Camino Real de Colima


Los esfuerzos reorganizativos de la Villa de Colima y su provincia por el alcalde mayor Miguel Jos� P�rez Ponce de Le�n tropezaron con los intereses creados de las autoridades locales. �ste, para obviar riesgos y complicidades decidi� instalarse en el pueblo nuevo de Tecatitl�n y, desde all�, por un lado, fomentar el desarrollo de la miner�a y, por otro, componer aquella provincia en estado lastimero; para ello cre� una compa��a de 50 lanceros.

Entre los ramos que con dificultad sorte� est�n las alcabalas y el abasto. No le qued� m�s remedio en ambos casos que formar a sus lanceros de Xilotl�n y ponerse en camino al frente de ellos hacia la Villa de Colima, ante cuya presencia autoridades y vecinos tuvieron que someterse, no sin presentar ante la capital novohispana sus quejas y, en m�s de una ocasi�n, atentar o al menos intentar alg�n da�o contra el insobornable comandante de las milicias. Tambi�n tom� medidas o "arbitrios", como se acostumbraba decir; entre los que puso en pr�ctica llama la atenci�n el de los caminos. En efecto, desde el 2 de abril de 1787, propuso ante el Superior Gobierno la necesidad de abrir nuevo camino que agilizara el comercio agr�cola, por cuanto a la Villa y su jurisdicci�n prove�an "de sazonadas frutas y otros regalos" a otras comarcas, a pesar del "penoso tr�nsito de sus barrancas". La expansi�n y el desarrollo del mercado redundar�an, adem�s, en el aumento del real haber de su Majestad.

En 1789, aunque hab�a crecido bastante el tr�fico de sal entre Colima y Guanajuato, el principal movimiento de pasajeros y mercanc�as todav�a era a trav�s del camino de Valladolid con M�xico, reconocido por los parajes de arrieros.

Pero la realidad era y seguir�a siendo que las v�as de comunicaci�n de la Villa de Colima y su provincia eran un candado para la expansi�n del comercio. Si bien parece que al finalizar el siglo el Real Consulado de Guadalajara se interes� por mantener en buen estado el camino a Colima, por el sensible impulso que el comercio entre ambas poblaciones estaba adquiriendo. Lo cierto es que el cabildo de la villa, de vez en cuando distra�a sus menguados recursos para la compostura del tramo entre la cabecera y Atenquique.

Con estas medidas, quiz� debido al reclamo del auge de la miner�a en la regi�n —m�s ut�pica que real— y en el resto de la Nueva Espa�a, principalmente de los reales de Guanajuato, se observan en la Villa de Colima y en su provincia aires nuevos.

Sin embargo, en 1787 se sent�an las graves repercusiones de la crisis del a�o anterior —"gran consternaci�n" que amenaz� a Colima por la escasez de ma�z y su alto precio de 12 pesos—, pero ya se notaba la presencia en la villa de muchos arrieros. La raz�n era sencilla: se hab�an divulgado en la Gazeta de M�xico determinadas medidas que favorec�an a los introductores. La respuesta fue inmediata: las recuas trajeron mucho ma�z y su precio se redujo en el mercado local, pues estuvo cotiz�ndose a 9 pesos la carga. Esta pol�tica coincidi� con la magn�fica zafra de aquel a�o. As�, los arrieros tra�an ma�z y llevaban sal.


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