La guerra no detuvo la colonizaci�n, s�lo la retras� y le impuso ciertas reglas. Oblig� al gobierno a construir presidios, a los poblados a amurallarse, a los colonos a convertirse en soldados. La avanzada no par�, sobre todo a partir de 1546, a�o del descubrimiento de las minas de Zacatecas, y se aceler� en 1550, el a�o de su primera bonanza. Esto se entiende por la importancia que tuvo para el espa�ol la adquisici�n de riquezas. La colonizaci�n se volvi� asunto de Estado: se trataba de facilitar el abastecimiento de rico mineral y de asegurar el env�o de la plata obtenida Lo que faltaba eran hombres y mujeres, brazos que hicieran producir estas tierras v�rgenes. Para abastecer a Zacatecas se tra�an bastimentos desde muy lejos: Michoac�n, Quer�taro, Guadalajara, y el azogue ven�a desde el puerto de Veracruz. Las minas se trabajaron con brazos ind�genas, libres y esclavos, y cuando �stos no fueron suficientes, se recurri� al trabajo de los esclavos negros.
Poblar la tierra fue m�s dif�cil, aunque se dieran terrenos a manos llenas, porque aqu� no hab�a pueblos ind�genas que la reclamaran, siempre y cuando se respetara la tramitaci�n reglamentaria. No hay que olvidar que en la Espa�a de esos a�os, y por consiguiente en el Nuevo Mundo, era obligado respetar la jerarqu�a. As�, un se�or, por serlo, ten�a derecho a obtener m�s tierras que un pe�n. Con el fin de poblar, la Corona espa�ola reparti� mercedes de tierras a todo aquel que las demandaba. Los llanos de Aguascalientes tuvieron due�os antes de ser habitados y trabajados. Fueron repartidos numerosos sitios a principales, hijosdalgo, conquistadores, que prestaban al rey m�ltiples servicios. Diego Fern�ndez de Proa�o, Hern�n Flores de la Torre, Jer�nimo de Orozco, conquistadores y benem�ritos de la Nueva Galicia, recib�an mercedes de tierras hacia 1555, en lugares que a�os despu�s formar�an parte de la alcald�a mayor de Aguascalientes, pero que todav�a por estos a�os estaban comprendidos en el distrito de Nochistl�n. Por ese entonces aparecieron Morcinique, Guentitl�n, Xiconaque.
A los pobres labradores enrolados como soldados en las huestes de los capitanes, s�lo les dieron peque�as parcelas, suertes de huerta y solares de casa, como correspond�a a su posici�n. Los ind�genas, aparte de los de Teocaltiche y de algunos asentados en Tepezal� a instancias del capit�n Juanes de Tolosa, quedaron por el momento fuera de las mercedaciones y tuvieron que esperar �pocas m�s favorables para recibir tierras.