Sobre un horizonte turbio


Cuando Carlos Riva Palacio tom� las riendas del estado, en septiembre de 1925, la presidencia de la Rep�blica ya estaba ocupada desde fines de 1924 por Plutarco El�as Calles. Tres movimientos armados de importancia nacional marcan este periodo: el de los generales Francisco Serrano y Arnulfo G�mez, de junio a noviembre de 1927; la rebeli�n escobarista, de marzo a mayo de 1929; y, sobre todo, la Cristiada, que sucedi� de agosto de 1926 a julio de 1929, aunque sus rescoldos se prolongaran todav�a m�s. El movimiento de Serrano y G�mez encarnaba el descontento de un sector del ej�rcito por la anunciada reelecci�n de Obreg�n. En nuestro estado, "Texcoco fue teatro de los preliminares de la rebeli�n". Otro brote se inici� en Sultepec. La rebeli�n escobarista ocurri� durante el primer a�o de la presidencia de Portes Gil, con objeto de derrocarlo. Su foco principal fue el norte del pa�s. No tuvo mayor eco en nuestra provincia, salvo repercusiones econ�micas.

En cambio, la Cristiada s� sacudi� nuestro estado. Calles hab�a urgido y reglamentado el cumplimiento riguroso de art�culos constitucionales que limitaban la actividad de la Iglesia. �sta protest� sin �xito y en seguida numerosos creyentes, sobre todo campesinos, se lanzaron a la resistencia armada. El movimiento cundi� de Oaxaca a Durango y de Puebla a Jalisco. En el Estado de M�xico, para no pocos sobrevivientes del zapatismo, se a�adi� como causal el incumplimiento del reparto agrario.


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