Un segundo aliento

Un segundo aliento


Por la guerra, por la escasez de poblaci�n, porque los nuevos colonos prefer�an asentarse en lugares m�s seguros, porque la aventura los llevaba a los centros mineros por estas y otras razones la villa de Aguascalientes no progresaba. Para su crecimiento se requer�a tiempo, y �ste lleg� favorecido por los empe�os de un hombre: Juan de Monroy. De la misma madera que Hernando Martel, pero con mejores condiciones, Juan de Monroy, nombrado alcalde de Lagos hacia 1599, tom� bajo su control el progreso y mejora de la desamparada villa. Logr� atraer nuevos vecinos espa�oles, gente sencilla, trabajadora, a quienes se les reparti� tierra dentro de la traza para que construyeran sus casas y formaran huertos. Hacia 1605 vino tambi�n un peque�o grupo de indios, posiblemente tlaxcaltecas, que fund� el pueblo de San Marcos. Se obtuvo la gracia de establecer un curato. Y aunque no se tenga informaci�n, seguro es que empez� el acarreo de esclavos para suplir la falta de mano de obra.

La visita del oidor De la Fuente y las medidas que dict� para que la villa siguiera progresando, reforzaron la tarea de Monroy. De la Fuente orden� que a partir de esa fecha, 25 de octubre de 1609, los edificios que se construyeran deber�an estar "juntos y congregados de manera que la traza que ha de guardar ha de dejar una plaza de 100 varas en cuadro y que en la escuadra frontera a la del sureste est� la iglesia y entre una cuadra y otra haya un cuadro de veinte varas en ancho y largo...."

El oidor orden� tambi�n que a la gente que se le diera solar no lo podr�a vender en tanto no hubiese construido casa y vivido un a�o. Orden� que se hicieran "...milpas y sementeras..." y se publicara un bando que prohibiera a los criadores traer sus ganados en ninguna �poca del a�o, pues de hacerlo tendr�an que pagar una multa de dos reales por cada res.

En estos ordenamientos es claro que la iglesia parroquial con que contaba entonces la villa no ocupaba a�n el lugar que poco m�s tarde se le design�. Esto se ve claramente en la orden que dio el emisario del obispo en 1612: "que la iglesia que est� comenzada se acabe con brevedad donde se puedan celebrar los oficios divinos".

Los avances que paulatinamente afianzaron el futuro de la villa y su regi�n dieron por resultado que, hacia 1610, se le concediera la categor�a de alcald�a mayor, separ�ndola de la de Lagos, a la que pertenec�a desde su fundaci�n. Ignoramos los alcances territoriales de la nueva alcald�a, pero pensamos que deben de haber variado con el tiempo, hasta definir su configuraci�n.

En 1619 se registraron para la villa de Aguascalientes 15 o 20 vecinos, lo que en los usos de la �poca quiere decir cabezas de familia, por lo que podemos calcular unos 80 pobladores. De la gente que viv�a en el campo no se da cuenta, tan s�lo se dice que "hay muchos otros en estancias".

Podemos considerar que con la obtenci�n del rango de alcald�a, la villa termin� con una etapa y empez� una nueva, la de cabecera de una regi�n. �Pero formar�a realmente una unidad el territorio que la compuso? Probablemente no, pero ten�a el futuro por delante para lograrlo.

Hacia 1630 la alcald�a mayor de Aguascalientes debe de haber estado compuesta por el territorio que conserv� casi hasta finales del gobierno colonial. Esto lo podemos presumir porque ya exist�an las alcald�as vecinas que delimitaban la nuestra, y porque sabemos cu�n cuidadosa y quisquillosa fue la burocracia colonial para definir los territorios sobre los cuales ten�a autoridad. Estaba compuesta por el territorio que formar�a m�s tarde los partidos de Aguascalientes, Asientos, San Jos� de Gracia y Monte Grande. Ten�a una forma m�s delgada de la que ahora le conocemos al estado porque el territorio del partido de Calvillo pertenec�a a la alcald�a de Juchipila, y m�s alargada porque le pertenec�a el distrito de Monte Grande, m�s tarde conocido como San Jos� de la Isla.

El reparto de tierras en forma de mercedes y el intercambio por medio de compra-venta cimentaba la sociedad que se formaba. En ella la posesi�n de tierras fue el medio m�s importante para obtener riquezas y reconocimientos. Dos tipos de propiedades r�sticas se empezaron a constituir: por un lado grandes propiedades compuestas por 10, 12 o m�s sitios (un sitio de ganado mayor equival�a a 1600 hect�reas; un sitio de ganado menor era igual a 800 hect�reas, y una caballer�a de tierra era igual a 42 hect�reas) de ganado mayor y por el otro lo que podemos llamar peque�as haciendas formadas por uno o dos sitios de ganado mayor y unas cuantas caballer�as de tierra. La diferencia en la extensi�n de las mercedes concedidas por la Corona obedece, en gran medida, al rango social del propietario. Un alcalde mayor, un general, un hijo de conquistador, pod�a pedir que se le mercedaran tantos sitios como estuvieran libres y de cuantos pudiese pagar los costos de las diligencias de medidas. Un simple vecino pod�a aspirar a que se le mercedara una extensi�n correspondiente a su calidad. Claro que aqu� estamos hablando de personas espa�olas, pues los indios tuvieron derecho a pedir que se les mercedaran tierras, pero no en forma individual sino como pueblos constituidos. Los mestizos y las castas quedaron fuera de este beneficio.

Los primeros en beneficiarse con mercedes en las tierras de lo que es nuestro estado fueron conquistadores. Hern�n Flores de la Torre, por ejemplo, recibi� en el distrito de Juchipila no nada m�s tierra, sino tambi�n encomienda. Otro tanto ocurri� con Diego Fern�ndez de Proa�o, Gallegos, Martel, Sald�var.

A las primeras mercedes dadas a los conquistadores siguieron muchas m�s, repartidas entre principales y pobladores comunes y corrientes. Durante alg�n tiempo, los alcaldes mayores y los cabildos tuvieron autoridad para repartir tierras. En Aguascalientes los primeros repartos los efectuaron los fundadores como miembros del cabildo, y hacia 1637 el alcalde mayor a�n segu�a repartiendo tierras dentro de la traza de la villa. Los malos manejos de este atributo orillaron a la Corona a dejar el reparto en manos de las audiencias. En el Nuevo Mundo hubo gente que se dedic� a obtener mercedes de tierras para despu�s venderlas o traspasarlas a un tercero; por eso cuando pas� el visitador De la Fuente se�al� la obligaci�n de construir casa y vivir en ella un a�o para poder venderla. Este tr�fico de mercedes provoc� que en poco tiempo la tierra se concentrara en unas cuantas manos y formara lo que conocemos como grandes latifundios. En nuestra regi�n tenemos un claro ejemplo de concentraci�n de tierras en una sola familia: los Rinc�n Gallardo.


Índice generalAnteriorÍndice de capítuloSiguiente