Educación efectiva


La prudencia financiera de Villada puso atenci�n en cobrar los adeudos a escuelas, en hacer efectivas las donaciones en su favor y en implantar un impuesto de instrucci�n p�blica. Al principio, en lugar de fundar, Villada transformaba las instituciones, no s�lo para mejorarlas en cuanto a su econom�a y rendimiento acad�mico, sino para plasmar en ellas su sentido de la educaci�n. El Hospicio de Pobres se convierte en Escuela de Artes y Oficios en 1889; el Asilo de Ni�as Hu�rfanas en Escuela Normal para Profesoras y de Artes y Oficios para Se�oritas en 1881. Ambos casos muestran c�mo la instrucci�n de las clases desheredadas deb�a considerarse no como acto de generosa beneficencia para ayudar a menesterosos, sino como tarea habitual del estado para formar ciudadanos �tiles. Con esta misma finalidad el gobierno recogi� y organiz� la Escuela Correccional de Toluca, promovida por una Sociedad Regeneradora.

Punto importante en la pol�tica educativa de Villada fue el proceso de centralizaci�n, reorganizando la instrucci�n primaria en dependencia m�s estrecha del gobierno estatal y no tanto del municipal, como funcionaba antes. Despu�s promulga otra ley en que se subraya que la instrucci�n primaria es de car�cter p�blico y ata�e al gobierno estatal su regulaci�n.

Ligada a la preocupaci�n por la instrucci�n primaria estaba la instrucci�n de las escuelas Normales. La Normal femenina surgi� del Asilo de Ni�as. En cuanto a la de varones, anexa al Instituto, se fue fortaleciendo hasta hacerla independiente. Dentro de la educaci�n Normal se estableci� la Escuela de Instrucci�n Pedag�gica Elemental, que proporcionaba formaci�n a profesores "pr�cticos", sin t�tulo ni preparaci�n adecuada. No satisfecho con esto, el gobierno de Villada implant� un sistema de maestros ambulantes que recorr�an las regiones m�s apartadas del estado: era la vanguardia de los misioneros vasconcelistas. Finalmente, hab�a que mantener actualizados a los maestros. Para ello, se fomentaron las Academias Pedag�gicas Municipales, que funcionaban los s�bados.

El Instituto Cient�fico y Literario goz� de cierto apoyo por parte de Villada, quien hizo enriquecer sus gabinetes y distingui� y control� a los maestros coloc�ndolos simult�neamente en puestos de gobierno. Sigui� siendo esa casa de estudios el espejo del positivismo en marcha, cuyas tesis resonaron en palacio de gobierno en boca de Juan B. Garza. El instituto lleg� a ser en el �mbito nacional una preparatoria brillante. Sin embargo, en cuanto a estudios profesionales, result� un fracaso. En un principio Villada apoy� el restablecimiento o instauraci�n de varias carreras: jurisprudencia, comercio e ingenier�a (hasta siete especialidades en este ramo). Pero al fin las suprimi� reduciendo el instituto al nivel preparatorio debido al nulo o escaso n�mero de alumnos, pues los que quer�an proseguir su carrera se marchaban a la ciudad de M�xico. A pesar de las pr�dicas positivistas, la gran mayor�a de estudiantes, no queriendo saber m�s de n�meros ni de experimentos, se iban a engrosar las filas de abogados.

En cambio, en la Escuela de Artes y Oficios s� conclu�an con �xito su corta carrera t�cnica un considerable n�mero de j�venes, a tal grado que Villada iba otorgando a esta instituci�n m�s del doble de lo concedido al instituto. Lo que ocurr�a era que el alumno de la Escuela de Artes y Oficios, sin las pretensiones de los del instituto, ten�a una r�pida colocaci�n en los talleres del mismo gobierno, en los de la incipiente industria toluque�a o en los de la cercana metr�poli, que eran numerosos. Otro apoyo a la capacitaci�n fabril fueron las academias nocturnas de artesanos.

Villada trat� de llevar al campo los beneficios de la educaci�n superior, fundando en Chalco la Escuela Regional de Agricultura. Sin embargo, los pocos alumnos inscritos dif�cilmente acud�an: ten�an que ser sacados de sus casas. La explicaci�n no es dif�cil: la industria urbana, no obstante estar inscrita en el capitalismo, compensaba el estudio con mayores est�mulos, pues requer�a mano de obra calificada; mientras que al campesino, despose�do de tierras propias, no le beneficiaba una preparaci�n donde el incremento productivo se hac�a m�s por cultivos extensivos que por adelantos t�cnicos.


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