La guerrilla cristera


Soslayada en un principio por el gobierno, la guerrilla cristera dentro del estado fue iniciada en el mes de enero de 1927 por los antiguos zapatistas Rafael Ramos, Jes�s Mar�a Mart�nez y, sobre todo, Manuel Reyes. Incursionaban de Chalco a Tenancingo atravesando el sur del Distrito Federal, la regi�n del Ajusco, donde fueron batidos, incluso con aviaci�n. Sum�ronse a la lucha Benjam�n Mendoza, Maximiliano Vigueras y Victorino B�rcenas, que tambi�n operaban en puntos lim�trofes de otras entidades por el sur y el occidente. Con los m�todos de guerrilla acostumbrados tomaron transitoriamente Valle de Bravo, Tejupilco, Temascaltepec y Tenancingo.

La represi�n no se hizo esperar. Adem�s de las fuerzas estatales, entraron 3 500 federales a patrullar el sur y el occidente de la entidad. El castigo de Tenancingo, completado con el incendio de San Mart�n, no se olvidar�a. Pero Mendoza aniquil� la guarnici�n de Tonatico y al poco tiempo pasaban cristeros por Calimaya y Amanalco. Mientras, Maximiliano Vigueras incursionaba en la comarca de Chalco, y en Chalma se levantaban otros. Los dos jefes principales, Reyes y Mendoza, fracasaron en un segundo ataque a Tenancingo. Pero Mendoza march� a Michoac�n, donde tom� Zit�cuaro, para volver en seguida a Ixtapan del Oro y Temascaltepec. Reyes, en cambio, fue capturado y fusilado en Toluca. Volvieron los alzados a Temascaltepec, tomaron Sultepec, Oculan y Valle de Bravo, en tanto que otro jefe cristero, Federico Fabila, incursionaba por El Oro. A fines de octubre de 1927 el general Vega Gil les infligi� serio descalabro. Pero Mendoza se recuper� y reapareci� desbaratando las tropas del general Urbalejo.

Entr� Fabila en San Francisco del Progreso, atac� Atlacomulco y se reuni� con Mendoza y Ocampo en Texcaltitl�n. Derrotados en Ixtlahuaca de Ray�n, se dispersaron para reunirse al punto y tomar Zacualpan, Ocuitl�n, Tenango, Ixtapan de la Sal, Aculco y San Jos� Allende. Estos �xitos no se deb�an a la inactividad de los federales, que se cansaban de correr tras un enemigo al que no pod�an echarle mano... El general Castrej�n lanz� una gran ofensiva en la Sierra de Nanchititla, matando a los civiles y llev�ndose el ganado. Despu�s de su paso por Tlacotepec, Zacualpan, Tejupilco y Valle de Bravo, el jefe de la zona cristera pod�a escribir que sus 480 soldados ten�an a todos los pueblos de su parte, porque "el gobierno los ha ultrajado, despojado, asesinado".

El 28 de marzo el gobernador Riva Palacio reconoc�a la inexistencia de un gobierno municipal en Malinalco y Amanalco debido a que estas poblaciones estaban en manos de rebeldes. Admit�a graves dificultades en el de Tlatlaya. Por su cuenta, el ej�rcito federal depon�a los ayuntamientos de Temascaltepec y San Sim�n de Guerrero, en virtud de su actitud hacia los cristeros.

Al mismo tiempo el mandatario velaba por "el exacto cumplimiento de las leyes expedidas en materia de culto, haciendo las investigaciones procedentes y [...] las consignaciones correspondientes". Tal lo hab�a hecho con un convento de monjas en Toluca, del cual, seg�n sus propias palabras, las religiosas fueron sacadas "con el oportuno auxilio de la Fuerza del Estado" y "entregadas a sus familiares, previo compromiso escrito de �stos de no volver a coartar la libertad de dichas interesadas".


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