Ante la dificultad de estimular la producci�n del campo, el gobernador Jos� Castellot tuvo la ocurrencia de dirigirse al gobierno de D�az para pedirle los prisioneros que el ej�rcito hab�a hecho en una batalla sonorense en contra de la tribu yaqui, para dedicarlos, como desterrados, a las labores del campo. As� llegaron, en 1902, 165 yaquis entre hombres, mujeres y ni�os, que fueron distribuidos entre los principales hacendados, comprometidos a poner en marcha un proceso de aclimataci�n. Pero despu�s del largo viaje del norte al sureste, muchos peque�os llegaron s�lo a morir. Dijo tambi�n Castellot que hab�a tratado de entusiasmar a los finqueros campechanos para que participaran en el ensayo de inmigraci�n japonesa que se hab�a puesto en pr�ctica en Yucat�n y que, a pesar de su insistencia, no se llev� a cabo por el temor de los propietarios campechanos, quienes prefirieron aguardar los resultados de una prueba limitada en el estado vecino.
A principios de junio de 1904 ocurri� un choque sangriento entre trabajadores huastecos de la finca Chilib. Al concluir sus contratos no los quisieron liquidar y ellos, neg�ndose a proseguir en esas condiciones, salieron rumbo a la capital del estado. El mayordomo arm� a otros sirvientes para ir a detenerlos y, al encontrarse en el camino de Esperanza a Nachej�, se trab� una lucha, con el resultado de varios heridos y el castigo de los trabajadores. En la finca San Pablo del partido de Champot�n hubo conflictos entre huastecos y jamaiquinos, como tambi�n entre los sirvientes de la hacienda Haltunch�n. El 7 de agosto de 1906 el gobernador, Aznar y Cano dijo las palabras que confesaban el fracaso del proyecto:
Quedan en pie los dos grandes problemas de que depende el porvenir de nuestra agricultura: la inmigraci�n y la colonizaci�n agr�cola. Mientras la iniciativa particular no los tome a su cargo y aporte los capitales que son necesarios, seguiremos lamentando la irregularidad de las cosas sujetas a la contingencia de las lluvias y las dificultades del trabajo agr�cola sometido a la mala costumbre de la deuda.