El campo se transforma

El campo se transforma


Haciendo gala de enorme popularidad, saludando dentro de la multitud a cada campechano por su nombre, lleg� el senador Carlos Sansores P�rez, primero como candidato del Partido Revolucionario Institucional y luego como gobernador electo para el sexenio 1967-1973.

"Viejas luchas", "hombre de partido", eran palabras habituales en sus charlas y di�logos que mostraban su idiosincrasia. Al decir "viejas luchas", retomaba —como herencia insoslayable en la provincia— el esfuerzo pol�tico de su padre, que si bien comenz� en la �poca de la Revoluci�n, fue en Campeche m�s de formaci�n partidista que armada; sin embargo, en el campo de la vigorosa transformaci�n ideol�gica, adquiri� relieve y singularidad al edificar las tesis que deb�an de ser programa del Partido Socialista y que animaron, por un lado, al impetuoso tabasque�o Tom�s Garrido Canabal y, por el otro, al yucateco carism�tico Felipe Carrillo Puerto. En la tierra marinada, las empresas socialistas tambi�n adquirieron car�cter y motivaron acciones que dinamizaron el peque�o ambiente regional. A la distancia de los a�os, parece una lucha entre amigos, unos demagogos y otros rivales en un escenario popular y rural, jacobinos inmersos en las aguas procelosas del camino hacia el poder. En tres lustros significativos, como los de 1920 a 1935, participaron entre otros Angelito Castillo Lanz, Fernando Angli Lara, Benjam�n Romero Esquivel y Ulises Sansores, este �ltimo v�ctima de un asesino.

Sansores P�rez naci� en Champot�n, junto al r�o y frente al mar, ribera y costa. El hombre guard� para su indubitable destino la ra�z de su progenie; con estirpe se nace, el destino se forja.

Al decir Carlos Sansores "viejas luchas", pon�a en movimiento el recuerdo de las jornadas de su padre, la dura etapa de su ni�ez hu�rfana. Evocando aquellos hechos que impusieron una marca de fuego en su vida, explicaba el perfil de la orfandad como producto de un enfrentamiento pol�tico, pero que moralmente tambi�n lo victim�: "viejas luchas" signific� tormentas, diferencias y el motor que lo llev� a la lucha por el poder. Tambi�n fue premonici�n de las diferencias terminales con un presidente de la rep�blica que lo hicieron retirarse a la vida privada.

En Hecelchak�n, sabana de cubierta rojiza, y los Chenes, de aridez pedregosa donde una que otra aguada calman la sed de las comunidades mayas, alguna vez se escuch� la palabra del candidato al gobierno. Recorriendo Dzibalch�n respondi� a la emoci�n que sus habitantes pusieron para recibirlo, aun con la pobreza por la que era notorio que pasaban. �l sent�a esos temblores que caracterizan la emoci�n. Recordando alguna vez su desamparo, se vincul� a la poblaci�n en mitin: "Los que crecemos en el infortunio tenemos una coraza contra el dolor, contra la desesperanza, y con el escudo de mi ni�ez desamparada yo he luchado para que mi pueblo alcance una vida mejor".

La improvisaci�n era una caracter�stica del orador, y ten�a frases afortunadas que animaban a la concurrencia. En una ocasi�n, en Becanch�n, anim� a la concurrencia dici�ndole que cuando atendiera asuntos oficiales en el edificio de los poderes seguramente afirmar�a: "El que aqu� gobierna puede tener enemigos, pero �l no es enemigo de nadie".

Con estas maneras y formas h�biles desarmaba a quienes hac�an correr los rumores de que seria vengativo en el ejercicio del poder en cuanto pudiera perjudicar a los adversarios.

Su gobierno estuvo lleno de an�cdotas y numerosos comentarios. Sus amigos recibieron favores, porque el se�or gobernador Sansores reconoci� lealtades, pero esa condici�n de su sensibilidad no lo oblig� a compartir la administraci�n. Un buen d�a se le acerc� uno de esos viejos luchadores formados en las filas de la negritud, solicit�ndole ayuda. Dispuso que le otorgaran un permiso para explotar cierta cantidad de pies c�bicos de maderas preciosas. Cuando aqu�l se vio con la concesi�n en sus manos, con timidez ignorante le dijo que no sab�a qu� hacer con el documento, pues no era due�o de maderer�as o aserradero alguno, por lo que para �l no ten�a sentido que le otorgase un escrito de esa naturaleza, pues qu� iba a hacer con el oficio. Fue preciso que le abrieran los ojos en el sentido de la direcci�n del favor concedido; la respuesta a su interrogaci�n fue: "�V�ndelo p ... !"

Con tesis populistas, como se�alar que hab�a hecho un esfuerzo para que se creciera armoniosa y equilibradamente, pues nada duradero pod�a construirse sobre la miseria de los dem�s, lo cierto es que, si Ortiz �vila cambi� la fisonom�a de las ciudades, Sansores P�rez trabaj� sobre el campo. Una de sus directrices fue la colectivizaci�n; dec�a que si los problemas del campo fueran f�ciles de resolver, los campesinos lo har�an por s� mismos, sin la ayuda de nadie. Critic� la orientaci�n henequenera y prefiri� estimular el corte de maderas para aserradero. Tambi�n puso inter�s en el fomento de la siembra de arroz, que pas� de 14 000 toneladas en 1967 a 40 000 en 1972, con la apertura de nuevas tierras en Champot�n. Ayud� a la reconstrucci�n de la zona arqueol�gica de Edzn� y a su alrededor se abrieron 240 000 hect�reas para cultivo. Sembr� la inquietud de publicar un peri�dico que se editara en la capital del estado y diera informaci�n local, para dejar de recibir noticias del que se editaba en M�rida. A�os m�s tarde, cuando ya no era gobernador, pero s� l�der de la C�mara de Diputados, dispuso la publicaci�n de 20 peque�os vol�menes de historia y literatura que se conocieron como los "libros verdes" y que con el tiempo constituyeron rarezas bibliogr�ficas.

No concluy� el periodo constitucional y a principios de 1973 lo sustituy� el licenciado Carlos P�rez Camara por algunos meses, ya que Sansores vino al Distrito Federal para hacer campa�a como diputado federal por el 26 distrito electoral, puesto que lo llev� a ser presidente de la Gran Comisi�n de la C�mara de Diputados y l�der de la XLIX Legislatura.


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