La historia de nuestra regi�n durante el siglo XVI est� ligada a la historia de un pu�ado de hombres, ya que tanto la conquista como la colonizaci�n se efectuaron con el benepl�cito del rey, pero con el esfuerzo de los particulares. Hombres como Juanes de Tolosa, Diego de Ibarra, Hernando Martel y su hijo Hernando Gallegos, fueron los que pusieron los cimientos de esta nueva sociedad. Ser�an secundados por muchos otros aventureros que ten�an los viejos ideas de la reconquista: religi�n, gloria y riqueza.
Juanes de Tolosa en 1550 present�, ante el visitador Hern�n Mart�nez de la Marcha, toda la informaci�n necesaria para que se premiara su esfuerzo. Ten�a en su haber su participaci�n en la guerra del Mixt�n y, como hecho m�s importante, el descubrimiento de las minas de Zacatecas en el a�o de 1546, para lo que puso en peligro su vida, pues estaban localizadas en tierra de guerra poblada por gente belicosa e ind�mita. Pas� hambre y fr�o, porque para lograr su empe�o camin� por muchos lugares, cruz� las sierras de Juchipila, lleg� a Tepezal�, en donde descubri� y cate� ciertas minas, se hizo amigo y protector de los naturales que viv�an en esta serran�a y sufri� los ataques de los indios guerreros. Sin duda, Juanes de Tolosa, por lo mucho que recorri�, conoci� bien las tierras de nuestro estado, deshabitadas a�n en esos a�os. Ya muchos de los nombres que enumera en sus recorridos son frontera de nuestro territorio.
Hernando Martel continu� la obra emprendida por Tolosa: recorrer infatigablemente las tierras chichimecas. Particip� en la guerra del Mixt�n en calidad de soldado bajo las �rdenes del capit�n Juan de Villalba. Ayud� a sofocar otras rebeliones en lugares tan lejanos como Compostela. Para premiar sus servicios se le dieron en encomienda la mitad de los indios del Tepeque. De regreso en tierras chichimecas, las recorri� infatigablemente, acompa�ado de veinte o treinta soldados espa�oles pagados a sus expensas. Pronto concentr� sus esfuerzos en proteger de los ataques chichimecas las tierras comprendidas entre Nochistl�n, el pe��n del Tecu�n, lugares de Comanja, la villa de Teocaltiche, y el camino que iba de Zacatecas a Guadalajara por el lado de los llanos. Su conocimiento del terreno lo llev� a proponer a la Audiencia de Guadalajara la utilidad de fundar una villa de espa�oles en un lugar por donde pasaban con frecuencia tribus de chichimecas. As� naci� la villa de Lagos en el a�o de 1562. Con esta fundaci�n Hernando Martel confirm� su preeminencia sobre estas tierras y durante largos a�os disfrut� de los empleos de alcalde mayor de la villa de Lagos y de los llanos del Tecu�n y corregidor de Teocaltiche.
Acompa�ado de sus soldados y, en cuanto tuvo edad a los 15 o 16 a�os , de su hijo don Hernando Gallegos, Martel asegur� caminos, dio protecci�n a colonos y viandantes. Entr� a los campamentos chichimecas para rescatar a espa�oles secuestrados y para sacar a los ni�os infieles y entregarlos a familias espa�olas que les dieran educaci�n cristiana. Se preci� de haber llevado a la fe cristiana, por este medio, a 1 500 infantes y reconoci� como otro de sus m�ritos haber matado en guerra mucha gente salteadora y aprehendido muchos indios enemigos, juzg�ndolos seg�n la ley. Invirti�, seg�n su decir, toda su fortuna y la de su hijo en servir de esta forma al rey, lo que lo llev� a declararse en bancarrota en 1571 y a pedir a su majestad que en alguna forma recompensara sus servicios para rehacer su hacienda.
El dominio de Martel sobre estas tierras fue trasladado a su hijo don Hernando Gallegos, quien tambi�n durante largos a�os fue corregidor de Teocaltiche, extendiendo su gobierno hasta la reci�n fundada villa de Nuestra Se�ora de la Asunci�n de las Aguascalientes.
Por mucho que Martel, Gallegos y sus hombres hicieron para terminar con el acoso chichimeca, la guerra dur� m�s de lo que nadie se esper�. Los medios utilizados para acabar con la agresi�n de los desnudos daban pobres resultados. Todos los interesados en lograr la paz lo reconocieron. La guerra, la venganza, la esclavitud no daban sino alivio moment�neo. No falt� quien criticara los medios usados, sobre todo el de la esclavitud, y llevara su queja ante el rey para detener las mil injusticias que, con pretexto de la fe, se ejerc�an sobre los ind�genas. Destacan las expresadas por Gonzalo de las Casas, quien escribi� un informe titulado Noticia de los chichimecas y justicia de la guerra que se les ha hecho por los espa�oles, que se sum� a las cartas que envi� al rey como informes de sus servicios como general de la frontera. El virrey Mart�n Enr�quez de Almanza tambi�n mostr� preocupaci�n por la legalidad de esta guerra y por la cuesti�n de la esclavitud. Tambi�n los misioneros franciscanos y de otras �rdenes, dadas las caracter�sticas de esta guerra, cuestionaron su validez y sus m�todos.
Poco a poco se fue creando consenso sobre la necesidad de utilizar otras formas para terminar con la rebeld�a chichimeca. En nuestra regi�n los ataques se suced�an: en las minas de Comanja mataron a todos los residentes, incluido un monje; en el Paso de Ojuelos un grupo chichimeca cay� sobre una caravana de 60 carretas y se llev� mercanc�a por 30 000 pesos. En el Paso de Bocas una peque�a fuerza chichimeca mat� a los 50 soldados que defend�an este punto.
Los estancieros, diseminados por tierra chichimeca, hartos de sufrir los embates de los antiguos due�os, escribieron una representaci�n al rey en estos t�rminos:
la insolencia y atrevimiento de los indios ha crecido tanto que no solamente han continuado los da�os, pero se han hecho tan fuertes y ma�osos que han dejado sus tierras y las sierras y quebradas que ten�an por su defensa y se han bajado a lo llano, y de pocos d�as a esta parte han dado muchos asaltos a los pueblos de paz y muerto mucha gente, ans� en ellos como en los caminos y estancias, ejecutando en ellas sus acostumbradas crueldades, desoll�ndoles las cabezas y sac�ndoles vivos los corazones y entra�as y quemado y profanado iglesias, y aun les est� aprobado comer carne humana de las personas que matan...