Cort�s respondi� a los correos remitidos por Gonzalo de Sandoval con nuevas instrucciones, destinadas a fundar una ciudad de espa�oles en tierras de Colima, que llegar�an a manos de Sandoval a fines de junio o poco despu�s. Mientras, y urgido por la amenaza del inminente temporal de lluvias, Sandoval tom� providencias para explorar en forma sistem�tica el territorio apenas sometido, con el fin de conocer los pueblos y gente de aquellas provincias.
Es posible que, para este efecto, se organizaran diversas partidas que recorrieron aquella in�dita geograf�a. Los exploradores tomaron dos rumbos: un primer grupo avanz� tierra adentro, subiendo los m�rgenes del r�o Grande y desvi�ndose luego a la altura de Coquimatl�n hacia los impresionantes volcanes; otra partida, a cuyo frente ir�a el propio Sandoval, se encamin� por la costa buscando eventuales puertos de mar, a sabiendas de la importancia que daba Hern�n Cort�s a tales descubrimientos. Ambos grupos de exploradores, hechos sus recorridos, volvieron a encontrarse para compartir hallazgos y tambi�n frustraciones.
El hallazgo del puerto de Salagua o Santiago, en las inmediaciones del actual Manzanillo; las fant�sticas noticias en torno a las Amazonas y la confirmaci�n de la existencia de oro y perlas de las que Sandoval envi� a Cort�s "cierta muestra de perlas que hall�" son logros descritos al emperador. A ellos habr�a que agregar dos m�s; uno impl�cito en el contexto de la carta cortesiana: la identificaci�n de un excelente y bello asiento en el valle de Colima para fundar una villa de espa�oles, y otro por completo silenciado: las numerosas y ricas salinas de la provincia, recurso important�simo para la incipiente miner�a novohispana.
Al tener conocimiento que Cort�s mandaba fundar una villa de espa�oles en la zona, pronto surgieron entre aquellos hombres voluntarios para ser los primeros vecinos. La tierra era bella, de gran variedad de climas, con costa abundante, con agua suficiente: una tierra de promisi�n.
Dejaron sus cuarteles de Tecom�n o de un poblado llamado Caxitl�n, dos leguas tierra adentro, a la ribera del r�o Grande una tradici�n reciente cree que fue ah� el primitivo asiento de la nueva villa, pero las razones aducidas a este prop�sito no nos convencen en modo alguno y se encaminaron hacia el valle de Colima.
Entre el r�o de Colima y el hoy nombrado arroyo del Manrique, se fueron midiendo a lazo los solares de las futuras casas-morada y se respet�, como era costumbre, un cuadro central muy amplio para la Plaza de Armas, donde se edificar�an con el tiempo la iglesia mayor y las Casas Reales. La traza de la nueva villa ten�a forma alargada, de sur a norte, serpenteando los breves meandros de ambos r�os. Como en ese paraje escogido o en sus alrededores exist�a un poblado ind�gena, los naturales no fueron desalojados; se respetaron sus propiedades y permanecieron viviendo en ellas formando, con toda seguridad, el barrio del Nombre de Jes�s (o "Jes�s", a secas), donde se levant� una ermita dedicada a Nuestra Se�ora que ten�a a su cuidado una cofrad�a cuyos miembros en su mayor�a eran indios.
En presencia de Gonzalo de Sandoval, representante de Hern�n Cort�s, los espa�oles decididos a avecindarse en la nueva villa as� lo manifestaron, comprometi�ndose a velar por la seguridad del territorio y a obedecer a las autoridades designadas por el capit�n general.
Es posible que aquella fundaci�n formal de la Villa de Colim�n de la Nueva Espa�a, como se le designa en los primeros documentos conservados hasta hoy, fuera el 25 de julio de 1523, en la festividad de Santiago Ap�stol.