VI. LA ILUSI�N EF�MERA

EL CAR�CTER, LA PERCEPCI�N DE LA VIDA, CAMBIAN CON LAS DROGAS PERO POR CORTO TIEMPO Y A ALT�SIMO COSTO

UNO DE LOS PROP�SITOS de este libro es revelar al lector que muchos de los rasgos de lo que llamamos car�cter, personalidad, modo de ser o estado de �nimo, tienen su fundamento en el cerebro, que son el resultado de la funci�n de circuitos neuronales y de mol�culas qu�micas y que se manejan del mismo modo y con las mismas bases que todas las otras funciones del individuo. Sin embargo, es f�cil imaginar que la organizaci�n y el funcionamiento de los mecanismos cerebrales que intervienen en los procesos relacionados con la emoci�n y la conducta son m�s complejos y elaborados que aquellos asociados con funciones relativamente sencillas y estereotipadas, como son ver, caminar o hablar, por ejemplo. Un aspecto importante a considerar dentro de esta complejidad es que los est�mulos que regulan el funcionamiento de los mecanismos moleculares relacionados con la conducta, aunque provienen igualmente del exterior —como la luz o el sonido para las funciones visuales o auditivas— son, en este caso, mucho m�s sutiles, complejos y de una variedad casi infinita y continuamente cambiante. As�, un individuo puede aumentar o disminuir su sentimiento de autoestima de acuerdo con los resultados inmediatos de su trabajo en una jornada, con las palabras estimulantes de un colega o con las manifestaciones de afecto de las personas cercanas a �l. Asimismo, lo que podr�amos llamar el estado basal de cada individuo es distinto. Para algunos de car�cter pesimista, por ejemplo, ser� necesario un mayor o más frecuente est�mulo para llegar al mismo umbral de reacci�n que para un individuo naturalmente optimista.

Una de las demostraciones m�s claras y directas de lo que acabamos de mencionar es el uso y el efecto de las drogas psicotr�picas, as� llamadas porque justamente inducen cambios en la "psique", es decir, en las funciones nerviosas consideradas como superiores. Uno de los rasgos de la sociedad actual es el empleo de f�rmacos de muy distinto tipo, precisamente para modificar m�s o menos a voluntad las caracter�sticas de la personalidad y la relaci�n de los individuos con su entorno. En una sociedad en la que las presiones se han vuelto cada vez mayores, en la que se exige cada vez m�s del individuo, en la que la competencia demanda esfuerzos ilimitados, las personas viven en un estado de extrema tensi�n. El resultado es que cada vez m�s se recurre a las drogas como un mecanismo para enfrentar, supuestamente con mejores armas, el continuo reto social, o bien, por el contrario, para evadir una realidad que se ha vuelto inmanejable. As�, hay drogas tranquilizantes para combatir el estr�s, las hay estimulantes para aumentar la capacidad de trabajo, para combatir la depresi�n hacia un mundo irreal de sue�os y alucinaciones.

Tomemos un ejemplo de c�mo una de estas drogas modifican el car�cter de los individuos. Suministremos a un sujeto, en el desayuno, una pastilla que contiene anfetaminas. A los pocos minutos ya experimentar� con claridad los efectos de esta droga. Se sentir� lleno de energ�a, que se manifiesta tanto en los aspectos estrictamente f�sicos como en la capacidad para emprender cualquier tarea. Sentir� que no hay situaci�n, por complicada que sea, que no pueda resolver y conocer� el orgullo de los triunfadores. En el trabajo encontrar� que, en efecto, su capacidad de concentraci�n ha aumentado y que puede permanecer por m�s tiempo alerta y en plenitud de sus facultades. Lo que esto indica es que un compuesto qu�mico puede transformar nuestra percepci�n de la vida, puede cambiar nuestro estado de �nimo y, a�n m�s, puede cambiar la opini�n que tenemos de nosotros mismos. Por supuesto, como dice la frase que encabeza este cap�tulo, �sta es una ilusi�n ef�mera. El efecto de la droga durar� s�lo un tiempo, cada vez m�s corto, y la cantidad de estimulante requerido para obtener este mismo efecto ser� cada vez mayor. Adem�s, al desaparecer los efectos de la droga, el sujeto caer� en estados let�rgicos y depresivos, de los que desear� salir acudiendo al recurso de la droga. El c�rculo vicioso se ha establecido.

LO QUE SABEMOS ACERCA DE LOS MECANISMOS DE ACCI�N DE LAS DROGAS

Las llamadas drogas psicotr�picas o psicoactivas, es decir, aquellas que afectan la conducta, tienen efectos distintos y tambi�n diferentes mecanismos de acci�n. En general, las drogas psicoactivas pueden agruparse en: 1) estimulantes 2) con efectos combinados euforizantes, depresores y de cambios en la percepci�n sensorial, y 3) alucin�genas. Las drogas con efectos estimulantes son la coca�na y las anfetaminas. En el grupo 2 se incluyen la fenilciclidina, los opi�ceos, morfina y hero�na, y la mariguana; y en el grupo 3 de las drogas las alucin�genas se consideran la psilocibina, la mescalina y el LSD.

El avance de la investigaci�n en neurobiolog�a ha permitido conocer con cierta precisi�n los mecanismos a trav�s de los cuales act�an algunas drogas. Se emplean desde sistemas in vitro, aislando las terminaciones sin�pticas o las membranas que contienen los receptores postsin�pticos, o bien empleando c�lulas nerviosas en cultivo. Este �ltimo es un procedimiento muy �til para el estudio de la acci�n de los f�rmacos. Las c�lulas se extraen del cerebro de animales muy j�venes o aun en estado fetal, se dispersan y se siembran en platos de pl�stico. Si se les proporciona un ambiente adecuado, estas c�lulas pueden mantenerse vivas durante d�as o aun semanas. Con tratamientos apropiados puede eliminarse, por ejemplo, la poblaci�n de c�lulas gliales y dejar solamente un tipo de neuronas, o a la inversa. Otro enfoque experimental muy utilizado para conocer los mecanismos de acci�n de las drogas es la capacidad que tienen los animales del laboratorio, por ejemplo la rata o el rat�n, o el mono, para aprender un mecanismo sencillo que les permita autoadministrarse alg�n tipo de droga, incluyendo el alcohol, tanto por v�a oral como intravenosa. Este tipo de estudios conductuales ha permitido avanzar, como veremos más adelante, en muchos aspectos importantes acerca del conocimiento de los mecanismos y los sitios de acci�n de las drogas, as� como examinar el efecto de f�rmacos con potencialidad para contrarrestar los mecanismos responsables de la adicci�n.

TOLERANCIA, ADICCI�N Y S�NDROME DE ABSTINENCIA

Estas tres caracter�sticas forman parte del conjunto de efectos asociados con el consumo de drogas. La tolerancia es una caracter�stica bien conocida de las drogas psicoactivas. Consiste en la necesidad de incrementar sucesivamente la cantidad de droga administrada para obtener el mismo efecto. La tolerancia se desarrolla despu�s del uso frecuente de las drogas, aunque su intensidad var�a para las distintas drogas, as� como para los distintos efectos de la misma droga. Generalmente no se presenta cuando las drogas son consumidas s�lo ocasionalmente. La tolerancia en las drogas psicoactivas, en particular con los opi�ceos (morfina y hero�na), puede ser muy grande, llegando a requerirse concentraciones de 10 a 30 veces mayores para obtener los efectos experimentados en las etapas iniciales del consumo de la droga.

La adicci�n es la necesidad que experimenta el individuo, que puede ser f�sica y emocional, de recibir una droga. En realidad, la separaci�n entre dependencia f�sica y emocional es artificial, ya que ambas tienen su origen en el cerebro, aunque muy probablemente sus mecanismos sean distintos.

El s�ndrome de abstinencia es el conjunto de manifestaciones org�nicas y conductuales que se presentan cuando un individuo que ha estado consumiendo en forma cr�nica una droga, interrumpe su uso bruscamente.

Actualmente se considera que estas caracter�sticas, tolerancia, adicci�n y s�ndrome de abstinencia, son una manifestaci�n de la plasticidad de las neuronas, es decir de su capacidad de adaptarse a condiciones nuevas, en este caso, la presencia en el cerebro de una sustancia extra�a. Estos fen�menos ser�an, en consecuencia, el resultado de una adaptaci�n de las neuronas a un est�mulo aplicado en forma sostenida, en este caso la droga. Es decir, las neuronas se han acostumbrado a recibir la droga, y al ya no obtenerla, su funci�n se ve alterada, provocando, por una parte, una necesidad imperiosa de recibirla de nuevo, y por la otra, en caso de no conseguirla, una serie de trastornos tanto f�sicos como emocionales. La dificultad para interpretar esta caracter�stica de las drogas es que no se han encontrado cambios claros en sus mecanismos de acci�n que permitan explicar el fen�meno adictivo. La llamada adicci�n psicol�gica ser�a m�s f�cil de explicar considerando que se trata de una afici�n hacia un est�mulo, en este caso placentero, de tal manera intenso que se convierte en necesidad y al cual el individuo no quiere renunciar o bien, que la ausencia de la droga produce en el individuo un estado tan negativo que est� dispuesto a hacer casi cualquier cosa con tal de no experimentarlo. El mecanismo celular y molecular responsable de estas caracter�sticas de las drogas no se conoce por completo, pero parece ser que intervienen mecanismos de adaptaci�n de las neuronas, posiblemente un cambio en el n�mero de receptores a las drogas o en la afinidad de la droga por el receptor, o ambos. Sin embargo, esta explicaci�n no parece ser suficiente para ilustrar la fuerte adicci�n a las drogas, por lo que la b�squeda de las bases celulares y moleculares de la adicci�n debe ser una prioridad de la investigaci�n en este campo. En este sentido se ha manejado la teor�a de que la influencia del medio externo desempe�a un papel esencial en la adicci�n; por ejemplo, que un individuo se refugia en las drogas como un escape a un entorno dif�cil, agresivo o conflictivo y que la incapacidad para soportar estas situaciones lo hace recurrir sistem�ticamente al alivio temporal que proporcionan las drogas. Es indudable que situaciones de esta naturaleza pueden ser la causa primaria para buscar un escape en el consumo de las drogas. Pero ciertamente esto no es suficiente para generar adicci�n. Una prueba de ello es que el fen�meno de adicci�n se presenta en animales del laboratorio, como la rata o el rat�n, los cuales, hasta donde sabemos, no tienen conflictos familiares, problemas de inseguridad personal o situaciones de extrema tensi�n.

Tomemos a uno de estos roedores, que ha sido habituado por cientos de generaciones a vivir en lo que se llama un bioterio, es decir una casa de animales. En los laboratorios de investigaci�n estos bioterios no son ciertamente lugares desagradables. En muchos de ellos la temperatura se mantiene constante, el ciclo de luz-oscuridad est� tambi�n controlado —nada de s�lo tres horas de luz como tienen que sufrir en ciertas �pocas del a�o los seres humanos que habitan las zonas cercanas a los polos del planeta—, la humedad est� tambi�n controlada y el aire circulante est� libre de contaminantes, a diferencia otra vez de los seres humanos conglomerados en las grandes ciudades. Las ratas y ratones de estos bioterios reciben alimentaci�n de la mejor calidad, a horarios regulares, agua ad libitum y se tiene cuidado de atender sus exigencias en materia de acoplamiento sexual. Como no han sabido nunca lo que es la libertad —con todas sus consecuencias— (recuerdo el cuento le�do en mi infancia sobre la rata de campo y la rata de la ciudad), podemos presumir que no sufren por esta carencia y que su vida es definitivamente placentera. Pues bien, tomemos a uno de estos animalitos y ense��mosle que al oprimir una palanca, cosa que aprenden con facilidad, recibir� un poquito de alguna de las drogas de las que nos ocuparemos m�s adelante. La infusi�n de la droga puede hacerse directamente en alguna regi�n del cerebro que quiera estudiarse o a trav�s de la circulaci�n sangu�nea, para lo cual previamente deber� implantarse en el roedor una peque�a c�nula. Se dir� que estas manipulaciones pueden causar en el animal un estado de ansiedad, sin embargo, estos procedimientos se llevan a cabo, por supuesto, bajo anestesia. Por otra parte existen siempre los animales control, es decir; aquellos a los que se les hicieron exactamente las mismas manipulaciones, pero que en lugar de recibir la droga al oprimir la palanca, recibir�n s�lo un poco de suero. Estos �ltimos muy pronto se mostrar�n totalmente desinteresados y no volver�n a oprimir la palanca ni por equivocaci�n. Los otros, sin embargo, lo har�n con much�sima frecuencia. La infusi�n de la droga ha causado entonces un proceso de adicci�n, f�sica y emocional (es decir; de una sensaci�n placentera al recibir la droga o extremadamente desagradable al no recibirla), de tal intensidad, que el animal ya no est� dispuesto a prescindir de la droga. Se ha registrado que una rata puede presionar la palanca fren�ticamente hasta 150 veces en forma continua para obtener una sola infusi�n de coca�na.

Este tipo de experimentos ha proporcionado tambi�n informaci�n muy importante acerca de los mecanismos y los sitios en el cerebro donde act�an las drogas psicoactivas. Se ha visto que el inter�s de los animales de experimentaci�n por recibir la droga es claramente diferente en intensidad si la infusi�n se hace en distintas partes del cerebro; y para un buen n�mero de drogas de las que consumen los seres humanos se ha podido observar que al hacer llegar la droga a algunas �reas del cerebro, el inter�s de los animales es mucho mayor que si la droga llega a otras �reas. Es decir, existen determinadas neuronas localizadas en ciertas zonas del cerebro que producen la sensaci�n, cualquiera que �sta sea, que hace que los animales insistan continuamente en recibir la droga, es decir que se vuelvan adictos a ella.

La figura VI.1 ilustra los circuitos cerebrales mayormente vinculados con los fen�menos de adicci�n a los opi�ceos (A) y a la coca�na y a las anfetaminas (B). Para casi todas las drogas se reconoce la intervenci�n del sistema l�mbico (cap�tulo I, figura I.4).

Figura VI.1. Circuitos neuronales sensibles a los opi�ceos (A) y a las anfetaminas y coca�na (B). El mapa de estos circuitos se estableci� de acuerdo con la localizaci�n de los mecanismos de infusi�n a ratas entrenadas para autoadministrarse la droga pisando una palanca. El esquema es de un corte sagital del cerebro y las l�neas gruesas y punteadas muestran el recorrido de las v�as nerviosas sensibles a las drogas.

Con este tipo de experimentos se ha podido demostrar que existe una muy buena correlaci�n entre la adicci�n observada en los seres humanos por cierto tipo de drogas y el inter�s de los animales de experimentaci�n por autoadministrarse estas mismas drogas. As�, por ejemplo, hay una clara adicci�n de la rata por drogas del tipo de las anfetaminas, la coca�na y la morfina, mientras que no hay tal efecto, o �ste es mucho menor, en el caso de la mariguana. Estas investigaciones abren un panorama muy amplio para, mediante el progreso de la farmacolog�a, poder contar alg�n d�a con sustancias que contrarresten esta adicci�n y as� poder controlar situaciones que se hubieren vuelto inmanejables. Es importante, pues, en este sentido, que junto con los programas de ayuda de tipo social y de prevenci�n de situaciones dif�ciles, se impulse casi con la misma importancia el desarrollo de la investigaci�n en los laboratorios de neurobiolog�a.

Pasemos ahora a describir en forma m�s detallada cu�les son los efectos de las drogas, a nivel de sus mecanismos de acci�n en las neuronas.

DROGAS CON EFECTOS ESTIMULANTES

Coca�na

La coca�na se extrae del �rbol de la coca, que crece principalmente en Bolivia y Per� (figura VI.2). Ya desde los tiempos prehisp�nicos, los nativos del Per� utilizaban la hoja de coca como un recurso para luchar contra el hambre y la fatiga. Hacia mediados del siglo XIX la coca se introdujo en Europa y posteriormente a Estados Unidos. En 1863, un qu�mico corso, Angelo Mariani, patent� una combinaci�n de vino y extracto de coca (el vino Mariani) que pronto se convirti� en una de las bebidas m�s populares. El vino Mariani se recomendaba "... como un vigorizante de las funciones cerebrales, promotor de la salud y la longevidad..." , y algunas otras excelentes cualidades (figura VI.3). A partir del extracto crudo de la hoja se obtiene el producto purificado, clorhidrato de coca�na, cuya f�rmula qu�mica se muestra en la figura IV.2. La coca�na, en forma de clorhidrato, se administra por inhalaci�n, inyecci�n o ingesti�n. La coca�na en forma de base libre, es decir, sin el clorhidrato, y mezclada con alcohol (crack) es vol�til, y puede as� administrarse por inhalaci�n. Independientemente del procedimiento de administraci�n utilizado, cuando la coca�na llega al cerebro produce en el sujeto un notable cambio en su estado de �nimo, caracterizado por un estado euf�rico. El individuo experimenta una sensaci�n de intensa satisfacci�n, se siente lleno de energ�a, con enorme confianza en s� mismo, amigable, comunicativo. Siente menor necesidad de sue�o o alimento y puede permanecer extremadamente activo durante periodos mucho mayores de los que acostumbra en ausencia de la droga. Al terminar su efecto, la droga produce una situaci�n opuesta, caracterizada por depresi�n, irritabilidad y cansancio. Para continuar en estado euf�rico, el individuo requiere de sucesivas aplicaciones de la droga, en dosis cada vez mayores (tolerancia). El consumo exagerado tiene efectos claramente t�xicos que llevan a estados let�rgicos y depresivos. El uso cr�nico de la droga o la repetici�n de un estado agudo de intoxicaci�n puede generar un cuadro psic�tico caracterizado por sentimientos hostiles y paranoia, el cual, hasta el momento, parece ser de larga duraci�n aunque no puede afirmarse todav�a si es irreversible.

Figura VI.2. Arbusto y estructura qu�mica de la coca�na.

Figura VI. 3. Cartel de propaganda del vino Mariani que conten�a un extracto de coca, donde se exaltan sus propiedades, junto con un comentario elogioso de la acriz Sara Bernhardt.

A nivel neuronal los efectos de la coca�na recientemente han sido objeto de numerosas investigaciones. De ellas se ha concluido que la coca�na act�a en las sinapsis que utilizan aminas biog�nicas (dopamina, norepinefrina y serotonina [5-HT]), en particular, con un efecto inhibidor muy potente sobre la recaptura de la dopamina y, en menor medida, de la norepinefrina y la serotonina (figuras VI.4 y VI.5). Recordemos que los neurotransmisores, luego que han actuado para comunicar las neuronas, deben ser eliminados de su sitio de acci�n. Si esto no ocurre, el neurotransmisor sigue actuando, lo que da como resultado una funci�n sostenida de las sinapsis en las que act�a y, por ende, una hiperfunci�n de estas sinapsis. A causa de estas observaciones, actualmente los investigadores estudian con detalle la estructura y las caracter�sticas de estos transportadores, con la idea de sintetizar compuestos que puedan competir con la coca�na, impidiendo su uni�n con el transportador, pero que despu�s permitan que el transportador cumpla con su funci�n natural de eliminar el neurotransmisor de la sinapsis.

Figura VI.4. Las anfetaminas y la coca�na modifican la comunicaci�n entre las neuronas que usan la dopamina (DA) y la norepinefrina (NE) como neurotransmisores. La figura ilustra el sitio de acci�n de las drogas a nivel de la sinapsis.

Figura VI.5. Las anfetaminas y la coca�na tambi�n act�an a nivel de la comunicaci�n entre las neuronas que utilizan la serotonina (5-hidroxitriptamina) como neurotransmisor. Estas neuronas son, asimismo, el sitio donde act�an las drogas alucin�genas LSD y psilocibina.

Mediante los experimentos de administraci�n de coca�na en animales, como los que acabamos de describir, as� como el estudio de las estructuras cerebrales a las que se une la coca�na (marcada con un is�topo radiactivo para poderla detectar), se ha concluido que las sinapsis cuya funci�n se altera por los efectos de la coca�na parecen estar localizadas en el sistema l�mbico (v�ase el cap�tulo I). Estas estructuras est�n relacionadas con los centros de regulaci�n del sue�o, del apetito y con aquellas funciones menos definidas y relacionadas con patrones emotivos como la autoestima, la capacidad de comunicaci�n con los dem�s, o con funciones intelectuales, como la capacidad de concentraci�n, de atenci�n y de alerta. Además de estos circuitos, existe tambi�n un efecto en v�as asociadas con el movimiento (figura VI.1).

Anfetaminas

Estas sustancias, a diferencia de muchas drogas psicoactivas, no se encuentran en la naturaleza sino que fueron creadas en el laboratorio. Las anfetaminas se sintetizaron originalmente como resultado de investigaciones encaminadas a buscar un reemplazante sint�tico de la efedrina (figura VI.6), sustancia que tiene un amplio uso como broncodilatador. Las anfetaminas tuvieron un empleo generalizado en la d�cada de los cincuenta como parte de los reg�menes para adelgazar, por su potente efecto anor�xico, es decir, como supresor del apetito. En general, los efectos de las anfetaminas son muy similares a los de la coca�na. Act�an a nivel de los centros reguladores del sue�o y del apetito, y sus efectos sobre la conducta tambi�n son muy similares a los que produce la coca�na. Igualmente, las anfetaminas causan adicci�n y su uso continuo genera una psicosis muy similar a la esquizofrenia paranoide.

Figura VI.6. Estructura qu�mica de la anfetamina y la efedrina. La primera se sintetiz� en el laboratorio durante pruebas en las que se trataba de encontrar un reemplazante sint�tico de la efedrina, un broncodilatador contenido en las plantas del g�nero Ephedra conocidas como "mahuang".

A nivel sin�ptico, las anfetaminas tienen, como la coca�na, efectos en las sinapsis que emplean las catecolaminas como neurotransmisores (dopamina, DA, norepinefrina, NE y serotonina, 5-HT). La acci�n de las anfetaminas ocurre a varios niveles (figuras VI.4 y VI.5): 1) inhiben la monoaminooxidasa (MAO) que es la enzima que degrada estas aminas. Al estar inhibida la enzima, las aminas no se destruyen y la neurona se llena del neurotransmisor que comienza a fugarse hacia la sinapsis, 2) aumentan la liberaci�n de los neurotransmisores que est�n almacenados en las ves�culas, 3) inhiben la recaptura de las aminas, al igual que la coca�na y 4) activan el receptor.

Todos estos efectos hacen que la sinapsis est� m�s llena y por m�s tiempo con las aminas y, adem�s, como el receptor est� activado, el resultado final es un hiperfuncionamiento de la sinapsis (figuras VI.4 y VI.5). En la figura VI.4 se ilustran los efectos de las anfetaminas en la norepinefrina (NE) y en la figura VI.5 en la serotonina (5-HT).

Las acciones de las anfetaminas se localizan en los mismos circuitos neuronales que se afectan por la coca�na (figura VI.lB).

Fenilciclidina

�sta es tambi�n una droga sint�tica utilizada inicialmente por sus propiedades relajantes como tranquilizante para monos. Su efecto como relajante muscular est� mediado a trav�s de los receptores de la acetilcolina en las sinapsis que conectan los nervios con los m�sculos. Su empleo como droga psicoactiva, bajo el nombre de polvo de �ngel o simplemente polvo, se debe a sus acciones en el sistema nervioso central que le confieren propiedades estimulantes y alucinog�nicas. Modifica la calidad de la percepci�n sensorial y de la relaci�n sexual. Estos efectos ocurren por la interacci�n de la fenilciclidina con los receptores de la norepinefrina. Los efectos adversos de esta droga incluyen desde problemas de psicosis, similares a los producidos por las anfetaminas, hasta la muerte por paro respiratorio. Adem�s, la fenilciclidina atraviesa la barrera placentaria y puede causar da�o cromos�mico en los embriones.

Los opi�ceos

Los opi�ceos son las drogas psicoactivas cuyo consumo es el m�s antiguo. La resina obtenida de la adormidera contiene opio, morfina y code�na. El principio activo de los opi�ceos es la morfina. La hero�na (diacetilmorfina) se sintetiza clandestinamente a partir de la morfina. Su efecto es m�s potente y llega m�s r�pido al cerebro (figura VI.7). Adem�s de su acci�n como psicoactivo, la morfina es probablemente el mejor analg�sico conocido. De hecho, su uso en este sentido en la cl�nica, durante la Primera Guerra Mundial, llev� a conocer sus propiedades como droga psicoactiva y adictiva, al observarse la dependencia que generaba en los soldados a quienes se les hab�a administrado como analg�sico. La morfina produce una sensaci�n placentera de bienestar y euforia. Adem�s, seg�n los experimentos en animales, mencionados en la secci�n precedente, las zonas del cerebro sensibles a estos efectos de los opi�ceos (figura VI.1A) son comunes, en parte, a las anfetaminas y a la coca�na (l�neas negras, figura VI.1.B), pero no son por completo iguales (l�neas punteadas).

Figura VI.7. Estructura qu�mica de la morfina. La sustituci�n de los hidr�genos de los grupos OH por el grupo CH3-C = O convierte a la morfina en hero�na, un compuesto con mayor potencia como estimulante.

Los estudios acerca de las acciones de la morfina condujeron al descubrimiento de un grupo muy importante de neurotransmisores, los neurop�ptidos, algunos de los cuales, los llamados opioides, para distinguirlos de las drogas a las que se llama opi�ceos, tienen la funci�n natural de controlar el dolor y pueden tambi�n participar en la generaci�n de sensaciones naturales de euforia. Algunos de estos opioides se llaman endorfinas, es decir, morfinas end�genas o internas. La morfina no es un compuesto que se forme en el organismo del hombre y, sin embargo, al actuar como analg�sico o como generador de euforia lo hace a trav�s de un receptor que si existe en el organismo humano. El conocimiento de los receptores de la morfina ha avanzado notablemente y se han descrito hasta ahora varios tipos de receptores identificados con las letras griegas m, d, k y s. Para actuar como analg�sico, la morfina interact�a particularmente con los receptores m y k que son aquellos con los que normalmente interact�an las endorfinas para controlar el dolor. Esta interacci�n ha sugerido una hip�tesis para explicar las caracter�sticas del s�ndrome de abstinencia a la morfina, que es quiz� uno de los m�s dram�ticos y que involucra un componente importante de dolor. En general, como ya se mencion� en p�rrafos anteriores, las manifestaciones que se producen en condiciones de abstinencia son el resultado de la adaptaci�n del individuo, y en particular de las c�lulas nerviosas, a la presencia en su organismo de compuestos que, aunque le son ajenos, tienen un parecido con sustancias que �l mismo elabora y que generalmente participan en la generaci�n de patrones conductuales. Esto es particularmente cierto en el caso de la morfina, debido a la participaci�n de las endorfinas que describimos antes en los mecanismos normales del control del dolor. Se considera que si el sujeto recibe morfina externamente, en forma cr�nica, su organismo deja de producir las "morfinas naturales", es decir, las endorfinas, ya que �stas le est�n llegando de fuera y puesto que estas endorfinas son las que normalmente est�n controlando el dolor a trav�s de la interacci�n con los receptores de las endorfinas, cuando este aprovisionamiento cesa s�bitamente, los circuitos a cargo del control del dolor no funcionan adecuadamente por falta del transmisor, que en esas condiciones ni se forma en el organismo ni llega de afuera. Es necesario que pase cierto tiempo para que el organismo restaure su capacidad de s�ntesis de estos neurotransmisores y desaparezca al menos el componente del dolor del s�ndrome de abstinencia. Algunos de los s�ntomas de abstinencia, como incontinencia fecal y urinaria, y salivaci�n, sugieren que los opi�ceos interact�an tambi�n con receptores de los neurotransmisores en m�sculos y gl�ndulas situadas fuera del cerebro.

Los opi�ceos tienen, adem�s de efectos analg�sicos, claros efectos psicoactivos caracterizados por sensaciones de bienestar y enso�aci�n, lo que no interfiere con un desempe�o casi normal del individuo. Despu�s de un tiempo de uso de estas drogas, los s�ntomas de adicci�n, tolerancia y s�ndrome de abstinencia son evidentes y �stos s� llevan a cambios conductuales muy importantes. Ya que, como sabemos, las catecolaminas parecen ser responsables de las modificaciones de la conducta causadas por la mayor parte de las drogas, se ha pensado que los efectos de los opi�ceos pudieran estar tambi�n vinculados con cambios en la actividad de las sinapsis en las que intervienen estas aminas. Existen experimentos que favorecen esta posibilidad, pues algunas sinapsis que utilizan la dopamina est�n influidas por cambios en la funci�n de los receptores a los opi�ceos, en particular en los circuitos descritos en la figura VI.1.A, que sabemos que est�n asociados con el efecto de otras drogas y con cambios en los patrones de conducta.

Los receptores tipo G parecen ser los que intervienen en los efectos psicoactivos de los opi�ceos. Los efectos t�xicos de sobredosis de hero�na o morfina pueden ser contrarrestados mediante antagonistas de estos receptores, como la naloxona y la naltrexona. Estas sustancias pueden r�pidamente revertir los efectos de la sobredosis, pero son en s� mismas, tambi�n adictivas.

Los opioides end�genos, es decir; las endorfinas, se liberan como una respuesta compensatoria al ejercicio violento, y se ha supuesto que a esto se debe la sensaci�n de euforia que experimentan los corredores, por ejemplo, despu�s de un periodo prolongado de este ejercicio.

Mariguana

La mariguana es el nombre com�n de algunas especies del g�nero Cannabis (C. sativa, C. indica) (figura VI.8). Las diversas variedades de mariguana se conocen desde la antig�edad, no s�lo por su uso comercial en textiles, sino tambi�n por sus efectos psicoactivos. Her�doto consigna su uso y Plinio el Viejo se identifica personalmente como un usuario de la planta con fines psicotr�picos. En el siglo XIV ya se testifican edictos de los emires �rabes en contra del abuso de la mariguana, y en Europa est� documentado su empleo desde el siglo XIX. Los agentes psicoactivos se encuentran distribuidos muy ampliamente en la planta, pero especialmente se hallan concentrados en la flor. El principal producto psicoactivo es el delta-9-tetrahidro-canabinol (figura VI.9), aunque se sabe que la planta sintetiza un n�mero muy alto de compuestos, cerca de 60, de estructura parecida a �ste. Adem�s, durante el calentamiento generado al fumarse, se originan muchos otros compuestos (m�s de 400) que pueden contribuir a los efectos del principio psicoactivo principal. El producto resinoso de la mariguana, el hach�s, contiene mayor concentraci�n de los compuestos psicoactivos. Esta multiplicidad de sustancias activas hace muy dif�cil el estudio detallado de las acciones de la mariguana a nivel celular.

Figura VI.8. Cannabis indica, especie de la que se extrae la mariguana.

Los efectos de la mariguana var�an mucho en los distintos individuos. Dependen tambi�n de la v�a de administraci�n, la experiencia y las expectativas del sujeto y la vulnerabilidad de cada uno. Adem�s, tambi�n influye la cantidad de droga que llega a la sangre seg�n la t�cnica empleada al fumarla, el contenido de canabinoides de la muestra y el efecto de las reacciones que ocurren durante la ignici�n. Sin embargo, en general, el efecto m�s generalizado de la mariguana es una sensaci�n placentera, de bienestar, y un incremento en la calidad de la percepci�n a la m�sica y la percepci�n visual. Se ha descrito tambi�n, en forma subjetiva, mayor satisfacci�n en la relaci�n sexual. En algunos casos, la mariguana puede producir cuadros de ansiedad y temor exagerados. En ocasiones se presentan distorsiones de la percepci�n visual y auditiva y una p�rdida de la sensaci�n del tiempo.

Se ha considerado que el uso frecuente de la mariguana puede producir una falta de motivaci�n, pero un an�lisis riguroso no ha sustentado esta suposici�n. Tampoco parece existir una base s�lida para suponer que la mariguana puede desencadenar una conducta agresiva. En cuanto al desempe�o intelectual, las pruebas no son muy claras tampoco, en el sentido de que la mariguana pueda causar, sea un decremento o un incremento de la capacidades intelectuales de los consumidores. Hasta ahora, los efectos perjudiciales causados por el consumo moderado de la mariguana (una vez al d�a o menos) parecen no ser muy importantes.

A diferencia de otras drogas, la mariguana no produce un s�ndrome de abstinencia org�nica, es decir, al interrumpir su consumo no hay alteraciones fisiol�gicas notables, aunque es posible que exista cierto grado de dependencia psicol�gica, m�s fuerte que el simple deseo de experimentar una sensaci�n placentera; el uso continuo de algunas preparaciones como el hach�s o el aceite de mariguana parecen generar cuadros de dependencia, aun org�nica, m�s claros que la que se consigue con preparaciones a base de hojas u otras partes de la planta.

A nivel molecular, las acciones de la mariguana tambi�n parecen ser muy distintas de las otras drogas a las que nos hemos referido, pues no act�an a trav�s de las sinapsis en las que participan las aminas biog�nicas. Recientemente se ha aislado una prote�na a la que se une la mariguana que podr�a funcionar como su receptor, y en los �ltimos meses se ha descrito un metabolito en el cerebro derivado del �cido araquid�nico, la araquidoniletanolamida, conocida tambi�n como anandamida (figura VI.9), que podr�a corresponder a la sustancia natural, es decir; generada en el cerebro a la cual est� destinado este receptor.

Figura VI.9. Estructura qu�mica del tetrahidrocanabinol, el m�s potente principio activo contenido en la mariguana y de la anandamida, la mol�cula que posiblemente funcione como mariguana natural en el cerebro.

Al comparar las caracter�sticas de la mariguana con otras drogas, como los opi�ceos o los estimulantes, resulta claro que la mariguana tiene diferencias esenciales, tanto en sus efectos psicoactivos como en sus caracter�sticas relacionadas con la abstinencia y la adicci�n, y aun en las consecuencias de su consumo a largo plazo. Es evidente que se trata de un compuesto mucho menos peligroso que los opi�ceos o los estimulantes.

Drogas alucin�genas

A mediados de los a�os cincuenta se hizo p�blico un rito practicado por una mujer cuyo nombre est� ahora universalmente asociado con el de las drogas psicotr�picas: Mar�a Sabina, curandera de la sierra de Oaxaca. Todav�a en nuestros d�as, muchos a�os despu�s, a esa regi�n llegan grupos de j�venes que han reemplazado el af�n de aventura de los caballeros andantes o los cruzados por una aventura m�s personal, explorando sus propias sensaciones y que no est�, sin embargo, exenta de peligros. Van en busca de los sucesores de Mar�a Sabina y de los famosos hongos alucin�genos. Los efectos psicoactivos de los hongos se documentan desde las cr�nicas de los conquistadores en las que se describen como elementos rituales entre los ind�genas con el nombre de teonanacatl (carne de los dioses). Estos hongos pertenecen al g�nero Psilocina, del que hay cerca de 15 variedades. La especie Psilocybe mexicana, ilustrada en la figura VI.10, es un hongo peque�o, de 5 a 8 cm de largo, con una cabeza oscura de cerca de 2 cm de di�metro. El principio activo contenido en estos hongos es la psilocibina (figura VI. 11). Los efectos de esta droga se caracterizan por alucinaciones visuales y percepci�n distorsionada del tiempo y el espacio. Se reportan tambi�n en algunos casos, particularmente entre las comunidades ind�genas, la exacerbaci�n de sentimientos de generosidad y el surgimiento de actitudes extrovertidas. Entre los efectos som�ticos m�s evidentes se cuentan la dilataci�n de la pupila y, en ocasiones, sensaci�n de n�usea, dolor de cabeza y agitaci�n.

Figura VI.10. El hongo de la especie Psilocybe mexicana contiene la psilocibina, potente droga alucin�gena y psicoactiva. (Cortes�a del doctor Te�filo Herrera).

Figura VI.11. Estructura qu�mica de las drogas alucin�genas m�s utilizadas. N�tese la semejanza de sus f�rmulas con la de los neurotransmisores naturales norepinefrina y serotonina.

En la sierra de Chihuahua, los ind�genas tarahumaras celebran tambi�n un rito durante el cual ingieren un cactus del g�nero Lophophora (figura VI.12), que contiene un principio activo con efectos psicotr�picos y alucin�genos, la mescalina. Los efectos de la psilocibina y la mescalina son muy similares; producen taquicardia (aumento de la frecuencia del latido cardiaco), dilataci�n de la pupila, hipertensi�n, piloerecci�n (conocido com�nmente como carne de gallina), hiperglicemia, aumento de la temperatura, y a menudo tambi�n n�useas, temblores y mareos. A nivel psicoactivo, estas drogas producen estados que pueden ir del p�nico a la euforia (hay variaciones en la respuesta individual), hipersensibilidad de la percepci�n visual y auditiva. Los colores se perciben con m�s brillantes, las texturas m�s ricas, los materiales m�s comunes adquieren una particular fascinaci�n. Los efectos a veces no se limitan a acentuar la percepci�n real de las cosas sino que crean nuevos objetos y puede haber ilusiones de �ptica y aun verdaderas alucinaciones. La percepci�n de los sentidos se mezcla y se tiene la sensaci�n de o�r los colores y ver los sonidos.

Figura VI.12. El peque�o cactus de la especie Lophophora williamsi, conocido com�nmente como peyote, contiene la mescalina, un potente psicoactivo y alucin�geno.

Un derivado sint�tico de la mescalina, la dimetoxi-4-meti-lanfetamina, produce efectos similares a los de la mescalina, aunque relacionados m�s bien con sensaciones relajantes y con una duraci�n mucho mayor que los efectos psicoactivos de la mescalina. Esta droga se conoce popularmente como STP, de acuerdo con las sensaciones de Serenidad, Tranquilidad y Paz descritas por los consumidores. Este tipo de drogas son buscadas por individuos con temperamento m�stico que desean abstraerse de una realidad que, a menudo, no se concilia con su concepto de la vida.

Algunas drogas alucin�genas no se encuentran en la naturaleza, sino que fueron el resultado de la investigaci�n en farmacolog�a para descubrir compuestos con efectos utilizables en medicina o en psiquiatr�a. Tal fue el caso del LSD, una droga alucinog�nica extremadamente potente. El LSD deriva su nombre de su estructura qu�mica, dietilamida del �cido lis�rgico, obtenida en 1940 durante el proceso de aislamiento de una serie de compuestos con miras a buscar f�rmacos �tiles para el control de la tensi�n arterial. El qu�mico encargado del proyecto inhal� una peque��sima cantidad de esta droga en el curso de los trabajos de s�ntesis, y experiment� una serie de sensaciones perturbadoras como las que acabamos de describir. Su curiosidad lo llev� a probar cu�l de las sustancias que hab�a sintetizado era la responsable de estos efectos y, habi�ndola identificado, ingiri� cierta cantidad para asegurarse que efectivamente se trataba de la droga que le hab�a causado tan curiosos efectos la noche anterior. El experimento casi le cuesta la vida, ya que el LSD es una droga potent�sima, y la cantidad que nuestro amigo qu�mico se autoadministr� estaba muy por encima de lo necesario para experimentar los efectos psicoactivos de la misma.

La estructura qu�mica de la psilocibina y el LSD es similar (figura VI.11) y tambi�n se asemeja a la de un neurotransmisor natural, la serotonina, cuya estructura tambi�n se observa en dicha figura. Debido a esta semejanza estructural con la serotonina, estas drogas alucin�genas pueden interactuar con los receptores postsin�pticos de este neurotransmisor (figura VI.5), en particular aquellos que se localizan en algunas zonas muy espec�ficas (n�cleos) del cerebro. Si recordamos que la interacci�n del transmisor con el receptor es lo que permite la comunicaci�n con las neuronas, podemos inferir que el efecto de las drogas es el resultado de una modificaci�n en estas sinapsis, e indirectamente, podemos suponer que muchas de las percepciones y emociones en la vida normal, semejantes a las que se evocan con estas drogas, tienen relaci�n con el funcionamiento de las c�lulas nerviosas que utilizan la serotonina. La estructura qu�mica de la mescalina y la droga conocida como STP es semejante a la de la norepinefrina (figura VI.11). Sus efectos entonces pueden estar relacionados con una inhibici�n de la recaptura a nivel sin�ptico de este neurotransmisor, y posiblemente tambi�n de la serotonina (figura VI.5).

Inhalantes

Algunos solventes vol�tiles como el tiner y el tolueno, utilizados con diversos prop�sitos en la industria, tienen tambi�n ciertos efectos psicoactivos. Este tipo de compuestos son empleados con muy alta frecuencia entre los grupos marginados de las zonas urbanas densamente pobladas, y por desgracia, su consumo es m�s frecuente entre adolescentes y aun entre ni�os. Aunque las alteraciones fisiol�gicas producidas por los inhalantes est�n bien identificadas, los mecanismos responsables de sus efectos psicoactivos no est�n bien estudiados. Es posible que, al igual que se ha propuesto para el alcohol, su efecto se ejerza a nivel muy general, modificando la fluidez de las membranas y como consecuencia de esta acci�n se altere la afinidad de los receptores a las aminas biog�nicas, las que, como hemos visto, constituyen el sitio de acci�n de la mayor parte de las drogas psicotr�picas.

Para concluir este tema, puede ser �til recapitular algunos aspectos de la acci�n de las drogas. Es importante hacer notar la diferencia que existe entre 1) sus efectos psicoactivos, 2) la adicci�n, y 3) el s�ndrome de abstinencia.

Los efectos psicoactivos ocurren porque, como ya examinamos con detalle con cada una de ellas, en general, modifican los mecanismos de comunicaci�n interneuronal en los circuitos que determinan las emociones. Las razones de la adicci�n son menos claras. De entre las drogas que tienen efectos psicoactivos, algunas causan adicci�n, como los opioides, la coca�na y las anfetaminas; y otras no la causan, como la mariguana. En casos como en el del alcohol, la adicci�n se presenta en algunos individuos y en otros no.

En relaci�n con el s�ndrome de abstinencia, en algunos casos es muy manifiesto, como ocurre con los opioides, mientras que en otros es menos severo, y est� muy �ntimamente relacionado a una necesidad m�s emocional que visceral, como con la coca�na y las anfetaminas; en otras ocasiones; pr�cticamente no existe, como con la mariguana. Es posible que el proceso biol�gico que causa la adicci�n est� asociado con la mayor o menor severidad del s�ndrome de abstinencia.

Las acciones de las drogas que hemos examinado en este cap�tulo son un ejemplo claro de c�mo la manipulaci�n farmacol�gica puede modificar nuestra percepci�n del exterior; nuestra relaci�n con los dem�s y nuestra propia vida interior. Estas drogas representan una demostraci�n enf�tica de que estas caracter�sticas de la personalidad radican en circuitos neuronales y se rigen por los principios generales de funcionamiento del sistema nervioso, que son v�lidos para las funciones m�s simples como caminar, o�r, ver, etc. Sin embargo, en este caso hay que estar conscientes de que los est�mulos del ambiente, que modulan el funcionamiento de estos circuitos y estas sinapsis, son precisamente los derivados del entorno social de una persona, de su relaci�n, en tanto que individuo, con el mundo exterior, y aun de las manifestaciones m�s �ntimas de su propia entidad. La creatividad, la emotividad, la propiedad de reaccionar en forma m�s pasional o m�s racional, con todas las gradaciones intermedias, son otros tantos est�mulos que dentro de un estrech�simo c�rculo est�mulo-respuesta modulan precisamente los circuitos neuronales y las sinapsis que los conforman.

Con riesgo de caer en un tema muy provocativo, parece interesante reflexionar sobre los posibles efectos ben�ficos de una manipulaci�n farmacol�gica utilizando las drogas. Es claro que los efectos de estas drogas son placenteros y positivos. Ser�a interesante poder regular a voluntad el apetito, sobre todo en casos en los que el sobrepeso representa un estado francamente patol�gico; ser�a ben�fico derivar la personalidad de un individuo introvertido y antisocial hacia un estado m�s agradable de comunicaci�n con sus semejantes; ser�a interesante aumentar la capacidad de trabajo y de concentraci�n de los individuos en ciertas etapas de su vida. En fin, ser�a interesante poder mantener una sensaci�n prolongada de bienestar. Desafortunadamente, en el nivel actual del conocimiento es evidente que este control escapa a nuestras posibilidades. No puede descartarse, sin embargo, que la investigaci�n en el laboratorio pueda, en un futuro, contribuir a un manejo racional y positivo de este problema.

DROGAS PSICOACTIVAS SOCIALMENTE PERMITIDAS: NICOTINA, CAFE�NA, ALCOHOL

Nicotina

El tabaco contiene gran n�mero de compuestos y genera muchos m�s al quemarse; su principio psicoactivo es la nicotina. Tal vez sea importante mencionar aqu� que la nicotina no es responsable de los efectos nocivos del tabaco, tales como los trastornos cardiovasculares o la incidencia de c�ncer de las v�as respiratorias, que deben atribuirse a otros componentes de la planta. Sin embargo, la necesidad que experimentan los fumadores y la dificultad para interrumpir el consumo del tabaco parece que se deben preponderantemente a la nicotina.

Los efectos conductuales de la nicotina no son tan claros ni tan espectaculares como los de las drogas que examinamos en los p�rrafos anteriores. Los fumadores pueden experimentar una ligera sensaci�n de euforia, posiblemente un estado de mayor alerta, y un efecto ansiol�tico, es decir; inmediato alivio de la tensi�n. Este �ltimo es posiblemente el efecto conductual m�s claro de la nicotina.

Con respecto a su mecanismo de acci�n se ha considerado que la nicotina act�a preferentemente a nivel del sistema mesol�mbico, mismo que se modifica por la coca�na y las anfetaminas. En este caso, sin embargo, la nicotina no act�a directamente sobre el sistema dopamin�rgico, sino que lo modifica en forma secundaria mediante la activaci�n de los receptores colin�rgicos, es decir, los que emplean la acetilcolina como receptor (v�ase en el cap�tulo I, "�C�mo son los transmisores qu�micos?").

Cafe�na

La cafe�na se encuentra en las semillas del caf� y en las hojas de la planta de t�. La concentraci�n de cafe�na es alta, en particular en el caf�, encontr�ndose niveles de 100 a 200 mg de cafe�na por taza. La cafe�na produce efectos estimulantes tales como estado de alerta, disminuci�n de la fatiga, mayor capacidad para actividades que requieren atenci�n, e insomnio. Cuando el consumo de cafe�na es muy alto pueden advertirse los s�ntomas de tolerancia y adicci�n, aunque ciertamente menos aparentes que para las drogas psicoactivas antes mencionadas. A nivel celular; la cafe�na produce un incremento discreto de los niveles del AMP c�clico (v�ase en el capítulo I, "Amplificando la conversaci�n: los segundos y terceros mensajeros"), aunque los cambios son tan peque�os que no parecen ser responsables de los efectos conductuales. Otra opci�n para el mecanismo de acci�n de la cafe�na ser�a a nivel de los receptores de la adenosina, que es un neuromodulador.

Alcohol

El alcohol es probablemente una de las adicciones m�s devastadoras entre los grupos sociales humanos. No s�lo provoca en los adictos un impresionante deterioro conductual y org�nico, sino que a trav�s de �ste lesiona brutalmente la vida del n�cleo familiar y es la causa del mayor n�mero de homicidios imprudenciales, adem�s de que origina incalculables p�rdidas materiales. Es indudable que en la sociedad actual, el alcoholismo es uno de los principales problemas de salud p�blica. Parad�jicamente, el conocimiento acerca de los mecanismos celulares que intervienen en el abuso y la dependencia del alcohol es tal vez uno de los m�s escasos. El problema consiste en que, a diferencia de las otras drogas, el alcohol no parece actuar a trav�s de una mol�cula receptora espec�fica, sino que probablemente ejerce su acci�n en forma general y relativamente inespec�fica. Una posibilidad es que el alcohol modifique la fluidez de las membranas y, a trav�s de este efecto, altere la funci�n de los numerosos elementos que se insertan en ellas, incluyendo los canales por donde se mueven los iones y los receptores de los neurotransmisores (v�ase el cap�tulo 1). Un efecto como �ste podr�a producir un n�mero muy grande de alteraciones, a veces opuestas, en distintos receptores de los neurotransmisores.

Los efectos del alcohol son depresores pero, como ocurren a nivel general, el resultado puede ser el de una desinhibici�n de actitudes, en particular conductuales. A esto se deben los efectos de euforia y deshinibici�n caracter�sticos del alcohol. Las reacciones individuales pueden, sin embargo, ser muy variables. Cuando el efecto del alcohol se ejerce en las �reas corticales integrativas del cerebro, aparecen las alteraciones en los procesos intelectuales. Las funciones motoras son las �ltimas en ser afectadas.

El alcohol presenta los efectos de adicci�n y tolerancia, aunque aqu� tambi�n las variaciones individuales son grandes. La tolerancia puede ser aguda, es decir; ocurrir en cuesti�n de horas, o cr�nica, cuando el individuo ingiere alcohol durante meses o a�os. En general, la tolerancia al alcohol, es decir, la necesidad de recibir mayor cantidad para alcanzar los mismos efectos, no es mucho mayor del doble, a diferencia de lo que ocurre con las drogas psicoactivas. La adicci�n al alcohol est� bien caracterizada, aunque existen variaciones individuales grandes. El componente de adicci�n f�sica es muy importante, lo que se manifiesta en las profundas alteraciones que se observan al retirar el alcohol a un adicto. Éstas son muy variadas: temblor, agitaci�n, insomnio, falta de apetito, ansiedad y, en algunos casos, convulsiones. En los individuos en los que la dependencia es extrema, se observa confusi�n mental, desorientaci�n, alteraciones en la percepci�n sensorial y alucinaciones. Este cuadro es el que se conoce como delirium tremens.

Hasta la fecha no hay ning�n tratamiento farmacol�gico de probada eficacia para combatir la adicci�n al alcohol. Existe, sin embargo, un gran inter�s por desarrollar modelos animales de alcoholismo en los cuales sea factible probar distintos compuestos dise�ados con la esperanza de encontrar algunos que contrarresten el abuso del alcohol por adicci�n org�nica, o bien, que antagonicen sus efectos en forma r�pida, de modo que al menos puedan evitarse las consecuencias adversas de las alteraciones conductuales de los individuos que abusan del alcohol. Se ha encontrado, por ejemplo, que algunas c�lulas nerviosas en cultivo no crecen adecuadamente si no es en presencia de peque�as cantidades de alcohol, por lo que puede consider�rseles, en ese sentido, como c�lulas "adictas" al alcohol. El desarrollo de este tipo de modelos in vitro proporciona resultados interesantes. Los modelos animales como los que describimos al iniciarse el cap�tulo, es decir, aquellos en los que ratas o ratones tienen la posibilidad de autoadministrarse el alcohol, sea en forma restringida o libremente, son tambi�n de gran utilidad para el estudio de los posibles medicamentos con efecto antag�nico a la conducta adictiva. Hasta la fecha no se ha encontrado ning�n tipo de terapia efectiva a base de f�rmacos, aunque recientemente se han reportado estudios preliminares en los que se sugiere que algunos antagonistas del receptor de la serotonina reducen la adicci�n al alcohol.

Se ha considerado la posibilidad de que exista un factor hereditario que facilite, en un momento dado, el desarrollo de la adicci�n al alcohol. Los estudios en este sentido siguen la pauta de los mencionados, por ejemplo, en el caso de la esquizofrenia. Una observaci�n experimental en apoyo de esta posibilidad es el aislamiento gen�tico de cepas de ratas con mayor adicci�n al alcohol. Existen actualmente dos de estas cepas, una de ellas aislada en la Escuela de Medicina de Indian�polis, y otra en los laboratorios farmace�ticos Alko, en Finlandia. Por supuesto, este tipo de animales puede representar un modelo experimental muy importante para estudiar los posibles efectos adversos del ambiente en la precipitaci�n de un cuadro de adicci�n y, sobre todo, para el estudio de f�rmacos destinados a contrarrestar los distintos aspectos negativos del abuso del alcohol.

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