As� era, en efecto, en la mayor parte de las 381 haciendas y los 474 ranchos que hab�a en el Estado de M�xico al despuntar este siglo. En tales fincas la masa de peones despose�dos cerca de 120 000 pocas veces contaban con administradores humanitanos. Hacia 1893 el jornal de un pe�n en las haciendas del Estado de M�xico era de alrededor de 25 centavos.
Los hacendados pod�an agruparse en tres categor�as: los que subsist�an del conjunto de antiguos terratenientes, los nacionales, que medraron a la sombra del liberalismo, y los extranjeros. Entre los primeros cabe mencionar al paternal Norberto Pliego, due�o de San Antonio en Metepec, y a la rancia familia de los Barbabosa, due�os de San Mateo Atenco y de San Diego de los Padres, ocupados en producir toros de lidia. Entre los extranjeros hay que se�alar a Tom�s Braniff, presidente de la Negociaci�n Agr�cola de Xico y Anexas, que desecaba el lago de Chalco. Santos P�rez Cortina, laborioso y h�bil espa�ol, en pocos lustros amas� una fortuna, due�o como era de las haciendas de Santa Cruz en Zinacantepec, de San Nicol�s Tolentino en Toluca, de Mextepec en Almoloya, de San Bartolo en Malacatepec y del Veladero en Tenango, am�n de un conjunto de negociaciones en Toluca, como una tociner�a, un taller mec�nico y una jaboner�a.