III.5. GEORGE BERKELEY
De acuerdo con el empirismo anterior a Berkeley, el universo de las sensaciones se consideraba como real y percibible, aunque no relacionado con la realidad externa, mientras que el mundo sensible y material se aceptaba como verdadero (si es que exist�a) pero imperceptible, e incluso hab�a argumentos para dudar de su existencia. Con toda la energ�a, pero tambi�n la inconciencia de la juventud, Berkeley dio el siguiente paso y afirm� categ�ricamente que ser es ser percibido, o sea que lo �nico que posee existencia real es el mundo de las sensaciones, mientras que la realidad externa no s�lo no puede percibirse sino que adem�s no existe. George Berkeley (1685-1753) naci� en Irlanda y se educ� en el Trinity College de Dubl�n; cat�lico anglicano devoto, sus mejores esfuerzos juveniles fructificaron en su importante libro The principles of human knowledge ("Los principios del conocimiento humano"), publicado cuando Berkeley ten�a 25 a�os de edad, que result� demasiado hostil a los lectores de su tiempo, as� como en su obra Three dialogues between Hylas and Philonous ("Tres di�logos entre Hilas y Filono"), aparecido tres a�os m�s tarde, en donde intent� presentar las mismas ideas en forma m�s accesible, con igual poca fortuna. En 1724 fue nombrado can�nigo de Derry, pero se interes� m�s en fundar un colegio cat�lico en las islas Bermudas y con este motivo viaj� a nuestro continente y vivi� en Rhode Island por tres a�os (1728-1731); sin embargo, su proyecto fracas� por razones econ�micas y Berkeley regres� a Irlanda. En 1734 fue nombrado obispo de Cloyne, donde permaneci� hasta su muerte. �ste es el Berkeley de quien la ciudad norteamericana as� llamada, sede de un importante centro universitario en el estado de California, deriva su nombre.
La filosof�a cient�fica de Berkeley ha sido bautizada como empirista, positivista instrumentalista, fenomenol�gica y te�sta. Naturalmente, tales categor�as no exist�an en su tiempo y me gustar�a creer que el propio Berkeley las hubiera rechazado como superficiales y estrechas. Pero en nuestra �poca, la proliferaci�n de distintas posturas filos�ficas sobre la ciencia, con su amplia y generosa diversidad, ha justificado el desarrollo de una rica y original taxonom�a para denominar a cada una de las nuevas "escuelas". Cuando se examina el pensamiento filos�fico original de Berkeley (as� como el de cualquier otro cient�fico o fil�sofo del pasado), conviene hacerlo tomando en cuenta las categor�as importantes en su propio tiempo.
Berkeley fue uno de los primeros cr�ticos de Newton, aunque su filosof�a surgi� como consecuencia de haber le�do el Ensayo sobre el entendimiento humano de Locke, que como hemos mencionado, apoyaba y extend�a las ideas de Newton. Berkeley rechaz� la dicotom�a entre la materia o sustancia, por un lado, y las diferentes cualidades que percibimos en ella con nuestros sentidos, por el otro; con un esp�ritu todav�a m�s empirista que el de Locke, se�al� que como lo �nico que realmente percibimos son las cualidades, mientras que la materia nada m�s la suponemos, �sta deber�a eliminarse, dejando a la realidad formada s�lo por dos elementos: las mentes y las ideas que �stas experimentan directamente. De aqu� surge el famoso esse est percipi, cuya �nica excepci�n (para Berkeley) es Dios. Las cosas que llenan este mundo existen gracias a que son percibidas por Dios, pero su poder es tan grande que a trav�s de �l nosotros tambi�n las percibimos. Finalmente, Berkeley se�ala que tambi�n la secuencia ordenada y racional con que percibimos el mundo no proviene de �ste sino del �nico cuyas ideas son por definici�n ordenadas y racionales, o sea de Dios.
La filosof�a de la ciencia de Berkeley se deriva de su epistemolog�a, que no requiere del andamiaje metaf�sico necesario para demostrar la existencia de Dios: como buen idealista, postula que nuestras experiencias de los fen�menos reales s�lo son secuencias de ideas que ocurren en la mente, sin relaci�n causal alguna con el mundo exterior; como buen fenomen�logo, se�ala que la "negrura" de la noche o el sabor de un dulce son los �nicos objetos del conocimiento; como buen instrumentalista, critica a Newton por su transformaci�n de t�rminos matem�ticos en entidades "reales", se�alando que el propio Newton hab�a dicho que una cosa era formular correlaciones matem�ticas que inclu�an fuerzas y otra totalmente distinta era intentar descubrir la naturaleza "real" de tales fuerzas. Se trata de un caso t�pico de reedificaci�n de entidades puramente matem�ticas, como faenas "atractivas", "cohesivas" o "disolutivas". Por lo tanto, puede decirse que la posici�n de Berkeley ante las leyes de la mec�nica newtoniana era claramente idealista, fenomenol�gica, instrumentista y positivista. En su esfuerzo por establecer una teor�a racional del conocimiento totalmente consistente, Berkeley sacrific� su credibilidad. Al enterarse el doctor Johnson, durante un paseo con su sempiterno secretario Boswell, de que Berkeley negaba la existencia del mundo exterior, pate� una gran piedra mientras dec�a: "�As� es como lo refuto!" A pesar del peso hist�rico de esta an�cdota, el irascible doctor Johnson no estaba refutando nada, sino simplemente generando ciertas sensaciones diferentes en su pie.
Frontispicio del libro Three Dialogues Between Hylas and Philonus, de George Berkeley, publicado en 1713.
Pero Berkeley anticip� con gran claridad el siguiente y �ltimo paso del empirismo, dado por Hume, que fue el reconocimiento de las dificultades impl�citas en la teor�a filos�fica de la causalidad y de lo que posteriormente se ha conocido como el "problema de la inducci�n". En 1710, Berkeley escribi�:
Es claro que los fil�sofos se divierten en vano, cuando se preguntan por causas naturales eficientes, distintas de la mente o del esp�ritu... por medio de la observaci�n diligente de los fen�menos que percibimos podemos descubrir las leyes generales de la naturaleza, y a partir de ellas deducir otros fen�menos; no digo demostrar, porque todas las deducciones de este tipo se basan en el supuesto de que el Autor de la naturaleza siempre opera de manera uniforme y en obediencia constante de las reglas que tomamos como principios, lo que evidentemente no podemos saber.