1880: fin de una �poca y el principio de otra


Atr�s quedaba toda una �poca de la historia moderna de Colima, 1880 significa un parteaguas entre dos fases bien definidas: la primera arranc� con la constituci�n del estado libre y soberano de Colima en 1857; desde esa fecha, contra las expectativas generadas entre los colimenses, la historia pol�tica local estuvo siempre a rastras de las luchas intestinas y nacionales, dificultando la consolidaci�n de las instituciones. De hecho, durante este ciclo, ning�n gobernante pudo concluir pac�ficamente su gesti�n. Con el a�o de 1880 y todo lo que en �l se gesta y acontece, se inicia una segunda fase que, a pesar de una profunda crisis de diversos matices, propicia la transmisi�n formal de los poderes y la estabilidad de las instituciones, con la �nica interrupci�n de 1893, cuando Francisco Santa Cruz, apoyado desde el centro por Porfirio D�az, arrebata el poder a don Gildardo G�mez.

Por otra parte, 1880 viene a resultar el fin de los esfuerzos de Colima por vivir de alguna manera independiente. La marginalidad en la que consciente y voluntariamente Colima hab�a vivido durante los a�os coloniales, apoy�ndose en la Audiencia novohispana y sustray�ndose de la cercan�a de la Nueva Galicia, comenz� a ser afectada en el �ltimo tramo del r�gimen borb�nico, y en forma m�s notable al cortarse los v�nculos con la metr�poli a ra�z de la victoria insurgente. Los diversos proyectos nacionales desde el derrocamiento de Iturbide se reflejaron en Colima por sucesivos reg�menes seg�n avanzaba la primera mitad del siglo XIX, altern�ndose Jalisco y Michoac�n su administraci�n, cuando no el gobierno central al mantener a Colima como territorio federal.

En esta perspectiva, la primera mitad del siglo vino a ser como una lenta pero decidida demolici�n de la autonom�a regional. Al mismo tiempo se propici� que, si Colima iba adquiriendo una fisonom�a propia y una conciencia de los valores que como "patria" ten�a, en buena medida fue efecto de estar en contra de las distintas soluciones pol�ticas que se experimentaron en ella.

Varias consecuencias, tuvo, pues, este proceso. La permanente voluntad de autonom�a pudo sobreponerse a las soluciones venidas desde afuera, hallando su premio al ser formalmente constituido Colima estado libre y soberano en 1857. Mientras se debat�a el estatuto jur�dico del territorio, en el interior de esta sociedad marginal las fuerzas sociales buscaron su acomodo y su correspondiente discurso y racionalidad. Los intereses econ�micos en juego, el predominio de Guadalajara en lo eclesi�stico y en lo comercial, las facciones pol�ticas locales, las luchas por el poder que en otras regiones se daban fueron factores externos e internos que, conjug�ndose, facilitaron que Colima tallara talante y figura. De hecho, Colima defiende su soberan�a, madura su identidad y obtiene su reconocimiento como entidad federativa, pero ello fue a costa de su desarrollo econ�mico e industrial, que sufrieron en estos indecisos a�os un rej�n de muerte.

Por �ltimo y sin salir del punto, es preciso aludir a un tema al que no se le ha prestado el debido inter�s, y es el papel desempe�ado por los for�neos en el proceso de formaci�n de la conciencia regional. Curiosamente, a lo largo del siglo XIX, un buen n�mero de los hombres que tomaron las riendas de la administraci�n y la vida econ�mica locales —militares, comerciantes, pol�ticos, etc�tera—, no hab�an nacido ni crecido en Colima, sino que eran michoacanos, jaliscienses, sonorenses e incluso europeos, por indicar algunas de sus procedencias. De estos personajes, sin embargo, dependi� mucho el proceso de consolidaci�n de la identidad moderna de Colima. Si bien ellos luchan al lado de los colimenses "de naci�n" por la autonom�a regional, no lo hacen vinculados con el pasado hist�rico sino con la situaci�n cotidiana que viv�an y con sus propios intereses. La influencia de su gesti�n es sobresaliente pero sin las ra�ces y la trayectoria que Colima tra�a consigo.

La trayectoria desde 1857 hasta 1880 —aparte de las extraordinarias dificultades que padec�a M�xico y que repercutieron en el desarrollo de Colima como entidad federativa— tiene su propia historia local. La vigorosa y agobiadora lucha entre liberales y conservadores que dividi� por a�os a la naci�n y dej� tan alto saldo de sangre y destrucci�n, se pudo vivir en Colima en forma distinta: hubo combates, es cierto, aunque tenemos la impresi�n de que Colima, m�s que enlodarse activamente en ellos, los observa como testigo interesado por sacar el mayor provecho posible: trafica con armas y otros enseres para el avituallamiento de los contendientes. En el seno de la sociedad colimense, las facciones pol�ticas liberales o conservadoras se suceden en el poder al ritmo de los acontecimientos nacionales, mas parece que no se sufren ni el encono ni las represalias padecidas en otros rumbos. Las opuestas tendencias conviven aunque se baten por el predominio o el protagonismo del momento, apoyando o rechazando las figuras pol�ticas impuestas. Todo ello produjo una precaria estabilidad en cuanto a las instituciones se refiere.

La sociedad participa, apoya o retira su favor, muestra inter�s o desgana por lo que la c�pula pol�tica local hace o deshace. Es en esta c�pula donde se cuecen los proyectos pol�ticos, las leyes, los intereses por el poder, en mancuerna con los comerciantes. De ah� la permanente desaz�n y el ascenso y ocaso de pol�ticos.

Si todo ello resultaba beneficioso en el proceso de la conciencia auton�mica de la regi�n —aqu� se coc�a y se com�a el mandado—, tambi�n es indudable que iban deterior�ndose cada vez m�s las precarias instituciones republicanas. Colima no fue feudo de ning�n cacique militar que pusiera en peligro la paz de la naci�n; aqu� no cupo siquiera la posibilidad de armar un plan para derrocar gobiernos, pero s� de hacer eco a quien lo lanzara con alguna probabilidad de �xito en otro lado y que pudiera servir de alguna utilidad para la regi�n. Los recursos propios y el puerto de Manzanillo eran sabrosos bocados para cualquier aventurero. Con tal horizonte, la inestabilidad regional en cuanto al r�gimen pol�tico se traduc�a en permanente peligro para el poder central.

Tras el triunfo de los tuxtepecanos y consolidado en la presidencia de la Rep�blica Porfirio D�az, los devaneos de Colima van a terminar. El a�o de 1880 es en Colima el a�o de la irrupci�n del poder central y centralizador que marca con el hierro de la dependencia a Colima y sus propios intereses, al proyecto de naci�n que est� en juego. Quiz� en este sentido el estado libre y soberano de Colima pierde su libertad y soberan�a. El caciquismo hogare�o se fortifica como instrumento del poder central y se hace mediador entre �ste y la sociedad civil, jugando una doble carta: apoya el proyecto nacional y se sirve de �l para legitimarse pol�ticamente. Esta legitimidad pol�tica le convierte en representante �nico de la legalidad y, en virtud de ella, act�a, se enriquece, se perpet�a.

Si durante los decenios inmediatos a 1857 la identidad de Colima se fue forjando en la adversidad y en oposici�n a las instancias for�neas, a partir de 1880, perdida su autonom�a, Colima va siendo moldeada al son del poder central a trav�s del caciquismo pol�tico y econ�mico hogare�o que tamiza, resguarda, cobija, intercede, controla, instruye y mediatiza. Con la estabilidad de las instituciones lograda en 1880, la sociedad civil expresa su conciencia c�vica en niveles ajenos del quehacer pol�tico para el que manifiesta apat�a a secas, simplemente apoyo o desd�n silencioso.

Este a�o es tambi�n caracter�stico porque en su transcurso deja aflorar s�ntomas de lo que ser�n serios problemas a lo largo de la d�cada de los ochenta. Si bien es cierto que Colima, desde hac�a muchos a�os, ven�a padeciendo una situaci�n econ�mica dif�cil, la toma de conciencia y el estupor ante su magnitud y profundidad brotan en 1880 con virulencia, al estallar circunstancias nacionales que la muestran en toda su dimensi�n. La agricultura en estado de depresi�n, la escasa industria al garete de la competencia, el comercio ahog�ndose por el p�simo estado de las v�as de comunicaci�n o el alto costo de los fletes a lomo de mula cobrados por los arrieros, la par�lisis del movimiento portuario obligando a que algunas firmas dedicadas a la importaci�n/exportaci�n se declarasen en quiebra, son nada m�s que indicadores dolorosos del momento.


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