VI.2. LUDWIG WITTGENSTEIN

Uno de los fil�sofos m�s importantes de este siglo, pero tambi�n uno de los m�s dif�ciles de entender, fue Ludwig Wittgenstein (1889-1951) quien naci� en Viena, en una familia de amplios recursos; su padre era una figura importante en la industria del hierro y acero del Imperio austro-h�ngaro. Aunque los Wittgenstein eran de ascendencia jud�a, el abuelo se convirti� al protestantismo, la madre del fil�sofo era cat�lica y lo bautiz� en esa Iglesia. La familia entera ten�a gran afici�n por la m�sica; todos los hijos (fueron ocho) tocaban alg�n instrumento, un hermano del fil�sofo fue pianista y el mismo Ludwig tocaba el clarinete; Johannes Brahms era un amigo cercano de la familia. Wittgenstein fue educado en su casa hasta los 14 a�os de edad, y por tres a�os m�s en una escuela en Linz. A continuaci�n estudi� ingenier�a en la Escuela Polit�cnica de Berl�n, y dos a�os despu�s aeron�utica en la Universidad de Manchester, en donde permaneci� por tres a�os. Fue en este periodo en que sus intereses poco a poco se fueron desviando del dise�o de una h�lice (que es un problema fundamentalmente matem�tico) a las matem�ticas puras, y de ah� a los fundamentos de las matem�ticas. Se dice que cuando solicit� literatura en este campo se le recomend� el libro de Bertrand Russell Los principios de las matem�ticas que hab�a aparecido en 1903 y que de ah� surgi� su inter�s en examinar los trabajos de Frege, su decisi�n de abandonar sus estudios de ingenier�a, y su deseo de ir a Jena a discutir sus planes con el propio Frege. El l�gico alem�n le aconsej� que fuera a Cambridge y estudiara con Russell, y Wittgenstein sigui� su consejo.


Ludwig Wittgenstein (1889-1951).

En Cambridge, Wittgenstein encontr� una atm�sfera de gran actividad intelectual. En la d�cada que precedi� a la primera Guerra Mundial, Russell y Whitehead publicaron su Principia Mathematica, mientras que el fil�sofo m�s influyente era George E. Moore. Wittgenstein se hizo pronto amigo de Russell, y lo mismo ocurri� con Moore y con Whitehead, as� como con Keynes el economista, Hardy el matem�tico y otros talentos semejantes. Wittgenstein permaneci� en Cambridge casi dos a�os, y a fines de 1913 se fue a vivir a Noruega, en una caba�a que se construy� �l mismo, en un sitio completamente aislado. Al estallar la guerra ingres� como voluntario al ej�rcito austriaco y pele� hasta 1918, en que cay� prisionero de los italianos. Durante todo el tiempo que estuvo en el frente sigui� trabajando en los problemas de filosof�a que lo hab�an ocupado en Cambridge y en Noruega, y en agosto de 1918 hab�a terminado de escribir su libro Logisch-philosophische Abhandlung (mejor conocido por su titulo en lat�n, Tractatus Logico-Philosophicus, sugerido por Moore), de modo que cuando fue capturado llevaba el manuscrito en su mochila. Gracias a la ayuda de Keynes, logr� enviarle una copia a Russell desde el campo de concentraci�n donde estaba prisionero, cerca de Monte Cassino, en el sur de Italia; tambi�n le mand� copia a Frege.

Poco menos de un a�o m�s tarde, cuando los italianos lo liberaron, Wittgenstein busc� reunirse con Russell para discutir su libro con �l, pero como no ten�a dinero para viajar hasta Inglaterra, Russell obtuvo recursos para el viaje vendiendo unos muebles que Wittgenstein hab�a dejado en Cambridge. Los muebles no deben haber valido mucho, porque la reuni�n no se llev� a cabo en Inglaterra sino en Amsterdam. La pobreza de Witgenstein se deb�a a que, convencido por sus lecturas de Tolstoi de que no deber�a poseer ni disfrutar riqueza, se hab�a deshecho de la considerable fortuna que hered� a la muerte de su padre, en 1912. Wittgenstein convenci� a Russell de que escribiera un pr�logo a su libro, que primero se public� en alem�n (sin la introducci�n de Russell) en 1921, y al a�o siguiente en ingl�s. Como Wittgenstein pensaba que ya hab�a resuelto todos los problemas m�s importantes de la filosof�a (lo dice en el prefacio del Tractatus), decidi� dedicarse a otra actividad y escogi� la de profesor de primaria. En 1919 asisti� a una escuela normal vienesa (Lehrer bildungsanstalt), y de 1920 a 1926 fue profesor de escuela primaria en varios pueblitos en el sur de Austria. Su siguiente ocupaci�n (que dur� pocos meses) fue la de jardinero de un monasterio en H�teldorf, cerca de Viena. A continuaci�n, pas� dos a�os trabajando como arquitecto, ingeniero y decorador de una mansi�n que se construy� en Viena para una de sus hermanas. En esa misma ciudad, en 1928, Wittgenstein escuch� a Brouwer disertar sobre los fundamentos de las matem�ticas, lo que debe haberlo impresionado profundamente, porque a principios de 1929 lleg� a Cambridge y se matricul� como estudiante del doctorado en filosof�a. Como su estancia previa en esa universidad llenaba los cr�ditos requeridos, y su Tractatus (publicado ocho a�os antes) val�a como tesis, Wittgenstein se gradu� en junio de 1929. Un a�o despu�s fue nombrado "Fellow" del Trinity College, y a partir de entonces permaneci� en Cambridge hasta su muerte, con excepci�n de un a�o que volvi� a pasar en su solitaria caba�a noruega (1936-1937). En 1939 Wittgenstein fue nombrado profesor de filosof�a de la Universidad de Cambridge, pero poco antes de que ocupara su puesto estall� la segunda Guerra Mundial y Wittgenstein trabaj� primero como camillero en el Hospital Guy's de Londres y despu�s como t�cnico en un laboratorio m�dico en Newcastle. Al terminar la guerra regres� a Cambridge pero s�lo por dos a�os, ya que en 1947 renunci� a seguir siendo profesor, para dedicar todo su tiempo a la investigaci�n filos�fica.

De acuerdo con su costumbre, primero se fue a vivir a una granja en Irlanda y despu�s en una caba�a en la costa oeste del mismo pa�s, pero en 1948 ya estaba residiendo en Dubl�n. Al a�o siguiente, Wittgenstein viaj� a EUA para visitar algunos amigos, pero al regreso de este breve viaje se le diagnostic� un c�ncer incurable. A partir de este momento Wittgenstein se qued� en Inglaterra, viviendo por temporadas con amigos en Cambridge y en Oxford. Muri� en 1951, en Cambridge; sus �ltimas palabras fueron: "Diles que he vivido una vida maravillosa", pero el profesor Norman Malcolm, quien lo conoci� �ntimamente (fue uno de los amigos estadunidenses que Wittgenstein visit� en su �ltimo viaje a EUA) dice de esta �ltima frase de Wittgenstein lo siguiente:
Cuando pienso en su profundo pesimismo, en la intensidad de sus sufrimientos mentales y morales, en la forma incansable en que estimul� su intelecto, en su necesidad de amor, junto con la rudeza con que lo rechaz�, me inclino a creer que su vida fue forzosamente infeliz. Sin embargo, al final �l mismo dijo que hab�a sido "maravillosa". Para m�, este pronunciamiento es una expresi�n extra�amente emotiva y misteriosa.

El Tractatus ha sido muchas cosas diferentes para sus distintos lectores, pero para el C�rculo de Viena represent� uno de los textos fundamentales. Est� escrito en forma de aforismos, numerados de acuerdo con un c�digo especial: cada secci�n lleva un n�mero (del 1 al 7), los comentarios sobre el primer aforismo se numeran 1.l, 1.2, etc., los comentarios sobre los comentarios 1.1.1., 1.1.2., 1.1.3., etc. Cada aforismo es un resumen supercondensado de conjuntos de ideas que Wittgenstein hab�a anotado en sus cuadernos y que hab�a ido integrando y sintetizando a trav�s de varias (a veces muchas) formulaciones, de modo que a pesar de que el Tractatus es un esbelto librito de menos de 80 p�ginas, su lectura (requiere varias) cuesta muchas, pero muchas m�s horas de atenci�n concentrada. Para nuestro inter�s, quiz� lo mejor ser� iniciar un resumen de sus principales contribuciones al m�todo cient�fico con el �ltimo y m�s famoso aforismo del libro: "De lo que no se puede hablar, se debe guardar silencio."

�Qu� quiere decir esta aseveraci�n? Quiere decir que el mundo exterior existe como un grupo de hechos, que a su vez est�n constituidos cada uno por distintas configuraciones (Sachverhalten) cuyos componentes se representan por proposiciones elementales, l�gicamente independientes entre s�. Cuando tratamos de describir el mundo en cualquier lenguaje, cient�fico o no, surge la duda de si lo que decimos realmente corresponde a lo que el mundo es, o sea el serio problema de las relaciones entre el lenguaje y las configuraciones de la realidad que intenta describir. Lo que deseamos conocer es la verdadera naturaleza de tal correspondencia, pero estamos condenados a lograrlo de manera indirecta, porque s�lo podemos expresarla por medio del lenguaje. Wittgenstein trat� de hacerlo lo mejor que pudo por medio de la teor�a, del lenguaje, como imagen. Seg�n Von Wright,
Wingenstein me dijo c�mo se le ocurri� la idea del lenguaje como una imagen de la realidad. Se encontraba en una trinchera en el frente oriental, leyendo una revista en la que hab�a una representaci�n esquem�tica de las secuencias de eventos posibles de un accidente automovil�stico. La figura desempe�aba el papel de una proposici�n, o sea, de una descripci�n de las configuraciones posibles. Pose�a tal funci�n gracias a la correspondencia entre las partes de la imagen y las cosas reales. Fue aqu� cuando se le ocurri� a Wittgenstein que la analog�a podr�a invertirse y que decir que una proposici�n funciona como una imagen, en virtud de la correspondencia entre sus partes y la realidad. La manera como se combinan las partes de la proposici�n —la estructura de la proposici�n— describe una combinaci�n posible de los elementos en la realidad, una posible configuraci�n.

Buena parte del Tractatus se invierte en tratar de expresar la naturaleza de la relaci�n entre el lenguaje y la realidad que describe, pero el libro termina sin haberlo logrado. Lo que Wittgenstein concluye es que tal relaci�n existe pero no es l�gicamente expresable; no se puede decir, pero si se puede mostrar, por medio del lenguaje interpretado como im�genes. Tal esfuerzo se conoce como filosof�a, que por lo tanto no es una ciencia, en vista de que no nos dice nada acerca de las configuraciones que constituyen la realidad del mundo exterior. Para Wittgenstein, la filosof�a es m�s bien una actividad, en lugar de ser un cuerpo de doctrina, y su objetivo es contribuir a aclarar las ideas. Desde luego, toda esta discusi�n se presenta por medio del lenguaje, lo que requiere definiciones y aclaraciones, otra vez expresadas por medio del lenguaje, y as� ad infinitum. La conclusi�n es que en �ltima instancia, lo que Wittgenstein trataba de comunicarnos no pod�a, per natura, hacerlo estrictamente expl�cito, o sea que el an�lisis filos�fico no tiene sentido, porque lo que tiene que decir es inherentemente inexpresable. Las relaciones entre el mundo real y su descripci�n por medio del lenguaje no pueden expresarse en ese mismo lenguaje. De ah� que: "De lo que no se puede hablar, se debe guardar silencio."

En su teor�a del lenguaje como imagen, las proposiciones poseen una especie de estructura l�gica que refleja la propia estructura l�gica de la realidad, ya que se supone que tanto el lenguaje como el mundo comparten tal arquitectura. El lenguaje "ilustra" las configuraciones posibles en la naturaleza, y se dice que posee sentido o significado precisamente cuando hay la posibilidad de correlacionarlo con los hechos reales. La confrontaci�n de las proposiciones con la realidad permite establecer si son verdaderas o falsas. Esto es lo m�s cerca que estuvo Wingenstein del "principio de la verificabilidad" que, como veremos en un momento, el C�rculo de Viena le atribuy�. En cambio, sobre la posible relaci�n causal entre diferentes configuraciones del mundo exterior, la postura de Wittgenstein era id�ntica a la de Hume, ya que negaba cualquier conexi�n l�gica entre ellas:
Es imposible hacer cualquier inferencia a partir de la existencia de una configuraci�n determinada, sobre la existencia de otra configuraci�n completamente distinta.


Frontispicio del libro Tractaus Logico-Philophicus, de Ludwing Wittgenstein, publicado por primera vez en 1921.

No existe conexi�n l�gica alguna entre configuraciones diferentes, por lo que la inducci�n se reduce a una forma c�moda de proceder, compatible con la experiencia y basada en un principio de sencillez, pero sin validez l�gica.

Esta postura ten�a consecuencias importantes para la ciencia, en vista de que, en sentido l�gico, sus leyes no son tales, sino m�s bien res�menes condensados de la experiencia, capaces de describir los fen�menos que subentienden pero totalmente incapaces de explicarlos. Intentar explicar una ley cient�fica por medio de otra ley, y as� sucesivamente, es caer en una regresi�n infinita, por lo que los antiguos fil�sofos (seg�n Wittgenstein) no estaban tan descaminados al asignarle la explicaci�n �ltima a una entidad final, Dios o el Destino, que no necesita explicaci�n. Pero Wittgenstein fue m�s all� que Hume, insistiendo en que la ley de la causalidad no era una ley, sino m�s bien la forma de una ley; en otras palabras, el principio que dice: "Todo evento tiene su causa", no es emp�rico, no se deriva de la experiencia, no es una descripci�n de la naturaleza. La raz�n es que dos episodios del mismo evento que ocurren en momentos distintos siempre difieren entre s� en algo, por lo tanto, siempre deber�n convocarse factores causales para explicar tales diferencias. La conclusi�n es que el principio de causalidad se reduce a una de las reglas que seguimos para hablar de la realidad; de ninguna manera implica que la naturaleza sea, realmente, causal.


Frontispicio del libro Ludwing Wittgenstein, A memoir, de Norman Malcom, publicado en 1958.

Wittgenstein ofreci� una imagen muy esclarecedora (por lo menos, para m�) de sus ideas sobre el conocimiento cient�fico de la realidad; me refiero a su ejemplo para interpretar la mec�nica newtoniana:
Imaginemos una superficie blanca con manchas negras irregulares. Al margen de la imagen de conjunto que adopten, siempre podremos aproximarnos a ella con toda la exactitud que queramos cubri�ndola con una malla tan fina como sea necesario y anotando en cada espacio si es blanco o negro. De esta manera habremos impuesto una estructura uniforme en la descripci�n de la superficie.

Naturalmente, tambi�n puede haber mallas de distintas medidas, con agujeros de formas diferentes, lo que corresponder�a a diversos tipos de descripciones te�ricas: desde luego, se podr�a contemplar la superficie blanca con manchas negras irregulares a trav�s de una malla "causal", lo que seguramente producir�a una imagen muy distinta de la obtenida con una malla "acausal". De cualquier manera, la distribuci�n de las manchas negras sobre la superficie blanca siempre tendr� una influencia determinativa sobre lo que se ve a trav�s de las mallas, igual en importancia al tipo de malla que se utilice. En otras palabras, existen dos componentes esenciales en el conocimiento, el objetivo, que es el equivalente a la superficie blanca con las manchas negras, o sea la realidad (o el elemento a posteriori kantiano), y el subjetivo, que corresponde a la malla, o sea el sujeto que conoce (o el elemento a priori kantiano). Es claro que la superficie blanca con manchas negras nunca podr� ser vista en ausencia de alguna malla; la realidad tal cual es (la famosa Ding an sich kantiana) nos est� vedada. Pero en cambio existe la posibilidad de que podamos aprender m�s acerca de la naturaleza investigando cu�l tipo de malla (o de teor�a cient�fica) permite la descripci�n m�s simple.

Wittgenstein escribi� otras obras, pero aparte del Tractatus y de un breve art�culo ninguna m�s se public� durante su vida. Sus tres libros p�stumos (dos de ellos dictados durante sus conferencias como profesor de filosof�a en Cambridge, el otro integrado por devotos alumnos a partir de sus desordenadas notas), son de inter�s menor para nuestro tema, excepto por un aspecto: en su Philosophical investigations ("Investigaciones filos�ficas"), que tan mal le supo a Russell, Wittgenstein se abre a la sociolog�a de la ciencia. A partir de que las proposiciones l�gicas nos parecen v�lidas por razones "no l�gicas" sino m�s bien por nuestra educaci�n y medio cultural, de que las expresamos en un lenguaje que tiene sus propias reglas, que tambi�n se derivan de la pr�ctica cotidiana, que nos ha ense�ado que ciertas formas de expresi�n tienen sentido y otras no lo tienen, debe concluirse que el conocimiento cient�fico reside, en �ltima instancia, en la forma de la sociedad y en sus costumbres, especialmente en relaci�n con el lenguaje. De manera que realmente el cient�fico (y tambi�n el no cient�fico) nunca "ve" pasivamente al mundo absorbiendo impresiones que posteriormente interpreta, como cre�an los empiristas y los positivistas, como Wittgenstein afirm� en su Tractatus y como defendieron los positivistas l�gicos, sino que la observaci�n es un proceso activo, matizado por las expectativas te�ricas, las suposiciones culturales, los atributos del lenguaje, y otros factores m�s, tanto sociales como individuales; en otras palabras, la observaci�n es un proceso conceptual que influye o determina la percepci�n. Como veremos en un momento, esto se opone al concepto de la estructura de las teor�as cient�ficas que postularon los positivistas l�gicos, basados en el Tractatus de Wittgenstein.

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