El Congreso Nacional, que en medio de la guerra se reuni� en la ciudad de M�xico el 6 de diciembre de 1846, promulg� el 21 de mayo de 1847 un acta de reformas a la Constituci�n de 1824 que le desconoc�a a Aguascalientes su car�cter de entidad federativa y que dispon�a su reincorporaci�n a Zacatecas en calidad de partido. La noticia fue recibida en Aguascalientes como un balde de agua helada. Aunque no eran pocos los que hab�an externado su convicci�n de que la entidad, dadas su peque�ez y su carencia de recursos, no pod�a sobrevivir como tal, nadie recibi� de buen grado la noticia de la reincorporaci�n a Zacatecas. Antes bien, pudo advertirse en los gobernantes, en quienes formaban parte de la milicia y en amplios sectores de la poblaci�n, el r�pido desarrollo de un violento y beligerante localismo. La desaparici�n de la entidad golpeaba el orgullo de la gente y la reincorporaci�n a Zacatecas se asum�a como una inaceptable e injusta humillaci�n.
Por otra parte, el conflicto que provoc� esta reanexi�n vino a enrarecer a�n m�s el clima pol�tico del pa�s. A los problemas derivados de la ocupaci�n militar del pa�s se agregaban los ataques de diversas tribus de indios b�rbaros, el levantamiento de los polkos en la ciudad de M�xico, las sublevaciones de los indios, las expediciones filibusteras, la guerra de castas en Yucat�n y su desconocimiento del pacto federal, la oposici�n de la mayor�a de los estados a pelear contra los norteamericanos fuera de su territorio y, por si fuera poco, la negativa de los aguascalentenses a acatar el acta de reformas del 21 de mayo.
El gobernador Felipe Cos�o, quien estimaba que para Aguascalientes era casi bochornoso volver al antiguo estatuto de sujeci�n, encabez� en forma tenaz y valiente la resistencia. Investido por el Congreso de facultades extraordinarias, suprimi� impuestos y convirti� en honor�ficos algunos cargos de representaci�n popular. �l y sus amigos se entregaron a la tarea de redactar diversos paneg�ricos de la vida independiente, enalteciendo sus ventajas y minimizando sus inconvenientes. A las legislaturas estatales se les pidi� que dirigiesen ocursos y representaciones al Congreso General en apoyo de la causa de la emancipaci�n.
En Zacatecas se ten�a la firme convicci�n de que los aguascalentenses regresar�an finalmente al sendero de la obediencia. El gobernador Cos�o era considerado un tipo caprichoso, empecinado en sostener "una situaci�n dif�cil, an�mala y sin esperanzas de un desenlace favorable". Se volv�a preciso dictar medidas tendientes a "poner t�rmino a la anarqu�a que all� reinaba". Una de esas medidas fue adoptada el 29 de enero de 1848, pocos d�as antes de que se firmaran los Tratados de Guadalupe, cuando mediante un decreto del Congreso se dispuso que los municipios de Aguascalientes y Jes�s Mar�a formasen un partido, y los de Asientos, Rinc�n de Romos y Calvillo otro, dependiente de la capital del estado. Se reforzaba as� el cerco tendido en torno a la ciudad de Aguascalientes y, de paso, se capitalizaban las disputas entre las municipalidades.
En mayo de 1848, en se�al de desconocimiento de los Tratados de Guadalupe, estall� en Aguascalientes una rebeli�n encabezada por el general Mariano Paredes y Arrillaga, que fue secundada por el padre Jarauta en Lagos y por Manuel Doblado en Guanajuato. Los rebeldes promet�an darle al pa�s algo que llamaban "instituciones aceptables", proclamaban la reerecci�n del estado de Aguascalientes y promet�an en forma velada el ensanchamiento de sus l�mites. Sin embargo, Paredes fue r�pidamente derrotado, y con �l Felipe Cos�o, que era uno de sus m�s resueltos partidarios. En Aguascalientes estos sucesos no desanimaron al ayuntamiento, el cual, al lado de una junta de vecinos principales, nombr� como nuevo gobernador al licenciado Francisco Borja Belaunzar�n.
El gobierno del presidente Jos� Joaqu�n Herrera, que prest� juramento el 3 de junio de 1848, estaba decidido a castigar a los facciosos y determin� la ocupaci�n de la plaza por tropas federales, que fueron colocadas bajo el mando del general Manuel Arteaga. La ciudad fue abandonada, muchos notables y desde luego aquellos que hab�an tomado parte en la revoluci�n buscaron refugio en otras capitales. Arteaga ten�a �rdenes precisas de nombrar nuevas autoridades municipales y de que �stas jurasen la Constituci�n de 1824 con todo y sus reformas. Sin embargo, era tal el descontento del vecindario, el patriotismo de unos y el temor a la ira del pueblo de otros, que nadie quer�a desempe�ar los nuevos cargos p�blicos. Aguascalientes era de nuevo un partido del estado de Zacatecas, pero sus habitantes se negaban a aceptarlo. Finalmente, el 26 de julio de 1848, la Constituci�n fue jurada y las autoridades del partido comenzaron a despachar con cierta regularidad sus asuntos.
Los problemas recomenzaron muy pronto, cuando el general Manuel Arteaga, obedeciendo �rdenes superiores, tuvo que abandonar la plaza. El pueblo, que vio desprotegida a la peque�a guarnici�n zacatecana, se sinti� due�o de la situaci�n. Sali� a las calles lanzando mueras a los soldados "invasores" y oblig�ndolos a encerrarse en sus cuarteles. La exaltaci�n creci�, el pueblo asumi� la iniciativa, los comerciantes organizaron una peque�a guardia para evitar des�rdenes y cuidar la c�rcel. El gobierno zacatecano, que no pod�a permanecer indiferente, dispuso que la ciudad fuera nuevamente ocupada, sometida por la fuerza si era necesario. Pero la multitud no se resign�: dej� a los soldados el mando de los cuarteles y se apoder� de plazas y calles. Por doquier se ve�a a parroquianos armados de piedras, palos y pu�ales, desafiando a la tropa. Se trabaron peque�os combates, advirti�ndose tumultos por todos lados. Las mujeres tomaron parte activa en la resistencia y el pueblo en masa asumi� una actitud hostil. Por las noches la exaltaci�n era a�n mayor. Parec�a inminente un choque sangriento. Empero, no se permiti� a la tropa disparar sus fusiles y una noche, a hora muy avanzada, se dispuso la evacuaci�n de la plaza.
El gobierno federal advirti� por fin la gravedad de la situaci�n. En M�xico
los sucesos fueron ampliamente rese�ados, dici�ndose que las autoridades del
centro no se opon�an a que Aguascalientes figurara como estado independiente,
siempre y cuando se valiera de las v�as legales. Poco despu�s lleg� a Aguascalientes
el general Tom�s Requena, sin armas ni soldados, dispuesto a negociar. Requena
prometi� que la plaza no volver�a a ser ocupada por la tropa zacatecana, pero
pidi� a cambio que Aguascalientes aceptara pertenecer de derecho y
en forma moment�nea a Zacatecas. La propuesta fue aceptada y en los primeros
d�as de enero de 1849 el licenciado Jes�s Ter�n figur� como nuevo jefe pol�tico.