Tras pacificar a los yopes de Guerrero, Gonzalo de Sandoval lleg� a �ltimos de marzo de 1523 a Zacatula, donde dio descanso al ej�rcito formado por espa�oles e ind�genas de Texcoco y Tlaxcala.
D�as despu�s de arribar a Zacatula, Sandoval decidi� incorporar a los hombres de Juan Rodr�guez de Villafuerte y a un contingente tarasco. Es dif�cil precisar cu�n numerosa fue aquella tropa. Por los estrechos m�rgenes de tiempo que la cronolog�a sandovaliana concede a la campa�a en Colima, adem�s del �spero camino que deber�a seguirse bordeando la costa, no se permit�a la puesta en marcha ni el manejo f�cil y expedito de una hueste compleja.
Durante d�as, fuera de lo espectacular del paisaje y de las dificultades de tr�nsito, no tropez� el ej�rcito de Sandoval con resistencia alguna, a lo m�s hubo peque�as escaramuzas, como escribiera Cort�s: "y por el camino pacific� algunos pueblos que no estaban pac�ficos". No debe olvidarse que, en su mayor parte, este camino cruzaba territorios dependientes del cazonci michoacano, y los naturales de la regi�n con facilidad identificar�an junto a los extra�os espa�oles y los contingentes de Texcoco y Tlaxcala, a sus muy conocidos tarascos. De este modo pasaron la provincia de Motines, la regi�n de Maquili y llegaron a las playas de Alima. De haber surgido alg�n incidente de mayor cuant�a, �ste aconteci� hasta despu�s de haber vadeado el r�o Coahuayana, lim�trofe con las tierras de Colima.
Una jornada despu�s divisaron el espl�ndido valle de Tecom�n y el espejo de sus salinas, donde las fuentes nos hablan del �nico enfrentamiento que hubo entre naturales y espa�oles. Si bien algunos han intentado situar este gran choque armado en Alima, no hay motivo alguno para asegurarlo. A nuestro juicio, el ej�rcito de Sandoval penetr� a territorio colimeca sin tropiezo alguno hasta llegar a Tecom�n.
La batalla de Tecom�n fue, con toda seguridad, una masacre. Una serie de circunstancias acumuladas la provocaron. El mismo visitador Lebr�n de Qui�ones dice que a la saz�n, en Tecom�n "habr�a cuatro o cinco mil hombres". Aunque la cifra nos resulta muy abultada, cabr�a recordar que cuando aparece el ej�rcito invasor era tiempo de la zafra de la sal, industria a la que se dedicaban los lugare�os y a la que acud�an naturales de toda la regi�n. Por otra parte, en aquel tiempo el valle de Tecom�n era una enorme extensi�n selv�tica, de abundante y sofocante vegetaci�n. La �nica estrategia militar que se le ofrec�a a Gonzalo de Sandoval era la devastaci�n del pueblo, asentado casi a las orillas del Oc�ano Pac�fico. Un tercer factor por tener en cuenta fue la presencia de los contingentes tarascos, tlaxcaltecas y texcocanos. Sus respectivas cr�nicas aluden a la violencia con que se llev� a cabo la batalla.
Una vez colmada la incontenible venganza, fueron enviadas misiones de paz invitando a los pobladores dispersos a regresar a sus expoliados pueblos y rancher�as. Lebr�n de Qui�ones, reflejando sin duda la memoria hist�rica de sus informantes ind�genas de la regi�n, escribi� treinta a�os despu�s: "y envi�ndolos a llamar y asegurar a los que estaban en las sierras huidos, bajaban a dar la paz".