Junto con el escudo se difundi� un lema del estado ideado por el poeta Horacio Z��iga que interpreta el contorno del mapa de la entidad mexiquense: "Brazo que lucha y esp�ritu que crea", expulsando as� la cultura material y la cultura espiritual de esta provincia. En la agricultura se resintieron los efectos de la pulverizaci�n del reparto agrario y la ausencia del cr�dito. En cambio, aument� el �xodo a la capital del pa�s y a los Estados Unidos. La industria comenz� a recibir m�s atenci�n. Ampar�ndose en exenciones fiscales se establecieron nuevas factor�as qu�micas, zapateras, vidrieras y de alimentos. En el rengl�n de obras sociales, cabe se�alar la construcci�n de colonias para obreros o campesinos en Otumba, Tlalnepantla, Toluca y Zumpango. Este �ltimo municipio, cuna de Labra, recibi� de �l constantes atenciones.
Se adaptaron o se construyeron edificios para m�s de 200 escuelas. Las m�s de las veces se trat� de humildes cuartos, mientras que en algunas pocas entr� la moda de la escuela tipo: "Muros de tabique, techos de concreto, puertas y ventanas de fierro, pisos de mosaico." Las ideas nacionalistas y regionalistas en boga trataron de impregnar la educaci�n con la insistencia de que el infante se convirtiera en ap�stol de la cultura oficial, "con el objeto de que el ni�o campesino llevase (a sus padres ind�genas, a sus hermanos mayores, a sus parientes) nuevas ideas sobre la vida y el medio social". Pr�cticamente esto se tradujo en acelerar el proceso de desaparici�n de culturas aut�ctonas, especialmente la lengua.
El gobernador no dejaba de expresar que hab�a recibido endeudada la econom�a del estado. Al regularizar los impuestos provenientes de las parcelas ejidales y al atender el cobro de rezagos, la administraci�n de Labra muestra alg�n adelanto. Mas por aquel tiempo la inflaci�n galopante prosegu�a y el peso mexicano sufr�a una de las tantas devaluaciones de su historia. La crisis era universal y hab�a conducido, junto con otras causas, a desatar la segunda Guerra Mundial, precisamente durante la gesti�n de Labra, quien no ocultaba sus simpat�as por Alemania.