seguridad se sabe sobre la forma de pensar de esos habitantes del altiplano mexicano.

Herederos de los mitos y patrones religiosos de las civilizaciones que les antecedieron, los aztecas se convirtieron en el siglo XIV en los grandes conquistadores de Meso�merica, ampliando considerablemente sus conceptos culturales originales. A principios del siglo XVI las concepciones filos�ficas de los aztecas eran realmente complejas, pero al igual que sucedi� con sus predecesores, el modelo c�smico que ten�an s�lo nos ha llegado mediante referencias indirectas y en forma incompleta. Sabemos por ejemplo que Netzahualc�yotl, el gran rey sabio que gobern� Texcoco a mediados del siglo XV, mand� construir un templo al "dios desconocido", "el que no tiene nombre, el que no ha sido visto". A ese respecto el historiador Fernando Alva Ixtlilx�chitl dice que le edific� un templo muy suntuoso, frontero al templo mayor de Huitzilopochtli, el cual adem�s de tener cuatro descansos, el cu y el fundamento de una torre alt�sima, estaba edificado sobre �l con nueve sobrados, que significaban nueve cielos; el d�cimo, que serv�a como remate de los otros nueve sobrados, era por la parte de afuera matizado de negro y estrellado.

En esta descripci�n volvemos a encontrar el modelo de capas ya comentado, aunque en forma velada y evidentemente modificado. Relatos similares a �ste han permitido saber que los sacerdotes aztecas y los de otros grupos de origen n�huatl conceb�an al Universo formado por capas, cada una de las cuales conten�a un tipo particular de objeto celeste. Arriba de la capa correspondiente a la Tierra se encontraba situada la Luna. Sobre ella y ocupando otra capa se mov�an las nubes. Las estrellas, el Sol y Venus lo hac�an tambi�n, cada uno en su propia capa.

Referente a la V�a L�ctea se sabe que los aztecas la llamaban Mixc�atl Ohtli, lo que significa "nube en forma de culebra", y la consideraban como la madre de todas las estrellas.

Los pueblos n�huatl que actualmente habitan la parte norte de la sierra de Puebla tienen la siguiente leyenda sobre la V�a L�ctea y el origen de las estrellas: Hace mucho tiempo, tanto que no se sabe cu�nto, lo �nico que hab�a en el cielo por las noches era la Luna y Mixc�atl Ohtli, una serpiente preciosa de cristal. La Luna era muy caprichosa como ahora todav�a lo es: unas veces alumbraba, otras no; unas veces lo hac�a mal; por eso la serpiente de cristal se dedic� a alumbrar constantemente al mundo, en las noches en el Poniente y en las ma�anas por el Oriente. A eso se debe que ten�a que recorrer constantemente el camino que se ve en el Cielo, y lo hizo tanto que qued� marcado para siempre. Pero sucedi� que la Luna, envidiosa de la belleza de la serpiente y del cari�o que todos los hombres le ten�an, le arroj� una piedra y la serpiente, que no pudo esquivar el golpe, se rompi� en much�simos pedazos. Estos fragmentos se esparcieron por todo el cielo y son los puntos de luz que se llaman estrellas, que hacen tan bellas las noches cuando no hay nubes. La cabeza de la serpiente cay� por el rumbo donde sale el Sol y es el lucero de la ma�ana; su coraz�n cay� en el poniente y es el lucero de la tarde.

Para concluir el presente cap�tulo queremos destacar que aunque cosmovisiones como las de los pueblos chino, hind� o los mesoamericanos no contribuyeron directamente al desarrollo de la ciencia y la cultura del mundo occidental, las hemos mencionado porque adem�s de se�alarnos diferencias y coincidencias en la forma de enfocar un problema universal, muestran claramente el inter�s que siempre ha tenido el hombre por conocer su sitio en la escala c�smica.

Podemos finalizar diciendo que aunque algunos de los modelos cosmog�nicos aqu� comentados presentaban datos o conceptos novedosos, como el caso de las dimensiones que separaban a la Tierra del firmamento o el tama�o de �ste, o bien la creaci�n c�clica del cosmos o la idea del espacio vac�o, e incluso el origen mismo del Universo a partir de una mezcla primigenia de elementos, todos ellos fueron producto de la necesidad que ten�an los pueblos de adecuar sus ideas religiosas al mundo que los rodeaba, sin que tuvieran pr�cticamente relaci�n con la realidad observable. Por carecer de una base racional pueden ser considerados solamente como bellas creaciones del intelecto, tal y como sucede con otras tempranas manifestaciones de la cultura, pero de ninguna manera se puede pensar que tengan car�cter cient�fico.

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