Todos estos cambios supusieron la subsistencia del departamento de Aguascalientes, pues el art�culo tercero de las Bases Org�nicas dejaba para un incierto futuro el arreglo definitivo de la cuesti�n territorial y establec�a que todos los departamentos mantendr�an por lo pronto sus l�mites. El general Mariano Chico, uno de los muchos que exigieron la destituci�n del constituyente, fue nombrado entonces gobernador de Aguascalientes. La junta departamental, que no pod�a hacer otra cosa, decret� que la toma de posesi�n del general Chico, que tuvo lugar el 14 de mayo de 1843, se solemnizara de la manera debida, con manifestaciones de p�blico regocijo y todo lo dem�s que recomendaban las circunstancias.
A Chico ya se le conoc�a en Aguascalientes porque hab�a ocupado el cargo de administrador de rentas del departamento y hab�a aparecido entre los firmantes del manifiesto que desconoc�a al Constituyente. Agust�n R. Gonz�lez dice que era un tipo alegre y sociable, amigo del bullicio y de la poes�a sat�rica, pero que hizo poco por el progreso de Aguascalientes. En su �poca tuvo lugar una intentona revolucionaria encabezada por Justo Esparza, que apoyado por "algunos hombres del pueblo" trat� en vano de tomar el cuartel. Durante la intentona, que fue f�cilmente controlada por la tropa adicta al gobierno, murieron algunos hombres.
El general Chico fue sustituido, a principios de 1844, por Francisco Moreno, un comerciante honrado "pero sin conocimientos administrativos". A los pocos meses su lugar fue ocupado por el doctor Rafael D�az de Le�n, notable entre los de su oficio, pero poco apto para el desempe�o del puesto que se le encomend�. Agust�n R. Gonz�lez le critica lo "adusto" de su car�cter y sus "ideas retr�gradas".
La gesti�n de D�az de Le�n tambi�n fue muy breve, pues en noviembre de 1844 fue remplazado por Felipe Nieto, quien encabez� una administraci�n "ilustrada y moralizadora". Era Nieto un hombre de costumbres moderadas, de trato agradable y que supo hacerse querer por el pueblo. La junta departamental, a la que consultaba con frecuencia pero cuyas opiniones no siempre escuchaba, la integraban Antonio Ray�n, Atanasio Rodr�guez y Rafael D�az de Le�n, entre otros. Nieto pudo normalizar la situaci�n administrativa del departamento, evitar la bancarrota de la hacienda p�blica y pagar con puntualidad a los empleados. Sin embargo, fue la educaci�n p�blica el ramo al que dedic� mayor atenci�n, el "objeto de sus constantes desvelos". Mejor� la academia de dibujo, procur� que los hacendados (�l lo era) abriesen establecimientos de instrucci�n elemental en sus fincas, inaugur� una buena escuela en el barrio de Triana, abri� diversas c�tedras en la escuela de Cristo y trabaj�, sin �xito, en la creaci�n de un colegio de instrucci�n secundaria.
Otra de las mayores preocupaciones de Nieto fue evitar que el general Condell se apoderara de nuevo del gobierno departamental. Al parecer, al veracruzano se le despacharon en toda forma t�tulos de gobernador, pero diversos acontecimientos estuvieron retrasando su traslado a Aguascalientes. En octubre de 1845 Nieto envi� a la ciudad de M�xico algunas cartas en las que descalificaba a Condell y demandaba que el nombramiento de gobernador recayese en sujeto m�s id�neo.
Mientras tanto, la situaci�n pol�tica del pa�s segu�a descomponi�ndose. Santa Anna, con el apoyo de las Bases Org�nicas, se hab�a erigido en dictador, nulificando a la Junta Legislativa y reduciendo al m�nimo las facultades de los gobernadores departamentales, pese a lo cual fue incapaz de imponer el orden y de promover el desarrollo material. En mayo de 1844 estall� una nueva revoluci�n en Guadalajara, que puso fin a la tiran�a de Santa Anna, pero que no se tradujo en un alivio para el pa�s.
Para colmo de males, la sombra de una guerra inminente con los Estados Unidos lo complicaba todo. La anexi�n de Texas a ese pa�s se consum� el 1� de marzo de 1845. En se�al de protesta el gobierno mexicano retir� a su embajador. Antes de lanzarse sobre su vecino del sur, el presidente norteamericano Polk trat� de negociar con M�xico la venta de California, pero no logr� llegar a ning�n acuerdo.
El 13 de enero de 1846, finalmente, Polk le orden� al general Zachary Taylor que ocupara el territorio situado entre los r�os Nueces y Bravo, que era el que reclamaba con mayor insistencia. M�xico, que estaba sumido en la anarqu�a y que carec�a de un gobierno lo suficientemente fuerte y estable para responder en forma adecuada ante una agresi�n de ese tipo, se limit� realmente a emitir proclamas patri�ticas. Un incidente menor le permiti� a Polk solicitarle al Congreso, el 11 de mayo de 1846, una formal declaraci�n de guerra.
A pesar de que desde el 18 de mayo las tropas norteamericanas ocuparon el puerto de Matamoros y de que en seguida se adentraron en territorio mexicano, el gobierno esper� hasta el 7 de julio para emitir una declaraci�n formal de guerra. Todos hab�an estado muy ocupados con el levantamiento del general Jos� Mar�a Y��ez, que desde Guadalajara clam� el 20 de mayo por el regreso de Santa Anna. Los ej�rcitos, que deber�an estar ocupados en la defensa de la patria, se agotaban en interminables e impopulares guerras intestinas. El imprescindible Santa Anna, finalmente, arrib� de manera triunfal a la ciudad de M�xico el 14 de septiembre de 1846 con el prop�sito de levantar un ej�rcito que fuera capaz de frenar el avance de los norteamericanos.